viernes, 20 de julio de 2012

El Islam: una historia orwelliana


El Islam: una historia orwelliana

Arshin Adib-Moghaddam publica en Open Democracy una buena comparativa entre el mundo orwelliano y la cobertura del Islam

03/11/2010 - Autor: Arshin Adib-Moghaddam (traducción del artículo: Itxa) - Fuente: Open Democracy
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Portada del libro 1984 de George Orwell
Portada del libro 1984 de George Orwell
Traducción de Itxa del artículo de Arshin Adib-Moghaddam publicado en OpenDemocracy.
Arshin realiza una buena comparativaentre el mundo orwelliano y la cobertura del Islam desde el punto de vista más acusador y clasifica a medios de comunicación y algunos escritores como claros ejemplos del mundo orwelliano de mentiras, propaganda y adoctrinamiento.
A pocos metros de mi oficina en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos en el corazón del barrio londinense de Bloomsbury está la Cámara del Senado de la Universidad de Londres, un notable coloso neo-clásico de un edificio que desempeñó la función de sede del Ministerio británico de Información dondeGeorge Orwell trabajó ocasionalmente durante la Segunda Guerra Mundial. La influencia del edificio en Orwell es evidente en su novela distópica “1984” (1949) que evoca poderosamente a una sociedad lobotomizada, controlada por el Gran Hermano, cuya Policía del Pensamiento (Thought Police) domina a un pueblo a quien se le ha lavado el cerebro, mientras tortura con la sumisión a alguien culpable por el crimen de “pensamiento”.
Winston Smith, el héroe trágico, es el encargado de la tarea diaria de modificar el registro histórico para cumplir con lo que pueda pasar entre la postura actual del régimen (Oceanía) con relación a sus homólogos (Eurasia y Asia Oriental). Él trabaja en el Ministerio de la Verdad que Orwell ingenió a través de sus experiencias durante la guerra en la Cámara del Senado, Cámara que representaba.
La novela es más a menudo vista como una sátira política del totalitarismo de la época (especialmente el soviético o los regímenes fascistas que habían caído en el momento de escribir el libro) y una acusación de las sociedades ultra controladas no liberales. Entre los temas más memorables está su énfasis en el uso que el estado hace de los medios de comunicación para establecer el poder absoluto sobre el lenguaje y el pensamiento. Orwell elabora este tema a través del concepto de "neolengua", el idioma del partido gobernante que sirve para suavizar cualquier complejidad a favor de las dicotomías fáciles y claras: "buen pensamiento" frente a "pensamiento".
Orwell escribe en otro lugar, en un famoso ensayo, que “el lenguaje (político) - y con variaciones, esto es cierto, de todos los partidos políticos, desde los conservadores a los anarquistas - está diseñado para hacer que las mentiras parezcan verdaderas y el asesinato respetable y para dar una apariencia de solidez a puro viento (pure wind)". En este contexto de no-ficción, Orwell parece estar reconociendo que el crimen de "pensamiento " no se limita a los regímenes soviético y fascista, que la distorsión de la realidad es una característica de la política en general, y (como otras partes de este ensayo muestran) que los medios de comunicación son cómplices en el asalto al pensamiento independiente.
La fórmula
La palabra "orwelliano" se ha convertido instantáneamente reconocible en los medios de comunicación modernos y el discurso político como descripción de un mundo de mentiras, propaganda y adoctrinamiento. Sus connotaciones parecen ser aún más siniestras cuando se utiliza para identificar, no el engaño directo y abierto, sino el tipo de "control del pensamiento" que opera en las sociedades capitalistas avanzadas: más cifrado, clandestino, opaco, conectado planamente en la red, horizontal, penetrativo, con mayor trascendencia mundial y política que aquellos en forma intensamente vertical y popular de arriba hacia abajo acusados en "1984".
Esta forma actual de "control del pensamiento" se puede ver que opera en relación con muchos temas politizados. En este breve artículo considero su relevancia para la cobertura de los medios de comunicación del "Islam", y argumento que la mayoría de los consumidores de la historia del "Islam" están socializados para que acepten la narrativa dominante de sus sociedades en una forma mucho más sutil y clandestina que George Orwell nunca imaginó.
Un solo ejemplo de lo que se ha escrito y dicho recientemente sobre "El Islam" (la cita de las marcas se utilizan para enfatizar que se trata de una construcción de medios de comunicación) ilustra el punto. Thilo Sarrazin, miembro de la junta del Bundesbank de Alemania y ex senador del servicio de financiación en el gobierno de Berlín, publicó un libro titulado “Deutschland schafft sich ab” (Alemania acaba con sí mismo) que sostiene que las altas tasas de natalidad entre las comunidades turca y árabe en el país significa que Alemania pronto se regirá por "los musulmanes", y que "los genes de turco" se encargan de bajar el "nivel de inteligencia" en el país.
El gran éxito del libro de Sarrazin, ayudado por una enorme publicidad en prensa, llevó a la revista en política líder del sector Der Spiegel, a preguntar porqué Sarrazin se ha convertido en un héroe nacional. La fobia de Sarrazin se corresponde con lo que está sucediendo en otras partes de Europa, como el éxito electoral de Geert Wilders en Holanda, la prohibición de los minaretes en Suiza, y el surgimiento de los partidos ultra-nacionalistas en varios países miembros de la Unión Europea, como Hungría y Suecia.
Las palabras de Thilo Sarrazin contienen residuos de un persistente mito racista que era fundamental para la loca ciencia (the codscience) de los nazis (entre otros): que la inteligencia es étnicamente codificada. El oscuro pastor estadounidense, Terry Jones, que levantó un escándalo cuando amenazó con quemar un Corán en protesta por la propuesta de creación de un centro comunitario islámico en Manhattan (a dos cuadras de la "zona cero", lugar de los ataques del 11-S) refleja una variante de "control mental" en relación con los musulmanes en la que "el islam" funciona como una fórmula para agregar "los musulmanes", incluso con más fuerza, bajo la etiqueta de terrorismo. La distancia social y geográfica entre estos dos hombres sugiere que, si bien no existe un consenso anti-musulmán globalizante, tales actitudes son capaces de lograr mucho en la cultura política del mundo contemporáneo.
Fue, por ejemplo, otro novelista prominente inglés, Martin Amis, que en 2006 expresó la "urgencia" de decir que los musulmanes deberían "sufrir hasta que consiguieran poner su casa en orden", en una secuencia de medidas: "deportación- calle abajo. Restricción de libertades, más registros en los que se obliga a las personas que parecen que son del Oriente Medio, Pakistán, a desnudarse. Todo esto hasta que duela a toda la comunidad y empiecen a ponerse duros con sus hijos".
El amigo de Amis, el periodista Hitchens Christopher - que ha escrito ampliamente sobre George Orwell - en 2007 vinculó lo que él llamó "la subcultura fascista" en Gran Bretaña a "exiliados sospechosos del Oriente Medio y Asia que están aprovechando la tradicional hospitalidad de Londres" y a la proyección de un grupo de inmigrantes que tiene su origen en una parte particularmente atrasada y reaccionaria de Pakistán. "
Todas las personas mencionadas tienen (o en el caso de Terry Jones, ha dado) un acceso privilegiado a los medios de comunicación, y sus tendenciosos- y en algunos casos inflamatorios- puntos de vista son fácilmente difundidos a través de Internet. En la cacofonía en la que termina siempre, la voz de la razón y la empatía tienden a ser reprimidas.
 El eco
Estas narrativas también esbozan los contornos de un nuevo enemigo estratégico, que existe como una proyección de la mente de sus creadores más que como una realidad. Un discurso insidiosamente divisivo promueve la idea de que la "musulmandez" es equivalente a un significante abarcador y reduccionista. El niño pequeño es el musulmán. El vecino es el musulmán. La prostituta es la musulmana. El activista de derechos por los homosexuales es el musulmán. El prisionero es el musulmán. El trabajador es el musulmán. La feminista es la musulmana. La persona con discapacidad es el musulmán. El amante es la musulmán. Musulmanes - y nada más.
La pérdida de oportunidades para la comprensión y el diálogo aquí es obvia. Pero incluso en sus propios términos, en caso de escritores como Martin Amis y Christopher Hitchens están tratando de distinguir las formas de "radicalismo islámico" de un hipotético "islam bueno", entonces hablar de "musulmanes" y el "Islam" como si fueran entidades integradas es contraproducente. Aún más, conforme se pronuncia su discurso de la unidad y la singularidad del Islam, hace coherente lo que es diversificado, diferenciado y molecular.
El parecido en este caso es la opinión de Osama bin Laden, que cree fervientemente que el Islam es una totalidad global que determina todo, todo el camino de los rasgos de una persona de carácter individual. En su compartido simplismo de las realidades complejas estos adversarios imaginados operan secretamente juntos en un mito peligroso de proporciones verdaderamente orwellianas.

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