¿Una nueva revolución en Egipto?
Por: Pedro Díaz Arcia
¿A dónde va Egipto? ¡Sólo Alá lo sabe! Cómo
olvidar aquella dramática alocución del vicepresidente egipcio, Omar
Suleiman, dirigida al país en febrero de 2011: “En el nombre de Dios
misericordioso y compasivo, ciudadanos, durante estas muy difíciles
circunstancias que atraviesa Egipto, el presidente, Hosni Mubarak,
decidió abandonar su cargo de presidente de la república y encargó al
alto consejo de las Fuerzas Armadas administrar los asuntos del país.
Que Dios ayude a todos”.
El jefe del Ejército Abdel Fatah al
Sisi, al frente de un golpe de Estado que depuso a Mohamed Mansur,
primer presidente egipcio electo hace apenas un año, anunció este
miércoles en un complejo y contradictorio panorama que Adli Mansur,
presidente del Tribunal Constitucional Supremo, asumiría interinamente
la presidencia.
También informó que quedaba suspendida
la Constitución, y la formación de un Gobierno de Unidad Nacional de
carácter tecnocrático, en espera de la creación de una nueva Carta Magna
y la convocatoria a elecciones presidenciales.
Los riesgos de una profundización en el
proceso de islamización bajo el poder de los Hermanos Musulmanes, que
llevaron a Mursi al poder, eran evidentes. De inmediato, altos
dignatarios llamaron a prohibir todo cuanto se opusiera a la Sharia (Ley
Sagrada del Islam). Mientras que la cúpula del ejército no sólo
permanecía intacta, sino que bajo el manto del Consejo Supremo de las
Fuerzas Armadas se mantenía vigilante, en el presunto camino de respetar
la voluntad popular.
El Premio Nobel de la Paz (2005),
Mohamed El Baradei, quien respaldó la revuelta contra Mubarak, declaró
entonces que el país corría el peligro de una guerra civil, debido a que
el presidente Mursi no permitía un virtual espacio político a las
minorías cristianas y las fuerzas moderadas. El fundador del Partido de
la Constitución afirmó en aquella ocasión que la Asamblea Constituyente
era una asociación patética que amenazaba con regresar el país a “la más
oscura Edad Media”, al considerar que ni siquiera los faraones habían
tenido tanto poder como Mursi.
Baradei, ahora representante del
opositor Frente 30 del Junio, calificó la acción del ejército como un
“paso hacia la reconciliación nacional” ya que responde a las demandas
del pueblo egipcio y corrige la Revolución que derrocó a Mubarak.
Ante la acusación de que Mursi había
traicionado “el espíritu de la democracia” favoreciendo a sus
partidarios islamistas y desconociendo problemas tan graves como la
crítica situación económica, los opositores liberales y laicos, con una
fuerte presencia juvenil, se habrían fusionado para poner fin a su
mandato.
La historia se repite.
Las Fuerzas Armadas egipcias tomaron una
vez más las riendas del poder tras el trono para convertirse, como es
tradicional, en “garantes” del incierto destino del país. Pero el golpe
de Estado constituye un enorme riesgo y una bomba de tiempo para la
región.
¿Qué harán los ultraconservadores
salafistas y otros fundamentalistas islámicos que privilegian el recurso
a la “Guerra Santa”, cuando ante sus ojos le han birlado el poder en
Egipto?
Creo que las aguas no han tomado definitivamente su nivel.
Escribí en el artículo “Mursi: el nuevo
faraón de Egipto”, publicado en nuestro diario POR ESTO! el 27 de
noviembre de 2012, que “la luna de miel lamentablemente acabaría y que
el futuro se decidiría por la estructura de poder que se estableciera,
con capacidad para dar cabida a la pluralidad política existente en la
nación”.
Algunos dicen que este golpe de Estado es el símbolo de una nueva revolución para corregir el tiro.
Pero no es necesario descubrir la duda, para mí si algo es cierto hoy en Egipto…es la incertidumbre.
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