sábado, 2 de marzo de 2013

Con Cristina, avanza El Islam en la región

Con Cristina, avanza El Islam en la región

marzo 1, 2013
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Cristina con los Castro
“El error es una consecuencia necesaria de la estupidez”. Ignacio B. Anzoátegui, Extremos del mundo, Ed. ContraCultura, pág. 36.
A fines del año pasado, sostuvimos que la política seguida por Cristina W. implicaba una internacionalización del creado conflicto interno. Poco después, ampliamos nuestro punto de vista al consignar que las negociaciones con Irán por el atentado contra la AMIA, confirmaban ese aserto y casi enseguida advertimos que, además de los determinantes aspectos morales de la cuestión, la estrategia presidencial llevaba a la Argentina a complicarse en un grave problema de incierta pero peligrosa evolución. Los hechos, con sus peligros a la vuelta de la esquina, nos dieron la razón y ratificaron otros datos aportados por destacados colegas y analistas cuyos comentarios e informaciones ratifican un dato obvio que debió alertar a toda la dirigencia política: la misma explosión anticipó esa inserción en el damero internacional, lo que obligaba a un tratamiento con atenciones progresivas y la búsqueda permanente de datos para establecer alianzas relativas a nuestra posición occidental en un mundo cada vez más cambiante y complejo.
Nada de esto se hizo desde el campo de la oposición política, realidad que quedó evidenciada con la pobreza del debate legislativo tanto por parte de esa oposición como del oficialismo que hizo realidad aquello del “hijo bobo de Jacobo”, como en el pasado se decía con referencia a Héctor Timerman, nuestro Canciller, quien pasó de apoyar periodísticamente al almirante Emilio Massera con vistas al pronunciamiento del 24 de marzo, para luego ubicarse en una posición contraria. Con certeza, ese debate y esa pobreza hicieron que la diputada Elisa Carrió dijera que le daba vergüenza pertenecer a la dirigencia política -en Italia la hubieran ovacionado- y lanzara al ruedo advertencias e informaciones que pasaron inadvertidas. Aquí ingresa al análisis otro elemento de juicio objetivo y mensurable que explica muchas cosas del pasado y las actitudes adoptadas por este gobierno. Entre ellas, la forzada persecución a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, para disminuir o suprimir sus capacidades operativas, políticas y espirituales, habida cuenta que en ese sector nunca se toleraría una aproximación o una alianza con la izquierda continental y mucho menos con la internacional que pugna por hacer pie en territorios estratégicamente seleccionados. Tal vez la señora Carrió reflexione ahora sobre su iniciativa para suprimir las leyes de Punto final y de Obediencia Debida, que estaban orientadas a lograr la pacificación que necesitaba -y necesita imperiosamente- nuestra sociedad, que había vencido al terrorismo setentista. Pocos advirtieron el significado del problema que hoy llega de la mano de la ambición política de una mujer al borde del fracaso, del riesgo de perder el poder e incluso de terminar procesada por una larga lista de delitos. Lo dicho nos permite invitar a que se sopese, aunque sea por un instante, este escenario que ya comenzamos a no manejar los argentinos y que cuenta con la colaboración de ex guerrilleros que ya forman parte de la estructura gubernamental.
Los lectores de esta Hoja conocen los datos que permiten esta conclusión que nos habla de notables coincidencias. Entre ellas, la necesidad que tiene la maniobra de Irán de suprimir cualquier resistencia a un proyecto que mezcla la religión con la política, ejerce el fanatismo en todas sus formas y confunde a la justicia con sus propios intereses. El hecho de que el pampeano Rafael Follonier, un combatiente del Ejército Guerrillero del Pueblo (ERP), sea el verdadero dibujante de este escenario estratégico, es nada más que una de las tanta corroboraciones de cómo están colocadas las fichas de este peligroso juego. Como no lo ignoran nuestros lectores, el entonces joven activista pasó por las filas de la izquierda radical, avanzó con sus vínculos bajo distintos sellos y nominaciones y actualmente recaló en el kirchnerismo con el importante cargo de Coordinador en Asuntos Técnicos de la Unidad Presidencial. Por su oficina pasan las negociaciones con Venezuela, el intercambio comercial, las compras de petróleo y combustibles que lidera el ministro De Vido; posiblemente fue Follonier quien autorizó el ingreso a la Casa Rosada de Antonini Wilson, quien trajo la famosa valija repleta de dólares que fue descubierta en Ezeiza y, sin duda, conoce y orientará la papelería relativa a los negocios que se mantienen con Caracas, pese a la quiebra de la economía venezolana. Con seguridad imparte órdenes a Timerman, que ya es el receptor de calificativos de toda especie y, en particular, como un doble o triple traidor, pues en su momento adoptó la ciudadanía norteamericana, a la que renunció para aceptar el cargo de Canciller argentino -por algo fue elegido- y, más recientemente protagonizó el insólito episodio en Ezeiza con el avión con ayuda técnica de los Estados Unidos para enfrentar aquí el creciente delito común. Timerman “está dibujado”, lo que no justifica lo que hizo y lo que hace, pero al menos debería conocer en detalle lo que sucede entre Israel y Teherán, el papel de Washington y otros países en este complicado tablero en que nos metió Cristina, quien demostró que no le importan las decenas y decenas de asesinados inocentes, la afrenta a una comunidad que reclama justicia y los riesgos que genera su ambición. ¿Qué papel podría desempeñar una Argentina sin barcos, sin aviones, sin tanques y sin capacidades para definir un rol en el incierto futuro…? ¿Qué sucederá a partir de este momento, cuando distinguidos diplomáticos de carrera se ven obligados a dejar sus cargos, que de inmediato ocupan jóvenes militantes de La Cámpora…? Entonces algunos pensarán en el sentido que adquiere la arbitrariedad con que se persigue a los presos políticos; es posible que mediten acerca de las advertencias que se cumplen sin prisa y sin pausa contra civiles; es factible que encuentren respuesta a la maniobra para destruir moral y políticamente a la oposición (a cualquier oposición) y hasta podrían tomar en serio la formación de “cuadros” revolucionarios que se realiza en una isla del Delta, tal como se lo denunció periodísticamente hace unos días. Todo esto ocurre en la ex República Argentina, incapacitada para abastecer sus bases antárticas, cuyas reservas de víveres, a partir de ayer, eran de sólo cinco días -un verdadero escándalo moral y administrativo- pero queremos subrayar que el tema es más profundo todavía y busca su permanencia, casi sin esfuerzo: ahora se avanzará con el viejo proyecto de cerrar los liceos militares para evitar la excelencia de sus planes de estudio, la formación que recibe su alumnado y el hecho destacable que prepara hombres y mujeres jóvenes para integrar una defensa, aunque ésta hoy carece de objetivos. Más aún, lo que se busca es suprimir el sentido de pertenencia a una sociedad que se sienta segura de sí misma, que enfrente con equilibrio, objetividad y tolerancia las diferencias ideológicas, religiosas y raciales y que sepa construir unida su futuro.
¿Follonier es defensor de estos valores? ¿Niega el Holocausto? ¿Propicia nuestro aporte tecnológico a Teherán en materia nuclear? ¿Cómo interviene en el montaje de un eje que una a la Argentina con Venezuela, Cuba e Irán? Nuestros lectores conocen su trayectoria y su contribución a las alternativas por las que pasamos los argentinos, a la guerra en la selva tucumana, a los ataques a unidades militares, a los secuestros, asaltos y a la sangre vertida en una época que se recuerda gracias a los juicios armados con pruebas falsas, a los piquetes, a la inseguridad pública, al intento transformador de nuestra historia y cultura. Ahora este personaje es el organizador de todo lo que se relaciona con el chavismo venezolano. Como es lógico, Follonier no puede ignorar la confrontación sangrienta que se organiza en Venezuela, donde 4.500 combatientes cubanos se preparan para fortalecer la maniobra que permita llevarlo a Nicolás Maduro a la presidencia, una vez que se oficialice la muerte de Hugo Chávez; el tema que fue tratado por Cristina W. Fernández de Kirchner durante su brevísimo viaje a La Habana este verano. Para entonces, el proyecto ya estaba en marcha y había sido conversado en Olivos, en La Habana, en Caracas y en Teherán. Se aproximaba el viejo sueño de convertirse en líder de la izquierda latinoamericana y esa ambición le facilitaba a Cristina la creencia de que podría superar una derrota electoral que este año le quitaría el control del Congreso de la Nación y, por ende, le cerraría el camino presidencial para 2015. La advertencia de Alberto Marini, general, abogado, historiador, antropólogo y analista político, en su libro “Estrategia sin Tiempo”, aparecido en 1967, ya prevenía sobre el flagelo que se vertería en nuestro territorio y en toda la región. Entonces fueron muy pocos -civiles y militares- quienes creyeron en esas revelaciones que poco después se concretaron. Hoy están vigentes otra vez y en consecuencia el gran interrogante que se levanta, ansioso de respuesta, es si ahora sucederá lo mismo. Negar la realidad es un componente inevitable de la decadencia.

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