martes, 5 de febrero de 2013

“El Imam Jomeini (r.a.) como Fenómeno Histórico”

“El Imam Jomeini (r.a.) como Fenómeno Histórico”


"HEMOS TIRADO DOS MIL QUINIENTOS AÑOS DE MONARQUIA AL BASURAL DE LA HISTORIA" (IMAM JOMEINI)

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(Especial por el shaij Ahmad Diab*).- La presente tesis fue publicada en varios medios internacionales y fue ganadora de un certamen organizado por la Asamblea Mundial de Ahlul Bait de la República Islámica de Irán en el año 2005. Se la reproduce dada la vigencia que tiene y en conmemoración del fundador de esa nación islámica.

Prólogo

La Revolución Islámica de Irán liderada por el Imam Ruhul-lah Al Musawi Al Jomeini (r.a.), es el epílogo -esta vez victorioso y fascinante- de la saga de Ahlul Bait y de decenas de revoluciones shíies que se suscitaron a lo largo de la historia del Islam, todas ellas acalladas y derrotadas en el plano militar -salvo algunos triunfos aislados-; diezmados sus líderes y desde entonces agazapadas, siempre a la espera de una oportunidad para reivindicar a los sucesores espirituales del Profeta Muhammad (paz y bendiciones sean sobre él y su descendencia), Imames ‘Ali ibn Abi Talib y Husain ibn ‘Ali (as), y persistentemente, bajo la premisa de instaurar la fe pura y la sunnah del Enviado de Allah (PBD). Desde luego que el discurso shi’a, desde el fondo de su historia, se ha caracterizado por convocar a las masas de oprimidos y por propender a que el poder sea administrado a favor de estos, más un eje histórico: se alzó contra el dominio monárquico de cada época.

La Revolución Islámica de Irán es el movimiento histórico más importante del siglo XX, y tal vez el más trascendente, y el más polémico, luego de la revolución liderada por el Profeta Muhammad (PBD), no sólo porque fue capaz de movilizar a cientos de millones de musulmanes en el mundo, hecho excepcional si se tiene en cuenta que en el sepelio del Imam Jomeini concurrieron alrededor de catorce millones de personas, sino también porque es inédito en la historia que una revolución, aparentemente desorganizada, sin más armas que las palabras y el argumento capaz de movilizar a millones de almas, haya sido capaz de doblar la cerviz a la potencia más grande conocida de todos los tiempos, ya sea por su poder armamentístico, su poder propagandístico y su capacidad diabólica para sumar, dividir y conquistar por otros medios las simpatías de los gobiernos que se dicen musulmanes. La revolución del Imam Jomeini fue un despertar para la ummah islámica mundial, socavada, sojuzgada y acallada por los poderes del este y del oeste de ese entonces. En síntesis, fue el avance de la libertad intelectual, impensada para el sistema que regía en la época del sha Reza Pahlevi y la libertad de conciencia para la shi’a duodecimana.

El hecho de denominar a la Revolución Islámica de Irán como la más grande luego de la del Profeta Muhammad, podría ser catalogado como una hipérbole, pero es una verdad de perogrullo, que a ningún estudioso o analista político occidental, ajeno a la esencia del Islam se le pasa por alto, esto es, la excelencia histórica de la revolución islámica que lideró el Imam Jomeini, sólo que no es conveniente -para los propósitos imperialistas y el auge islamofóbico que embarga a algunas naciones, a cuya cabeza están los Estados Unidos- que se estudie, profundice o se conozca en detalle este movimiento que aún tiene mucho para dar, tanto en el terreno espiritual, como en el campo político y en otras esferas.

La grandeza de la Revolución Islámica de Irán -su inefabilidad medular intentamos conocer los musulmanes- reside, para el mundo exterior al Islam, en la focalización que hicieron de ella sus propios enemigos que fueron colosos en cuanto a la sofisticación de sus armas y al acopio de riquezas; crearon “universidades” propias donde hombres de la CIA se “especializaron” en las leyes islámicas, no precisamente con la intención de islamizarse, sino para penetrar en el pensamiento y en el accionar de los musulmanes; soslayaron a su viejo rival de banderas rojas, y ambos pusieron sus miras en la naciente República Islámica de Irán; lograron una guerra entre dos naciones islámicas, Irán-Irak, de la que resultaron millones de muertos (no se ruborizaron al traicionar a su viejo aliado Saddam At Tiqriti. ¡Bah!, tampoco cuando abandonaron a su suerte al enfermo sha Reza Pahlevi, su amigo-hermano-socio); condonaron deudas externas de algunos países árabes para “rodear” a Irán; fortalecieron en el plano armamentístico y económico al estado sionista ocupante de Palestina y al mismo tiempo se autoerigieron en “intermediarios” de la paz entre palestinos y sionistas, (el principio más elemental de toda mediación es que el árbitro sea imparcial); fortalecieron sus bases militares en gran parte del Medio Oriente para controlar la Revolución Islámica de Irán y su influencia cada vez más abarcativa entre las masas de los países islámicos.

En fin, qué es lo que no han hecho. Cuando la historia sea escrita, la Revolución Islámica de Irán, su propuesta y su carácter, como asimismo las particularidades de su líder Imam Jomeini, descendiente directo de Ahlul Bait, no podrá esquivar la influencia que ejerció sobre millones de seres humanos, cualquiera sea el mazhab a que pertenezcan.

Se hace menester conocer el parangón de la revolución islámica del Imam Jomeini con otras que han jalonado la historia de lslam, cosa que nos ocuparemos en las páginas que siguen.

La Revolución del Nabi Muhammad (PBD)

El colofón de las misiones de los Profetas Musa e ‘Isa (as), fue el Mensaje del Enviado de Al-lah, Muhammad (PBD), quien culminaría la larga lista de enviados a toda la humanidad y sellaría la profecía y los mensajes destinados a los hijos de Adam (as).
Incluso para aquellos historiadores agnósticos o ateos, el movimiento liderado por Muhammad (PBD), es de una importancia vital para la historia de la humanidad; ni qué decir para aquél hermeneutista creyente que penetra en el pasado con su corazón y espiritualidad a flor de piel, ya que ¿cómo es posible que Al-lah le haya dado al Islam -hoy siglo XXI- una tercera parte de la humanidad? ¿es que Al-lah ha errado en sus propósitos para con el hombre? Esto se inscribe en otra historia que en algún momento será contada.

Esa revolución muhammadiana terminó con los imperios de la época: Bizancio y Persia y a pesar de quienes aún hoy alegan que se propagó mediante la espada, sólo nos basta decir que ese reguero de islamizaciones que llegó hasta la India y China por un lado y hasta los Pirineos por el otro, tiene el rasgo distintivo de un portento, y que salvo Al Andalus, donde luego de la llamada Reconquista de los Reyes Católicos fue segado a sangre y fuego, el Islam llegó para quedarse hasta el fin de los tiempos en los lugares donde en la actualidad es mayoría. Es que su doctrina simple y persuasiva, libre de dogmas obtusos e incomprensibles, hizo carne en los millones de hombres y mujeres de la época -judíos, cristianos y de otras confesiones- que sólo vislumbraron que con el Islam llegaba la liberación de sus vidas, además que -tal como presagiaban las doctrinas judía y cristiana- se estaba a la espera de un profeta que habría de aparecer entre los árabes(1).
Esta revolución traída por el Enviado de Al-lah, habría de restaurar el monoteísmo absoluto de los profetas, así como había sido degradado por judíos ezrianos y los cristianos trinitarios; le enseñó al hombre que había nacido libre, que nadie era merecedor de la alabanza sino el Señor del Universo; que no había que practicar la paciencia con los opresores de turno y de este modo brilló la luz cuando el Islam gobernó en nombre de Al-lah.

Y así temblaron y se desmoronaron los opresores del momento.

La Revolución del Imam Husain (as)

La historia nos enseña que toda creencia, dogma o escuela de pensamiento tiene su Saulo de Tarso. Y así como el paulinismo se deglutió al cristianismo y lo dicho por Jesús hijo de Mariam (as) de que él no vino a abolir la ley de los profetas, y cuya enseñanza tuvo sus exequias en el Concilio de Nicea (325 dc) donde se impuso la tesis pauliana, y en el 787dc (también en Nicea) donde se condenó a los iconoclastas, el Islam tampoco escapó a esta premisa.

El Islam de Muawia Ibn Abi Sufian, su hijo Iazid y los gobernantes que lo sucedieron, no fue el Islam enseñado por el Profeta Muhammad (PBD). El Mensajero de Al-lah no impuso la maldición durante el salat sobre ‘Ali ibn Abi Talib (as), tal como ordenaron practicar los omeyas durante sesenta años y que se hizo parte del culto(2); nunca dijo otra cosa sino que amáramos a Ahlul Bait, a quien Al-lah “purificó sobremanera”(3), pues “...dejo entre vosotros dos tesoros, El Corán y la gente de mi Casa...”(4), y ninguna vez señaló a otro sucesor suyo sino a ‘Ali Ibn Abi Talib (as)(5). Tampoco que los gobernantes musulmanes se erigieran en una monarquía similar a aquellas vencidas por el Islam, ni que sus prácticas fuesen motivos de bid’a (innovación), de las que podríamos detallar en exceso, como por ejemplo, la abolición entre los pilares de la fe del yihad. Nunca dijo que debamos los musulmanes salir de la jurisdicción de su sunnah, y menos que los musulmanes demos la complacencia para que ejércitos incrédulos hollen las tierras del Islam.

El Imam Husain (as) sabía que tras su martirio en las arenas de Karbalá, iba a ser el pivote para que la comunidad islámica volviera sobre sus pasos y se encaminara hacia las verdaderas enseñanzas de su abuelo Muhammad (PBD), ya que la fitnah y la innovación estaban arrollando al Islam. Indicó a todo el orbe musulmán, consternado ante el crimen del nieto del Profeta (PBD), que el Islam volvía a ser restaurado con su sello original y que a partir de la decapitación de Husain (as), la doctrina continuaría resguardada hasta el Ultimo Día en Ahlul Bait, tal como la enseñó el Nabi a ‘Ali y éste a sus hijos Hasan y Husain y éste a Zain al ‘Abidin (as) y así sucesivamente hasta el esperado y profetizado Imam de la Epoca (que Al-lah apresure su aparición).

Sabía uno de los infalibles, que la estela de su martirio y la de 73 miembros de Ahlul Bait en el desierto de Karbalá, iba a continuar a través de los siglos, pues alguna vez alguien de su familia debía erigirse en cabeza de otra revolución para finalmente instaurar el Islam. No fue en vano su muerte profetizada por su mismo abuelo (PBD), ni el arrepentimiento del comandante Hur, de las tropas de Umar Ibn Sa’ad, quien, luego de rodear el campamento del Imam, se llegó a Husain (as) y le dijo: “¡Hijo del Profeta, perdóname! No pensaba que mi acción pudiera tener tales consecuencias. Permíteme que rectifique defendiendo tu vida y permitiendo que mi hijo defienda la vida de tus hijos!”(6).

“¡Que Husain se someta! ¡Que jure fidelidad al Califa, sino le combatiremos!”, pregonaba por su parte Iazid, (maldígalo Al-lah) por intermedio de sus generales (7).
Muslim Ibn ‘Akil, Hani Ibn Urwah, ‘Ali Akbar, Habib Ibn Mazahir y tantos otros, iban a ofrecer su vida para defender al Imam Husain.

Ya lo había dicho el santo Imam (as): “¡Karbala! ¡Oh, Allah! ¡En Ti me refugio contra la aflicción (Karb) y la desgracia (Bala)!”.

El “sha” Iazid hijo de Muawia hijo de Abi Sufian hijo de Omeya, había coronado su venganza contra los Bani Hashim, clan del bendito Profeta (PBD).
Las dinastías omeya y abbasí eran conscientes de que la revolución comandada por el Imam Husain era legítima, pues siempre el opresor es versado sobre su propia acción. Ellos se encargaron de sistematizar algunas innovaciones en materia religiosa y de gobierno. Un ejemplo: dijeron que los musulmanes tenían la obligación de obedecer a un Califa, aunque éste fuese una persona injusta, entre otras varias alteraciones, que a la postre justificaban y favorecían sus intereses.

Desde esta revolución, todo conato de rebeldía shí’a fue acallado de múltiples maneras: con el asesinato de sus líderes, con el soborno, en las batallas que siguieron posterior al martirio del Imam Husain (as) o los intentos, muchas veces exitosos, de dividir al Islam en múltiples sectas, con el propósito de que con la fragmentación de los musulmanes, la dominación les fuese más sencilla. Lo hubieran conseguido de veras, a no ser el auxilio de Al-lah.

Después del movimiento y mensaje revolucionario del Profeta del Islam (PBD), no hubo otra intifada más aguda, más histórica ni con tanta influencia entre los musulmanes como la del Imam Husain (as), aunque es necesario insistir que esta revuelta fue el origen de otras decenas en todo el ámbito del Islam.
Pero tal como hemos apuntado, el verdadero Islam tenía que ser restaurado. Sobre esto dijo el Imam Husain (as) momentos antes de ser martirizado: “¿Acaso crees que voy a aceptar los cambios y las desviaciones que quieres introducir en la Religión sin decir nada? ¿Crees que me someteré a tal aberración con tal de salvar mi vida y ahorrarles sufrimiento y humillaciones a las mujeres y los niños de la Casa del Profeta? Si el abandono de los Principios del Islam y de las Enseñanzas del Corán es el precio que me pides para salvar mi vida y el honor de mi Familia, quiero que sepas que rechazo tu oferta despreciable!” (8).

Las otras revoluciones

Cuando Kufa despertó, ya era tarde. La cabeza del Imam Husain (as) descansaba bajo el trono de Iazid. Un estertor recorrió todo el Islam. Habían matado a “un profeta o nieto de un profeta”, disparó encolerizado el emperador Bizantino (9). Es que esta revolución, sus causas y efectos, tuvo una resonancia más allá de las fronteras del Islam.
Huyr Ibn ‘Adi al-Kindi entró al Islam en la época del Profeta, aunque ciertas fuentes históricas lo niegan. Lo cierto es que participó a favor de ‘Ali Ibn Abi Talib en las batallas del Yamal y de Siffin. Previamente había apoyado al Imam Hasan (as) y tras el envenenamiento de éste a manos de los esbirros de Muawia, se trasladó a Kufa donde participó activamente de la propaganda a favor de Husain (as), lo que motivó que fuese arrestado, enviado a Damasco, donde residía Muawia, quien lo martirizó(10).
No obstante, el primer movimiento motivado por Karbalá, fue el denominado de los Tawwabun (los penitentes), cuyas cabezas más visibles fueron Sulaiman ibn Surad, Al Musayyab ibn Nayaba al Fazari, ‘Abdal-lah ibn Sa’d ibn Nufayl al Azdi, ‘Abdal-lah ibn Wali al Taymi y Rifa’a ibn Shaddad al Bayali(11). Ninguno de éstos era menor de 65 años.

La reunión que los nombrados realizaron tras el martirio del Imam Husain (as), con el objeto de estudiar cómo iban a implementar la revolución en marcha, se realizó bajo la consigna de “...Dios nos ha considerado embusteros, pues el nieto de Su Profeta fue muerto entre nosotros. ¿Cómo podremos encontrar a Dios el Día del Juicio?¿Cómo podremos encontrar al Profeta mismo en el Paraíso, cuando hemos sido responsables de la muerte de su hijo?...(12).

El ejército de los Tawwabun, compuesto por tres mil hombres, aunque otros historiadores dicen que no sobrepasaban los mil quinientos (13), se encontró con los omeyas en el paraje llamado ‘Ain al Warda de la Siria nordoriental. También es incierto el número de los soldados del ejército omeya comandado por ‘Ubaydul-lah, a quien el califa de entonces Marwan había equipado en forma personal. Pero de seguro, según algunos historiadores sobrepasaban los veinte mil (14).

Tras tres días de encarnizados combates, el pequeño ejército de los Tawwabun, se batió en retirada. Con la derrota habían quedado en el campo de batalla cientos de valientes compañeros seguidores de Ahlul Bait.
Tampoco esta revolución pasó desapercibida para la historia, y a pesar de que es poco comentada, alguna vez la historia misma la exhumará pues esa rebelión estuvo lejos de ser un fracaso tanto en lo religioso como en el plano político, pues por primera vez aglutinó a la shi’a como un solo hombre, y “despertó el ardor del shi’ismo” (15) y retrasó la conquista de Irak por parte de los omeyas.

¿Sabían estos hombres antes de librar batalla que iban a una muerte segura? Tal vez. El mismo Sulaiman ibn Surad era consciente de su debilidad en número, pertrechos, víveres y dinero. Dijo: “No poseemos ni dinero, ni oro, ni seda. No tenemos más que nuestras lanzas, así como unas pocas provisiones que alcanzarán hasta el encuentro con nuestro enemigo”.

Luego fue el turno del polémico Al Mujtar al Thaqafi ibn Abu ‘Ubayd, nacido en Taif en el año 1 de la Hégira; de Zayd hijo de ‘Ali Zain al ‘Abidin (as) hijo de Husain hijo de ’Ali ibn Abi Talib (as) y de una esclava india que Al Mujtar le había regalado a ‘Ali Zain al ‘Abidin (16). “Me he rebelado contra los omeyas -diría Zayd- porque han atacado Medina y lanzado piedras y fuego sobre la casa de Dios” (17).

Su hijo Yahia ibn Zayd, también fue el jefe de una importante revuelta que, como todas, terminó en fracaso. Le siguió la de ‘Abdal-lah ibn Muawia ibn ‘Abdal-lah ibn Ya’far ibn Abi Talib, que a pesar del nombre no era hijo del omeya opresor, sino descendiente de un hermano de ‘Ali ibn Abi Talib, Y’afar ibn Abi Talib
De todos modos, ninguna de estas últimas revueltas, que se dieron bajo la égida de los omeyas (no hemos querido repasar las del período abbasí, con el propósito de abarcar en el mayor espacio posible la revolución del Imam Jomeini), tuvo la espiritualidad y la legitimidad de la del Imam Husain (as), aunque tal vez tengan algunos puntos en común: su prédica en contra de la “usurpación” del califato realizada por los omeyas en desmedro de Ahlul Bait; el odio profesado a la monarquía; haber mantenido indemne el recuerdo y la tristeza y el llanto por Husain (as).
Somos conscientes, sin embargo, que algunos de estos líderes se desmadraron de la doctrina islámica, cuya consecuencia fue la creación de decenas de sectas que se colocaron en la periferia del Islam.

La Revolución Islámica del Imam Jomeini (r.a.)

Por primera vez en mil cuatrocientos años, los sucesores verdaderos del califato estipulado (18) por el Profeta Muhammad (PBD), merced a la lucha de un sabio de Ahlul Bait, lograron el poder e imponer como modelo la shari’a del Islam en su país, que cambió la faz política del mundo, tanto como alentó a millones de seres humanos a modificar su accionar respecto a las potencias opresoras: Estados Unidos, Rusia y las naciones que les secundaron. Después del fenómeno histórico que representó el Imam Jomeini, ya nada sería igual ni para los opresores, ni para los oprimidos; los primeros, porque entendieron que ni el poder de las armas nucleares que detentan pueden hacer mella en un pueblo unido férreamente bajo la consigna de la ilaha il-la al-lah, sólidos como los ladrillos de una construcción; los segundos, porque entendieron que la unión para restaurar la luz de Al-lah y por Al-lah, fundaría una nueva constelación, en la que hombres y mujeres tuviesen el rol que Al-lah ha decretado para sus siervos. La Revolución Islámica de Irán no se realizó, dijo el Imam Jomeini, para llenar la casa de objetos de lujo o de confort. No, primordialmente la lucha fue para instaurar la fe de Ahlul Bait, seriamente dañada por las perversidades del autoproclamado “rey de reyes” y su “revolución blanca” (19).

La situación de millones de musulmanes en el mundo, previo a la eclosión que determinó la creación de la República Islámica de Irán, no podía ser peor. Me refiero particularmente a la shi’a duodecimana y en general, a los musulmanes de todas las escuelas quienes no podían canalizar su lucha bajo los tiránicos gobiernos árabes que en su mayoría, habían adherido a uno u otro imperio. No fue sólo una mera adscripción política, sino que permitieron al sionismo penetrar con sus espías libremente a los países musulmanes, crear doctrinas extrañas como por ejemplo la de los bahais, cuyos miembros prominentes gobernaban en Irán, o dicho de otro modo, sus gobernantes eran prominentes miembros de esa herejía, en tanto que su casa principal se encontraba en la Palestina ocupada; o los lazos comerciales que tendían con el ocupante de Jerusalén, caso Irán, cuyos oleoductos llegaban hasta el corazón de la potencia usurpadora, o Marruecos, o Egipto, o Jordania u otros. Permitieron que el Islam se debilitara, al extremo de llevarlo únicamente a la conciencia de los fieles, similar al cristianismo que separó iglesia y estado y lograron que el laicismo superara la vida de los musulmanes; su jurisprudencia ya no era la excelsa shari’a, sino la importada de Europa, su vestimenta no era la ordenada por el Corán y la sunna, sino la degradante moda occidental. (Por supuesto que esta situación aún persiste en muchos países islámicos, nada más que ahora los pueblos musulmanes son absolutamente conscientes y es factible que la impronta de la Revolución Islámica de Irán sea un complemento a las aspiraciones de los musulmanes de varios países).

La influencia y las “luces” de occidente penetraron rápidamente entre las masas musulmanas y a éstas se les dijo que eran retrógradas y que la doctrina del Islam preconizaba el regreso al medioevo.
Muy pocos conocían la shi’a de los doce príncipes que -a los ojos de sus enemigos- se encontraba desvencijada en el desván de los “ayatolás” y sus discípulos, y restringida a las madrasas cada vez más escarnecidas y limitadas por los poderosos de turno, ya sea en Irán, Irak (países donde la shi’a es mayoría), Arabia Saudita, Kuwait, los Emiratos árabes, etc., etc.

Si esto ocurría en el corazón de la shi’a, ni qué decir de los musulmanes shi’itas de todas partes del mundo, quienes se veían obligados por las circunstancias, a mamar únicamente de una extensa bibliografía de las escuelas sunnis, por lo que muchos sólo preservaban su shi’ismo por la tradición oral de sus mayores, y aún esto les era insuficiente para continuar con las prácticas propias de su fe.

En Argentina, por ejemplo, se da el fenómeno que aproximadamente el 70 por ciento de los musulmanes del país (20), provienen de los Alawitas del Yabal ‘Alawi de Siria, descendientes de ’Ali ibn Abi Talib (as) (21), y ellos pudieron custodiar en gran medida -con sus características que les son propias- las tradiciones más caras de la shi’a duodecimana dado a la presencia de los “mshaiej” que emigraron junto a sus familias. Pero aún así la influencia apuntada más arriba se hizo sentir de una manera u otra, ya que toda ayuda material o espiritual únicamente provenían de las hermanas mazahib sunnis, por intermedio de las embajadas y pocos eran los musulmanes -incluso algunos eruditos de la comunidad argentina- que proclamaban abiertamente su vinculación con la shí’a duodecimana, la que habían circunscrito a su corazón.

Dijo el Imam Jomeini que tras el triunfo de la revolución islámica, la taquia o simulación para preservar la fe, estaba en ese instante abolida. Y este dicho, a pesar que fue proclamado en un discurso, tiene el rango de una fatwa, por provenir de un sabio de su jerarquía a quien le está vedado hablar por capricho en cuestiones de fe. Y de este modo, la shi’a de la diáspora, la shi’a adormilada, la shi’a silenciosa, la shi’a dominada por siglos y siglos de opresión, fue libre y rompió las cadenas del silencio, de la humillación y de la simulación y se levantó en todas las naciones del mundo para practicar libremente su fe.
Se imprimieron los ansiados libros en casi todos los idiomas del mundo, se realizaron congresos, se abrieron centros de enseñanza; estudiantes de todos los países de la tierra se recibieron en las universidades de Irán. La shi’a hizo conocer la luz de Ahlul Bait, su lógica, su historia y la profundidad de sus sabios. En gran medida los prejuicios contra este mazhab se hicieron trizas al contar el mundo con elementos provenientes de la propias fuentes; ahora eran los propios sabios shi’is que contaban y explicaban su doctrina, sin que esta pasara por el cedazo de los opresores.

La Revolución Islámica de Irán habló de política y esto admiró al mundo. ¡Cómo! ¿Religión y política? Eso no se hace. ¡El Imam Jomeini hablaba de política! ¿Qué clase de líder religioso era? Que vaya a las mezquitas a enseñar cómo se reza, cómo se ayuna, como se hace el hayy. Y que no hable de la herencia según el Corán porque eso es antiguo y ya no pertenece a la esfera del Islam, sino a la ley secular. Que no hable de adulterio ni castigo a los ladrones ya que tampoco eso ahora está en la órbita del Islam. Que enseñe a leer el Qur’an; que se preocupe en que canten bien el adhan. Pero que no hable de política.

Porque cada vez que el Imam hablaba de política, se estremecían los imperios. Y porque en cada país islámico existía una materia prima pura y pujante para hacer una revolución similar a la de Irán.

En su libro “El Gobierno Islámico”, dijo el Imam Jomeini: “Debemos presentar al pueblo el Islam en su auténtica forma, para que nuestra juventud no caricaturice a los clérigos sentados en cualquier esquina de Nayaf o Qom, estudiando las cuestiones de la menstruación y el parto en lugar de interesarse por la política ellos mismos, y obtener la conclusión de que debe separarse la religión de la política. Esta consigna sobre la separación entre religión y política y la exigencia de que los estudiosos islámicos no intervengan en asuntos políticos y sociales ha sido formulada y extendida por los imperialistas” (22). En el mismo libro sentenció que “El Islam proclama que la monarquía y la sucesión hereditaria son erróneas e inválidas. Cuando el Islam se inició en Irán, en el imperio bizantino, en Egipto y en el Yemen, toda la institución monárquica fue abolida. El Islam, pues, no reconoce la monarquía y la sucesión hereditaria no tiene sitio en el Islam” (23).

Al recordar la lucha de Husain (as), el Imam Jomeini dijo que “…Dios es el verdadero Rey. La monarquía y la sucesión hereditaria representan el mismo siniestro sistema de gobierno diabólico que impulsó al Señor de los Mártires a alzarse en rebeldía y hallar el martirio en un intento de evitar su establecimiento” (24).

El Imam Jomeini (r.a.), en infinidad de discursos, convocó a la lucha recordando al Imam Husain (as): “En estas condiciones, ¿dónde encontrar la fuerza para resistir, sino en nuestra propia identidad cultural y en nuestras tradiciones? ¿Por qué no? En la epopeya del Imam Husain que murió a la cabeza de sus hombres antes de rendirse ante el califa” (25).

Y acusó a los enemigos del Islam, identificándolos: “Israel quiere desacreditar al Corán; Israel quiere poner sus garras en nuestra economía, comercio y agricultura; vosotros tenéis asesores militares israelíes y mandáis a los estudiantes iraníes a Israel” (26).

La sensación a los ojos de los musulmanes píos, fue que la gesta -y epopeya- ejecutada por el Imam, tuvo la gloria de un designio divino; de un prodigio, ya sea por la magnitud del enemigo vencido, ya sea por la personalidad magnética y carismática del Imam Jomeini y obvio, por sus resultados.

Con esta impresión es difícil para el fiel musulmán sustraerse a los valores detallados precedentemente, y referirse al futuro de este movimiento sin sentir la tibieza del optimismo -absolutamente fundado- que seguramente desembocará, más tarde o más temprano, en la victoria de los musulmanes oprimidos y martirizados de los países islámicos.

Quizás el fenómeno que representa para la historia el Imam Jomeini, estribe precisamente en eso: no se circunscribió al pueblo de Irán, sino que despertó simpatías, entusiasmo, y adhesión en los rincones más alejados del mundo, que nunca más, a partir de su victoria, podrán decir que los oprimidos, unidos y solidarios entre sí, no puedan conseguir su liberación.

Es inevitable entonces la comparación de esta lucha y las protagonizadas por el Mensajero de Al-lah (PBD) y el Imam Husain (as).

Epílogo

La Revolución Islámica de Irán fue la más vista en la historia de la humanidad. Fue la que más gente congregó en la historia de los pueblos. Cuando el Imam regresó a su patria tras catorce años de exilio forzado, lo esperaban seis millones de personas; a su funeral asistieron alrededor de 14 millones, en tanto que a las exequias del sha Reza Pahlevi, como un sello característico sobre el lugar a que pertenecía, apenas algunas delegaciones extranjeras se dieron cita para pasear junto a su cadáver, con el mudo testimonio de las pirámides de Egipto, que cobijó sus últimos meses.

Creemos que los historiadores no musulmanes no le han hecho justicia en sus juicios y estudios, ni a la Revolución Islámica ni a su líder. Ninguna otra doctrina o religión o dirigente de las dotes del Imam Jomeini, fueron más denostadas. Se han volcado miles de libros, revistas, programas televisivos, películas y todos aquellos medios propagandísticos, para no únicamente criticar una forma de vida como la que pregona el Islam, sino que se han ensañado con la revolución, con su líder; han difamado, calumniado, injuriado y hasta atacado con armas -cuando no han podido con sus palabras- el corazón mismo del Islam.

Habíamos señalado el parangón existente entre la revolución del Nabi Muhammad (PBD), la del Imam Husain (as) y la del Imam Jomeini (r.a.), quien indudablemente tiene el rango de restaurador o vivificador de la shari’atul-islamiia y que hemos sintetizado en la página anterior.

¿Y el futuro? En cuanto al futuro de la Revolución Islámica de Irán, creemos que luego de 25 años de permanencia, y tras la partida del Imam Jomeini (r.a.) y con todos los sinsabores por los que atravesó, está más vigente que nunca y que aún despierta simpatía en todo el orbe islámico y es fuente de inspiración para los musulmanes que anhelan regresar a los orígenes y ser gobernados de acuerdo con el Libro de Al-lah. Creemos también que la guerra desencadenada en esa parte de la tierra, es una lucha ideológica, religiosa, política y económica, en la que las potencias dominantes van en pos del petróleo, que es la riqueza de los musulmanes; van en pos del sojuzgamiento espiritual y material de los pueblos; han instalado sus bases militares para cuidar el libre flujo de petróleo a sus países y de paso proteger al régimen sionista que como un cáncer, se instaló en Palestina.

Intentan por diversos medios quebrar la resistencia islámica y desde luego, también proteger a los gobiernos árabes y musulmanes que les son adictos y que sin esa protección no durarían ni un soplo ante la marea islámica.

La prédica del Imam Jomeini continuará en vigor en el corazón de su pueblo, de los pueblos donde llega su perfume y que aún enriquecerá las próximas revoluciones que -si Al-lah quiere- llevarán a los musulmanes al triunfo.
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NOTA: Las siguientes comparaciones se encuentran originalmente en una tabla exel, por lo que en este archivo salen desordenadas

-Restauró la antigua tradición -Advirtió a la ummah, con su martirio, cuál era la verdadera doctrina en el Islam -Instauró la doctrina islámica en su país e hizo un llamado mundial

-Luchó contra el opresor Quraish -Luchó contra el opresor Omeya -Luchó contra el opresor sha

-Luchó contra los imperios de la época: Roma y Persia -Los imperios de la época se admiraron de la crueldad con que lo mataron -Luchó contra los imperios de la época: Rusia y EEUU

-Fue amado y denostado con una virulencia sin igual -Fue amado y denostado con una virulencia sin igual -Fue amado y denostado con una virulencia sin igual

-Influenció sobre millones de seres en la historia y sobre la misma historia -Influenció sobre millones de seres en la historia y sobre la misma historia -Influenció sobre millones de seres en la historia y sobre la misma historia

-A partir de su prédica se desencadenaron guerras sangrientas para restituir la justicia -A partir de su prédica se desencadenaron guerras sangrientas para restituir la justicia -A partir de su prédica se desencadenaron guerras sangrientas para restituir la justicia

-Desde el advenimiento de su prédica, no cesaron los enemigos internos y externos de intentar acallar la revolución y de hacer desaparecer el Islam -Desde el advenimiento de su prédica, no cesaron los enemigos internos de intentar acallar la revolución y de hacer desaparecer el Islam -Desde el advenimiento de su prédica, no cesaron los enemigos internos y externos de intentar acallar la revolución y de hacer desaparecer el Islam

-Señaló como a su sucesor a Ahlul Bait -Pertenecía a Ahlul Bait -Pertenecía a Ahlul Bait

-Fue testigo del martirio de familiares y compañeros -Fue testigo del martirio de familiares y compañeros -Fue testigo del martirio de familiares y compañeros

-Envió mensajes a los gobernantes de la época -Envió mensajes a los gobernantes de la época -Envió mensajes a los gobernantes de la época

-Señaló a su sucesor -Señaló a su sucesor -Opinó quién podría ser su sucesor

-Su mensaje traerá consecuencias imprevisibles a la humanidad -Su mensaje está vigente en las causas islámicas y llevó sus consecuencias a la historia del Islam -La revolución que lideró traerá consecuencias imprevisibles a la humanidad

-Habló sobre el ejemplo de la lucha de los Profetas de Al-lah -Habló sobre el ejemplo de la lucha de su abuelo -Habló sobre el ejemplo de la lucha de Muhammad (PBD) y Husain (as)

-Atentaron varias veces contra su vida -Fue martirizado -Atentaron varias veces contra su vida.

Notas:

1. Deuteronomio, 18: 18, 19; Deuteronomio, 33: 2; Éxodo, 20: 18; Isaías 21; 14, 15; 16, 17; Isaías, 42: 11, 12; Habaquq, 3: 3, 6; Evangelios: Mateo, 11: 14,15; Juan, 14: 15,16, 26; Mateo, 21: 42, 44. (Hay otros versículos tanto de la Torá como de los Evangelios que se refieren a Muhammad (PBD)).

2. Dijo el Profeta Muhammad (PBD): “El que insulta a ‘Ali, me insulta a mí. El que me insulta, está insultando a Al-lah, y el que insulta a Al-lah, será arrojado por Él en el infierno” (Mustadrak Al Hakim, Vol. 3, p.121; Jasa’is An-Nisa’i, p.24; Musnad Al Imam Ahmad, Vol.6, p.33; Al Manaqib, por Al Joarizmi, p. 81; Ar Riiad Adh Dhajrah, por Tabari, Vol. 2, p. 219; Tarij As Suiuti, p. 73.

3. Corán, 33: 33. Este versículo fue revelado respecto a cinco personas: ‘Ali, Fátima, Hasan y Husain y en esto son contestes los sabios sunnis Sahih Muslim, Kitab Fadailus Sahaba, Babu Fadaili Ahlul Baitin Nabi T 2, p. 368, en la edición de Isa Al Halbi , y T 15, p. 194, en la de Ediciones Misr con explicaciones de An Nawawi y otros.

4. Fue narrado por el sabio sunni At Tirmidhi en su Sahih (Manaqibu Ahlil Bait), T 2, p. 380, en una cadena de transmisión que llega a Zaid ibn Arqam, entre decenas de otros sabios sunnis que lo registran como “Hasan” (sano).

5. Shawahid At Tanzil de Al Haskani, T 1, p. 191; Ta’rij de Ibn Kazir, T 5, p. 210.

6. Ibrahim Husain Anger, Relato del martirio de Imam Husein, p. 11.

7. Ibrahim Husain Anger, Relato del martirio de Imam Husein, p. 53, 54.

8. Ibrahim Husain Anger, Relato del martirio de Imam Husein, p. 54.

9. Bayhaqi, 46.

10. Jarbutali, Mujtar, 35.

11. Tabari, VII, 497.

12. Ibn Kazir, VIII, 247.

13. Ibn al A’tham, I, 364, citado por Bydun, 125.

14. Ibn S’ad, IV, 30; Jawarizmi, II, 196.

15. Fouad El Khoury, Las Revoluciones Shi’es en el Islam, 89.

16. Zaid dio origen a la escuela de pensamiento de los zaydies.

17. Maqatil, 135.

18. Entre tantos otros, traemos el hadíz de la casa en el Día de la Advertencia. Dijo el Profeta Muhammad (PBD): “Este es mi hermano, mi representante, y mi califa después de mí, por lo tanto escuchadlo y obedecedlo” (Ta’rij At Tabari, Vol. 2, p. 319; Ta’rij Ibn Al Azir, Vol. 2, p. 62; As Sirah Al Halabiiah, Vol 1, p. 311; Shawahid At Tanzil, por Al Haskani, Vol. 1, p. 371 y otros).

19 Se llamó así al proyecto de la dinastía Pahlevi para “modernizar” Irán y que consistía en prohibir a las mujeres el uso de la vestimenta islámica; confiscación de los bienes en manos de las organizaciones pías musulmanas, a favor de los terratenientes y burgueses afines al régimen; industrializar el país de acuerdo con la conveniencia estadounidense; empobrecer el campo con dos objetivos: primero: ante el éxodo de sus pobladores, quedarse con grandes extensiones de campos, y segundo: estas masas desarraigadas de la agricultura, pasaron a ser la mano de obra más barata para las industrias; fomentar la creación de un clero afín, que con sus fatuas justificara al sistema; militarizar al país, cuyos miembros se educaban en los Estados Unidos (El Mensaje del Islam, VIII, El Legado del Imam Jomeini, p. 28).

20 Aclaración: Este porcentaje es absolutamente propio, y del cual quien esto escribe se responsabiliza, y es extraído del conocimiento in situ de las comunidades islámicas que se han asentado en las diferentes provincias argentinas, donde por ejemplo, en Tucumán, el 95 por ciento de los musulmanes -de una comunidad que representa el 10 por ciento de la población total (de más de un millón de habitantes)- son de origen ‘alawi.

21 Si bien este es un tema polémico, debemos poner énfasis en que los sabios de la comunidad ‘Alawi proveniente del Yabal ‘Alawi de Siria, se dicen descendientes del Imam ‘Ali, y esto tampoco es negado por algunos sabios de otras escuelas. Fueron llamados “nusayríes” por el nombre del maestro Muhammad ibn Al Nusayr, contemporáneo y discípulo del Imam Hasan Al ‘Askari (as), aunque ellos rechazaban esta denominación, ya que a si mismos se llamaban ‘alawies, denominación que finalmente prevaleció.

22. El Mensaje del Islam, VIII, El Legado del Imam Jomeini, p. 26.

23. Idem.

24. Idem.

25. El Mensaje del Islam, VIII, El Legado del Imam Jomeini, p. 28

26. El Mensaje del Islam, VIII, El Legado del Imam Jomeini, p. 29.

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*Ahmad Diab es el nombre islámico del periodista César Samuel Diab, shaij de la comunidad islámica de la Provincia de La Rioja, Argentina

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