miércoles, 20 de marzo de 2013

La extraña política de Europa en Palestina

La extraña política de Europa en Palestina


Muy pocos expertos en derecho internacional defenderían la ferviente construcción de asentamientos israelíes sobre la tierra ocupada palestina


20/03/2013 - Autor: Ramzy Baroud - Fuente: atimes.com



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Niños palestinos cogiendo aceitunas en los territorios ocupados

En las últimas semanas, no han dejado de llegar malas noticias desde Israel. No es que tengamos precisamente la costumbre de relacionar las buenas noticias con Israel, su ocupación militar, su discriminación institucionalizada y el maltrato a los palestinos, pero el consenso emergente de que Israel se desliza por un sendero irrevocablemente peligroso está ahora pasando de la esfera de los analistas políticos a las organizaciones internacionales anteriormente indulgentes ante el desprecio israelí hacia el derecho internacional.

Muy pocos expertos en derecho internacional defenderían la ferviente construcción de asentamientos israelíes sobre la tierra ocupada palestina. Sin embargo, las potencias occidentales han mostrado poco interés en presionar a Israel para que cese en sus ilegales actividades. Sin la financiación estadounidense y europea, para Israel habría sido prácticamente imposible construir asentamientos e ir trasladando allí a más de medio millón de israelíes con el correr de los años para que vivieran sobre la tierra palestina robada, en violación de numerosas leyes internacionales, incluido el IV Convenio de Ginebra. Pero es aún peor, puesto que el comercio con los países europeos y otros ha servido para mantener y hacer prosperar esos mismos ilegales asentamientos a expensas de los palestinos, que vienen sufriendo campañas masivas de limpieza étnica desde 1967.

Por fin, los diplomáticos de la UE en Jerusalén Este y Cisjordania están expresándose en términos inequívocos. En un informe publicado el 27 de febrero, los diplomáticos decidieron que “la construcción de asentamientos sigue siendo la mayor amenaza para la solución de los dos Estados. Es una violación sistemática, deliberada y provocativa”.

Además, “el informe exigía la estricta aplicación de un pacto comercial UE-Israel que asegure que los productos de los asentamientos no reciban trato preferencial en los mercados europeos en virtud de tal acuerdo”, escribía Reuters. El informe pedía a los Estados de la UE “que no apoyaran… la cooperación en los campos de la investigación, de la educación y la tecnología” con los asentamientos, y que “se disuadiera” de invertir en empresas israelíes que operan en los territorios ocupados.

El informe, como cabía esperar, no es vinculante. Y aunque esas recomendaciones sí lo fueran, es probable que Israel y sus amigos y grupos de presión en la UE encontraran muchos resquicios para de alguna manera privar de sustancia y vigor a cualquier acción que pudiera emprender la UE. El hecho es que sin la acción de la sociedad civil, ocupada en aumentar las presiones contra los gobiernos europeos, especialmente en los casos de acérrimos defensores de Israel como el gobierno británico, lo más probable es que las cosas siguieran igual respecto a Israel.

La verdadera crisis política y moral no sólo radica en el desprecio de Israel hacia el derecho internacional, sino en que los supuestos guardianes de ese derecho son los mismos que potencian a Israel para que perpetre esas malas acciones, lo que incluye despojar de sus derechos a los palestinos llevándoles a la bancarrota. El pasado mes de enero, un informe de Oxfam decía que la economía palestina, que en estos momentos está completamente hundida, podría generar urgentemente los necesitados ingresos (1.500 millones de dólares, para ser exactos) si Israel suavizara sus restricciones tan sólo en el Valle del Jordán. Pero sin la posibilidad de acceder a su propia tierra y a sus recursos hídricos, los palestinos del Valle siguen agonizando mientras los colonos judíos israelíes continúan prosperando.

Aunque el gobierno de EEUU ha hecho cuanto estaba en su poder para socavar los derechos palestinos, la UE, que defiende a Israel a cualquier coste y asegura la superioridad y la ventaja militar de Israel sobre todos sus vecinos juntos, ha adquirido falsamente sin embargo una reputación más equilibrada que no puede estar más lejos de la verdad.

En un reciente informe, el grupo palestino por los derechos humanos Al-Haq hacía hincapié en que el hecho de comerciar con los productos cultivados en los asentamientos había “contribuido directamente al crecimiento y viabilidad de los asentamientos al proporcionarles una fuente esencial de ingresos que les permite prosperar”. El valor del comercio total de la UE con sólo los ilegales asentamientos judíos asciende aproximadamente a 300 millones de dólares al año. El volumen puede parecer pequeño si se yuxtapone a los cerca de 39.000 millones de dólares del comercio total entre la UE e Israel sólo en 2011. Pero eso significa, según escribía Dalia Hatuqa en Al-Monitor el 17 de enero, que “la UE tiene margen para presionar, ya que es el mayor socio comercial de Israel y recibe alrededor del 20% del total de las exportaciones israelíes”.

Lo que es igualmente importante e inquietante en el valor del comercio actual es la misma idea de que Europa está en última instancia participando en el sometimiento de los palestinos y financiando la ilegal ocupación de Israel y su cada vez mayor población de colonos. Ninguna “recomendación” diplomática o palabrería podrá nunca desafiar o alterar ese hecho.

Es también engañoso discutir el crecimiento de los asentamientos en el vacío, al igual que es desconcertante hablar del boicot a los asentamientos mientras estás apoyando desde el principio a los órganos principales que los ordenaron o sancionaron. En el mejor de los casos, es absurdo diferenciar entre productos fabricados en Israel o fabricados en los asentamientos. Los colonos no son estructuras autosostenibles que funcionen como regiones autónomas, sino que se consideran parte esencial de Israel. A ojos del gobierno israelí, apenas hay diferencias entre los colonos de Ma’ale Adumim o los residentes en Tel Aviv, sólo existen en la imaginación de quienes son conscientes de las horribles prácticas de Israel pero son demasiado tímidos para enfrentarlas.

Israel, mientras tanto, se destaca por superar cualquier límite. Y, al hacerlo, continúa exponiendo inadvertidamente la hipocresía de sus amigos y siempre cuidadosos detractores. Yigal Palmore, del Ministerio israelí de Asuntos Exteriores, respondió al informe de la UE en términos despreciativos: “El deber de toda misión diplomática es tender puentes y acercar a la gente, no fomentar la confrontación. Los cónsules de la UE han fracasado claramente en su misión”, dijo.

Aunque el informe se refería exactamente a la decisión del Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu de desarrollar más asentamientos en la zona conocida como E1, que “separará a Jerusalén Este del resto de Cisjordania”, es poco probable que haya una vuelta atrás en los planes de construcción, que incluye la edificación de 3.000 casas para colonos en el corredor terrestre próximo a Jerusalén. Nada queda al azar en los planes israelíes y el escenario final, como ya sucede en varias partes de los territorios ocupados, convertirá a los palestinos en unos indeseados irritantes en su propia tierra.

Sí, Israel es implacable y parece tenerle todo sin cuidado, haciendo caso omiso tanto de países como de leyes internacionales. Se siente envalentonado por la debilidad de sus vecinos, el irrestricto apoyo de sus amigos y la cobardía de sus críticos. Mientras los amigos de Israel están muy ocupados tildando de antisemita a cualquiera que se atreva a denunciar el auténtico sistema de apartheid en curso en Palestina e Israel, otros se consumen en forcejeos intelectuales acerca de los límites del lenguaje y las adecuadas vías de enmarcar el discurso.

A Israel no le importa nada todo lo anterior, le sirve únicamente para ganar tiempo para conseguir su propia versión de un horrendo apartheid. Para aquéllos que todavía se sienten incómodos respecto a ese “provocativo” término, sólo tienen que considerar la última iniciativa del Ministerio de Transportes, que ha decidido que el autobús número 210 sea un autobús “solo para palestinos”, dedicado a transportar la mano de obra barata desde y hacia Cisjordania. Desde luego, esa no es una política aislada sino la continuación de una terrible trayectoria.

Todo esto llega pisándole los talones a otro informe internacional, esta vez emitido por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF. Publicado el 6 de marzo, el informe criticaba a los tribunales militares de Israel por sus malos tratos a los niños palestinos y hablaba de sus “extendidos, sistemáticos e institucionalizados” abusos. El momento favorito del ejército israelí para arrestar a los niños palestinos, como indicaba el informe, es entre la medianoche y las cinco de la madrugada.

El informe “Children in Israeli Military Detention: Observations and Recommendations”, mencionaba “una serie de medidas para que los niños palestinos bajo custodia militar israelí fueran tratados respetando el Convenio sobre los Derechos de la Infancia y otras normas internacionales. Otro sueño imposible, desde luego, porque los abusos y malos tratos a los menores han estado intrínsecamente vinculados con la ocupación militar y son tan antiguos como el mismo Estado de Israel. Posiblemente, Israel no es capaz de cumplir ningún convenio o ley internacional si no se le presiona con firmeza.

Lo más probable es que desde Israel sigan llegando malas noticias. Somos testigos, casi cada día, de un nuevo desarrollo preocupante en las prácticas israelíes contra los palestinos. Sin embargo, el institucionalizado apartheid tan sólo se enfrenta con tímidas críticas internacionales y la ausencia de acciones sustanciales. Las organizaciones y grupos de la sociedad civil deben decir a sus gobiernos que ya basta. Aunque se le deban pedir cuentas a Israel por su propia conducta, la UE y otros países no deberían financiar la ocupación mientras denuncian los asentamientos. ¡Basta ya de hipocresía!

Ramzy Baroud ( www.ramzybaroud.net ) es un columnista sindicado a nivel internacional y editor de PalestineChronicle.com . Es autor de los libros: The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle and My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, London).

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

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