domingo, 29 de julio de 2012

Los Juegos Olímpicos militarizados recuerdan a 1984 de Orwell

Los Juegos Olímpicos militarizados recuerdan a 1984 de Orwell


Los Juegos Olímpicos de Londres están adquiriendo rápidamente el aspecto de una vasta operación militar terrestre y aérea, en vez del de un acontecimiento deportivo internacional.


Logo. London. 2012



Finian Cunningham
Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Los Juegos Olímpicos de Londres están adquiriendo rápidamente el aspecto de una vasta operación militar terrestre y aérea, en vez del de un acontecimiento deportivo internacional.

En vez del sentimiento de fraternidad internacionalista que deberían encarnar los Juegos Olímpicos, en Londres reina una atmósfera amenazante de país en guerra con misiles tierra-aire desplegados en los tejados de viviendas, los acorazados de la Marina en estado de alerta y los cazas y helicópteros de las Reales Fuerzas Aéreas patrullando los cielos de la capital británica.

Los Juegos empiezan dentro de una semana el 27 de julio. Entre los recientes acontecimientos figura el anuncio del ministerio británico de Defensa de que quiere que se desplieguen 3.500 soldados suplementarios para garantizar la seguridad de las treinta sedes que acogen los acontecimientos deportivos. Se añaden a los 13.500 militares ya asignados a la protección del público y de los equipos deportivos contra los riesgos de un ataque terrorista.

El general británico Sir Nick Parker, que supervisa los dispositivos de seguridad, declaró que uno de las contingencias para las que se están preparando consiste en hacer frente a un “suceso tipo 11 de septiembre”.

El despliegue total de tropas en Londres y sus alrededores supone 7.000 personas más que las que están en las actuales operaciones británicas en Afganistán.

Esta cantidad se añade a los 10.000 policías suplementarios y a una división de 10.000 agentes de seguridad privados. La causa del más reciente reclutamiento de soldados suplementarios fue la revelación hecha por G45, la empresa privada de seguridad contratada para los Juegos Olímpicos, de que no sería capaz de satisfacer las necesidades en términos de efectivos para garantizar la seguridad de los Juegos.

El portavoz del ministerio de Defensa reconoció sin querer la militarización de los Juegos Olímpicos cuando declaró: “Muchas de las personas con las que se encontrará el público en el punto de entrada de cada acontecimiento olímpico será ahora un miembro en activo de las fuerzas armadas”.

Por su parte Boris Johnson, el inconformista alcalde de Londres, afirmó: “El alcalde se toma muy en serio la cuestión de la seguridad de los Juegos y debería reconfortarnos el hecho de tener a nuestra disposición los hombres y mujeres militares mejores y más valientes del mundo”.

El mayor acorazado de la Armada Real, HMS Ocean, se amarrará en Greenwich en el Támesis y servirá de centro de mando dedicado a la logística durante los Juegos. También servirá de base para los helicópteros Lynx, equipados con tiradores de elite, que harán constantes salidas por los cielos de la capital.

También se han asignado marines a barcos patrulla y canoas neumáticas para patrullar el emblemático río que transcurre entre los monumentos históricos de Londres.

La Real Fuerza Aérea (RAF, por sus siglas en inglés) patrullará además los cielos de la capital con helicópteros Puma y aviones caza Typhoon desde la base militar Northolt de la RAF, al oeste de Londres, y desde la de Ilford al este de la ciudad.

Pero el despliegue más controvertido ha sido la instalación de baterías de misiles tierra aire en edificios de viviendas en el empobrecido y decrépito barrio del East End de Londres. Residentes en este barrio acaban de perder la batalla judicial que tenía como objetivo impedir la instalación de baterías Rapier SAM.

Las comunidades locales formadas principalmente por clase obrera se han opuesto a la militarización de sus barrios. Además, han puesto en duda la seguridad de sus residente en caso de que se utilicen las armas para abatir un avión sospechoso de ser utilizado para atentados terroristas. Uno de ellos declaró: “¿Qué ocurrirá si se rocían nuestras casas de desechos?”.

La invasión militar de los barrios durante las cuatro semanas de los Juegos Olímpicos ha exacerbado la irritación provocada por este colosal espectáculo. Zonas del este de Londres como Tower Hamlets y Waltham Forest se sitúan a la sombra de las instalaciones construidas expresamente para los Juegos. Se calcula que el coste total de la organización de los Juegos Olímpicos, incluyendo la gigantesca operación de seguridad, alcanzará entre 20.000 y 40.000 millones de dólares, una cantidad que en gran parte asumirán por los contribuyentes. Todo ello en un momento en el que el gobierno británico está en pleno periodo de restricciones presupuestarias y draconianas medidas de austeridad que han eliminado unos gastos públicos del orden de los 140.000 millones de dólares.

Comunidades socialmente desfavorecidas del East End londinense han pagado los platos rotos de las reducción presupuestaria necesaria para equilibrar la contabilidad del Tesoro, en peligro debido a los generosos miles de millones destinados a salvar bancos privados corruptos.

Con el paro y las privaciones que se viven profundamente en zonas como el East End londinense, pocos de sus residentes tendrán medios de asistir a los Juegos Olímpicos: las entradas llegan a alcanzar los 3.000 dólares.

Dada la yuxtaposición de este extravagante acontecimiento y su estridente patrocinio corporativo con la lúgubre y extendida pobreza de muchos londinenses, con un telón de fondo de operaciones militares y de vigilancia a gran escala, existe una sobrecogedora sensación que recuerda a la novela de George Orwell, 1984.

Este relato ya clásico de Orwell de un autoritario Estado policial se desarrolla principalmente en Londres, convertido en la capital de Airstrip One, una provincia del super-Estado estadounidense, Oceanía. La empobrecida mayoría de la población, los “prolos”, tenía que contentarse con pubs sórdidos y la vana esperanza de ganar una lotería semanal, mientras que el “círculo interno” trata con prepotencia a las masas. Unos poderes de excepción y un permanente estado de guerra mantiene a los prolos en su posición de servidumbre. En 1984 de Orwell la idea de que el supuesto estado de guerra y los futuros ataques de enemigos anónimos son una estratagema de la elite para infundir temor a las masas es también más que una sospecha.

Con la fundamental participación del gobierno británico en la “guerra global contra el terrorismo” de Estados Unidos y las pruebas de que la inteligencia británica actuó en connivencia con los denominados atentados terroristas en el metro de Londres del 7 de julio de 2005, 1984 de Orwell da la impresión de que la vida imita cada vez más al arte.

1984 se publicó en 1949, un año después de la celebración de los Juegos Olímpicos en Londres. Estos Juegos tuvieron lugar inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando gran parte del perfil de la ciudad de Londres seguía devastado por la guerra relámpago de la Luftwaffe alemana.

En 2012 Londres volverá a parecerse a una zona de guerra debido a la espuria “guerra contra el terrorismo” a la que se han lanzado el gobierno británico y su aliado estadounidense, ambos en busca del dominio tanto en el extranjero como interno.

Finian Cunningham es corresponsal del Centro de Investigación sobre la Globalización en Oriente Próximo y África Oriental. Su correo es cunninghamfinian@gmail.com

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