martes, 29 de mayo de 2012
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El marxismo, ideología de odio, culpable de la guerra
Reproducimos un extracto del libro ‘Historia clara de la España reciente’ (Editorial Rambla), de Enrique de Diego, que sale a la venta esta semana. El libro narra y analiza la historia de España desde la segunda república hasta nuestros días, con especial atención al proceso de generación en la transición de una casta parasitaria:
Ha llegado el momento de plantearnos y responder a la inquietante pregunta de ¿por qué fue posible la guerra? y ¿quién fue el principal culpable de que se produjera? Las respuestas son más sencillas de lo que parece en un principio. Lo que hizo inevitable la guerra fratricida, lo que la desencadenó fue la introducción en España del marxismo como ideología legitimadora del odio y de la violencia y, por tanto, la idea de que grupos enteros, partes enteras de la sociedad debían ser exterminadas, como detentadoras de una culpa indeleble, y que ese asesinato en gran escala era una consecuencia necesaria, e inevitable, científica, para llegar a la sociedad sin clases a través de la dictadura del proletariado. No es cuestión de hacer aquí un estudio pormenorizado de la mayor ideología legitimadora del odio –junto con el islamismo- que ha conocido la Humanidad. Baste recordar lo obvio: el marxismo propugnaba el genocidio de las clases medias, de la burguesía, y la eliminación de todo resto de libertad y propiedad.
El principal culpable fue, por tanto, el PSOE. No sólo por su asonada de octubre del 34, sino que su culpa es originaria, fundacional. Hay una larga marcha hacia la guerra civil cuyo punto de partida es la fundación del partido socialista por Pablo Iglesias y, por tanto, la introducción del virus marxista en el cuerpo social español. En realidad, el PSOE era, básicamente, una formación bolchevique. Las diferencias con el PCUS, partido comunista soviético, eran inexistentes. Los sustratos doctrinal e ideológico eran idénticos. Simplemente, el PSOE no estaba dispuesto a asumir las directrices de Moscú, sino que se consideraba el partido comunista o marxista de España. El PCE fue una escisión del PSOE y no obedeció a razones ideológicas, sino a simple cuestión estratégica: obedecer o no a Moscú, seguir o no las directrices del PCUS.
La tendencia al crimen, que impregna toda la historia del PSOE, no es una desviación, ni tampoco un proceso reactivo, como sería el fascismo o la misma sublevación, sino algo consustancial. Fundacional es el término más preciso. El PSOE nació, mediante las coartadas cientificistas, proclamando como un imperativo de la liberación del movimiento obrero el genocidio, el asesinato en masa, y el atentado personal. Pablo Iglesias llevó el lenguaje del matonerismo a sede parlamentaria, con amenaza directa a la vida de Antonio Maura. “Debemos viendo la inclinación de este régimen por su señoría, comprometernos para derribar ese régimen. Tal ha sido la indignación por la política del Gobierno del Sr. Maura en los elementos proletarios que nosotros hemos llegado al extremo de considerar que antes de que su señoría suba al poder debemos ir hasta el atentado personal”1. “Pocos días después, Maura sufrió un atentado en Barcelona. Pronto el Parlamento condenó los hechos. Iglesias no lo hizo”2. Puede ser considerado uno de los primeros terroristas.
La historia del partido socialista hasta y durante la segunda república no tiene otra interpretación posible que la marcha hacia ese exterminio de la burguesía que era su intención declarada, su solución final, de modo que consideraba, en las etapas previas, la acción política como algo coyuntural encaminado a ese objetivo, e incluso las formas de gobierno y las instituciones de la democracia liberal como algo instrumental para la revolución socialista. De ahí que el partido socialista colaborara con la Dictadura de Miguel Primo de Rivera en esa condición de instrumento para conseguir la hegemonía en el movimiento obrero respecto a los anarquistas o que patrimonializara la ‘República de trabajadores’ como un mero medio, como una etapa a superar. El XI Congreso del PSOE aprobó una resolución significativa: “El Congreso saluda con entusiasmo a la revolución rusa, viendo en ella el triunfo del espíritu revolucionario del proletariado, que ha de transformar el mundo implantando el régimen socialista. El Congreso acuerda protestar contra toda intervención extraña en Rusia y atentatoria a la obra revolucionaria de su obra social”.
La sañuda persecución religiosa, en la que los socialistas compitieron con el resto de facciones de la izquierda, en la que cualquier práctica de la fe conllevaba la pena de muerte, y que llevó al cierre de todas las iglesias en la zona republicana, puede ser considerada como una efervescencia extrema de las corrientes del anticlericalismo español, pero, de manera más directa, se debió al anatema marxista de la religión como el ‘opio del pueblo’, de modo que los hombres de Iglesia –clérigos y laicos- eran considerados, por un prejuicio ideológico, la causa de todas las injusticias sociales y, por tanto, exterminables. “La propaganda republicana presentaba a la Iglesia como responsable de las injusticias sociales de modo que era imprescindible acabar con ella para conquistar la libertad. Más de siete mil iglesias y edificios religiosos fueron destruidos en Cataluña contando siempre con la autorización de las autoridades. Un periodista preguntó a Companys si era posible el restablecimiento del culto católico en España y él respondió que no veía cómo, ya que no quedaba sitio donde celebrarlo”3. El crimen en el socialismo supera la condición de bella arte para ser ensalzado como virtud, imperativo ético, fatalismo científico.
Es cierto que dentro del partido socialista se insertaron tendencias provenientes de la Institución Libre de Enseñanza de pulsión ilustrada y espíritu tolerante, pero sus miembros fueron siendo arrinconados en la medida en que el partido socialista progresaba hacia su objetivo último. Es altamente significativo el relevo de sus puestos directivos en la UGT y su ulterior ostracismo de Julián Besteiro y Andrés Saborit que se opusieron a la revolución de Asturias o la misma preeminencia adquirida por Francisco Largo Caballero sobre Indalecio Prieto, quien, con frecuencia, tuvo que plegarse a los dictados del sector más radical y hacer causa común con el largocaballerismo. Escribió Salvador de Madariaga que “lo que hizo inevitable la guerra civil fue la guerra civil interna en el partido socialista”. Más bien, lo que hizo inevitable la guerra civil fue la existencia misma del partido socialista, con su extraña y disolvente idea de que las problemas sociales sólo encuentran solución mediante el asesinato. La guerra civil fue la consecuencia de la lucha de clases.
El guerracivilista Largo Caballero
No hubo político que promoviera con mayor pasión ideológica la guerra civil que Francisco Largo Caballero. El 8 de noviembre de 1933, en un mitin en Don Benito manifestó sin medias tintas su ambición totalitaria: “Queremos todo el poder; vamos por todo el poder político. Tenemos que luchar como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no una bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la revolución socialista”. Largo Caballero se manifestaba, con frecuencia, sobre la guerra civil como algo deseable: “Estamos en plena guerra civil aunque esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que por fortuna o desgracia tendrá inexorablemente que tomar”.
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Etiquetas: Enrique de Diego,guerra,Historia clara de la España reciente,marxismo,PCUS,psoe,A fondo
1 Comentario
muyhispanomuyhispano22:27 | 02 de mayo, 2011
Otro obsesionado con el PSOE 2011 que lo proyecta al PSOE de la República. Seguro que se le olvida dar importancia al levantamiento militar golpista de 1932 (Sanjurjo, Fernández Pérez... y la posterior amnistía por parte de la derechista CEDA ¡Vaya, con el hombre que defiende los intereses e ideales de las clases medias españolas! Como lo hizo Franco ¿no? Por eso mando fusilar a decenas de miles de personas... para que no existiendo clase baja todos fuesen clase media.
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