martes, 29 de enero de 2013

JESUS NO FUE CRUCIFICADO

JESUS NO FUE CRUCIFICADO




Por Mahmud Husein.

Contenido:

Prólogo.Introducción.

Primera Parte:¿Quién fue Jesús?¿Cuál es el sentido de su apelativo "hijo de Dios"?El significado de "Mesías", la virginidad de María y los milagros.

Segunda Parte: ¿Cuál fue la misión de Jesús?¿En qué consiste el Reino de Dios?El poder de Jesús.

Tercera Parte: Jerusalén. El Apresamiento.

Cuarta Parte:La interpretación de las claves. El sacrificio y su reaparición.

Quinta Parte: Hechos extraños y enigmáticos. Secretos de la Crucifixión. La señal de Profeta Jonás.

Apéndice:La interpretación del sagrado Corán sobre el secreto de Jesús. La interpretación de los versículos: la Gente del Libro según el Islam. Los errores de la Gente del Libro. Las tradiciones islámicas sobre Jesús. Tradiciones sobre la Crucifixión. Las tradiciones sobre el final de los tiempos.



PRÓLOGO


Debemos primero advertir que existe una doble versión de Jesús, una muy popular y conocida, que podríamos llamar la versión “mitológica”, que no lo concibe en su real dimensión, creyendo que así lo enaltece, y atribuyéndole cosas que no le corresponden; y, segundo, una versión real de lo que fue Jesús, según surge de los evangelios y demás documentos más antiguos.
La función de los Profetas en la historia, en cuanto maestros de la humanidad, ha sido la de descubrir la realidad. Consistió en eliminar los cuentos y los mitos, y enseñar al hombre la verdad tal cual es, siendo ella el único medio de llegar a la plenitud del ser. El que no conoce es apto para admitir mitos y cuentos. Llegar a la verdad, a la realidad de las cosas, y aceptarlas como son, rechazando la mitología y el cuento, es un desafío muy grande para el alma humana.

El “Jesús” de la mitología es un “Jesús” neutro, inofensivo, como un sedante que se le ha dado a la gente para que no piense. Un “Jesús” forjado para otros fines diferentes al conocimiento verdadero, a la búsqueda de sí mismo, de la verdad por sí mismo, al esfuerzo por la propia plenitud y liberación. Esta falsificación se realizó por dos vías, por un lado alterando los textos originales, y por otro, cubriendo tales textos (pues en última instancia no pudieron ser totalmente amañados) a través de una doctrina que se llamó “la tradición”, a la que se le ha otorgado una categoría más importante que la que tienen los evangelios. Dicha “tradición” no es más que una interpretación histórica del cristianismo, adaptada a la mentalidad de una época, interpretación que sirvió de trampolín para la expansión del cristianismo en el imperio romano, y en general en occidente, por entonces degradado para el conocimiento espiritual y metafísico puro tal como el que traían los Profetas. Así se da una forma indebida al mensaje de Jesús, forma que en realidad lo oculta y lo distorsiona.

Con este opúsculo deseamos contribuir al esclarecimiento necesario de aquel mensaje. Nuestro propósito no es polémico sino educativo, pedagógico. Deseamos mostrar los velos que cubren algunos secretos sobre el significado metafísico de Jesús, sólo los velos, para que en ellos se vea la luz de la verdad resplandecer. Lo hacemos, además, como acto de desagravio al Mesías, al que ama nuestro corazón, el que ha sido injuriado a través de los siglos por los ignorantes y los malvados: “Y entonces vendrán a mí y dirán: “Muchos me dirán aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé: “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!” (Mateo 7:22-23)






Introducción

La interpretación que se le da a la gente en general de los hechos acerca de Jesús el Mesías suena más bien, como ya dijimos en el prólogo, a mitología. La gente en su ignorancia acepta pasivamente todo lo que le presentan, que normalmente va dirigido a su sentimentalismo. Aunque hoy ya nadie cree en mitologías abiertamente como en el pasado, lamentablemente tampoco conocen la verdad, por lo cual hasta lo verdadero cae bajo la picota de la duda y es rechazado como falso.

Más aún y peor, en la actualidad tampoco se hace el esfuerzo de superar la mitología, más bien se la profundiza, se la multiplica y perfecciona, y se la exalta a través de muchos medios que llegan al pública masivo sin tamiz alguno, y es consumido como el alimento más preciado. La televisión, el cinematógrafo, la fantasiosa literatura que se inmiscuye en asuntos antes exclusivos de la investigación más rigurosa, debido a su gravedad, pero que alega que ha investigado y concluye dando una opinión caprichosa y sin fundamento, etc., son hoy los mentores de la verdad, y así lo acepta el público en general.

La degradación intelectual del presente no tiene parangón en la historia de la humanidad. La humillación que sufren los verdaderos pensadores es coincidente y directamente proporcional con la degradación social que sufre la población. Podemos decir sin equivocarnos que el caos en que se vive y la inseguridad que nos aflige son hijos de la degradación que los verdaderos referentes de la humanidad adolecen.

Esto se produce también en las ciencias en las que las humanísticas, como la filosofía, la psicología, la historia, la sociología y otras quedaron en manos de personas incapaces de plantearlas en su verdadera esencia, y que las ponen al servicio de la publicidad, de la producción dividendos, de una ideología política, y en definitiva del poder dominante, no de una reflexión seria y objetiva. Esta es la parodia de la ciencia.

La cultura se ha degradado, la curación por el espíritu, como se llamaba a cultivar el conocimiento, se ha mercantilizado. Los falsarios de cada sector simulan conocimientos y sólo responden a sus apetencias. Los ídolos dominan, no ya solamente a las masas que en su ignorancia los compran con parte de sus vidas, sino también a los pretendidos mentores de cada dominio. En definitiva, la idolatría de hoy es superior en degradación a la antigua.

Nosotros realizaremos aquí acerca de Jesús una especie de investigación detectivesca, o como la que realiza un juez en un caso delictivo, donde existe un crimen o un hecho sospechoso. Debemos estudiar no ya las palabras, lo que dice la gente, sino los acontecimientos, para formarnos un argumento, una idea de lo que realmente pudo haber pasado. Y por suerte tenemos datos suficientes sobre los hechos, datos que los “correctores” de las Escrituras no entendieron, porque de lo contrario los hubiesen borrado. En realidad no sabían que allí se encontraban las claves. Lo fundamental es que aún cuando existan agregados y distorsiones en los textos, lo que surge de los hechos es lo más importante.

Es cierto que debemos contar con que los textos han sido alterados a través del tiempo por parte de los escribas, a veces sin mala intención. Se afirma, por ejemplo, que la “Vulgata”, es decir la Biblia que estableció San Jerónimo en el siglo V, por orden del Papa de esa época, ya en el 1.500, cuando se editó por primera vez en imprenta, estaba tan corrupta que al cotejar varias no había dos párrafos iguales. Aunque repetimos, lo que surge de los hechos es lo más importante.

Quedarán no obstante muchos asuntos sin dilucidar, porque nuestro intento no es agotar este tema con un opúsculo como el presente, sino solamente abrir una puerta hacia los secretos de los hechos alrededor de Jesús el Mesías.


PRIMERA PARTE

¿Quién es Jesús?[1]
Comencemos, pues, con nuestro tema al que podemos llamar “el secreto de Jesús”. Trataremos sobre su significación, la función metafísica que él ha tenido en este mundo y que tendrá en el futuro, y por último su jerarquía entre los maestros de la humanidad. Deseo advertir, también, que no nos basaremos en otra cosa que los Evangelios, trataremos de descubrir el sentido de dichos textos en su pureza y espontaneidad.
Debemos partir de la idea de Jesús, como el Mesías esperado. Así fue mencionado reiteradamente por el Antiguo Testamento. Jesús mismo dice en el Evangelio de Juan: “Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. [...] Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro [...] Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí [...] No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras? (5:31,37, 39 y 45-47). Por su parte, en los rollos del Mar Muerto los esenios denominaron al Mesías “maestro de virtud”. Jesús constituyó, entonces, la culminación de los Profetas de Israel, y era esperado como el signo de los “últimos tiempos”, o del “fin de los días”, previos a la instauración entre todos los hombres del Reino de Dios. Esto mismo es lo que se interpretaba entonces.

Otra de las ideas imperantes era que el Mesías sería un descendiente de David, es decir de la tribu de Judá, y que antes de su venida debía reaparecer el Profeta Elías, de quién pensaban que sería un sumo sacerdote de la tribu de Leví. El Mesías vendría para todos los pueblos, no sólo para Israel.
¿Cuál fue el sentido de su apelativo “hijo de dios”?

En el Antiguo Testamento se designa al Mesías esperado como “siervo de Dios” y “Mesías”; su designación como “hijo de Dios”, que tanto se ha vulgarizado entre cristianos, no es frecuente en las profecías, ni mucho menos era entendida en el sentido que actualmente se la entiende en las teologías de las iglesias.

La expresión “hijo de Dios” aparece muchas veces en el Antiguo Testamento, referida a muchos Profetas, pero nunca antes de las teologías mencionadas se le habría ocurrido a nadie interpretarla como luego éstas lo hacen. Para los Profetas del Antiguo Testamento “hijo de Dios” no indica una “relación substancial” entre quien es de tal modo designado y Dios mismo, no se trataba de un ser especial “engendrado por Dios desde la eternidad”, como se sostiene en las iglesias, ni una de las “personas divinas”. Era solamente de un título de dignidad elevadísima, que otorgaba a quien lo poseía la categoría del mejor de los siervos de Dios entre los hombres, el amigo de Dios por excelencia. Era una expresión de dignificación, con un sentido metafórico aunque también muy concreto, pues no constituía un mero homenaje, sino una categoría espiritual efectiva. Pero nunca se la concibió, antes de que lo hiciera la teología eclesiástica, como una relación “esencial”, o “substancial”, o “real” entre la “Esencia de Dios” y una criatura cualquiera.

Citaré algunos lugares de la Biblia con la expresión “hijo de Dios”: Es aplicada a Adán, como en el evangelio de Lucas (3:38), y en el Génesis esa expresión, respecto de Adán, se deduce del contexto, aunque no figura literalmente (Gén. 1:26-27); a los descendientes de Set también le es aplicado ese apelativo (Gen. 6:1-2); y en Lucas figura así de los ángeles (20:36), lo mismo que en el libro de Job sobre los ángeles (1:6, 2:1, 38:7). De Salomón se dice textualmente en Crónicas: “...le he escogido a él por hijo mío, y yo seré para él padre” (libro 1º, 28:6), tal cual se dice en el bautismo de Jesús en el Jordán: “A éste he escogido por hijo muy amado” (Mt. 3:17).

Y entonces una voz que salía de los cielos clamó: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» A David los Salmos lo llaman “hijo de Dios” reiteradamente (2:7); en Daniel (3:25-26 y 28) figura el mismo apelativo referido a un “cuarto” (como así se lo menciona). “Siervo justo” o “hijo de dios” para los pueblos de esa época significaban lo mismo.

Por otra parte, el mismo Jesús llamó “hijos de Dios” a sus seguidores, y en general a todos los creyentes, cuando dice: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5:9). También está el famoso: “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mt. 6:9), por lo que se deduce la filialidad divina de todos los hombres (o al menos los que aceptan a Jesús) Hablando a los apóstoles él les dice: “Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros” (Mt. 10:19 y 20). Esto era lo que le pasaba al mismo Jesús, cuando él decía que era “su Padre” el que hablaba por él, como explica a sus seguidores. En consecuencia, tanto los términos “hijo” como “padre” en las escrituras sagradas, incluidos los evangelios, son muy diferentes a lo que afirma la teología.
Podemos, pues, extraer una conclusión de lo que hemos expuesto. La expresión “hijo de Dios” utilizada por el Antiguo Testamento respecto de Adán, por ejemplo, alude a un vínculo especial y directo entre Dios y el ser del cual se dice eso. Dios creó a Adán e insufló en él de Su Espíritu, es decir le transmitió algunos de los Atributos divinos, como el conocimiento, la voluntad libre, el discernimiento del bien y del mal, la misericordia, el amor, etc. Cuando un ser es enviado por Dios con la categoría de Profeta o Mensajero Suyo, el Antiguo Testamento puede llegar a designarlo como “hijo de Dios”, en el sentido de “el mejor siervo” como título dignificante, pues dicho ser es el delegado de Dios ante los hombres y el intercesor de los hombres ante Dios.

Por otra parte, Jesús asentó claramente su categoría de Profeta y de Mensajero de Dios, tal como los Profetas anteriores a él, diciendo: “Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá…” (Mt. 10:40-41) En una ocasión le preguntaron los seguidores de Juan el Bautista: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” (Mt. 11:3), quedando implícito en la pregunta que Jesús era un Profeta esperado anunciado por el Antiguo Testamento, y en especial esperado por los discípulos de Juan el Bautista.

Su condición de “siervo de Dios” tampoco es negada por él. Dijo Jesús respondiendo al demonio: “También está escrito: ‘No tentarás al Señor tu Dios’” (Mt. 4:7), considerándose a sí mismo como siervo obediente de Dios y de la Ley revelada, y reiterando así lo que dice el Deuteronomio (6:16). Se define como “siervo” cuando expresa respecto de sí mismo: “Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto” (Mt. 4:10), aludiendo otra vez al Deuteronomio (6:13-14). Igualmente lo hace cuando dice: “Aquel que me ha enviado” y “Padre nuestro”, donde se iguala al resto de la gente, y cuando dice: “…por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios…” (Mt., 12:28), reconociendo en todos los casos su dependencia de Dios y del Espíritu Santo para realizar milagros. La misma consagración de Jesús para su misión mediante el bautismo del Jordán manifiesta su vínculo íntimo con el Espíritu Santo, gracias a lo cual él tiene la misión de transmitir la Revelación que el Espíritu le comunica, igual que todos los Profetas.

Dice en Mateo: “Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio [Juan el Bautista] al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él [Jesús]” (3:16), lo cual indica que Jesús no poseía la categoría de Profeta antes de ese momento, y que le fue dada por Dios como a otros Profetas, siervos Suyos elegidos. La expresión: “...Pondré mi Espíritu sobre él” se refiere también a su consagración como Profeta. Y si ni Profeta era antes de ser consagrado, ¿cómo podemos pretender que era “Dios en persona”?

El significado de “Mesías”, la virginidad de María y los milagros

Consideremos primero una expresión muy interesante por su etimología, el significado de la palabra “Mesías”, y qué tiene que ver con la virginidad de María. “Mesías” significa “ungido” o “purificado”. Los semitas solían utilizar ungüentos y aceites, esencias aromáticas y perfumes para purificar sus cuerpos, y ofrecer al visitante o a la persona santa y venerable. Los reyes eran ungidos al acceder al trono, y también solían ungir los cadáveres como purificación final. Esto significa que la palabra “Mesías” o “ungido”, aplicada a Jesús, como último Profeta de Israel y el más destacado, se entendía como “el purificado, el que no tiene imperfección”. En los Salmos de Salomón el Mesías es considerado puro, y es por ello que debía nacer de una virgen, es decir de alguien de su misma categoría, pura como él.

Los musulmanes, sin embargo, no creemos que los pecados se transmitan de padres a hijos, y menos aún que el acto procreador entre un hombre y una mujer sea pecaminoso, y que debido a ello Dios determinó omitirlo en el caso de Jesús. Creemos, por el contrario, que el nacimiento del Mesías en el seno de una virgen es solamente un signo, una prueba más de las tantas que habría él de dar en su vida para demostrar que de verdad era el Mesías esperado. En el futuro se habrían de presentar en Palestina tantos falsos “mesías” y “profetas”, por lo que Dios quiso evidenciar un signo extraordinario en el nacimiento de Jesús, para distinguirlo de los falsarios. Ya antes en el tiempo en Israel habían aparecido muchos falsos “mesías” y “profetas”.

El nacimiento virginal, entonces, no significa que Jesús fuera un dios o un semidiós, sino que, por el contrario, tuvo por fin convencer a sus contemporáneos sobre la veracidad de su misión. Para nosotros ese nacimiento no tiene una categoría superior al resto de los milagros que hicieron no sólo Jesús, sino también muchos de los Profetas que han existido.

Además, debemos saber que el nacimiento virginal de Jesús no fue el único milagro de ese tipo, sino que los nacimientos de María y de Juan el Bautista fueron también hechos milagrosos, dado que en ambos casos nacieron de una madre anciana que ya no podía procrear, y como respuesta a un ruego de sus padres. Sin duda que esos nacimientos tuvieron por fin convencer a los contemporáneos de María y Juan el Bautista sobre la superioridad de estos seres, a fin de que aquellos se beneficiaran espiritualmente, tal como en el caso de Jesús. El nacimiento milagroso de María constituyó indudablemente la preparación del nacimiento de Jesús, quien por ser Mesías, es decir inmaculado, debía tener una madre igual.[2]

En conclusión, los milagros sólo sirven para aceptar la verdad, no para otorgar la categoría espiritual a los Profetas y Mensajeros, la cual la otorga Dios directamente, por su libre Voluntad, sin necesidad de pruebas o de milagros, ni de justificaciones, aceptaciones o rechazos por parte de los hombres. El milagro es una Misericordia del Señor a favor de Sus siervos.

Es lógico que un pueblo como el judío, acostumbrado a cuestionarlo todo, a rechazar a sus Profetas, y aún a asesinarlos, reciba una prueba de tal tamaño como la del nacimiento virginal, y aún más, la resurrección de muertos por parte de Jesús, la curación de sordos y ciegos de nacimiento, de leprosos y endemoniados, etc. Otros Profetas, como Moisés, Elías, Ezequiel, Daniel, etc., habían hecho muchos milagros, pero Jesús traerá milagros de la salud, de la vida, y no sólo vinculados a la naturaleza, como en el caso de Moisés. Estos hechos relativos a la vida y a la muerte son aún más impactantes para los pueblos, y por ello fueron reservados para el Mesías, en una época en que el pueblo judío estaba en una extrema desintegración, y cuando su escepticismo había llegado al máximo.




SEGUNDA PARTE

¿Cuál fue la misión de Jesús?

Su misión se puede sintetizar en la prédica del evangelio (que significa “la buena nueva” o “bienaventuranza”), constituida por la venida del Reino de Dios o Reino de los Cielos. Su misión principal fue el anuncio del Reino, ya que el mismo Jesús dice en Lucas: “También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado” (4:43), y en Mateo: “Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino” (4:23).

Habían por entonces en Palestina grupos que no eran judíos, pero que seguían el Antiguo Testamento, como los samaritanos, quienes rechazaban ser llamados “judíos”; los quenitas y los recabitas, que eran tribus árabes del desierto que cumplían la ley de Moisés, y que también objetaban ser considerados “judíos”; los esenios, que se separaron del pueblo judío debido a su decadencia y corrupción, y que seguían un modo de vida más puro y estricto; los nazoreos, que abundaban en Galilea, y a los cuales quizás perteneciera Jesús. En conclusión, había entonces grupos numerosos aún entre los mismos judíos (como los zelotes), tanto grupos opuestos a los judíos, como antagónicos entre sí. Los judíos residían sobre todo en el sur de Palestina, alrededor de Jerusalén, y se consideraban a sí mismos los sucesores del reino de Judá, por lo cual se llamaron justamente “judíos”. Todos estos grupos esperaban, según el Antiguo Testamento, que se constituyera el Reino de Dios, y que el Mesías los liberara.

Dice en Mateo: “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (6:33) Y entonces Jesús cuenta numerosas parábolas acerca del Reino. Dice en una de ellas: “El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra” (Mr. 4:26), y dice: “El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo” (Mt. 13:31) Otra parábola propuso a sus oyentes: “El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo” (Mt. 13:44); “también es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra” (Mt. 13:45-46); “también es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases” (Mt. 13:47)

Debido a la brevedad que pretendemos en este escrito no podemos explicar todo lo que implica cada una de estas frases, pues ello nos distraería de nuestro tema principal. Pero debemos saber que en ellas está anunciando todo lo por venir, el Islam, el Sagrado Corán, al Profeta Muhámmad, y que se tratan en realidad de profecías.

¿En qué consiste el Reino de Dios?

El Reino tiene tres interpretaciones diferentes, primero es un estado del corazón; segundo es el gobierno concreto instaurado por Dios entre los hombres a través de Sus Profetas y Mensajeros; tercero, es el anuncio de un Día Final, en el cual todo el Poder solamente pertenecerá a Dios. Los tres sentidos los encontramos en los evangelios.

Dice en Lucas: “Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros” (17:20-21) Es decir, se trata de un estado del corazón, que se produce en este mundo, no algo que sólo sucederá en el más allá.

En cuanto al segundo sentido del Reino, como gobierno concreto de Dios sobre los hombres, a través de Sus Profetas, Mensajeros y delegados, sabemos que era el sentido que predominaba desde antiguo, y que fue confirmado por Jesús en algunos pasajes de los evangelios, por ejemplo en Mateo: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones […] Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo’” (25:31-32 y 34) Según nuestra interpretación, el término “hijo del hombre” no se refiere solamente a Jesús, sino que tiene dos interpretaciones posibles, una la que se aplica a Jesús, identificable muy claramente, y otra la que se aplica al Profeta Muhámmad que estaba por venir en la gloria de Dios, con el Poder divino en la tierra.

Dice también Jesús: “Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino [los judíos] serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt. 8:11-12). Habla de “oriente” y de “occidente”, es decir de este mundo, donde hay oriente y occidente, porque en el más allá no existen tales localizaciones. Y habla de “la mesa de Abraham, de Isaac y de Jacob”, es decir de la tradición en este mundo, en el más allá no hay “mesa de Abraham, Isaac y Jacob”, no será necesaria entonces una tradición que se deba enseñar a los seres, pues éstos vivirán de la experiencia propia, de la luz de Dios, una luz única, y conocerán sin necesidad de que ninguna tradición se transmita.

Y dice en otra parte: “Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (Mt. 12:28), que es como si dijera “principia conmigo”.

El Reino de Dios en todos estos pasajes evidencia su cercanía temporal, lo cual para nosotros indica al Islam, por lo que no se lo debe confundir con el otro sentido de “Reino”, el que se aplica al más allá, del cual dice Jesús: “Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt. 24:36) Entonces, no sería posible mencionar ninguna “cercanía” del Reino de Dios, como vimos que afirman varios pasajes ya citados, si no se conociera su momento...

Omito, para ser más breve, todo lo que trata sobre el Reino de Dios en el más allá, porque constituyen expresiones muy claras en el Nuevo Testamento. Siempre que Jesús habla sobre dicho asunto anuncia los signos cósmicos que le preceden, como grandes turbulencias en los cielos y en la tierra, etc.

El poder de Jesús

Veamos ahora el asunto del poder que ejercía Jesús sobre la naturaleza y sobre las personas, poder que era evidentísimo en él. Lo haremos en forma sintética, pasando una breve revista al tema.

Entre sus poderes estaba que cuando alguien se acercaba a él, con intención agresiva y de ejercer la violencia, él lo repelía sin necesidad de tocarlo. Entonces emanaba de su ser una energía que expulsaba a sus agresores. En muchos lugares del Nuevo Testamento se habla sobre este poder suyo, por ejemplo cuando dice: “Salió de entre ellos sin que lo pudieran tomar”, o “le querían arrojar piedras, pero no lo alcanzaron”, y “lo querían precipitar de una cornisa y no pudieron”

En la región donde nació Jesús los fariseos intentaron matarlo arrojándolo desde lo alto de un precipicio, y menciona el texto que él se zafó de ellos y se fue sin que lo pudieran retener. Esto debemos tenerlo muy en cuenta, porque es un dato básico de nuestro argumento, del que estamos anticipando solamente un esquema.

Para ahondar más, veamos el párrafo de Lucas en el que cuenta que Jesús afirmó: “Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio. Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle.

Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó” (4:27 en adelante) “Pasando por medio de ellos, se marchó”. ¡Esto es sorprendente!, pues se supone que eran muchos los que lo sujetaban. Pero él tenía un poder extraordinario que lo auto protegía y que utilizaba cuando quería. En el caso que mencionamos, él no usó su poder hasta llegar a la cima, y esto simplemente para dar un ejemplo de la existencia de ese poder. Si hubiese querido se hubiera zafado antes de sus captores, pero quiso demostrarles que habían intentado matarlo y no pudieron. Esto tendrá una gran repercusión en nuestra argumentación posterior.

Su otro poder era el de la transfiguración. Que lo poseía está asentado en el Nuevo Testamento donde dice lo siguiente: “Seis días después, toma Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, sube con ellos a un monte alto a solas. Y se transfiguró delante de ellos. Su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se pusieron blancos como la luz. Y se le aparecieron Moisés y Elías hablando con él, los cuales aparecieron resplandecientes y hablaron de su muerte que habría de tener lugar en Jerusalén. Entonces Pedro dijo a Jesús: ‘¡Qué bien estamos aquí!, si quieres haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’. Aún estaba él hablando cuando lo cubrió [a Jesús] una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: ‘Este es mi siervo amado, en quien tengo mi complacencia, ¡escuchadlo!’ Al oír esto los discípulos cayeron sobre sus rostros presa de un gran temor, y Jesús se acercó a ellos y tocándoles dijo: ‘¡Levantáos, no tengáis miedo!’, y cuando alzaron los ojos no vieron a nadie sino a Jesús” (Mt. 17:1-8) Huelgan las palabras.




TERCERA PARTE

Jerusalén

La culminación de la misión de Jesús es en Jerusalén. Si bien su prédica consistía en anunciar el Reino por toda Palestina, la cúspide de su tarea se verifica en Jerusalén, lo que surge de los Evangelios con toda evidencia. Hay allí un acto muy simbólico, el de la última cena, que deseamos explicar. Posteriormente se produce el apresamiento en el huerto, y el trato humillante ulterior que recibió Jesús. Vayamos, pues, por partes.

Jesús entra en Jerusalén y predica allí tanto como quiere antes de las Pascuas. Se había establecido en Betania, a unos 15 km. de Jerusalén, donde iba y venía de casa de unos discípulos suyos, Lázaro, Marta y María, que vivían allí. Predicaba durante el día en el templo, y durante la noche se refugiaba en Betania para que no lo apresaran, ya que los sacerdotes de Israel no se arriesgarían a prenderlo a plena luz del día, por temor a que el pueblo se sublevara. En esos días de Pascua había en Jerusalén muchos galileos y de otras facciones (recordemos que no todos eran judíos), que apoyaban a Jesús, y entonces los rabinos preferían apresarlo de noche, como sucedió después, para no sublevar al pueblo. En el lapso durante el cual no hubo problemas Jesús predicó todo cuanto quiso, entraba al templo y salía con ese poder de autoprotección que tenía, y nunca lo podían tocar. Pero él se reservaba para el momento final.

En la noche de Pascua, cuando tuvo lugar la última cena, se reunió con sus discípulos, y entonces sucede algo bastante enigmático, que constituye la clave de todo lo que pasaría luego. Según el evangelio de Juan, en un momento dado Jesús dijo: “…En verdad os digo que uno de vosotros me entregará” (Jn. 13:21). Deducimos, entonces, en primer lugar, que él conocía el hecho. Segundo, si él lo conocía, y eso sucedería sin oposición de su parte, era porque se trataba de un designio divino, de una orden o decreto superior a su propia voluntad, lo que podemos vincular con el diálogo a que antes nos referimos que tuvo en el monte con Moisés y Elías. Debido a que las misiones de los Profetas se encuentran dominadas absolutamente por la Voluntad de Dios, que ellos no determinan los pasos a dar sino que lo hace el Señor, debemos creer que el hecho de ser entregado Jesús a sus asesinos, algo que de antemano él mismo conocía, constituía sin duda un designio divino inapelable.[3]

Pero Jesús no solamente se conforma con decir que había alguien que lo entregaría, cargando así un peso extraordinario sobre el que lo hiciera, sino que también lo designa directamente. A la pregunta de Juan sobre quién sería ese que lo entregara, Jesús responde: “Aquel a quien le diere el bocado que voy a mojar” (Jn. 13:26). De esto se deduce que él ya sabía quién era ese. Si él lo sabía, y se trataba de uno de sus seguidores, entregar a Jesús no era entonces algo de la voluntad exclusiva del que lo hiciera, ni era debido a la antipatía que podría tenerle Jesús a esa persona para cargarlo con tamaña misión, ya que él no odiaba a nadie, sino todo lo contrario. Él amaba a todos sus seguidores, que eran sus hijos espirituales. Descartada la voluntad arbitraria del discípulo, o el odio de Jesús, sólo nos queda el designio de Dios para que alguien hiciera semejante tarea. Y Jesús lo designa diciendo: “«Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar» Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote” (Jn. 13:26), y le ordenó que haga su tarea. “Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has dicho»” (Mt. 26:25). Es como si no hubiese querido lastimarlo ordenándoselo directamente, y se lo hubiese mostrado por gestos, indirectamente, para que el elegido lo confirmase de palabra, “¿soy yo acaso?” Y agrega Jesús: “…Lo que vas a hacer, hazlo pronto” (Jn. 13:27), le manda, le ordena. ¡Ve y haz tu tarea!
Ahora bien, pongamos por caso que un maestro espiritual, no ya un Profeta ni un Mensajero de la categoría de Jesús, tenga un discípulo a quien le ordena cometer una maldad, porque de eso se trataba: ¿Es lógico admitir esto, que un maestro espiritual ordene a un discípulo cometer algo malo?, ¿no es absurdo? Entonces, la única conclusión posible es que no se trataba de una maldad, de un delito. Y si no se trataba de eso, sino por el contrario era un designio divino, un decreto de Dios, entonces el que debía cometer eso no era en realidad culpable, pero sin embargo cargaba con la apariencia de una maldad cometida. Lo notable es que Jesús no sólo lo designa, sino que le ordena realizar lo que debe hacer.

Otro hecho notable es que se diga que en la conjura participaba Satanás: Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás” (Jn. 13:27) ¿En qué sentido se debe interpretar esto?, ¿en el sentido de que Jesús obró en favor de Satanás, y le facilitó las cosas designando a Judas y ordenándole proceder? ¿O en el sentido de que entregó a unos de sus seguidores a manos de Satanás, para que éste hiciera de él lo que quisiera? Ambas alternativas nos resultan repugnantes, pues ni Jesús podría facilitar de ningún modo los planes de Satanás, ni podría entregar a un ser humano que lo seguía en manos del maldito, y aún más, hacer que Satanás entrara en un discípulo suyo a través de su misma mano, lo cual es inaceptable si no se tratara de una metáfora.

Entonces, sólo nos queda pensar que los hechos estaban absolutamente predestinados por la Voluntad divina, bajo cuyo imperio está el mismo Satanás, y que la expresión “entró en él Satanás” es más bien metafórica, desde que el mismo Judas no tuvo oportunidad de elegir. Menos aún Jesús tuvo alternativas, pues era el más obligado a obrar tal como lo hizo: “El Hijo del hombre se va, como está escrito de él” (Mt. 26:24).

Nos podríamos preguntar que si por un designio divino Jesús obró tal cómo obró, y Judas procedió cómo procedió, ¿en caso contrario Judas habría entregado a Jesús?... Si esto sucedió tal como sucedió, debemos concluir que Judas no es culpable de nada, sino en cierto modo un sacrificado, pues ¿qué culpa podríamos atribuirle cuando fue la Voluntad divina la que determinó todo lo que pasó?[4]

Otro de los hechos notables en el relato de la “última cena” es que el resto de los seguidores, aparte de Judas, nada sabían sobre lo que estaba pasando. Y esto nos da otra clave sobre el secreto del asunto, y sobre que se trataba de algo por encima de la comprensión racional y común, pues de lo contrario los discípulos hubiesen comprendido, e incluso necesitado comprender para su propio beneficio. Dice en Juan: “Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía” (13:28)

El apresamiento

Pasemos a los acontecimientos que tuvieron lugar en el huerto de Getsemaní. Esto tiene también sus claves, porque cuando Jesús y sus seguidores, después de la última cena, van al huerto, y él decide no retirarse a Betania como era habitual. Es como si estuviese propiciando que sus captores lo vinieran a apresar. Si él hubiera querido retirarse a Betania, o hubiese querido fugarse, podría haberlo hecho, pero esa noche se fue al huerto de Getsemaní...

Se cuenta que allí Jesús tiene un momento de gran angustia, y mandaba a velar junto a él a sus compañeros, pero éstos se quedaban dormidos. Cada tanto él los iba a ver, para saber si velaban con él, pero he aquí que los encontraba dormidos. Esto demuestra que ellos estaban bastante ajenos a todo lo que iba a suceder, e ignoraban la importancia de ese gran momento. Jesús mismo refuerza el hecho de que sus compañeros no sabían lo que estaba pasando, al decir: “No se turbe vuestro corazón: creéis en Dios, pues creed también en mí” (Jn. 14:1) Se distingue de Dios, la Realidad superior, y él como Mensajero y un medio de Dios para los hombres. Y continúa: “En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino” (Jn. 14:2-4). Es decir, puede muy bien interpretarse como un camino de este mundo, un lugar de la tierra, como creemos que podría haber sido el camino a que se refería, o bien el camino de la fe. “No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros” (Jn. 14:18), repite, confirmando que se queda en el mundo. “Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado” (Jn. 14:30-31). Es decir le ordenó todos los acontecimientos que sucedían, desde su entrega por parte de Judas, hasta su actual desaparición momentánea que él anuncia. Y “el Príncipe de este mundo” debe ser interpretado como el poder opresor romano y sus aliados judíos en Palestina, porque dice de ello “en mí no tiene ningún poder”, lo que significa que Satanás, otro nombre del ese Príncipe, no tiene poder alguno sobre los Mensajero de Dios, ni menos el de crucificarlo, como ya veremos.

Su discurso de despedida siguiente es muy enigmático, y contiene contradicciones aparentes que deben ser solucionadas con un conocimiento más profundo, con un esfuerzo de interpretación: “«Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver» Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?» Y decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos lo que quiere decir»” (Jn. 16:16-18)... Y agrega Jesús: “En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo... pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar... Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre... Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre” (Jn. 16:20, 22 y 25)

Es evidente que este discurso no se refiere al sacrificio de la cruz porque de haberlo hecho hubiese utilizado otras palabras, menos enigmáticas, como lo hace en aquellas que figuran en Mateo: “Ya sabéis que dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado” (26:2) ¿Qué necesidad tenía de ocultar bajo palabras enigmáticas, parábolas como él mismo dice, que sus propios compañeros no entendían, un asunto que poco antes él mismo había anunciado tan claramente?

En consecuencia, debemos meditar mejor sobre dichas expresiones “dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”, porque: 1º) No se refieren directamente a la crucifixión; 2º) el tiempo es mencionado como muy corto, “poco”, no como meses o semanas; 3º) se trata de algo que sus compañeros van a ver o dejar de ver, por lo cual se refiere a la visión directa de Jesús, a su aspecto o apariencia física, a la visión concreta de su persona, vista por ellos como siempre lo vieron (“dentro de otro poco me volveréis a ver”) Tampoco se refiere a los acontecimientos que van a suceder en la crucifixión, pues de lo contrario, como ya dijimos, lo hubiese expresado directamente.

Luego ya describe sucesos, diciendo: “Y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo... Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu hijo…”, “glorificar” significa “elevar”, “para que tu hijo te glorifique a ti”, es decir, te ensalce, te eleve, te exalte. “Y que según el poder que le has dado sobre toda carne”, el poder de hacer milagros de salud y el poder de transfigurarse, “dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar(Jn. 16:32 y 17:1-4).

¿Qué impresión nos causan estos párrafos? Es como si alguien se despidiese, pero como estando ya en otro lado. Nos está hablando como por un altavoz, mientras el vehículo en el que se aleja de nosotros se encuentra lejísimo, aunque una apariencia suya está delante de nosotros como en una pantalla, como sucede con la televisión.

¿Cómo se enlazan los acontecimientos que después sobrevienen con estas palabras de Jesús? En primer lugar debemos observar que en ningún momento habla de su crucifixión, pues el término “glorificar” significa diametralmente lo contrario que “mortificar” y “crucificar”. En segundo término, habla de su misión, la obra que me encomendaste realizar”, diciendo que ya está cumplida, es decir que nada falta por hacer. Esto último, también, excluye que todavía reste la crucifixión, en cuanto se entiendan rectamente dichas expresiones. Y siendo la crucifixión el acto capital que según la teología eclesiástica vino a cumplir Jesús, dichas palabras desautorizan una interpretación como la eclesiástica, es decir que haya sido crucificado él para la salvación del hombre.

Sintéticamente, lo apresan en el huerto, y dice en Juan: “Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno» Díceles: «Yo soy» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno» Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»” (Jn. 18:4-8) Esta es otra parte esencial de la interpretación que debemos hacer de los hechos. Vamos a ver en lo que sigue todas las interpretaciones realmente extraordinarias que se extraen de este diálogo entre Jesús y sus captores, todo lo cual confirma la doctrina del Sagrado Corán: “Empero no le mataron ni le crucificaron, sino que se les simuló [hacerlo]” (4:157), él apareció para ellos en uno de sus seguidores que asumió su figura.






CUARTA PARTE

La interpretación de las claves

Hasta ahora estamos en medio de los enigmas, de las conjeturas. ¿Cómo vamos a salir de ellas? Muy fácilmente, hemos visto como primer asunto que Jesús tenía un poder personal de autoprotección, que provenía del Espíritu Santo. Él era el purificado, el Mesías, a quien nadie podía alcanzar con la mala intención de dañarlo. Nunca pudieron apresarlo, no pudieron arrojarlo desde un precipicio, no podían capturarlo hasta que él lo quiso, al entregarse en el huerto, y allí se quedó esa noche porque sabía que debían apresarlo.[5]
Además del poder de autoprotección, Jesús ejercía otro poder que ya mencionamos, el de la transfiguración, como está suficientemente asentado en los evangelios. Además podía hasta ausentarse del lugar en donde se encontraba, como cuando se aparece a los del camino a Emaús, y después de acompañar un buen rato a los dos viajeros que lo conocían de antes porque eran parientes suyos, ellos entonces no lo reconocieron, y luego se les evaporó delante de sus ojos.

Entonces, combinaremos estos dos elementos, el de la autoprotección y el de la transfiguración, con el hecho extrañísimo, que nadie explica, de que cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra, lo que incluiría a la tropa de diez o doce policías, por lo menos, que lo fue a apresar. Nos parece que sus seguidores también cayeran inconscientes, por lo que iba a suceder y que ellos no entendían, y así algunas versiones indican que todos cayeron a tierra. ¿Cómo entonces interpretar este desmayo colectivo, no sólo de sus enemigos, sino también de sus seguidores?

Lo podemos interpretar como que en ese momento, cuando quieren capturar a Jesús, todavía está presente en él la fuerza protectora que rechaza la agresión y repele a sus enemigos. Pero nos preguntamos además, ¿por qué los que no lo agredían debían también quedar inconscientes?, ¿qué fin tenía esto? Nosotros respondemos que eso sucedió para que sus seguidores no presenciaran la transfiguración que se produjo en ese momento: Judas es, con seguridad, el único que queda en pie, junto a Jesús, y Judas mismo adopta la fisonomía de Jesús. En ese mismo momento este último adopta una figura distinta y se aparta del grupo. Lo vemos apartarse del lugar en el evangelio de Marcos (14:51-52), como enseguida vamos a explicar.

Recapitulando, en el momento que lo van a apresar, los que tenían una intención maligna a su respecto son repelidos por la fuerza que ya conocemos, que protegió a Jesús durante toda su misión, y esa gente queda totalmente inconsciente, cae de espaldas. Y sabemos que estaban inconscientes porque hay una reiteración de la misma escena, “Jesús” vuelve a preguntarles lo mismo, dado que habían perdido la conciencia de lo anterior: “¿A quién buscáis?”... y él agrega “yo soy”, por segunda vez. ¿Pero qué sentido tiene que se desmayen sus compañeros? Ellos también caen inconscientes por un hecho todavía más profundo, y es que se va a producir algo que ellos desconocían, y que no debían todavía conocer. Como ya dijimos, ellos desconocían todo lo que iba a suceder, y cuando Jesús les hablaba al respecto se preguntaban: “¿Qué está diciendo?” Cuando estuvieron en el huerto no velaron con él, porque no sabían lo que estaba pasando realmente. Y él les dijo, según el Evangelio de Juan: “Porque voy al Padre y no me veréis más... Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello (16:10 y 12).

Cuando Judas adopta la figura de Jesús, éste se aparta. ¿En qué lugar de los evangelios comprobamos esto? Allí donde afirma que todos sus seguidores lo abandonaron y huyeron, pero un joven “cubierto sólo de un lienzo” seguía a Jesús y a sus captores: “Y abandonándole huyeron todos. Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo” (Mr. 14:50-52). Es muy extraño que un joven aparezca en la narración sin que antes se le hubiese mencionado, pues no era del grupo de discípulos, ni venía con los policías, ya que de lo contrario éstos últimos no tendrían por qué haberlo perseguido. A este joven, dice en Marcos, intentaron prenderlo, y sucedió lo mismo que sucedía con Jesús: “... Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo” Según nuestra interpretación sigue habiendo así “un Jesús” que tiene el mismo poder de repeler a sus agresores, pero esta vez bajo la apariencia de “un joven envuelto en un lienzo” (vestimenta por demás rara, pues no se dice que fuera una “túnica”, por ejemplo)

En cuanto al suicidio de Judas, es una versión que no se puede aceptar según nuestra interpretación de los hechos. Sospechamos que esa versión se habría creado para justificar su desaparición, porque Judas se evapora, y nadie sabe dónde está. Como no se sabe qué le sucedió, se cuenta de él que tiró los cuarenta dineros con los que lo habían sobornado los rabinos y se ahorcó de un árbol.

Hemos pasado por alto algo que podríamos preguntarnos: Si admitimos que Judas adopta la figura de Jesús, ¿cuál es la prueba a este respecto? La prueba está en que el joven que se aleja del grupo tiene el poder de autoprotección que tenía Jesús, y el “Jesús” que ahora queda como tal, es decir Judas, no tiene ninguna fuerza: Lo apresan, le pegan, lo insultan, lo laceran, se burlan de él, le escupen... Son “dos Jesús” heterogéneos, uno el verdadero, a quien nadie podía tocar, que enseñaba a la gente y no dejaba una sola pregunta sin contestar. Nunca rehusaba responder a nadie, y aún cuando algunos le preguntasen algo rebuscado, daba vuelta el argumento malintencionado y los humillaba. ¡Compárenlo con el Jesús que queda, que no tiene poder de ningún tipo, ni el poder de la palabra que tenía el Jesús verdadero, un poder que enmudecía a sus enemigos y que enseñaba a los sacerdotes del Templo, aún siendo él pequeño!

Dice: “¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho” (Jn. 18:21); y “«No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?» Pero él seguía callado y no respondía nada” (Mr. 14:60-61) Su deplorable actuación se muestra de muchas maneras, como cuando dice: “Tú lo has dicho”, sin asumir una afirmación directa y coherente. A la pregunta sobre si era en verdad el Mesías responde: “Tú lo has dicho...” (Mt. 26:64), una expresión enigmática pues él no lo dice.

“Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban” (Lc. 22:63); “algunos se pusieron a escupirle” (Mr. 14:65); “y cubriéndole con un velo le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?» Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas” (Lc. 22:64-65). Judas era en figura quien personificaba a Jesús, y en cuanto a la realidad no era él. Pero la denigración insultante y humillante que recibe el transfigurado no desmerece la tarea humillante, dolorosa y sacrificada de Judas, sino por el contrario la enaltece, porque si no fuera por el amor y la fidelidad hacia su maestro nunca hubiese nadie asumido esa tarea.

Es recomendable leer lo que dice el “otro Jesús” en los evangelios, como por ejemplo sus deplorables actuaciones ante el Sanedrín y ante Pilatos y Herodes. Ante el Sanedrín se produce este diálogo: “«Si tú eres el Mesías, dínoslo» Él les respondió: «Si os lo digo no me creeréis»... «¿Entonces eres tú el hijo de Dios?» El les dijo: «Vosotros lo decís, yo soy»” (¿!), una respuesta ilógica pues la primera parte contradice a la segunda. La primera significa, como ya hemos visto, que él no se hace cargo de las afirmaciones de los otros, sino que más bien las rechaza, o al menos las deja en la duda, y en la segunda parte de la respuesta, por el contrario, él acepta esas afirmaciones y las confirma. Ante Pilato sucede lo mismo, Pilatos llama a Jesús y le pregunta: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» (Jn. 18:33-34) ... «Luego ¿tú eres Rey?»”. Respondió Jesús: «Tú lo dices, soy Rey»” (Jn. 18:37).

Los evangelios agregan a veces, después de las respuestas del aparente “Jesús”, algo con lo que tratan de explicarlas con pretensiones teológicas, pero que con toda evidencia no pertenece al diálogo original, ni explica nada en definitiva. Pero en realidad, cuando el transfigurado responde ante el Sanedrín “yo soy”, y ante Pilato “soy Rey”, es como si dijese “yo acepto todo lo que ustedes dicen, porque este es el papel que debo representar”

Allí están también sus increíbles silencios, contrapuestos a su manera de actuar durante toda la misión, y contrapuestos también al significado de su propia misión. A menos que tengamos una interpretación tan sin fundamento como la que nos dan oficialmente, sus silencios son de la misma naturaleza que sus respuestas ya mencionadas: “tú lo dices” o “vosotros lo decís”. Pilato le pregunta a un Profeta, a un Enviado de Dios, algo esencial que ese Enviado debería estar obligado a responder a cualquier mortal, en cualquier circunstancia: “Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?»” (Jn. 18:38). Esta es una invitación a enseñarle, a extraerlo de su escepticismo y de su error, y aún en el caso de que fuera un dicho hipócrita o sarcástico, un Mensajero de Dios debería aprovechar la ocasión para enmendar a su interlocutor... Pero el “otro Jesús” nada responde, como dicen los evangelios. Ante los sacerdotes y los ancianos que lo acusaban “no respondió nada” (Mt. 27:12), a pesar de ser él mismo quien había dado latigazos a los mercaderes del Templo, dependientes de esos falsos sacerdotes.

Pilatos se sorprende y le pregunta: “¿No oyes de cuántas cosas te acusan [los sacerdotes]?” (Mt. 27:13), como se recrimina a un niño o a un inconsciente, cuando éste debería ser el mismo Jesús que explicaba en el Templo, ante las narices de los sacerdotes, que él sería sacrificado en Pascua por los sacerdotes del pueblo: “Ya sabéis que dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado” (Mt. 26:2) ¿No se merecían estos sacerdotes una explicación y una advertencia, o bien una fuerte recriminación y amenaza antes de cometer su crimen?...[6]
El colmo de esa horrible actuación, quizás lo más lamentable de ella, sucedió ante Herodes:Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar alguna señal que él hiciera. Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia. Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato” (Lc. 23:8-9 y 11). Huelgan las palabras.

Por último, he aquí su enigmática respuesta a Pilato, cuando éste le preguntó quién era y no quiso responder a ello, pero le dijo: “No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba”, se interpreta que de parte de Dios, y prosigue, “por eso, el que me ha entregado a ti…”, ¿a quién se refiere?, “tiene mayor pecado” (Jn. 19:11) Si reconoce que los sucesos que se están produciendo fueron ordenados “de arriba” por Dios, o al menos son tolerados por Él, ¿a quién se refiere con “el que me ha entregado a ti”? ¿A Dios, a Herodes, a los sacerdotes, a Judas, o al verdadero Jesús? Si el entregador cometió un pecado al hacerlo, queda descartado que sea Dios, y también queda descartado Jesús, que era impecable. Entonces, se trataría de alguno de los otros tres. Pero, además, si de acuerdo a nuestra interpretación de los hechos debemos descartar a Judas, pues éste no tenía ningún poder, y le fue ordenado hacer lo que hizo, se refiere sin duda a los sacerdotes y a Herodes, en conjunto, como representantes del pueblo judío.

Lógicamente, como ya hemos repetido, es el mismo transfigurado el que más sufre la situación de verse enfrentado a los enemigos de su maestro y deber callar o responder con la misma pregunta, sin tener que decir quién era él y qué hacía suplantando allí a su amado maestro. Esto es el sumo de la fidelidad y la entrega, y por eso este pobre ser, merecedor de toda consideración y respeto, estará con Jesús en su misma categoría en el más allá. Por eso, no deseamos denigrar a Judas en su actuación, que por otra parte no dependía de su voluntad directamente, porque si todo ello sucedía porque el Señor así lo dispuso, todo ello debía suceder así, sin importar en última instancia la calificación que a nosotros nos produzca. Y los términos que usamos, como “deplorable”, “denigrante”, “lamentable”, u otros por el estilo, no tienen por intención calificar negativamente la persona del transfigurado sino solamente remarcar que los hechos son en sí mismos indignos de un Mensajero de Dios, no que Judas fuera en algo culpable o causante de esos hechos. Por el contrario, los culpables de ello fueron los inicuos que se amparaban en sus falsarias dignidades de sacerdotes y autoridades políticas, cuando sólo respondían a sus bajos instintos.

Pero vayamos a los muy importantes argumentos finales con los que intentaremos dilucidar algunos enigmas. Quedarán no obstante muchos asuntos sin dilucidar, porque nuestro intento no es agotar este tema con un opúsculo como el presente sino solamente abrir una puerta hacia los secretos de los hechos alrededor de Jesús el Mesías.

El sacrificio y su reaparición

Si Jesús se transfiguró y adoptó otra fisonomía después de la crucifixión, ¿Hay testimonio de esto en los evangelios? Si, como por ejemplo cuando van las mujeres a ver la tumba al día siguiente de la crucifixión y la encuentran vacía. Luego, María Magdalena vuelve sola allí nuevamente y se pone a llorar, pero cuando se da vuelta encuentra a un hombre que no conoce, y que confunde con el hortelano, el que cultivaba la huerta allí situada, lindante con la caverna donde fue sepultado Jesús.[7] El desconocido preguntó a María Magdalena: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dijo: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré” Jesús le dijo entonces: “María” Ella se vuelve y le dice en hebreo: “Rabbuní”, es decir “Maestro” (Jn. 20:5-16), como si ella despertara de un sueño y descubriera a Jesús directamente.

Cuando Jesús exclama: “¡María!”, es como si quisiera que la Magdalena recapacitara y viera que era él. Entonces le ordena: “Deja de tocarme”, o “no me toques”, y esto constituye una clave. El no quería que lo tocasen, pues tenía un cuerpo especial con el que debía ascender a un plano superior, como también dice allí. Otra interpretación es que sería peligroso que lo tocasen debido a su poder. Él advierte a María Magdalena que no lo toque porque “todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios” (Jn. 20: 17). El siervo reconoce aquí también su condición de tal.

Anteriormente a este episodio se habían producido otros, muy significativos de lo que estaba pasando. Por ejemplo, alguien aparece y remueve la piedra del sepulcro, y según uno de los evangelios fue un ángel que “bajó del cielo” (Mt. 28:2-3); además, siguiendo a Lucas, “dos hombres con vestidos resplandecientes” aparecen dentro del sepulcro ante las mujeres que habían ido allí, el domingo muy temprano, entre ellas María Magdalena (24:4)

En una segunda oportunidad Jesús se presenta ante dos de sus seguidores en el camino de Emaús, al tercer día de la crucifixión. Uno de ellos quizás fuera tío de Jesús, y lo conocía desde pequeño, y el otro un primo suyo. Iban a una aldea llamada Emaús, y “Jesús se acercó y siguió con ellos”, según dice en Lucas, para agregar “pero sus ojos [los de ellos] estaban retenidos para que no le conocieran” (24:15-16) En síntesis, era él, lo veían y no lo reconocían. Tenemos algo más, les preguntó Jesús: “«¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo»”, y entonces le narra todo lo que había pasado. Él les responde: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?»” “Gloria” y “glorificación”, como ya dijimos, significan “elevación”. Y continúa el pasaje de Lucas: “Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras”. Ellos le forzaron a quedarse, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.»” Esto significa que estuvieron varias horas con él y no lo reconocieron. Y continúa: “Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron”. Recién entonces, al bendecir y ver cómo partía el pan y les daba de comer, y porque así solamente lo hacía Jesús, tuvieron la inspiración de quién era él, sólo cuando quiso que lo supieran. Para concluir afirmando algo extraordinario: “pero él desapareció de su lado” (Lc. 24:17-31) Estaba sentado a la mesa junto a ellos, y cuando se dieron cuenta quién era, de golpe se les esfumó, ¿no es esto extraordinario?

Otro episodio: Estaban todos sus discípulos reunidos, y dice en Lucas “él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros» Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo»” (24:36-39) Nosotros interpretamos que él les debió mostrar que no tenía los signos de la crucifixión ni en los pies ni en las manos, no porque él, como se cree erróneamente, los hubiera tenido en algún momento, sino porque en realidad nunca los tuvo. Los discípulos tenían miedo al verlo y pensaron que era una aparición fantasmagórica, ya que lo creían muerto en la cruz. Pero él les aseguró el corazón que no poseía los estigmas de un crucificado. ¿Para qué les pediría que comprobaran sus heridas si estuvieran a la vista? Sólo se los pudo pedir porque en realidad nunca tuvo esas heridas.

“Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo[8], no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas [él no necesitó abrir ninguna puerta], y dijo: «La paz con vosotros» Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente»” (Jn. 20:24-27) Esto significa que sus laceraciones no existían, que su cuerpo estaba completamente entero. El cuerpo lacerado y ajado por el sufrimiento no era ese que él exhibía, lo cual para nosotros significa que nunca recibió ninguna herida.
En Juan también se narra la aparición de Jesús en el Tiberíades: “Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús” (21:2-4) Ellos, que lo conocían de años, algunos eran sus primos y se criaron juntos, lo vieron en la orilla del lago y no lo reconocieron.

Y lo que sigue es más claro aún. Veamos: “Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No» Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», [Pedro] se puso el vestido -pues estaba desnudo- y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan” Es decir, Jesús había preparado esto como otras veces había multiplicado la comida. Continúa la narración: “Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar» Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?» Sabiendo que era el Señor” No osaban preguntarle, lo cual significa que no lo reconocían manifiestamente, porque estaba transfigurado, pero ¿cómo sabían que era Jesús?, de corazón, no por la fisonomía. Ellos querían confirmarlo, pero temían preguntarle, aunque Pedro sabía que solamente Jesús podía hacer ese regalo de llenarle la red de peces, y preparar de la nada una comida, pero nada preguntó. Aún más, no se atrevían a tocar la comida, hasta que el mismo Jesús “toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez”, según dice el texto (Jn. 21:5-13) Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos, y las tres veces no lo reconocieron.






QUINTA PARTE

Hechos extraños y enigmáticos

Algo muy extraño que sucede en el transcurso del juicio, antes de la crucifixión, son las tres negaciones de Pedro. Como sabemos, éste es el sucesor de Jesús en la sabiduría y en la conducción de su comunidad, porque todo Profeta de alta categoría deja un sucesor con esas características. “Jesús le dijo: «Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces»” (Mt. 26:34; ídem con una pequeña variante en Mr. 14:30) Unánimemente se interpreta esto como que Pedro, por miedo, iba a mentir y a traicionar a Jesús. Pero una negación no equivale necesariamente a una mentira, como todos sabemos, puede ser también sobre algo verdadero, o bien una equivocación. Fuera de estas tres posibilidades para las negaciones normales de la gente (verdad, mentira, equivocación) no existen otras. ¿A cuál de las tres se refería Jesús al decir aquello a Pedro?

La clave está en la expresión “antes de que cante el gallo”, que no tendría sentido en la frase si es que no tuviera un significado más profundo. Podría haber dicho, en lugar de que cante el gallo, “antes de la crucifixión”, que era lo más lógico, o “antes de que amanezca”, o “antes de que ladren los perros”. ¿Por qué dijo, entonces, “antes de que cante el gallo”?
Quizás pocos sepan que en la tradición sagrada el canto del gallo equivale a la glorificación de Dios. Esto es muy importante, porque sobre la base de ello sabemos que Jesús no diría algo como esto: “Tú mentirás tres veces, y después el gallo glorificará a Dios”, porque la mentira no armoniza con la glorificación a Dios. Esta es una idea repulsiva para la comprensión de lo sagrado. Pero he aquí que dice en los evangelios: “Una criada, al verle sentado junto a la lumbre [que los guardias habían encendido en el atrio del Templo para calentarse], se le quedó mirando y dijo: «Este también estaba con él [con Jesús]» Pero él lo negó: «¡Mujer, no le conozco!» Poco después, otro, viéndole, dijo: «Tú también eres uno de ellos» Pedro dijo: «¡Hombre, no lo soy!» Pasada como una hora, otro aseguraba: «Cierto que éste también estaba con él, pues además es galileo» Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel momento, estando aun hablando, cantó un gallo” (Lc. 22: 56-60) La significación simbólica del canto del gallo después de las tres negativas de Pedro significa que el secreto quedó sellado, la puerta quedó cerrada, hasta que el Sagrado Corán la volviera a abrir, y así se conociera la verdad de aquellos sucesos tan enigmáticos.

Pero ¿qué podemos decir de un Pedro mostrado como mentiroso y cobarde que se pasa horas en el Templo junto a un Jesús que es denigrado, humillado, insultado, golpeado, y él, Pedro, no reacciona, nada dice? ¿Es el mismo Pedro que había sacado la espada en el monte para defender a Jesús? Es evidente que Pedro sabía algo más sobre lo que estaba pasando, y que sus negaciones no eran mentiras, sino verdad. Aquel que era juzgado y crucificado no era Jesús realmente, y por eso él niega al crucificado.

Secretos de la crucifixión

El sacrificio que asume Judas se justifica porque era el más débil de los discípulos, y por ese acto llega a un elevadísimo nivel, como ostentaban el resto de los discípulos. Pero ¿cuál fue la necesidad de que alguien fuera crucificado? El sentido de esto es que los judíos decidieron matar al Mesías, el más grande de sus Profetas después de Moisés, y el más ansiosamente esperado, y así condenarse a sí mismos. Sin embargo, el Mesías no podía ser muerto por la maldad del pueblo, estaba preservado por un poder divino (lo cual ya hemos explicado), como nunca lo estuvieron los Profetas de Israel. Entonces Dios entrega a alguien para que los judíos concreten su intención, pues Él no impide la intención criminal de los que se quieren condenar a sí mismos. Los judíos rompieron así definitivamente su pacto o alianza con el Señor, que habían gozado a través de todo el Antiguo Testamento, alianza que culminaba con la aceptación del Mesías. Pero cuando éste llega lo rechazan, lo combaten, e intentan matarlo. Dice en Juan: “Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado… Si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos odian a mí y a mi Padre” (Jn. 15:22 y 24)

¿Quiénes lo combaten?: No el pueblo directamente, sino la alta clerecía, que regularmente defiende sus propios intereses egoístas. La alta clerecía estaba ligada muy concretamente a las riquezas de este mundo; cuando él les demuestra que estaba en contra de esos intereses, dando latigazos a los mercaderes del Templo, ellos comienzan a prepararle la celada. A ellos no les preocupaba tanto que Jesús dijera esto o aquello, que era o no Mesías, pues “administraban” las creencias y podían desmentir y tergiversar lo que afirmaba Jesús, como hicieron con el resto de los Profetas. Pero lo que les molestaba sobremanera era que él destruyera sus tiendas, pues las tiendas del Templo eran de propiedad de los grandes sacerdotes. Jesús desparramó sus monedas (¡vaya uno a saber si las pudieron recuperar!), espantó las palomas del sacrificio que ellos exhibían para la venta, etc. Los grandes sacerdotes, por interpósita persona, mercaban con el culto, y el Templo era su gran negocio. Si ellos no otorgaban un permiso, nadie podía comerciar allí.

Además, Jesús venía a comprometer la alianza de la alta clerecía con el ocupante romano. Por eso cuando exigen que él sea crucificado se apoyan en que quiso proclamarse “rey de Israel”, lo cual constituía una rebelión contra el poder imperial romano. Dice en Juan que los judíos, respondiendo a los grandes sacerdotes, gritaban a Pilato: “«Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César» Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal… Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey» Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César»” (Jn. 19:12-15)

Jesús nunca se había proclamado “rey de Israel”, y había dejado su autoridad claramente expresada al decir: “Si Dios no me testimonia yo no puedo dar testimonio de mí mismo”, que era como decir a los pontífices y al pueblo: “Yo soy el Mesías anunciado por la Escritura, y para prueba y testimonio he aquí los milagros que Dios me permite realizar con Su Poder” Y al respecto, cierta vez les planteó esto: “Las cosas que hacía Juan el Bautista, la autoridad de bautizar que tenía, ¿venía de Dios o de los hombres?”. Y ellos respondieron que no lo sabían, negándose a decir que era de Dios. Porque Juan el Bautista había anunciado claramente al Mesías, y sus seguidores, después de su desaparición, seguían a Jesús. De modo que reconocer que Juan el Bautista tenía autoridad divina, equivalía a confirmar que Jesús era el anunciado Mesías. Pero también si declaraban que Juan no bautizaba por autoridad de Dios, este Profeta habría quedado desmentido como un farsante, lo cual era muy peligroso para los mismos intereses de los sacerdotes. Juan el Bautista era entonces grande en el corazón del pueblo, había sido asesinado como mártir, y algunos sacerdotes lo habían aceptado ya. Desmentirlo era oponerse al pueblo, a la religión, y contradecirse a sí mismos.

La señal del profeta Jonás

Durante la crucifixión sucedieron algunas cosas muy extrañas que también contienen secretos, como que el día se hizo noche, que saliera agua del cuerpo del crucificado, que se desatara una tormenta. ¿Cómo se explica todo esto? Hay cosas que quizás no deben ser ciertas, pero otras es posible que hayan sucedido realmente. Lo más importante es que se presentan ciertos hechos contradictorios, como que Jesús anunciara que no va a dar otro signo o prueba que el que dio Jonás, quien estuvo tres días en el vientre de la ballena. Esto se interpretó erróneamente como que iba a morir en la cruz y desaparecería por el mismo lapso que Jonás, lo cual no sucedió precisamente con Jesús, pues él no desapareció tres días. De aquí nacen otras confusiones y agregados a los hechos originales.

Jesús mismo había dicho: “«¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches” (Mt. 12:39-40; Lc. 11:29-32) Pero, antes que nada, Jesús no estuvo en el “seno de la tierra”, porque no lo sepultaron, como podemos comprobar en Jn. 19:42; Lc. 23:55; Mr. 15: 47; Lc. 24: 3: “y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús”; Mr. 16:6: “Ved el lugar donde le pusieron” La misma palabra usada para el sepelio del crucificado es “sepulcro” y no “sepultura”, o “Inhumación”, lo cual indica el edificio donde se pone a un muerto, no el hecho de enterrarlo.

También existe al respecto una cuestión cronológica muy importante. Si suponemos que el crucificado expiró el viernes a la noche, siendo llevado enseguida al sepulcro, y que el domingo a la mañana había desaparecido de la tumba, no habrían pasado todavía tres días y tres noches. Pero si nosotros tomamos el tiempo desde el momento en que él se transfigura y desaparece, hasta la primera vez que el domingo a la mañana lo ve María Magdalena, a lo que ya nos referimos, estamos más cerca de los “tres días y tres noches”

Esta es sólo uno de los asuntos que deben meditarse mejor, pues es cierto que él dijo que desaparecería, y que daría el signo de Jonás, de los tres días y tres noches. Pero si resulta que desapareció un día y medio, su promesa no se habría cumplido, lo cual es imposible. Se trata de cosas muy importantes, sagradas, que deben ser correctas y exactas. Las palabras de Jesús no eran vanas ni inexactas. Debemos, pues, interpretar las cosas con mayor profundidad, ya que la interpretación que se le da a la gente en general suena más bien a mitología. La gente en su ignorancia acepta pasivamente todo lo que le presentan, que normalmente va dirigido a su sentimentalismo. Aunque hoy ya nadie cree en mitologías, pero lamentablemente tampoco conocen la verdad, por lo cual hasta lo verdadero cae bajo la picota de la duda y es rechazado como falso.

Veamos cómo podemos solucionar el enigma. Los judíos no podían mantener crucificados el sábado, descolgaban a todos los ajusticiados el viernes a la caída del sol, y cuando no estaban muertos los mataban rompiéndoles las piernas, y al quedar colgados sin apoyo se asfixiaban por su propio peso. El sábado les estaba prohibido aplicar penas o tener crucificados, y el sábado judío se cuenta a partir del viernes a la caída del sol. Al crucificado lo sacaron de la cruz el viernes por la noche, y a la mañana del domingo se comprueba que había desaparecido. En realidad, estaba desaparecido desde bastante antes. Calculemos el tiempo en que estuvo en juicio, ida y venida a Herodes, y podemos llegar más cerca de los tres días y tres noches de este modo: Jueves (día), viernes (noche, a partir de la caída del sol del jueves), viernes (día), sábado (noche), sábado (día), domingo (noche), y el domingo “muy temprano”, como se dice, se produjo su reaparición.

De la cripta donde habían puesto el cuerpo nadie lo ve salir, solamente María Magdalena lo encuentra parado a la puerta, no lo ve levantarse de allí nadie. Pues si ese cuerpo en la cripta no era el de Jesús, como sostenemos nosotros, al aparecer el verdadero Jesús el otro cuerpo debía desaparecer. Era, digamos así, un cuerpo dedicado solamente a un uso específico, el de la crucifixión. Una vez terminado eso, desaparece de este mundo.[9]
Otro punto sumamente oscuro es la conducta en la cruz del mismo crucificado. ¿Cómo podemos creer que diga?: “«Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», - que quiere decir «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»” (Mr. 15:34) Es contradictorio con aquello que él mismo había dicho: “Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Jn. 16:32). Además, es contradictorio con el sufrimiento que los Profetas precedentes supieron soportar. Pero aún más, los mártires del cristianismo sufrieron martirios más atroces en algunos casos que el que soportó el crucificado, y sin embargo, nunca dijeron que Dios “los había abandonado”. ¿Y aquellos dos delincuentes que lo flanqueaban, acaso no estaban en su misma situación? A pesar de esto uno de ellos dijo al otro: “«¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena [que Jesús, Profeta de Dios]? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.»” (Lc. 23:40-42). Pareciera que junto al “¿por qué me has abandonado?” del crucificado, este delincuente tuviera mayor fe, y soportara mejor el suplicio, con mayor paciencia y perseverancia.









Apéndice

La interpretación del Sagrado Corán sobre el secreto de Jesús

Dice el Sagrado Corán en la sura (capítulo) cuarta:

153. La gente de la Escritura [judíos] te piden [Profeta] que hagas descender una Escritura del cielo para ellos [de una sola vez y ya escrita, como las Tablas de la Ley], aunque ellos ya habían pedido a Moisés algo mayor a esto, diciendo: “¡Haznos ver a Allah de manera visible!”, entonces los arrebató el rayo fulminante debido a su iniquidad. Luego adoptaron el becerro [como divinidad], después de haberles llegado las evidencias [de la Realidad divina], pero Nosotros disculpamos esto. Y dimos a Moisés un poder manifiesto [al punto de obedecerle si les mandaba matarse].
154. Y elevamos el Monte por encima de ellos debido a su pacto [para que teman quebrarlo], y les ordenamos: “¡Penetrad humildemente por la puerta [de Jericó]!”, y les ordenamos: “¡No violéis el sábado [pescando]!”, y les tomamos una alianza gravísima.
155. Y por haber violado su pacto, y su rechazo de los Signos de Allah [las evidencias de los Profetas], y haber asesinado a los Profetas sin justicia alguna, y decir: “Nuestros corazones están encubiertos [para la Verdad]”, aunque Allah [negándoles su Benevolencia] es Quien se los selló debido a la impiedad de ellos, pues no creen más que escasamente,
156. y por rechazar [a Jesús], y su afirmación de un gran embuste acerca de María [de que procreó a Jesús en el pecado],
157. y su afirmación [jactándose contra Allah y Sus Profetas]: “¡Nosotros sin duda asesinamos al Mesías, Jesús hijo de María, Mensajero de Allah!”, empero no le mataron, ni le crucificaron, sino que se les simuló [hacerlo] Y así los que discrepan a su respecto [judíos y cristianos] están realmente en la incertidumbre acerca de él [sosteniendo múltiples conjeturas]: No tienen a su respecto ningún conocimiento, siguiendo en cambio la opinión [caprichosa de sus tendencias] Empero no le han matado ciertamente,
158. sino que Allah lo elevó hacia Sí [a uno de Sus cielos], siendo Allah Poderosísimo [sin constreñir en contra de la razón], Sapientísimo [de lo que determina].
159. Y de la gente de Escritura [cristianos y judíos] nadie se exceptuará de creer necesariamente en él [Jesús, cuando reaparezca], antes de su muerte [la del escriturario, o bien la de Jesús cuando resurja], y el Día de la Resurrección será testigo en contra de ellos [de todo lo que se mencionó antes sobre sus maldades].
160. Así pues, debido a la iniquidad de quienes son judíos, les prohibimos algunos beneficios que se les habían permitido, y por su desvío extremo [de otros y de ellos mismos] del Sendero de Allah,
161. y por su aceptación de la usura, cuando les había sido prohibida, y por engullir la riqueza de la gente fraudulentamente: Hemos, pues, dispuesto para los impíos de ellos un castigo penosísimo.
162. En cambio, a los enjundiosos en el conocimiento de entre ellos [obedientes de los mandatos divinos y reverentes de los Profetas], y a los creyentes [los que siguieron al Profeta entre los judíos de Medina], que creen en lo que te fue revelado [el Sagrado Corán], y lo que fue revelado antes que a ti, y los que elevan la oración, y los que ofrecen la contribución [de bienes], y los que creen en Allah y el Día Final [la recompensa y el castigo]: A tales ya les otorgaremos una recompensa extraordinaria [por su fe y sus obras, no por su religión o raza].

La interpretación de los versículos: La Gente del Libro según el Islam

“Los del Libro”, o “la gente del Libro”, o “de la Escritura”, son tanto judíos como cristianos, en cuanto ambos aceptan la “Biblia” como fundamento de su fe, palabra esta que significa “Libro”. La discrepancia entre ellos es respecto a la interpretación de esa fuente fundamental, y en admitir algunos textos y rechazar otros, y los cristianos, en especial, en admitir los Evangelios como parte de la “Biblia”.
En general los libros que componen la Biblia no son impecables, por lo que la aceptación de unos y el rechazo de otros también resulta algo caprichoso. Sin embargo esto no impide a judíos y cristianos, sobre todo a los protestantes, sostener que ellos tienen los mejores y más auténticos testimonios, que fundan la fe más cierta, y suponen que los únicos testimonios de la verdad revelada los poseen ellos, a pesar de las evidencias en contra.
Dice el Sagrado Corán: Di [Profeta]: “¡Gente de la Escritura!, convengamos entre nosotros y vosotros en una misma expresión: Que no adoraremos más que a Allah, ni asociaremos a El nada, ni nos tomaremos unos a otros como señores en lugar de Allah”. Pero si ellos se rehusaran, declarad [vosotros musulmanes]: “¡Testimoniad que nosotros somos en verdad musulmanes [sometidos a Allah sin intermediaciones ni desigualdades]!” (3:64) Tal es la distinción entre nosotros y ellos: Que no adoraremos más que Allah y no al dinero, no al pueblo, que no unos a otros como esclavos.

Los errores de la gente del Libro

Por haber violado su pacto, y su rechazo de los Signos de Allah [las evidencias de los Profetas], y haber asesinado a los Profetas sin justicia alguna, y decir:Nuestros corazones están encubiertos para la Verdad”, aunque Allah [negándoles su Benevolencia] es Quien se los selló debido a la impiedad de ellos, pues no creen más que escasamente. Así define el Sagrado Corán la ceguera del corazón en que cayeron la llamada “gente del Libro”, una ceguera que no les permite comprender la Verdad. La palabra encubiertos tiene en el versículo dos sentidos, la incapacidad de comprender la Verdad, pues le decían al Profeta (BPDyC): “Nosotros no te entendemos, no sabemos de qué estás hablando”, como el sentido contrario, pretender una falsa capacidad, superior aún a la del Profeta (BPDyC), para entender la Revelación. Y dicen las mismas palabras que los idólatras de ese momento: Nuestros corazones están tapados respecto a lo que tú nos convocas (41:5). Pero Allah es Quien selló sus corazones para la Verdad, lo cual significa que les impidió alcanzar la fe, porque ésta es la apertura del corazón hacia la Realidad, por haberse ellos obstinado en la maldad.

Los judíos rechazaron a Jesús, y afirmaron un gran embuste acerca de María, con ambos sean la Bendición y la Paz. Esto se refiere a que dijeron de ella que tuvo a Jesús en el pecado, con un soldado romano. Por ese dicho de los judíos Jesús (P) habló apenas nacido, diciendo: Por cierto que soy el siervo de Allah, a quien El dio la Escritura y me hizo Profeta (19:30) Y dice el Sagrado Corán que cuando vieron a María (P) llegar con él en brazos le dijeron: ¡María!, ¡realmente has venido con algo abominable! ¡Hermana de Aarón!, ¡no fue tu padre un corrupto ni tu madre una libertina! (19:27-28) pensando que ella traía consigo el fruto de su pecado.

En cuanto a la crucifixión, expresa: Empero no le mataron ni le crucificaron, distinguiendo así el asesinato de la crucifixión, quizás porque se refiere tanto a la historia de la crucifixión que conocemos sobre Jesús, con él sean la Bendición y la Paz, como a otras que narran que lo mataron de otro modo. Existen narraciones antiguas que relatan que lo tiraron por una cornisa, etc. Por otra parte el Sagrado Corán se puede referir al hecho de que no necesariamente el que es crucificado muere por esa causa, sino que lo deben matar en la cruz para que muera, ya que por la sola crucifixión tardaría mucho en expirar, y entonces le rompen las piernas, de tal manera que al quedar colgado sobre sus brazos y al estrecharse la caja toráxica, muere asfixiado.

Pero no le han matado ciertamente (157), significa “concretamente”, pues en los hechos no lo mataron a él, sino que Allah lo elevó hacia Sí (158) Y sino que se les simuló [hacerlo] (157), significa que les pareció que estaban matando a Jesús (P) Esto puede interpretarse de varias maneras: Primero que alguien adquirió su fisonomía, como es muy aceptado por la tradición islámica, es decir, tomó su figura y fue crucificado en su lugar. Se dice que uno de sus seguidores se ofreció tres veces para estar en su lugar, y a la tercera Jesús, con él sean la Bendición y la Paz, aceptó eso, que para él resultaba muy penoso, ya que detestaba el sufrimiento de sus discípulos. Pero se trataba de una orden divina.

En segundo lugar, no le han matado ciertamente puede interpretarse que hayan capturado a otro parecido a él, cualquiera de sus discípulos, y que lo mataron en su lugar, porque no conocían exactamente su fisonomía. En tercer lugar, que alguno de sus discípulos o seguidores se ofreció voluntariamente a morir en su lugar, sea que adquirió su fisonomía como hemos dicho, o que no la adquirió sino que se hizo pasar por él sin cambiar de fisonomía.

En cualquier caso el hecho de que hayan matado a alguien con la intención de asesinar a Jesús (P), es como si lo hubiesen matado a él (P), y por eso el Sagrado Corán le da tanta importancia al asunto. El hecho en sí mismo es grave porque estaban intentando matar al Mesías, a quien habían esperado durante siglos, y quien les presentó las evidencias de su misión, pero lo rechazaron.
Hubo, también, a través de la historia, varios casos de personas que pretendieron ser “mesías”, antes y después de la existencia de Jesús (P) y quizás algunos fueron igualmente asesinados. Pero el Sagrado Corán confirma la venida del verdadero Mesías, Jesús hijo de María, sin detallar, sin embargo, cuándo ni dónde apareció. El Sagrado Corán dice que Jesús es el signo del comienzo del fin de los tiempos (cfr. 43:61), y afirma también que él precede inmediatamente a Muhámmad (BPDyC), al decir: Y he aquí que Jesús hijo de María expresó: “¡Hijos de Israel!: Yo soy por cierto el Mensajero de Allah para vosotros, confirmante de lo que me precedió de la Torá [sus mandamientos y anuncios], y anunciador de un Mensajero que vendrá después de mí, cuyo nombre es Áhmad [Muhammad]” (61:6)

Sino que Allah lo elevó hacia Sí [a uno de sus cielos], siendo Allah Poderosísimo [para ello], Sapientísimo [de lo que determina], completando así la doctrina islámica sobre la desaparición de Jesús (P), que fue elevado en cuerpo y espíritu, sin fallecer en este mundo, ni separarse su cuerpo de su espíritu, porque el versículo no cita la muerte como condición de la elevación, sea la muerte natural o el asesinato. Del mismo modo fue elevado Elías (P) En otro versículo dice también: He aquí que Allah dijo: “¡Jesús!, Yo te he de tomar y elevarte hacia Mí, y te eximiré de los impíos (3:55) Entonces, Jesús (P) está vivo, tal cual era, y será vuelto al mundo tal cual es, o bien bajo la fisonomía que Allah Exaltado quiera hacerlo volver. Sobre ello existen numerosas tradiciones en el Islam.

La causa de su desaparición, según la tradición islámica, se remite a protegerlo de los impíos, como vimos que dice el versículo anterior. Pero también creemos que se debe a su segunda venida, es decir que Jesús (P) no cumplió su misión completamente, que ésta tiene aún una segunda etapa, y que él va a volver al mundo como cierre de la época de prueba del Fin de los tiempos. El señala el principio del Fin de los Tiempos, y el cierre del mismo, como la venida del Profeta Muhámmad (BPDyC) y la revelación del Sagrado Corán constituyen la culminación o cúspide de nuestra época. Jesús (P) sería como la ladera inicial de la montaña, Muhámmad (BPDyC) como su cumbre, y Jesús vendría junto con Al-Mahdí (P) a poner fin a este período, y a hacer prevalecer la fe sobre el resto de las tradiciones, aún cuando esto deteste a los impíos, como dice el Sagrado Corán.

No es necesario que Allah lo haya elevado sólo para protegerlo, habiéndolo protegido anteriormente, al separarlo de su pueblo durante seis o siete años, cuando quisieron matarlo. Dice el Sagrado Corán que Jesús y su madre fueron instalados en un promontorio, provisto de sosiego, de aguas manantes (23:50), en este mundo, antes de ser elevado, y así lo protegió de la persecución de los judíos. Luego de ese período fue elevado, y cuando el versículo que ya hemos citado dice: Yo te he de tomar y elevarte hacia Mí, y te eximiré de los impíos (3:55), “elevar” y “eximir” no son uno causa del otro.

Dice también el Sagrado Corán: Y de la gente de la Escritura [cristianos y judíos] nadie se exceptuará de creer necesariamente en él [Jesús] antes de su muerte [la del escriturario o bien la de Jesús cuando resurja] y el Día de la Resurrección será testigo en contra de ellos. Este versículo abarca en general a toda la Gente del Libro. Que el Día de la Resurrección será testigo en contra de ellos, significa que lo será contra ambos grupos, no solamente contra los que dicen seguirlo, pero no se elimina, sin embargo, la distinción entre los dos grupos, cristianos y judíos.

El Sagrado Corán expresa: Y he aquí que Allah dijo: “¡Jesús!, Yo, por cierto, te he tomar y elevarte hacia Mí, y te he de purificar de los que son impíos [los que te rechazan], y he de poner a los que te sigan por encima de los que son impíos a ti [los judíos], hasta el Día de la Resurrección” (3:55) Los que son impíos a él son los judíos, y los que lo siguen son los cristianos, siendo él (P) testigo contra ambos grupos, aunque más severo con los judíos. Pero si se interpreta que los que lo siguen de verdad son los musulmanes, y que los que son impíos a él son tanto cristianos como judíos, entonces él será testigo contra ambos grupos por igual.

El hecho de que Jesús sea testigo, como dice el versículo, tiene dos sentidos: Cada uno de los Profetas, con ellos sea la Paz, es testigo de su comunidad en este mundo, y testigo de ella en el otro, así como Muhámmad (BPDyC) lo es de todos los Profetas, con ellos sea la Paz, y de todas las comunidades a través de ellos. Pero no quiere decir que Allah deja de ser Testigo cuando existe un Profeta. Afirma el Sagrado Corán que Jesús (P) dirá: Y yo fui testigo de ellos mientras permanecí entre ellos, pero cuando Tú me tomaste, Tú fuiste su Vigilante, siendo Tú Testigo de todas las cosas (3:117) Allah es Testigo permanentemente, de aquí que el versículo diga que es Vigilante (al-Raqíb) y Testigo (al-Shahíd), lo primero respecto de las creencias o doctrinas transmitida por los Profetas (P), y lo último respecto de los actos.

Las tradiciones islámicas sobre Jesús

En cuanto a las tradiciones, el versículo que dice: Y por rechazar [a Jesús], y su afirmación de un gran embuste acerca de María [de que procreó a Jesús en el pecado] (156), se transmite del Imam Yá`far Al-Sádiq (P) lo siguiente: “¿Es que no endilgan a María Bint Imrán, de haber quedado encinta de un niño de un hombre carpintero llamado José?” (T, V, p. 143) Una de la versiones posibles que la tradición oral judía transmite, registrada quizás en el Talmud, dice que José el carpintero fue el padre de Jesús (BP), y no hace mucho una película hecha en Israel también daba la misma versión.

En otra tradición respecto del versículo que dice: Y de la gente de la Escritura [cristianos y judíos] nadie se exceptuará de creer necesariamente en él antes de su muerte (159) narra un seguidor de los Imames, con ellos sea la Paz, que Al-Hayyay, un gobernante enemigo de aquéllos, le dijo cierta vez: “Existe un versículo en el Libro de Allah que me desconcierta”. Le pregunté, cuenta el otro: “¡Emir!, ¿qué versículo es?” Respondió: “El dicho divino: Y de la gente de la Escritura nadie se exceptuará de creer necesariamente en él antes de su muerte”, y continuó diciendo el Emir: “¡Por Allah! yo realmente ordeno ejecutar al judío o al cristiano, y lo ajustician, y luego observo bien, pero no veo que mueva sus labios hasta que se extingue”, o sea no ve que reconoce de palabra a Jesús. Respondí: “¡Allah te perfeccione Emir!, esto no es como tú lo interpretas”. Preguntó: “¿Cómo es?” Respondí: “Jesús descenderá al mundo antes del Día de la Resurrección, y no quedará nadie de la doctrina judía u otro que no crea en él antes de su muerte [la de Jesús], y él rezará detrás de Al-Mahdí (P)”. Respondió el Emir: “¡Ea!, ¿de dónde sacas esto?, ¿dónde lo fundas?” Respondí: “Me lo contó Muhámmad Ibn Ali Ibn Al-Husein [el Imam Al-Báqir (P)]”. Exclamó “¡Por Allah que lo has traído de una fuente pura!” (T, V, p. 143)

En Perlas esparcidas se trae la misma tradición que hemos leído, con algunas modificaciones, y el siguiente agregado: “...Cuando al cristiano le es quitado el espíritu los ángeles [de la muerte] le golpean de frente y dorso, diciéndole: ‘¡Hete aquí, perverso!, el Mesías de quien tú presumías que era Dios, o hijo de Dios, o un tercero en una trinidad, es siervo de Allah, su Espíritu y su Palabra’ Entonces el cristiano creerá en ese momento cuando no lo beneficie su fe. Y cuando al judío le es quitada el alma, los ángeles le golpean de frente y dorso, y le dicen: ‘¡Hete aquí, perverso!, el Mesías que tu presumías haber matado es el siervo de Allah y su Espíritu’, y entonces el judío creerá en él cuando ya no lo beneficie su fe. Y cuando sea el descenso de Jesús los que estén vivos de ellos [judíos y cristianos], creerán en él como ya creyeron los que estén muertos”. Y la tradición agrega, después de nombrar al Imam Muhámmad Al-Báqir (P): “¡Por Allah!, no me lo había contado sino Ummu Sálamah [una de las esposas del Profeta (BPDyC)], pero yo [el narrador] deseé encolerizar al Emir [enemigo de los Imames (P)]”, es decir le contó que se lo había dicho un Imam, para ponerlo furioso, porque era un gran enemigo de ellos, y perseguía a sus partidarios (T, V, pp. 143-144)

Y también en Perlas esparcidas se narra que el Profeta (BPDyC) expresó: “¿Qué será de vosotros [musulmanes] cuando descienda entre vosotros el hijo de María, y el Imam [de ese momento] sea de los vuestros?”, es decir Al-Mahdí (P) (T, V, p. 144) Y en la misma fuente, Perlas esparcidas, se trae el dicho del Profeta (BPDyC): “Poco falta para que el hijo de María descienda entre vosotros como juez equitativo, matará a Al-Dayyal [el falso mesías o anticristo], eliminará el cerdo, romperá la cruz, derogará la capitación [impuesto islámico sobre los no-musulmanes], percibirá la riqueza [centralizará la riqueza], y la prosternación será una sola para Allah, Señor de los seres [idéntica para todos los seres, la oración islámica] Recitad entonces, si es que lo queréis: Y de la gente de la Escritura nadie se exceptuará de creer necesariamente en él antes de su muerte [la de Jesús] y el Día de la Resurrección será testigo en contra de ellos (T, V, p. 144)

En Tafsír Al-Aiiáshi sobre el mismo versículo 159, ...creer necesariamente en él antes de su muerte y el Día de la Resurrección será testigo en contra de ellos, Yá`far Al-Sádiq (P) expresó: “Es el Mensajero de Allah (BPDyC)” (Id.) Es decir, el testigo del Día de la Resurrección en realidad no es Jesús (P) sino Muhámmad (BPDyC) Esto se debe a que si en la tumba el cristiano y el judío reciben la verificación de que Jesús (P) es el Mesías y un siervo de Allah, que no es “Dios”, ni “hijo de Dios”, ni una persona de la “trinidad”, ni fue matado por los perversos, con más razón deberá recibir ese fallecido la verificación de que Muhámmad (BPDyC) es el Mensajero de Allah, el Profeta anunciado por Jesús (P) Pues toda la Revelación anterior al Sagrado Corán quedó abolida, y el Mensaje del Sagrado Corán es para todos los seres, y todos deben conocerlo en vida, o en el momento de su muerte. Ahora bien, el Día de la Resurrección o del Juicio la función de testigo universal, como sabemos por otras tradiciones, pertenece exclusivamente al Profeta Muhámmad (BPDyC), aún cuando el resto de los Profetas, con ellos sea la Paz, sean testigos parciales de sus propias comunidades. Pero Jesús (P) lo será de los cristianos y judíos, y en el caso de estos últimos, de los que existieron a partir de su primera venida. Es decir, en tanto Jesús (BP) se dirigió a los judíos, todos los judíos que han existido desde su primera venida deberán responder sobre su veracidad o falsedad.

De la misma fuente Al-Aiiáshi, se cuenta que el Imam Yá`far Al-Sádiq (P) expresó sobre que Muhámmad (BPDyC) será testigo: “La fe de la gente de la Escritura tiene como condición solamente a Muhámmad (BPDyC)” (T, V, p. 145), es decir valdrá por lo que sostengan respecto de Muhámmad (BPDyC) Esto es lógico, porque si Allah lo envió como el último de los Profetas y Mensajeros (BPDyC) no fue por juego, y en tanto un cristiano o un judío conozca su existencia (comenzando por los árabes cristianos y judíos, siguiendo por los europeos que estuvieron tanto en contacto con el Islam, y finalmente por los americanos) deberá responder de ello. Quizás muchos indígenas de América, nominalmente cristianos, pero no embebidos en el error de sus tradiciones antiguas, quizás sean los únicos que no conocen a Muhámmad (BPDyC), y esto raramente, porque hoy se está difundiendo el Islam por todo el mundo. Entonces, si Allah no juega con la humanidad, y le envió al último Mensajero (BPDyC) y al último Mensaje, el Sagrado Corán, deberá cada uno rendir cuenta sobre esto .

Y en la misma fuente Al-Aiiáshi se cuenta que Yábir Ibn Abdallah Al-Ansári, con él sea la Complacencia de Allah, transmitió sobre el mismo tema, de parte del Imam Muhámmad Al-Báqir (P), lo siguiente: “Nadie, de ninguna de las religiones, morirá sin ver al Mensajero de Allah (BPDyC) y al Emir de los creyentes [Alí (P)] verazmente, sea de los primero o de los últimos” (Id.), es decir de cualquier época. Esta es una tradición complementaria a la interpretación del versículo 159, al que sigue puntualmente, porque el versículo se refiere a los judíos y a los cristianos y no a todas las religiones. Tampoco se extrae claramente del versículo que el muerto vea a Muhámmad y a Alí, con ellos sean la Bendición y la Paz. En realidad, los musulmanes a la hora de su muerte, y antes de que sean sentenciados en la tumba por los ángeles Múnkir y Nakír, deberán responder a qué Imam siguieron. Y el Imam al que se siga debe estar vivo, según sostenemos nosotros. Pero el único Imam vivo por excelencia en nuestra época es Al-Mahdí, Sáhib Al-Zamán (BP)

Y en la misma fuente se dice que un discípulo de Yá`far Al-Sádiq (P) narró: “Pregunté a Abu Abdallah [un apelativo del Imam Yá`far Al-Sádiq (P)] acerca del versículo: Y de la gente de la Escritura nadie se exceptuará de creer necesariamente en él [en Jesús]... y el Día de la Resurrección será testigo en contra de ellos... y respondió: ‘Fue revelado especialmente para nosotros [los Imames, con ellos sea la Paz] Ningún descendiente de Fátima, con ella sea la Paz, muere, ni sale de este mundo, antes de conocer el Imamato del Imam [de ese momento], así como la Descendencia de Jacob reconoció a José diciendo: ¡Por Allah!, Allah te ha preferido a nosotros [12:91]’” (Id.) Esta es una tradición transmitida por una sola persona, sin apoyo en otros transmisores, y no puede ser considerada muy relacionada con el versículo en sí. Pero de todos modos, es verdad que la Descendencia del Profeta (BPDyC) son más responsables que el resto de los musulmanes de reconocer al Imam de cada época. Me refiero a los descendientes biológicos de Alí y Fátima, llamados fatimitas, alauitas, o alidas. Muhámmad es el único Profeta (BPDyC) que tiene actualmente descendientes, y todos ellos deberán responder, más que el resto de los musulmanes, si reconocieron al Imam, que es también el jefe de su familia.

Tradiciones sobre la crucifixión

En Mujtásar Ibn Kazír (MIK) se citan varias tradiciones acerca de la crucifixión. En una de ellas, de la que nosotros salteamos algunos párrafos, dice textualmente: “...Cuando Allah hizo surgir a Jesús hijo de María, con ambos sean la Bendición y la Paz, con las evidencias y la guía, lo envidiaron [los judíos] debido a lo que Allah Exaltado le había concedido de la Profecía y los milagros extraordinarios, (...) y se esforzaron por perjudicarlo en todo lo que pudieran. Hasta el punto de que Jesús (P) no pudo por temor ya morar con ellos en ningún lugar sino que multiplicó sus traslados o viajes que hacía con su madre [Allah le había ordenado que se ocultara por las noches para no ser muerto] Pero esto no conformó a los judíos, y se empeñaron ante el monarca de Siria de esa época, un hombre idólatra, adorador de los astros,... diciéndole que en Jerusalén había un hombre que sublevaba a la gente y la corrompía, y perjudicaba al soberano y a su gobierno...”. Y más adelante dice: “El gobernador de Jerusalén acató esto [la orden que le mandó el soberano de capturar y matar a Jesús], y con una partida de judíos salió hacia la casa donde éste estaba con el conjunto de doce o trece seguidores, o bien se dice que eran 17, siendo el día viernes pasada la tarde, la noche del sábado... Pero cuando Jesús (P) se dio cuenta de ellos, y percibió que no había escapatoria de que lo encontraran, ni de que él los recibiera, preguntó a sus seguidores: ‘¿Quién de vosotros recibirá mi fisonomía y será mi compañero en el Paraíso?’ Y un joven de entre ellos se ofreció para esto, pero fue como si Jesús (P) lo desechara. Y repitió la pregunta dos y tres veces, pero cada vez sólo se ofrecía aquel joven. Entonces Jesús (P) exclamó: ‘Tú eres’ Allah lo convirtió, pues, a la fisonomía de Jesús, hasta que se hizo como él, y fue abierto un tragaluz en el techo de la morada, dominó a Jesús (P) el letargo del sueño, y fue ascendido al cielo en ese estado por el tragaluz. Como Allah Exaltado relató: He aquí que Allah dijo: ‘¡Jesús!, Yo por cierto te tomaré y te elevaré hacia Mí.’ [3:55] Y cuando fue elevado, salieron [es decir se dispersaron] tales personas [sus seguidores], y cuando aquéllos [que los perseguían] vieron al joven, creyeron que era Jesús (P), lo capturaron por la noche, y lo crucificaron, poniendo un espino en su cabeza. Los judíos manifestaron entonces que concretaron su crucifixión, se regocijaron y alardearon de ello, y varios grupos de cristianos aceptaron esa versión, debido a su ignorancia y poco entendimiento. Los que estuvieron en la morada con el Mesías (P) no retornaron, debido a que lo habían visto elevarse, pero el resto de los cristianos supusieron, como los judíos, que el crucificado era el Mesías hijo de María (P) (...) Allah Exaltado expresa, siendo Él el más veraz de los dicentes: Empero no le mataron ni le crucificaron, sino que se les simuló [hacerlo] [4:157], es decir vieron su fisonomía y creyeron que era él, por eso también Allah dice: Y así los que discrepan a su respecto están realmente en la incertidumbre acerca de él, sosteniendo múltiples conjeturas, no teniendo acerca suya ningún conocimiento, siguiendo en cambio la opinión caprichosa de sus tendencias. [Id.] Significa esto que quien de los judíos pretenda haberlo asesinado, y quienes de los cristianos ignorantes acepten su versión, todos ellos están en la incertidumbre a su respecto, en la perplejidad y el desvío. Y por eso Allah expresa lo siguiente: Empero no le han matado ciertamente, sino que Allah lo elevó hacia Sí [a uno de sus cielos], siendo Allah Poderosísimo [para ello, sin constreñir en contra de la razón], Sapientísimo [de lo que determina] [4:157-158]” (MIK, I, pp. 455-456)

Extraemos de aquí una gran enseñanza, sobre que en el Islam lo más importante es que los Profetas de Allah (P) no pueden ser vencidos. No se los puede matar hasta que Allah lo permita, y cuando lo permite es para condenar a un pueblo. Así fueron asesinados muchos de los Profetas por el pueblo judío, y antes por Israel, pero solamente para cargar en el registro de ese pueblo mayor condena. Allah y Sus Profetas son siempre los vencedores, a través de los creyentes cuando los Profetas (P) no están presentes. Por lo tanto a Jesús, el hijo de María, quisieron asesinarlo la casta de los sacerdotes corruptos y sus seguidores fanáticos, como hasta hoy asesinan en Palestina, pero no lo lograron, porque Allah es el mejor tramador de los que traman. Los entrampó, y creyendo ellos que habían vencido a Jesús (BP), Allah hizo que su doctrina, su persona, su nombre, su recuerdo, perdurara por siempre jamás. Tal es la victoria de Allah sobre los impíos. Recordemos que el que acepta hasta hoy que Jesús (P) fue asesinado, que era un falsario, que era hijo del adulterio o la fornicación, que era un demente, o cosas por el estilo, equivale a quien cometió el acto de rechazarlo, de perseguirlo e intentar matarlo, no interesa cuanto tiempo haya transcurrido. La doctrina del Islam es que aquél que aprueba un acto es como el que lo comete.

Entre las tradiciones de la crucifixión se cuenta de Ibn Abbás lo siguiente: “Cuando Allah quiso elevar a Jesús (P) al cielo, éste estaba en una casa con sus seguidores, doce de los apóstoles, apareciendo él entre ellos mientras de su cabeza goteaba como agua. Dijo: ‘Uno de vosotros me negará 12 veces después de haber creído en mí’ Y preguntó: ‘¿quién de vosotros asumirá mi fisonomía, y será muerto en lugar mío, y estará conmigo en mi categoría [del más allá]?’ Se levantó entonces un muchacho, el más joven de ellos, y él le ordenó: ‘¡Siéntate!’ Luego volvió a repetir lo mismo, y se levantó aquel muchacho ordenándole él que se sentara. Y por tercera vez sucedió lo mismo, y entonces él (P) exclamó: ‘¡Tú eres ese!’ Le fue impuesta la fisonomía de Jesús (P), y éste fue elevado por un tragaluz desde la casa hacia el cielo. Y vinieron los agentes de los judíos, se llevaron la apariencia y lo mataron, luego lo crucificaron. Algunos [de los seguidores] lo negaron 12 veces después de haber creído en él, y se dividieron en tres sectores, sosteniendo uno de ellos: ‘Dios estuvo entre nosotros cuanto quiso, y luego se elevó al cielo’ Tales son los jacobitas. Y otro sector sostuvo: ‘Estuvo entre nosotros el hijo de Dios cuanto quiso, pero luego Dios lo elevó hacia Sí’ Tales son los nestorianos. Y otro sector afirmó: ‘Estuvo entre nosotros el siervo de Dios y Su Mensajero, tanto como Allah quiso, luego Allah lo elevó hacia Sí’ Tales son los musulmanes [en época de Jesús (P)] Pero las dos impiedades anteriores se impusieron sobre la musulmana, y la eliminaron matándolos. Por lo cual, el Islam permaneció soterrado hasta que Allah hizo surgir a Muhámmad (BPDyC)” (MIK, I, p. 456)

En otra tradición que citaremos parcialmente dice que Ibn Is-haq relató: “...Cuando [los judíos] se decidieron a ello [a matar a Jesús (P)], ningún siervo de Allah se espantó tanto de la muerte como él... sin dejar de suplicar que se lo eximiera, diciendo según relatan: ‘¡Allahumma! Si Tú eximes este cáliz de alguien de Tus criaturas, ¡apártalo de mí!’ Y hasta el punto de que su piel debido a tal calamidad exudaba sangre... Y los cristianos lo negaron, cuando confirman que Jesús (P) fue crucificado, y niegan lo que de su noticia trajo consigo Muhámmad (BPDyC)” (MIK, I, pp. 456-457)

De las tradiciones citadas se deducen ciertas creencias islámicas sobre la desaparición de Jesús (P): 1) Que no fue muerto ni crucificado. 2) Que fue elevado y permanece hasta hoy vivo, sin haber muerto, en un plano superior o “cielo”, 3) Que la causa de su actual existencia es que volverá a este mundo a completar una segunda etapa de su misión antes del Día de la Resurrección, como lo indican las numerosas tradiciones coincidentes. 4) Que su retorno a este mundo será con la aparición de Al-Mahdí (P), que rezará ante la Ká`bah detrás de este, reconociendo su autoridad, y que: a) matará al falso mesías o anticristo (al-masih al-Dayyal); b) eliminará el crucifijo; c) eliminará al cerdo; d) abolirá la capitación. 5) No aceptará de sus seguidores ni de los judíos otra fe que el Islam, e impondrá junto a Al-Mahdí (P) la Sharí`ah o ley islámica en toda la tierra. En ese momento creerán en él todos los judíos y cristianos, en tanto les estaba prometida la aparición del Mesías (P) 6) Gobernará Siria-Palestina, fallecerá finalmente y será sepultado. Su desaparición física es presumiblemente posterior a la de Al-Mahdí (P) 7) Su época y la de Al-Mahdí (P) será de bienestar total, y la riqueza y las condiciones de la vida material serán holgadísimas, hasta el punto que la riqueza circulará aunque nadie la acepte por no necesitarla (Cfr. MIK, I, 458)

Las tradiciones sobre el fin de los tiempos

Aparte de lo ya citado, existen otras tradiciones sobre Jesús (P) que citaremos parcialmente: “...Descenderá en Al-Rauhá [una localidad de Siria], y desde allí peregrinará [a la Ká`bah], o irá en visitación, o ambas cosas a la vez” (MIK, I, 458)

Dice otra tradición del Profeta (BPDyC): “Los Profetas son hermanos, por causa de que si bien sus madres son diversas, la fe de ellos es única. Yo tengo prelación sobre el resto de la humanidad respecto de Jesús (P) hijo de María (P), porque no hubo Profeta entre yo y él, y él está por descender. Si vosotros lo veis reconocedlo: Es un hombre de talla mediana, más cercano a [la tez] rosada y blanca, con dos vestiduras rojizas, y como si su cabeza goteara sin que tenga humedad... Convocará a la humanidad hacia el Islam, y Allah eliminará en su época toda doctrina... En su época Allah aniquilará al falso mesías (al-Dayyal) Luego la confianza y seguridad sobrevendrá en la tierra, hasta el punto de que los leones apacentarán con los camellos, los tigres con las vacas, los lobos con los corderos. Los niños jugarán con las víboras, sin que los perjudiquen. El [Jesús (P)] permanecerá 40 años y luego fallecerá, y los musulmanes rezarán sobre él” (MIK, I, 459)

En otra dice: “No sobrevendrá la Hora Final hasta que los occidentales [lit.: “bizantinos”] invadan Al-A`maq o Dabiq [dos localidades del Cercano Oriente], y entonces saldrá contra ellos un ejército desde Medina formado por la mejor gente de la tierra en ese momento. Y cuando se enfrenten dirán los occidentales: ‘Permitidnos pasar contra los que capturaron a los nuestros, para luchar contra ellos’ Responderán los musulmanes: ‘¡No, por Allah!, ¡no os daremos paso contra nuestros hermanos!’ Y los occidentales los atacarán, y un tercio [de los musulmanes] huirá, a quienes Allah no perdonará nunca, y un tercio será muerto, que son los mejores mártires ante Allah, y un tercio vencerá. Son los que no se dejaron encismar [por Satanás] Entonces conquistaran Constantinopla. Y mientras ellos se encuentran repartiéndose el botín, y sus espadas colgadas de los olivos, he aquí que Satanás pregonará para ellos: ‘¡El Mesías ha venido a vuestras casas y familias!’, y ellos saldrán [a recibirlo], siendo estos mentira. Y cuando lleguen a Siria [Satanás] saldrá contra ellos. Y en tanto ellos se estén preparando para la lucha, y cerrando filas, he aquí que será llamada a la oración, y descenderá Jesús hijo de María y los dirigirá en ella. Cuando le vea el enemigo de Allah [al-Dayyal] se derretirá como la sal en el agua, que si él (P) lo dejara se derretiría y desaparecería. Pero Allah lo matará por su mano [la de Jesús (P)], y éste les hará ver [a los creyentes] la sangre en su lanza” (MIK, I, p. 459) Narró un discípulo del Mensajero de Allah (BPDyC): “Cierta vez disertó para nosotros el Mensajero de Allah (BPDyC), y la mayor parte de su discurso se refirió a lo que nos contó sobre el falso mesías (al-Dayyal), advirtiéndonos contra él. Entre lo que nos dijo expresó: ‘No habrá una discordia y seducción más grande, desde que Allah instauró a la descendencia de Adán (P), que la prueba del falso mesías. Y Allah nunca mandó a ningún Profeta que no haya advertido a su comunidad contra el falso mesías, siendo yo el último de los Profetas, y vosotros la última comunidad. El aparecerá entre vosotros, ineludiblemente. Si aparece y yo estoy entre vosotros, seré el defensor de todo musulmán. Pero si surge después de mí, que cada cual sea el defensor de sí mismo, siendo Allah mi heredero sobre todo musulmán. [Al-Dayyal] surgirá de una brecha (o abertura) entre Siria e Irak, y destruirá a derecha e izquierda. ¡Siervos de Allah, gente, sed firmes! Yo os daré una descripción de él que ningún otro Profeta anterior ha hecho: Inicialmente dirá: ‘¡Soy un profeta!’, pero no habrá Profeta después de mí [de Muhámmad (BPDyC) ] Luego continuará y dirá: ‘¡Soy vuestro señor!’, pero vosotros [creyentes] no veréis nunca a vuestro Señor [a Su Luz] hasta que muráis. El [falso mesías] es tuerto, pero vuestro Señor, Poderoso y Majestuoso, no es tuerto. Tendrá inscripta entre sus dos ojos ‘kafir’ (impío), que podrá leer todo creyente, sea o no alfabeto. Entre sus seducciones está que tendrá un paraíso y un infierno, pero su infierno será paraíso, y su paraíso infierno. El que sea probado con su fuego que pida el auxilio de Allah, y que recite la primera parte [de la sura] de la caverna [18 del Sagrado Corán] que será para él frescor y salvación, como el fuego lo fue para Abraham (P) Entre sus seducciones está que dirá a un beduino: ‘¿Si observaras que hago revivir para ti a tu madre y a tu padre, declararás que soy tu señor?’ Responderá: ‘Si’ Entonces un satanás se le representará en las figuras de su padre y de su madre, que exclamarán: ‘¡Hijo mío!, síguelo porque es tu señor’ Y entre sus seducciones es que se apodere de un ser y lo rebane con una sierra hasta convertirlo en dos pedazos. Luego dirá: ‘¡Mira a este siervo mío, que yo lo resucitaré ahora, pero él pretenderá tener otro señor que yo!’ Y Allah lo hará revivir, y entonces el perverso le preguntará: ‘¿Quién es tu señor?’ Responderá: ‘Mi Señor es Allah y tú eres al-Dayyal, el enemigo de Allah: ¡Por Allah!, ¡nunca me percaté tanto de ti [de tu maldad] como hoy!’ Y entre sus seducciones está que ordenará al cielo llover y lloverá, y ordenará a la tierra brotar y germinará. Y entre sus ilusiones está que recorrerá una región donde lo desmentirán, y allí no perdurará sin morir un solo ganado,... y recorrerá otra región que lo confirmará, y él [en recompensa] ordenará al cielo llover, y lloverá, y a la tierra germinar y brotará, hasta que el rebaño de allí, ese día, será más gordo de lo que era, y más corpulento, de flancos más anchos y ubres fluidas en abundancia. No habrá entonces ningún lugar de la tierra que él no holle, excepto Meca y Medina, donde no podrá incursionar nadie sin que lo enfrenten los ángeles con espadas desenvainadas. Entonces se ubicará en el cerro colorado [cerca de Medina], en el cabo del estero, y Medina temblará tres veces con sus habitantes, y no quedará allí hipócrita alguno, varón o mujer, que no se le una [a al-Dayyal] Y la maldad será eliminada de ella [de Medina] como el crisol elimina la escoria del hierro, y ese día será llamado el ‘Día de la Purificación’”. Entonces Ummu Sharík Bint Abi Al-`Akr le preguntó: “Mensajero de Allah, en ese entonces ¿qué será de los árabes?” Respondió: “Serán pocos y la mayoría de ellos estará en Jerusalén”. Más adelante agrega la tradición, después de mencionar la aparición de Jesús (P): “Y cuando al-Dayyal mire hacia Jesús (P) se derretirá como la sal en el agua, y partirá huyendo. Entonces dirá Jesús (P): ‘Tengo para ti un golpe del cual no podrás escapar’, y lo alcanzará luego en la puerta de Ludda, hacia el oriente, y lo matará. Entonces Allah hará huir a los judíos, y no habrá nada de lo creado por Allah Exaltado donde un judío se oculte, sea una piedra, o un árbol, o un muro, o un animal, excepto [el árbol llamado] al-garqadah, porque es un árbol de ellos, sin que cada cosa exclame: ‘¡Siervo de Allah, musulmán!, ¡he aquí un judío, ven a matarlo!’”. Dijo el Mensajero de Allah (BPDyC): “Por cierto que el lapso de al-Dayyal será de cuarenta años [otros hadices dicen cuarenta días, o cuarenta meses, y otros cuatro años], un año como la mitad de un año, y otro año como un mes, y otro año como una semana, y el último de ellos, sus días serán como chispas, en el que alguno de vosotros estará por la mañana en la puerta de Medina y no podrá traspasar su otra puerta hasta anochecer [por la rapidez del tiempo]’ Se le preguntó: ‘¿Cómo rezaremos Profeta de Allah en aquellos tiempos tan exiguos?’ Respondió: ‘Podréis hacer la oración como la hacéis en estos días largos, y rezaréis’ Dijo el Mensajero de Allah: ‘Jesús el hijo de María (P) será un juez equitativo de mi comunidad, y conductor (imam) justo. Destrozará el crucifijo, eliminará los cerdos, abrogará la capitación, y será abandonada [en su época] la caridad [debido a la abundancia de riquezas] El no montará sobre asno ni camello, y [en su época] serán eliminados el rencor y el odio, y quitadas la agresión y la violencia de todo virulento, hasta el punto de que el pequeño pondrá su mano entre las víboras, y esto no lo dañará, y la pequeña correrá a los leones, y ellos no la perjudicarán, y el lobo estará entre el ganado como si fuera un perro que lo cuida. Y la tierra será llena de paz, como la vasija se llena de agua. Y en ese tiempo todos coincidirán en la adoración únicamente de Allah, y cesará la guerra y su iniquidad y crimen, y se quitará la autoridad a Quráish [quizás se refiera a la custodia de la Ká`bah], y la tierra tendrá una luz como de plata, y su vegetación germinará como en la época de Adán (P), hasta el punto de que un grupo se reunirá para comer un racimo de uva, y con ello se satisfarán, y otro grupo de gente se reunirá para comer una sola granada, y eso los satisfará’... Se le preguntó: ‘¿Mensajero de Allah, qué hará que las yeguas sean entonces baratas?’ [Él ya había expresado eso] Respondió: ‘Porque no serán montadas para ninguna guerra’ [Y explicó luego:] ‘...Antes de la aparición del falso mesías habrá tres años de sequía, y la humanidad pasará en ellos una gran hambruna. Entonces Allah ordenará al cielo, en el primero de esos años, que se cierre, y se suspenderá el tercio de su lluvia; y ordenará a la tierra que no brote (no germine), y cesará el tercio de su vegetación. Luego en el segundo año, Allah ordenará al cielo que se cierre, y cesarán los dos tercios de su lluvia; y ordenará a la tierra que no germine, y no brotarán los dos tercios de su vegetación. Luego Allah, Poderoso y Majestuoso, ordenará al cielo, en el tercer año, que se cierre, y no lloverá del todo, ni una sola gota; y ordenará a la tierra que no haga brotar su vegetación, y cesará toda vegetación y verde. Entonces no quedará ningún animal de pezuña partida [que consumen los musulmanes, como el cordero y la vaca] sin que muera, excepto lo que Allah quiera’ Se le preguntó (BPDyC): ‘¿De qué vivirá la gente en esa época?’ Respondió: ‘De decir La Iláha illa Allah (no hay Divino más que Allah), decir Alláhu Ákbar (Allah es el más Grande), decir Subhana Allah (glorificado sea Allah), y decir al-Hámdu lil-Láh (la Alabanza y la gratitud sean con Allah), y esto será para ellos como la comida’” (MIK, I, pp. 459-461)

Y en otra tradición expresó el Mensajero de Allah: “No se establecerá la Hora final hasta que los musulmanes no combatan a los judíos, y será que [los musulmanes] los eliminen hasta el punto de que un judío vendrá a ocultarse detrás de una piedra, o de un árbol, y dirá la piedra o el árbol: ‘¡Musulmán, siervo de Allah!, ¡he aquí un judío detrás de mí, ven a matarlo!’, excepto el [llamado] al-garqadah, porque es un árbol de los judíos” (MIK, I, p. 461)

Y en otra tradición que citaremos parcialmente, el Profeta (BPDyC) describe al falso mesías diciendo: “...Es un joven de pelo crespo (rizado o enmarañado), tiene un ojo apagado, es como la figura de Abdul Uzzah Ibn Qáhtan [uno que existía por entonces] El que de vosotros lo encuentre que recite ante él la primera parte de la sura de la caverna [18 del Sagrado Corán, sus primeros diez versículos] Aparecerá desde una brecha entre Siria e Irak, y dañará a diestra y siniestra: ¡Siervos de Allah!, ¡sed firmes [contra él]!” Se le preguntó: “Mensajero de Allah, ¿cuánto permanecerá en la tierra?” Respondió: “Cuarenta días, un día como un año, un día como un mes, un día como una semana, y el resto de los días como vuestros días”... Le preguntaron: “Mensajero de Allah, ¿y cómo será su traslación rápida sobre la tierra?” Contestó: “Será como la nube que es empujada por el viento, y entonces llegará hasta un pueblo y los convocará, y crearán en él y le responderán, y él ordenará al cielo y lloverá, y a la tierra y germinará, y el ganado crecerá sobre lo que ya era, y tendrá ubres más abundantes y fluidas, y será más ancho de flancos. Y vendrá a otra gente y los convocará, pero ellos lo rechazarán, y se irá de allí, y la sequía dominará sin que quede nada de sus riquezas. Y pasará junto a unas ruinas y les dirá: ‘¡Extrae [para mí] tus tesoros!’ y los tesoros lo seguirán como un enjambre de abejas. Luego llamará a un hombre joven, lleno de juventud, y lo golpeará con su espada y lo partirá en dos, como él desea. Luego lo convocará, y vendrá el joven hacia él ya entero, diciendo: ‘La Iláha illa Allah’ [no hay Divino sino Allah, rechazando a al-Dayyal], mientras su rostro se ve sonriente. Y estando en esta situación, Allah hará surgir al Mesías el hijo de María, con ambos sea la Paz, y éste descenderá junto al minarete blanco, al este de Damasco, entre dos vestimentas amarillas, posando su mano sobre las alas de dos ángeles, mientras que su cabeza estará goteando. Y cuando la eleve de ella descenderán como si fueran perlas relucientes. Y ningún impío percibirá el aroma de su ser [de Jesús] sin morir, y su aroma se percibirá a lo lejos, tanto como le dé a él la vista. Entonces procurará encontrar al falso mesías, y lo hallará en la puerta de Ludda [en Palestina], y lo matará. Luego Jesús el hijo de María (P) llegará hasta lo de una gente, que Allah habrá protegido de al-Dayyal, y limpiará sus rostros [metáfora por quitar de ellos la angustia], y les dará a conocer sus categorías en el Paraíso. Y en tanto están en esta situación Allah, Poderoso y Majestuoso, revelará a Jesús (P): ‘Yo he hecho salir en combate a unos siervos Míos que nadie [de los creyentes] se atreva a enfrentar: ¡Que Mis siervos [que están contigo] suban a la montaña!’ . Y entonces Allah hará surgir a Gog y Magog, desde todo punto elevado [cfr. 21:96]..” (MIK, I, p. 461)

Otra tradición expresa lo siguiente: “Surgirá el falso mesías entre mi comunidad, y permanecerá cuarenta [no dijo si cuarenta días, o meses o años] Entonces enviará Allah a Jesús el hijo de María que será parecido a `Uruah Ibn Mas`úd [uno de los seguidores de él (BPDyC)], y procurará encontrarse con al-Dayyal y lo aniquilará. Luego la gente permanecerá durante siete años sin que haya entre dos [personas] ninguna discrepancia. Después Allah enviará un viento fresco desde el lado de Damasco (o de Siria), y no quedará nadie sobre la faz de la tierra que tenga en su corazón como un átomo de bien o de fe sin que le sea arrancado. Aún cuando alguien se cobije en el interior de una montaña, ese viento penetrará allí y se lo quitará... Entonces restarán sólo los peores de la humanidad, con la rapidez del ave y con los objetivos de las fieras. No reconocerán ningún bien, ni se abstendrán ante ningún mal. Entonces Satanás se les representará y les preguntará: ‘¿Acaso no me obedeceréis?’ Le responderán: ‘¿Qué es lo que quieres ordenarnos?’ Así les ordenará adorar a los ídolos, mientras ellos estarán en una situación de bienestar, su existencia será buena. Luego será tañida la Trompeta, y nadie la escuchará sin que sea abatido. El primero que la escuchará será un hombre que estará encalando el abrevadero de su camellada. Entonces será fulminado, y el resto de la gente también. Después Allah enviará una lluvia y resurgirán de ella los cuerpos de la gente. Luego será tañida por segunda vez la Trompeta y he aquí que ellos estarán resurrectos observando [cfr. 39:68] Y se dirá: ‘¡Humanidad!, ¡venid a vuestro Señor!’ Y he aquí que estarán enhiestos, y serán interrogados [cfr. 37:24] Luego se dirá: ‘¡Tomad [ángeles] al grupo del Fuego [para introducirlo allí]!’ Se preguntará: ‘¿Cuántos son ellos?’ Se responderá: ‘De cada mil, novecientos noventa y nueve’ Tal será el Día en que los niños encanecerán [cfr. 73:17], y tal será el Día en que las piernas se desnuden [se descubra lo oculto] [cfr. 68:42]’” (MIK, I, p. 462)

Por último, una tradición del Profeta (BPDyC) expresa: “No se establecerá la Hora hasta que veáis diez signos: Salir el sol por el poniente, la humareda, la bestia, la aparición de Gog y Magog, el descenso de Jesús el hijo de María, el falso mesías, y tres sismos: uno en oriente, otro en occidente, y un tercero en la península árabe, y [por último] un fuego que saldrá de la región de Adén, que arremolinará a la gente, y permanecerá noche y día con ellos donde estén” (MIK, I, p. 463)



[1] Utilizamos el verbo en presente porque los seres como Jesús no pasan simplemente a la historia, no son pasado, están siempre presentes.

[2] El nacimiento extraordinario de María es narrado por el Sagrado Corán, donde se le otorga una categoría espiritual equivalente a la de un profeta. Se cuenta que su padre Imrán (así llamado Joaquín, el padre de María, en el Sagrado Corán) era un hombre santo que había llegado a la ancianidad junto con su esposa, sin tener hijos, y ya no podrían tenerlos. Por eso figura en el Sagrado Corán un ruego como pedido de milagro (3:35), y Ana, la madre de María, consagra a Dios el fruto de su vientre al Señor. Se interpreta esto como que esperaba un varón, santo como su padre, que sucediera a éste como heredero de David, en la descendencia profética. Cuando nace una niña su madre se asombra de ello. Dice el Sagrado Corán: He aquí que la esposa de Imrán rogó: “¡Señor mío! ¡He ofrendado a Ti lo que hay en mi vientre consagrándolo [a Tu servicio]!: ¡Acéptalo de mí, porque Tú eres Oyentísimo [de mi súplica], Conocentísimo [de mi intención]!” Y cuando la dio a luz, exclamó [sorprendida y apenada]: “¡Señor mío! ¡He dado a luz a una hembra [no el varón consagrado a Ti]!” Pero Allah es más Conocedor de lo que había alumbrado, y que el varón no es como la mujer [en el servicio al Señor] “Y la he llamado María, y por cierto que la amparo en Ti, a ella y a su descendencia [Jesús] de Satanás el execrado” Su Señor la aceptó de ella [consagrada al Templo] con favorable aceptación, y la hizo crecer de bella conformación [espiritual y ética], y la encargó a Zacarías. Cada vez que Zacarías entraba en el claustro donde ella estaba, encontraba con ella provisiones [de verano en invierno y de invierno en verano] Exclamó [una vez]: “¡María! ¿De dónde te viene esto?” Ella respondió: “Es de parte de Allah. Sin duda que Allah provee sin medida a quien Él quiere” (capítulo 3:35-37)


[3] Los hombres en ocasiones pueden cambiar los proyectos de otros hombres, pero no la misión de los Profetas y Mensajeros, que vienen a revelar la Verdad. Aunque los hombres tienen libertad para aceptarlos o rechazarlos. Entonces, que alguien lo entregara era algo establecido e inevitable en la misión de Jesús, porque no sería posible ello sin la determinación divina.

[4] En los últimos años apareció un evangelio de Judas que sirvió de base a un documental emitido masivamente que pretende confirmar el mismo argumento, aunque el aporte del Sheij ha sido muy anterior (N.E) [Nota: Se denomina Evangelio de Judas (o Evangelio prohibido de Judas) a un evangelio utilizado, según testimonios de los Padres de la Iglesia, por la secta gnóstica de los cainitas. Fue compuesto probablemente durante el siglo II.[ Este evangelio se creía desaparecido, pero durante los setenta del siglo XX fue hallado en Egipto un códice copto (supuestamente traducción de un original griego) en el que aparece un texto que parece corresponder al Evangelio de Judas mencionado en la literatura cristiana primitiva. En el texto se hace una valoración positiva de la figura de Judas Iscariote, que en los cuatro evangelios canónicos es considerado como traidor a Jesús.

[5] Los evangelios no dicen cómo Judas supo que él estaba en el huerto, ni en ellos figura que Jesús se lo haya dicho en ningún momento. Se separaron en la cena, Jesús presuntamente se iría a Betania, como todas las noches, pero no fue así. Este es otro indicio que refuerza la responsabilidad que había asumido Judas en el asunto, pues conocería lo que debía hacer, sea porque Jesús se lo había explicado, sea por inspiración.

[6] No debía advertirles eso porque en realidad ellos debían proceder con libertad, aceptando al Mesías o rechazándolo y asesinándolo, como a muchos otros Profetas. Pero no era a él a quien realmente iban a asesinar...

[7] Un cuento falso de los judíos de la época dice que el verdulero u hortelano era un cristiano oculto, y que se llevó allí el cuerpo exánime de Jesús engañando a los sacerdotes de Jerusalén. Pero que después lo enterró en otro lado, porque tenía miedo de que la gente que allí fuera le pisara la verdura al visitar el sepulcro de Jesús…

[8]La Biblia de Jerusalén usa “mellizo”, traduciendo el original griego que dice “Dídimo”, y que significa eso. También “Tomás” en arameo significa “mellizo”. Algunos le atribuyen haber sido mellizo de Jesús, sosteniendo que la Virgen tuvo a ambos, y los más audaces afirman que cuando fue muerto uno de los dos, el otro se hizo pasar por el Jesús “resucitado”. Este es otro cuento de la fantasía judía.

[9] El hecho de que fuera un cuerpo especial y sumamente extraño puede ser confirmado por las anomalías que presenta el llamado “manto de Turín” o “Santo Sudario”, que se dice que envolvió al crucificado una vez muerto. Pero no es nuestra intención desarrollar este argumento que nos desviaría de la pretensión que tenemos de ser breves y concisos.

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