viernes, 24 de mayo de 2013

“Cuando se pierden la justicia y la igualdad, podemos esperar todo”

“Cuando se pierden la justicia y la igualdad, podemos esperar todo”


Liazid no necesita más que el sustento de sus libros y el calor de su esposa y de sus hijos, nietos y amistades cuando vienen a visitarle para ser feliz. Eso y su fe.


24/05/2013 - Autor: Redacción MR - Fuente: Nurain Magazine



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Imam Liazid.

Encerrado en las paredes de una casa con más de cuatro siglos de historia en medio de la laberíntica medina de Tetuán e inmiscuido en la corrección de un trabajo al que lleva dedicadas más de dos décadas, Liazid no necesita más que el sustento de sus libros y el calor de su esposa y de sus hijos, nietos y amistades cuando vienen a visitarle para ser feliz. Eso y su fe. Es feliz e insiste en que si un musulmán pone en entredicho su felicidad no vive la fe como debe vivirla.

Respetado por muchos, en Marruecos le consideran una de las personalidades más distinguidas del conocimiento islámico, aunque él huye de halagos y confiesa, tras muchos años ejerciendo como imám, siendo durante mucho tiempo el más reconocido en la ciudad autónoma, que el secreto para llevar a cabo bien esta tarea es “tener sabiduría y bases para hacer el bien”.

En el salón principal, un cuadro de su padre, militar, preside una charla marcada por el sosiego. Quinto de ocho hermanos que se criaron en la República Argentina, ya con siete años comenzó a interesarse por los libros y supo que quería enseñar a otros. A los doce años se trasladó a Tetuán para continuar los estudios de Enseñanza Religiosa Islámica siendo examinado por un consejo de ulemas que le reconocieron con la nota más alta de todo el país vecino. Sus reconocidas cualidades para el estudio le llevaron a la Universidad de Letras de Fez y posteriormente fue destinado al sur de Marruecos como profesor, en la frontera con Argelia.

Regresó a Tetuán, dirigió dos institutos al mismo tiempo, rechazó muchas ofertas porque él quería estar en contacto con el alumnado y acudieron en su busca desde Ceuta porque le necesitaban para ir asentando pasos en el progreso de la comunidad musulmana. Orgulloso de haber dado de comer a través de la solidaridad a cientos de personas cada día en los bajos de Sidi Embarek, si algo admira su mujer de él es “que lo suyo es de todos y él prefiere quedarse sin nada si puede ayudar al otro”.

Tuvo tragos amargos que prefiere dejar en el tintero, como su marcha de Sidi Embarek y el proceso de asimilación de que los grandes proyectos por los que tanto luchó en la ciudad autónoma. Ver a la comunidad musulmana en Ceuta “perdida, sin rumbo y sin objetivos claros” le entristece profundamente, aunque es consciente de que “hay jóvenes que saben lo que quieren y que luchan por conseguirlo”. Pero lamenta que “falta algo” y por eso sueña con que “la luz del alba lucirá y alumbrará una verdadera Ceuta cuna de convivencia”.

Tampoco elude hablar de la radicalización y el camino que eligen algunos ceutíes para irse a luchar a Siria y hacer la yihad. Asegura que cada persona es libre y no debe juzgarse a nadie que elija seguir ese camino, pero reprueba el hecho de “dañar por dañar a las personas”. Reconoce que no tiene bases para responder al por qué de estas inquietudes entre los hermanos musulmanes, pero una cosa es cierta: “Cuando se pierden la justicia y la igualdad, podemos esperar cualquier cosa”, asegura explicando que estos dos valores son fundamentales y reconociendo que “en Ceuta se perdieron parcialmente hace ya tiempo”.

Habla claro, sereno, citando constantemente frases del profeta y de otros sabios sobre los que lleva 20 años trabajando para publicar un libro que espera que vea la luz el próximo año. Y quiere que sea en Ceuta. Su ciudad, de la que se fue en unas circunstancias tristes y a la que asegura que ya no volverá. Por eso, sin más ataduras que el amor a su tierra natal, diserta sobre la ciudad autónoma y los problemas que conoce por todo el tiempo que pasó en ella pero admitiendo que sobre la actualidad que salpica la cotidianeidad ceutí ya no sabe mucho y tampoco le interesa siendo sincero.

Atesora en el corazón momentos felices como el día de su boda o cuando se terminó de construir la mezquita de Sidi Embarek y la separación de sus padres y la pérdida de uno de sus hijos le hicieron daño pero con serenidad supo salir adelante. “Claro que hay momentos de dolor, pero en general también en el fondo sientes felicidad. Nunca me he dejado caer y hay que seguir adelante porque los musulmanes se mueven al compás que marca el destino”. Con 72 años y una figura lánguida, la fortaleza de sus manos y de su semblante cuando recuerda unas palabras del profeta: “huyo del destino de Dios al destino de Dios”. No hay huida. Él siempre ha hecho lo que ha creído que era mejor para el bien común. Quizá por eso molestara. Prefiere pasar por alto el episodio de su marcha de Sidi Embarek, pero dice una frase: “Cuando hay fidelidad y veracidad se pueden mover montañas y conseguir sueños a través del verdadero trabajo conjunto para lograr el bienestar global, pero es triste admitir que creo que la convivencia, ahora en Ceuta, está parada”.

El que siempre defendió a capa y espada ese término y llegó a ser insultado por acallar a los hermanos que insultaban a los hebreos desde su lugar en la mezquita, él que pretendía crear un Centro Islámico Cultural que diera cabida a una escuela modelo concertada que incluyera además de todas las materias el árabe y la religión islámica y él que siempre defendió el enriquecimiento que supondría para la ciudadanía ceutí conocer la lengua árabe ya ha dejado de luchar contra la adversidad. “Nunca he pedido nada, pero si algún día lo hago, lo que pida será para los pobres”, apunta explicando que cuando los intereses que dejaban de lado la raíz para solucionar uno de los problemas que más sacuden a la ciudadanía en Ceuta, el de la desigualdad, tomaron protagonismo, el fin último se dejó de lado. Cuando llegaron las subvenciones a las obras sociales, se inició el principio del fin de lo que tenía proyectado. “Por muy poco que sea lo que dábamos a los pobres, ya era mucho porque repartíamos y llegamos a dar de comer a 800 personas al día”, recuerda repudiando con dureza el dinero que comenzó a entrar que no era anónimo. En aquella carpa que daba alimento a tanta gente, “se veía un áurea especial por todo lo que conseguimos desde Luna Blanca, pero llegaron los intereses erróneos”. Entonces recuerda el hadiz que dice que el profeta explicaba que no tenía miedo de la pobreza, pero sí de que los bienes del mundo llegaran en abundancia y empezaran a disputárselos para llevarles finalmente a la ruina. Cree que pasó eso. Liazid, años después de que se fuera de Sidi Embarek, vislumbra Ceuta como un recuerdo. Y mientras continúa la conversación, destaca su versículo predilecto del Corán, aquél en el que se dice que “si Alá ve que vuestra intención es verdad y que realmente uno quiere hacer el bien, lo posibilitará”.

Por eso, su deseo es que los musulmanes que viven en Ceuta unifiquen sus criterios y logren trabajar en conjunto. Los intereses de Marruecos para presidir esta comunidad en la ciudad autónoma, reconoce que “siempre han estado ahí y seguirán estando de ahí que sea tan importante unir lazos y que tanto España como Marruecos trabajen por el bien de todos y no mirando sus propios intereses”. Él, ya lejos, sigue mirando por el bien común, tranquilo. Feliz.

“Los que dijeron que había muerto me ayudaron a saber toda la gente que tengo”

El falso bulo de poco más de una semana que hablaba sobre la muerte de Liazid ni siquiera él sabe a qué responde. Por eso, tanto él como su familia quiere agradecer a las cientos de personas que se preocuparon por él a través del teléfono o visitándole y asegura que “los que dijeron que había muerto me han ayudado a cerciorarme de toda la gente que tengo y que se ha interesado por mí”.

Más de 30.000 ejemplares

Cada día, decenas de estudiantes acuden a la casa de Liazid para consultar los libros de las que sacan la información para elaborar sus tesis, doctorados y demás estudios superiores. Más de 30.000 ejemplares que atesora con pulcritud sobre teología y Ciencias Islámicas principalmente dan vida a unas estanterías infinitas de un conocimiento que comenzó a albergar cuando era muy pequeño. Una antología del poeta Omar Aljaiam fue uno de sus primeros libros. Tiene incluso algunos ejemplares que superan los ocho siglos de antigüedad. En la página anterior, revisa uno de ellos y en la fotografía de la izquierda, habla con dos de las estudiantes.

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