viernes, 31 de agosto de 2012
Jutba de la liberación
Jutba de la liberación
Nos sentimos cansados creyendo que hemos recorrido un largo camino
29/08/2003 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: www.webislam.com
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Las formas son los recipientes que contienen el torrente de nuestra conciencia.
Assalamu aleikum: Alhamdulillah wa shukurillah, porque ahora ya sabemos que es Él quien une y quien separa. Quien separa para que podamos discernir la existencia y vivirla como seres humanos, para que podamos conocer el gozo de la unión y Le conozcamos a Él, que es también Quien nos hace olvidar, para que así podamos reconocerLe y recordarLe. Alhamdulillah wa shukurillah, que nos ha enviado a Muhámmad, precisamente para que nos unamos en él y alcancemos así el regalo del tawhid en este mundo.
Nos sentimos cansados creyendo que hemos recorrido un largo camino. Nos sentimos con el derecho a disentir, a quejarnos, a diferenciarnos y alejarnos así de los demás y de nuestra fitrah. Nos sentimos con el derecho a juzgar a los otros y es entonces cuando estamos ya en un olvido completo, en una experiencia irreal de las criaturas. Y las criaturas son de Allah, no se merecen eso de nosotros. Las criaturas, los colores, los pensamientos, son una expresión de la Belleza y de la Majestad de lo Único. ¿Quienes somos nosotros para atribuirles un poder y una existencia, sino criaturas al fin y al cabo, aunque seamos unas criaturas distinguidas?
¿Qué podemos argumentar, qué decir, cuando nos damos cuenta de que no hemos llegado a ningún sitio, de que no somos sino esto que está siendo creado en este momento? ¿Quién hablará ahora, cuando no haya más tiempo que el presente y no veamos más que a Allah, al Hayy, al Qayyum?
Hemos creído en nuestra existencia, creemos en ella y eso nos produce miedo, tristeza y cansancio, pero nuestro cansancio es tan irreal como nuestra fuerza. Hemos llegado a creer en nuestra existencia mediante una serie constante de olvidos, de movimientos misteriosos que, por cierto, nos han hecho posible vivir, y vivir en el diálogo. Y una vez junto al otro o frente al otro no hemos sabido ser más que eso, otro, diferente por su voz, por su mirada, por sus palabras, otro más que ese. Y ese es el olvido.
Hablamos del amor y no llegamos a ningún sitio. ¿Quién puede describirlo? Nos acordamos del profeta, salla Allahu aleihi wa salem, y entonces nuestras diferencias se disuelven. Vamos pues a recordar al profeta, alhamdulillah, vamos a tratar de vivir como él. Leemos los hadices y encontramos las claves ciertas de la forma humana de vivir, pero, como somos humanos, tratamos de buscar aquello que nos complace, aquello que nos causa placer, lo que más se ajusta a eso que llamamos nuestra naturaleza, nuestra fitrah, pero a menudo nos olvidamos de que esa fitrah ha sido alterada, moldeada por los espejos de la existencia y del olvido. Encontramos un hadiz que nos transforma, pero luego citamos otro que nos salva de una difícil situación.
¿Dónde está el equilibrio? ¿Cuándo estamos caminando por el siratal mustaquim? No hay una respuesta lógica, sino una respuesta con todo nuestro ser, no cabe dejar nada afuera.
Quizás porque ya sabemos que nuestros nafs han sido atenazados por el deseo, por el miedo, por la ignorancia, que no sabíamos qué es lo queríamos en realidad. Buscábamos sin saber qué era lo que buscábamos, entre los objetos de nuestro amor o de nuestro miedo, de nuestro placer y nuestro sufrimiento. Alhamdulillah que ahora nos está dando un Qur’an que nos ayuda a regresar a la conciencia, a reconocer nuestro destino.
Nos damos cuenta de que nuestros nafs están regresando a su fitrah, que las discusiones estériles e inútiles están siendo sobrepasadas por los ecos de una divina sabiduría, alhamdulillah wa shukurillah.
Allah nos hace comprender que nuestros nafs no son ni malos ni perversos, simplemente están desviados, errados, deformados por el olvido, subhana Allah, y ahora nos miramos de nuevo en el mejor de los espejos, la paz sea con él, y nos comprendemos mejor, si es eso lo que queremos, si es que hemos decidido conocer el amor. Que queramos o no, no depende de nosotros. Nada depende de nosotros, pero lo que hayamos de hacer hagámoslo sin prisas, con pausas para recordar nuestro vacío, sin dar demasiada importancia a las formas, no más de la que tienen.
Las formas son los recipientes que contienen el torrente de nuestra conciencia, un lenguaje que represa el desbordamiento. También son señuelos que pueden entretenernos y distraernos. Hay formas tranquilas y formas apasionadas y formas que trascienden las formas. Hay un número inabarcable de formas. De todo hay en este universo de objetos, colores, palabras, recuerdos, y todas esas formas están diciéndonos algo, conteniendo algo, las vemos y las tocamos y así las sentimos reales, porque suponen un nafs que las contempla, que las vive como reales, subhana Allah. Y eso es Rahma, Misericordia, Compasión pura. Y nos sentimos agradecidos por una existencia aunque ésta no sea más que un velo, y cuando expresamos nuestro agradecimiento el velo se levanta, subhana Allah, y nuestros corazones se complacen. Alhamdulilllah wa shukurillah.
Las formas puras de nuestra adoración, la constancia en la íbada, van dejando en nosotros la impronta del ádab. Y por eso volvemos a recordar a Muhámmad, una vez y otra, y le deseamos la paz a él, a su familia y a sus seguidores, porque cada vez que nos acordamos de él, nuestros nafs recobran algo de su fitrah, porque su presencia trasciende los límites de cualquier historia y, por supuesto, los espacios miserables de la historia personal, alhamdulillah. Por eso nos dijo en un hadiz: "Quien ame mi fitrah, que adopte mi sunna." (transmitido por Muhámmad al Faquir en Maqarimu-l-Ajlaq) Y la Sunna del profeta, la paz sea con él, es la perfección del ádab y del ajlaq. A todo ser humano le alcanza.
Porque no sólo reconocemos su báraka, sino que la vivimos como una energía viva y real, alhamdulillah, una onda luminosa que nos transforma. Porque reconocemos que su báraka nos alcanza real y ciertamente. Esto no tenemos obligación de explicarlo, sino de transmitirlo tal y como lo sentimos, como una energía humanizante que acaba con nuestra necesidad de ser redimidos, que nos ayuda a ser jalifas. Y lo hacemos con nuestras vidas, con nuestras actitudes, palabras, silencios, es decir, con las formas que vamos asumiendo a lo largo y ancho de nuestra vida, con la shariah y con esta táriqa que nos proporciona la marca del contraste, el sentido y el valor reales de la ley.
Alhamdulillah wa shukurillah. Tu Compasión no tiene límites pero impones los límites a nuestra creación para así poderla contener en Tu existencia. La illaha illah Allah, al Rahmán. Tu Compasión nos alcanza porque Tú quieres. Tú eres el Amado y el Amante. Sólo a Ti adoramos y sólo a Ti pediremos ayuda, masha Allah.
Allahumma, ana’amta as Salam. Tú eres la Paz de esta mezquita tuya donde nos prosternamos. Acepta nuestro shukr y nuestra Rida´, nuestro agradecimiento y nuestro contento son sólo para Ti. Abrillanta los espejos de Tu creación. Tú que nos arrojas al vacío de la existencia como jalifas tuyos. Protégenos del fuego.
Amin.
2.
Hablamos del compromiso con la creación, y hablamos de la liberación de nuestras ataduras. Vivimos en el anhelo de lo Único, y lo Único no deja de enviarnos Sus señales. Allah crea a Muhámmad para que nos transmita Su mensaje. Allah nos habla en un Qur'án a nosotros, criaturas dotadas de razón y sentido, distinguidas con Su ámana, favorecidas con el ajlaq. Él es quien nos dice, por medio de Muhámmad:
"¿No hemos abierto tu pecho, y te hemos librado de la carga que pesaba sobre tu espalda? ¿Y no te hemos elevado en dignidad?"
(Qur’an, sura 94, ash Sharh, la apertura del pecho, ayat 1-4)
Allah dice esto a Muhámmad y Muhámmad lo transmite para nosotros como un mensaje liberador. Allah nos libra de la carga, de la culpa y del cansancio, de la mente y de la cultura, mediante una revelación clara. Si ya somos libres, ¿de dónde surgen la opresión, el apego, el miedo y el cansancio? De nuestra esclavitud a aquello que Le oculta, de la inconsciencia que constituye el velo.
"alladi ankada dahrák" ¿No te hemos elevado en dignidad? ¿no te hemos distinguido entre todos? Una dignidad que aquí tiene que ver con el recuerdo. Dignidad, dahrák, que tiene la misma raíz que dikr. Dignidad que aflora en el recuerdo, en el regreso a la realidad, alhamdulillah.
"¿Y no te encontró perdido, y te guió?"
(Qur’an, sura 93, ad Duha, aya 7)
Nos transmite Muhámmad en la sura de la mañana.
Nada hemos de desear o de temer en el reino de la realidad. El sufrimiento es el velo que constituye nuestra más falsa identidad. Contradicción humana irresoluble que no podemos superar mediante el razonamiento, sino con la sumisión de todo nuestro ser, con la aceptación completa de nuestra ignorancia y dependencia. La jaula ualla quata illa billahil’Ali ‘Adim, Al karim, ar Rabb, Ar Ra’uf. Altísimo, Inmenso, Generoso y Bondadoso Señor, que nos enseñas la forma de nuestra liberación, que rompes todas las ataduras que nos mantienen prisioneros, y lo haces de la manera más sabia y compasiva.
Nos liberas diciéndonos: ya sois libres. Nos aseguras nuestra liberación, nos la procuras. Y nosotros, que hemos vivido empeñados en albergar la negrura, la opacidad y la inconsciencia, en el espejo de Muhámmad nos reconocemos luminosos, alhamdulilah. Es verdad que somos unas criaturas complejas, que no podemos llegar a conocer del todo la realidad de nuestra creación y que por eso mismo sufrimos y llamamos a Allah y Le reconocemos y adoramos como nuestro Único Creador. Es cierto que tampoco a Él Le conocemos aún siendo, como es, aquello que no deja de estar presente y más cerca de nosotros que nosotros mismos.
Que cuando decidimos adorarlo no estamos tampoco seguros si somos nosotros quienes decidimos. ¿Dónde estamos entonces? ¿Dónde está Él? Como Musa, cruzamos el desierto sólo con nuestra himma, hacia la tierra de Muhámmad, la paz sea con ellos, hacia el reino donde vive y se expresa nuestra fitrah. Una fitrah resplandeciente que vamos recuperando en aquello que Allah nos hace halal. Y así aceptamos nuestra liberación, muchas veces tras grandes resistencias y esfuerzos, y así vamos comprendiendo la belleza de lo halal, y así adquirimos el ádab y el ajlaq. Nadie nos obliga. Nadie obligó a Adam, la paz sea con él, a aceptar la ámana. Somos entonces libres, aunque no sepamos quíenes somos, aunque sólo seamos banu Adam, aunque no podamos ver a Quien decide, Subhana Allah.
Y así se nos muestra y se nos sugiere Allah entre las formas de Su creación, entre nosotros mismos que somos sus criaturas. Así nos hace sentir la calidez de Su Rahma y el poder confortador de Su Báraka. Y así mismo le deseamos al otro cuando le decimos assalamu aleikum wa rahmatullahi wa barakatuhu. El mejor de los saludos, las palabras y formas de nuestra sunna.
Incluso cuando desvelamos las formas y así adquirimos ajlaq, necesitamos de ellas aunque sólo sea por un asunto de pudor. No es bueno perder permanentemente la forma humana, y entonces acudimos al camino fácil. ¿Qué hacía Muhámmad? ¿Qué dijo entonces? Sabiendo por nuestra propia experiencia que en lo que hizo y dijo, en cómo lo hizo, está expresada la forma que más necesitamos, la que se adapta mejor a nuestras verdaderas necesidades, a las necesidades de nuestra fitrah.
Verdaderamente nos encontró perdidos y nos guió. ¿Cómo podríamos negarlo? ¿Cómo olvidar Sus dones incesantes, Su Recitación incomparable? Por todo ello no podemos hacer otra cosa más que someternos a aquello que se está expresando como real, reconocer en nosotros esa verdad que no cesa de manifestarse, acceder al encuentro de los corazones destrozados por el olvido, curarnos en la conciencia de que ya somos libres, de que estamos siendo guiados. ¿Tanto nos cuesta aceptar la Luz de Allah, los dones que no cesa de prodigarnos?
Allahumma: ayúdanos a encontrarTe en Tu jardín y líbranos del shirk.
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