MEXICO: El fin del mundo y los hombres y mujeres de maíz. Silvia
Ribeiro
La Jornada
El 21 de diciembre 2012 marcó el inicio
de un nuevo baktún, un periodo de 394 años solares, según la cuenta larga de
los mayas y su sofisticado conocimiento astronómico. En una época donde la
cultura dominante banaliza todo, el momento se cargó de significados
contradictorios, para algunos el fin del mundo” (ante la falta de sentido, el
apocalipsis vende), para otros el inicio de una “nueva era”, o simplemente, un
momento de reflexión.
Para los pueblos que aún conservan una
relación de respeto con la tierra y el entorno, el tiempo es definitivamente
mucho más que un sexenio, no es lineal, la memoria colectiva y el horizonte
común abrazan el presente, justamente, siempre presentes.
Desde el corazón del mundo maya, la
vasta movilización silenciosa y en perfecto orden de más de 40 mil comuneros
zapatistas en Chiapas, recordó contundentemente al planeta que ahí siguen,
construyendo, creando y resistiendo, mientras el sistema se derrumba. Mensaje
callado de enorme resonancia, que como espejo nos devuelve la esperanza, no la
que espera, sino la que construye.
Los mayas, escribe Carlos Lenkersdorf,
como toda cultura, tienen una historia cambiante a través de los siglos y
milenios. La oficialidad y la industria del turismo resaltan de ellos el
periodo clásico (aproximadamente del año 300 al 900), épocas de teocracia y
fuertes diferencias sociales, que es también cuando se construyeron pirámides y
sitios como Palenque, Yaxchilán, Tikal y otros.
Esos lugares fueron abandonados cerca
del fin del periodo, en lo que muchos investigadores y la historia oficial
consideran un “colapso” de la civilización maya. Pero Lenkersdorf señala que
los mayas siguen existiendo y por tanto no “colapsaron”. Lo que terminó fue la
estructura social altamente elitista que existía en ese periodo.
Por tanto, se trató más bien de
rebeliones de campesinos, que abandonaron esos suntuosos sitios para habitar
lugares más adecuados a la vida comunitaria y a la siembra.
A través del tiempo, los mayas han
seguido resistiendo al sojuzgamiento, así como a los conquistadores –que a
diferencia de otras culturas donde había estructuras jerárquicas centralizadas,
tuvieron que enfrentarse con la prolongada resistencia de cada región maya, ya
que aunque unas fueran derrotadas, las demás seguían resistiendo e incluso las
que los españoles consideraban vencidas, se volvían a levantar. “A lo largo de
500 años, desde la llegada de los europeos, no hubo ningún siglo sin
levantamiento maya.
La ‘guerra de castas’, así llamada por
los no mayas y que ocurrió en el siglo pasado, duró unos 50 años.
El primero de enero de 1994 es fecha
memorable de otro levantamiento maya al terminar el siglo XX.
Dura ya años y la problemática de la rebelión
no se ha resuelto”, nos recordaba Lenkersdorf y sigue vigente.
Complementariamente, Nelson Reed, en La guerra de castas en Yucatán, señala que
un detonante crucial de la rebelión en la península fue justamente haberles
impedido seguir su vida como campesinos libres y plantar su maíz.
Estamos ahora en otra vuelta de la misma
tuerca, pero en todo el mundo, incluido el mundo maya: el ataque despiadado a
la vida campesina-indígena y a las fuentes independientes de producción de
alimentos, bases de su sustento y el de la mayoría de la humanidad.
Como resume la demanda de la audiencia
sobre Maíz y Soberanía Alimentaria del Tribunal Permanente de los Pueblos
(TPP), este ataque se despliega tanto a través del avance sobre sus territorios
para acceder a los recursos que existen o puedan plantarse allí (entre otros,
maderas, minería, agua, biodiversidad, monocultivos de palma, jatrofa y ahora
soya y maíz transgénico) como por la destrucción provocada por los sistemas de
infraestructura, carreteras, transporte y energía que éstos y otros
“desarrollos” demandan, o por los desplazamientos a que obligan a sus
habitantes destrozando sus medios de vida, sus culturas y sus asambleas, junto
a los muchos problemas asociados al crecimiento salvaje de ciudades, basureros,
contaminación, marginación.
La debacle se puede ver desde muchas
aristas y “sólo entre todos sabemos todo”, como dicen los sabios wixárika. Por
el trazado de un mapa colectivo en el TPP.
Uno de los puntos de mira paradigmáticos
es la destrucción de los sistemas alimentarios independientes, comenzando por
la apropiación corporativa de las semillas.
Todas las guerras tratan de destruir las
fuentes de alimentación del enemigo. Para ello, los transgénicos, con la
contaminación inevitable que conllevan y las patentes que criminalizan a las
víctimas, son un arma privilegiada.
Los conquistadores son ahora empresas
transnacionales, que cuentan con ejércitos y gobiernos, para avanzar y defender
sus intereses, paliar algunos impactos sociales si les da mejores mercados, o
avasallar territorios y reprimir la defensa comunitaria.
MEXICO: Los quelites, una opción alimentaria de bajo costo y alto
valor nutricional
La Jornada
Los quelites forman parte de una
alternativa para la seguridad alimentaria debido a su alto valor nutrimental
(mayor al de la lechuga o las acelgas, más comunes en la dieta) y su precio
económico, aseveró Delia Castro Lara, coordinadora de Red Quelites, y lamentó
que en la actualidad esas especies vegetales sean poco valoradas.
Ante el incremento en el precio de los
alimentos y la pérdida de soberanía alimentaria, la investigadora del
laboratorio de etnobotánica del Jardín Botánico de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM) sostiene que la opción es “retomar las verduras
mexicanas (quelites), usadas desde tiempos prehispánicos, que poco a poco
fueron desplazadas por otras verduras introducidas por los españoles, como
acelga, espinaca y lechuga”.
A esto se suma el estigma de que los
quelites son para gente de escasos recursos, el cambio de hábitos de consumo a
causa de la migración y la pérdida del hábitat, pues muchos terrenos de cultivo
se utilizan para otros fines, como los habitacionales.
Entre los beneficios de estas plantas se
encuentran su alto contenido en fibra, vitaminas C y D, hierro y potasio en
cantidades mucho mayores que las verduras europeas, además de que su forma de
cultivo se da dentro de la milpa como segunda o tercera cosecha; es decir, “no
hay que invertir en su cultivo porque los insumos que se utilizan para la milpa
se usan para ellas”, de ahí que resulten más económicas que otras verduras.
De acuerdo con el libro Especies
vegetales poco valoradas: una alternativa para la seguridad alimentaria,
editado por el Instituto de Biología de la UNAM y del que Castro Lara es
compiladora, los quelites destacan dentro del amplio conjunto de especies
vegetales utilizadas ancestralmente en la alimentación humana por diferentes
pueblos mesoamericanos “debido a su alto valor nutricional, su amplia adaptabilidad
a condiciones ecológicas estresantes para otros cultivos y la extensa gama de
formas de aprovechamiento, muchas de las cuales continúan vigentes,
particularmente en las comunidades rurales en las que aún se practica la
agricultura tradicional”.
El texto refiere que el inventario de
quelites actualmente utilizados en el país llega a 244 especies, de 121 géneros
pertenecientes a 46 familias botánicas y su consumo está distribuido en todo el
territorio nacional.
Los quelites “aportan a la dieta diversidad
en olores, sabores y texturas, así como diversos nutrimentos, principalmente
vitaminas y minerales y muchos de ellos tienen gran potencial como posibles
cultivos”.
Red Quelites reúne a investigadores de diversas instancias y
especialistas en gastronomía con el fin de promover entre amas de casa,
médicos, maestros y población en general las bondades de esas plantas
tradicionales mexicanas y terminar con el mito de que éstas sólo pueden
consumirse hervidas.
“Se pueden preparar como entremeses,
empanadas y pastes, hay quintonil confitado (hojitas cristalizadas). Se pueden
usar en ensaladas frescas y sopas, y una gran variedad de guisados, desde los
más sencillo hasta lo más elaborados, como lasaña de quintonil”, expuso la
investigadora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario