¿Podemos dejar de ocuparnos en necesitar dinero?
“Vivimos en una sociedad de mercado en crisis porque “el
homo economicus es individualista, egoísta, agresivo y competitivo, en vez de
ser desinteresado, apacible y cooperativo”
26/06/2012 - Autor: Alba Delgado - Fuente: Economía Crítica
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El dinero a la basura¿Por qué?
Nos encontramos en una situación que de manera generalizada
nos presentan como un momento de inflexión. Por fin el ajuste se hace tan
visible y palpable en el primer mundo, lo sentimos tan cerca, que no podemos
mirar hacia otro lado. Se está extendiendo el cuestionamiento de la validez del
sistema que nos gobierna. Se abren las grietas en las que cabe preguntarse si
ya no son válidas las categorías que utilizamos para el análisis.
Este momento es una oportunidad única que no podemos dejar
pasar.
La propuesta de este artículo es reconsiderar la validez del
ordenamiento social en base a la economía y de ésta entendida en función del
empleo y la inflación o, como veremos más adelante, en función de la plusvalía
y la acumulación privada de capital.
Queremos que el sistema político, social y económico que nos
gobierna tenga en el centro el cuidado y estímulo de la vida. Podemos “remirar”
el mundo. Plantearlo desde la abundancia y no desde la escasez. Desde lo social
y no desde lo individual. O como nos enuncia Luis Racionero en su libro Del
paro al ocio, lo que queremos decir es que no lo necesitamos, que “El mundo de
la escasez a nivel material es el mundo del miedo a nivel psicológico y el
mundo de la autoridad a nivel social”
Aquí vamos a tratar de acercarnos a lugares comunes en los
que el intercambio sea un lugar de encuentro con el otro y con el mundo. Vamos
a buscar herramientas que nos permitan reconquistar el presente y un futuro
sostenible.
Para repensar el marco de la acción vamos a preguntarnos por
qué estamos tan ocupados en necesitar dinero.
¿Qué?
Vivimos en una sociedad de mercado en crisis porque “el homo
economicus es individualista, egoísta, agresivo y competitivo, en vez de ser
desinteresado, apacible y cooperativo”. La grave crisis que sufrimos es
producto de la insostenibilidad de los valores que nos gobiernan. Estos valores
son la guía de nuestro sistema productivo, de consumo y distribución de bienes
y servicios.
Nos gustaría poder pararnos a hablar de estos objetivos que
mantienen este sistema, sobre todo del conjunto de las relaciones que genera,
empezando por la consideración social de trabajo. La solución al paro no es
aumentar la producción, ni mantenerla a toda costa. Tampoco es dejar las cosas
como estaban. Fundamentalmente porque el problema no es el paro. El paro es un
problema en el momento en que nuestro sustento depende de la venta de: mi
trabajo, lo que produzco o los bienes que poseo.
El problema es que en la sociedad capitalista la actividad
económica reduce todo objeto y acción a mercancía. La mercancía es aquél
elemento que no se produce para el propio consumo sino que está destinada a la
venta o el cambio en el mercado. Pero sólo se convierte en mercancía cuando ese
cambio se hace efectivo a través de la venta, es decir a través de la obtención
de dinero. El dinero es el paso necesario que hace que exista y cumpla con su
objetivo que es crear valor de cambio, de manera que se produzca la circulación
y los productores puedan satisfacer sus necesidades (o deseos) a través del
intercambio.
(Pero) Un sistema económico es aquél que rige las relaciones
de producción, determina el acceso a los recursos y el control de los medios de
producción, organiza el trabajo de los miembros de la sociedad y la forma de la
circulación y distribución de los productos de este trabajo individual y colectivo,
de acuerdo a la consecución de unos fines colectivos determinados.
El sistema económico competitivo ordena la sociedad desde la
ganancia material, antepone la esfera económica a las relaciones sociales y
asigna los recursos a través del mercado.
Nuestro sistema económico articula el conjunto a partir del
empleo y la inflación mediante tres instituciones: el dinero, el estado, el
mercado.
Las instituciones que organizan una sociedad habilitan el
ámbito de acción de los individuos de acuerdo a unos principios de
comportamiento. En nuestro caso estas instituciones refuerzan la integración de
la sociedad en torno al objetivo económico a través del intercambio monetario.
Toda sociedad necesita crear formas de integración que
organicen y distribuyan las obligaciones, derechos y recompensas de sus
miembros, pero el intercambio guiado por el móvil de la ganancia en base a la
competencia entre individuos es sólo una entre las posibles formas de
interacción de las personas en una comunidad.
Si queremos participar en la superación de esta crisis
tratando de desplazar lo económico del centro del orden social, abandonar la
búsqueda del interés individual como paradigma de comportamiento universal,
tendremos que entender que otro orden es necesario y que una sociedad mercantilizada (y por lo tanto,
monetizada) y las instituciones que ésta necesita para existir, no son las
únicas posibles.
¿Cómo?
Como hemos enunciado, para poder encontrar algunas
respuestas, aquí vamos a preguntarnos por qué estamos tan ocupados en necesitar
dinero. Por ello, primero vamos a empezar por entender las funciones que tiene
el dinero para después hablar de su necesidad.
La teoría económica formal explica el dinero como objeto
único que reúne las funciones de: unidad de cuenta, medida de valores, medio de
cambio y reserva de valor. A continuación vamos a describir brevemente estas
funciones en 3 bloques.
Unidad de cuenta y medida de valores. La actividad económica
entendida desde el intercambio necesita algún tipo de criterio de valoración
para poder comparar distintas asignaciones finales. El valor del dinero, como
valor de cambio, determina la relación cuantitativa del intercambio
generalizado de mercancías. El dinero tiene la función de medir un valor que ha
de ser comparado, un valor de uso que además ha de ser cambiado. Pero de manera
que se produzca un intercambio justo, es decir, entre valores equivalentes.
Digamos que el dinero pone de acuerdo los valores de los artículos
intercambiados. Es una unidad de cuenta de valores equivalentes.
Sin embargo, si lo vemos desde una perspectiva marxiana, la
moneda es la forma particular bajo la que el trabajo adquiere su carácter
social en la sociedad mercantil. Es decir, el dinero tiene la función de
expresar en un lugar común el valor de las distintas mercancías, así el trabajo
particular o privado se valida socialmente a través de su venta, de su
conversión en dinero. El dinero se introduce en la economía como valor y hace
posible la distinción (espejismo social) de valores de uso y de cambio.
Medio de cambio. El dinero tiene la función de facilitar el
intercambio del excedente de lo
producido o plusvalía para que podamos proveernos de aquello que no
podemos producir. Pero además, el dinero, convertido en equivalente general de
todas las mercancías, tiene que circular, y para ello, tiene que ser
generalmente aceptado.
Aunque a lo largo de la historia no se ha creído así, ahora
mismo está claro que el dinero no es convertible, no implica la presencia
física de una moneda metálica, ni la existencia de un patrón metálico de valor
para ser generalmente aceptado, porque la esencia monetaria del objeto
utilizado descansa en el poder de uso, no en su valor intrínseco. La forma que
toma el dinero como medio de cambio es independiente del material que contiene.
Para que las mercancías circulen un simple símbolo de valor es suficiente.
Reserva de valor. Dado que intercambio con lo que poseo, el
dinero, dentro de un sistema de propiedad privada, va a cumplir también la
función de mantener la riqueza en el tiempo. La moneda se va a convertir en la
forma universal de riqueza, de manera que, mediante su posesión vamos a poder
conseguir aquello que queramos en el futuro.
Visto de otra manera, esta función hace que el dinero, como
equivalente general, se convierta en el instrumento que articula y concreta las
acciones con un propósito común a lo largo del tiempo. Es a través de la
reserva de valor como se hace posible la conversión del dinero en capital, lo
que la convierte en la función determinante de las políticas monetarias, ya que
su indicador es la inflación.
Estas funciones que acabamos de describir sirven o son
necesarias dependiendo del ordenamiento social en el que se insertan. Por eso,
ahora vamos a relacionar estas funciones que se le atribuyen al dinero con las
necesidades que se le presupone que ayuda a resolver.
La base teórica asumida por las corrientes de pensamiento
económico dominante explica que el dinero tenga al mismo tiempo la función de
unidad de cuenta y medida de valores ha permitido superar el trueque, ha
posibilitado la división del trabajo y ha facilitado el intercambio
(competitivo). El sistema monetario es el sistema de medida y comparación de
las cosas, de dar valor a lo que intercambiamos y de medir ese valor. La
necesidad de comparar e intercambiar entre sí todas las cosas encuentra en el
dinero una forma de expresión común para dar valor a las distintas mercancías.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que los primeros
objetos que toman la forma de lo que podríamos llamar dinero aparecen
previamente al intercambio de mercado como unidad de cuenta para medir y
regular la reciprocidad de las obligaciones y la redistribución de los bienes.
Como medio de pago individual con el que poder liquidar las formas de deuda
individual o comunitaria que integran a los individuos de una comunidad. Hay
autores (enfoque cartalista) que incluso han definido a estos objetos como una
forma de memoria. Estas obligaciones que existían dentro de una comunidad no
eran pagadas mediante un único objeto, no eran reducidas a la moneda como única
unidad de cuenta.
La segunda función hace referencia a la magnitud del valor
(precio), necesaria para que circule. La historia de la moneda como medio de
cambio ha generado las discusiones en torno a su forma y uso. Los debates
surgidos han ido configurado su homogeneidad, fiabilidad, los derechos y
obligaciones que se han repartido para hacer posible la aceptación generalizada
(señoreaje, bancos, etc.). Y aunque el primer objetivo es asegurar la
circulación, podemos decir incluso, repartir y asignar los esfuerzos
productivos, existe tendencia a su
acumulación.
Ordenar la sociedad en torno al objetivo económico hace que
la ilusión de necesitar una autoridad que favorezca su general aceptación cobre
fuerza. El poder soberano ha tenido un papel fundamental en los orígenes y
valor del dinero. Un medio de cambio único se fue haciendo posible, y real, por
medio de una autoridad que garantiza su valor (y el mantenimiento del orden
social). En último término el dinero es un acto de soberanía política que
determina por ley o convención social qué objetos se pueden utilizar para
responder a las relaciones de deuda y crédito. No es más que un acuerdo social
por el que se decide obediencia. Y el mantenimiento de ésta, se debe al convencimiento
de que un sistema determinado redunda en beneficio propio. A través de la
creación monetaria los gobernados han generado una relación de deuda con su
gobierno.
Como hemos dicho, la tercera función es la que hace posible
la conversión del dinero en capital. La reserva de valor consigue que el dinero
también se convierta en mercancía y pueda intercambiarse por él mismo, no
únicamente como medio de cambio para obtener otros bienes o servicios. Esto se
sustenta en los derechos de propiedad privada, que es a través del cual
generamos el excedente o valor de cambio privado.
El modelo explicativo fisiocrático (S.XVIII) asume que la
propiedad está dentro del derecho natural, por lo que sitúa el mantenimiento de
la propiedad de la tierra en el centro de su análisis económico. Adam Smith
(1723-1790) no recoge esta afirmación, ya que considera que la propiedad no
forma parte del derecho natural, y afirma que ésta es un derecho que ha sido
voluntariamente decidido. Sin embargo sí entiende que esta elección es un pilar
fundamental sobre el que construir el resto del edificio ya que considera que
la propiedad es una de las leyes fundamentales de la justicia. Desde entonces,
la propiedad privada se defiende porque se da por sentado que reporta
importantes beneficios a la sociedad. Se convierte en el fundamento del orden
económico al asumir que estimula del trabajo y un mejor uso de lo poseído. La
propiedad es entendida como un incentivo competitivo, porque el reclamo último
que conlleva es el logro de la individualidad.
La explicación del dinero a partir de las funciones
descritas se enmarca en un orden social en el que la economía ocupa el lugar
central. Se fija así el discurso en el que los individuos pasan a ser sujetos
económicos propietarios de bienes que necesitan intercambiar, organizados por
un estado que tiene como objetivo mantener un pacto entre propietarios que
ceden una aportación para el mantenimiento del orden social de mercado. O lo
que es lo mismo, dado que tenemos que intercambiar individualmente, necesitamos
las funciones descritas, que se van a apoyar en las instituciones: moneda,
estado, mercado.
¿Podemos dejar de ocuparnos en necesitar dinero?
Reflexionando sobre lo explicado, creemos que es posible
explorar los caminos en los que podemos buscar soluciones desde otra
perspectiva.
Entendemos que un sistema económico permite el intercambio y
la actividad productiva sobre unas bases de (des)igualdad y de justicia. Al
hablar de dinero estamos hablando del instrumento que va a facilitar el
intercambio, y por ello, la distribución de la renta y la riqueza. Nosotros
vamos a partir de considerar las funciones del dinero como la expresión o
reflejo de las relaciones sociales particulares que se establecen a partir de
la búsqueda de una equivalencia general que haga posible el intercambio
individual.
La propuesta es trabajar para: 1) que se separen la primera
y segunda funciones del dinero, de manera que no todo tenga que reducirse a
unidades monetarias para que cuente, 2) reconsiderar el medio de cambio a
través de la conversión en mercancía del trabajo y el dinero, 3) hacer que la
reserva de valor individual vaya dejando de ser necesaria porque la acumulación
de capital deje de ser individual y pase a ser social.
Separar el medio de intercambio de la unidad de cuenta y
medida de valores supone no reducir (o no sólo) a unidades monetarias la
actividad realizada (trabajo y/o capital remunerado). Siguiendo la explicación
hecha al referirnos a las funciones del dinero concluimos que, si la base no
fuese la equivalencia entre valores de cambio, la unidad de cuenta no tiene por
qué ser medida de valor, la unidad de cuenta no tiene por qué ser también el
medio de cambio. En última instancia, supondría llegar a que el valor no tenga
que ser valorado.
Este camino puede pasar, lo primero, porque efectivamente la
unidad de cuenta informe de los límites naturales y productivos existentes, y
esto no es reducible a una unidad única monetaria. Y puede seguir con buscar la
manera de dejar de expresar nuestro “voto” como consumidores y hacer que conste
nuestra decisión de qué queremos que sea producido. Pero no porque haya una
planificación centralizada, sino porque nuestro “voto” se exprese no al
consumir, sino antes. O por dejar de recompensar las actividades en función del
número de consumidores (por apropiación de un bien masivamente
necesario/deseado o simplemente porque se ha tenido una buena idea), y hacer
que lo importante sea permitir que esa actividad sea realizada y su producto
utilizado.
En cuanto a cuestionar la necesidad de la tercera función,
la reserva de valor, tiene que ver con dejar de empeñarnos en rodearnos de una
sensación de seguridad, permanencia e independencia y saber que nuestras vidas
forman parte de un entramado de flujos continuos y cambiantes que se
entretejen. En este sentido, la propuesta de que el dinero tenga fecha de
caducidad o que pierda valor con el tiempo, ha sido expresada por múltiples
pensadores y se ha puesto en práctica con monedas complementarias en economías
locales.
Pero esto no implica deshacernos de todo lo anterior, sino
que es importante reconocer lo que nos sigue siendo útil. Podemos encontrar los
lugares comunes a través de los que reconducir las funciones sociales que
cumple el dinero: 1) incluir en la contabilidad parámetros no monetarios de
forma que en la toma de decisiones conste y se incluyan otro tipo de
valoraciones, 2) redefinir el medio de cambio como la circulación de la
actividad a través de redes, y 3) replantear la tarea de las instituciones de
redistribución de la acumulación del capital. Es decir, reconducir la actividad
bancaria, no como intermediación monetaria privada, sino como mecanismos de
compensación colectivos que aseguren el aprovisionamiento.
Conclusiones
El interés individual como paradigma de comportamiento no
está funcionando y “el dinero” como baluarte organizador es un objetivo que
olvida muchos aspectos de la vida.
Libertad es poder elegir las representaciones que utilizamos
para ver el mundo, no asumir los límites de una cosmovisión determinada como
propios, y menos como naturales; y cambiar es replantear la acción que realiza
el ser humano consigo mismo, con los otros y con su entorno.
La creación de sistemas económicos nos puede liberar del
miedo a la necesidad, ayudarnos a superar la conquista material. Superarla en
el sentido de que nuestra propia creación no nos domine, sabiendo que seguimos
sin estar por encima de la naturaleza ni fuera de nosotros mismos.
Este momento de reflexión global es la ocasión para la
acción, para romper la actitud pasiva por la que asumimos condicionantes que se
nos imponen a lo largo del tiempo. Para ello, tenemos que defender sin miedo lo
que queremos que tenga validez y creernos capaces de desterrar lo que haya
perdido legitimidad. Decidir si los valores, mecanismos, estructuras e
instituciones actuales nos sirven para lo próximo.
Alba Delgado es investigadora en el Departamento de Historia
e Instituciones Económicas I de la Universidad Complutense de Madrid. Dirección
de correo electrónico: delgado.alba@ymail.com
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