domingo, 24 de junio de 2012

Sobre astros y ángeles 


Las teorías de Rupert Sheldrake,Gregory Matloff e Ibn Arabi


24/06/2012 - Autor: Aleph de Pourtales - Fuente: http://pijamasurf.com



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Los ángeles giran como los astros en torno al Centro Divino

“Maybe Angels”, ¿tal vez ángeles? ¿Por qué no? Es una pregunta que la ciencia establecida no se hace, pero que la gente sí. ¿Es absurdo en el mundo moderno preguntarse por la existencia de estos seres que atraviesan la historia, la imaginación o la realidad secreta de la humanidad? El científico inglés Rupert Sheldrake considera que es algo que se debe de investigar, pero para ello es necesario salirse de la rigidez de la ciencia e integrar una epistemología que acepte la subjetividad humana. Puesto que las conciencias no se relacionan con aparatos, sino a través de sus sentidos y experiencias. La ciencia, que domina y explica con mucha solvencia el mundo exterior, se ve muy limitada al explicar los fenómenos interiores, incapaz hasta el momento de entender lo que probablemente sea lo más relevante: la conciencia del hombre y del universo al que pertenece.

Sheldrake estudió en Cambridge y fue en su momento uno de los biólogos más prometedores de la ciencia oficial. Sin embargo, después de una larga estancia en la India (donde curiosamente se hizo amigo de Krishnamurti, al igual que el físico David Bohm, el padre de la teoría holográfica cuántica), Sheldrake descubrió la existencia de una forma alternativa de pensamiento igualmente válida y se acercó a nueva concepción de la biología y la evolución incorporando una vision holística, formulando así su teoría de la resonancia mórfica, en la que la información es vista como un campo, de la misma forma que el electromagnetismo o la gravedad son campos ubicuos en el espacio.

En 1981 la revista Nature otorgó al primer libro de Sheldrake el título de “mejor candidato a la hoguera”. Desde ese momento Sheldrake fue condenado al ostracismo de la comunidad científica establecida y forzado a investigar desde la frontera (quizá el lugar de mayor claridad) fenómenos como la telepatía, la telequínesis y otras manifestaciones paranormales.

Sheldrake sostiene que la ciencia que tanto ha criticado el dogma religioso imprime en su versión de la realidad los mismos vicios que condena, proyectando sus suposiciones: “el universo es reflexivo; en otras palabras: refleja lo que estamos buscando”. En este caso el materialismo se refleja en el espejo de la naturaleza, puesto que se entiende como una realidad inmutable, que no admite una interrelación de la mente en la construcción de la realidad. El observador afecta lo observado y aunque esto es algo insoslayable en el estudio de la mecánica cuántica, no se ha extrapolado a otras regiones de la ciencia, tal vez porque atenta contra el método científico, deificado como la forma suprema del conocimiento.

En su libro The Physics of Angels, escrito junto a Matthew Fox, Sheldrake explora la posibilidad de que las tradiciones religiosas no necesariamente están equivocadas cuando hablan de conciencias superiores a la del hombre. Lo más interesante es que Sheldrake, desde la biología, indaga la posibilidad de que estas inteligencias superiores podrían ser también macroorganismos como los planetas, la Tierra y el Sol o hasta la Galaxia. O incluso, tomando una referencia de Tomás de Aquino, en la que dice que los ángeles no tienen masa ni cuerpo, describiéndolos de una forma similar a los fotones que describe Einstein, tal vez los ángeles, la conciencia, podría ser la misma luz, información que está en todas partes.

La ciencia supone que el Sol o la Tierra son seres inanimados, sin embargo, en algunas ocasiones las personas parecen experimentar lo contrario. Sheldrake dice que es absurdo esperar que estos superorganismos comprueben su conciencia en un lenguaje humano, pero que nosotros esperamos que así lo hagan, puesto que entendemos la conciencia siempre como un fenómeno únicamente humano y siempre desde ese parámetro. Algo similar sucede con la forma en la que nos relacionamos con los animales, los cuales al no percibir la realidad de la misma forma que nosotros , dejan de tener conciencia para nosotros.

Pero es posible que la conciencia sea incluso anterior a la materia, consustancial al universo, tal vez la conciencia es la que experimenta la materia y no la materia que experimenta la conciencia. El cuerpo podría ser un producto de la conciencia y no al revés: la materia una proyección de la mente.

Reproducimos extractos de una entrevista con Rupert Sheldrake sobre su libro La Física de los Ángeles:

“Nuestro acercamiento a un nuevo paradigma científico (ya no mecánico) es con la idea del universo como un organismo viviente. El Big Bang describe el origen del universo como una pequeña, indiferenciada unidad. Luego el universo evoluciona y crece y nuevas formas y estructuras aparecen a su interior. Esto se da más como un organismo que como una máquina. La vieja idea de la Tierra muerta ha dado paso a Gaia, la idea de la Tierra viviente. La vieja idea del universo sin creatividad, ha dado paso a la evolución creativa. Primero en el reino de las cosas vivas, por Darwin, y ahora vemos que todo el cosmos está en proceso de evolución creativa. Así que si todo el universo está vivo, si el universo es como un gran organismo, entonces todo lo que contiene se entiende mejor como organismos que como máquinas”.

“La segunda pregunta que viene a la mente es: bueno, si el universo está vivo, si los sistemas solares y las galaxias y los planetas están vivos, ¿también están conscientes? ¿O están vivos pero no tienen conciencia, de la misma forma que tal vez una bacteria puede estar viva pero no tiene conciencia? ¿El tipo de vida que puede existir en el cosmos tiene más conciencia que nosotros, o presumimos que es mucho menos conciente que nosotros? ¿Somos los seres más conscientes que existen en el universo? La respuesta común de la ciencia es que sí. Yo creo que esa es una presunción muy poco probable. Así que si llegamos a la idea de muchas formas distintas de conciencia, si la galaxia tiene vida y conciencia, entonces debería de tener una conciencia mucho mayor que la nuestra —mayor en extensión, mayor en sus implicaciones y poder y mayor en la expansión de su actividad. Esto desde el punto de vista de la ciencia es una idea ridícula, porque la ciencia ha erradicado la conciencia de cualquier otro lugar en el universo que no sea el cerebro humano”.

“Pero en la tradición cristiana, en la tradición judía, en todas las tradiciones, existe la idea de seres con niveles de conciencia superiores a la nuestra. En la tradición occidental se les llama ángeles. Así que en mi libro escrito junto con Matthew Fox, The Physics of Angels, intentamos explorar lo que la tradición occidental tiene que decir sobre los ángeles y qué relevancia tiene dentro del contexto de la nueva cosmología”.

“... Si uno piensa en una conciencia divina abarcando todas las cosas y luego esta conciencia humana aquí, la visión tradicional es que existen muchos tipos y niveles de conciencia en medio. No es que saltes directamente de la conciencia divina a la conciencia humana, con nada más que la materia en bruto de por medio”.

“... Creo que la conciencia del sí mismo viene a través de la conciencia mutua. No creo que la conciencia de uno mismo surja dentro de un mundo solipsista donde cada quien se ve el ombligo. Conciencia significa, literalmente, con scire, saber con, o saber juntos. Creo que la razón por la que estamos concientes es porque somos interconscientes en relación con otras personas. La conciencia es compartida, y no creo que un ser humano individual sin relación a otras personas o a alguna otra cosa sería conciente”.

“Creo que si la galaxia tiene conciencia, entonces su conciencia depende de su relación con las estrellas y sistemas solares y probablemente también con otras galaxias. Habría una intersubjetividad de galaxias, una comunión de una comunidad de galaxias“.

“La mayoría de las tradiciones tienen la idea de que los seres humanos están ligados a las estrellas y que la conciencia humana está ligada a ellas. En Japón el emperador supuestamente desciende del Sol. Todo el culto de las pirámides y los faraones se basa en la idea de que el alma de faraón puede ser proyectada a las estrellas ...“.

Tal vez las estrellas también son neuronas del universo y nosotros de ellas, unidos por una red sináptica inalámbrica, fotónica, ubicua. No se puede comprobar esto científicamente, pero tal vez no sea necesario: un universo así cumple con la elegancia y el paradigma de la belleza esbozado por Einstein y Platón. La complejidad es infinita.

El Dr. Gregory Matloff y la conciencia estelar

La idea de que los cuerpos celestes tienen conciencia resulta disparatada para la ciencia establecida, pero no para la religión y la filosofía hermética que desde hace miles de años han estudiado secretamente esta posibilidad. Decirle a un científico que el Sol tiene conciencia de sí mismo y posee una voluntad sería inmediatamente recibido como la declaración de una conciencia primitiva, enteramente animista –de la que la ciencia se enorgullece de haber superado hace siglos. Y sin embargo esta intuición poética de una inteligencia cósmica ha atravesado el tiempo, reapareciendo en mentes diversas, resistiéndose a ser domesticada, como una salvaje conexión con lo que el poeta Allen Ginsberg llamó ” la estrellada dínamo de la maquinaria de la noche”. Las voces de las estrellas en nosostros son difíciles de callar del todo.

Ahora resurge dentro de la misma ciencia legitimada que ha satanizado las ideas, pero que ante la incomensurabilidad del cosmos y las propiedades “espectrales” de la materia subatómica, de vez en cuando debe recurrir a la imaginación para intentar entender el universo. El Dr. Gregory Matloff, académico del New York City College of Technology, planeta la hipótesis de que la conciencia estelar podría resolver el enigma de por qué las estrellas giran alrededor de los centros galácticos a una velocidad superior a la que se esperaría si solo se cuenta la materia observable del universo. Generalmente se conjura la existencia de la materia oscura para explicar el movimiento estelar, pero la materia oscura permanece elusiva e indetectada –por lo pronto materia de ciencia ficción. Matloff se sirve de la ciencia ficción para proponer una teoría de la conciencia estelar para explicar la velocidad de las estrellas: en su novela Star Maker, Olaf Stapledon juega con la idea de que las estrella podrían tener una forma de conciencia. Matloff considera plausible, aunque acepta que no existen pruebas concluyentes, que las estrellas mantienen su posición galáctica a través de la acción volitiva, apelando al efecto Casimir como explicación generadora esta conciencia estelar.

Una posible explicación física para la moción estelar anómala es la psicocínesis. La hipótesis presentada aquí es que la “mente” o la conciencia de una estrella sintiente puede actuar directamente sobre las propiedades físicas (en este caso la velocidad galáctica) de la estrella.

Aunque no se pretende que la psicocínesis sea parte de la física establecida o la psicología, al menos un estudio teórico indica que es posible dentro del marco aceptado de la mécanica cuántica.

De acuerdo a los argumentos presentados en este estudio, la conciencia (o la mente) puede influir directamente en las propiedades de un sistema físico utilizando la energía presente en las fluctuaciones de la mecánica cuántica. La conciencia podría hacer esto afectando el colapso de la función de onda en el sistema hacia un estado cuántico deseado.

Seguramente esto suena como herejía para la ciencia oficial, pero si concedemos que el misterio del universo de ninguna manera ha sido resuelto y que es una propiedad fundamental, al menos de la realidad humana, ver reflejado en el mundo lo que pensamos sobre el mundo, esta teoría resuena con fibras profundas de formas de conocimiento alternativos, como puede ser la intuición o la imaginación poética. Matloff, sin embargo, intenta formular un argumento científico para explicar el surgimiento de la conciencia en los hornos de las estrellas:

Los conceptos desarrollados en este trabajo aceptan que la conciencia, como la gravedad, está adherida a la estructura del universo. Como la gravedad no puede ser explicada invocando a la materia y a los campos de manera independiente; requiere de su interacción.

Varias teorías de la conciencia orgánica basadas en la física cuántica postulan que un campo universal de conciencia interactúa con nanoestructuras eléctricas dentro del sistema nervioso. En animales como el ser humano el espacio intersináptico de ~20-nm dentro de la estructura neuronal del cerebro ha sido analizado por Evan Harrus Walker como la locación de los eventos a nivel cuántico que contribuyen a la conciencia. Pero todas las células eucariotas contienen microtúbulos. Como es sugerido por Lynn Margolis, una forma de “conciencia microbial” podría estar basada en estas nanoestructuras.

Un acercamiento desde el efecto Casimir a la conciencia estelar

Se asume que la interacción dentro de las fluctuaciones cuánticas produce una forma de conciencia en todos los enlaces moleculares, aunque esta es más débil que las formas de conciencia afectadas por las interacciones de las fluctuaciones del vacío con las nanoestructuras orgánicas como los microtúbulos y el espacio intersináptico.

En otras palabras, la conciencia sería una propiedad emergente del vacío cósmico, el cual se comporta de la misma forma que las partículas discretas de energía (quanta). Este panpsiquismo tendría diferentes interacciones, de mayor o menor fuerza, según la complejidad de las moléculas que se forman. El “yo” que identificamos con la conciencia no es una propiedad fundamental de ésta sino una consecuencia de una forma de autopercepción de la misma.: la conciencia existe antes y más allá de un ente que la integre o identifique como suya.

Matloff se cuestiona cómo comunicarnos con estas hipotéticas inteligencias estelares cuyas vidas son tan largas que un siglo nuestro les parecería menos de un segundo. E incluso como prevenir una guerra entre inteligencias planetarias e inteligencias astrales.

Ibn Arabi: el Universo como un Gran Hombre

Ibn Arabi compara a los ángeles con las facultades intelectuales y sensitivas propias del ser humano y al Universo como un Gran Hombre.Esto tiene dos sentidos, uno el hecho de que los ángeles, por ser potencias limitadas a una función determinada en el cosmos, se asemejan a la función exclusiva que cumple cada sentido o facultad intelectual (como la visión, la memoria, etc.). El otro sentido es que por el mismo hecho anterior, los ángeles no son abarcativos como el hombre. Dijo `Alí (P): "Allah caracterizó a los ángeles con el intelecto, sin deseos sexuales ni ira; y a los animales los dotó del deseo y la ira, sin intelecto; y ennobleció al hombre concediéndole todas éstas cualidades". Es decir, la condición de los ángeles es más reducida pero más pura que la del hombre, aunque las categorías de los ángeles son muy disímiles, y los hay dedicados al cosmos, como los hay de ordenes metafísicos superiores. Así, Gabriel (P), por ejemplo, no debe confundirse con los ángeles a los que se refiere Ibn Arabi.

En su libro “Los engarces de la sabiduría” Ibn Arabi lo explica de la siguiente forma:

“Cuando el Real, glorificado sea, decidió ver perfilarse desde Sus Nombres Perfectos y Bellísimos las determinaciones de éstos a los que no agota censo alguno - o si quisieras puedes decir: cuando decidió ver Su Sí Mismo- en una criatura universal que abarcara todo el Mandato por estar cualificada con la existencia, y en la cual apareciera Su Secreto ante Él…

He aquí que el hecho de que algo se vea a sí mismo por sí mismo no es igual a que se vea en otra cosa que sea para él como un espejo. Porque aparecerá a sí mismo en la figura que le ofrece el ámbito en que se observa, en tanto que nunca hubiese podido manifestarse a sí mismo sin la existencia de tal ámbito, ni de su aparición ante éste.

El Real, glorificado sea, había dado existencia a todo el universo como una entidad espectral, homogénea, sin espíritu, que era como un espejo no bruñido. Pero es propio de la Sabiduría y Determinación divina no establecer un lugar sin que éste admita un espíritu divino, al que Él simboliza como el Soplo en aquél. Aunque ello no sea más que el logro de la capacidad por parte de dicha forma en sazón ya para recibir la Efusión de la Epifanía imperecedera, la cual no cesa ni declina. No queda, pues, sino un receptor, y tal receptor no existe sino gracias a Su Efusión más Santa. El Mandato todo lo que existe por Su Orden Sea es, así, todo de Él, desde el principio al fin: A Él retorna todo el Mandato así como de Él tuvo principio.

Así es que el Mandato divino determinó el bruñido del espejo del cosmos, y fue Adán la esencia del bruñido de tal espejo y el espíritu de tal forma del cosmos, y fueron los ángeles algunas de las potencias de esa forma que es la del cosmos, a la que la comunidad sufí se refiere como "el Gran Hombre" (al-Insan al-Kabir). Los ángeles son para éste como las potencias espirituales y sensitivas que existen en la constitución humana. Cada potencia de tal constitución está velada consigo misma, sin ver nada mejor que a sí misma y, según pretende, ella posee el mérito para toda dignidad elevada y categoría excelsa ante Allah, por cuanto de la Síntesis Divina (al-Yam`iatu al-Ilahiya) tiene aquello con lo que se remite a la Sublimidad Divina (al-Yanab al-Ilahi) y a un aspecto de la Realidad de Realidades (Haqiqatu al-Haqa`iq). Y el constituyente que asume tales atributos, el intelecto, quiere sintetizar lo que encierra la Naturaleza universal (al-Tabi`atu al-Kulliya) que abarca a los receptáculos es decir, a los seres de todo el cosmos, desde los más elevados a los más subalternos”.

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