viernes, 20 de julio de 2012

Esencia y Atributos de Dios: ¿Por qué no podemos ver a Dios?



Esencia y Atributos de Dios: ¿Por qué no podemos ver a Dios?

Dios es absolutamente diferente de Su creación ya que no es posible que el Creador sea uno de los seres de Su creación

04/05/2012 - Autor: Fethullah Gülen - Fuente: Revista Cascada
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Fethullah Gülen
Dios es absolutamente diferente de Su creación ya que no es posible que el Creador sea uno de los seres de Su creación. Aunque esta realidad es muy evidente, algunas personas todavía preguntan por qué no pueden ver directamente a Dios.
Nuestra visión directa es muy limitada. Por ejemplo, una muela contiene millones de bacterias. Ninguna bacteria sabe dónde vive, por­que esto significaría que se habría alejado del diente habiendo usado algunos medios artificiales —por ejemplo telescopios o microsco­pios— para obtener una idea aproximada sobre los alrededores del diente y su relación con el cuerpo humano. Aun si eso fuese posible, tal conciencia no significaría un mayor conocimiento.
En cuanto a nuestros sentidos... es una situación parecida. Sabemos mucho sobre nuestro ambiente, pero todo el conocimiento que tenemos es solamente un fragmento del todo. Sin embargo, nuestro conocimiento está condicionado por el entendimiento. Necesitamos tener una idea ge­neral sobre lo que vemos para entenderlo. Por ejemplo, ¿cómo podemos entender qué es un árbol sin tener una idea previa sobre ello? Teniendo al­gunas limitaciones así, ¿cómo podemos conocer o ver al Creador de todo?
Como seres creados y finitos, nuestro potencial y capacidad son li­mitadas. Por otro lado, nuestro Creador es Infinito. Nosotros vivimos y morimos en Su creación, luchamos por el entendimiento y la virtud, y nos refugiamos en Su Misericordia para nuestra salvación. El Profeta dijo: «En comparación con el Trono de Dios que es un estrato del cielo, todo el Universo es tan pequeño como un anillo arro­jado en el desierto. Del mismo modo, en comparación con la Residencia Divina, el Asiento de Honor es tan pequeño como un ani­llo arrojado en el desierto». Como seres humanos somos unas criatu­ras microscópicas ante la grandeza de todo el Universo y ni siquiera somos capaces de ver ni entender todo lo creado por Dios. De mane­ra que si no podemos entender ni ver lo que Dios creó, ¿no sería ab­surdo esperar poder ver a Dios?
En el Corán se dice: «La vista no Le alcanza pero Él abarca toda vi­sión...» (6:103). Después de la Ascensión del Profeta a los Cielos sus Compañeros le preguntaron si había visto a Dios. Abu Zarr contó que una vez él les contestó: «Lo que yo vi era la Luz. ¿Cómo podría ver­le?». Y en otra ocasión dijo: «Vi una Luz». Estas palabras del Profeta confirman el siguiente dicho muy conocido: «La luz es el límite o el ve­lo de Dios». Esa luz creada por Dios está entre nosotros y Él.
Consideremos este asunto desde otra perspectiva. Ibrahim Hakki dice: «En toda la creación no hay nada parecido, igual o contrario a Dios. Dios está por encima de todas las formas. De hecho, Él está li­bre de las formas». Podemos distinguir las diferentes cosas porque hay una cosa parecida, igual o contraria a ellas. Por ejemplo, distinguimos la «oscuridad» porque conocemos la «luz». En ausencia de tales comparaciones no hay manera de distinguir a Dios. Este es el signifi­cado de «Dios está por encima de todas las formas».
Los que quieren ver a Dios directamente buscan la forma de co­nocer el concepto de Dios con exactitud. Como no lo podemos ver, no podemos tener una idea exacta de a lo que Él se parece porque Él es­tá más allá de todas formas, cualidades, cantidades y de la concepción o lógica humanas. Los teólogos musulmanes dicen: «Sea cual sea el concepto de Dios que tengamos en nuestra mente, Él es diferente a eso». Y los sufíes dicen: «Dios está más allá de nuestros conceptos y nosotros estamos rodeados por miles de velos».
Personas de sabiduría han declarado que Dios existe pero su exis­tencia no se puede comprender por medio de la lógica humana o per­cibir por los sentidos humanos. La única manera de conocerlo es a tra­vés de los Profetas que Él designó como portadores de Su Revelación. Así que si queremos conocer a nuestro Creador tenemos que aceptar la orientación de la Revelación. Consideremos la analogía siguiente: Imaginemos que estamos en una habitación cerrada. Cuando alguien llama a la puerta empezamos a hacer suposiciones sobre la persona, pe­ro solamente podemos hacer conjeturas sobre sus atributos. Todo lo que sabemos con certeza es que alguien está llamando a la puerta.
Podemos abrirla y pedir a esa persona que se presente y de ese modo, podemos obtener más información sobre sus atributos verdaderos.
Esta analogía nos ayuda a responder la pregunta de cómo buscar a Dios. Mirad la creación. Su inmensidad, su belleza, su armonía y su utilidad puras nos demuestran la existencia de Dios. Cuando vemos distintos tipos de tela realizada de una sola materia, sabemos que alguien la ha elaborado, ya que la tela no se puede producir a sí misma. Igualmente, podemos deducir de todo lo que vemos en la creación que alguien —el Creador— lo ha creado.
Pero aquí acaba la similitud. Sí podemos encontrar a los que pro­ducen la tela y convencerles de que se presenten a sí mismos, pero eso no está en nuestras manos al hacerlo con el Creador porque sería co­mo si los trocitos de tela exigieran a sus productores que se desvelaran. Es obvio que tal cosa es imposible. Sin la ayuda del Creador, todo lo que hagamos serán conjeturas sobre la persona que llama a la puerta.
Sin embargo, la Revelación nos abre esa puerta. La Revelación de Dios y la enseñanza de los Profetas nos hacen entender los signos que la creación nos muestra sobre la existencia y los atributos del Creador.
A través de los Profetas aprendemos a contemplar Sus Atributos. Comprenderlos de la mejor manera requiere seguir el camino de los Profetas: la experiencia interna y la contemplación que sólo se pueden conseguir con nuestra práctica sincera de los Decretos Divinos, estu­dios objetivos y meditación profunda. Si nuestras facultades internas no están perfeccionadas, no podemos aprovecharnos del sentido de la creación y por consiguiente no podremos contemplar los Atributos Divinos evidenciados en la misma creación.
Aún así, no todos pueden llegar a comprender la Esencia Divina. Por eso se dice: «Sus Nombres se conocen, Sus Atributos son compren­didos y Su Esencia existe». En las palabras de Abu Bakr: «Comprender Su Esencia significa confesar que Su Esencia no se puede compren­der». Nuestro deber es estar comprometidos en nuestro pacto con Dios, y alabarlo como se describe a continuación:
Oh, Tú eres el Único que es venerado. Nosotros no podemos alcanzar el verdadero conocimiento de Ti, pero creemos que Tú estás más cerca de noso­tros que nuestras venas yugulares. Sentimos Tu existencia y proximidad en las profundidades de nuestros corazones por el Universo que Tú creaste y nos abriste como un libro y a través de una armonía magnífica de la forma en­tre todas las partes de Tu creación. Llegamos a percibir que estamos integrados en todo el reino de Tu creación, y así nuestras almas descansan y son con­soladas, y nuestros corazones encuentran la serenidad.
Dado que Dios creó todo, ¿quién creó a Dios?
Algunas personas que no tienen vida espiritual a veces pregun­tan: ¿Si Dios creó todo, quién Lo creó a Él? El Profeta nos previno de que algunas personas preguntarían mucho acerca de esto: «Llegará un día en el que unos se sentarán cruzando las pier­nas y preguntarán: “Si Dios creó todo, ¿quién Lo creó a Él”»?
En el mejor de los casos se puede pensar que el asunto está basa­do en la relación entre la causa y el efecto. Todo se puede considerar como un efecto atribuido a una causa previa, que a su vez se atribuye a una causa previa y así sucesivamente. No obstante, tenemos que re­cordar que la causa es sólo una hipótesis que no existe en la realidad.
Todo lo que objetivamente existe es una secuencia particular de cir­cunstancias que a menudo —pero no siempre— se repite. Si ésta se aplicara a la existencia, no podríamos encontrar al creador de la prime­ra causa, porque cada creador tendría que tener un creador previo. El resultado final sería una cadena interminable de creadores.
El Creador tiene que ser Auto-Subsistente y Único, sin igual. Si alguna cosa creada «causa» algo es porque esta capacidad ha sido crea­da por este ser, ya que solamente el Creador es Auto-Existente y Auto-Subsistente. Exclusivamente el Creador crea verdaderamente y deter­mina algunas causas y efectos posibles por Su creación. Por eso, cuan­do nos referimos a Dios decimos que es el Sustentador que da la vida a toda Su creación. Todas las causas empiezan en Él y todos los efec­tos terminan en Él. En verdad las cosas creadas son un «0» a las que nunca se le añade nada, a menos que Dios otorgue el valor o la exis­tencia real colocando un positivo «1» antes del «0».
En la esfera de la existencia lo que nosotros llamamos causas y efectos no tienen una influencia directa ni independiente. Nosotros te­nemos que usar estas palabras para entender cómo una parte de la cre­ación ha sido hecha comprensible para nosotros y otorgada a nuestro uso. Incluso esto confirma nuestra dependencia de Dios. Dios no ne­cesita las causas ni los efectos sino que somos nosotros quienes nece­sitamos entender lo que Él ha creado.
Vamos, pues, a afirmar una vez más: «Él es, Dios, el Único de Unicidad Absoluta, el Eternamente por todo Suplicado (el Cual no se halla en necesidad de nada, no ha engendrado, ni ha sido engendrado, y nada ni nadie hay que se pueda comparar con Él».

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