lunes, 1 de abril de 2013

Foro Social Mundial: espejo disperso de los retos del mundo árabe


La lucha contra la ocupación y la defensa de los derechos del pueblo palestino constituyeron uno de los ejes vertebradores del encuentro


01/04/2013 - Autor: Alberto Pradilla - Fuente: Gara



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Foro Social Mundial 2013, en Túnez
Foro Social Mundial 2013, en Túnez

Una bandera israelí pisoteada y convertida en alfombra y una gigantesca enseña palestina colgada en la plaza central del campus de Al Manar dieron la bienvenida al Foro Social Mundial 2013, celebrado en Túnez entre el martes y el sábado de la semana pasada.

La lucha contra la ocupación y la defensa de los derechos del pueblo palestino constituyeron uno de los ejes vertebradores del encuentro. Probablemente, el único en el que todos estaban de acuerdo.

El paso de Porto Alegre a Túnez modificó el ADN de los participantes. Como era previsible, las revueltas árabes capitalizaron buena parte del debate, poniendo en evidencia logros, retos y también las posiciones encontradas en cuestiones como la guerra de Siria. Además de un espaldarazo, el Foro sirvió para reflejar con precisión los procesos de cambio que sacuden tanto al país anfitrión como a sus vecinos. Esto se extendió a la composición de los participantes, que no era sino el espejo de unas sociedades en cambio permanente, con fuertes tensiones internas y elementos propios que los diferencian respecto a las contracumbres celebradas en otras partes del mundo. Como ejemplo, la presencia de organizaciones islamistas, visibles a lo largo de toda la ciudad universitaria y que conviven con movimientos sociales, ONG o sindicatos con larga tradición en estos actos. Por el contrario, venezolanos o bolivianos fueron esta vez minoría.

El Foro tuvo unas dimensiones tan mastodónticas que resulta imposible abarcarlo todo. Decenas de charlas y debates se solaparon en unos horarios maratonianos, ya que el único requisito para poder tomar parte era estar de acuerdo con los principios fundadores de Porto Alegre. Por esta misma razón, cabía casi todo. Incluso visiones que se contradicen y que han generado distintos conflictos. Siria fue el principal ejemplo. Al mismo tiempo que diversos representantes de la izquierda opositora del país árabe se enzarzaban en eternas discusiones, un grupo de simpatizantes de Bashar Al Assad celebraba una concentración en el centro del campus. «Se trata de una conspiración de Estados Unidos y Qatar», proclamaba Mohamed, mientras enarbolaba una bandera roja, blanca y negra, la utilizada por el régimen de Damasco. En el encuentro opositor, la cuestión kurda centraba el debate. Finalmente, los representantes Consejo Supremo del Kurdistán Sirio y del Partido de la Unión Democrática (PYD en sus siglas en inglés) acordaron el inicio de una serie de dinámicas con organizaciones comunistas opositoras, después de que los árabes reconociesen el derecho de autodeterminación kurdo.

Las tensiones no llegaron solo a causa de la guerra en Siria. Decenas de activistas marroquíes aprovecharoo la cercanía geográfica para desembarcar en Túnez. Constituyeron uno de los grupos más numerosos. Y su discurso, que mezcla reivindicaciones democráticas con una indisimulada intención de desacreditar a los saharauis, provocó momentos de tensión. «Basta ya de la propaganda y las mentiras al mundo del Frente Polisario» era el eslogan que recibía en una de las tiendas instaladas por los marroquíes. Benis Ghitah, originaria del país alauí, cargaba contra los activistas que defienden el derecho a la soberanía. «Hay mucha manipulación», insistía. Para los defensores de la causa saharaui, la edición tunecina constituyó un reto. «Es la primera vez que estamos aquí y nos estamos encontrando con una opinión pública hostil, ya que Marruecos intenta confundir a la gente». Este tipo de dinámicas ya se repitieron desde anteriores ediciones del Foro. Aunque, en este caso, los saharauis han sufrido el hándicap de estar ante un país poco receptivo a sus demandas.

Veto de Argelia a activistas

Las intromisiones de los estados también afectaron al Foro. Si el martes fue arrestado en Bruselas un activista kurdo cuando se disponía a viajar a Túnez, días después fue el turno de dos autobuses argelinos, obligados a dar la vuelta cuando se desplazaban hacia el Foro. «Han querido silenciar nuestra demanda democrática», lamentaba Sabrina Zouani, militante de los movimientos sociales. Ella sí logró cruzar, aunque tuvo que dejar su transporte atrás después de que las autoridades argelinas clausurasen la frontera nada más atravesarla. Al mismo tiempo que cerraba la puerta a sus activistas, una delegación oficial visitaba el Foro para dar apoyo. Una contradicción que incendió los ánimos de los acompañantes de Zouani. «Pretenden vender que todo va bien y esto es inaceptable», afirmaban.

La heterogeneidad permitió que, en el mismo espacio, se unieran organizaciones abiertamente revolucionarias con ONGs de tufillo mercantilista. Especialmente novedosa, la presencia islamista. Por una parte, como arietes del apoyo a Palestina. Por otra, como actores con voz propia dentro del movimiento. En el edificio de prensa, un grupo de religiosos mantuvo un encierro defendiendo el uso del niqab en la universidad, algo prohibido durante el régimen de Ben Ali y ahora nuevamente vetado. «Los asistentes al Foro son partidarios de la libertad, por lo que pedimos su apoyo», aseguraba Nabi Wahbi, uno de los jóvenes participantes y que reconocía algunas tensiones con elementos laicos. A lo largo del recorrido, diversos puestos de organizaciones caritativas vinculadas al Corán evidenciaban el cambio de eje, que se corresponde con las características del país anfitrión. Algunos no lo veían con buenos ojos. Otros, como Mahdi, joven tunecino, les defendía. «¿Preferiríamos que no estuviesen y dejarlos al margen?»

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