Se lee poco por una falla educativa y porque el SNTE es mafioso: Juan Villoro. Chabelo, "sicario" de los alimentos chatarra. Demandas laborales (femeninas) opacadas. El mundo del trabajo. Los mitos laborales
Forum en
Línea 266
Del 16 al 31 de mayo de 2013
Se
lee poco por una falla educativa y
porque el SNTE es mafioso: Juan
Villoro
*
“Elba Esther Gordillo “representa un poco lo que es el maestro mexicano, que es una
persona a la que no le interesa la educación ni la lectura”, asegura el escritor
sin mediar matiz alguno.
Daniel
Eduardo Raddi /
Razones de Ser
Sabíamos que compartir la presencia de Juan Villoro en la Feria
Internacional del Libro en Buenos Aires, que cerró sus puertas el lunes 13 de
mayo, era uno de esos momentos inolvidables.
Como todos los años, Razones de
Ser presenció las distintas jornadas de las tres semanas de la más
grande exposición literaria de América del Sur. Y así como en el 2012 uno de los
“platos fuertes” fue la Conferencia Magistral del recientemente
fallecido Carlos Fuentes,
este 2013 nos deparó el placer de compartir el talento indiscutible
de Juan Villoro, escritor
mexicano, lector fervoroso de Julio Cortázar.
El escritor nacido en 1956 participó de varias mesas de debate. El
2 de mayo se inauguró la segunda edición del Diálogo Latinoamericano, en el que
participaron al lado del escritor mexicano, Edgardo Rodríguez Juliá, Guillermo Martínez, María Negroni y Horacio Castellanos Moya.
Posteriormente, el día 3, Villoro dialogó con Eduardo Sacheri, autor de la novela
que dio origen a la película argentina El secreto de sus ojos,
ganadora del Óscar a Mejor Película Extranjera. Como no podía ser de otra
manera, ambos escritores disertaron sobre futbol y literatura.
Villoro continuó su participación en el predio La Rural, en el
coqueto barrio de Palermo, el 4 de mayo al lado de Juan Sasturain, presentando el nuevo
libro del fallecido Roberto Fontanarrosa; y el 5 de
mayo fue parte de la presentación del libro del humorista chileno Alberto Montt. El autor defeño cerró
su presencia en Buenos Aires integrando la mesa: Narrar la realidad: la crónica
latinoamericana entre la política y la literatura.
A pesar de tan intensa agenda, y con ansias de presenciar el
clásico del futbol argentino entre Boca y River, jugado el domingo 5, Juan Villoro le concedió unos
minutos a Razones de
Ser para reflexionar sobre su presencia en Buenos Aires y la
realidad literaria de México.
La de Buenos Aires, después de la de Guadalajara, es sin duda la
más importante de las ferias de libro latinoamericanas. ¿Cuál es la sensación
que le queda después de haber participado en esta edición?
–Bueno, a mí siempre me da mucho gusto venir aquí, a Argentina,
porque es una gran oportunidad de entrar en contacto con los lectores. Cuando tú
escribes es como si mandaras una botella al mar, sin destinatario preciso,
cuando no sabes si llegó a la otra orilla, quién pudo haberlo recibido. Entonces
poder venir aquí y encontrar algunos lectores que han leído alguna cosa tuya
pues te hace sentir justificado, te hace sentir que esa botella de náufrago
llegó a la playa apropiada y eso es muy estimulante. Y por otra parte enterarme
yo de lo que se está haciendo en Argentina y en otros lugares, porque no siempre
en las librerías mexicanas conseguimos libros de Argentina. Entonces yo vengo
aquí a aprender, a conocer, a enterarme a conocer nuevos autores y eso es muy
refrescante.
Quienes tuvimos la suerte de vivir en México no podemos dejar de
reconocer que la industria editorial de México es enorme, es muy grande, sin
embargo, no coindice con los índices de lectura. ¿Dónde está el
error?
–Es cierto, bueno es una falla educativa. Tenemos un sistema
educativo muy malo, con un sindicato muy mafioso que tiene un millón y medio de
agremiados y que se dedica de manera clientelista a obtener favores del
gobierno. El resultado de esta gestión mafiosa es que hoy en día su lideresa
está en la cárcel; a fines de febrero pasado fue detenida Elba Esther
Gordillo…
Impensable en otro momento...
–Tienes toda la razón. Eso era algo que yo pensé que nunca vería.
Era una mujer conocida por antonomasia como La Maestra y representa un poco lo
que es el maestro mexicano, que es una persona a la que no le interesa la
educación ni la lectura. ¿Cómo puedes promover la lectura si a ti mismo no te
gusta? Porque yo creo que la lectura no se impone, sino que se contagia. O sea,
tiene que ser un placer que le das al otro pero una vez que tú mismo lo has
sentido. Entonces, hay una gran falla educativa y en efecto, la industria
editorial mexicana es bastante activa pero no tenemos un grupo de receptores que
la asimilen.
Finalmente, se está por cumplir un año de la desaparición física de
Carlos Fuentes. ¿Qué significó esta pérdida para las letras de
América Latina y del mundo?
–Yo creo que la última presentación en público de Carlos Fuentes fue
aquí, en Argentina, recuerdo que leí un reportaje que le hicieron en la
prensa en donde él, como siempre, mostró una extraordinaria
vitalidad, entusiasmo y decía: el que no es joven se lo lleva la chingada y
daba una gran prueba de juventud. Y murió así, murió así, murió como
un joven de 82 u 83 años y desde luego que dejó un gran vacío en la literatura
mexicana porque cubrió prácticamente todos los géneros salvo la poesía, que
reflexionó mucho sobre el sentido de nación, la identidad, los cruces entre la
pintura y la literatura; el cine y la literatura, en fin, fue una figura de
referencia. Yo como soy de la ciudad de México, le debo en especial que él hizo
la primera novela, que no es la primera novela urbana, pero sí es la primera
novela que convierte a la ciudad de México en el protagonista absoluto del
relato. Me refiero a La región más transparente, publicada dos años
después de que yo naciera, en 1958. De modo que yo nací con esa primera novela,
con esa primera novela como una cartografía de la ciudad. Entonces yo que cada
vez que escribo literatura relacionada con mi ciudad y que trato de reflexionar
sobre este espacio que desafía un poco el entendimiento humano, porque ya es
demasiado grande, demasiado avasallante, siempre recuerdo que la matriz de
nuestro ejercicio narrativo es la novela de Carlos
Fuentes, La región más transparente.
Chabelo,
“sicario” de los alimentos chatarra
Blas
Alejo Buendía
blasalejo@gmail.com
Las
denuncias públicas cibernéticas están a la orden del día, pero se enmarcan en un
juego de ironías e hirientes perversidades.
Tras
que la organización Alianza por la Salud Alimentaria presentara en un acto
singular, la metafórica captura de los “capos de la chatarra”, un potencial de
consumidores acusa al cómico y “amigo de todos los niños”, Chabelo, de
configurarse como el “sicario” principal de toda esa “banda” que ha actuado en
complicidad por cerca de medio siglo. “Se le ve cada domingo de las 7 a 10
horas, en flagrancia, hay pruebas”, sentencian.
Miles
de internautas han inundado la red, que a pesar de esconderse en el mundo de la
fantasía y la cobardía, presentan un sinfín de comentarios ocurrentes y de
verdaderas prevenciones, sumándose el sentido altruista en defensa de la salud
de la niñez y la juventud mexicanas.
Si
bien las ingeniosidades tienen también un sentido de seriedad, a pesar de ello,
revelan los centros de operaciones de más “capos” de alimentos basura, que
vienen operando desde hace lustros y decenios con toda impunidad, generando la
muerte de millones de mexicanos, y cuyas “células del crimen de la chatarra” han
enfermado de diabetes por generaciones condenadas al sufrimiento.
Las
células se hallan en infinidad de tiendas Oxxo y de autoservicio como Walmart,
Comercial Mexicana, Waldo’s, y en los changarros (foxianos) pueblerinos, entre
muchas otras, que a la luz de las circunstancias y frecuentes evidencias, se
convierten en potenciales cómplices de los delitos de lesa humanidad contra la
salud.
La
detención de los “capos del cártel de la Chatarra”, que más bien es un sketch
donde participó el colectivo artístico Puño de Tierra a través de la Alianza por
la Salud Alimentaria, se presentaron algunos de los “capos” más
importantes.
Desfilaron
ante las cámaras y micrófonos de la prensa mexicana e internacional, los
primeros cuatro “capos criminales” de la salud en contra de los mexicanos. Se
trata de Toño (a) El Tigre, Ronald McDonald (a) El Payaso, Melvin (a) El
Elefante y el Oso Polar (a) La Coca.
Estos
personajes fueron “acusados” de violar los derechos de la infancia mexicana bajo
dos cargos principales: manipular y engañar a los niños y niñas a través de la
publicidad y mercadeo de sus productos, y por inducir el consumo de alimentos y
bebidas que contribuyen a la expansión de la epidemia de obesidad entre este
sector de la población.
Más
capos…
“Yo
vi esta mañana al payasito de Ricolino, a la carita de Sabritas, al osito Bimbo,
y otros capos más en plena libertad, en al menos dos tienditas. También los vi
en el Oxxo, que parece la guarida donde se reúnen estos malhechores. Son
omnipresentes en nuestro cotidiano, espero que pronto los agarren y sean
sometidos a juicio popular en una plaza pública”, son los jocosos,
pícaros y alegóricos mensajes de miles de cibernautas enviados por
consumidores anónimos.
Si
bien algunos pensaban que la detención de los “capos” de la chatarra se tratara
de esos contrabandistas que venden partes de vehículos descompuestos, se
generaliza el sentir de que las autoridades federales mexicanas pongan un alto a
todas empresa que emplea todo tipo de azúcares de forma indiscriminada en sus
productos.
“¡Alto
a las empresas que venden productos chatarra con publicidad engañosa! Hace falta
más cultura alimentaria, educación en nutrición a los padres. Es urgente detener
el enriquecimiento criminal de estas empresas que atenta con la calidad de vida
de la sociedad en general”.
Que
espera el gobierno para apoyar este excelente proyecto que ayudaría a los niños
y a toda la población en general. Hay que darle difusión en la televisión, que
es otro “capo” iluminantemente siniestro, ya que “la caja idiotizadora” crea
adicción a la ficción y controla, por lo tanto, con la manipulación la mente de
millones de mujeres al presenciar sus “taranovelas”,
dicen.
Si
bien uno de los mecanismos que afortunadamente no ha encontrado la censura ni
gubernamental ni de los altos intereses económicos y financieros omnipotentes
del sector empresarial, la página de yahoo.com.mx
se ha comprometido en proyectar la “histórica captura de los capos de la
chatarra”.
“Excelente
video que ayuda a concientizar a la gente con un lenguaje visual actual. Hay
quienes dirán que están exagerado pero la verdad muchos estamos de acuerdo con
los tiempos modernos tan lamentables. Doy el parabién a la Alianza por la Salud
Alimentaria, por tener los pantalones y poder llamar a las cosas como son,
luchar en contra de la obesidad infantil, pero hay que entender también que los
culpables de todo esto son los padres de familia que permiten alimentar a sus
vástagos de forma anormal”.
Chabelo,
el “sicario” ahora “enemigo” de todos los niños
Los
héroes de la farándula no se salvan, la vox populi los condena y concatena de
cierto modo para hacer creer que son parte de todo ese elenco de culpables que
por su fama artística y popular, son quienes deben de pagar los platos
rotos.
“¿Y
para cuándo detienen y presentan al sicario de Chabelo?, ya que durante más de
45 años con toda impunidad ha promovido al ‘cártel de la chatarra’; se le ve
cada domingo de las 7 a 10 horas, en flagrancia, hay pruebas, y ya es hora que
lo detengan”, refiere un homónimo de José Luis Cuevas.
“Excelente
la captura. El único problema es que violaron los derechos individuales de los
capos de la chatarra, al detenerlos sin orden de arresto, y por esa razón pronto
estarán en libertad; ya saben… este país y sus virtudes…”
“Chabelo
viola la Ley General de Salud que establece que ‘la publicidad no deberá inducir
hábitos de alimentación nocivos’; y la Ley Federal de Protección al Consumidor,
que obliga a la protección especial a la infancia como grupo vulnerable frente a
las estrategias engañosas de venta y publicidad, durante el programa En Familia
con Chabelo”.
Pese
a todo, los eternos enemigos del bienestar no se doblegan y se suman a la
defensa de los “capos” y “sicarios” de la chatarra: “Pésima campaña, la Alianza
por la Salud no debería promover la violencia... si fueran coherentes
retirarían este video hoy mismo. Si fueran coherentes,
digo”.
Diversos
organismos internacionales y nacionales, cabe advertir, reconocen que los niños
son vulnerables a la publicidad, no entienden el sentido persuasivo de la misma
y son más vulnerables a las estrategias de engaño y manipulación que asocian el
consumo del producto con un regalo, hazaña física o un personaje popular.
Al
mismo tiempo, existe evidencia que demuestra que a mayor exposición de la
infancia a publicidad de comida chatarra y refrescos que revolucionan el
metabolismo, existe un mayor índice de sobrepeso y obesidad debido a los
principios de padecer una enfermedad “diabólica”, llamada
diabetes.
La
sociedad espera que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto haga algo al
respecto, y no caiga en el garlito de apaciguar a la “prole” y “chusma”, como en
su tiempo y forma se hizo con los reallity shows.
Que
si bien se establecieron abiertos sentidos de sensacionalismo y amarillismo que
caen en los terrenos jurisprudenciales, la Secretaría de Gobernación nunca los
retiró del aire y menos aplicó sanciones económicas a Televisa y Televisión
Azteca.
Han
pasado tantos años que las cosas siguen igual o peor, y ahora con los “capos de
la chatarra”, se vaticina que nunca se hará nada en contra de este emporio
generador de múltiples enfermedades.
Demandas laborales
(femeninas) opacadas
Adriana Franco Rosales / CIMAC
prensaycomunicacioncimac@gmail.com
¿A dónde están las mujeres? La estación del Metro Bellas Artes está cerrada. La avenida Juárez, copada de sindicalistas –en su mayoría hombres– que marchan sin rumbo definido…
La Alameda Central se
encuentra rodeada de vallas y granaderos. Se escuchan las consignas masculinas y
el ruido ensordecedor de las cornetas seguido por los
chiflidos.
Son las 10 de la
mañana en el Centro Histórico de la Ciudad de México. No hay acceso al Hemiciclo
a Juárez, que era el punto de partida.
Nadie las ha visto,
con sus playeras blancas y distintivos morados, avanzar entre los contingentes
de las y los trabajadores que vienen a pasar lista, a cumplir con una obligación
laboral. Las mujeres sindicalistas se pierden entre las masas.
A 100 años de la
primera marcha del 1 de mayo en el Distrito Federal, con motivo del Día
Internacional del Trabajo, la lucha por los derechos laborales continúa
vigente.
Las demandas que
exigieron las y los obreros en 1913, cuando todavía no existía una ley que
regulara su labor, son exactamente las mismas que en pleno siglo XXI les niegan
a las trabajadoras del hogar.
En aquel entonces el
sector obrero se unió para lograr el salario mínimo, la jornada laboral de ocho
horas, el pago de indemnizaciones por accidentes de trabajo y el reconocimiento
jurídico de las organizaciones obreras.
Después de la marcha
llevaron el pliego petitorio a la Cámara de Diputados, que ahora es la sede de
la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
El presidente de
México era el usurpador Victoriano Huerta, quien permitió la manifestación
obrera para evitar que se sumaran a los movimientos revolucionarios de la época.
A partir de ese
movimiento, las organizaciones de trabajadores se introdujeron en la arena
política para exigir a sus gobernantes mejores condiciones de
trabajo.
Un siglo después las
trabajadoras del hogar marcharon por las mismas calles para demandar igualdad de
derechos laborales, tales como una jornada de ocho horas, salario mínimo,
seguridad social, vacaciones y aguinaldo. Ellas no piden más que lo básico: las
prestaciones mínimas de ley.
En lo que va de 2013
las empleadas del hogar han realizado diversas acciones para que el Senado
ratifique el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
que establece condiciones dignas para realizar esta labor en la que se
desempeñan más de 2 millones de mexicanas.
Todavía no lo logran,
pero no cederán en la lucha. Son batallas de largo aliento, como todas las
conquistas laborales.
La reforma laboral
aprobada a finales de 2012 es la bandera roja con la que se cubren el rostro de
enojo quienes marchan este 1 de mayo.
Las canciones de
protesta son las mismas de hace años, sólo cambia el nombre del gobernante, pero
las carencias se han profundizado. La pérdida del valor adquisitivo del salario
priva en sus pancartas, culpan a los panistas y luego recuerdan que con el
Partido Revolucionario Institucional estaban y seguirán
igual.
No hay esperanza.
Caminan porque tienen que cumplir y escuchan los discursos de sus líderes
sindicales frente al templete. No hay cambios, no hay
soluciones.
Y en medio de todo
este movimiento, las mujeres son parte del contingente pero no las
protagonistas, no las que gritan, no las que dirigen. Visten de rosa o morado
para hacerse notar, pero ahogan sus voces ante la inclemencia del sol.
Arriban los primeros
sindicatos al Zócalo al filo de las 11 de la mañana. Al frente cinco mujeres
vestidas con camisas blancas, pantalones negros, que las distinguía del resto de
las marchantes, sostenían los carteles de la Asociación Sindical de Sobrecargos
de Aviación.
Atrás venían más
mujeres con las mismas pancartas, pero algo las distingue, una pañoleta verde.
Eran sobrecargos jubiladas de Mexicana de Aviación, que siguen a la espera de
que se resuelva el pago de sus pensiones, que se vieron afectadas cuando la
aerolínea se declaró en suspensión de labores en agosto de
2010.
“Nos quieren
desmoralizar al decir que Mexicana está muerta”, dice Georgina Méndez,
sobrecargo jubilada tras 23 años de trabajo en esa
empresa.
Pero ellas siguen la
marcha aunque no se respete su derecho a tener una pensión después de toda una
vida dedicada a esa aerolínea, cuya posibilidad de reactivación se
desdibuja.
Detrás de Georgina
vienen unas mujeres vestidas con playeras y gorras rosas: son vendedoras de la
marca de cosméticos Avon, agrupadas en una asociación civil denominada Cosmogar,
quienes luchan porque la empresa les dé seguridad social.
“Hemos demandado a la
empresa, pero esta se niega a darnos esa prestación bajo el argumento de que las
ventas son muy bajas y que el tipo de relación laboral que tenemos no se presta
para exigir este derecho”, explica Adriana González Carrera, que heredó de su
madre este trabajo que le permite estudiar y tener dinero para sus
gastos.
A la marcha vienen
poco menos de 20 mujeres, pero en México casi 500 mil amas de casa, estudiantes
y empleadas de oficina se dedican a las ventas de cosméticos y prendas de vestir
de la marca Avon. Su lideresa, Silvia Gutiérrez, logró subir al templete, pero
no emitió ningún pronunciamiento.
El discurso de los
líderes sindicales continúa, son las voces de los hombres las que hablan de la
drástica caída del poder adquisitivo del salario, de la pobreza a secas y de la
extrema a la que los lanzó el Partido Acción Nacional durante las dos
administraciones al frente del país, de la necesidad de un cambio de rumbo, que
poco tiene que ver con el cambio de presidente o de partido en el
poder.
Siguen llegando los
contingentes. Aparece la Alianza de Tranviarios de México; al frente va una
mujer vestida de morado con una pancarta que dice: “Las mujeres podemos con
todo, pero ya basta de ser las únicas en hacer los trabajos del hogar y la
familia”.
Es Martha Torrres,
mecánica, quien dice que “lo único que las mujeres piden es igualdad de trato,
que no piensen que no pueden hacer el mismo trabajo que los hombres por no tener
su fuerza física, porque han demostrado ser tanto o más capaces que ellos y por
eso ya hay compañeras que manejan el tren ligero”.
Ella pertenece a una
generación de mujeres que rompió paradigmas al incorporarse a trabajos que hasta
hace no mucho eran exclusivos de los hombres. Pero las nuevas generaciones,
jóvenes de 15 a 20 años, vienen todavía más empoderadas, conscientes de la
realidad y dispuestas a cambiarla.
De esa forma
avanzaron también las jóvenes anarquistas, vestidas con delantales para
presentar un performance en el Zócalo y visibilizar a las “amas de casa”, que
trabajan en el hogar sin remuneración ni reconocimiento de la importancia de su
labor.
Desde otra
perspectiva, Lourdes y otras alumnas de la carrera de Estudios Latinoamericanos
de la Universidad Nacional Autónoma de México, apoyaron al Colectivo de Mujeres
Indígenas Trabajadoras del Hogar para elaborar sus pancartas y mantas para la
marcha con la leyenda “Ni criadas ni sirvientas, somos
trabajadoras”.
Además, las apoyan
buscando en las calles a mujeres indígenas que se dediquen al trabajo del hogar,
para invitarlas a la organización e informarles sobre sus derechos y la
dignificación de su trabajo.
A esta organización
se acercó una mujer, esposa de un trabajador de la extinta Luz y Fuerza del
Centro, que ante esa situación tuvo que dedicarse al trabajo del hogar, pero
ignoraba que podía tener derechos hasta que las conoció al acompañar al marido a
marchar.
Estaban frente al
astabandera de la Plaza de la Constitución, el lugar al que llegaban todos los
contingentes. Minutos antes se había reunido en ese punto la Red de Mujeres
Sindicalistas.
Martha Heredia,
lideresa de la red, contó que venían separadas, cada una en el contingente al
que pertenecen, pero después se reunieron para marchar al interior del Zócalo y
romper de forma simbólica unas cadenas de papel, que simbolizan las ataduras del
hogar que les impiden desarrollarse profesionalmente.
Por ello, dijo,
impulsan la ratificación de dos acuerdos ante la OIT, el 156 sobre la igualdad
de oportunidades y de trato entre las trabajadoras y los trabajadores con
responsabilidades familiares, y el 183, que tiene que ver con la protección a la
maternidad, como parte de la campaña Trabajo digno, derecho de las
mujeres.
El
mundo del trabajo
Víctor
Orozco
vorozco11@gmail.com
El
Día Internacional del Trabajo se celebra en casi todos los países. Fue ideado
originalmente por el congreso de la Segunda Internacional en 1889 como una
huelga general de un día en remembranza de la convocada en Chicago tres años
antes justo el 1 de mayo y que derivó en el linchamiento de varios de sus
líderes, víctimas de una provocación policíaca y de unos jueces corruptos. El
propósito central de la celebración fue expresar la unidad obrera en torno a
demandas como la jornada máxima de ocho horas (ocho de labor, ocho de sueño,
ocho en casa) y el salario mínimo.
El
siglo XIX había visto cómo los capitalistas podían llevar la explotación de sus
obreros hasta grados inimaginables de sufrimiento. Quienes primero denunciaron
la miseria de la cual se nutría la nueva riqueza, fueron los novelistas y los
narradores. Descripciones como las de Víctor Hugo sobre la inicua condición de
los habitantes en los barrios parisinos fueron tema de las mejores plumas.
También de viajeros, observadores y testigos. Viviendas infectas, socavones
donde transcurría la vida de los mineros, niños atados a las máquinas, esposas
obligadas a prostituirse, envejecimiento en la flor de la edad: casi ningún mal
se les ahorró a los obreros, que montaron sobre estas desdichas el más poderoso
y sofisticado sistema de producción conocido desde los inicios de la
historia.
El
trabajo, es desde luego, anterior al capital, pero en ninguna etapa previa a la
del dominio de éste sobre toda la sociedad, se le sometió a una presión tan
formidable, elevando su productividad hasta grados desconocidos, a costa de los
trabajadores. No obstante que el sistema descansa absolutamente en el trabajo,
en pocas etapas ha sido tan despreciado. El dinero, suprema expresión del
trabajo acumulado y puesto en las manos de unos pocos, se convirtió en el amo y
señor, despegado de sus orígenes. Tanto así, que la paradójica expresión: “No
trabajo, porque si lo hiciera, no tendría tiempo para ganar dinero”, es una
realidad. No hace mucho leí un texto sobre la forma de vida de los nuevos ricos
en China, jóvenes que van de un exótico salón a otro en donde fraguan cuantiosas
inversiones entre banquetes y shows. Sólo aceptando que hasta el placer mismo es
trabajo como alguno señalaba con ironía, puede dejar de considerarse a estos
capitalistas como parásitos sociales.
El
mundo del trabajo es de esta manera colocado en la esfera de lo bajo, lo no
deseable. No puede decirse que a esta condición lo ha llevado el sistema
capitalista, tan sólo la ha confirmado y en ciertos momentos la ha exacerbado.
De hecho y no obstante que la humanidad no puede vivir sin el trabajo y ni
siquiera es posible concebir un mundo sin esta acción constante para satisfacer
necesidades de todo orden, el trabajo ha sido casi siempre desdeñado y tenido
como un castigo. En el mito bíblico, por ejemplo, Jehová maldice al hombre
condenándolo a “comer el pan con el sudor de su frente”, implicando que el ideal
dichoso estaba en el Paraíso, sitio fantástico en donde es innecesario laborar
para vivir. Puesto que la divinidad tiene las llaves para llegar allí, deriva de
este monopolio todo su poder sobre los hombres. Aunque, mucho antes de que se
escribiera la leyenda del Génesis, había un gran acopio de dichos sobre la
imposibilidad de ganarse el pan si no era con el trabajo, a menos que se
apropiase del ajeno.
La
condena al trabajo tiene su correlato en la exaltación del dinero y de todas las
formas de obtenerlo, honestas y deshonestas, legales e ilegales. Conseguir
dinero sin trabajar o sólo aparentando que se trabaja –a la manera de muchos
políticos y funcionarios– se ha convertido en la máxima aspiración, equivale a
poseer un duplicado de las llaves de Jehová. En el pasado, se nacía confinado
dentro de un estatus, cuyas fronteras determinaban si se trabajaba y en qué se
trabajaba. Quien provenía de una familia campesina sabía que sus abuelos habían
sido labradores y lo serían sus nietos. Lo mismo si su cuna estaba entre los
artesanos. Podían pasar siglos antes que algún raro miembro de su rama familiar
abandonase el mundo del trabajo y pasase al de las clases ociosas, representadas
sobre todo por la aristocracia y la alta clerecía. Sus miembros –de sangre azul,
porque les resaltaban las venas en el cuerpo nunca sometido al rigor de la
intemperie– habían alcanzado el paraíso prometido aquí en la tierra, a costa de
que el resto viviese en el infierno. Contra un estado tal, se rebelaron
finalmente todos, cada cual a su manera: artesanos, campesinos, burgueses.
Quienes ganaron fueron éstos últimos, hábiles trabajadores del comercio sobre
todo y en apenas un par de siglos suplantaron a la nobleza para convertirse en
una nueva clase ociosa.
El
nuevo sistema no consagró ninguna cuna, sino que las declaró a todas iguales,
rompiendo las barreras que separaban a las clases. Pero, hizo a unos dueños y a
otros les arrebató toda propiedad, de tal manera que estos últimos debían
trabajar para los primeros. Esta fue su ley suprema. En el curso del
último siglo, un puñado de estos grandes dueños se convirtieron en los amos de
la tierra, mientras el mundo del trabajo siguió girando y girando, menospreciado
y vilipendiado.
No
son muchos los escritores, filósofos, economistas, historiadores que se hayan
ocupado del mismo. La mayoría da por supuesto que debe existir para beneficio
del otro, del colocado arriba y que le succiona el conjunto de bienes creados
abajo. ¿Quién puede por tanto hablar por este mundo del trabajo y proclamar su
derecho a recibir el beneficio de sus productos, materiales e intelectuales? Sin
duda alguna sus propios habitantes: obreros industriales, trabajadores de la
cultura, técnicos, campesinos, profesionales en diversos campos del
conocimiento. De los brazos y del cerebro de estos millones de hombres y mujeres
ocupados en las tareas más diversas, depende la sociedad entera. No es necesario
pensar en las complejas tareas de los científicos para constatar que en este
mundo del trabajo residen el talento, la iniciativa y el espíritu de cambio.
Basta advertir las habilidades y las sabidurías acumuladas por generaciones de
labradores, carpinteros, herreros, obreros en todas las ramas
industriales.
Asumir
la conciencia de estos hechos, permite plantear la transformación del sistema y
en el plano teórico, sustituir el paradigma del dinero por el del trabajo. Y en
el ámbito de la práctica, distribuir la riqueza creada, tangible e intangible,
entre los productores directos de ella.
Desde
siempre, el tiempo para pensar, para inventar, para crear, ha sido privilegio de
pocos. Las instituciones educativas modernas han ampliado la pequeña porción de
la sociedad que puede disfrutar de este “ocio productivo”, sin embargo a la
gigantesca mayoría apenas le alcanza la jornada para sobrevivir. Las leyes y
costumbres se han encargado de prolongar el tiempo de trabajo necesario de
múltiples maneras, una de ellas la trampa de las llamadas “horas extras”. Una
minúscula minoría puede hacer gala de vivir de aquello que le provoca placer. Es
momento de que en este mundo del trabajo se abra una senda creciente para que
sus protagonistas, todos, gocen del tiempo para satisfacer sus gustos y
aficiones: estéticos, deportivos, literarios, culinarios, artesanales en esa
gama infinita de actividades materiales e intelectuales en cuya ejecución se
realiza la persona.
¿Es
una utopía? Sin duda, pero el camino hacia su alcance, pasa por conquistas
parciales. Aumentos de salarios reales, prestaciones, impuestos progresivos,
programas sociales. Todo ello exige conciencia de clase, organización,
interminables luchas ideológicas y políticas, autonomía respecto de los
mecanismos y cuerpos de control como lo son gobiernos e iglesias. Implica
rescatar símbolos como el 1º de mayo, que brotó del mundo del trabajo y a él
debe pertenecer.
Los mitos laborales
Luis
Pazos
lpazos@prodigy.net.mx Tuiter:@luispazos1
En
el Día Internacional del Trabajo se conmemora a los llamados mártires de
Chicago, anarquistas que murieron en 1886 en protestas por mejores salarios y
una jornada laboral de ocho horas.
En
aquel tiempo se pensaba, aún en EUA, que a través de los grandes sindicatos,
huelgas, presiones a los patrones y al gobierno, los trabajadores lograrían
mejores salarios y niveles de vida.
Las
experiencias del siglo pasado demuestran que en los países donde hubo gobiernos
que se decían de los trabajadores, se expropiaron empresas privadas, se
impusieron impuestos confiscatorios o el gobierno se convirtió en el principal o
único capitalista, fue donde más aumentó el desempleo y disminuyeron los
salarios reales.
Actualmente
está claro para cualquier estudioso de las ciencias sociales, que no esté
deformado por fanatismos ideológicos o políticos, que ni los sindicatos ni las
legislaciones laborales proteccionistas, aumentan en forma sostenida los niveles
de vida de la mayoría de los trabajadores. Lo más que logran es beneficiar a
unos pocos a costa del desempleo o menores sueldos de la
mayoría.
De
nada sirven legislaciones laborales altamente proteccionistas para los
trabajadores si no hay empleos. Y no hay empleos porque no hay inversión y no
hay inversión porque a los inversionistas los desincentivan los sindicatos y las
excesivas leyes laborales, como lo demuestran las experiencias del siglo
pasado.
En
México los grandes sindicatos, como el de maestros, Pemex, la CFE y el IMSS, no
han ayudado al desarrollo del país, son los causantes de enormes gastos,
corrupción y subsidios que directa o indirectamente pagan los demás
trabajadores.
Ya
es tiempo que enterremos mitos laborales que le han costado a México desempleo y
migración de trabajadores a EUA, aunque han favorecido a líderes y a una minoría
de sindicalizados privilegiados, que tienen altos salarios con poca
productividad y pensiones del doble o triple de la mayoría de los trabajadores
que sí producen.
Forum en Línea sigue gracias a ustedes:
http://www.forumenlinea.com/portal/index.php?option=com_content&view=article&id=46&Itemid=56
No hay comentarios:
Publicar un comentario