viernes, 15 de marzo de 2013

La Mujer en el Islam


Por Mariam Lara Arce 

En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso

El musulmán, ya sea hombre o mujer, somete su voluntad únicamente a Dios, Uno y Único. El testimonio de Fe no da lugar a interrogantes acerca de la igualdad entre el hombre y la mujer. La diferencia entre los géneros no plantea posiciones de inferioridad-superioridad sino de complementariedad. 

Este tipo de dicotomía “superior vs. inferior” no tiene cabida en el ámbito de la Fe del musulmán. La mujer musulmana decide someterse sólo a Dios y no se concibe de ninguna manera como un mero objeto al servicio del hombre.

Sin embargo, actualmente, se ha instalado en el imaginario social la creencia de que el Islam ubica a la mujer en posición de inferioridad con respecto al hombre y la priva de sus principales derechos, negándole dominio sobre su propia vida.
La mirada más ingenua puede atribuir la causa de estas representaciones sociales a la simple ignorancia de las personas, que propicia aseveraciones distorsionadas acerca del lugar que ocupa la mujer en la sociedad islámica. Otra mirada, menos ingenua, reconoce un interés particular de ciertos sectores sociales de poder mundial de sacar provecho de esta ignorancia al transmitir información equívoca y difamadora relacionada con el rol que “el hombre musulmán impone” a la mujer en la sociedad. Tal vez el objetivo, no alcanzado, sea el de desestabilizar la unión más básica y fundamental que los hombres establecen entre sí: la familia, principal fortaleza social.
Es por esto que, a pesar de que el Sagrado Corán no establece superioridades ni inferioridades con respecto al género, los musulmanes se ven obligados a aclarar las cuestiones relacionadas con la mujer.
Una de las prácticas que parece inquietar a las sociedades no islámicas es el uso del hiyab por parte de las mujeres. Existe la creencia de que la mujer está obligada a cubrirse, a esconderse de la sociedad. Naturalmente, se atribuye esta vestimenta a una obligación que impone el hombre a su mujer para mostrarse como propiedad de éste. El verdadero sentido de la vestimenta característica tanto del hombre musulmán como de la mujer musulmana es el recato. Sin embargo, es importante aclarar que la utilización del hiyab de ninguna manera es un instrumento de dominación por parte del hombre sino todo lo contrario, es un instrumento de la mujer para evitar que se la vea como objeto al servicio de los hombres. La mujer que usa el hiyab, sabe que su verdadero encanto está en su espíritu y no en su cuerpo, sabe que debe ser valorada por lo que realmente “es” y no por cómo se ve o cómo se viste.
Es en las sociedades no islámicas donde la mujer se ve obligada a “cubrirse” en varios sentidos. Por un lado, debe cubrir su verdadera naturaleza de mujer para poder ocupar en la sociedad los mismos lugares que ocupa el hombre, sin lograrlo realmente. Debe mostrarse “masculina” para lograr cierto reconocimiento social ya que éste pasa, en la mayoría de los casos, por el status económico. Una mujer que decide dedicar su vida a su familia, a sus hijos, es prácticamente excluida de lo social, no tiene cabida en el ámbito laboral ya que ningún trabajo es compatible con una mujer que tiene otras prioridades que la empresa que la contrata.
Por otro lado, la mujer de estas sociedades que se jactan de ubicarla en igualdad de condiciones con respecto al hombre, debe cubrirse en un aspecto físico. La mujer debe cumplir con cierto estándar de belleza física para que se le “abran las puertas” al éxito social. Para esto recurre a una variada gama de estrategias que van desde el simple uso del maquillaje y vestimenta “a la moda” hasta la más peligrosa de las intervenciones quirúrgicas, pasando por los trastornos alimenticios y los desórdenes psicológicos que la constante presión por alcanzar un ideal de belleza física conlleva.
Aún con todos estos “velos”, la mujer está lejos de ser reconocida como digna del mayor respeto. Se ha reducido a mercancía dentro del mundo capitalista y, lo más lamentable, es que este sometimiento de la mujer se presenta disfrazado de “liberación femenina”, logrando acatamiento masivo.
El Islam enseña, sin distinción de género, el camino correcto para alcanzar los más exaltados valores humanos.
Este articulo es una propuesta a ir a la fuente, a desnaturalizar las representaciones sociales que sitúan a la mujer musulmana en relación de inferioridad y sometimiento. Como se verá a través de sus fuentes, el Islam reserva para la mujer un lugar de dignidad y respeto. De ninguna manera la mujer es reducida a “propiedad privada” del hombre. Una lectura justa lleva a la inevitable conclusión de que no está dentro de las enseñanzas del Islam el menosprecio por la mujer.
El único menosprecio que recibe la mujer musulmana proviene en realidad de aquellos hombres y mujeres que, desde su ignorancia, ven sometimiento donde hay dignidad.

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