sábado, 27 de abril de 2013

Los protocolos de los sabios de Sion y la conspiracion contra la humanidad

Los Protocolos de los Sabios de Sión
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Los Protocolos
de los Sabios de
Sión
Los Protocolos de los Sabios de Sión
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Introducción
Los Protocolos de los Sabios de Sión es un
documento fundamental que pone en evidencia el plan de
dominación mundial por parte de los judíos. Hubo
numerosos debates sobre el origen de este documento.
Varios expertos concuerdan en que fueron creados en
1897, en el primer congreso sionista celebrado en Basilea.
Otros afirman que se crearon en una sesión secreta de
sabios judíos que se había efectuado por aquella época. La
prensa judía se ha encargado de desmentir esta verdad y
hasta de ridiculizarla. Esta en nosotros ser fieles al legado
que nos han dejado los expertos en el tema. No es
cuestión de creer ciegamente, sino ver y corroborar que la
intención del sionismo por dominar al mundo se repite en
todas las épocas y en todos los países del mundo. Los
protocolos de los sabios de Sión están divididos en 24
partes o protocolos. Estos hablan por si mismos. Es
importante antes conocer el significado de algunos
términos usados en este documento:
Goim: (singular: goy) palabra hebrea que se usa en
forma despectiva para referirse a los gentiles (los no
judíos) y que significa ganado.
Sionismo: movimiento mundial para el avance y
cuidado de los intereses político-económicos de los judíos.
Gentiles: (ver goim).
Masonería: en la actualidad son sociedades secretas
que trabajan misteriosamente en la sombra, empleando
toda clase de artimañas subterráneas. En su mayor parte
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estas organizaciones están integradas por los judíos, tanto
en la cúpula como en sus distintas jerarquías o grados.
Francmasonería: organización aristocrática dentro
de la masonería, la cual es rica y poderosa. Esta protegida
por los soberanos, y cuyos miembros son admitidos en la
corporación luego de una iniciación, seguida de pruebas
morales y físicas. Esta secta tiene la discrecionalidad de
eliminar secreta o públicamente a quienes no consideran
aptos.
Los Protocolos de los Sabios de Sión
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Protocolo I
El derecho de la fuerza. La libertad no es más que una idea.
El libre pensamiento. Oro, religión, independencia. El enemigo
interior. La multitud, la anarquía. La política y la moral. El
derecho del más fuerte. El poder judío-masónico es invencible. El fin
justifica los medios. La muchedumbre es ciega. El alfabeto político.
Principios y bases del gobierno judío-masónico. Libertad, igualdad y
fraternidad. La aristocracia nueva. Calculo psicológico.
Hablemos con franqueza, debatiendo el sentido de
cada idea y haciendo resaltar por comparaciones y
deducciones su explicación. De este modo, expondré el
concepto de nuestra política así como la de los goim.
Es de notar como el número de hombres con
instintos perversos supera al de aquellos con instintos
nobles. Por tanto, la violencia y la intimidación son
preferibles a los discursos elegantes cuando se trata de
gobernar al mundo. Todo hombre aspira al poder: cada
uno desearía ser un dictador; casi todos sacrificarían el
bienestar del prójimo por alcanzar sus metas personales.
¿Que es lo que ha sometido hasta ahora a esas fieras
salvajes y de rapiña que llamamos hombres? ¿Por quien
han estado gobernados hasta el presente? En las primeras
épocas de la sociedad, estaban dominados a la fuerza bruta
y ciega; después, se sometieron a la ley, que en realidad no
es otra cosa que la misma fuerza disfrazada. Esta
consideración me lleva a deducir que, fijándonos en la ley
natural, el derecho reside en la fuerza.
La libertad política no es un hecho, pero si una idea.
Una idea que es necesario saber aplicar cuando conviene,
a fin de atraer a las multitudes y despojar al partido rival.
El problema se simplifica si el referido rival se ha
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contagiado con las ideas del llamado liberalismo y, por
amor de esas ideas, cede una parte de su poder. Así,
nuestra idea triunfara; por ley natural, cuando uno suelte
las riendas del poder, otro lo habrá de tomar porque las
masas no saben existir sin jefe. El nuevo gobierno toma el
sitio del antiguo, debilitado por el liberalismo.
Hoy, el poder de los dirigentes liberales ha sido
sustituido por el del oro. Alguna vez, gobernó la religión.
Empero, la libertad es irrealizable porque nadie sabe
servirse de ella con moderación. Basta dejar al pueblo que
por algún tiempo se gobierne a si mismo, para que
inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje;
inmediatamente, nacen polémicas que no tardan en
convertirse en choques sociales: los estados se desbaratan
y pierden su importancia. Da igual que un país se agote
por sus propias convulsiones interiores o por las guerras
civiles: en uno u otro caso, esta perdido, queda en nuestras
manos. El despotismo del capital esta enteramente en
nuestro poder; se lo propondremos al estado como único
asidero, y habrá de sujetarse de este si no quiere caer al
despeñadero.
Si, por liberalismo, alguno quisiera convencerme de
que estos razonamientos son inmorales, yo le diría: no es
inmoral que un estado proceda sin cuartel contra el
enemigo interno que socava sus cimientos, arruina la
propiedad y despedaza el orden social de la misma forma
que acomete al enemigo exterior.
En un medio donde se permitan las discusiones,
ningún espíritu sensato estima poder gobernar a las masas
con razones y cordura. Para evitar las objeciones, hay que
seducir al pueblo que es incapaz de reflexionar
profundamente con representaciones ridículas; la mayoría
esta guiada por ideas mezquinas, costumbres, tradiciones y
teorías sentimentales. El populacho ignorante y no
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iniciado, así como todos los que han salido de su seno, se
sume en discusiones partidarias que le impiden toda
posibilidad de acuerdo, aun en cuestiones basadas en
argumentos concretos. Las decisiones de las masas
dependen de una mayoría, casi siempre casual y
momentánea; se la prepara con anticipación, ya que, en su
ignorancia de los secretos políticos, adopta disposiciones
absurdas y siembra en los gobiernos el germen de la
anarquía.
La política no tiene nada que ver con la moral. Un
jefe de estado que pretenda gobernar con arreglo a leyes
morales, no es hábil y, por tal, no este bien afianzado en
su asiento. Todo el que quiera gobernar debe recurrir al
engaño y a la hipocresía. En política, el honor y la
sinceridad se convierten en vicios que despachan a un
mandatario más pronto que sus mayores enemigos.
Afirmamos dichas cualidades para los gentiles; pero
nosotros, bajo ningún concepto, nos sentimos
comprometidos con ellas.
Nuestro derecho reside en la fuerza. El vocablo
derecho expresa una idea abstracta, sin base e inaplicable;
ordinariamente, significa: proporcióname cuanto preciso
para sojuzgarte. ¿En donde empieza el derecho? ¿En
donde termina? en un estado desorganizado, el poder de
las leyes o el del soberano se disipan por la incesante
usurpación de las libertades; en este caso, procedo con la
fuerza para destruir los métodos y reglamentos existentes:
me apodero de las leyes, reorganizo las instituciones y, así,
me convierto en dictador de quienes, libremente, han
renunciado a su poder y nos lo han rendido. Nuestra
fuerza, dada la situación quebradiza de todos los poderes
civiles, será mucho mayor que ninguna otra porque,
siendo invisible, no podrá ser atacada; y llegara el día en
que sea tan impetuosa que ningún acto de astucia pueda
destruirla.
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Del daño causado, brotara un gobierno
indestructible que restablecerá los mecanismos de
subsistencia que han sido destruidos por el liberalismo. El
fin justifica los medios. Es necesario no cejar en nuestro
plan, poner mayor esmero en lo necesario y aprovechable
que en lo bueno y moral. Este es un plan, una estrategia
de la que no podemos apartarnos sin renunciar a la obra
que iniciamos hace ya muchos siglos.
Al trazarnos un plan de acción, debemos tener en
cuenta la cobardía, la debilidad, la inconstancia y el
desequilibrio de las masas; estas son incapaces de
comprender o acatar las condiciones de su propia
existencia y de su bienestar. Hay que ver como la fuerza
de las masas es ciega, ilógica y cambiante.
Cuando un ciego conduce a otro, ambos caen al
precipicio; en consecuencia, los advenedizos salidos de las
filas del pueblo, aunque sean unos genios, no pueden
colocarse a la cabeza de las masas sin arruinar la nación.
Solo una persona preparada desde su infancia para ejercer
la soberanía autocrática puede comprender las palabras
formadas por las letras del alfabeto político. El pueblo
abandonado a si mismo, es decir, a jefes salidos de sus
filas, se pierde en luchas partidarias nacidas del afán de
poder y el ansia de renombre; así, se crean la revuelta y el
desorden.
¿Pueden las masas juzgar serenamente y administrar
los negocios del estado sin rivalidades, sin confundir
dichos negocios con sus propios intereses? ¿Podrían
defenderse contra un enemigo extranjero? esto es
imposible. Cualquier plan dividido entre tantas cabezas
como son las de las multitudes, resulta ininteligible e
irrealizable.
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Solo un autócrata puede concebir vastos proyectos
y asignar a cada entidad una función dentro del
mecanismo gubernamental. Por eso sostenemos que, para
administrar eficazmente un país, el gobierno debe estar en
manos de una sola persona. Sin el despotismo absoluto, la
civilización es imposible; la civilización no es obra de las
masas, sino del que las dirige, sea este el que fuere. El
populacho es bárbaro y así se muestra siempre. En cuanto
el pueblo cree que ha conquistado la libertad, se desbanda
hacia la anarquía, que es la representación más perfecta de
la barbarie.
Ved esos brutos alcoholizados, embrutecidos por la
bebida, que la libertad tolera sin límites. ¿es que vamos a
permitir nosotros y permitirles a nuestros semejantes el
imitarlos? en los países cristianos, el pueblo esta
embrutecido por el alcohol, la juventud esta trastornada
por la intemperancia prematura en la que nuestros agentes
la han iniciado cubiertos con distintos disfraces:
preceptores, criados, institutrices de las casas ricas,
empleados, prostitutas; y es preciso añadir a estas ultimas
aquellas que se conocen con el nombre de “femmes du
monde”, sus imitadoras voluntarias en materia de lujo y
corrupción.
Nuestra divisa debe ser fuerza e hipocresía. Solo la
fuerza da la victoria en política, sobre todo cuando se
oculta con destreza por quienes gobiernan un estado. La
violencia debe ser un principio. El engaño y la hipocresía
son las reglas de oro de aquellos gobiernos que no quieren
caer ante un nuevo poder. Con estos perjuicios se
consigue el bien. No nos detengamos innecesariamente
ante la corrupción, la compra de conciencias, la impostura
y la traición, porque con ellas servimos a nuestra causa.
En política, no dudemos en confiscar la propiedad,
si de este modo podemos conseguir sumisión y poder.
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Siguiendo la vía de las conquistas pacificas, nuestro
estado habrá de sustituir los horrores de la guerra por
ejecuciones discretas y diligentes, necesarias para
mantener el terror y producir una ciega sumisión. La
severidad intolerante es un factor esencial del poder de un
estado. Con ella alcanzamos grandes ventajas y nos
acercamos a la deseada victoria de la violencia y la
hipocresía. Para imponernos, son tan importantes como
nuestros principios los medios que empleamos para
ponerlos en ejecución. Los procedimientos que
empleamos y la rigidez de nuestras doctrinas nos darán el
triunfo; es decir, haremos a todos los gobiernos esclavos
del nuestro. Deben aprender que somos despiadados
cuando nos hacen resistencia.
Fuimos nosotros los primeros en gritar ante el
pueblo: libertad, igualdad y fraternidad. Estas palabras las
repiten frecuentemente desde entonces irreflexivas
cacatúas de todas partes del mundo. Repitiéndolas, han
despojado a la sociedad de la prosperidad material y al
individuo de la libertad personal, que es ya una antigualla.
Ni siquiera los gentiles más aguzados han reflexionado
sobre lo abstracto de esas tres palabras: las pronuncian sin
considerar que no concuerdan unas con otras y que se
contradicen.
No comprenden los sabios gentiles la desigualdad
natural: la naturaleza invento tipos disímiles, muy
desiguales en inteligencia, carácter y capacidad. Tampoco
entienden la sumisión a las leyes naturales. Estos
pretendidos eruditos no han descubierto aun que las
masas son ciegas, como lo son también aquellos que salen
de su seno para gobernar. No han considerado que un
hombre mediocre, con la preparación necesaria,
gobernara; sin embargo, un genio, sin dicha instrucción, se
hallara despistado en la política. ¡Todo esto se les ha
escapado a los gentiles!
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Sobre esas bases se fundamentaba el régimen
dinástico. El padre enseñaba al hijo el sentido y la marcha
de las evoluciones políticas; de tal manera, excepto los
miembros de la dinastía, nadie, ni el pueblo gobernado,
conocía la política. Con el tiempo, el sentido de los
principios que habían sido trasmitidos de generación en
generación se perdió. Es precisamente esta perdida la que
apresta al triunfo de nuestra causa.
Nuestros gritos de libertad, igualdad, fraternidad,
cautivaron agentes inconscientes, legiones enteras que
enarbolaban nuestras banderas con entusiasmo. Esas
palabras roían la prosperidad de los cristianos,
despedazando su armonía, entereza y solidaridad; con ellas
desmenuzamos los fundamentos de los estados. Fue esto
lo que nos dio la victoria proporcionándonos, entre otras
cosas, la abolición de privilegios; o sea, la supresión de la
aristocracia de los gentiles en todas las naciones, que era la
única protección que tenían contra nosotros.
Sobre las ruinas de la aristocracia natural y
hereditaria levantaremos, sobre bases plutocráticas, una
aristocracia nuestra. Esta nueva aristocracia es la de la
economía, que siempre estará dominada por nosotros, al
igual que la ciencia que nuestros sabios nos han enseñado.
Posibilitaran nuestro triunfo las relaciones con las
personas que nos son indispensables. Sabremos explotar
la endeblez de nuestras victimas: los beneficios de que
disfrutan, su codicia, su ambición insaciable y las
necesidades materiales del hombre; cada una de estas
debilidades, tomada por separado, es capaz de paralizar
cualquier iniciativa. Ellos le entregan su voluntad a
aquellos que los han corrompido.
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Dada la índole abstracta de la palabra libertad,
podemos persuadir al pueblo de que el gobierno
representa solamente a los propietarios. Por consiguiente,
se le puede desechar como a un objeto inútil.
Es precisamente la posibilidad de destituir y
reemplazar a los representantes de las naciones lo que los
ha puesto a nuestra disposición y nos facilita su
nombramiento.
Los Protocolos de los Sabios de Sión
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN................................................................ 2
PROTOCOLO I ................................................................... 4
PROTOCOLO II................................................................ 12
PROTOCOLO III .............................................................. 15
PROTOCOLO IV............................................................... 21
PROTOCOLO V................................................................ 23
PROTOCOLO VI............................................................... 28
PROTOCOLO VII ............................................................. 30
PROTOCOLO VIII ........................................................... 32
PROTOCOLO IX............................................................... 34
PROTOCOLO X ................................................................ 38
PROTOCOLO XI............................................................... 45
PROTOCOLO XII ............................................................. 48
PROTOCOLO XIII ........................................................... 54
PROTOCOLO XIV............................................................ 57
PROTOCOLO XV............................................................. 59
PROTOCOLO XVI............................................................ 69
Los Protocolos de los Sabios de Sión
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PROTOCOLO XVII .......................................................... 72
PROTOCOLO XVIII......................................................... 75
PROTOCOLO XIX............................................................ 78
PROTOCOLO XX ............................................................. 79
PROTOCOLO XXI............................................................ 87
PROTOCOLO XXII .......................................................... 90
PROTOCOLO XXIII......................................................... 92
PROTOCOLO XXIV......................................................... 94

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