lunes, 28 de enero de 2013

¿Porque no debemos usar la palabra Dios para referirnos a Allah?

¿Porque no debemos usar la palabra Dios para referirnos a Allah?


Allah es más amplio que el concepto Dios.

27/11/2000 - Autor: Ali González

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AllahAllah es más amplio que el concepto "Dios". Salvo excepcionales intuiciones de Dios, como las de Eckhardt, Silesius, Boëhme, Schleiermacher o Teilhard de Chardin... el Dios de los cristianos es una caricatura para el musulmán, es la proyección cósmica de las frustraciones del hombre. Allah no es ‘Dios’ en la medida que entendamos por ‘Dios’ algo que ya sabemos, algo cuyas cualidades conocemos y en cuya naturaleza hemos sido instruidos. Allah no es ‘Dios’ en la medida que Allah es algo que exclusivamente puede vivirse, experimentarse.



No es algo que admita definiciones que se adapten a las necesidades humanas. La mera pronunciación de uno y otro nombre te revela algo de las naturalezas que mencionan: ‘Dios’ es labiodental, exterior; ‘Allah’ es como una exhalación que sale de dentro, un sonido profundo y abandonado. La mera pronunciación te invita a saborear realidades. Pero si queremos ir más allá de la sabiduría de las palabras y pretendemos razones teológicas, diremos que una de las diferencias capitales que encontramos entre la idea de ‘Dios’ y la experiencia de Allah es que ser Dios supone ser Dios frente a algo que no es Dios; pero frente a Allah no hay nada. Allah y el mundo no pueden ponerse en frente.



Sólo existe Allah y el mundo existe en la medida que exista en Allah, porque el mundo es un efecto natural de Allah como del fuego lo es quemar. Evidentemente si Allah “todo lo abarca” (bikul-li sey’in Muhit), si nada deja de contener en sí, el mundo está inmerso en Allah, mientras que siempre se nos ha planteado la oposición Dios-Mundo, concentrando el primero las características de lo digno y excelso, y el segundo las de lo miserable y bajo. Los musulmanes, muy al contrario que los cristianos, no buscamos en Allah una excusa para humillarnos ni un objeto de adoración alienante.



No buscamos lo que nos parece inmaculadamente hermoso, sino la razón última de lo real, lo que genera lo que llega al ser. Y sabemos que nada condiciona a Allah. Someterlo a los límites del Bien (que es un concepto humano) es un principio para humanizarlo, para fosilizarlo. No menos que si se lo identifica a ‘lo lógico’, ‘lo racional’, etc. Allah es una voluntad indómita e incomprensible de existencia, nos guste o no. Antes o después, el musulmán acaba asumiendo que está buscando a Allah, no su idea de lo que considera bueno de forma tan grandiosa que llene los cielos y la tierra.



Nuestra primera intuición de Allah es que es lo que estructura tu mundo. Allah no es un ser, es el cumplimiento de las cosas. Lo único creador en cada momento, lo único que da consistencia a las cosas en cada instante es eso que hemos dado en llamar Allah. Las cosas no son por sí mismas, para ser tienen que ser sostenidas por lo único que es. Si no fuera porque Allah ahora mismo sostiene nuestras miradas, nuestro ser, ni estaríamos aquí ni podríamos vernos. Cuando hablamos de "lo que es Allah" no nos estamos refiriendo a nada concreto, sino "a lo que él signifique": fundamentalmente Allah es significante; da significado a las cosas... Considerando las cosas desde dentro Allah es su significado; considerándolas desde fuera, Allah es su forma. Allah es lo que hace reales a las cosas en su naturaleza interior y en su aspecto exterior. Por eso, el hecho de la cosa en sí ante nosotros es el principal argumento que tenemos para la existencia de Allah. Aunque el mundo se nos represente inconsistente, ahí está. Y ese “ahí está” es para el musulmán de una fuerza indescriptible.



El mundo nos llega como una serie de cosas, de mociones interiores, de relaciones que a pesar de ser pura contingencia son completamente insustituibles, completamente inevitables, completamente hechos en si. Llegar a la comprensión de que todo en el cosmos es una misma acción, es llegar a comprender que todo es acción de Allah. El más mínimo movimiento, la menor de las esencias que se existencian son soportados por Allah: la acción, las cualidades, la identidad de cada persona..., todo tiene su raíz y su razón de ser en Allah.



Entonces, ¿qué es Allah? Allah no es espíritu ni materia. No es concepto. Es –en todo caso- un anticoncepto que trata de responder a una realidad sobrecogedora que no tenemos modo de capturar. Allah es la gran propuesta del Islam: lo infinito. Pero lo infinito presentado de golpe, con todo lo que eso supone de reductor y terrible para el corazón. Intuimos algo de Él cuando dejamos de hacer pie. Deberemos ahogarnos en Allah para saborear su intimidad. Lo demás son filosofías. Pero Él es "absolutamente inmediato a la existencia y absolutamente remoto a la razón". La razón no es el órgano de la comprensión en el Islam, sino el corazón. Allah es una ausencia de objeto para nuestro entendimiento.



Cuando el entendimiento aferra algo de Él, no es Él. Sin embargo, cuando no encuentras a Allah, ahí está Allah. Cuando no tienes una actitud de algo concreto respecto a Allah, ahí está Allah. Eso es la “ilaha il-la lah”, la definitiva afirmación de algo inexpresable. Allah no es un concepto; es esa permanente tensión a la que es sometido el musulmán. Allah es la respuesta al carácter insaciable del ser humano. Lo que el ser humano necesita no tiene límites. Más aún, Allah es la mismísima insaciabilidad de la criatura. Allah es fundamentalmente la gran ansiedad del ser humano. Si algo contiene a Allah es tu propia insaciabilidad. Si acotas este sentimiento ya has creado una filosofía, una religión. Si eres capaz de mantener esa tensión con la cual consigues estar abierto a Allah, si no la amortiguas, te vas transformando por él...



Comprendemos que todo lo que puede el musulmán sugerir sobre Allah, no forma el contenido de un discurso sino el paladeo de una experiencia. Cuando ese ‘saboreo’ que hagamos de Allah -como dicen los sufis- llegue a su extremo, comprenderemos que Allah no es ni tan siquiera concebido como algo objetivo, sino que es tu capacidad de llegar al límite de tu propio ser. Ni siquiera cuando relacionamos sus Nombres Allah queda definido, porque sus Nombres son vías que te abren a él. Son una provocación a la perplejidad en ti: El que da la muerte-El que da la vida, El que eleva-El que desciende, El que comprime-El que da la apertura... ¿Cómo podemos imaginarnos algo que tiene efectos radicalmente opuestos. No podemos, sencillamente. Suspendemos el juicio y queda Allah inapresable por nuestra teología sobre Él.



Es importante comprender que en el Islam no se imagina, ni se esculpe, ni se comprende, ni se define a Allâh, ni se habla con él, ni tiene forma ni esencia. Que no hay una teología positiva. Allâh será "lo que quiera que sea" que se vaya mostrando como Allâh y en el modo en que lo vaya haciendo. Allâh es algo en lo que debes de progresar, un desafío, una propuesta. Al musulmán no se le da una doctrina en la que creer sino que se le quiere despertar a la búsqueda de Allâh, de su propio sentido. La teología cristiana quiere explicar a Dios; la teología islámica, negar que pueda explicarse a Allâh. Nuestro objetivo es no poseer la verdad sino ser poseído por ella. Estar poseído es ser un loco desde el punto de vista de la gente. En el Corán se habla de Allâh en tercera persona para que puedas salir de ti, porque sólo desde fuera de ti llegas a ti. Esto es importante: ¡A donde se llega no es a Allâh sino a ti! Hay quien cree que el sentido de la Vía es llegar a Allâh. No es cierto. En Allâh y por Allâh y con Allâh estás en el camino, estás andándolo. Pero la meta eres tú.



En nosotros sucedió todo desde el principio. Llevar a Allah al firmamento es negarse a vivir con todas sus consecuencias la humanidad del hombre. Porque Allah es la verdad desconcertante del ser que está en nosotros, que nos conforma, que estructura la realidad, que le da hechura a pesar nuestro. Ese ‘a pesar nuestro’ es muy importante porque es el principio de la Vía. ‘A pesar nuestro’ quiere decir que estamos siendo investigadores de la existencia pero que tenemos que implicarnos en ella para saberla. El que tenga miedo de Allah se encontrará con el Allah terrible. Su naturaleza busca algo que temer y así se representa a su Señor. “Yo soy lo que mi siervo piensa de mí”, dice el hadiz qudsi. Ciertamente, que la realidad de Allah es la que tú le des con tus acciones.



En conclusión, el descubrimiento de la intuición islámica de Allah revoluciona completamente el mundo de la auténtica espiritualidad, no atándote más que a tu capacidad de sentir el mundo e instalándote en la realidad a la que perteneces1. Dios, el Dios cristiano, acabó resultándonos una caricatura de cualquier experiencia auténtica de lo sagrado. No sólo la islámica. Dios fue un modo insólito de esclavizarnos a una quimera, y sabemos que no tardará demasiado en que el espíritu humano lo encierre junto a los dioses del Olimpo en el lugar de las imaginaciones intrascendentes.



Notas

1 AYA, A. Ensayos de Metafísica Islámica. Cap. “El carácter envolvente del wuyûd”. Junta Islámica. Córdoba, 2000.











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