CRONICA DESDE SIRIA, ENVIADA POR MARIO CASARTELLI, DE OJOS PARA LA PAZ]
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00:20 (Il y a 10 heures)
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Desde Medio Oriente
CRÓNICA EN SIRIA (IV) ENVIADA POR NUESTRO COMPAÑERO DE OJOS PARA LA PAZ, MARIO CASARTELLI
Los
atacantes armados se desbandan cada vez más. En Damasco ya sólo quedan
francotiradores y terroristas dispersos. Tal vez la batalla final en
esta ciudad -sólo en esta ciudad- se libró hace una semana, cuando
aviones israelíes la bombardearon, creyendo que con ello desatarían el
pánico entre los soldados del ejército sirio, y entonces, acobardados,
dejarían que ingresaran los grupos de insurgentes que se venían
acercando. Pero ocurrió lo contrario. Estos fueron replegados. Y los
sionistas de Israel sólo se ganaron, una vez más, otra medalla de
condena internacional, que la vienen acumulando desde hace largas
décadas.
Lo
que hace dos años se inició como una protesta de un sector de la
ciudadanía, se fue contaminando y pasó a convertirse en una bola de
nieve, donde fuerzas exógenas aprovecharon la situación para manipular
el descontento e infiltrar mercenarios y terroristas dispuestos a todo.
He
visto el sitio donde había explotado un coche bomba, a las 11 de la
mañana, frente al Banco Nacional de Siria. Aún hay rastros de aquella
tragedia que arrojó un saldo de 35 muertos y más de 200 heridos. La
detonación dejó su impronta negra en el piso y las paredes, y obligó se
duplicar el control en todas partes, mientras las cosas materiales
caídas se vuelven a levantar.
Pese
al alerta de puestos militares en numerosos puntos de la ciudad, donde
los soldados están pertrechados no solo con armas, sino también
guarnecidos entre paredes de sacos de arena, la vida en Damasco
prosigue. Pululan vehículos de todo color y marca, y un gentío inmenso
se entrecruza a toda hora, para trabajar, para comprar, para conversar.
Precisamente,
esta mañana tuvimos tres entrevistas: una con la Asociación de
Periodistas de Siria, otra con el director del Museo de Arqueología,
quien nos manifestó, entre otras cosas, su preocupación por el peligro
que corren los patrimonios históricos, en estas circunstancias; y la
tercera fue con la máxima autoridad religiosa de Siria, el Mifti Ahmad
Badreddine Hassoun.
El
Mifti nos recibió en su despacho con su sonrisa constante. Es un hombre
brillante, con profundo conocimiento de la historia y de los complejos
problemas que aquejan al mundo. Sus palabras me recordaron algo de lo
que yo había observado en un texto que escribí, tras mi primera visita a
este país: que aquí conviven, todas las creencias religiosas, y las
personas que las profesan conversan sin contrariedades entre sí.
Recordé, a la vez, el pueblito de Maalula, cercano a Damasco, al que
llegué años atrás, donde se habla cotidianamente el arameo de los
tiempos de Jesús. Pena que esta vez yo no pueda regresar allá.
Es
esta unidad -en la diversidad- la que desprecian quienes planifican
desde hace décadas tumbar a Siria. Porque proyectan separar a unos de
otros, como ya lo hicieron en gran parte del orbe, para generar
extremismos religiosos que debilitan a los pueblos, y apoderarse de
ellos. En su afán de lograrlo, apelan a todas las artimañas ya conocidas
a través sus poderes, como, por ejemplo, las multinacionales de la
comunicación, a través de las cuales desatan la calumnia, la difamación,
la manipulación. Así destrozaron Iraq, así cercenaron a Libia, así
quisieran también someter a Corea del Norte.
Menos
mal que el pueblo sirio es consciente de ello y está dispuesto a dar la
vida en defensa de su identidad pluralista. Razón por la cual el Mifti
nos habló de la admiración que siente hacia América Latina, justamente
por la variedad de culturas que la conforman. Y señaló, con énfasis, que
en ello reside uno de los pilares de nuestra potencialidad, fuente de nuestra riqueza.
Como
si fuesen truenos, retumba el cielo. Son los cañoneos de la artillería
siria, que siguen resonando de mañana, tarde y noche. Pero Damasco no
cayó y prosigue avanzando, pletórica, hermosa, sin pausa, hacia su vida
pacífica. Ojalá. No en vano dicen que cuando le preguntaban a Mahoma por
qué rehusaba visitar Damasco, el profeta del Islam respondía: ¨¡No se
puede visitar el Paraíso dos veces!”. Si fuese cierta esa historia o
leyenda, entonces, lo siento: esta es mi segunda visita a Damasco. Y
tengo la esperanza de que no sea la última.
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