sábado, 30 de marzo de 2013

Occidente y la cultura

Occidente y la cultura


Cultura versus Fitra (Naturaleza primordial)


30/03/2013 - Autor: Abu Bakr Gallego - Fuente: Webislam



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Cultura

Si queremos hablar de "occidente", tendremos, inevitablemente, que hablar de la cultura. Pero "cultura" es una palabra escurridiza, imposible de definir. Aun si quisiéramos, nunca nos pondríamos de acuerdo a la hora de explicar este término. Por ello, a veces, la mejor manera de aproximarse a un concepto es a través de su opuesto. Alguien podría preguntar aquí: ¿Y cuál es el opuesto de "cultura"? ¿Ignorancia? Obviamente, no, pues ignorancia es el concepto opuesto a conocimiento. Lo contrario, lo que se opone a la "cultura" es la fitrah.

فَأَقِمْ وَجْهَكَ لِلدِّينِ حَنِيفًا فِطْرَةَ اللَّهِ الَّتِي فَطَرَ النَّاسَ عَلَيْهَا لا تَبْدِيلَ لِخَلْقِ اللَّهِ
ذَلِكَ الدِّينُ الْقَيِّمُ وَلَكِنَّ أَكْثَرَ النَّاسِ لا يَعْلَمُونَ
Mantén tu rostro orientado sinceramente hacia el Din, siendo hanifa –la fitrah en la que Allah ha creado a los hombres. En la obra de Allah no cabe ningún cambio. Ese es el Din verdadero, pero la mayoría de los hombres no saben.
Qur’an 30:30

Así pues, fitrah es nuestra naturaleza, el molde primigenio en el que fuimos creados, y que se manifiesta, incluso, en muchos de nuestros movimientos. Si le pidiésemos a alguien que se indicase a sí mismo, dirigirá su dedo índice hacia el centro del pecho, ligeramente a la derecha. No apuntaría a su cabeza, ni a su brazo, ni a su pierna. De la misma manera, si preguntásemos a alguien dónde está Allah, señalaría al cielo –nunca al suelo, aunque nuestra posición física en el universo sea relativa. Fitrah se manifiesta asimismo en nuestras preferencias. Cuando Jibril (a.s) le ofreció al Profeta Muhammad (s.a.s) elegir entre un vaso de leche o yogurt, y otro de vino, éste eligió el yogurt –por fitrah; y también por fitrah le gustaban los perfumes naturales. Fitrah, pues, actúa como un maestro interno.

La cultura, en cambio, no descansa sobre elementos fijos, estables; muy al contrario, cambia constantemente; no tiene valores perennes. Funciona, en todos sus aspectos, a través de la moda. Fabrica sus valores, siempre en relación al dinero. Podríamos preguntarnos, por ejemplo, cuál es la razón de qué desde hace unas cuantas décadas se promocione con tanta vehemencia el Día de San Valentín. Detrás de la cultura siempre hay una trama económica de dominación; detrás de San Valentín estaba el naciente mercado de postales en USA, cuyos fabricantes ofrecieron al público una excusa verdaderamente excelsa para comprarlas y enviarlas –la del amor. Más tarde se añadieron otros regalos, siempre de color rojo ya que se hizo creer a todo el mundo que era el color del amor, y todo este montaje significaba y significa, en última instancia, comprar, gastar, consumir. El Día de la Madre es otro ejemplo del mismo tipo. Una vez introducido, hace que lo celebremos "obligatoriamente" y que compremos regalos –dulces, ropa, comida pre-cocinada, bebidas caras… Al mismo tiempo, los valores que estas fiestas supuestamente fomentan –el amor y el agradecimiento hacia la madre –sufren un constante deterioro: se le compra una tarta, pero cuando llega a una cierta edad, una edad en la que comienza a incomodar, se la envía a una residencia para ancianos.

¿Cómo, pues, funciona la cultura? ¿Cómo logra ser aceptada de forma tan ciega? Logra ser aceptada hasta con los ojos cerrados porque en la cultura no hay iytihad –investigación, análisis; sólo hay imma'a –gregarismo; la gente la sigue sin exigir razones, pruebas o argumentos. La fitrah, en cambio, está basada en el iytihad; por ello, cuando nos conectamos a la fitrah, amamos el conocimiento y lo buscamos; mientras que cuando nos conectamos a la cultura, amamos la diversión y el entretenimiento –pasamos el tiempo zapeando, yendo a conciertos, viendo películas, chateando en el Internet, comprando ropa de marca, cuidando la apariencia… todo lo que nos ofrece la cultura nos obsesiona y dejamos que nos posea. De esta manera, la cultura no solamente influencia a la gente sino que se convierte en su nueva naturaleza, en su nueva forma de entender la vida.

Por el contrario, la fitrah tiene un filtro que impide que entre "cualquier cosa"; y este filtro es el iytihad, a través del cual llegamos a una comprensión mucho más objetiva de la realidad. Si preguntamos a un quinceañero por qué lleva los pantalones rotos o descoloridos, o porque se pone una ropa raquítica, nos dirá que es la moda; sí, pero la pregunta es: ¿Por qué acepta esta moda humillante con tanta facilidad? No hay respuesta. A la cultura no se le pregunta "por qué" ya que se ha convertido en un dios, y a un dios no se le interroga ni se le piden explicaciones en cuanto a sus órdenes; simplemente se le obedece. Pero, si cultura es un dios, ¿quién es Allah? Allah y el Qur'an quedan bajo sospecha en el momento en el que nos conectamos a la cultura. Y eso nos lleva a poner en tela de juicio las órdenes de Allah, a exigirle constantemente pruebas y argumentos:

"¿Por qué tengo que cubrirme la cabeza? Porque así está ordenado en el Qur'an. Así es cómo tú lo interpretas; yo lo interpreto de otra manera." Si una afirmación científica o histórica del Qur'an queda ratificada por la cultura, a través de las ideologías o de lo que solemos llamar "ciencia", se acepta. En caso contrario, queda en estado de cuarentena, hasta que la cultura la confirme o rechace definitivamente. De esta manera, el Qur'an se ha convertido en un libro religioso, sin ninguna relación con nuestra vida. Si queremos estudiar la psicología humana, leeremos libros de psicólogos americanos, libros del tipo "Cómo tener éxito en la vida", "Cómo lograr que nos amen", "Cómo ser buena madre o buen padre", "Cómo lograr una buena relación con el jefe"… Si queremos saber cómo empezó la vida en nuestro planeta, tomaremos la teoría de Darwin sin ningún tipo de iytihad, sin ninguna investigación, porque la cultura es un dios y uno no duda de lo que dice un dios. La cultura nos ordena estudiar inglés y la mayoría de la gente paga y se esfuerza por aprenderlo aunque el 90 % de ellos nunca lo utilizarán. Sin embargo, estas mismas personas no harán el más mínimo esfuerzo por aprender o profundizar en la lengua árabe. ¿Por qué? Porque el inglés es la lengua en la que se expresa la cultura, y el árabe, junto con Allah y el Qur'an, permanece en cuarentena. Es una lengua bajo sospecha.

La cultura borra la historia reiniciando nuestra memoria constantemente. Nos despoja de nuestro pasado y nos impide entender lo que nos pasa y lo que pasa a nuestro alrededor; sólo aceptamos el presente, lo último. Todo lo demás se pierde en un caos –en un entresijo de acontecimientos carente de sentido. Lo aceptamos porque la cultura nos explica que así es la vida. Cuando dices que estás sufriendo; que no estás de acuerdo con la forma en la que se están desarrollando las cosas a tu alrededor; que tus hijos se están drogando, prostituyendo o suicidando, la cultura te dice que ese es el precio que hay que pagar por el progreso, por la civilización. Sin embargo, no puedes evitar preguntarte cómo toda esta corrupción, todo este sufrimiento y todo este caos puede llamarse progreso y civilización. Llegado a ese punto, la cultura te ofrece un artilugio –lo último en tecnología; una nueva diversión; una nueve serie de TV; una nueva droga, o simplemente un nuevo modelo de móvil; y la vida sigue. La cultura no admite otras opciones. Todo lo que no encaja en su Matrix es oscuridad, primitivismo, barbarismo. En este sentido hay que entender el asombro de Dick Gregory ante el cinismo occidental: "Se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que la arrogancia de occidente no tiene límites. ¿Quién más sería capaz de decir refiriéndose a una pequeña isla en el Pacífico, donde no hay pobreza, ni crimen, ni desempleo, ni guerra, ni ninguna preocupación –que es una sociedad primitiva?" Lo dijo en los años cincuenta. Hoy, absolutamente todo el mundo estaría de acuerdo en que esa pequeña isla en el Pacífico no sólo es primitiva, sino que supone una "clara" amenaza para la civilización y que, por lo tanto, lo mejor sería hundirla en el fondo del océano. Nadie puede evitar ver el mundo a través de la óptica de la cultura occidental. De hecho, todos desean vivir como viven en esa pequeña isla del Pacífico, pero la cultura les dice que aquélla es una sociedad verdaderamente e indudablemente primitiva; que nosotros somos mucho más avanzados que ellos; que tenemos civilización; y que el precio que hay que pagar por tan preciado tesoro es la pobreza, el crimen, el desempleo, las guerras, las preocupaciones y el estrés –y lo aceptamos porque dios no puede equivocarse aunque a veces nos resulten extraños sus presupuestos.

La cultura se preocupa mucho por los derechos humanos, pero no por los humanos. Cuando vivimos en occidente, más de una vez hemos sentido el deseo de ser un perro, o un gato, o un pájaro, pues allí los animales tienen mucha más importancia que los seres humanos. Esta atrocidad es el resultado de sociedades basadas en la cultura, en las que la fitrah ha sido eliminada, ha desaparecido. Nos odiamos mutuamente, y es natural que lo hagamos, pues ¿qué es un hombre sin fitrah? Sin ella se convierte en un ser duro, arrogante, descortés, cruel, desleal, intransigente, superficial… ¿Puede alguien amar a un individuo así? No es sorprenderte, pues, que los occidentales prefieran vivir con perros y gatos antes que con los de su especie. En cambio, si tratamos con alguien que vive en una sociedad en la que todavía pervive la fitrah, veremos en él generosidad, amabilidad, sinceridad, modestia… veremos a alguien siempre dispuesto a servir a los demás… todo en la sociedad vuelve a su sitio, los hombres viven con los hombres, y los animales con los animales.

En 1895 Oscar Wilde, un brillante escritor, fue sentenciado a dos años de trabajos forzados por practicar la homosexualidad (lo que causó su muerte) –y no fue el único. Todo el mundo estaba de acuerdo en que se aplicara tan estricto castigo, pues la homosexualidad era una desviación inaceptable. Sin embargo, durante las últimas décadas la cultura nos ha estado diciendo que aceptar, e incluso promover, la homosexualidad es una actitud propia de una persona civilizada, de mente abierta. ¿Cómo ha ocurrido este asombroso trasvase de valores? ¿Cómo ha logrado la cultura convencernos de justo lo contrario?

En la primera etapa la cultura, igual que shaytan, nos susurra lo mismo que la fitrah. Se acerca a nosotros "por la derecha", es decir, nos induce al mal por medio de conceptos positivos y atractivos:

قَالُوا إِنَّكُمْ كُنتُمْ تَأْتُونَنَا عَنِ الْيَمِينِ
قَالُوا بَل لَّمْ تَكُونُوا مُؤْمِنِينَ
وَمَا كَانَ لَنَا عَلَيْكُم مِّن سُلْطَانٍ بَلْ كُنتُمْ قَوْمًا طَاغِينَ
Dirán: "Veníais a nosotros por la derecha." Dirán: "No, es que vosotros no erais creyentes. No teníamos ningún poder sobre vosotros, erais gente que se excedía."
Qur’an 37:28-30

De esta forma, fitrah y cultura nos dicen que la homosexualidad es algo contrario a la naturaleza humana, algo totalmente inaceptable, algo que ni siquiera los animales practican. Luego llega la segunda etapa en la que la cultura introduce conceptos como tolerancia, derechos humanos, y otros, que nos hacen dudar. El siguiente paso consiste en preguntarnos: ¿Por qué no? A continuación nos increpa: ¿Quiénes somos nosotros para decidir cómo deben vivir los demás? ¿Quiénes somos nosotros para condenar su manera de ver las cosas? Y si le decimos a la cultura que de hecho ha sido Allah quien lo ha prohibido; que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento la homosexualidad se considera una abominación, la cultura nos contestará que todo ello está relacionado con periodos determinados de la historia, y que, sobre todo, Allah es compasivo y misericordioso –aunque la cultura no crea en Allah. Y en la etapa siguiente la cultura nos dirá que la homosexualidad es el resultado natural de la manera específica en la que están ordenados los cromosomas de un individuo; y unos pasos, y unas películas, y unos programas de TV, y unos cuantos artículos y libros más adelante, la homosexualidad se convierte, de hecho, en la correcta manera en la que los seres humanos deben relacionarse. "¿Por qué no?"

Vemos pues que la cultura va siempre en contra de la fitrah; la cubre; prohíbe el bien y promociona la corrupción; constantemente cambia sus valores. Hace unos años veíamos a chicos y chicas caminar de manera respetable, cada género preocupándose de sus asuntos. Hoy, los parques, e incluso las calles, están llenos de parejas de quinceañeros intentando vivir lo que han visto en las telenovelas turcas, a través de las cuales los judíos han entrado en el corazón de la sociedad siria. Estos jóvenes están convencidos de que todo lo que aparece en la pantalla es real, y hoy vemos chicas llorando desesperadamente porque han sido abandonadas por sus novios; o chicos con aspecto decaído porque sus novias se lo han pensado mejor y han optado por otro. La cultura nos dice que la juventud es el tiempo del amor libre, de la diversión, del entretenimiento, de los romances. La fitrah, sin embargo, nos dice que es el tiempo dorado para adquirir las herramientas que les servirán en el futuro para poder realizar un profundo iytihad.

La cultura teme a una sociedad asentada en el conocimiento, en el iytihad, en la rectitud, pues la sociedad que posee estas características es invencible, incorruptible, imposible de dominar. Una sociedad así no permitirá que se succione su energía. La tragedia que vivimos en estos momentos es que la mayoría de los responsables de educar a las nuevas generaciones según la fitrah lo están haciendo, de hecho, según la cultura, pretendiendo que cultura y fitrah es lo mismo. Encubren el verdadero significado de las palabras y hablan de cultura islámica, de bancos islámicos; y muy probablemente, pronto hablarán de las discotecas islámicas, donde los Musulmanes podrán hacer vida social bailando un poco, bebiendo vino y cerveza sin alcohol; y, por supuesto, bajando el volumen de la música cuando se de el adhan. La realidad, sin embargo, es que nada de todo eso existe en el Islam; hay fitrah e iytihad.

Según el modelo establecido por la cultura, nuestros amigos de ayer son nuestros enemigos de hoy. Hemos visto esta patética actitud en los europeos con relación a Siria. Hemos visto cómo las embajadas y los centros culturales americanos, británicos, franceses, etc., cerraban sus puertas y se iban muy enfadados sin explicar exactamente por qué, para luego volver con una sonrisa fingida en los labios; y marcharse de nuevo, y de nuevo volver. Uno no pude dejar de pensar cómo logran funcionar de esta manera. ¿Dónde está su honor y su dignidad? ¿Somos para ellos amigos o enemigos? ¿Cómo podemos ser las dos cosas a un mismo tiempo? Sin el iytihad de la fitrah nuestra actitud se vuelve infantil y destructora.

Cuando Musa (a.s) salió de Misr con los Hijos de Israil; habiéndose salvado de la persecución de Firaun, y recibiendo diariamente alimento divino, al pasar por un lugar donde la gente estaba adorando a unos ídolos –probablemente durante una fiesta en la que se bailaba, se cantaba y se bebía– le dijeron a Musa (a.s): "¿Por qué no podemos hacer nosotros lo mismo? ¿Por qué no nos divertirnos un poco?" La gente de Musa (a.s) había consumido el veneno de la cultura durante su permanencia en Misr, quedando su fitrah totalmente cubierta. Fueron testigos de asombrosos milagros, y se les encomendó la misión de propagar el tawhid por todo el mundo; de luchar contra la corrupción, y de establecer sociedades basadas en el conocimiento y la rectitud. Y sin embargo, el veneno de la cultura chocó frontalmente con el gran destino que se les había decretado, haciéndoles preferir la diversión. Esto mismo fue lo que le ofrecieron los Quraish a Muhammad (s.a.s) –abrogar la verdad y sustituirla por diversión. "Te daremos todo el dinero que pidas, las mujeres más bellas, y te haremos nuestro rey." Pero la verdad a la que llegamos por medio del iytihad de la fitrah debe de ser algo tan maravilloso, que la respuesta de Muhammad (s.a.s) fue: "Incluso si me pusieseis el sol en una mano y la luna en la otra, no dejaría de proclamar la verdad; nunca dejaría de pronunciar las palabras que me han sido reveladas."

La fitrah no es algo aburrido. Es una gran misión, un gran acontecimiento. Es una emoción constante, un conocimiento ilimitado que nos capacita para construir una nueva civilización. La cultura, en cambio, reduce nuestro destino a mediocres habladurías, con las que sus seguidores sutilmente nos insinúan: "¿Acaso no sería maravilloso si Damasco se convirtiese en un segundo París o en un segundo Londres? ¿Y qué tal si fuera un segundo Nueva York?" ¿Por qué hablan así? Porque han ingerido el veneno de la cultura occidental durante generaciones enteras, y se quieren divertir. Están hartos de comer maná todos los días, de caminar por el desierto, de luchar contra la idolatría.

Francia en particular, pero de hecho Europa entera, ha jugado un papel activo y sucio en el conflicto que está desgarrando la sociedad siria, pero todo el mundo los ama y perdona todos los crímenes cometidos; quieren aprender sus lenguas, estudiar en sus universidades y recibir de ellos un doctorado. Este poder con el que se les ha investido viene de que los occidentales son los sacerdotes del dios cultura, y es aquí donde llegamos al punto crucial: Si los occidentales son los sacerdotes del dios cultura, ¿quién es ese dios? ¿Quién ha fabricado este ídolo? Lo han fabricado los judíos para controlar y dominar el planeta entero. Los judíos actúan en las sociedades por medio de la cultura de la misma manera que una máquina extrae de las pilas la energía que necesita para funcionar. Los seres humanos somos para ellos esas pilas. Les damos todo. Trabajamos en sus fábricas, en sus grandes centros comerciales, en sus minas, y luego gastamos nuestros salarios comprando sus productos. De esta manera, no tenemos nada y ellos lo tienen todo. Lo podemos decir, podemos desenmascararles, podemos insultarles, podemos probar que se están apropiando de nuestras vidas y de nuestras almas. No les importa; no temen nada de eso mientras sigamos los valores y el estilo de vida que la cultura nos ha programado. Hoy, los países árabes, los países Musulmanes constituyen los fundamentos sobre los que se asienta el sistema judío –económico, militar, educativo, médico y social. El Ministro de Asuntos Exteriores sirio dijo que Siria no necesita Europa; que Europa no es nada, y todo el mundo se quedó perplejo, como diciendo: "¿De qué está hablando? Europa lo es todo. Europa es nuestro dios. Le adoramos. ¿Cómo podríamos existir, vivir o producir sin él?"

Si no volvemos a la fitrah, no podremos entender que la realidad es justo lo contrario. Si dejamos de seguirles, si dejamos de seguir la cultura, seremos nosotros mismos, no solamente como sirios sino como seres humanos. Y el primer paso es entender que no existe nada como la cultura islámica o árabe o hindú o africana. Existe la cultura como el sistema judío de dominación y de utilización de la energía de los seres humanos; y existe la fitrah que implica iytihad, a través del cual permanecemos dentro de los límites de nuestra verdadera naturaleza.

Recuerdo una ocasión en la que un conocido me preguntó: "¿Cómo puedes criticar a Europa? ¿Has conducido alguna vez un Mercedes? Cuando aceleras, el motor suena mejor que una sinfonía de Beethoven." Intenté explicarle que la tecnología no tiene nada que ver con la ciencia ni con el conocimiento. Si alguna vez tuviera la oportunidad de conocer a un ingeniero que trabajase en la fábrica Mercedes, se daría cuenta al instante de que sólo podría hablar con él de fútbol o de coches.

Vemos pues que el conocimiento, el iytihad, la comprensión, la consciencia solamente vienen de la fitrah, no de la cultura. La NASA puede lanzar al espacio sofisticados artefactos equipados con las más asombrosas cámaras de fotos y otros equipos de alta tecnología, pero si les preguntásemos a sus ingenieros por el sentido de la vida, contestarían cínicamente: "Es una buena pregunta. De momento no tengo la respuesta, y por ello mandamos estos artefactos al espacio. La respuesta a su pregunta puede estar allí arriba."

No, la respuesta a mi pregunta está en nuestra fitrah, cubierta por la cultura, por la tecnología, por la diversión. Un maestro Zen le dijo una vez a su discípulo: "El tesoro familiar no entra por la puerta." Hay aquí una especia de hikmah, de sabiduría práctica. El maestro Zen le está diciendo a su discípulo que cualquier cosa que entra de fuera es cultura; no es un tesoro; no tiene valor. El verdadero valor lo encontramos dentro de nosotros mismos, en nuestra fitrah.

Cultura y fitrah son indicadores, un patrón con el que aproximarnos a los conceptos, a las ideas y a los puntos de vista. Si eres comunista por cultura, no podremos comunicarnos. Pero si eres comunista después de haber hecho iytihad, tanto la comunicación como la discusión serán perfectamente posibles. Y lo mismo se refiere a las creencias. Si eres Musulmán culturalmente hablando, la comunicación resultará muy difícil; no nos entenderemos. Sin embargo, si eres Musulmán por iytihad, la comunicación será fácil y beneficiosa. Idéntica situación acontecerá con cualquier otra creencia –cristianismo, budismo etc.

Lo que hace que una sociedad sea coherente y estable es el estar basada en la fitrah y en el iytihad constante, pues si se basa en la cultura, una leve brisa la arrasará como si nunca antes hubiera existido.

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