martes, 10 de julio de 2012

Arafat, el padre de los palestinos, todavía no descansa en paz

Se espera que con la exhumación de sus restos se devele la verdadera causa de su muerte.

  • 09/07/2012 00:13 | Por Alberto Galeno, Agencia Télam
Símbolo. Murales de Arafat en Gaza demuestran la vigencia de la influencia del líder sobre los palestinos (AP).
Símbolo. Murales de Arafat en Gaza demuestran la vigencia de la influencia del líder sobre los palestinos (AP).
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  • Buenos Aires. Es difícil entender el conflicto de Medio Oriente si no se analiza el papel que jugó Yasser Arafat, cuya muerte por presunto envenenamiento salió a la luz en estos días, signado por los vientos de la Primavera Árabe.
    Arafat nunca abandonó dos demandas históricas de los palestinos: que Jerusalén Este fuera la capital del futuro Estado y, además, reclamaba el regreso de millones de refugiados que partieron luego de la creación de Israel, en 1948.
    El líder murió en París el 11 de noviembre de 2004, a los 75 años de edad. Casi ocho años después, comienzan a develarse las causas de su deceso por presuntas altas dosis de polonio 210, un veneno radioactivo que se utilizó para matar al espía ruso Alexander Litvinenko en 2006, informó la cadena de televisión Al Jazeera.
    Dicha emisora qatarí citó un informe radiológico del instituto de radiofísica de la Universidad de Lausana, Suiza, que advirtió que el hallazgo de polonio 210 en algunas prendas de Arafat –su pañuelo, entre ellas– no es suficiente, sin embargo, para determinar las causas de su muerte.
    “Después de ver el resultado de la investigación quiero una exhumación, quiero pedirle a la Autoridad Palestina que me ayude y que ayude a todos los palestinos y desentierren su cuerpo”, dijo la viuda de Arafat, Suha.
    Arafat, fundador de Al Fatah en 1957, se convirtió en el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OPL) en 1969. Desde entonces su vida fue observada con atención por el gobierno israelí.
    El fracaso de Oslo. El 13 de septiembre de 1993 firmó junto al entonces primer ministro israelí, Isaac Rabin, los Acuerdos de paz en Oslo, mediante los cuales se establecieron los principios para que los palestinos gobernaran la Franja de Gaza y Cisjordania a cambio de reconocer, en el futuro, al Estado de Israel.
    Este último punto se sumó a la controversia desatada por Jerusalén Este –tomada por Israel durante la Guerra de los Seis Días en 1967, a Jordania– y al retorno de millones de refugiados palestinos.
    Aunque cumplió un papel importante, el proceso de Oslo empezó muy pronto a debilitarse luego de que Rabin fuera asesinado por un judío ultranacionalista, el 4 de noviembre de 1995.
    A fines de julio de 2000, Arafat participó en de la cumbre de Camp David en las afueras de Washington, junto al primer ministro israelí, Ehud Barak, bajo la mediación del entonces presidente estadounidense Bill Clinton, quien dijo que los israelíes habían sido más flexibles que los palestinos en la negociaciones.
    Clinton, no obstante, tuvo que admitir que el reparto de la soberanía de Jerusalén fue “el problema más difícil” para resolver ya que afectaba los intereses de ambos países.
    Fue finalmente la terquedad de Arafat (como bien dijera Barack de su colega palestino), la que hizo fracasar un posible acuerdo entre ambas partes.
    Si bien el ex premier israelí, Ariel Sharon, dijo que había que “eliminar” a Arafat en una reunión secreta de aquellos años, los israelíes negaron siempre cualquier responsabilidad en la muerte del líder palestino a quien consideraban un “terrorista”.
    Para el analista Alex Fishman, la última teoría conspirativa sobre Arafat es un esfuerzo para asegurarse una más digna muerte.
    Muerte digna. “La vieja guardia de Al Fatah, y especialmente la familia de Arafat tienen una gran tarea: asegurar una muerte con dignidad para el padre de la nación palestina”, dice Fishman, en un artículo del diario israelí Yediot Aharonot .
    La noticia sobre su presunto asesinato se conoció en momentos en que varios países de Medio Oriente se hallan afectados por la llamada Primavera Árabe que desde enero de 2011 causó el derrocamiento del ex dictador de Túnez, Ben Alí; de Egipto, Hosni Mubarak; de Libia, Muamar Kadhafi y de Yemen, Abdalá Saleh.
    Tan fuerte es aún la influencia de Arafat entre los palestinos que su rostro sonriente, junto al del asesinado jeque Ahmed Yassin, guía espiritual de grupo islámico Hamas, puede verse en un grafiti de alguna calle de la Franja de Gaza.

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