Desde Medio oriente
CRÓNICA EN SIRIA (X)
Se
difunde en un diario la imagen de un grupo de manifestantes que gritan y
exhiben pancartas con lemas contra Al Assad. La foto se duplica y se
multiplica a través de los medios de comunicación de las
multinacionales. Y se levantan voces airadas contra el Gobierno.
Luego se
demuestra que esa gráfica no pasa de un retoque computarizado, en cuyo
original las pancartas dicen todo lo contrario. Pero los medios de
comunicación minimizan el hecho, cuando directamente no lo difunden.
También se
publica la foto de un hombre que sale corriendo de una casa en llamas
con un hijo en brazos, y al lado su mujer lleva el rostro cubierto por
una tela negra, a la usanza de ciertas comunidades árabes. Detrás de
ellos se ve un edificio humoso que acaba de ser bombardeado. Tal imagen
se difunde como si ocurriese en Siria, porque, según lo escrito al pie
de la misma, esa familia huye del acoso del Ejército gubernamental.
Días
después se demuestra que la foto ya fue publicada un par de años atrás y
que la escena sucedió en Iraq. Pero los medios de comunicación
minimizan el hecho, cuando directamente ya no lo publican.
Los
diarios, la televisión y las radios de las multinacionales difunden que
unos niños sirios son torturados por soldados del ejército árabe sirio,
y que unas mujeres son violadas por ellos. La noticia tiene amplia cobertura en los medios de comunicación mencionados.
De inmediato se
demuestra que las torturas y violaciones fueron perpetradas por grupos
de mercenarios instalados en Siria, que combaten contra los soldados del
ejército sirio. Pero sólo las redes sociales difunden el hecho. El
resto, nada. Salvo, medios alternativos -sobre todo virtuales-de
comunicación.
Representantes
de organismos internacionales por la defensa de los Derechos Humanos
van a las zonas donde operan grupos que enfrentan al Ejército sirio.
Allí realizan entrevistas a los pobladores en cuyas casas se instalan
los insurgentes. La gente entrevistada (donde se incluyen niños de hasta
cuatro años de edad) afirman, por ejemplo, que el gobierno les atacó y quemó sus panaderías.
No existen fotos
ni filmaciones de que tales panaderías hayan sido dañadas, pero los
representantes de las entidades señaladas anotan las declaraciones de
los entrevistados. Y , sin corroborar si sobre lo que dicen hay pruebas o
no, presentan las manifestaciones como irrefutables.
Las redes
sociales difunden la filmación de un grupo de terroristas, cuando estos
ejecutan a once hombres que están arrodillados, uno a lado del otro, con
los ojos vendados y las manos atadas. Los ejecutores –encapuchados- los apuntan desde atrás a la cabeza y disparan. Y
los arrodillados mueren, por supuesto, uno tras otro. También aparece
en las redes un ya famoso video de cuando Abu Sakar, jefe de uno de los
grupos insurgentes, salta sobre el cuerpo de un soldado
del Ejército árabe sirio, para abrirle el pecho con un machete, y le
extrae el corazón y el hígado, y se los come. Mientras tanto se oye en
el fondo una voz que dice: “Que dios te bendiga, Abu Sakar, parece que
estás dibujando sobre él un corazón de amor”. El hombre mira a la cámara
diciendo: “Le juro a dios, soldados perros de Bachar,
que comeremos vuestros corazones y vuestros hígados. Alá es grande. Mis héroes de Bab Amor, masacrad a los alulíes y sacadles los corazones para coméroslos”.
Ante estas dos
últimas evidencias –ya indisimulables- los medios de información de las
multinacionales no tienen más alternativa que sumarse y hacerse eco de
ellas. Y la famosa frase “miente, miente que algo queda” parece perder
-momentáneamente- fuerza.
Mario Casartelli (Beirut, Caracas, mayo del 2013)
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