General : DON GOYO POPOCATEPETL
General : DON GOYO POPOCATEPETL
From: MSN Nickname[Image]«TEKUJTLI·RICHIE» (Original Message) Sent: 9/25/2006 5:23 PM
De: <NOBR>Alias de T1MSN[Image]Tekujtli_Tezkatlilpokatl</NOBR> (Mensaje original) .
JUEVES 21 DE DICIEMBRE DE 2000
¤ El ritual, de origen tolteca, se sigue practicando por los vecinos del coloso
La lluvia, eje del culto al volcán Popocatépetl
¤ Los llamados tiemperos son los encargados de llevar a Don Goyo las peticiones de la comunidad
¤ La luna indica cuándo es tiempo de sembrar; en este mundo, hombre y naturaleza son uno solo
María Rivera ¤ Los pueblos que viven en las faldas del Popocatépetl no tienen bien más preciado que el agua. De ella depende su supervivencia, puesto que la mayoría posee tierras de temporal. Desde tiempos inmemoriales han organizado su mundo en torno a la temporada de lluvias. La naturaleza es su guía.
El musgo en el interior de una cueva les indica que habrá abundante cosecha, la luna les señalará cuándo comenzar a sembrar, el volcán les dirá si hay indicios de vientos o granizos. En ese universo, Don Goyo es mucho más que el amenazante coloso que se yergue en su horizonte, es la fuente de la cual, si se la sabe invocar ritualmente, pueden emanar la lluvia, el maíz, y con ellos la vida.
popo-offrendaEn este mundo si no hay vientos favorables y agua no habrá frijol, así lo que está en juego es su alimento. Esta lógica puede ser difícil de comprender para los citadinos, pero no para los productores. Su razonamiento es simple: si no llueve, ¿qué vamos a comer durante el año?
El culto al Popo en la región del volcán ?que abarca comunidades de Puebla, estado de México y Morelos? es de origen tolteca, coinciden los antropólogos. Se han encontrado vestigios arqueológicos de ofrendas consistentes en vasos antropomorfos con el rostro de Tláloc. Aunque hay otras que tienen que ver con el culto a Quetzalcóatl. En la actualidad, se invoca a la divinidad católica, pero se sigue concibiendo a los volcanes como cuescomates, cerros de agua, dentro de los cuales está la fuente de las lluvias y de todos los elementos que pueden beneficiar al hombre.
En este rito coexisten lo cristiano con lo profano. Se hacen procesiones, sólo que no en los atrios de las iglesias, sino en las cimas de los cerros. Allá, en lo alto, las comunidades entran en un diálogo directo con el volcán, con los vientos, con las lluvias, aunque se invoque a San Juan, Santa Rosa de Lima, Santa Bárbara o San Gregorio.
Las días de guardar son el 12 de marzo, santo del volcán; el 2 y 3 de mayo, cuando se hace la petición de lluvias, primero en el Popo y luego en el Iztaccíhuatl; el 15 de junio, en que se realiza una peregrinación para regular las lluvias, y el 30 de agosto, cuando vuelven a ir pero esta vez para dar gracias, porque para entonces ya pueden calcular qué tan grande será la cosecha.
Un ''traje de licenciado''
Los mayordomos del señor de Sacromonte y del señor de Chalma, son los encargados de organizar todas estas celebraciones. Les corresponderá, por ejemplo, hacer la cooperación entre la comunidad para llevar las ofrendas, que por lo regular consisten en mole poblano, mole de camarón seco con papas y nopales, tortillas, café, pan, tequila, brandy, e incluso ropa, si el volcán así lo pide. En 1995, encargó un traje de guerrero azteca con capa, penacho, escudo y sandalias, pero en ocasiones los gustos de Don Goyo son más prosaicos, como la vez que pidió ''un traje de licenciado''.
No le es dado a cualquier mortal interpretar al volcán; para lograr comunicarse con él las comunidades necesitan un intermediario, alguien que a través de los sueños entienda las indicaciones rituales: lo que pide y lo que avisa. Que dote de orden al caos. Ese papel lo cumplen los tiemperos, también conocidos como graniceros. La tradición indica que estos personajes deberán ser señalados desde el cielo, mediante un rayo o un trueno. Los tiemperos son conscientes de que su trabajo es sagrado, que fueron elegidos para ejercer un oficio que beneficia a toda la comunidad, porque finalmente las peticiones de lluvias las hacen para todo el mundo, ''para el universo'', como ellos dicen. A cambio recibirán el reconocimiento de sus coterráneos, que los transformarán en su oráculo.
El principal instrumento de estos chamanes son sus sueños. Las revelaciones oníricas se pueden analizar de manera colectiva, como en las comunidades de Morelos, o de forma individual, como en Puebla. Pero de una u otra manera se buscarán los indicios de lluvias o granizadas, o si, Dios no lo quiera, alguien lanzó un maleficio contra los lugares sagrados. Así, poco a poco estos iniciados aprenderán las técnicas que les permitirán ahuyentar lo que pueda perjudicar las siembras, y entender las peticiones del volcán. Las predicciones les fallan casi con la misma frecuencia que a los meteorólogos occidentales, pero en general son acertados porque poseen un profundo conocimiento de su entorno. Pero si las predicciones del tiempero no se cumplen, será por algo. Algunos lo explican por infracciones rituales, o porque Dios está empeñado en dar una lección: algo en el proceder de la comunidad no ha sido adecuado. La rebelión de los hijos contra los padres o las divisiones entre los pueblos son algunos de los comportamientos castigados. Los indicios de descomposición del mundo campesino son vistos como un mal signo.
El antropólogo Julio Glockner, de la Universidad Autónoma de Puebla, quien se ha especializado en el estudio de este fenómeno, explica que todos estos lugares están en un intenso proceso de aculturación. ''La gente tiene muchos años saliendo a trabajar en las grandes ciudades en el servicio doméstico, como albañiles o comerciantes. Incluso, algunos han emigrado a Estados Unidos. Es un mundo en peligro que trata de protegerse''. Anteriormente, cada pueblo de la región tenía su tiempero. Pero conforme se ha introducido el riego esa costumbre ha caído en desuso. La confianza se ha desplazado de Dios a la técnica.
Uno de los pueblos que todavía conservan sus creencias es Santiago Xalitzintla, la comunidad más cercana al cráter por el lado de Puebla. Antonio Analco, de 53 años, es su tiempero. Su padre también fue chamán del lugar años atrás. Incluso, hoy todavía se le recuerda como un hombre sabio y acertado en sus predicciones. Desde pequeño, don Antonio empezó a tener sueños, pero se resistía a asumir su papel por temor de no ser tan bueno como su padre. Hasta que un día de junio, azul y sin nubes, tronó mientras movía una cruz. Era la señal esperada.
Al principio, se encontraba con el volcán en algún lugar de la montaña o del bosque, le encendía pedacitos de vela. De esta manera, manteniendo una relación ritual con él, los sueños empezaron a fluir.
En su primera ascensión al volcán, para llevar una ofrenda, le preguntó a su comunidad si ya habían terminado de pedir, porque ahí venía la lluvia, y efectivamente, cuando iban descendiendo comenzó a llover. Pero don Antonio no es alguien que lo espere todo del volcán, sabe que la mano del hombre también cuenta. Para él, las cosechas ''dependen de la labor, de cómo se trabaje la tierra, si no se trabaja como va pidiéndolo la mata, no crece nada y no se da nada''.
También explica que la luna les indica que ha llegado el tiempo de sembrar. '''Nosotros sabemos reconocer lo que ella dice, que antes de que se muera todos tienen que acabar de sembrar''. En este mundo, el hombre y la naturaleza son uno solo.
Para Glockner, mientras subsistan los cultivos en tierras de temporal, estos pueblos mantendrán sus creencias. ''El temporal siempre será un elemento fortuito. Aunque tenga cierta regularidad nunca se sabe con precisión cuándo llegarán las lluvias, ni con qué abundancia.
Durante el tiempo que permanezca esa duda, los tiemperos del coloso tendrán trabajo. Si de pronto la región de los volcanes se convirtiera en tierras de riego y de cultivos comerciales, entonces esta creencia perdería su fundamento, su piso. Eso no quiere decir que estos pensamientos mágico-religiosos no vuelvan a aparecer bajo otras formas, porque siempre afloran de una u otra forma''.
Para esta gente, la presencia de Don Goyo es indispensable. Los ha dotado de los elementos físicos y espirituales necesarios desde hace siglos. Cuando despiertan es lo primero que ven en su horizonte, y vayan donde vayan, siempre está con ellos. No saben vivir de otra manera.
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De: <NOBR>Alias de T1MSN[Image]Tekujtli_Tezkatlilpokatl</NOBR> .
Texto: Ãdgar Anaya Rodríguez
A gran altura se celebra el cumpleaños del Popocatépetl y a gran profundidad se entierran las raíces de este rito
Nada faltó en la fiesta anual del santo de Gregorio Chino Popocatépetl, celebrada según la tradición mexicana: hubo comida, música y regalos, se le cantaron "Las Mañanitas" y hasta se le echaron porras y cohetes.
Foto: Edgar Anaya RodríguezAl ver al del santo contento los organizadores del festejo quedaron complacidos, incluyendo al principal de ellos, el tiempero don Antonio. Todo valió la pena: la pesada caminata a las alturas, los gastos y el tiempo invertido en los preparativos y durante todo ese día 12 de marzo.
Los trabajadores del tiempo
Ya en el siglo XVI Sahagún hablaba de los ritos de fertilidad que practicaban los "hechiceros estorbadores de granizo", quienes con plegarias y movimientos corporales y de sus bastones mágicos alejaban -y alejan- el granizo y atraían -aún atraen- la lluvia a los cultivos. Vientos y nubes son sometidos hoy por los conjuros de los conocedores del tiempo, los tiemperos o graniceros, hombres y mujeres, de los pueblos cercanos al volcán, a quienes la gente les llega a pagar para que alejen granizo o atraigan lluvia; por ello también se llaman a sí mismos trabajadores del tiempo.
Este don lo han recibido no por herencia de sus antepasados, sino del cielo o de la palabra. El tiempero es alguien que ha sobrevivido a la descarga de un rayo o quien, aún más explícitamente, es nombrado por el propio Gregorio Popocatépetl personificado, ese viejo que tantos dicen haber visto en el campo y en los pueblos aledaños al volcán.
& quot;Cuando yo era niño -platica don Antonio Analco, uno de los tiemperos de la región-, cuando era boyero, un día vi a un señor en el campo... entonces le pregunté: Tú quién eres, no te conozco. Yo soy Gregorio Chino Popocatépetl -dice-, y tú vas a trabajar conmigo. Ahí, al cerro que humea, ahí vas a ir... Tú vas a andar conmigo. Cuando tú me visites serás recibido siempre -me dijo.
& quot;Correcto -le contesté-. Después se me vinieron los sueños. Ya le vi de diferentes maneras en sueños.
& quot;Nuestro Padre Dios me dio ese don -agrega Antonio Analco- y le voy a seguir mientras viva".
Es claro para los hombres de estos pueblos que Gregorio Popocatépetl es tanto volcán-naturaleza como hombre-divinidad. A su vez, como montaña, es agua que escurre de los manantiales, ceniza fertilizante y paisaje imponente; como humano, es el viejo conocido por muchos que aparece y desaparece súbitamente, el que solicita comida y obsequios pero sólo los acepta si los depositan en los sitio sagrados de las alturas del volcán.
& quot;Claro que lo he visto... varias veces", comenta doña Anselma Hernández, suegra de don Antonio, quien con alrededor de 70 años, descalza y sin más abrigo que un suéter, sube cada año a más de 4 000 m a la cueva sagrada del volcán. "Tengo años de subir y bajar sobre de él... Dicen quesque nos va a tapar este hombre, pero qué nos va a hacer el viejito. Cuando dicen que aventaba piedras, en esos días vinimos también: no le vimos nada, pero apenas en el cumpleaños de mi hija lo vimos... con sus barbitas largas. Le digo: 'Ay no no no... Ya córtate esas barbas, ya pareces chivo'". Al poco tiempo, en la cueva sagrada se le dejaron al volcán algunos rastrillos desechables.
Un volcán pintado de "azul Tláloc"
Deidad de las montañas, de las aguas, de la fertilidad, Tláloc se asoció directamente con el Popocatépetl, que es montaña, que provee de agua, que propicia la fertilidad. El dominico Diego Durán escribió en el siglo xvi que "a este cerro reverenciaban los indios antiguamente por el más principal cerro de todos los cerros; especialmente quienes vivían alrededor de él... le hacían muy ordinarios y continuos sacrificios y ofrendas..." Por la misma época Sahagún escribió que sobre él los indígenas ofrecían sacrificios a los dioses del agua y que lo representaban modelado con pasta de amaranto.
Varios adoratorios prehispánicos se han encontrado en el Popocatépetl, así como vasos con el rostro de Tláloc y pinturas rupestres de esa época y con el mismo tema.
Foto: Joaquín BerruecosLas fiestas prehispánicas en honor de las deidades de la lluvia se realizaban entre el 2 de febrero y el 22 de abril de nuestro calendario, periodo ritual que coincide hoy con el de los tiemperos de Puebla, ya que el 2 de febrero se bendice la semilla y el 12 de marzo -cumpleaños del Popocatépetl- se realiza la ceremonia preparatoria o anticipatoria a la petición formal de la lluvia, la que ocurre el 2 de mayo.
Junto con el tiempo, el lugar es la otra dimensión del rito al volcán: el crestón rocoso de unos 45 m de largo por unos 15 de alto conocido como "el Ombligo". Situado en el flanco oriente de la montaña, a 2 000 m del cráter y a 4 300 m de altitud, como única formación de piedra que rompe la gris monotonía de los llanos de ceniza, es por sí misma, en lo físico, un lugar mágico. Punto de encuentro entre el mundo del hombre con el inframundo y el plano celestial, este probable adoratorio prehispánico es casi un monumento al sincretismo, donde se reúnen por algunas horas los verdes frutos del agua con las tres cruces de madera que allí permanecen; las imágenes religiosas del catolicismo con los espíritus de los cerros y los volcanes. "El Ombligo es -dice Julio Glockner en su libro Los volcanes sagrados-, un centro del mundo, espacio sagrado en el que se entabla relación con las deidades y con los antepasados".
Entre la boca y el ombligo
Es 12 de marzo en el calendario, día de San Gregorio Magno; 7 de la mañana en el reloj, hora de la partida del tiempero a su compromiso. Todo es subida, pura subida, siempre subida. En el camino van quedando atrás el bosque de las faldas y los pastizales amarillos arriba de él; el paso es cada vez más lento y el peso de los comales, la leña, la cazuela, las frutas y las botellas es mayor. Ya rasguñando las nubes, el Ombligo es cada vez más visible, y el oxígeno, cada vez más raro; un paso al frente se convierte en dos hacia atrás en la renegrida ceniza que rodea al peñón sagrado. El viento cortante como navaja de hielo no desanima ni a las niñas del tiempero que, con sólo su vestido y un suetercito, también suben al cielo por unas horas sobre la espalda de Gregorio.
Al frente del grupo de familiares y vecinos de su pueblo llega al Ombligo don Antonio, líder espiritual de la comunidad, quien, después de quitar del área ritual los restos de objetos de la última ceremonia, se dirige al volcán con rezos entre murmullos, como los de un hijo que humildemente saluda al padre. Tras cubrir con flores rojas las tres cruces de madera que allí se encuentran, va colocando sobre un mantel de colores y con toda ceremoniosidad, cada una de las frutas y verduras que se ofrendan a la montaña; los panes y las tortillas; las botellas de tequila, de brandy y de cerveza; el cirio y las veladoras. Entre los aromas prehispánicos del copal, el tiempero levanta la cazuela con guisado y eleva sus plegarias para ofrecerlas al volcán (en ocasiones se ofrenda también la sangre de un guajolote). Al final, los regalos, los objetos que Gregorio Chino solicita al tiempero cada año (en años anteriores esta lista ha incluido un acordeón, un traje de guerrero azteca y un traje "de licenciado". En una ceremonia similar del cumpleaños de Rosita Iztaccíhuatl, el 30 de agosto, le ofrendan a la volcana ropa interior femenina, aretes y zapatos).
Las prendas de vestir suelen colocarlas don Antonio y sus ayudantes sobre las cruces; los otros regalos, entre la comida, sobre el mantel que cubre a la negra ceniza. En esta ocasión el guisado fue una salsa de chile guajillo con pescado seco; uno de los asistentes presentó al volcán un arreglo grande de las verduras cultivadas -el hombre devolviendo ritualmente a la naturaleza lo que toma de ella-, pero el regalo principal fue una gargantilla de oro, brillante, como Gregorio se la había solicitado en sueños al tiempero Antonio.
La solemnidad y los murmullos terminan para dar paso a la manifestación colectiva de alegría mezclada con cariño que inicia con el canto de las Mañanitas (con música o a capella, según el presupuesto). Mientras los cohetes gritan en el cielo, los hombre gritan porras cargadas de efusividad: "¡Don Goyo, Don Goyo, ra ra ra!".
Foto: Alfredo Martínez FernándezOfrecida ya a la deidad volcán su abundante comida, el tiempero y su gente pueden repartir la suya, junto a una fogata y entre nubes que llegan y pasan por este techo de México. Después, don Antonio Analco dirige la danza ritual de los listones o Danza de las Cintas. Al son de su armónica los mayordomos y las mujeres del pueblo van entrelazando los listones de colores, símbolo del arcoiris, sobre un mástil de madera. Tejer los listones en esta variante de una danza de fertilidad, muy extendida en México y realizada también en Europa, es un encargo que el volcán hace al tiempero y que él cumple cada año. En la trama de listones formada puede "leer" cómo vendrá el tiempo para los meses posteriores. "Cuando viene fuerte el tiempo -comenta- yo sé cuál nube trae agua, cuál trae viento y cuál granizo".
Bajo el sol vespertino y frío de las alturas se cantó entonces la despedida a la Montaña de Cristo, casi un himno al sincretismo:
& quot;Adiós, cerro primoroso/ nos vamos a caminar/ sólo Dios sabe cuándo/ te volveremos a visitar. Adiós, adiós, ya nos vamos/ honrado sea Jesucristo/ a ti nos encomendamos/ adiós, Montaña de Cristo".
Al terminar los rezos de despedida, rúbrica de la ceremonia, don Antonio se dirige a todos: "¡Gracias, señores!", y comienza el largo regreso. Doña Inés, su esposa, fue la última en dejar el Ombligo. Antes de hacerlo se despidió de la montaña sagrada: se hincó, inclinó la cabeza; de su boca salieron suaves pero profundas palabras, y de sus ojos, lágrimas tan brillantes como el cercano hielo de la cumbre, pero cálidas. Instantes después, entre nubes, comenzó su descenso hacia la Tierra.
El autor agradece al señor Antonio Analco y al antropólogo Julio Glockner su apoyo en la realización de este artículo, basado en gran parte en los libros de éste Los volcanes sagrados. Mitos y rituales en el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl y Así en el cielo como en la tierra. Pedidores de lluvia del volcán (Grijalbo).
También un agradecimiento por su información al Dr. Carlos Valdés y a Hidromiro Romero, ambos del Cenapred.
Fuente: México desconocido No. 289 / marzo 2001
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From: MSN Nickname[Image]«TEKUJTLI·RICHIE» Sent: 9/25/2006 6:04 PM
DON GOYO POPOCATEPETL, NUESTRO MAESTRO RESURRECTO, NUESTRO MAHATMA MEXICANO.
From: MSN Nickname[Image]«TEKUJTLI·RICHIE» (Original Message) Sent: 9/25/2006 5:23 PM
De: <NOBR>Alias de T1MSN[Image]Tekujtli_Tezkatlilpokatl</NOBR> (Mensaje original) .
JUEVES 21 DE DICIEMBRE DE 2000
¤ El ritual, de origen tolteca, se sigue practicando por los vecinos del coloso
La lluvia, eje del culto al volcán Popocatépetl
¤ Los llamados tiemperos son los encargados de llevar a Don Goyo las peticiones de la comunidad
¤ La luna indica cuándo es tiempo de sembrar; en este mundo, hombre y naturaleza son uno solo
María Rivera ¤ Los pueblos que viven en las faldas del Popocatépetl no tienen bien más preciado que el agua. De ella depende su supervivencia, puesto que la mayoría posee tierras de temporal. Desde tiempos inmemoriales han organizado su mundo en torno a la temporada de lluvias. La naturaleza es su guía.
El musgo en el interior de una cueva les indica que habrá abundante cosecha, la luna les señalará cuándo comenzar a sembrar, el volcán les dirá si hay indicios de vientos o granizos. En ese universo, Don Goyo es mucho más que el amenazante coloso que se yergue en su horizonte, es la fuente de la cual, si se la sabe invocar ritualmente, pueden emanar la lluvia, el maíz, y con ellos la vida.
popo-offrendaEn este mundo si no hay vientos favorables y agua no habrá frijol, así lo que está en juego es su alimento. Esta lógica puede ser difícil de comprender para los citadinos, pero no para los productores. Su razonamiento es simple: si no llueve, ¿qué vamos a comer durante el año?
El culto al Popo en la región del volcán ?que abarca comunidades de Puebla, estado de México y Morelos? es de origen tolteca, coinciden los antropólogos. Se han encontrado vestigios arqueológicos de ofrendas consistentes en vasos antropomorfos con el rostro de Tláloc. Aunque hay otras que tienen que ver con el culto a Quetzalcóatl. En la actualidad, se invoca a la divinidad católica, pero se sigue concibiendo a los volcanes como cuescomates, cerros de agua, dentro de los cuales está la fuente de las lluvias y de todos los elementos que pueden beneficiar al hombre.
En este rito coexisten lo cristiano con lo profano. Se hacen procesiones, sólo que no en los atrios de las iglesias, sino en las cimas de los cerros. Allá, en lo alto, las comunidades entran en un diálogo directo con el volcán, con los vientos, con las lluvias, aunque se invoque a San Juan, Santa Rosa de Lima, Santa Bárbara o San Gregorio.
Las días de guardar son el 12 de marzo, santo del volcán; el 2 y 3 de mayo, cuando se hace la petición de lluvias, primero en el Popo y luego en el Iztaccíhuatl; el 15 de junio, en que se realiza una peregrinación para regular las lluvias, y el 30 de agosto, cuando vuelven a ir pero esta vez para dar gracias, porque para entonces ya pueden calcular qué tan grande será la cosecha.
Un ''traje de licenciado''
Los mayordomos del señor de Sacromonte y del señor de Chalma, son los encargados de organizar todas estas celebraciones. Les corresponderá, por ejemplo, hacer la cooperación entre la comunidad para llevar las ofrendas, que por lo regular consisten en mole poblano, mole de camarón seco con papas y nopales, tortillas, café, pan, tequila, brandy, e incluso ropa, si el volcán así lo pide. En 1995, encargó un traje de guerrero azteca con capa, penacho, escudo y sandalias, pero en ocasiones los gustos de Don Goyo son más prosaicos, como la vez que pidió ''un traje de licenciado''.
No le es dado a cualquier mortal interpretar al volcán; para lograr comunicarse con él las comunidades necesitan un intermediario, alguien que a través de los sueños entienda las indicaciones rituales: lo que pide y lo que avisa. Que dote de orden al caos. Ese papel lo cumplen los tiemperos, también conocidos como graniceros. La tradición indica que estos personajes deberán ser señalados desde el cielo, mediante un rayo o un trueno. Los tiemperos son conscientes de que su trabajo es sagrado, que fueron elegidos para ejercer un oficio que beneficia a toda la comunidad, porque finalmente las peticiones de lluvias las hacen para todo el mundo, ''para el universo'', como ellos dicen. A cambio recibirán el reconocimiento de sus coterráneos, que los transformarán en su oráculo.
El principal instrumento de estos chamanes son sus sueños. Las revelaciones oníricas se pueden analizar de manera colectiva, como en las comunidades de Morelos, o de forma individual, como en Puebla. Pero de una u otra manera se buscarán los indicios de lluvias o granizadas, o si, Dios no lo quiera, alguien lanzó un maleficio contra los lugares sagrados. Así, poco a poco estos iniciados aprenderán las técnicas que les permitirán ahuyentar lo que pueda perjudicar las siembras, y entender las peticiones del volcán. Las predicciones les fallan casi con la misma frecuencia que a los meteorólogos occidentales, pero en general son acertados porque poseen un profundo conocimiento de su entorno. Pero si las predicciones del tiempero no se cumplen, será por algo. Algunos lo explican por infracciones rituales, o porque Dios está empeñado en dar una lección: algo en el proceder de la comunidad no ha sido adecuado. La rebelión de los hijos contra los padres o las divisiones entre los pueblos son algunos de los comportamientos castigados. Los indicios de descomposición del mundo campesino son vistos como un mal signo.
El antropólogo Julio Glockner, de la Universidad Autónoma de Puebla, quien se ha especializado en el estudio de este fenómeno, explica que todos estos lugares están en un intenso proceso de aculturación. ''La gente tiene muchos años saliendo a trabajar en las grandes ciudades en el servicio doméstico, como albañiles o comerciantes. Incluso, algunos han emigrado a Estados Unidos. Es un mundo en peligro que trata de protegerse''. Anteriormente, cada pueblo de la región tenía su tiempero. Pero conforme se ha introducido el riego esa costumbre ha caído en desuso. La confianza se ha desplazado de Dios a la técnica.
Uno de los pueblos que todavía conservan sus creencias es Santiago Xalitzintla, la comunidad más cercana al cráter por el lado de Puebla. Antonio Analco, de 53 años, es su tiempero. Su padre también fue chamán del lugar años atrás. Incluso, hoy todavía se le recuerda como un hombre sabio y acertado en sus predicciones. Desde pequeño, don Antonio empezó a tener sueños, pero se resistía a asumir su papel por temor de no ser tan bueno como su padre. Hasta que un día de junio, azul y sin nubes, tronó mientras movía una cruz. Era la señal esperada.
Al principio, se encontraba con el volcán en algún lugar de la montaña o del bosque, le encendía pedacitos de vela. De esta manera, manteniendo una relación ritual con él, los sueños empezaron a fluir.
En su primera ascensión al volcán, para llevar una ofrenda, le preguntó a su comunidad si ya habían terminado de pedir, porque ahí venía la lluvia, y efectivamente, cuando iban descendiendo comenzó a llover. Pero don Antonio no es alguien que lo espere todo del volcán, sabe que la mano del hombre también cuenta. Para él, las cosechas ''dependen de la labor, de cómo se trabaje la tierra, si no se trabaja como va pidiéndolo la mata, no crece nada y no se da nada''.
También explica que la luna les indica que ha llegado el tiempo de sembrar. '''Nosotros sabemos reconocer lo que ella dice, que antes de que se muera todos tienen que acabar de sembrar''. En este mundo, el hombre y la naturaleza son uno solo.
Para Glockner, mientras subsistan los cultivos en tierras de temporal, estos pueblos mantendrán sus creencias. ''El temporal siempre será un elemento fortuito. Aunque tenga cierta regularidad nunca se sabe con precisión cuándo llegarán las lluvias, ni con qué abundancia.
Durante el tiempo que permanezca esa duda, los tiemperos del coloso tendrán trabajo. Si de pronto la región de los volcanes se convirtiera en tierras de riego y de cultivos comerciales, entonces esta creencia perdería su fundamento, su piso. Eso no quiere decir que estos pensamientos mágico-religiosos no vuelvan a aparecer bajo otras formas, porque siempre afloran de una u otra forma''.
Para esta gente, la presencia de Don Goyo es indispensable. Los ha dotado de los elementos físicos y espirituales necesarios desde hace siglos. Cuando despiertan es lo primero que ven en su horizonte, y vayan donde vayan, siempre está con ellos. No saben vivir de otra manera.
& lt;NOBR></NOBR>
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De: <NOBR>Alias de T1MSN[Image]Tekujtli_Tezkatlilpokatl</NOBR> .
Texto: Ãdgar Anaya Rodríguez
A gran altura se celebra el cumpleaños del Popocatépetl y a gran profundidad se entierran las raíces de este rito
Nada faltó en la fiesta anual del santo de Gregorio Chino Popocatépetl, celebrada según la tradición mexicana: hubo comida, música y regalos, se le cantaron "Las Mañanitas" y hasta se le echaron porras y cohetes.
Foto: Edgar Anaya RodríguezAl ver al del santo contento los organizadores del festejo quedaron complacidos, incluyendo al principal de ellos, el tiempero don Antonio. Todo valió la pena: la pesada caminata a las alturas, los gastos y el tiempo invertido en los preparativos y durante todo ese día 12 de marzo.
Los trabajadores del tiempo
Ya en el siglo XVI Sahagún hablaba de los ritos de fertilidad que practicaban los "hechiceros estorbadores de granizo", quienes con plegarias y movimientos corporales y de sus bastones mágicos alejaban -y alejan- el granizo y atraían -aún atraen- la lluvia a los cultivos. Vientos y nubes son sometidos hoy por los conjuros de los conocedores del tiempo, los tiemperos o graniceros, hombres y mujeres, de los pueblos cercanos al volcán, a quienes la gente les llega a pagar para que alejen granizo o atraigan lluvia; por ello también se llaman a sí mismos trabajadores del tiempo.
Este don lo han recibido no por herencia de sus antepasados, sino del cielo o de la palabra. El tiempero es alguien que ha sobrevivido a la descarga de un rayo o quien, aún más explícitamente, es nombrado por el propio Gregorio Popocatépetl personificado, ese viejo que tantos dicen haber visto en el campo y en los pueblos aledaños al volcán.
& quot;Cuando yo era niño -platica don Antonio Analco, uno de los tiemperos de la región-, cuando era boyero, un día vi a un señor en el campo... entonces le pregunté: Tú quién eres, no te conozco. Yo soy Gregorio Chino Popocatépetl -dice-, y tú vas a trabajar conmigo. Ahí, al cerro que humea, ahí vas a ir... Tú vas a andar conmigo. Cuando tú me visites serás recibido siempre -me dijo.
& quot;Correcto -le contesté-. Después se me vinieron los sueños. Ya le vi de diferentes maneras en sueños.
& quot;Nuestro Padre Dios me dio ese don -agrega Antonio Analco- y le voy a seguir mientras viva".
Es claro para los hombres de estos pueblos que Gregorio Popocatépetl es tanto volcán-naturaleza como hombre-divinidad. A su vez, como montaña, es agua que escurre de los manantiales, ceniza fertilizante y paisaje imponente; como humano, es el viejo conocido por muchos que aparece y desaparece súbitamente, el que solicita comida y obsequios pero sólo los acepta si los depositan en los sitio sagrados de las alturas del volcán.
& quot;Claro que lo he visto... varias veces", comenta doña Anselma Hernández, suegra de don Antonio, quien con alrededor de 70 años, descalza y sin más abrigo que un suéter, sube cada año a más de 4 000 m a la cueva sagrada del volcán. "Tengo años de subir y bajar sobre de él... Dicen quesque nos va a tapar este hombre, pero qué nos va a hacer el viejito. Cuando dicen que aventaba piedras, en esos días vinimos también: no le vimos nada, pero apenas en el cumpleaños de mi hija lo vimos... con sus barbitas largas. Le digo: 'Ay no no no... Ya córtate esas barbas, ya pareces chivo'". Al poco tiempo, en la cueva sagrada se le dejaron al volcán algunos rastrillos desechables.
Un volcán pintado de "azul Tláloc"
Deidad de las montañas, de las aguas, de la fertilidad, Tláloc se asoció directamente con el Popocatépetl, que es montaña, que provee de agua, que propicia la fertilidad. El dominico Diego Durán escribió en el siglo xvi que "a este cerro reverenciaban los indios antiguamente por el más principal cerro de todos los cerros; especialmente quienes vivían alrededor de él... le hacían muy ordinarios y continuos sacrificios y ofrendas..." Por la misma época Sahagún escribió que sobre él los indígenas ofrecían sacrificios a los dioses del agua y que lo representaban modelado con pasta de amaranto.
Varios adoratorios prehispánicos se han encontrado en el Popocatépetl, así como vasos con el rostro de Tláloc y pinturas rupestres de esa época y con el mismo tema.
Foto: Joaquín BerruecosLas fiestas prehispánicas en honor de las deidades de la lluvia se realizaban entre el 2 de febrero y el 22 de abril de nuestro calendario, periodo ritual que coincide hoy con el de los tiemperos de Puebla, ya que el 2 de febrero se bendice la semilla y el 12 de marzo -cumpleaños del Popocatépetl- se realiza la ceremonia preparatoria o anticipatoria a la petición formal de la lluvia, la que ocurre el 2 de mayo.
Junto con el tiempo, el lugar es la otra dimensión del rito al volcán: el crestón rocoso de unos 45 m de largo por unos 15 de alto conocido como "el Ombligo". Situado en el flanco oriente de la montaña, a 2 000 m del cráter y a 4 300 m de altitud, como única formación de piedra que rompe la gris monotonía de los llanos de ceniza, es por sí misma, en lo físico, un lugar mágico. Punto de encuentro entre el mundo del hombre con el inframundo y el plano celestial, este probable adoratorio prehispánico es casi un monumento al sincretismo, donde se reúnen por algunas horas los verdes frutos del agua con las tres cruces de madera que allí permanecen; las imágenes religiosas del catolicismo con los espíritus de los cerros y los volcanes. "El Ombligo es -dice Julio Glockner en su libro Los volcanes sagrados-, un centro del mundo, espacio sagrado en el que se entabla relación con las deidades y con los antepasados".
Entre la boca y el ombligo
Es 12 de marzo en el calendario, día de San Gregorio Magno; 7 de la mañana en el reloj, hora de la partida del tiempero a su compromiso. Todo es subida, pura subida, siempre subida. En el camino van quedando atrás el bosque de las faldas y los pastizales amarillos arriba de él; el paso es cada vez más lento y el peso de los comales, la leña, la cazuela, las frutas y las botellas es mayor. Ya rasguñando las nubes, el Ombligo es cada vez más visible, y el oxígeno, cada vez más raro; un paso al frente se convierte en dos hacia atrás en la renegrida ceniza que rodea al peñón sagrado. El viento cortante como navaja de hielo no desanima ni a las niñas del tiempero que, con sólo su vestido y un suetercito, también suben al cielo por unas horas sobre la espalda de Gregorio.
Al frente del grupo de familiares y vecinos de su pueblo llega al Ombligo don Antonio, líder espiritual de la comunidad, quien, después de quitar del área ritual los restos de objetos de la última ceremonia, se dirige al volcán con rezos entre murmullos, como los de un hijo que humildemente saluda al padre. Tras cubrir con flores rojas las tres cruces de madera que allí se encuentran, va colocando sobre un mantel de colores y con toda ceremoniosidad, cada una de las frutas y verduras que se ofrendan a la montaña; los panes y las tortillas; las botellas de tequila, de brandy y de cerveza; el cirio y las veladoras. Entre los aromas prehispánicos del copal, el tiempero levanta la cazuela con guisado y eleva sus plegarias para ofrecerlas al volcán (en ocasiones se ofrenda también la sangre de un guajolote). Al final, los regalos, los objetos que Gregorio Chino solicita al tiempero cada año (en años anteriores esta lista ha incluido un acordeón, un traje de guerrero azteca y un traje "de licenciado". En una ceremonia similar del cumpleaños de Rosita Iztaccíhuatl, el 30 de agosto, le ofrendan a la volcana ropa interior femenina, aretes y zapatos).
Las prendas de vestir suelen colocarlas don Antonio y sus ayudantes sobre las cruces; los otros regalos, entre la comida, sobre el mantel que cubre a la negra ceniza. En esta ocasión el guisado fue una salsa de chile guajillo con pescado seco; uno de los asistentes presentó al volcán un arreglo grande de las verduras cultivadas -el hombre devolviendo ritualmente a la naturaleza lo que toma de ella-, pero el regalo principal fue una gargantilla de oro, brillante, como Gregorio se la había solicitado en sueños al tiempero Antonio.
La solemnidad y los murmullos terminan para dar paso a la manifestación colectiva de alegría mezclada con cariño que inicia con el canto de las Mañanitas (con música o a capella, según el presupuesto). Mientras los cohetes gritan en el cielo, los hombre gritan porras cargadas de efusividad: "¡Don Goyo, Don Goyo, ra ra ra!".
Foto: Alfredo Martínez FernándezOfrecida ya a la deidad volcán su abundante comida, el tiempero y su gente pueden repartir la suya, junto a una fogata y entre nubes que llegan y pasan por este techo de México. Después, don Antonio Analco dirige la danza ritual de los listones o Danza de las Cintas. Al son de su armónica los mayordomos y las mujeres del pueblo van entrelazando los listones de colores, símbolo del arcoiris, sobre un mástil de madera. Tejer los listones en esta variante de una danza de fertilidad, muy extendida en México y realizada también en Europa, es un encargo que el volcán hace al tiempero y que él cumple cada año. En la trama de listones formada puede "leer" cómo vendrá el tiempo para los meses posteriores. "Cuando viene fuerte el tiempo -comenta- yo sé cuál nube trae agua, cuál trae viento y cuál granizo".
Bajo el sol vespertino y frío de las alturas se cantó entonces la despedida a la Montaña de Cristo, casi un himno al sincretismo:
& quot;Adiós, cerro primoroso/ nos vamos a caminar/ sólo Dios sabe cuándo/ te volveremos a visitar. Adiós, adiós, ya nos vamos/ honrado sea Jesucristo/ a ti nos encomendamos/ adiós, Montaña de Cristo".
Al terminar los rezos de despedida, rúbrica de la ceremonia, don Antonio se dirige a todos: "¡Gracias, señores!", y comienza el largo regreso. Doña Inés, su esposa, fue la última en dejar el Ombligo. Antes de hacerlo se despidió de la montaña sagrada: se hincó, inclinó la cabeza; de su boca salieron suaves pero profundas palabras, y de sus ojos, lágrimas tan brillantes como el cercano hielo de la cumbre, pero cálidas. Instantes después, entre nubes, comenzó su descenso hacia la Tierra.
El autor agradece al señor Antonio Analco y al antropólogo Julio Glockner su apoyo en la realización de este artículo, basado en gran parte en los libros de éste Los volcanes sagrados. Mitos y rituales en el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl y Así en el cielo como en la tierra. Pedidores de lluvia del volcán (Grijalbo).
También un agradecimiento por su información al Dr. Carlos Valdés y a Hidromiro Romero, ambos del Cenapred.
Fuente: México desconocido No. 289 / marzo 2001
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From: MSN Nickname[Image]«TEKUJTLI·RICHIE» Sent: 9/25/2006 6:04 PM
DON GOYO POPOCATEPETL, NUESTRO MAESTRO RESURRECTO, NUESTRO MAHATMA MEXICANO.
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