EL LOBBY ISRAELÃ Y LA POLÃTICA EXTERIOR ESTADOUNIDENSE -Texto completo-.
Etiquetas: AIPAC, EE.UU, israel, Palestina, sionismo
Fuente: Islam Indoamericano
La situación no tiene parangón en la polÃtica americana. ¿Por que los EE. UU. están dispuestos a dejar de lado su propia seguridad anteponiendo los intereses de otro estado? PodrÃamos suponer que el vÃnculo entre los dos paÃses se basa en intereses estratégicos comunes o en imperativos morales muy convincentes. Como veremos más adelante, sin embargo, ninguna de esas dos explicaciones justifica la importante cantidad de material y apoyo diplomático que los EE. UU. proporcionan a Israel.
JOHN J. MEARSHEIMER— STEPHEN M. WALT
HARVARD UNIVERSITY-JOHN F. KENNEDY SCHOOL OF GOVERNMENT
FACULTY RESEARCH WORKING PAPERS SERIES
Lugar y Fecha de Edición: Buenos Aires, Marzo 2006
INDICE
INTRODUCCIÓN
EL GRAN BENEFACTOR
UNA RESPONSABILIDAD ESTRATÉGICA
UN CASO DE MORALIDAD MENGUANTE
¿Apoyo al más desvalido?
¿Ayuda a una democracia amiga?
Compensación por los crÃmenes del pasado
Los “virtuosos israelÃes†contra los “malvados árabesâ€
EL LOBBY ISRAELÃ
¿Qué es el Lobby?
Fuentes de poder
Estrategias para el éxito
Influencia en el Congreso
Influencia en el ejecutivo
Manipulación de los medios
Expertos con un único modo de pensar
Vigilancia del mundo académico
El gran silenciador
LA COLA QUE MUEVE AL PERRO
Demonizar a los palestinos
Israel y la guerra de Irak
El Lobby y la guerra de Irak
Sueños de transformación regional
Disparos sobre Siria
Poner la red sobre Irán
Resumen
CONCLUSIÓN
LOS AUTORES
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John J. Mearsheimer (i) y Stephen M. Walt (d)
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Mearsheimer John J. Mearsheimer es un Profesor de Ciencias PolÃticas premiado con el Servicio Distinguido R.Wendell Harrison y codirector del Programa de PolÃtica de Seguridad Internacional en la Universidad de Chicago en dónde ha enseñado desde 1982.
Se graduó en West Point, en 1970, y luego sirvió durante cinco años como oficial de la Fuerza Aéreanorteamericana. Comenzó sus estudios de ciencias polÃticas en 1975, en la Universidad de Cornell, graduándose en 1980. Durante 1079-1980 realizó trabajos de investigación en la Brooklings Institution y, entre 1980 y 1982, hizo un postgrado en el Centro para Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard. Durante al año académico 1988/89 se desempeñó en el Council on Foreign Relations de Nueva York y en el año 2003 resultó seleccionado para ingresar a la American Academy of Arts and Sciences.
Ha escrito in extenso sobre cuestiones de seguridad y polÃtica internacional en general. Lleva publicados tres libros: "Conventional Deterrence" (Disuasión Convencional - 1983) que obtuvo el Premio Edgar S. Furniss Jr.; "Liddel Hart and the Weight of History" (Liddel Hart y el Peso de la Historia - 1988) y "The Tragedy of Great Power Politics" (La Tragedia de la PolÃtica del Gran Poder - 2001) con el que ganó el premio Joseph Lepgold. También ha escrito numerosos artÃculos publicados en medios académicos tales como International Security y revistas populares como The Atlantic Monthly. Más allá de ello, escribió también una gran cantidad de artÃculos de opinión para el new York Times sobre temas como el conflicto de Bosnia, la proliferación nuclear, la polÃtica norteamericana para conla India y el fracaso del proceso de paz árabe-israelÃ.
Por último, Mearsheimer también se ha hecho merecedor de varios premios docentes. Recibió el Clark Award for Distinguished Teaching durante su estadÃa en Cornell, en 1977, y obtuvo el Quantrell Award for Distinguished Teaching en la Universidad de Chicago, en 1985. Además, fue elegido académico visitante de Phi Beta Kappa para el año académico 1993/94 lo cual le llevó a dar una serie de conferencias en ocho casas de altos estudios y Universidades.
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Walt Stephen M. Walt es el Decano de la John F. Kennedy School of Government en la Universidad de Harvard en dónde se desempeña como profesor de Asuntos Internacionales.
Antes de desempeñarse en Harvard, enseñó en la Universidad de Princeton y en la Universidad de Chicago como titular de la cátedra de Ciencias Sociales. Ha sido residente asociado de la Carnegie Endowment for Peace y profesor invitado del Brookings Institution. También ha trabajado como consultor para el Institute of Defense Analyses, el Center for Naval Analyses, y la National Defense University.
Forma parte del consejo editor de las publicaciones Foreign Policy, Security Studies, International Relations, y Journal of Cold War Studies siendo co-editor del Cornell Studies in Security Affairs publicado por la imprenta de la Universidad de Cornell.
En Mayo de 2005 fue elegido para ser miembro de la American Academy of Arts and Sciences.
Se graduó en West Point, en 1970, y luego sirvió durante cinco años como oficial de la Fuerza Aéreanorteamericana. Comenzó sus estudios de ciencias polÃticas en 1975, en la Universidad de Cornell, graduándose en 1980. Durante 1079-1980 realizó trabajos de investigación en la Brooklings Institution y, entre 1980 y 1982, hizo un postgrado en el Centro para Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard. Durante al año académico 1988/89 se desempeñó en el Council on Foreign Relations de Nueva York y en el año 2003 resultó seleccionado para ingresar a la American Academy of Arts and Sciences.
Ha escrito in extenso sobre cuestiones de seguridad y polÃtica internacional en general. Lleva publicados tres libros: "Conventional Deterrence" (Disuasión Convencional - 1983) que obtuvo el Premio Edgar S. Furniss Jr.; "Liddel Hart and the Weight of History" (Liddel Hart y el Peso de la Historia - 1988) y "The Tragedy of Great Power Politics" (La Tragedia de la PolÃtica del Gran Poder - 2001) con el que ganó el premio Joseph Lepgold. También ha escrito numerosos artÃculos publicados en medios académicos tales como International Security y revistas populares como The Atlantic Monthly. Más allá de ello, escribió también una gran cantidad de artÃculos de opinión para el new York Times sobre temas como el conflicto de Bosnia, la proliferación nuclear, la polÃtica norteamericana para conla India y el fracaso del proceso de paz árabe-israelÃ.
Por último, Mearsheimer también se ha hecho merecedor de varios premios docentes. Recibió el Clark Award for Distinguished Teaching durante su estadÃa en Cornell, en 1977, y obtuvo el Quantrell Award for Distinguished Teaching en la Universidad de Chicago, en 1985. Además, fue elegido académico visitante de Phi Beta Kappa para el año académico 1993/94 lo cual le llevó a dar una serie de conferencias en ocho casas de altos estudios y Universidades.
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Walt Stephen M. Walt es el Decano de la John F. Kennedy School of Government en la Universidad de Harvard en dónde se desempeña como profesor de Asuntos Internacionales.
Antes de desempeñarse en Harvard, enseñó en la Universidad de Princeton y en la Universidad de Chicago como titular de la cátedra de Ciencias Sociales. Ha sido residente asociado de la Carnegie Endowment for Peace y profesor invitado del Brookings Institution. También ha trabajado como consultor para el Institute of Defense Analyses, el Center for Naval Analyses, y la National Defense University.
Forma parte del consejo editor de las publicaciones Foreign Policy, Security Studies, International Relations, y Journal of Cold War Studies siendo co-editor del Cornell Studies in Security Affairs publicado por la imprenta de la Universidad de Cornell.
En Mayo de 2005 fue elegido para ser miembro de la American Academy of Arts and Sciences.
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INTRODUCCIÓN
La polÃtica exterior estadounidense determina acontecimientos en todos los rincones del globo. En ningún sitio es esto tan cierto como en Oriente Medio, una región de inestabilidad recurrente y de una importancia estratégica enorme. Recientemente, el intento de la administración Bush de transformar la región en una comunidad de democracias ha ayudado a crear una insurgencia resistente en Irak, una fuerte subida en el ámbito de los precios del petróleo y ataques terroristas en Madrid, Londres y Ammán. Con tanto en juego para tantos, todos los paÃses necesitan entender las fuerzas que dirigen la polÃtica de los Estados Unidos en Oriente Medio.
Los intereses nacionales de los Estados Unidos deberÃan ser el primer objetivo de la polÃtica exterior estadounidense. Durante las últimas décadas, sin embargo, y especialmente desde la Guerra de los Seis dÃas en 1967, el asunto principal de la polÃtica estadounidense en Oriente Medio ha sido su relación con Israel. La combinación de apoyo inquebrantable de los EE. UU. a Israel y el consiguiente esfuerzo para extender la democracia por toda la región ha inflamado a la opinión pública árabe e islámica y ha puesto en peligro la seguridad de los EE. UU.
La situación no tiene parangón en la polÃtica americana. ¿Por que los EE. UU. están dispuestos a dejar de lado su propia seguridad anteponiendo los intereses de otro estado? PodrÃamos suponer que el vÃnculo entre los dos paÃses se basa en intereses estratégicos comunes o en imperativos morales muy convincentes. Como veremos más adelante, sin embargo, ninguna de esas dos explicaciones justifica la importante cantidad de material y apoyo diplomático que los EE. UU. proporcionan a Israel.
En lugar de eso, el empuje de la polÃtica estadounidense en la región se debe casi totalmente a la polÃtica interna de los EE. UU., especialmente a las actividades del “Lobby israelÃâ€. Otros grupos con intereses particulares han conseguido desviar la polÃtica exterior estadounidense en direcciones que les favorecÃan, pero ningún lobby ha conseguido desviarla hasta el punto de que el interés nacional norteamericano está siendo descuidado mientras se intenta, simultáneamente, convencer al pueblo estadounidense de que los intereses de los EE. UU. e Israel son esencialmente idénticos.
En las páginas siguientes describiremos cómo el Lobby ha conseguido esta hazaña y cómo sus actividades han dado forma a las acciones estadounidenses en esta zona tan crÃtica. Dada la importancia estratégica de Oriente Medio y su potencial impacto en otras zonas, tanto los norteamericanos como los que no lo son deben entender y abordar la influencia del Lobby en la polÃtica estadounidense.
Algunos lectores encontrarán este análisis preocupante, pero los hechos aquà mencionados no se ven discutidos seriamente por los expertos. Nuestro informe se basa sobre todo en el trabajo de expertos israelÃes y periodistas que merecen mucha credibilidad por echar luz sobre estos temas. También nos basamos en pruebas aportadas por organizaciones para los derechos humanos muy respetadas, internacionales e israelÃes. Del mismo modo que nuestras afirmaciones sobre el impacto del Lobby se basan en testimonios de miembros del propio Lobby y también de polÃticos que han trabajado con ellos. Los lectores pueden rechazar nuestras conclusiones, por supuesto, pero las pruebas en las que se basan no admiten polémica.
EL GRAN BENEFACTOR
Desde la Guerra de Octubre de 1973, Washington ha dado a Israel una cantidad de apoyo que eclipsa las cantidades ofrecidas a cualquier otro estado. Es el mayor receptor anual de ayuda directa estadounidense tanto militar como económica desde 1976 y el mayor receptor total desde la segunda guerra mundial. La ayuda directa total de los EE. UU. a Israel supera los 140.000 millones de dólares de 2003. Israel recibe unos tres millones de dólares anuales en asistencia externa directa, lo que es, aproximadamente, un quinto del presupuesto estadounidense para ayuda externa. En términos per cápita los EE. UU. dan a cada israelà un subsidio directo de unos 500 dólares al año. Esta generosidad sorprende especialmente cuando uno se da cuenta de que Israel es hoy en dÃa un estado industrializado rico con una renta per cápita similar al de Corea del Sur o España.
Israel recibe además otros tratos especiales de Washington. Otros receptores de ayuda reciben su dinero en plazos trimestrales, pero Israel recibe su asignación total al principio de cada año fiscal y de este modo obtiene intereses extra. La mayorÃa de los receptores de ayuda militar estadounidense deben gastar esa ayuda en los EE. UU., pero Israel puede usar casi el 25% de su asignación para subvencionar su propia industria defensiva. Israel es el único paÃs receptor que no tiene que dar cuentas de cómo gasta la ayuda, una excepción que hace que sea casi imposible impedir que el dinero se use para fines a los que se opongan los EE. UU., como la construcción de asentamientos en la Orilla Oeste.
Aun más, los EE. UU. han concedido a Israel unos tres mil millones de dólares para el desarrollo de sistemas armamentÃsticos como el avión Lavi que el Pentágono no querÃa ni necesitaba, mientras daba a Israel acceso a armas estadounidenses de alto nivel como los helicópteros Blackhawk y los jet F-16. Además los EE. UU. dan a Israel acceso a secretos de la OTAN que niega a sus aliados en la Organización y hace la vista gorda con respecto a la adquisición por parte de Israel de armas nucleares.
Washington también da a Israel un apoyo diplomático constante. Desde 1982 los EE. UU. han vetado 32 resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que eran crÃticas para Israel, un número muy superior a los vetos totales dados por todos los otros miembros del Consejo de Seguridad. También bloquea los esfuerzos de los paÃses árabes para poner el arsenal nuclear de Israel en la agenda de la Agencia Internacionalde la EnergÃa Atómica.
Los EE. UU. también acuden al rescate de Israel en tiempos de guerra y se ponen de su lado en las negociaciones de paz. La administración Nixon abasteció a Israel durante la Guerra de Octubre y protegió a Israel de la amenaza de la intervención soviética. Washington estuvo profundamente implicado en las negociaciones que acabaron con esa guerra asà como en el largo proceso “paso a paso†que la siguió, jugando al mismo tiempo un papel clave en las negociaciones que precedieron y siguieron a los Acuerdos de Oslo de 1993. Hubo fricciones ocasionales entre representantes estadounidenses e israelÃes en ambos casos, pero los EE. UU. coordinaron sus posiciones con Israel y apoyaron constantemente el planteamiento israelà en las negociaciones. Claro que un participante americano en Camp David (2000) dijo después: “… demasiado a menudo actuamos… como abogado de Israelâ€.
Como veremos más adelante, Washington ha dado a Israel mucha libertad en el trato de los territorios ocupados, (la Orilla oeste y la Franja de Gaza), incluso cuando sus acciones estaban en desacuerdo con la polÃtica estadounidense establecida. Aun más, la ambigua estrategia de la administración Bush para transformar Oriente Medio –empezando por la invasión de Irak– tiene como fin parcial mejorar la situación estratégica de Israel. Aparte de las alianzas en tiempos de guerra, se hace difÃcil pensar en otra situación en la que un paÃs haya dado a otro un nivel similar de ayuda material y diplomática durante un periodo tan extenso. El apoyo estadounidense a Israel es, en resumen, único.
Esta generosidad extraordinaria podrÃa ser comprensible si Israel fuera un punto de estrategia vital o si hubiera un caso moral convincente para un apoyo estadounidense ininterrumpido. Pero ninguno de esos motivos es convincente.
UNA RESPONSABILIDAD ESTRATÉGICA
Según la página web del Comité Americano-Israelà de Asuntos Públicos (AIPAC), “los EE. UU. e Israel forman una alianza única para enfrentarse a las cada vez mayores amenazas estratégicas de Oriente Medio. … Este esfuerzo colaborador ofrece beneficios importantes tanto para los EE. UU. como para Israelâ€. Esta afirmación es un artÃculo de fe entre los partidarios de Israel y lo repiten constantemente los polÃticos israelÃes y los americanos pro-Israel.
Israel quizá fuese un punto estratégico durante la guerra frÃa. Pero al actuar como apoderado americano durantela Guerra de los seis dÃas, (1967), Israel ayudó a contener la expansión de la Unión Soviética en la región e infligió derrotas humillantes a estados satélites soviéticos como Egipto y Siria. Israel ha llegado a ayudar en otras ocasiones a proteger a otros aliados de los EE. UU. (como el rey Hussein de Jordania) y su capacidad militar obligó a Moscú a gastar más para ayudar a sus aliados perdedores. Israel también dio a los EE. UU. información secreta útil sobre la capacidad soviética.
Pero no se debe exagerar el valor estratégico de Israel durante ese periodo. Apoyar a Israel no resultó barato y complicó las relaciones estadounidenses con el mundo árabe. Por ejemplo, la decisión norteamericana de dar a Israel 2,2 mil millones de dólares como ayuda para una urgencia militar durante la Guerra de Octubre provocó un embargo de crudo de la OPEC que causó daños considerables en las economÃas occidentales. Aun más, los ejércitos israelÃes no pudieron proteger los intereses estadounidenses en la región. Por ejemplo, los EE. UU. no pudieron apoyarse en Israel cuando la revolución iranà de 1979 hizo aparecer preocupaciones sobre la seguridad de las reservas petrolÃferas del Golfo Pérsico y hubieron de crear su propias “Fuerzas de despliegue rápido†(Rapid Deployment Force).
Aunque Israel fuese un punto estratégico durante la guerra frÃa, la primera guerra del Golfo (1990-91) reveló que Israel se estaba convirtiendo en un peso estratégico. Los EE. UU. no podÃan usar las bases israelÃes durante la guerra sin romper la coalición anti-Iraquà y se vieron obligados a desviar fuerzas (por ejemplo, baterÃas de misiles Patriot) para impedir que Tel Aviv hiciera algo que pudiese fracturar la alianza contra Saddam. La historia se repitió en 2003: a pesar de que Israel estaba deseando que los EE. UU. atacasen a Saddam, el presidente Bush no podÃa pedirle ayuda sin disparar la oposición árabe. Asà que Israel volvió a quedarse a un lado.
A principios de los 90, especialmente después del 11 de setiembre (11S), el apoyo a Israel se ha justificado con la afirmación de que ambos estados se ven amenazados por grupos terroristas provenientes del mundo árabe o del musulmán y con una serie de “estados matones†que apoyan a esos grupos y con la búsqueda de armas de destrucción masiva. Estos razonamientos implican que Washington deberÃa dejar carta blanca a Israel en sus negociaciones con Palestina y no presionar a Israel para que haga concesiones hasta que todos los terroristas palestinos estén en prisión o muertos. También implica que los Estados Unidos deber ir tras paÃses como la República Islámica de Irán, el Irak de Saddam Hussein y la Siria de Bashar al-Assad. Israel es, de este modo, un aliado crucial en la guerra contra el terror, porque sus enemigos son los enemigos de los EE. UU.
Estos nuevos razonamientos parecen convincentes, pero Israel es, de hecho, una responsabilidad en la guerra contra el terror y el esfuerzo más duro a la hora de tratar con los estados matones.
Para empezar, el “terrorismo†es una táctica empleada por un amplio abanico de grupos polÃticos, no es un adversario simple y unificado. Las organizaciones terroristas que amenazan Israel (por ejemplo, Hamás o Hezbollah) no amenazan a los EE. UU., excepto cuando actúan en su contra (como en el LÃbano en 1982). Aun más, el terrorismo palestino no es violencia aleatoria dirigida contra Israel u “Occidenteâ€, es, en gran medida, una respuesta a la prolongada campaña israelà para colonizar la Orilla Oeste y la Franja de Gaza.
Más importante aún, decir que Israel y los EE. UU. están unidos por una amenaza terrorista común que invierte la base de la relación: es decir, los EE. UU. tienen un problema de terrorismo en buena parte porque tienen una alianza con Israel, no al revés. El apoyo de los EE. UU. a Israel no es la única fuente de terrorismo antiamericano, pero es una muy importante, y hace que ganar la guerra del terror sea más difÃcil. No hay duda, por ejemplo, de que muchos lÃderes de al Qaeda, incluyendo a Bin Laden, se ven motivados por la presencia israelà en Jerusalén y la grave situación palestina. Según la Comisión del 11S, Bin Laden buscaba explÃcitamente castigar a los EE. UU. por su polÃtica en Oriente Medio, incluido su apoyo a Israel e incluso intentó programar los ataques para remarcar ese punto.
Igual de importante es que el apoyo incondicional de los EE. UU. a Israel hace más fácil para extremistas como Bin Laden conseguir apoyo popular y atraer reclutas. Encuestas de opinión pública confirman que la población árabe se muestra muy hostil contra el apoyo estadounidense a Israel y el Grupo consejero del departamento de los EE. UU. de diplomacia pública para el mundo árabe y musulmán descubrió que “los ciudadanos de estos paÃses están muy angustiados por la grave situación de los palestinos y por el papel que perciben que juegan los EE. UU.â€.
Por lo que respecta a los denominados “estados matones†de Oriente Medio éstos no suponen una amenaza alarmante para los intereses estadounidenses, aparte del compromiso de los EE. UU. con Israel. A pesar de que los EE. UU. tienen ciertas desavenencias con estos regÃmenes, Washington no deberÃa estar tan preocupado por Irán, Irak o Siria si no estuviese tan ligado a Israel. Aunque estos estados consiguiesen armas nucleares –algo que obviamente no es deseable– no supondrÃa un desastre estratégico para los EE. UU. Ni los EE. UU. ni Israel podrÃan ser chantajeados por una amenaza nuclear porque el chantajista no podrÃa llevar a cabo la amenaza sin recibir represalias arrolladoras. El peligro de un “traspaso nuclear†a terroristas es igualmente remoto ya que un estado matón no podrÃa estar seguro de que ese traspaso no serÃa detectado o de que no serÃa acusado y castigado después.
Aun más, en realidad la relación de EE. UU. con Israel les hace más difÃcil tratar con estos estados. El arsenal nuclear de Israel es una de las razones por la que algunos de sus vecinos quieren armas nucleares y amenazar a estos estados con un cambio de régimen aumenta ese deseo. Israel ni siquiera es valioso en el caso de que los EE. UU. contemplasen usar la fuerza contra estos regÃmenes porque no puede participar en la lucha.
En resumen, tratar a Israel como el aliado más importante de los EE. UU. en la campaña contra el terrorismo y las diferentes dictaduras de Oriente Medio exagera la capacidad de Israel de ayudar en esos aspectos e ignora la manera en la que la polÃtica de Israel hace más difÃciles los esfuerzos estadounidenses.
El apoyo incondicional a Israel también debilita la posición de los EE. UU. fuera de Oriente Medio. Élites extranjeras opinan constantemente que los EE. UU. apoyan de demasÃa a Israel y creen que su tolerancia hacia la represión israelà en los territorios ocupados es moralmente obtusa y una desventaja en la guerra contra el terrorismo. En abril de 2004, por ejemplo, 52 antiguos diplomáticos británicos enviaron al primer ministro Tony Blair una carta en la que le decÃan que el conflicto palestino-israelà habÃa “envenenado las relaciones entre Occidente y los mundos árabe e islámico†y le advertÃan que la polÃtica de Bush y del primer ministro Ariel Sharon era “partidista e ilegalâ€.
Una última razón para cuestionar el valor estratégico de Israel es que no actúa como un aliado leal. Los funcionarios israelÃes ignoran a menudo peticiones de los EE. UU., faltan a su palabra en promesas hechas a altos lÃderes estadounidenses (incluyendo compromisos anteriores para detener la construcción de asentamientos y para frenar los “asesinatos fijados†de lÃderes palestinos). Además, Israel ha proporcionado importante tecnologÃa militar estadounidense a rivales potenciales de los EE. UU. como China, en lo que en Inspector General del Departamento de Estado de los EE. UU. llamó “un sistema de traspasos sin autorizar, sistemático y crecienteâ€. Según la Oficina General de Contabilidad de los EE. UU., Israel también “lleva a cabo las operaciones más agresivas de espionaje contra los EE. UU. por encima de cualquier aliadoâ€. Además del caso de Jonathan Pollard, que dio a Israel grandes cantidades de material reservado a principios de los 80 (que Israel supuestamente pasó a la Unión Soviética para conseguir más visados de salida para judÃos soviéticos), una nueva polémica surgió en 2004 cuando se descubrió que un funcionario clave del Pentágono (Larry Franklin) habÃa entregado información secreta a un diplomático israelà supuestamente ayudado por dos funcionarios del AIPAC. Desde luego Israel no es el único paÃs que espÃa a los EE. UU., pero su gran deseo de espiar a su principal benefactor pone más en duda su valor estratégico.
UN CASO DE MORALIDAD MENGUANTE
Aparte de su presunto valor estratégico, los partidarios de Israel también afirman que merece apoyo incondicional de los EE. UU. porque 1) es débil y está rodeado de enemigos; 2) es una democracia, que es una forma preferible de gobierno; 3) el pueblo judÃo ha sufrido crÃmenes en el pasado por los que merece un tratamiento especial; y 4) la conducta de Israel es moralmente superior al comportamiento de sus adversarios.
Inspeccionados más de cerca cada uno de estos argumentos es poco convincente. Hay un caso moralmente fuerte para apoyar la existencia de Israel, pero eso no está en peligro. Visto objetivamente, las conductas pasadas y presentes de Israel no ofrecen una base moral para darles más privilegios que a los palestinos.
¿Apoyo al más desvalido?
A menudo se describe a Israel como débil y asediado, como un David judÃo rodeado por un Goliat árabe. Esta imagen ha sido cuidadosamente alimentada por los lÃderes israelÃes y escritores simpatizantes con la causa, pero la imagen opuesta está más cerca de la verdad. Contrariamente a lo que se suele creer, los Sionistas tenÃan fuerzas mayores, mejor equipadas y mejor mandadas durante la guerra de independencia de 1947-49 y las Fuerzas de Defensa IsraelÃes (IDF) consiguieron unas victorias rápidas y fáciles en 1956 y contra Egipto, Jordania y Siria en 1967 –antes de que la ayuda a gran escala de los EE. UU. empezase a llegar a Israel. Estas victorias dan pruebas evidentes del patriotismo israelÃ, de su capacidad organizadora y de su capacidad militar, pero también dejan claro que Israel nunca estuvo indefenso, ni siquiera en los primeros tiempos.
Hoy en dÃa, Israel es la fuerza militar más importante de Oriente Medio. Su ejército convencional es muy superior a los de sus vecinos y es el único estado de la región que tiene armas nucleares. Egipto y Jordania firmaron tratados de paz con Israel y Arabia Saudà también se ofreció a hacerlo. Siria ha perdido a su benefactor soviético, Irak está diezmado por tres guerras desastrosas e Irán está a cientos de kilómetros. Los palestinos casi no tienen una policÃa eficaz, mucho menos un ejército que pudiese amenazar a Israel. Según un estudio de 2005 del Jaffee Center for Strategic Studies (Centro Jaffee para estudios estratégicos) de la Universidad de Tel Aviv, “el balance estratégico favorece decididamente a Israel, que ha continuado ampliando la distancia cualitativa entre su propia capacidad militar y su poder de disuasión y la de sus vecinosâ€. Si favorecer al más desvalido fuese un razonamiento convincente, los EE. UU. deberÃan apoyar a los oponentes de Israel.
¿Ayuda a una democracia amiga?
El apoyo americano a menudo se justifica afirmando que Israel es una democracia amiga rodeada por dictaduras hostiles. Este razonamiento suena convincente, pero no justifica el nivel de apoyo actual. Después de todo, hay muchas democracias por el mundo, pero ninguna recibe el suntuoso apoyo que recibe Israel. Los EE. UU. han derrocado gobiernos democráticos en el pasado y han apoyado a dictadores cuando esto resultó beneficioso para los intereses norteamericanos y tienen buenas relaciones con un buen número de dictaduras actuales. Asà pues, ser una democracia no justifica ni explica el apoyo estadounidense a Israel.
El razonamiento de “democracia compartida†se ve debilitado también por aspectos de la democracia israelà que van en contra de valores norteamericanos. La de los EE. UU. es una democracia liberal donde se supone que la gente de cualquier raza, religión o grupo étnico goza de los mismos derechos. Como comparación, Israel fue fundado explÃcitamente como un estado judÃo y la ciudadanÃa se basa en el principio de afinidad sanguÃnea. Dado este concepto de ciudadanÃa, no nos sorprende que a los árabes de Israel, un millón tres cientos mil, se les trate como a ciudadanos de segunda clase o que una reciente comisión del gobierno de Israel declarase que Israel se comporta de forma “negligente y discriminatoria†con ellos.
De forma similar Israel no permite que los palestinos que se casan con ciudadanos israelÃes pasen a ser también ciudadanos israelÃes y no les concede a estas esposas el derecho a vivir en Israel. La organización israelà para los derechos humanos B’tselem denominó esta restricción “una ley racista que determina quién puede vivir aquà según criterios racistasâ€. Tales leyes pueden ser comprensibles dados los principios fundamentales de Israel, pero no están de acuerdo con la imagen de democracia norteamericana.
El estatus democrático de Israel también está minado por su negativa a otorgar a los palestinos un estado viable propio. Israel controla la vida de unos 3,8 millones de palestinos en Gaza y en la Orilla Oeste, mientras coloniza tierras en las que los palestinos han vivido durante mucho tiempo. Israel es una democracia formal, pero los millones de palestinos que controla tienen negados sus derechos polÃticos y, por lo tanto, el razonamiento de “democracia compartida†se ve correspondientemente debilitada.
Compensación por los crÃmenes del pasado
La tercera justificación moral es la historia del sufrimiento judÃo en el occidente católico, especialmente el trágico episodio del Holocausto. Como los judÃos fueron perseguidos durante siglos y sólo pueden estar a salvo en una patria judÃa, muchos creen que Israel merece un tratamiento especial por parte de los EE. UU.
Está claro que los judÃos han sufrido mucho debido al despreciable legado del antisemitismo y que la creación de Israel fue una respuesta adecuada a una larga lista de crÃmenes. La historia, como hemos dicho, nos ofrece un caso moralmente fuerte para la defensa de la existencia de Israel. Pero la creación de Israel llevó consigo crÃmenes adicionales contra un pueblo completamente inocente: el palestino.
El desarrollo de estos acontecimientos está claro. Cuando el Sionismo polÃtico comenzó en serio en el siglo XIX, en Palestina sólo habÃa unos 15.000 judÃos. En 1983, por ejemplo, los árabes comprendÃan aproximadamente el 95% de la población y a pesar de estar bajo control otomano, permanecieron en posesión de su territorio durante 1.300 años. Incluso cuando se fundó Israel, los judÃos eran sólo el 35% de la población de Palestina y poseÃan el 7% de las tierras.
La dirección de la principal corriente sionista no estaba interesada en establecer un estado binacional o en aceptar una partición permanente de Palestina. La dirección sionista deseaba a veces aceptar la partición como primer paso, pero esto sólo era una maniobra táctica y no su objetivo real. Como dijo David Ben-Gurion a finales de los años 30: “Después de la formación de un gran ejército en la debilidad del establecimiento de un estado, aboliremos la partición y nos expandiremos por toda Palestinaâ€.
Para alcanzar esa meta los sionistas debÃan expulsar a un gran número de árabes del territorio que acabarÃa siendo Israel. Era la única forma de conseguir su objetivo. Ben-Gurion vio el problema con claridad y escribió en 1941: “es imposible imaginar una evacuación general (de la población árabe) sin usar la fuerza de forma brutalâ€. O como dice el historiador israelà Benny Morris: “La idea de traslado es tan vieja como el sionismo moderno y ha acompañado a su evolución y praxis durante el último sigloâ€.
Esta oportunidad llegó en 1947-48 cuando las fuerzas israelÃes llevaron a 700.000 palestinos al exilio. Los israelÃes han afirmado durante mucho tiempo que los árabes se fueron porque sus lÃderes se lo mandaron, pero estudios cuidadosos (muchos de ellos hechos por historiadores israelÃes como Morris) han echado abajo este mito. De hecho, la mayorÃa de los lÃderes árabes pidió a la población palestina que se quedase en casa, pero el miedo a una muerte violenta a manos de las fuerzas sionistas hizo que la mayorÃa huyese. Después de la guerra Israel prohibió el regreso de los palestinos exiliados.
El hecho de que la creación de Israel suponÃa un crimen moral contra el pueblo palestino estaba claro para los lÃderes israelÃes. Como Ben-Gurion le dijo a Nahum Goldmann, presidente del Congreso judÃo mundial, “si yo fuese un lÃder árabe nunca harÃa las paces con Israel. Es natural: hemos ocupado su paÃs. … Procedemos de Israel, pero de eso hace dos mil años, ¿qué tiene eso que ver con ellos? Ha habido antisemitismo, los nazis, Hitler, Auschwitz, pero, ¿fue por su culpa? Ellos sólo ven una cosa: hemos llegado aquà y les hemos robado su paÃs. ¿Por qué tienen que aceptarlo?â€.
Desde entonces, los lÃderes israelÃes han buscado repetidamente negar las ambiciones nacionalistas de los palestinos. La primera ministra Golda Meir dijo una frase que llegó a ser famosa: “no existe nadie que sea un palestinoâ€. Incluso el primer ministro Yitzhak Rabin, quien firmó en 1993 los Acuerdos de Oslo, nada menos que se opuso a la creación de un estado palestino de derecho. La presión de extremistas violentos y el aumento de población palestina ha obligado a los lÃderes israelÃes posteriores a retirarse de algunos de los territorios ocupados y a explorar compromisos territoriales, pero ningún gobierno israelà ha estado dispuesto a ofrecer a los palestinos un estado propio viable. Incluso la supuestamente generosa oferta del primer ministro Ehud Barak en Camp David en julio de 2000 sólo les daba a los palestinos una serie de “Bantustans†desarmada y desmembrada bajo el control de facto de Israel.
Los crÃmenes europeos contra los judÃos ofrecen una justificación moral clara del derecho de Israel a existir, pero la supervivencia de Israel no está en duda –aunque algunos extremistas islámicos hagan referencias escandalosas y poco realistas a “borrarlo de la faz de la tierra†– y la trágica historia del pueblo judÃo no obliga a los EE. UU. a ayudar a Israel sin importar lo que hace en la actualidad.
Los “virtuosos israelÃes†contra los “malvados árabesâ€
El argumento moral definitivo describe a Israel como un paÃs que ha buscado la paz constantemente y que siempre ha mostrado contención incluso cuando era provocado. De los árabes, al contrario, se dice que siempre han actuado con gran maldad. Esta narración –que repiten hasta la saciedad lÃderes israelÃes y apologistas norteamericanos como Alan Dershowitz– es otro mito. En términos de comportamiento actual, la conducta moral israelà no es moralmente distinguible de las acciones de sus oponentes.
Estudios israelÃes demuestran que los primeros sionistas estaban muy lejos de ser benevolentes con los árabes palestinos. Los habitantes árabes se resistieron a la usurpación sionista, lo que no puede sorprender a nadie dado que los sionistas estaban intentando crear su propio estado en territorio árabe. Los sionistas respondieron vigorosamente y ninguno de los dos bandos tiene moralmente la razón durante este periodo. Este mismo estudio revela también que la creación de Israel en 1947-48 implicó actos explÃcitos de limpieza étnica incluidas ejecuciones, masacres y violaciones por parte de judÃos.
Además, la conducta posterior de Israel hacia sus adversarios árabes y hacia los palestinos ha sido, a menudo, brutal, sometiendo cada reivindicación a una conducta moralmente superior. Entre 1949 y 1956, por ejemplo, las fuerzas de seguridad israelÃes mataron entre 2.700 y 5.000 infiltrados árabes, la gran mayorÃa de los cuales estaba desarmada. Las IDF llevaron a cabo numerosos ataques transfronterizos contra sus vecinos a principios de los 50 y a pesar de que estas acciones fueron descritas como respuestas defensivas, en realidad eran parte de un amplio esfuerzo por expandir las fronteras de Israel. Las ambiciones expansionistas de Israel le llevaron a unirse también a Gran Bretaña y Francia en el ataque a Egipto de 1956, Israel sólo se retiró de las tierras conquistadas tras la intensa presión ejercida por los EE. UU.
Las IDF también mataron a cientos de prisioneros de guerra egipcios en las guerras de 1956 y 1967. En 1967 expulsaron entre 100.000 y 260.000 palestinos de la recién conquista Orilla Oeste y echaron a 80.000 sirios de los Altos del Golán. También fue cómplice de la masacre de 700 inocentes palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Shatila después de la invasión del LÃbano en 1982 y una comisión de investigación israelà declaró al ministro de defensa de aquel momento, Sharon, “personalmente responsable†de estas atrocidades.
El personal israelà ha torturado a numerosos prisioneros palestinos, humillándolos sistemáticamente y ha molestado a civiles palestinos y usado la fuerza indiscriminadamente contra ellos en numerosas ocasiones. Durante la Primera Intifada (1987-1991), por ejemplo, las IDF distribuyeron porras entre sus tropas y las animaron a romper los huesos de los protestantes palestinos. La organización sueca “Save the Children†estimó que “entre 23.600 y 29.000 niños habÃan necesitado atención médica por heridas de golpes en los dos primeros años de la intifadaâ€, aproximadamente un tercio tenÃa huesos rotos. Casi un tercio de los niños golpeados tenÃa diez años o menos.
La respuesta de Israel a la Segunda Intifada (2000-2005) ha sido más violenta, llevando a Ha’aretz a declarar que “las IDF … se están convirtiendo en una máquina de matar cuya eficacia es impresionante, casi espantosaâ€. Las IDF dispararon un millón e balas en los primeros dÃas del levantamiento, lo que está muy lejos de una respuesta comedida. Desde entonces Israel ha matado a 3,4 palestinos por cada Israel perdido, la mayorÃa de los cuales eran testigos inocentes; la relación de niños palestinos muertos contra niños israelÃes es superior (5,7 contra 1). Las fuerzas israelÃes han matado también a varios activistas extranjeros por la paz, incluida la joven a norteamericana de 23 años que fue aplastada por un bulldozer israelà en marzo de 2003.
Estos hechos sobre la conducta israelà han sido ampliamente documentados por numerosas organizaciones pro derechos humanos –incluyendo destacados grupos israelÃes– y no admiten discusión por los observadores internacionales. Por esto mismo cuatro antiguos miembros del Shin Bet (la organización de seguridad interna de Israel) condenaron la actuación israelà durante la Segunda Intifada en noviembre de 2003. Uno de ellos declaró: “nos estamos comportando de una forma vergonzosaâ€, y otro tachó la conducta de Israel de “claramente inmoralâ€.
¿Pero no tiene derecho Israel a hacer lo que sea necesario para proteger a sus ciudadanos? ¿No justifica el mal del terrorismo el apoyo continuo de los EE. UU. aunque Israel responda con dureza?
De hecho este argumento tampoco es una justificación moral convincente. Los palestinos han usado el terrorismo contra los ocupantes israelÃes y su disposición a atacar civiles inocentes está mal. Ese comportamiento no sorprende, sin embargo, porque los palestinos creen que no tienen otra manera de forzar concesiones israelÃes. Como admitió una vez el primer ministro Barak, si hubiese nacido palestino “se habrÃa unido a una organización terroristaâ€.
Tampoco debemos olvidar que los sionistas usaron el terrorismo cuando se vieron en una situación de debilidad similar y estaban intentando conseguir su propio estado. Entre 1944 y 1947 varias organizaciones sionistas usaron ataques terroristas con bombas para expulsar a los británicos de Palestina y por el camino se llevaron muchas vidas de civiles inocentes. Terroristas israelÃes también asesinaron al mediador de la ONU, el conde Folke Bernadotte, en 1948 porque se oponÃa a su propuesta de internacionalizar Jerusalén. Los autores de estos actos no eran extremistas aislados: los jefes del plan de asesinato consiguieron la amnistÃa del gobierno israelà y uno de ellos fue elegido para el Knesset. Otro lÃder terrorista que aprobó el asesinato, pero que no fue juzgado, fue el futuro primer ministro Yitzhak Shamir. Es cierto, Shamir admitió públicamente que “ni la ética judÃa ni la tradición judÃa pueden rechazar el terrorismo como medio de combateâ€. Al contrario, el terrorismo tenÃa “un gran papel que jugar … en nuestra guerra contra el ocupante (Gran Bretaña)â€. Si el uso del terrorismo por parte de los palestinos es moralmente censurable hoy en dÃa, también la dependencia que de él tenÃa Israel en el pasado, por lo tanto no puede justificarse el apoyo de EE. UU. a Israel basándose en que su conducta en el pasado habÃa sido moralmente superior.
Quizá Israel no haya actuado peor que muchos otros paÃses, pero está claro que no ha actuado mejor. Y si ni los argumentos morales ni los estratégicos son válidos para el apoyo estadounidense a Israel, ¿cómo lo explicamos?
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EL LOBBY ISRAELÃ
La explicación reposa en el incomparable poder del Lobby israelÃ. Si no fuera por la habilidad del Lobby para manipular el sistema polÃtico norteamericano, la relación entre Israel y los EE. UU. serÃa mucho menos Ãntima de lo que es en la actualidad.
¿Qué es el Lobby?
Usamos “el Lobby†como término breve cómodo para referirnos a la amplia coalición de individuos y organizaciones que trabajan activamente para dar forma a la polÃtica exterior de los EE. UU. en una dirección pro-israelÃ. Que usemos este término no tiene como finalidad sugerir que “el Lobby†es un movimiento unificado con un liderazgo central o que individuos integrados en él no difieran en ciertos puntos.
El corazón del Lobby está formado por judÃos norteamericanos que hacen un esfuerzo significativo en sus vidas diarias para inclinar la polÃtica exterior estadounidense de forma que beneficie los intereses de Israel. Sus actividades van desde simplemente votar candidatos pro-israelÃes hasta la escritura de cartas, contribuciones financieras y el apoyo a organizaciones pro-israelÃes. Pero no todos los judÃos norteamericanos son parte del Lobby, porque Israel no es un tema importante para muchos de ellos. En un estudio de 2004, por ejemplo, apenas el 36% de los judÃos norteamericanos afirmó que no estaban “muy†o “nada en absoluto†atados emocionalmente a Israel.
Los judÃos norteamericanos también difieren en polÃticas israelÃes especÃficas. Muchas de las organizaciones clave del Lobby, como el AIPAC y la Conferencia de presidentes de grandes organizaciones judÃas (CPMJO) están motivadas por lÃneas duras que generalmente apoyan las polÃticas expansionistas del Likud israelÃ, incluyendo su hostilidad hacia el proceso de paz de Oslo. La mayorÃa de los judÃos norteamericanos, por otra parte, estarÃa favorablemente dispuesta a hacer concesiones a los palestinos y algunos grupos –como la Voz judÃa por la paz– abogan con fuerza por esos pasos. A pesar de estas diferencias, tanto los moderados como la lÃnea dura apoyan firmemente el apoyo de los EE. UU. a Israel.
No sorprende que los lÃderes judÃo-norteamericanos consulten a menudo con funcionarios israelÃes para asà poder ejercer la máxima influencia en los EE. UU. como un activista de una importante organización judÃa escribió “para nosotros es rutina decir: ‘ésta es nuestra polÃtica en cierto tema, pero debemos comprobar lo que dicen los israelÃes’. Como comunidad lo hacemos constantementeâ€. También hay una norma muy dura en contra de criticar la polÃtica israelà y los lÃderes judÃo-norteamericanos rara vez apoyan que se ejerza presión sobre Israel. Asà que Edgar Bronfman padre, presidente del Congreso judÃo mundial, fue acusado de “perfidia†cuando escribió una carta al presidente Bush a mediados de 2003 pidiéndole que presionase a Israel para que frenase la construcción de su polémica “valla de defensaâ€. Los crÃticos declararon que “serÃa obsceno en cualquier momento que el presidente del Congreso judÃo mundial presionase al presidente de los EE. UU. para que se opusiera a polÃticas llevadas a cabo por el gobierno de Israelâ€.
De forma similar, cuando el presidente del Foro polÃtico de Israel, Seymour Reich, aconsejó a la secretaria de estado Condoleezza Rice que presionase a Israel para que reabriese un paso fronterizo crÃtico en la Franja de Gaza en noviembre de 2005, los crÃticos denunciaron sus acciones como “comportamiento irresponsable†y declararon que “no hay lugar en absoluto en la corriente principal judÃa para actuaciones contrarias a la polÃtica relacionada con la seguridad … de Israelâ€. Huyendo de estos ataques, Reich declaró que “la palabra presión no existe en mi vocabulario cuando nos referimos a Israelâ€.
Los judÃos-norteamericanos han formado una impresionante serie de organizaciones para influir en la polÃtica exterior estadounidense, de las cuales el AIPAC es el más poderoso y conocido. En 1997 la revista Fortune pidió a los miembros del Congreso y a sus plantillas que hiciesen una lista con los lobbies más poderosos en Washington. El AIPAC era el segundo detrás de la Asociación Americana de personas retiradas (AARP), pero por encima de lobbies de peso como el AFL-CIO y la Asociación Nacional del Rifle. Un estudio del National Journal de marzo de 2005 llegó a una conclusión similar, colocaba al AIPAC en segundo lugar (igualado con la AARP) en la “lista de poder polÃtico†de Washington.
El Lobby también incluye a importantes cristianos evangélicos denominados “sionistas cristianosâ€, como Gary Bauer, Jerry Falwell, Ralph Reed y Pat Robertson, asà como a Dick Armey y a Tom DeLay, antiguos lÃderes de grupo en la Cámara de Representantes. Creen que el renacimiento de Israel forma parte de las profecÃas bÃblicas, apoyan su actividad expansionista y opinan que presionar a Israel es contrario a los deseos divinos. Además, entre los miembros del Lobby también hay no judÃos como John Bolton, el ex-editor del Wall Street Journal Robert Bartley, el ex-secretario de educación William Bennet, la ex-embajadora en la ONU JeanneKirkpatrick y el columnista George Will.
Fuentes de poder
Los EE. UU. tienen un gobierno dividido que ofrece muchas formas de influir en el proceso polÃtico. Como resultado, grupos con intereses concretos pueden manejar esa polÃtica de muchas formas diferentes –presionando a representantes electos y miembros de la parte ejecutiva, haciendo campañas de contribuciones, votando en elecciones, moldeando la opinión pública, etc.
Además, los grupos con intereses especiales gozan de un poder desproporcionado cuando están ligados a un tema particular y la mayorÃa de la población es indiferente. Los hacedores de polÃtica tienden a acomodarse a aquellos que se preocupan por el tema en cuestión, aunque sea un número pequeño, confiando en que el resto de la población no los castigará.
El poder del Lobby israelà mana de su incomparable habilidad par jugar a este juego de la polÃtica de los grupos con intereses particulares. En sus operaciones básicas no se diferencia de otros grupos como el Lobby de granjeros, del acero o de los trabajadores textiles y otros lobbies étnicos. Lo que distingue al Lobby israelà es su extraordinaria eficacia. Pero no hay nada impropio en que los judÃos-norteamericanos y sus aliados cristianos intenten llevar la polÃtica de los EE. UU. hacia Israel. Las actividades del Lobby no son el tipo de conspiraciones descritas en tratados antisemitas como los Protocolos de los ancianos de Sión (Protocols of the Elders of Zion). Para la mayorÃa, los individuos y grupos que comprende el Lobby hacen lo que otros grupos similares hacen, pero mucho mejor. Curiosamente los grupos de intereses árabes son entre débiles e inexistentes, lo que hace que la tarea del Lobby sea aún más fácil.
Estrategias para el éxito.
El Lobby persigue dos grandes estrategias para promover la ayuda estadounidense a Israel. La primera, ejercer una influencia significativa en Washington presionando tanto al Congreso como a la rama ejecutiva para que apoyen a Israel. Sin importar cuáles sean las opiniones de un legislador o un polÃtico, el Lobby intenta que vean que apoyar a Israel es la “mejor†opción polÃtica.
La segunda, el Lobby procura asegurarse que el discurso público sobre Israel refleje una luz positiva repitiendo mitos sobre Israel y su fundación y dando publicidad a la opinión de Israel en los debates polÃticos diarios. El objetivo es evitar comentarios crÃticos sobre Israel que surjan de una vista objetiva del ruedo polÃtico. Controlar el debate es esencial para garantizar el apoyo de los EE. UU., porque una discusión sincera sobre las relaciones entre los EE. UU. e Israel podrÃa llevar a los norteamericanos a optar por una polÃtica diferente.
Influencia en el Congreso.
Un pilar clave en la eficacia del Lobby es su influencia en el Congreso de los EE. UU. donde Israel es prácticamente inmune a las crÃticas. Esto es por sà mismo una situación extraordinaria ya que el Congreso casi nunca se asusta de los temas conflictivos. Tanto si el tema es el aborto, la acción afirmativa, la atención sanitaria o el bienestar social, seguramente habrá un debate animado en el Capitolio. Cuando se trata de Israel, sin embargo, los crÃticos potenciales permanecen en silencio y prácticamente no hay debate.
Una de las razones del éxito del Lobby en el Congreso es que algunos miembros clave son cristianos sionistas, como Dick Armey, quien dijo en setiembre de 2002 que “mi primera prioridad en polÃtica exterior es proteger a Israelâ€. Cualquiera pensarÃa que la primera prioridad de cualquier congresista deberÃa ser “proteger a los EE. UU.â€, pero eso no fue lo que dijo Armey. También hay senadores judÃos y congresistas que trabajan para conseguir que la polÃtica exterior estadounidense apoye los intereses israelÃes.
Los empleados pro-israelÃes del Congreso son otra fuente del poder del Lobby. Como una vez admitió un ex-lÃder del AIPAC, Morris Amitay, “hay mucha gente, trabajadores de aquà (del Capitolio) … que resulta que es judÃa y que está deseando … poder mirar ciertos temas desde el punto de vista de su carácter judaico …. Toda esa gente está en una posición en la que pude influir en la decisión de esos senadores…. Se puede conseguir muchÃsimo sólo desde el nivel de los empleadosâ€.
El AIPAC en sà mismo es el que forma el corazón de la influencia del Lobby en el Congreso. El éxito del AIPAC se debe a su capacidad para premiar a legisladores y candidatos al Congreso que apoyen sus prioridades y castigar a los que lo desafÃen. El dinero es un punto importantÃsimo en las elecciones norteamericanas (como el reciente escándalo sobre los varios tratos en la sombra del cabildero Jack Abramoff nos recuerda), y el AIPAC se asegura de que sus amigos reciban un fuerte apoyo económico de la mirÃada de comités de acción polÃtica pro-israelÃes. Por otra parte, los que sean vistos como hostiles contra Israel, pueden estar seguros de que el AIPAC dirigirá contribuciones de campaña contra sus oponentes polÃticos. El AIPAC también organiza campañas de envÃo de cartas y anima a los editores de periódicos a respaldar a los candidatos pro-israelÃes.
No cabe duda de la potencia de estas tácticas. Por coger sólo un ejemplo, en 1984 el AIPAC ayudó en la derrota del senador Charles Percy de Illinois quien, según una importante figura del Lobby, habÃa “manifestado insensibilidad e incluso hostilidad contra nuestros interesesâ€. Thomas Dine, presidente del AIPAC en aquel momento explicó lo que pasaba: “Todos los judÃos de los EE. UU., de costa a costa, se unieron para echar a Percy. Y los polÃticos norteamericanos –los que tienen puestos públicos ahora y los que aspiran a ellos– entendieron el mensajeâ€. La reputación del AIPAC lo define como un adversario formidable, por supuesto, porque desanima a cualquiera a oponerse a su programa.
Sin embargo la influencia del AIPAC en el Capitolio va aún más lejos. Según Douglas Bloomflield, antiguo miembro del personal del AIPAC, “es normal que los miembros del Congreso y su equipo se dirijan al AIPAC en primer lugar cuando necesitan una información, antes de llamar a la biblioteca del Congreso, al Servicio de Investigación del Congreso, a miembros del comité o a expertos de la administraciónâ€. Lo que es más importante, señala que al AIPAC “se recurre a menudo para que redacten discursos, trabajen sobre legislación, aconsejen sobre tácticas, reúnan patrocinadores y votosâ€.
Lo fundamental es que el AIPAC, que es un agente de un gobierno extranjero de facto, tiene un dominio completo en el Congreso de los EE. UU. Allà no hay debates abiertos sobre la polÃtica estadounidense hacia Israel, a pesar de que esa polÃtica tiene consecuencias importantes para todo el mundo. Por todo esto una de las tres ramas principales del gobierno de los EE. UU. está firmemente comprometida con el apoyo a Israel. Como dijo el ex-senador Ernesto Hollines (Demócrata, Carolina del Sur) cuando dejó su cargo, “No se puede tener una polÃtica hacia Israel que no sea la marcada por el AIPACâ€. Asà que no sorprende que una vez el primer ministro israelà Ariel Sharon dijese al público norteamericano: “Cuando la gente me pregunta cómo puede ayudar a Israel, le digo –Ayude al AIPACâ€.
Influencia en el ejecutivo
El Lobby también tiene una influencia significativa en la rama ejecutiva. Ese poder se deriva en gran medida de la influencia que los votantes judÃos tienen en las elecciones presidenciales. A pesar de ser un pequeño porcentaje de la población (menos del 3%), hacen grandes donaciones a las campañas de los candidatos de los dos partidos. El Washington Post estimó que los candidatos demócratas a la presidencia “dependen de los apoyos judÃos hasta en un 60% del dinero recibidoâ€. Aun más, los votantes judÃos tienen un Ãndice muy alto de votantes y están concentrados en estados clave como California, Florida, Illinois, Nueva York y Pennsilvania. Como son importantes en elecciones muy reñidas, los candidatos a la presidencia procuran no contrariar a los votantes judÃos.
Organizaciones clave en el Lobby también apuntan directamente a la administración que esté en el poder. Por ejemplo, las fuerzas pro-israelÃes se aseguran de que los crÃticos con el estado judÃo no puedan conseguir cargos importantes relacionados con la polÃtica exterior. Jimmy Carter querÃa que George Ball fuese su primer secretario de estado, pero sabÃa que Ball estaba visto como crÃtico con Israel y que el Lobby se opondrÃa al nombramiento. Esta prueba de fuego obliga a cualquier aspirante a diseñador de polÃticas a convertirse en un gran partidario de Israel, por eso los abiertamente crÃticos con la polÃtica de Israel se han convertido en una especie en extinción entre el personal que se ocupa de la polÃtica exterior de los EE. UU.
Estas fuerzas siguen operando hoy en dÃa. Cuando en 2004 el candidato a la presidencia Hosard Dean pidió que los EE. UU. pasaran a un papel más “imparcial†en el conflicto árabe-israelÃ, el senador Joseph Lieberman lo acusó de traicionar a Israel y dijo que su declaración era “irresponsableâ€. Prácticamente todos los altos cargos demócratas de la Cámara firmaron una carta contundente dirigida a Dean en la que criticaban sus comentarios y el Chigago Jewish Star informó de que “atacantes anónimos … están atascando los buzones de lÃderes judÃos por todo el paÃs avisando -sin muchas pruebas- de que Dean podrÃa ser de algún modo malo para Israelâ€.
Esta preocupación era absurda, dado que Dean, de hecho, es de la lÃnea dura a favor de Israel. El director de su campaña era un antiguo presidente del AIPAC y Dean dijo que sus propias opiniones sobre Oriente Medio eran más cercanas a las del AIPAC que a las del moderado Americanos por la Paz Ahora. Dean sólo habÃa sugerido que para “acercar a las partesâ€, Washington deberÃa actuar como un negociador honrado. Esto difÃcilmente se puede considerar una idea radical, pero es algo inaguantable para el Lobby que no está dispuesto a tolerar la idea de la imparcialidad en lo que respecta al conflicto árabe-israelÃ.
Las metas del Lobby también se ven beneficiadas cuando individuos pro-israelÃes ocupan puestos importantes en el ejecutivo. Durante la administración Clinton, por ejemplo, la polÃtica sobre Oriente Medio la conformaban sobre todo gente con fuertes lazos de unión con Israel o con importantes organizaciones pro-israelÃes –incluido Martin Indyk, antiguo director adjunto de investigación del AIPAC y cofundador del Instituto Washington de PolÃtica para Oriente Próximo (WINEP) pro-israelÃ; Dennis Ross, que se unió al WINEP después de dejar el gobierno en 2001 y Aaron Miller, que vivió en Israel y que va a menudo de visita.
Estos hombres estaban entre los consejeros más próximos al presidente Clinton en la cumbre de Camp David de julio de 2000. A pesar de que los tres apoyaban el proceso de paz de Oslo y estaban a favor de la creación de un estado palestino, sólo lo hacÃan dentro de los lÃmites de lo que serÃa aceptable para Israel. En particular, la delegación norteamericana seguÃa el ejemplo del primer ministro israelà Ehud Barak, coordinaban las posiciones negociadoras con anterioridad y no ofrecÃan sus propias propuestas independientes para la resolución del conflicto. No es sorprendente que los negociadores palestinos se quejasen de que estaban “negociando con dos delegaciones israelÃes –una bajo bandera israelà y la otra bajo bandera de los EE. UU.â€.
La situación es incluso más marcada en la administración Bush cuyas filas incluyen individuos que apoyan fervientemente a Israel como Eliot Abrams, John Bolton, Douglas Feith, I. Lewis (“Scooterâ€) Libby, Richard Perle, Paul Wolfowitz y David Wurmser. Como veremos, estos miembros del gobierno promueven polÃticas favorecidas por Israel y respaldadas por las organizaciones del Lobby.
Manipulación de los medios
Además de influir directamente en la polÃtica del gobierno, el Lobby procura determinar las percepciones del público sobre Israel y Oriente Medio. No quiere que surja un debate abierto sobre temas relacionados con Israel porque un debate abierto podrÃa llevar a que los estadounidenses se cuestionen el nivel de ayuda que actualmente aportan. Según esto, las organizaciones pro-israelÃes trabajan duro para influir en los medios, en grupos de expertos y en el mundo académico porque estas instituciones son decisivas a la hora de dar forma a la opinión popular.
La perspectiva del Lobby sobre Israel se ve ampliamente reflejada en los principales medios en buena medida porque la mayorÃa de los comentaristas son pro-israelÃes. El debate entre expertos en Oriente Medio, según escribe el periodista Eric Alterman, está “dominado por gente a la que nunca se le ocurrirÃa criticar a Israelâ€. Da una lista de 61 “columnistas y comentaristas con los que se puede contar para que apoyen a Israel reflexivamente y sin reservasâ€. En el lado contrario, Alterman sólo encontró cinco expertos que critican sistemáticamente el comportamiento Israel o que respaldan posiciones árabes. De vez en cuando los periódicos publican artÃculos de invitados que desafÃan la polÃtica israelÃ, pero el balance favorece claramente al otro bando.
Esta predisposición pro-Israel se refleja en los editoriales de los principales periódicos. Robert Bartley, último editor del Wall Street Journal, señaló una vez que “Shamir, Sharon, Bibi –sea lo que sea lo que quieren estos tÃos, para mà está bienâ€. No es sorprendente que el Journal, junto con otros periódicos importantes como The Chicago Sun-Times y The Washington Times, publiquen regularmente editoriales marcadamente pro-Israel. Revistas como Commentary, la New Republic y la Weekly Estándar también defienden celosamente siempre a Israel.
También encontramos esta predisposición editorial en periódicos como el New York Times. El Times rara vez critica la polÃtica israelà y a veces reconoce que los palestinos hacen reivindicaciones legÃtimas, pero no es imparcial. En sus memorias, por ejemplo, el ex-director ejecutivo del Times, Max Frankel reconoció el impacto que sus propias actitudes pro-israelÃes tenÃan en sus elecciones editoriales. En sus propias palabras: “Era mucho más devoto de Israel de lo que me atrevÃa a reconocerâ€. Y sigue: “Fortalecido por mis conocimiento de Israel y por mis amistades allÃ, yo mismo solÃa escribir muchos de los comentarios sobre Oriente Medio. Como más lectores árabes que judÃos reconocen, los escribÃa desde una perspectiva pro-israelÃâ€.
Las informaciones de los medios de nuevos acontecimientos referentes a Israel son de algún modo más imparciales que los comentarios editoriales, en parte porque los reporteros procuran ser objetivos, pero también porque es difÃcil cubrir sucesos en los territorios ocupados sin reconocer cuál es el comportamiento actual de Israel. Para desalentar las informaciones desfavorables sobre Israel, el Lobby organiza campañas de cartas, manifestaciones y boicots contra distribuidores de noticias cuyo contenido se considera anti-israelÃ. Un ejecutivo de la CNN ha dicho que a veces recibe 6.000 mensajes de correo electrónico en un solo dÃa en los que se quejan de que una historia es anti-israelÃ. De forma similar, el Comité norteamericano para la información fiel sobre Oriente Medio (CAMERA), también por-israelÃ, organizó manifestaciones ante las emisoras de 33 ciudades de la Radio Nacional Pública (NPR) en mayo de 2003 y también intentó convencer a los patrocinadores de que retirasen su apoyo a la NPR hasta que su información sobre Oriente Medio fuese más comprensiva con Israel. La sede de la NPR en Boston, WBUR, informó que habÃa perdido más de un millón de dólares en aportaciones como resultado de aquellos esfuerzos. La presión sobre la NPR también llegó desde los amigos de Israel en el Congreso, quienes pidieron a la NPR una auditorÃa interna asà como más supervisión en su información sobre Oriente Medio.
Estos factores ayudan a explicar por qué los medios norteamericanos contienen pocas crÃticas a la polÃtica de Israel, por qué pocas veces cuestionan la relación de Washington con Israel y por qué sólo ocasionalmente se discute la marcada influencia del Lobby en la polÃtica estadounidense.
Expertos con un único modo de pensar
Entre los expertos estadounidenses predominan las fuerzas pro-israelÃes, estos expertos juegan un papel muy importante en el desarrollo del debate público y también en la polÃtica. El Lobby creó su propio grupo de expertos en 1985 cuando Martin Indyk colaboró en la fundación del WINEP. A pesar de que el WINEP minimiza sus lazos con Israel y proclama en cambio que ofrece un perspectiva “equilibrada y realista†sobre los temas de Oriente Medio, ésa no es la realidad. De hecho, el WINEP lo fundaron y lo dirigen individuos que están profundamente comprometidos con potenciar el programa israelÃ.
La influencia del Lobby en el mundo de los expertos se extiende más allá del WINEP. Durante los últimos 25 años, fuerzas pro-israelÃes han establecido una presencia dominante en el Instituto Americano para la Empresa, la Institución Brookings, el Centro para PolitÃca de Seguridad, el Instituto de Investigación de PolÃtica Exterior, la Fundación Heritage, el Instituto Hudson, el Instituto para el Análisis de PolÃtica Exterior y el Instituto JudÃo para Asuntos de Seguridad Nacional (JINSA). Estos grupos de expertos son decididamente pro-israelÃes e incluyen pocos, o ningún, crÃtico con el apoyo estadounidense al estado judÃo.
Un buen indicador de la influencia del Lobby en el mundo de los expertos es la evolución de la Institución Brookings. Durante muchos años su mayor experto en temas de Oriente Medio fue William B. Quandt, un académico distinguido y antiguo miembro del Consejo de Seguridad Nacional con una bien merecida reputación de imparcialidad en lo referente al conflicto árabe-israelÃ. En la actualidad, sin embargo, el trabajo de Brookings sobre estos temas pasa a través de su Centro Saban para los Estudios de Oriente Medio, que está financiado por Haim Saban, un rico hombre de negocios israelÃ-norteamericano y un sionista ardiente. El director del Centro Saban es el omnipresente Martin Indyk. Asà pues, el que era un instituto polÃtico imparcial sobre temas de Oriente Medio es ahora parte del conjunto de expertos pro-israelÃes destacados.
Vigilancia del mundo académico
El Lobby ha tenido su debate más agobiante y difÃcil sobre Israel en los campus universitarios ya que la libertad académica está muy valorada y porque los profesores numerarios son difÃciles de amenazar o silenciar. Aun asÃ, hubo sólo unas mÃnimas crÃticas a Israel en los años 90 cuando comenzaba el proceso de paz de Oslo. Las crÃticas comenzaron después del colapso del proceso y con la subida al poder de Ariel Sharon a principios de 2001 y se hicieron especialmente intensas cuando las IDF reocuparon la Orilla Oeste en la primavera de 2002 usando una fuerza desmesurada contra la Segunda Intifada.
El Lobby reaccionó agresivamente para “recuperar los campusâ€. Surgieron nuevos grupos como la Caravana porla Democracia que llevaba a oradores israelÃes a las universidades estadounidenses. Grupos establecidos como el Consejo JudÃo para Asuntos Públicos y Hillel entraron en acción y un grupo nuevo –Coalición Israelà en los Campus– se formó para coordinar a tantos grupos que buscaban defender el caso israelà en los campus. Al final, el AIPAC triplicó sus partidas presupuestarias destinadas a controlar las actividades universitarias y a formar jóvenes abogados para Israel con la finalidad de “expandir ampliamente el número de estudiantes universitarios comprometidos … en el esfuerzo nacional pro-israelÃâ€.
El Lobby también controla lo que los profesores escriben y enseñan. En setiembre de 2002, por ejemplo, Martin Kramen y Daniel Pipes, dos apasionados pro-israelÃes neoconservadores, fundaron una página web (Campus Watch) en la que hacÃan públicos dosieres sobre académicos sospechosos y animaba a los estudiantes a informar sobre comentarios o comportamientos que pudiesen ser considerados hostiles hacia Israel. Este intento transparente de poner en la lista negra y de intimidar a expertos provocó una fuerte reacción y Pipes y Kramer retiraron los dosieres, pero la página web sigue invitando a los alumnos a que informen sobre supuesto comportamiento anti-israelà en las universidades norteamericanas.
Algunos grupos del Lobby también dirigen su fuego hacia profesores en particular y hacia las universidades que los contratan. La Universidad de Columbia, que tenÃa como profesor en una facultad al palestino Edward Said, ha sido frecuentemente un objetivo de las fuerzas pro-israelÃes. Jonathan Cole, anterior rector de Columbia, informó de que “Podemos estar seguros de que cualquier declaración pública a favor del pueblo palestino que haga el eminente crÃtico literario Edward Said provocará que recibamos cientos de correos electrónicos, cartas y artÃculos periodÃsticos que nos pidan que denunciemos a Said o que lo sancionemos o que lo despidamosâ€. Cuando Columbia contrató al historiador Rashid Khalid que estaba en la Universidad de Chicago, Cole dijo que “las quejas de gente que no estaba de acuerdo con el contenido de sus ideas polÃticas empezaron a llegarâ€. Princeton se enfrentó al mismo problema pocos años después cuando consideró contratar a Khalidi y arrebatárselo a Columbia.
Una ilustración clásica del esfuerzo de esta policÃa académica se dio a finales de 2004 cuando el “Proyecto David†produjo un film propagandÃstico afirmando que el programa del profesorado de los estudios de Oriente Medio de la Universidad de Columbia era antisemita y que intimidaba a los estudiantes judÃos que defendÃan a Israel. Removieron Columbia de arriba abajo, pero un comité asignado para esta investigación no encontró prueba alguna de antisemitismo y el único incidente digno de mencionar fue la posibilidad de que un profesor habÃa “respondido acaloradamente†a la pregunta de un estudiante. El comité descubrió también que los profesores acusados habÃan sido blanco de una campaña de intimidación.
Quizá el aspecto más inquietante de esta campaña para eliminar la crÃtica a Israel en los campus sea el esfuerzo de los grupos judÃos por hacer que el Congreso establezca mecanismos que controlen lo que los profesores dicen sobre Israel. A las universidades que se suponÃa que tenÃan predisposición anti-israelà se les negarÃan fondos federales. Este esfuerzo por entrar en la polÃtica de campus de los EE. UU. todavÃa no ha tenido éxito, pero el intento ilustra la importancia de los grupos pro-israelÃes en el control del debate de estos temas.
Finalmente, un número de filántropos judÃos han fundado programas de estudios israelÃes (que se suman a los casi 130 programas de estudios judÃos ya existentes) con el fin de incrementar el número de profesores pro-Israel en los campus. La Universidad de Nueva York anunció la creación del Centro Taub para estudios israelÃes el uno de mayo de 2003 y programas similares se han ido creando en otras universidades como Berkeley, Brandeis y Emory. La administración académica insiste en el valor pedagógico de estos programas, pero la verdad es que, en gran parte, su finalidad es promocionar la imagen de Israel en los campus. Fred Laffer, director de la Fundación Taub, deja claro que su Fundación creó el centro de la Universidad de Nueva York para ayudar a hacer frente al “punto de vista árabe (sic)†que él cree que es el predominante en los programas sobre Oriente Medio de la Universidad de Nueva York.
En resumen, el Lobby ha llegado a realizar esfuerzos considerables para aislar a Israel de las crÃticas de los campus universitarios. No ha tenido tanto éxito en el mundo académico como en el Capitolio, pero ha trabajado duro para suprimir las crÃticas a Israel por parte de profesores y estudiantes y hoy en dÃa hay muchas menos en los campus.
El gran silenciador
Ninguna discusión sobre cómo opera el Lobby estarÃa completa sin examinar una de sus armas más poderosas: la acusación de antisemitismo. Cualquiera que critique las acciones de Israel o que diga que los grupos pro-israelÃes tienen una influencia significativa sobre la polÃtica estadounidense en Oriente Medio –una influencia que festeja el AIPAC– corre el riesgo de que lo etiqueten de antisemita. De hecho cualquiera que diga que hay un Lobby israelà corre el riesgo de que se le acuse de antisemita, a pesar de que los mismos medios israelÃes se refieren al “Lobby JudÃo†de EE. UU. En efecto, el Lobby alardea de su propio poder y luego ataca a cualquiera que llame la atención sobre ese hecho. Esa táctica es muy eficaz porque el antisemitismo es detestable y ninguna persona responsable quiere que le acusen de algo asÃ.
Los europeos han estado en los últimos tiempos más dispuestos que los estadounidenses a criticar la polÃtica de Israel, algo que algunos atribuyen a un resurgir del antisemitismo en Europa. Estamos “llegando a un puntoâ€, dijo el embajador estadounidense en la Unión Europea a principios de 2004, “en el que estamos tan mal como en 1930â€. Medir el antisemitismo es un asunto complicado, pero el peso de la prueba apunta en la dirección opuesta. Por ejemplo, en la primavera de 2004, cuando las acusaciones de antisemitismo en Europa se hacÃan notar en los EE. UU., distintas encuestas a la opinión pública europea llevadas a cabo por la Liga antidifamación y el Centro de investigación Pew para el pueblo y la prensa mostraron que en realidad estaba declinando.
Tomemos por ejemplo Francia, a quien las fuerzas pro-israelÃes retratan a menudo como el estado más antisemita de Europa. Una encuesta realizada a ciudadanos en 2002 descubrió que el 89% se podrÃa imaginar viviendo con un judÃo; el 97% creÃa que hacer grafitis antisemitas es un delito grave; el 87% opinaba que los ataques a sinagogas francesas era un escándalo; y el 85% de los católicos practicantes franceses rechazaban la afirmación de que los judÃos tienen demasiada importancia en los negocios y las finanzas. No nos sorprende que el presidente de la Comunidad JudÃafrancesa declarase en el verano de 2003 que “Francia no es más antisemita que los EE. UU.â€. Según un artÃculo reciente aparecido en Ha’aretz, la policÃa francesa informó de que los incidentes antisemitas en Francia habÃan disminuido casi un 50% en 2005 y esto a pesar del hecho de que Francia tiene la mayor población musulmana de toda Europa.
Por último, cuando un judÃo francés fue brutalmente asesinado el mes pasado por una banda musulmana, decenas de miles de franceses salieron a la calle para condenar el antisemitismo. Aún más, el presidente francés Jacques Chirac y el primer ministro Dominique de Villepin asistieron al servicio fúnebre para mostrar su solidaridad con los judÃos franceses. También merece la pena señalar que en 2002 emigraron más judÃos a Alemania que a Israel, haciendo que sea “la comunidad judÃa con más crecimiento de todo el mundoâ€, según un artÃculo publicado en el periódico judÃo Forward. Si Europa de verdad está volviendo a 1930, resulta difÃcil imaginar que los judÃos vuelvan a ella en grandes cantidades.
Reconocemos, sin embargo, que Europa no está libre del estigma del antisemitismo. Nadie puede negar que todavÃa quedan algunos antisemitas autóctonos y virulentos en Europa (también los hay en los EE. UU.), pero su número es pequeño y sus opiniones extremas se ven rechazadas por la gran mayorÃa de los europeos. Tampoco puede negarse que hay antisemistismo entre los musulmanes europeos, en parte provocado por el comportamiento israelà hacia los palestinos y otra parte debido sencillamente al racismo. Este problema es preocupante, pero está bajo control. Los musulmanes constituyen menos del cinco por ciento de la población total europea y los gobiernos europeos trabajan duro para atajar el problema. ¿Por qué? Porque la mayorÃa de los europeos rechazan esas ideas. En resumen, en lo referente al antisemitismo, la Europa actual no guarda apenas ningún parecido con la Europa de 1930.
Por eso las fuerzas pro-israelÃes, cuando se ven forzadas a ir más allá de la afirmación, explican que hay un “nuevo antisemitismo†que identifican con las crÃticas a Israel. En otras palabras, critica la polÃtica de Israel y por definición eres antisemita. Cuando el sÃnodo de la Iglesia Anglicana votó recientemente dejar de invertir en Caterpillar Inc basándose en que Caterpillar fabrica los bulldozers que se usan para demoler los hogares de los palestinos, el gran rabino se quejó de que esto tendrÃa graves repercusiones en … las relaciones cristiano-judÃas en Gran Bretaña, mientras el rabino Tony Bayfiel, cabeza del movimiento reformista dijo: “Hay un claro problema de antisionismo –al borde del antisemitismo– y estas actitudes surgen de las raÃces de las hierbas e incluso en las filas de la Iglesiaâ€. Sin embargo, la Iglesia no era culpable ni de antisionismo ni de antisemitismo, sólo protestaba por la polÃtica israelÃ.
A los que son crÃticos también se les acusa de colocar a Israel en un lugar injusto o de cuestionar su derecho a existir, pero esas acusaciones también son falsas. Los occidentales que critican a Israel casi nunca cuestionan su derecho a existir. Al contrario, lo que cuestionan es su comportamiento hacia los palestinos, que es una crÃtica legÃtima: los mismos israelÃes lo cuestionan. Tampoco se está juzgando injustamente a Israel. Pero la forma israelà de tratar a los palestinos suscita crÃticas por ser contraria a las normas ampliamente aceptadas sobre derechos humanos y leyes internacionales, además del principio de autodeterminación nacional. Y no es precisamente el único paÃs que ha tenido que enfrentarse a duras crÃticas por motivos similares.
En resumen, otros lobbies étnicos sólo pueden soñar con tener el músculo polÃtico que poseen las organizaciones pro-Israel. La cuestión, por lo tanto, es ¿qué efecto tiene el Lobby en la polÃtica exterior de los EE. UU.?
LA COLA QUE MUEVE AL PERRO
Si el impacto del Lobby se limitase a la ayuda económica de los EE. UU. a Israel, su influencia no serÃa tan preocupante. La ayuda extranjera es valiosa, pero no tan útil como tener a la superpotencia mundial para que actúe con sus amplias capacidades a favor de Israel. Por consiguiente, el Lobby ha procurado manejar los elementos principales de la polÃtica estadounidense en Oriente Medio. En particular ha conseguido convencer a los lÃderes norteamericanos de que apoyen a Israel en su represión continua sobre los palestinos y que apunten contra sus principales adversarios de la región: Irán, Irak y Siria.
Demonizar a los palestinos
Esto ya está ampliamente olvidado, pero en el otoño de 2001 y especialmente en la primavera de 2002, la administración Bush intentó reducir el sentimiento antiamericano del mundo árabe y reducir el apoyo a grupos terroristas como al Qaeda deteniendo las polÃticas expansionistas de Israel en los territorios ocupados y abogando por la creación de un estado palestino.
Bush tenÃa un enorme potencial de aplacamiento a su disposición. PodÃa haber amenazado con reducir la ayuda económica y diplomática que los EE. UU. ofrecÃan a Israel y el pueblo estadounidense seguro que lo apoyaba. Una encuesta de mayo de 2003 reflejaba que más del 60% de los norteamericanos estaban de acuerdo con retirar ayudas a Israel si se resistÃa a la presión de los EE. UU. para solucionar el conflicto y ese porcentaje llegaba al 70% entre los estadounidenses “polÃticamente activosâ€. También es destacable que el 73% opinaba que los EE. UU. no deberÃan favorecer a ninguno de los dos bandos.
Pero la administración Bush no consiguió cambiar la polÃtica israelà y Washington acabó respaldando el enfoque de lÃnea dura de Israel. Con el tiempo la administración también adoptó las justificaciones israelÃes para esa actuación, asà que la retórica israelà y estadounidense llegó a ser similar. En febrero de 2003 un titular del Washington Post resumÃa la situación: “Bush y Sharon casi idénticos en la polÃtica de Oriente Medioâ€. El principal motivo de este cambio fue el Lobby.
La historia comienza a finales de setiembre de 2001 cuando el presidente Bush comienza a presionar al primer ministro israelà Sharon para que se modere en los territorios ocupados. También presiona a Sharon para que permita al ministro de exteriores Shimon Peres que se reúna con el lÃder palestino Yasser Arafat, a pesar de que Bush era muy crÃtico con el liderazgo de Arafat. Bush llegó a decir públicamente que poyaba un estado palestino. Alarmado por estos planteamientos, Sharon acusó a Bush de intentar “apaciguar a los árabes a nuestra costaâ€, avisando de que Israel “no serÃa Checoslovaquiaâ€.
Según se dice, Bush se puso furioso cuando Sharon lo comparó con Neville Chamberlain y el secretario de prensa de la Casa Blanca Ari Fleischer declaró que las afirmaciones de Sharon eran “inaceptablesâ€. El primer ministro israelà ofreció una disculpa pro forma, pero se alió rápidamente con el Lobby para convencer a la administración Bush y al pueblo americano de que los EE. UU. e Israel se enfrentaban a una amenaza común del terrorismo. Funcionarios israelÃes y representantes del Lobby insistieron repetidamente de que no habÃa una diferencia real entre Arafat y Osama Bin Laden e insistieron en que los EE. UU. e Israel debÃan aislar al lÃder electo palestino y no tener nada que ver con él.
El Lobby también se puso a trabajar en el Congreso. El 16 de noviembre, 89 senadores enviaron una carta a Bush en la que alababan su negativa a reunirse con Arafat y en la que le pedÃan que los EE. UU. no impidieran a Israel tomar represalias contra los palestinos e insistÃan en que el gobierno dejase públicamente claro que apoyaba firmemente a Israel. Según el New York Times, la carta “habÃa surgido en una reunión de hace dos semanas entre lÃderes de la comunidad judÃa y senadores clave†y añadÃa que el AIPAC habÃa sido “especialmente activo ofreciendo consejos para la cartaâ€.
A finales de noviembre las relaciones entre Tel Aviv y Washington habÃan mejorado considerablemente. Esto se debe en parte a los esfuerzos del Lobby para moldear la polÃtica estadounidense en la dirección de Israel, pero también a la victoria inicial de los EE. UU. en Afganistán, lo que reducÃa la necesidad de apoyo árabe para tratar con al Qaeda. Sharon visitó la Casa Blanca a principios de diciembre y mantuvo una reunión amistosa con Bush.
Pero los problemas volvieron a surgir en abril de 2002, después de que las IDF lanzaran la Operación Escudodefensivo y retomaran el control de prácticamente la mayorÃa de áreas palestinas de la Orilla Oeste. Bush sabÃa que la acción de Israel dañarÃa la imagen estadounidense en el mundo árabe e islámico y que minarÃa la guerra contra el terrorismo, asà que el cuatro de abril pidió que Sharon “detuviese las incursiones y comenzase a retirarseâ€. Subrayó este mensaje dos dÃas después diciendo que la “retirada debÃa ser inmediataâ€. El siete de abril, la consejera para la seguridad nacional, Condoleezza Rice, dijo a los periodistas que “inmediata quiere decir inmediata. Quiere decir yaâ€. Aquel mismo dÃa el secretario de estado Colin Powell salió para Oriente Medio para presionar a las partes para que dejasen la lucha y comenzasen a negociar.
Israel y el Lobby entraron en acción. Un objetivo clave era Powell, quien comenzó a notar una intensa presión por parte de funcionarios pro-israelÃes de la oficina del vicepresidente Cheney y del Pentágono, asà como también de expertos neoconservadores como Robert Kagan y William Kristol que le acusaban de haber “borrado virtualmente la distinción entre terroristas y los que luchan contra los terroristasâ€. Un segundo objetivo era el mismo Bush, quien estaba empezando a presionar a lÃderes judÃos y a cristianos evangélicos, estos últimos un componente clave de sus bases polÃticas. Tom DeLay y Dick Armey eran especialmente francos sobre la necesidad de apoyar a Israel y DeLay y el lÃder de la minorÃa del Senado Trent Lott visitaron la Casa Blanca y le advirtieron a Bush que se echase atrás.
El primer signo de que Bush estaba cediendo llegó el 11 de abril –sólo una semana después de haber dicho a Sharon que retirase sus tropas– cuando Ari Fleischer dijo que el Presidente cree que Sharon es “un hombre de pazâ€. Bush repitió públicamente esta afirmación al regreso de Powell de su frustrada misión y les dijo a los periodistas que Sharon habÃa respondido satisfactoriamente a su llamada para una retirada completa e inmediata. Sharon no habÃa hecho nada de eso, pero el Presidente de los EE. UU. no estaba dispuesto a insistir más sobre ese punto.
Mientras tanto, el Congreso también apoyaba a Sharon. El dos de mayo hizo caso omiso de las objeciones del gobierno y aprobó dos resoluciones reafirmando el apoyo a Israel. (La votación del Senado fue de 94 contra 2; la de la Cámara se aprobó por 352 contra 21). Ambas resoluciones insistÃan en que los EE. UU. “son solidarios con Israel†y en que los dos paÃses están, según la cita de la resolución de la Cámara “ahora unidos en una lucha común contra el terrorismoâ€. La versión de la Cámaratambién condenaba “el actual apoyo al terror por parte de Yasir Arafat†a quien se describÃa como un elemento central del problema del terrorismo. Unos dÃas después una delegación bipartidaria de congresistas en misión de reconocimiento en Israel declaró públicamente que Sharon deberÃa resistirse a la presión de los EE. UU. para negociar con Arafat. El nueve de mayo un subcomité dela Comisión de Gastos de la Cámara de Representantes se reunió para tomar en consideración darle a Israel 200 millones de dólares más para luchar contra el terrorismo. El secretario de estado Powell se opuso a la medida, pero el Lobby la respaldó, igual que habÃa ayudado en la autorÃa de las dos resoluciones del Congreso. Powell perdió.
En resumen, Sharon y el Lobby se enfrentaron al presidente de los EE. UU. y triunfaron. Hemi Shalev, un periodista del periódico israelà Ma’ariv informó de que los ayudantes de Sharon “no podÃan esconder su satisfacción ante el fracaso de Powell. Sharon miró a los ojos al presidente Bush, ambos fanfarroneaban, pero el Presidente pestañeó primeroâ€. Pero fueron las fuerzas pro-Israel de los EE. UU., no Sharon ni Israel, las que jugaron el papel decisivo en la derrota de Bush.
La situación ha cambiado poco desde entonces. La administración Bush se negó a seguir negociando con Arafat, quien murió en noviembre de 2004. Posteriormente ha aceptado al nuevo lÃder palestino, Mahmoud Abbas, pero ha hecho poco por ayudarle a conseguir un estado viable. Sharon ha continuado desarrollando sus planes para un “desacoplamiento†unilateral de los palestinos que se basa en la retirada de Gaza unida a una expansión continua por la Orilla Oeste, lo que lleva consigo la construcción de la llamada “valla de seguridad†sobre tierras de propiedad palestina y ampliando los asentamientos y las redes de carreteras. Se niega a negociar con Abbas (que está a favor de un acuerdo negociado) haciendo que sea imposible para éste ofrecer beneficios tangibles al pueblo palestino. La estrategia de Sharon contribuyó directamente a la reciente victoria electoral de Hamás. Con Hamás en el poder resulta que Israel tiene otra excusa para no negociar. El gobierno ha apoyado las acciones de Sharon (y las de su sucesor, Ehud Olmert), y Bush ha respaldado incluso anexiones unilaterales de Israel en los territorios ocupados dando marcha a atrás en la polÃtica estatal de todos los presidentes desde Lyndon Johnson.
Algunos miembros del gobierno estadounidense han hecho crÃticas suaves a algunas acciones israelÃes, pero han hecho muy poco para contribuir a la creación de un estado palestino viable. Un antiguo asesor para la seguridad nacional, Bret Scowcroft, llegó a declarar en octubre de 2004 que Sharon tenÃa al presidente Bush “comiendo en la palma de su manoâ€. Si Bush intenta distanciar a los EE. UU. de Israel o incluso si critica las acciones israelÃes en los territorios ocupados, seguramente tendrá que enfrentarse a la ira del Lobby y a sus partidarios en el Congreso. Los candidatos del partido demócrata a la presidencia comprenden perfectamente también estos hechos de la vida, por eso mismo John Kerry se esforzó mucho para demostrar su apoyo sincero a Israel en 2004 y por eso también Hillary Clinton está haciendo lo mismo hoy en dÃa.
Mantener el apoyo estadounidense a las polÃticas israelÃes contra los palestinos es una meta vital para el Lobby, pero sus ambiciones no terminan ahÃ. También quiere que los EE. UU. ayuden a Israel a seguir siendo la fuerza dominante en la región. Como era de esperar, el gobierno israelà y los grupos pro-Israel de los EE. UU. trabajan juntos para manejar la polÃtica de la administración Bush con respecto a Irak, Siria e Irán y también con respecto a su gran esquema para la reordenación de Oriente Medio.
Israel y la guerra de Irak
La presión por parte de Israel y del Lobby no ha sido el único factor existente tras la decisión estadounidense de atacar Irak en marzo de 2003, pero fue un elemento decisivo. Algunos estadounidenses creen que ésta fue “una guerra por petróleoâ€, pero hay muy pocas pruebas que apoyen esa afirmación. En lugar de eso, la guerra vino motivada en gran medida por el deseo de hacer que Israel estuviese más seguro. Según Philip Zelikow, miembro de la Junta Consultiva del Presidente para Informaciones Extranjeras (2001-2003), director ejecutivo de la comisión del 11S y ahora consejero de la secretaria de estado Condoleezza Rice, la “amenaza real†de Irak no era una amenaza contra los EE. UU. La “amenaza tácita†era “la amenaza contra Israelâ€, dijo Zelikow al público de la Universidad de Virginia en setiembre de 2002, señalando además que “el gobierno norteamericano no quiere insistir demasiado sobre esto porque no es un tema popularâ€.
El 16 de agosto de 2002, once dÃas antes de que el vicepresidente Cheney empezase la campaña a favor de la guerra con un discurso de lÃnea dura a los veteranos de guerras en el extranjero, el Washington Post informó de que “Israel presiona a miembros del gobierno de los EE. UU. para que no retrasen un ataque militar contra el Irak de Saddam Husseinâ€. En este punto, según Sharon, la coordinación estratégica entre Israel y los EE. UU. habÃa alcanzado “dimensiones sin precedentes†y miembros de la inteligencia israelà le habÃan dado a Washington varios informes alarmantes sobre los programas iraquÃes de armas de destrucción masiva. Como dirÃa después un general israelà retirado: “La inteligencia Israel fue el gran aliado del cuadro presentado por la inteligencia norteamericana y británica con respecto a la capacidad de armas no convencionales de Irakâ€.
Los lÃderes israelÃes se angustiaron profundamente cuando el presidente Bush decidió pedir la autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para entrar en guerra en setiembre y se preocuparon todavÃa más cuando Saddam permitió que inspectores de Naciones Unidas volviesen a Irak ya que estos acontecimientos parecÃan reducir las probabilidades de una guerra. El ministro de exteriores Shimon Peres dijo a los periodistas en setiembre de 2002 que “la campaña contra Saddam Hussein es una necesidad. Las inspecciones y los inspectores están bien para la gente decente, pero la gente deshonesta vence fácilmente a inspecciones e inspectoresâ€.
Al mismo tiempo, el ex primer ministro Ehud Barak escribió un artÃculo en el New York Times advirtiendo que “ahora el mayor riesgo es no hacer nadaâ€. Su predecesor, Bejamin Netanyahu, publicó un artÃculo similar en el Wall Street Journal que se titulaba “El argumento para derrocar a Saddamâ€. Netanyahu declaraba “Hoy en dÃa no vale nada más que desmantelar su régimen†y añadÃa que “creo que hablo por la aplastante mayorÃa de israelÃes al apoyar un ataque preventivo contra el régimen de Saddamâ€. O como informaba Ha’aretz en febrero de 2003: “Los militares (israelÃes) y los lÃderes polÃticos anhelan una guerra en Irakâ€.
Pero como Netanyahu sugiere, el deseo de guerra no se reducÃa a los lÃderes israelÃes. Aparte de Kuwait, que Saddam habÃa conquistado en 1990, Israel era el único paÃs del mundo donde tanto los polÃticos como la opinión pública apoyaban con entusiasmo la guerra. Como observó en aquel momento el periodista Gideon Levy, “Israel es el único paÃs occidental cuyos lÃderes apoyan la guerra sin reservas y donde no se expresa ninguna opinión alternativaâ€. De hecho, los israelÃes tenÃan tanto entusiasmo por la guerra que sus aliados norteamericanos les dijeron que sofocasen esa retórica de lÃnea dura no fuese a parecer que la guerra era por Israel.
El Lobby y la guerra de Irak
Dentro de los EE. UU. la fuerza principal detrás de la guerra de Irak era un pequeño grupo de neoconservadores, muchos de ellos con vÃnculos estrechos con el Partido Likud israelÃ. Además, lÃderes clave de las principales organizaciones del Lobby prestaron sus voces para la campaña a favor de la guerra. Según Forward “Mientras el presidente Bush intentaba vender … la guerra de Irak, las organizaciones judÃas más importantes de los EE. UU. se unieron en una sola para defenderlo. Declaración tras declaración los lÃderes de la comunidad resaltaron la necesidad de liberar al mundo de Saddam Hussein y de sus armas de destrucción masivaâ€. El editorial sigue diciendo que “la preocupación por la seguridad de Israel influyó legÃtimamente en las deliberaciones de los principales grupos judÃosâ€.
A pesar de que los neoconservadores y otros lÃderes del Lobby ansiaban invadir Irak, la mayorÃa de la comunidad judÃa norteamericana no. De hecho, Samuel Freedman informó justo después del comienzo de la guerra de que “una recopilación de encuestas a nivel nacional llevadas a cabo por el Centro de Investigación Pew muestra que los judÃos apoyan en menor grado la guerra de Irak que la población en general, 52% contra 62%â€. A pesar de todo nos equivocarÃamos si achacásemos la guerra de Irak a la “influencia judÃaâ€. En realidad la guerra se debió en gran medida a la influencia del Lobby, particularmente a los neoconservadores incluidos en él.
Los neoconservadores ya estaban determinados a derrocar a Saddam antes de que Bush llegase a la presidencia. Ya habÃan causado una conmoción a principios de 1998 al publicar dos cartas abiertas al presidente Clinton pidiendo que se retirase a Saddam del poder. Los firmante, muchos de los cuales tenÃan vÃnculos estrechos con grupos pro-Israel como JINSA o WINEP, y en sus filas estaban Elliot Abrams John Bolton, Douglas Feith, William Kristol, Bernard Lewis, Donald Rumsfeld, Richard Perle y Paul Wolfowitz no tuvieron muchos problemas para convencer a la administración Clinton de que adoptase la meta general de expulsar a Saddam. Pero los neoconservadores no fueron capaces de vender una guerra para alcanzar ese objetivo. Como tampoco fueron capaces de generar mucho entusiasmo hacia la invasión de Irak en los primeros meses de la administración Bush. Con todo lo importantes que fueron los neoconservadores para conseguir la guerra de Irak, necesitaron ayuda para alcanzar su meta.
La ayuda llegó el 11S. EspecÃficamente, los terribles acontecimientos de ese dÃa llevaron a Bush y a Cheney a cambiar el rumbo y a convertirse en grandes defensores de una guerra preventiva en Irak para derrocar a Saddam. Los neoconservadores del Lobby –principalmente Scooter Libby, Paul Wolfowitz y el historiador de Princetown Bernadr Lewis– jugaron papeles destacados en el convencimiento del presidente y el vicepresidente a favor de la guerra.
Para los neoconservadores el 11S fue una oportunidad dorada de defender la postura de la guerra de Irak. En una reunión clave en Camp David el 15 de setiembre, Wolfowitz defendió atacar Irak antes que Afganistán, a pesar de que no habÃa pruebas de que Saddam tuviese algo que ver con los ataques a los EE. UU. y se sabÃa que Bin Laden estaba en Afganistán. Bush rechazó su consejo y decidió ir a por Afganistán, pero la guerra de Irak era ahora una posibilidad seria y el Presidente de los EE. UU. encargó a los planificadores militares el 21 de noviembre de 2001 que desarrollaran planes concretos para una invasión.
Mientras tanto, otros neoconservadores seguÃan trabajando en los pasillos del poder. TodavÃa no tenemos la historia completa, pero académicos como Lewis y Fouad Ajami de la Universidad John Hopkins jugaron, según se dice, papeles clave para convencer al vicepresidente Cheney de ir a la guerra. Las opiniones de Cheney también estaban muy influidas por los neoconservadores de su equipo, especialmente Eric Edelman, John Hannah y el jefe de grupo Libby, uno de los personajes más importantes del gobierno. La influencia del vicepresidente ayudó a convencer a Bush a principios de 2002. Con Bush y Cheney a bordo, la guerra estaba decidida.
Fuera del gobierno, los expertos neoconservadores no perdÃan el tiempo y proclamaban que invadir Irak era esencial para ganar la guerra al terrorismo. Sus esfuerzos se dirigÃan especialmente a mantener la presión sobre Bush y en parte pretendÃan vencer la oposición a la guerra dentro y fuera del gobierno. El 20 de setiembre un grupo de destacados neoconservadores y sus aliados publicaron otra carta abierta en la que le decÃan al Presidente que “aunque las pruebas no relacionen directamente a Irak con el ataque (del 11S), cualquier estrategia destinada a la erradicación del terrorismo y de los que lo apoyan debe incluir un esfuerzo firme para desbancar a Saddam Hussein del poder en Irakâ€. La carta también le recordaba a Bush que “Israel ha sido y sigue siendo el más firme aliado de los EE. UU. contra el terrorismo internacionalâ€. En la edición del uno de octubre del Weekly Standard Robert Kagan y William Kristol pedÃan un cambio de régimen en Irak inmediatamente después de la derrota talibán. Ese mismo dÃa, Charles Krauthammer exponÃa en el Washington Post que cuando hayamos acabado en Afganistán, Siria deberÃa ser el siguiente, seguido por Irán e Irak. “La guerra contra el terrorismoâ€, argumentaba, “terminará en Bagdadâ€, cuando acabemos con “el régimen terrorista más peligroso del mundoâ€.
Estas salvas fueron el principio de una campaña de relaciones públicas implacable con el fin de ganar apoyos para invadir Irak. Una parte clave de esta campaña fue la manipulación de la información de inteligencia para que Saddam pareciese una amenaza inminente. Por ejemplo, Libby visitó la CIA varias veces para presionar a los analistas para que encontrasen pruebas que demostrasen la postura de la guerra y ayudó a preparar un informe detallado sobre la amenaza de Irak a principios de 2003 que llegó a Colin Powell que estaba preparando su infame informe sobre la amenaza iraquà ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Según Bob Woodward, Powell “estaba horrorizado ante lo que él consideraba ir demasiado lejos e hipérbole. Libby sólo sacaba las peores conclusiones de fragmentos e hilos de sedaâ€. A pesar de que Powell descartó las afirmaciones más escandalosas de Libby, su exposición ante la ONU seguÃa plagada de errores como Powell reconoce ahora.
La campaña para manipular a los servicios de inteligencia también alcanzaba a dos organizaciones creadas después del 11S que informaban directamente al subsecretario de defensa Douglas Faith. El Grupo de Evaluación de la PolÃtica Contra el terrorismo debÃa buscar relaciones entre al Qaeda e Irak que la comunidad de inteligencia supuestamente no habÃa visto. Los dos miembros clave fueron Wurmser, neoconservador de núcleo duro, y Michael Maloof, un libanés-norteamericano que tenÃa vÃnculos estrechos con Perle. La Oficina de Planes Especiales tenÃa la misión de encontrar pruebas que pudieran usarse para vender la guerra contra Irak. La dirigÃa Abram Shulsky, un neoconservador con antiguos lazos con Wolfowitz y en sus filas habÃa expertos pro-Israel.
Como prácticamente todos los neoconservadores, Feith está muy comprometido con Israel. También tiene lazos antiguos con el Likud. En los años 90 escribió artÃculos apoyando los asentamientos y defendiendo que Israel debÃa mantener los territorios ocupados. Más importante aún, junto con Perle y Wurmser, en junio de 1996 escribió el famoso informe “Clean Break†para el primer ministro israelà entrante Benjamin Netanyahu. Entre otras cosas recomendaba a Netanyahu que se “centrase en eliminar a Saddam Hussein del poder en Irak –un objetivo israelà estratégicamente importante por derecho propioâ€. También decÃa que Israel debÃa dar los pasos necesarios para reordenar todo Oriente Medio. Netanyahu no puso en práctica sus consejos, pero Feith, Perle y Wurmser pronto abogaron porque la administración Bush persiguiese los mismos fines. La situación llevó al columnista de Ha’aretz Akiva Eldar a avisar de que Feith y Perle “están caminando sobre una lÃnea fina que está entre su lealtad a los gobiernos estadounidenses … y los intereses israelÃesâ€.
Wolfowitz está igualmente comprometido con Israel. Forwardk le describió una vez como “la voz pro-Israel más dura del gobierno†y le eligieron en 2002 como el primero de 50 personajes destacados que “se han dedicado conscientemente al activismo judÃoâ€. Aproximadamente en la misma época, JINSA otorgó a Wolfowitz su Premio Jackson a Servicios Distinguidos por promocionar una sociedad fuerte entre Israel y los EE. UU. y el Jerusalén Post describiéndolo como “devotamente pro-Israel†le nombró “Hombre del año†en 2003.
Finalmente unas pocas palabras sobre el apoyo pre-guerra de los neoconservadores a Ahmed Chalabi, el exiliado iraquà sin escrúpulos que dirigÃa el Congreso Nacional Iraquà (INC). Acogieron a Chalabi porque habÃa trabajado en el establecimiento de vÃnculos estrechos entre grupos judÃo-norteamericanos y habÃa proclamado que fomentarÃa las buenas relaciones con Israel cuando llegase al poder. Eso era precisamente lo que los pro-israelÃes que proponÃan un cambio de régimen querÃan oÃr, asà que apoyaron a Chalabi. El periodista Matthew Berger expuso el meollo del trato en el Jewish Journal: “El INC vio en la mejora de las relaciones un camino para explotar la influencia judÃa en Washington y en Jerusalén y para movilizar un mayor apoyo para su causa. Por su parte los grupos judÃos vieron la oportunidad de pavimentar el camino para unas mejores relaciones entre Israel e Irak, si y cuando el INC se implique en sustituir el régimen de Saddam Husseinâ€.
Dada la devoción de los neoconservadores hacia Israel, su obsesión con Irak y su influencia en la administración Bush, no sorprende que muchos norteamericanos sospecharan que la guerra estaba diseñada para fomentar los intereses israelÃes. Por ejemplo, Barry Jacobs del Comité JudÃo-Americano reconoció en marzo de 2005 que la creencia de que Israel y los neoconservadores conspiraban para conseguir que los EE. UU. entraran en guerra con Irak era “generalizada†en la comunidad de inteligencia estadounidense. Pero muy poca gente dirÃa algo asà en público, y la mayorÃa de los que lo hicieron – incluyendo al senador Ernest Hollings (Demócrata, Carolina del Sur) y el representante James Moran (Demócrata, Virginia) – fueron censurados por sacar el tema. Michael Kinsley lo expuso claramente a finales de 2002 cuando escribió que “la falta de discusión pública sobre el papel de Israel … es como el elefante en la habitación del refrán: todo el mundo lo ve, pero nadie lo mencionaâ€. La razón para esta renuencia, observó, era el miedo a ser etiquetado como antisemita. Aun asÃ, caben pocas dudas sobre que Israel y el Lobby fueron factores clave en la decisión de la guerra. Sin los esfuerzos del Lobby, los EE. UU. habrÃan estado más lejos de ir a la guerra en marzo de 2003.
Sueños de transformación regional
Se suponÃa que la guerra de Irak no iba a ser un cenagal costoso. Al contrario, se pretendÃa que fuese un primer paso de un plan más amplio para reordenar Oriente Medio. Esta ambiciosa estrategia fue un cambio dramático con respecto a la polÃtica previa de los EE. UU. y el Lobby e Israel dirigÃan de forma crÃtica las fuerzas de este cambio. Este punto quedó claro tras el comienzo de la guerra de Irak en una historia de portada del Wall Street Journal. El titular decÃa: “El sueño del Presidente: cambiar no sólo un régimen sino una región. Una zona democrática pro EE. UU. es una meta que tiene raÃces israelÃes y neoconservadorasâ€.
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Las fuerzas pro-israelÃes están interesadas desde hace mucho en conseguir que los EE. UU. se involucren más directamente en el ámbito militar en Oriente Medio para ayudar a proteger a Israel. Pero durante la guerra frÃa el éxito en este campo fue limitado porque los EE. UU. actuaban en la región como un “nivelador en la distanciaâ€. La mayorÃa de las tropas estadounidenses destinadas en Oriente Medio, como las Tropas de Despliegue Rápido, se mantuvieron “más allá del horizonte†y donde no podÃan recibir daños. Washington mantuvo un equilibrio de poder favorable haciendo que los poderes locales se enfrontasen entre sÃ, por esto la administración Reagan apoyó a Saddam contra el Irán revolucionario durante la guerra Irán-Irak (1980-88).
Esta polÃtica cambió después de la primera Guerra del Golfo, cuando la administración Clinton adoptó la estrategia de “contención dobleâ€. Esta estrategia consistÃa en apostar tropas estadounidenses en la región para contener tanto a Irán como a Irak, en lugar de usar a uno contra el otro. El padre de la contención doble no era otro que Martin Indyk, que expresó esta estrategia por primera vez en mayo de 1993 en el grupo de expertos pro-Israel WINEP y luego la mejoró como Director de Asuntos de Oriente Próximo y Sur Asiático en el Consejo de Seguridad Nacional.
A mediados de los 90 la insatisfacción con la contención doble era considerable porque hacÃa que los EE. UU. fuesen el enemigo mortal de dos paÃses que también se odiaban entre sà y esto hacÃa que Washington debiera cargar con el peso de contenerlos a ambos. Como era de esperar, el Lobby trabajó activamente en el Congreso para salvar la contención doble. Presionado por el AIPAC y otras fuerzas pro-israelÃes, Clinton endureció la polÃtica en la primavera de 1995 imponiendo un embargo económico a Irán. Pero el AIPAC y compañÃa querÃan más. El resultado fue el Acta sancionadora a Irán y Libia de 1996 que imponÃa sanciones a cualquier compañÃa extranjera que invirtiera más de 40 millones de dólares en el desarrollo de recursos petrolÃferos en Irán o Libia. Como Ze’ev Schiff, el corresponsal militar de Ha’aretz, hizo notar en aquel momento, “Israel sólo es un elemento diminuto en el gran esquema, pero no debemos llegar a la conclusión de que no puede influir en este cÃrculo(Beltway)â€.
A finales de los 90, sin embargo, los neoconservadores argumentaron que la contención doble no era suficiente y que el cambio de régimen en Irak era ya esencial. Derrocando a Saddam y haciendo de Irak una democracia viva, decÃan, los EE. UU. desencadenarÃan un proceso de cambio de mayor alcance en todo Oriente Medio. Esta lÃnea de pensamiento, por supuesto, era evidente en el estudio “Clean Break†que los neoconservadores habÃan escrito para Netanyahu. En 2002, cuando la invasión de Irak se habÃa convertido en un tema que no se podÃa posponer, la transformación regional habÃa pasado a ser un artÃculo de fe en cÃrculos neoconservadores.
Charles Krauthammer describe este gran esquema como un invento de Natan Sharansky, el polÃtico israelà cuyos escritos han impresionado al presidente Bush. Pero Sahransky no era una voz solitaria en Israel. De hecho, israelÃes de todo el espectro polÃtico creÃan que derrocar a Saddam alterarÃa Oriente Medio en beneficio de Israel. Aluf Benn informó en Ha’aretz (17 de febrero de 2003): “Oficiales superiores de las IDF y personas cercanas al primer ministro Ariel Sharon, como el consejero de seguridad nacional Ephraim Halevy, muestran un cuadro de color de rosa del maravilloso futuro que Israel puede esperar después de la guerra. Prevén un efecto dominó, con la caÃda de Saddam Hussein seguida por la de los otros enemigos de Israel … Con estos lÃderes desaparecerÃan también el terror y las armas de destrucción masivaâ€.
En resumen, los lÃderes israelÃes, los neoconservadores y la administración Bush, todos veÃan en la guerra de Irak el primer paso de una ambiciosa campaña para rehacer Oriente Medio. Con el primer resplandor de victoria, volvieron la vista hacia los otros oponentes regionales de Israel.
Disparos sobre Siria
Los lÃderes israelÃes no impulsaron a los EE. UU. a echar sus redes sobre Siria antes de marzo de 2003 porque estaban demasiado ocupados insistiendo en la guerra de Irak. Pero después de la caÃda de Bagdad a mediados de abril, Sharon y sus lugartenientes empezaron a presionar a Washington para que apuntase hacia Damasco. El 16 de abril, por ejemplo, Sharon y Shaul Mofaz, su ministro de defensa, concedieron entrevistas de primera plana a diferentes periódicos israelÃes. Sharon en Yedioth Ahronoth, pedÃa a los EE. UU. que presionase “con fuerza†a Siria. Mofaz dijo a Ma’ariv que “Tenemos una larga lista de asuntos que pensamos pedir a los sirios y serÃa apropiado hacerlo a través de los EE. UU.â€. El consejero de seguridad nacional de Sharon, Epharim Halevy, dijo ante el público del WINEP que ahora era importante para los EE. UU. ponerse duros con Siria y el Washington Post informó de que Israel estaba “avivando la campaña†contra Siria entregando a los servicios de inteligencia de los EE. UU. informes sobre las acciones del presidente sirio Bashar Assad. Importantes miembros del Lobby hicieron declaraciones similares tras la caÃda de Bagdad. Wolfowitz declaró que “debe haber un cambio de régimen en Siria†y Richard Perle le dijo a un periodista que “podemos entregar un mensaje breve, un mensaje de tres palabras (a los regÃmenes hostiles de Oriente Medio): ‘Sois los siguientes’â€. A principios de abril el WINEP emitió un informe bipartidario en el que se afirmaba que Siria “no deberÃa obviar el mensaje de que aquellos paÃses que sigan el comportamiento temerario, irresponsable y desafiante de Saddam podrÃan acabar compartiendo su destinoâ€. El 15 de abril Yossi Klein Halevi escribió un artÃculo en Los Angeles Times titulado “Lo siguiente: apretar las tuercas a Siriaâ€, mientras que al dÃa siguiente Zev Chafets escribÃa un artÃculo para el New York Daily News titulado “Siria, el amigo del terror, también necesita un cambioâ€. Tampoco hay que olvidar que Lawrence Kaplan escribió en New Republic el 21 de abril que el lÃder sirio Assad era una amenaza seria para los EE. UU.
De vuelta en el Capitolio, el congresista Eliot Engel, (Demócrata, Nueva York) volvió a introducir el Acta de Responsabilidad de Siria y Restauración de la SoberanÃa Libanesa el 12 de abril. Se amenaza con sanciones a Siria si no se retiraba de El LÃbano, entregaba sus armas de destrucción masiva y dejaba de apoyar el terrorismo, también pedÃa a Siria y a El LÃbano que diesen pasos concretos para hacer la paz con Israel. Esta legislación estaba fuertemente apoyada por el Lobby –especialmente por el AIPAC– y habÃa sido “elaborada†según la Jewish Telegraph Agency, “por algunos de los mejores amigos de Israel en el Congresoâ€. HabÃa permanecido en el olvido algún tiempo, sobre todo porque a la administración Bush no le entusiasmaba mucho, pero el acta anti-Siria fue aprobada por mayorÃa (398 contra 4 en la Cámara de Representantes; 89 contra 4 en el Senado) y Bush la firmó como ley el 12 de diciembre de 2003.
Pero la administración Bush seguÃa dividida sobre la conveniencia de apuntar sobre Siria en ese momento. A pesar de que los neoconservadores estaban deseando empezar la lucha con Damasco, la CIA y el Departamento de Estado se oponÃan. E incluso después de que Bush firmase la nueva ley remarcó que irÃa despacio en su cumplimiento.
La ambivalencia de Bush es comprensible. Primero, el gobierno sirio habÃa entregado a los EE. UU. importante información sobre al Qaeda desde el 11S y también habÃa avisado a Washington sobre un ataque terrorista en el Golfo. Siria también habÃa dado a interrogadores de la CIA acceso a Mohammed Zammar, la persona que supuestamente habÃa reclutado a los secuestradores del 11S. Tener al régimen de Assad en el punto de mira podrÃa poner en peligro esas conexiones tan valiosas y, por lo tanto, minar la guerra contra el terrorismo.
Segundo, Siria no tenÃa malas relaciones con Washington antes de la guerra de Irak (por ejemplo, incluso habÃa votado a favor de la resolución 1441 de Naciones Unidas) y no era una amenaza para los EE. UU. Hacerle el juego duro a Siria podrÃa hacer que los EE. UU. pareciesen un matón con un apetito insaciable por pegar a los estados árabes. Finalmente, poner a Siria en la lista negra de los EE. UU. darÃa a Damasco un buen incentivo para crear problemas en Irak. Aunque se quisiera presionar a Siria, serÃa buena idea acabar primero el trabajo en Irak.
Pero el Congreso seguÃa insistiendo en apretarle las tuercas a Damasco, en gran parte como respuesta a la presión de funcionarios israelÃes y grupos pro-Israel como el AIPAC. Si el Lobby no existiese, no habrÃa Acta de Responsabilidad Siria y la polÃtica estadounidense hacia Damasco estarÃa más en consonancia con los intereses nacionales de los EE. UU.
Poner la red sobre Irán
Los israelÃes tienden a describir cada amenaza con los términos más fuertes, pero Irán es visto abiertamente como su enemigo más peligroso porque es el adversario con más probabilidades de conseguir armas nucleares. Prácticamente todos los israelÃes miran a un paÃs islámico de Oriente Medio con armas nucleares como una amenaza existencial. Como señaló el ministro de defensa israelà Ben-Eliezer un mes antes de la guerra de Irak: “Irak es un problema …. Pero debemos entender, si me lo preguntan, que Irán es hoy en dÃa más peligroso que Irakâ€.
Sharon comenzó a presionar públicamente a los EE. UU. para que se enfrentase con Irán en noviembre de 2002 en una entrevista en The Times (Londres). DescribÃa Irán como “el centro del mundo del terrorâ€, con capacidad para hacerse con armas nucleares, declaró que la administración Bush debÃa actuar de forma represiva contra Irán “el dÃa después†de haber conquistado Irak. A finales de abril de 2003, Ha’aretz informaba de que el embajador israelà en Washington solicitaba un cambio de régimen en Irán. El derrocamiento de Saddam, señalaba, “no era suficienteâ€. Según sus propias palabras, los EE. UU. “deben seguir adelante. TodavÃa hay amenazas de esa magnitud provenientes de Siria, provenientes de Iránâ€.
Los neoconservadores tampoco perdieron el tiempo a la hora de pedir un cambio de régimen en Teherán. El seis de mayo, la AEI copatrocinaba una conferencia intensiva sobre Irán con la Fundación para la Defensa de las Democracias, pro-Israel, y el Instituto Hudson. Los oradores defendÃan todos ardientemente a Israel y muchos de ellos apelaron a los EE. UU. para que substituyesen el régimen iranà por una democracia. Como siempre, hubo un montón de artÃculos escritos por destacados neoconservadores abogando por el ataque a Irán. Por ejemplo, William Kristol escribió en el Weekly Standard el 12 de mayo que “La liberación de Irak era la primera gran batalla por el futuro de Oriente Medio … pero la siguiente gran batalla – esperamos que no sea militar – será la de Iránâ€.
La administración Bush respondió a la presión del Lobby trabajando horas extras para clausurar el programa nuclear iranÃ. Pero Washington ha tenido poco éxito y parece que Irán está decidido a conseguir un arsenal nuclear. Como resultado, el Lobby ha intensificado su presión sobre el gobierno de los EE. UU. usando todas las estrategias de su manual. Editoriales y artÃculos advierten ahora de los inminentes peligros de un Irán nuclear, prudencia ante un apaciguamiento de un régimen “terrorista†y hacen referencias enigmáticas a acciones preventivas en caso de que falle la diplomacia. El Lobby también está presionando en el congreso para que apruebe el Acta de Apoyo a la Libertad de Irán, la cual ampliarÃa las sanciones existentes sobre Irán. Miembros del gobierno israelà también avisan de que podrÃan emprender acciones preventivas en caso de que Irán continúe por el camino nuclear, comentarios que en parte pretenden mantener a Washington concentrado en este tema.
Alguien podrÃa decir que Israel y el Lobby no han tenido mucha influencia en la polÃtica estadounidense con respecto a Irán ya que los EE. UU. tienen sus propios motivos para impedir que Irán se haga con armas nucleares. En parte es cierto, pero las ambiciones nucleares de Irán no amenazan la existencia de los EE. UU. Si Washington pudo vivir con una Unión Soviética con armas nucleares, con una China nuclear e incluso con una Corea del Norte nuclear, entonces puede vivir con un Irán con armas nucleares. Por eso el Lobby debe mantener una presión constante sobre los polÃticos estadounidenses para que se enfrenten a Teherán. Irán y los EE. UU. no serÃan aliados si el Lobby no existiera, pero la polÃtica norteamericana serÃa más moderada y la guerra preventiva no serÃa una opción seria.
Resumen
No sorprende que Israel y sus partidarios norteamericanos quieran que los EE. UU. manejen todas las amenazas contra la seguridad israelÃ. Si sus esfuerzos por moldear la polÃtica estadounidense tienen éxito, entonces los enemigos de Israel quedan debilitados o derrocados, Israel recibe carta blanca con los palestinos y los EE. UU. se llevan la mayor parte de la lucha, la muerte, la reconstrucción y el gasto.
CONCLUSIÓN
¿Puede restringirse el poder del Lobby? Nos gustarÃa pensar que sà dada la debacle iraquÃ, la necesidad obvia de reconstruir la imagen de los EE. UU. en el mundo árabe e islámico y las recientes revelaciones sobre funcionarios del AIPAC que pasaban secretos gubernamentales estadounidenses a Israel. También podrÃamos pensar que la muerte de Arafat y la elección de Abu Mazen, más moderado, llevarÃa a Washington a insistir vigorosa e imparcialmente en un acuerdo de paz. En resumen, hay razones sobradas para que los lÃderes estadounidenses se distancien del Lobby y adopten una polÃtica referente a Oriente Medio más coherente con unos intereses norteamericanos más amplios. Concretamente, si los EE. UU. usasen su poder para lograr una paz justa entre Israel y los palestinos eso ayudarÃa a avanzar en las metas de luchar contra los extremismos y a promover la democracia en Oriente Medio.
Pero eso no va a suceder en un corto espacio de tiempo. El AIPAC y sus aliados (incluidos los Sionistas Cristianos) no tienen oponentes serios en el mundo de los lobbies. Saben que hoy en dÃa es más difÃcil defender la postura de Israel y responden ampliando sus actividades y su personal. Aun más, los polÃticos estadounidenses siguen siendo extremadamente sensibles a las contribuciones de campaña y a otras formas de presión polÃtica y los grandes medios parece que van a seguir siendo comprensivos con Israel sin importar lo que haga.
Esta situación es profundamente preocupante porque la influencia del Lobby causa problemas en varios frentes. Aumenta el peligro de terrorismo al que se enfrentan todos los estados –incluidos los aliados europeos de los EE. UU. Al impedir que los lÃderes estadounidenses presionen a Israel para que haga la paz, el Lobby también ha hecho imposible que termine el conflicto palestino-israelÃ. Esta situación da a los extremistas una poderosa herramienta de reclutamiento, aumenta el fondo de terroristas potenciales y simpatizantes y contribuye al radicalismo islámico en todo el mundo.
Aún más, la campaña del Lobby por un cambio de régimen en Irán y Siria podrÃa llevar a los EE. UU. a atacar a esos paÃses con efectos potencialmente desastrosos. No necesitamos otro Irak. Como mÃnimo, la hostilidad del Lobby contra esos paÃses hace especialmente difÃcil para Washington reclutarles en contra de al Qaeda y la insurgencia iraquà donde su ayuda es muy necesaria.
También hay una dimensión moral. Gracias al Lobby, los EE. UU. se han convertido en el “consentidor†de facto de la expansión israelà en los territorios ocupados, convirtiéndose en cómplice de los crÃmenes perpetrados contra los palestinos. Esta situación hace perder valor a los esfuerzos estadounidenses por promover la democracia fuera de sus fronteras y hace que parezcan hipócritas cuando presionan a otros paÃses para que respeten los derechos humanos. Los esfuerzos norteamericanos para limitar la proliferación nuclear también parecen igualmente hipócritas dada su buena voluntad para aceptar el arsenal nuclear de Israel, lo que fomenta que Irán y otros quieran tener capacidades similares.
Además, la campaña del Lobby para aplastar el debate sobre Israel es poco saludable para la democracia. Silenciar a los escépticos organizando listas negras y boicots –o sugiriendo que los crÃticos son antisemitas– viola el principio de debate abierto sobre el que se basa la democracia. La incapacidad del Congreso de los EE. UU. para llevar a cabo un auténtico debate sobre estos asuntos vitales paraliza todo el proceso de deliberación democrática. Los partidarios de Israel deben ser libres de exponer sus premisas y de desafiar a los que no están de acuerdo, pero los esfuerzos por suprimir el debate por medio de la intimidación debe ser condenado rotundamente por aquellos que creen en el discurso libre y en la discusión abierta de asuntos públicos importantes.
Finalmente, la influencia del Lobby ha sido mala para Israel. Su capacidad para persuadir a Washington de que apoye un programa expansionista ha impedido que Israel aproveche oportunidades – incluido un tratado de paz con Siria y una puesta en práctica rápida y completa de los acuerdos de Oslo – que podrÃan haber salvado vidas israelÃes y disminuido las filas de los extremistas palestinos. Negar a los palestinos sus derechos polÃticos legÃtimos desde luego no ha hecho que Israel esté más seguro y la larga campaña para matar o marginar una generación de lÃderes palestinos ha subido al poder a grupos extremistas como Hamás y ha reducido el número de lÃderes palestinos dispuestos a aceptar un acuerdo justo y que serÃan capaces de llevarlo a cabo. Este rumbo acerca el terrible fantasma de Israel ocupando un dÃa el estatus de paria reservado en su momento para estados apartheid como Sudáfrica. Irónicamente, a Israel le irÃa probablemente mejor si el Lobby fuese menos poderoso y la polÃtica estadounidense más imparcial.
Pero queda un rayo de esperanza. Aunque el Lobby sigue siendo una fuerza poderosa, los efectos adversos de su influencia son cada vez más difÃciles de esconder. Los estados poderosos pueden mantener una polÃtica errónea durante algún tiempo, pero la realidad no puede ignorarse eternamente. Asà pues, lo que se necesita es una discusión sincera sobre la influencia del Lobby y un debate más abierto sobre los intereses de los EE. UU. en esta región vital. El bienestar de Israel es uno de esos intereses, pero no su ocupación continuada de la Orilla Oeste ni su amplio programa para la región. El debate abierto dejarÃa al descubierto los lÃmites de la postura moral y estratégica del apoyo desigual de los EE. UU. y podrÃa llevar a este paÃs a una posición más coherente con sus propios intereses nacionales junto con los intereses de otros estados de la región y también con los intereses a largo plazo de Israel.
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