Forum en Línea 266
                                                                                                                                                                                    Del 16 al 31 de mayo de 2013
 
 
 
Se lee poco por una falla educativa y
 porque el SNTE es mafioso: Juan Villoro
 
* “Elba Esther Gordillo “representa un poco lo que es el maestro mexicano, que es una persona a la que no le interesa la educación ni la lectura”, asegura el escritor sin mediar matiz alguno.
 
Daniel Eduardo Raddi / Razones de Ser
 
Sabíamos que compartir la presencia de Juan Villoro en la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires, que cerró sus puertas el lunes 13 de mayo, era uno de esos momentos inolvidables.
Como todos los años, Razones de Ser presenció las distintas jornadas de las tres semanas de la más grande exposición literaria de América del Sur. Y así como en el 2012 uno de los “platos fuertes” fue la Conferencia Magistral del recientemente fallecido Carlos Fuentes, este 2013 nos deparó el placer de compartir el talento indiscutible de Juan Villoro, escritor mexicano, lector fervoroso de Julio Cortázar.
El escritor nacido en 1956 participó de varias mesas de debate. El 2 de mayo se inauguró la segunda edición del Diálogo Latinoamericano, en el que participaron al lado del escritor mexicano, Edgardo Rodríguez JuliáGuillermo MartínezMaría Negroni y Horacio Castellanos Moya.
Posteriormente, el día 3, Villoro dialogó con Eduardo Sacheri, autor de la novela que dio origen a la película argentina El secreto de sus ojos, ganadora del Óscar a Mejor Película Extranjera. Como no podía ser de otra manera, ambos escritores disertaron sobre futbol y literatura.
Villoro continuó su participación en el predio La Rural, en el coqueto barrio de Palermo, el 4 de mayo al lado de Juan Sasturain, presentando el nuevo libro del fallecido Roberto Fontanarrosa; y el 5 de mayo fue parte de la presentación del libro del humorista chileno Alberto Montt. El autor defeño cerró su presencia en Buenos Aires integrando la mesa: Narrar la realidad: la crónica latinoamericana entre la política y la literatura.
A pesar de tan intensa agenda, y con ansias de presenciar el clásico del futbol argentino entre Boca y River, jugado el domingo 5, Juan Villoro le concedió unos minutos a Razones de Ser para reflexionar sobre su presencia en Buenos Aires y la realidad literaria de México.
La de Buenos Aires, después de la de Guadalajara, es sin duda la más importante de las ferias de libro latinoamericanas. ¿Cuál es la sensación que le queda después de haber participado en esta edición?
Bueno, a mí siempre me da mucho gusto venir aquí, a Argentina, porque es una gran oportunidad de entrar en contacto con los lectores. Cuando tú escribes es como si mandaras una botella al mar, sin destinatario preciso, cuando no sabes si llegó a la otra orilla, quién pudo haberlo recibido. Entonces poder venir aquí y encontrar algunos lectores que han leído alguna cosa tuya pues te hace sentir justificado, te hace sentir que esa botella de náufrago llegó a la playa apropiada y eso es muy estimulante. Y por otra parte enterarme yo de lo que se está haciendo en Argentina y en otros lugares, porque no siempre en las librerías mexicanas conseguimos libros de Argentina. Entonces yo vengo aquí a aprender, a conocer, a enterarme a conocer nuevos autores y eso es muy refrescante.
Quienes tuvimos la suerte de vivir en México no podemos dejar de reconocer que la industria editorial de México es enorme, es muy grande, sin embargo, no coindice con los índices de lectura. ¿Dónde está el error?
Es cierto, bueno es una falla educativa. Tenemos un sistema educativo muy malo, con un sindicato muy mafioso que tiene un millón y medio de agremiados y que se dedica de manera clientelista a obtener favores del gobierno. El resultado de esta gestión mafiosa es que hoy en día su lideresa está en la cárcel; a fines de febrero pasado fue detenida Elba Esther Gordillo…
Impensable en otro momento...
Tienes toda la razón. Eso era algo que yo pensé que nunca vería. Era una mujer conocida por antonomasia como La Maestra y representa un poco lo que es el maestro mexicano, que es una persona a la que no le interesa la educación ni la lectura. ¿Cómo puedes promover la lectura si a ti mismo no te gusta? Porque yo creo que la lectura no se impone, sino que se contagia. O sea, tiene que ser un placer que le das al otro pero una vez que tú mismo lo has sentido. Entonces, hay una gran falla educativa y en efecto, la industria editorial mexicana es bastante activa pero no tenemos un grupo de receptores que la asimilen.
Finalmente, se está por cumplir un año de la desaparición física de Carlos Fuentes. ¿Qué significó esta pérdida para  las letras de América Latina y del mundo?
Yo creo que la última presentación en público de Carlos Fuentes fue aquí, en Argentina, recuerdo que leí un reportaje que le hicieron en la prensa en donde él, como siempre, mostró una  extraordinaria vitalidad, entusiasmo y decía: el que no es joven se lo lleva la chingada y daba una gran prueba de juventud. Y murió así, murió  así, murió como un joven de 82 u 83 años y desde luego que dejó un gran vacío en la literatura mexicana porque cubrió prácticamente todos los géneros salvo la poesía, que reflexionó mucho sobre el sentido de nación, la identidad, los cruces entre la pintura y la literatura; el cine y la literatura, en fin, fue una figura de referencia. Yo como soy de la ciudad de México, le debo en especial que él hizo la primera novela, que no es la primera novela urbana, pero sí es la primera novela que convierte a la ciudad de México en el protagonista absoluto del relato. Me refiero a La región más transparente, publicada dos años después de que yo naciera, en 1958. De modo que yo nací con esa primera novela, con esa primera novela como una cartografía de la ciudad. Entonces yo que cada vez que escribo literatura relacionada con mi ciudad y que trato de reflexionar sobre este espacio que desafía un poco el entendimiento humano, porque ya es demasiado grande, demasiado avasallante, siempre recuerdo que la matriz de nuestro ejercicio narrativo  es la novela de Carlos Fuentes, La región más transparente.
 
 
 
Chabelo, “sicario” de los alimentos chatarra
 
Blas Alejo Buendía
blasalejo@gmail.com
 
Las denuncias públicas cibernéticas están a la orden del día, pero se enmarcan en un juego de ironías e hirientes perversidades.
Tras que la organización Alianza por la Salud Alimentaria presentara en un acto singular, la metafórica captura de los “capos de la chatarra”, un potencial de consumidores acusa al cómico y “amigo de todos los niños”, Chabelo, de configurarse como el “sicario” principal de toda esa “banda” que ha actuado en complicidad por cerca de medio siglo. “Se le ve cada domingo de las 7 a 10 horas, en flagrancia, hay pruebas”, sentencian.
Miles de internautas han inundado la red, que a pesar de esconderse en el mundo de la fantasía y la cobardía, presentan un sinfín de comentarios ocurrentes y de verdaderas prevenciones, sumándose el sentido altruista en defensa de la salud de la niñez y la juventud mexicanas.
Si bien las ingeniosidades tienen también un sentido de seriedad, a pesar de ello, revelan los centros de operaciones de más “capos” de alimentos basura, que vienen operando desde hace lustros y decenios con toda impunidad, generando la muerte de millones de mexicanos, y cuyas “células del crimen de la chatarra” han enfermado de diabetes por generaciones condenadas al sufrimiento.
Las células se hallan en infinidad de tiendas Oxxo y de autoservicio como Walmart, Comercial Mexicana, Waldo’s, y en los changarros (foxianos) pueblerinos, entre muchas otras, que a la luz de las circunstancias y frecuentes evidencias, se convierten en potenciales cómplices de los delitos de lesa humanidad contra la salud.
La detención de los “capos del cártel de la Chatarra”, que más bien es un sketch donde participó el colectivo artístico Puño de Tierra a través de la Alianza por la Salud Alimentaria, se presentaron algunos de los “capos” más importantes.
Desfilaron ante las cámaras y micrófonos de la prensa mexicana e internacional, los primeros cuatro “capos criminales” de la salud en contra de los mexicanos. Se trata de Toño (a) El Tigre, Ronald McDonald (a) El Payaso, Melvin (a) El Elefante y el Oso Polar (a) La Coca.
Estos personajes fueron “acusados” de violar los derechos de la infancia mexicana bajo dos cargos principales: manipular y engañar a los niños y niñas a través de la publicidad y mercadeo de sus productos, y por inducir el consumo de alimentos y bebidas que contribuyen a la expansión de la epidemia de obesidad entre este sector de la población.
Más capos…
“Yo vi esta mañana al payasito de Ricolino, a la carita de Sabritas, al osito Bimbo, y otros capos más en plena libertad, en al menos dos tienditas. También los vi en el Oxxo, que parece la guarida donde se reúnen estos malhechores. Son omnipresentes en nuestro cotidiano, espero que pronto los agarren y sean sometidos a juicio popular en una plaza pública”, son los jocosos, pícaros y alegóricos mensajes de miles de cibernautas enviados por consumidores anónimos.
Si bien algunos pensaban que la detención de los “capos” de la chatarra se tratara de esos contrabandistas que venden partes de vehículos descompuestos, se generaliza el sentir de que las autoridades federales mexicanas pongan un alto a todas empresa que emplea todo tipo de azúcares de forma indiscriminada en sus productos.
“¡Alto a las empresas que venden productos chatarra con publicidad engañosa! Hace falta más cultura alimentaria, educación en nutrición a los padres. Es urgente detener el enriquecimiento criminal de estas empresas que atenta con la calidad de vida de la sociedad en general”.
Que espera el gobierno para apoyar este excelente proyecto que ayudaría a los niños y a toda la población en general. Hay que darle difusión en la televisión, que es otro “capo” iluminantemente siniestro, ya que “la caja idiotizadora” crea adicción a la ficción y controla, por lo tanto, con la manipulación la mente de millones de mujeres al presenciar sus “taranovelas”, dicen.
Si bien uno de los mecanismos que afortunadamente no ha encontrado la censura ni gubernamental ni de los altos intereses económicos y financieros omnipotentes del sector empresarial, la página de yahoo.com.mx se ha comprometido en proyectar la “histórica captura de los capos de la chatarra”.
“Excelente video que ayuda a concientizar a la gente con un lenguaje visual actual. Hay quienes dirán que están exagerado pero la verdad muchos estamos de acuerdo con los tiempos modernos tan lamentables. Doy el parabién a la Alianza por la Salud Alimentaria, por tener los pantalones y poder llamar a las cosas como son,  luchar en contra de la obesidad infantil, pero hay que entender también que los culpables de todo esto son los padres de familia que permiten alimentar a sus vástagos de forma anormal”.
Chabelo, el “sicario” ahora “enemigo” de todos los niños
Los héroes de la farándula no se salvan, la vox populi los condena y concatena de cierto modo para hacer creer que son parte de todo ese elenco de culpables que por su fama artística y popular, son quienes deben de pagar los platos rotos.
“¿Y para cuándo detienen y presentan al sicario de Chabelo?, ya que durante más de 45 años con toda impunidad ha promovido al ‘cártel de la chatarra’; se le ve cada domingo de las 7 a 10 horas, en flagrancia, hay pruebas, y ya es hora que lo detengan”, refiere un homónimo de José Luis Cuevas.
“Excelente la captura. El único problema es que violaron los derechos individuales de los capos de la chatarra, al detenerlos sin orden de arresto, y por esa razón pronto estarán en libertad; ya saben… este país y sus virtudes…”
“Chabelo viola la Ley General de Salud que establece que ‘la publicidad no deberá inducir hábitos de alimentación nocivos’; y la Ley Federal de Protección al Consumidor, que obliga a la protección especial a la infancia como grupo vulnerable frente a las estrategias engañosas de venta y publicidad, durante el programa En Familia con Chabelo”.
Pese a todo, los eternos enemigos del bienestar no se doblegan y se suman a la defensa de los “capos” y “sicarios” de la chatarra: “Pésima campaña, la Alianza por la Salud no debería promover la violencia...  si fueran coherentes retirarían este video hoy mismo. Si fueran coherentes, digo”.
Diversos organismos internacionales y nacionales, cabe advertir, reconocen que los niños son vulnerables a la publicidad, no entienden el sentido persuasivo de la misma y son más vulnerables a las estrategias de engaño y manipulación que asocian el consumo del producto con un regalo, hazaña física o un personaje popular.
Al mismo tiempo, existe evidencia que demuestra que a mayor exposición de la infancia a publicidad de comida chatarra y refrescos que revolucionan el metabolismo, existe un mayor índice de sobrepeso y obesidad debido a los principios de padecer una enfermedad “diabólica”, llamada diabetes.
La sociedad espera que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto haga algo al respecto, y no caiga en el garlito de apaciguar a la “prole” y “chusma”, como en su tiempo y forma se hizo con los reallity shows.
Que si bien se establecieron abiertos sentidos de sensacionalismo y amarillismo que caen en los terrenos jurisprudenciales, la Secretaría de Gobernación nunca los retiró del aire y menos aplicó sanciones económicas a Televisa y Televisión Azteca.
Han pasado tantos años que las cosas siguen igual o peor, y ahora con los “capos de la chatarra”, se vaticina que nunca se hará nada en contra de este emporio generador de múltiples enfermedades.



Demandas laborales (femeninas) opacadas

Adriana Franco Rosales / CIMAC
prensaycomunicacioncimac@gmail.com

¿A dónde están las mujeres? La estación del Metro Bellas Artes está cerrada. La avenida Juárez, copada de sindicalistas –en su mayoría hombres– que marchan sin rumbo definido…
La Alameda Central se encuentra rodeada de vallas y granaderos. Se escuchan las consignas masculinas y el ruido ensordecedor de las cornetas seguido por los chiflidos.
Son las 10 de la mañana en el Centro Histórico de la Ciudad de México. No hay acceso al Hemiciclo a Juárez, que era el punto de partida.
Nadie las ha visto, con sus playeras blancas y distintivos morados, avanzar entre los contingentes de las y los trabajadores que vienen a pasar lista, a cumplir con una obligación laboral. Las mujeres sindicalistas se pierden entre las masas.
A 100 años de la primera marcha del 1 de mayo en el Distrito Federal, con motivo del Día Internacional del Trabajo, la lucha por los derechos laborales continúa vigente.
Las demandas que exigieron las y los obreros en 1913, cuando todavía no existía una ley que regulara su labor, son exactamente las mismas que en pleno siglo XXI les niegan a las trabajadoras del hogar.
En aquel entonces el sector obrero se unió para lograr el salario mínimo, la jornada laboral de ocho horas, el pago de indemnizaciones por accidentes de trabajo y el reconocimiento jurídico de las organizaciones obreras.
Después de la marcha llevaron el pliego petitorio a la Cámara de Diputados, que ahora es la sede de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
El presidente de México era el usurpador Victoriano Huerta, quien permitió la manifestación obrera para evitar que se sumaran a los movimientos revolucionarios de la época.
A partir de ese movimiento, las organizaciones de trabajadores se introdujeron en la arena política para exigir a sus gobernantes mejores condiciones de trabajo.
Un siglo después las trabajadoras del hogar marcharon por las mismas calles para demandar igualdad de derechos laborales, tales como una jornada de ocho horas, salario mínimo, seguridad social, vacaciones y aguinaldo. Ellas no piden más que lo básico: las prestaciones mínimas de ley.
En lo que va de 2013 las empleadas del hogar han realizado diversas acciones para que el Senado ratifique el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que establece condiciones dignas para realizar esta labor en la que se desempeñan más de 2 millones de mexicanas.
Todavía no lo logran, pero no cederán en la lucha. Son batallas de largo aliento, como todas las conquistas laborales.
La reforma laboral aprobada a finales de 2012 es la bandera roja con la que se cubren el rostro de enojo quienes marchan este 1 de mayo.
Las canciones de protesta son las mismas de hace años, sólo cambia el nombre del gobernante, pero las carencias se han profundizado. La pérdida del valor adquisitivo del salario priva en sus pancartas, culpan a los panistas y luego recuerdan que con el Partido Revolucionario Institucional estaban y seguirán igual.
No hay esperanza. Caminan porque tienen que cumplir y escuchan los discursos de sus líderes sindicales frente al templete. No hay cambios, no hay soluciones.
Y en medio de todo este movimiento, las mujeres son parte del contingente pero no las protagonistas, no las que gritan, no las que dirigen. Visten de rosa o morado para hacerse notar, pero ahogan sus voces ante la inclemencia del sol.
Arriban los primeros sindicatos al Zócalo al filo de las 11 de la mañana. Al frente cinco mujeres vestidas con camisas blancas, pantalones negros, que las distinguía del resto de las marchantes, sostenían los carteles de la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación.
Atrás venían más mujeres con las mismas pancartas, pero algo las distingue, una pañoleta verde. Eran sobrecargos jubiladas de Mexicana de Aviación, que siguen a la espera de que se resuelva el pago de sus pensiones, que se vieron afectadas cuando la aerolínea se declaró en suspensión de labores en agosto de 2010.
“Nos quieren desmoralizar al decir que Mexicana está muerta”, dice Georgina Méndez, sobrecargo jubilada tras 23 años de trabajo en esa empresa.
Pero ellas siguen la marcha aunque no se respete su derecho a tener una pensión después de toda una vida dedicada a esa aerolínea, cuya posibilidad de reactivación se desdibuja.
Detrás de Georgina vienen unas mujeres vestidas con playeras y gorras rosas: son vendedoras de la marca de cosméticos Avon, agrupadas en una asociación civil denominada Cosmogar, quienes luchan porque la empresa les dé seguridad social.
“Hemos demandado a la empresa, pero esta se niega a darnos esa prestación bajo el argumento de que las ventas son muy bajas y que el tipo de relación laboral que tenemos no se presta para exigir este derecho”, explica Adriana González Carrera, que heredó de su madre este trabajo que le permite estudiar y tener dinero para sus gastos.
A la marcha vienen poco menos de 20 mujeres, pero en México casi 500 mil amas de casa, estudiantes y empleadas de oficina se dedican a las ventas de cosméticos y prendas de vestir de la marca Avon. Su lideresa, Silvia Gutiérrez, logró subir al templete, pero no emitió ningún pronunciamiento.
El discurso de los líderes sindicales continúa, son las voces de los hombres las que hablan de la drástica caída del poder adquisitivo del salario, de la pobreza a secas y de la extrema a la que los lanzó el Partido Acción Nacional durante las dos administraciones al frente del país, de la necesidad de un cambio de rumbo, que poco tiene que ver con el cambio de presidente o de partido en el poder.
Siguen llegando los contingentes. Aparece la Alianza de Tranviarios de México; al frente va una mujer vestida de morado con una pancarta que dice: “Las mujeres podemos con todo, pero ya basta de ser las únicas en hacer los trabajos del hogar y la familia”.
Es Martha Torrres, mecánica, quien dice que “lo único que las mujeres piden es igualdad de trato, que no piensen que no pueden hacer el mismo trabajo que los hombres por no tener su fuerza física, porque han demostrado ser tanto o más capaces que ellos y por eso ya hay compañeras que manejan el tren ligero”.
Ella pertenece a una generación de mujeres que rompió paradigmas al incorporarse a trabajos que hasta hace no mucho eran exclusivos de los hombres. Pero las nuevas generaciones, jóvenes de 15 a 20 años, vienen todavía más empoderadas, conscientes de la realidad y  dispuestas a cambiarla.
De esa forma avanzaron también las jóvenes anarquistas, vestidas con delantales para presentar un performance en el Zócalo y visibilizar a las “amas de casa”, que trabajan en el hogar sin remuneración ni reconocimiento de la importancia de su labor.
Desde otra perspectiva, Lourdes y otras alumnas de la carrera de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México, apoyaron al Colectivo de Mujeres Indígenas Trabajadoras del Hogar para elaborar sus pancartas y mantas para la marcha con la leyenda “Ni criadas ni sirvientas, somos trabajadoras”.
Además, las apoyan buscando en las calles a mujeres indígenas que se dediquen al trabajo del hogar, para invitarlas a la organización e informarles sobre sus derechos y la dignificación de su trabajo.
A esta organización se acercó una mujer, esposa de un trabajador de la extinta Luz y Fuerza del Centro, que ante esa situación tuvo que dedicarse al trabajo del hogar, pero ignoraba que podía tener derechos hasta que las conoció al acompañar al marido a marchar.
Estaban frente al astabandera de la Plaza de la Constitución, el lugar al que llegaban todos los contingentes. Minutos antes se había reunido en ese punto la Red de Mujeres Sindicalistas.
Martha Heredia, lideresa de la red, contó que venían separadas, cada una en el contingente al que pertenecen, pero después se reunieron para marchar al interior del Zócalo y romper de forma simbólica unas cadenas de papel, que simbolizan las ataduras del hogar que les impiden desarrollarse profesionalmente.
Por ello, dijo, impulsan la ratificación de dos acuerdos ante la OIT, el 156 sobre la igualdad de oportunidades y de trato entre las trabajadoras y los trabajadores con responsabilidades familiares, y el 183, que tiene que ver con la protección a la maternidad, como parte de la campaña Trabajo digno, derecho de las mujeres. 



El mundo del trabajo
 
Víctor Orozco
vorozco11@gmail.com
 
El Día Internacional del Trabajo se celebra en casi todos los países. Fue ideado originalmente por el congreso de la Segunda Internacional en 1889 como una huelga general de un día en remembranza de la convocada en Chicago tres años antes justo el 1 de mayo  y que derivó en el linchamiento de varios de sus líderes, víctimas de una provocación policíaca y de unos jueces corruptos. El propósito central de la celebración fue expresar la unidad obrera en torno a demandas como la jornada máxima de ocho horas (ocho de labor, ocho de sueño, ocho en casa) y el salario mínimo.
El siglo XIX había visto cómo los capitalistas podían llevar la explotación de sus obreros hasta grados inimaginables de sufrimiento. Quienes primero denunciaron la miseria de la cual se nutría la nueva riqueza, fueron los novelistas y los narradores. Descripciones como las de Víctor Hugo sobre la inicua condición de los habitantes en los barrios parisinos fueron tema de las mejores plumas. También de viajeros, observadores y testigos. Viviendas infectas, socavones donde transcurría la vida de los mineros, niños atados a las máquinas, esposas obligadas a prostituirse, envejecimiento en la flor de la edad: casi ningún mal se les ahorró a los obreros, que montaron sobre estas desdichas el más poderoso y sofisticado sistema de producción conocido desde los inicios de la historia.
El trabajo, es desde luego, anterior al capital, pero en ninguna etapa previa a la del dominio de éste sobre toda la sociedad, se le sometió a una presión tan formidable, elevando su productividad hasta grados desconocidos, a costa de los trabajadores. No obstante que el sistema descansa absolutamente en el trabajo, en pocas etapas ha sido tan despreciado. El dinero, suprema expresión del trabajo acumulado y puesto en las manos de unos pocos, se convirtió en el amo y señor, despegado de sus orígenes. Tanto así, que la paradójica expresión: “No trabajo, porque si lo hiciera, no tendría tiempo para ganar dinero”, es una realidad. No hace mucho leí un texto sobre la forma de vida de los nuevos ricos en China, jóvenes que van de un exótico salón a otro en donde fraguan cuantiosas inversiones entre banquetes y shows. Sólo aceptando que hasta el placer mismo es trabajo como alguno señalaba con ironía, puede dejar de considerarse a estos capitalistas como parásitos sociales.
El mundo del trabajo es de esta manera colocado en la esfera de lo bajo, lo no deseable. No puede decirse que a esta condición lo ha llevado el sistema capitalista, tan sólo la ha confirmado y en ciertos momentos la ha exacerbado. De hecho y no obstante que la humanidad no puede vivir sin el trabajo y ni siquiera es posible concebir un mundo sin esta acción constante para satisfacer necesidades de todo orden, el trabajo ha sido casi siempre desdeñado y tenido como un castigo. En el mito bíblico, por ejemplo, Jehová maldice al hombre condenándolo a “comer el pan con el sudor de su frente”, implicando que el ideal dichoso estaba en el Paraíso, sitio fantástico en donde es innecesario laborar para vivir. Puesto que la divinidad tiene las llaves para llegar allí, deriva de este monopolio todo su poder sobre los hombres. Aunque, mucho antes de que se escribiera la leyenda del Génesis, había un gran acopio de dichos sobre la imposibilidad de ganarse el pan si no era con el trabajo, a menos que se apropiase del ajeno.
La condena al trabajo tiene su correlato en la exaltación del dinero y de todas las formas de obtenerlo, honestas y deshonestas, legales e ilegales. Conseguir dinero sin trabajar o sólo aparentando que se trabaja –a la manera de muchos políticos y funcionarios– se ha convertido en la máxima aspiración, equivale a poseer un duplicado de las llaves de Jehová. En el pasado, se nacía confinado dentro de un estatus, cuyas fronteras determinaban si se trabajaba y en qué se trabajaba. Quien provenía de una familia campesina sabía que sus abuelos habían sido labradores y lo serían sus nietos. Lo mismo si su cuna estaba entre los artesanos. Podían pasar siglos antes que algún raro miembro de su rama familiar abandonase el mundo del trabajo y pasase al de las clases ociosas, representadas sobre todo por la aristocracia y la alta clerecía. Sus miembros –de sangre azul, porque les resaltaban las venas en el cuerpo nunca sometido al rigor de la intemperie– habían alcanzado el paraíso prometido aquí en la tierra, a costa de que el resto viviese en el infierno. Contra un estado tal, se rebelaron finalmente todos, cada cual a su manera: artesanos, campesinos, burgueses. Quienes ganaron fueron éstos últimos, hábiles trabajadores del comercio sobre todo y en apenas un par de siglos suplantaron a la nobleza para convertirse en una nueva clase ociosa.
El nuevo sistema no consagró ninguna cuna, sino que las declaró a todas iguales, rompiendo las barreras que separaban a las clases. Pero, hizo a unos dueños y a otros les arrebató toda propiedad, de tal manera que estos últimos debían trabajar para los primeros. Esta fue su  ley suprema. En el curso del último siglo, un puñado de estos grandes dueños se convirtieron en los amos de la tierra, mientras el mundo del trabajo siguió girando y girando, menospreciado y vilipendiado.
No son muchos los escritores, filósofos, economistas, historiadores que se hayan ocupado del mismo. La mayoría da por supuesto que debe existir para beneficio del otro, del colocado arriba y que le succiona el conjunto de bienes creados abajo. ¿Quién puede por tanto hablar por este mundo del trabajo y proclamar su derecho a recibir el beneficio de sus productos, materiales e intelectuales? Sin duda alguna sus propios habitantes: obreros industriales, trabajadores de la cultura, técnicos, campesinos, profesionales en diversos campos del conocimiento. De los brazos y del cerebro de estos millones de hombres y mujeres ocupados en las tareas más diversas, depende la sociedad entera. No es necesario pensar en las complejas tareas de los científicos para constatar que en este mundo del trabajo residen el talento, la iniciativa y el espíritu de cambio. Basta advertir las habilidades y las sabidurías acumuladas por generaciones de labradores, carpinteros, herreros, obreros en todas las ramas industriales.
Asumir la conciencia de estos hechos, permite plantear la transformación del sistema y en el plano teórico, sustituir el paradigma del dinero por el del trabajo. Y en el ámbito de la práctica, distribuir la riqueza creada, tangible e intangible, entre los productores directos de ella.
Desde siempre, el tiempo para pensar, para inventar, para crear, ha sido privilegio de pocos. Las instituciones educativas modernas han ampliado la pequeña porción de la sociedad que puede disfrutar de este “ocio productivo”, sin embargo a la gigantesca mayoría apenas le alcanza la jornada para sobrevivir. Las leyes y costumbres se han encargado de prolongar el tiempo de trabajo necesario de múltiples maneras, una de ellas la trampa de las llamadas “horas extras”. Una minúscula minoría puede hacer gala de vivir de aquello que le provoca placer. Es momento de que en este mundo del trabajo se abra una senda creciente para que sus protagonistas, todos, gocen del tiempo para satisfacer sus gustos y aficiones: estéticos, deportivos, literarios, culinarios, artesanales en esa gama infinita de actividades materiales e intelectuales en cuya ejecución se realiza la persona.
¿Es una utopía? Sin duda, pero el camino hacia su alcance, pasa por conquistas parciales. Aumentos de salarios reales, prestaciones, impuestos progresivos, programas sociales. Todo ello exige conciencia de clase, organización, interminables luchas ideológicas y políticas, autonomía respecto de los mecanismos y cuerpos de control como lo son gobiernos e iglesias. Implica rescatar símbolos como el 1º de mayo, que brotó del mundo del trabajo y a él debe pertenecer.



Los mitos laborales
 
Luis Pazos
lpazos@prodigy.net.mx   Tuiter:@luispazos1
 
En el Día Internacional del Trabajo se conmemora a los llamados mártires de Chicago, anarquistas que murieron en 1886 en protestas por mejores salarios y una jornada laboral de ocho horas.
En aquel tiempo se pensaba, aún en EUA, que a través de los grandes sindicatos, huelgas, presiones a los patrones y al gobierno, los trabajadores lograrían mejores salarios y niveles de vida.
Las experiencias del siglo pasado demuestran que en los países donde hubo gobiernos que se decían de los trabajadores, se expropiaron empresas privadas, se impusieron impuestos confiscatorios o el gobierno se convirtió en el principal o único capitalista, fue donde más aumentó el desempleo y disminuyeron los salarios reales.
Actualmente está claro para cualquier estudioso de las ciencias sociales, que no esté deformado por fanatismos ideológicos o políticos, que ni los sindicatos ni las legislaciones laborales proteccionistas, aumentan en forma sostenida los niveles de vida de la mayoría de los trabajadores. Lo más que logran es beneficiar a unos pocos a costa del desempleo o menores sueldos de la mayoría.
De nada sirven legislaciones laborales altamente proteccionistas para los trabajadores si no hay empleos. Y no hay empleos porque no hay inversión y no hay inversión porque a los inversionistas los desincentivan los sindicatos y las excesivas leyes laborales, como lo demuestran las experiencias del siglo pasado.
En México los grandes sindicatos, como el de maestros, Pemex, la CFE y el IMSS, no han ayudado al desarrollo del país, son los causantes de enormes gastos, corrupción y subsidios que directa o indirectamente pagan los demás trabajadores.
Ya es tiempo que enterremos mitos laborales que le han costado a México desempleo y migración de trabajadores a EUA, aunque han favorecido a líderes y a una minoría de sindicalizados privilegiados, que tienen altos salarios con poca productividad y pensiones del doble o triple de la mayoría de los trabajadores que sí producen.