miércoles, 7 de agosto de 2013

Kokura y las nubes Publicado el 07/08/2013 por MUSULMANESPORLAPAZ

Kokura y las nubes

Hirosh

Los habitantes de la ciudad japonesa de Kokura tienen un pequeño cúmulo de nubes entre sus más adorados símbolos. Para entender por qué, antes tenemos que dirigirnos a la cercana ciudad de Hiroshima y situarnos a mitad de la década de 1940.
Nos llegan, como lejanos ecos en el tiempo, frases polvorientas extraídas  de informes, declaraciones, memorias y periódicos. Las he empaquetado aquí para que nos ayuden a comprender qué ocurrió aquel 6 de agosto de 1945 y sí, también, por qué los habitantes de Kokura sienten esa simpatía por las nubes.
- «Fue como si la tierra se hubiera abierto y dividido los cielos. Uno tenía la sensación de gozar del privilegio de contemplar el nacimiento del mundo, estar presente en el instante de la creación, cuando Dios dijo: ‘Hágase la luz’».
(Reportero de The New York Times al presenciar la explosión experimental de la primera bomba atómica en Alamogordo, Nuevo México, en Julio de 1945)
- «Oppie, ahora somos todos unos hijos de perra»
(Asistente personal de Robert J. Oppenheimer, director del equipo científico que diseñó el Proyecto Manhattan, creador de la bomba atómica, al contemplar los efectos de esa explosión experimental de Alamogordo)
- “Tibbets ordenó que pintaran el nombre de su madre, Enola Gay, sobre el fuselaje. Irrumpí en el despacho de Tibbets y le pregunté a qué demonios jugaba. Era mi avión y debería ser yo quien escogiera el nombre. Tibbets parecía avergonzado»
(De las memorias de Robert Lewis, copiloto del Enola Gay, dirigiéndose al piloto del avión, Paul Tibbets. Nótese cómo ambos aviadores se disputan el honor de ponerle el nombre de su madre a un avión que está destinado a acabar con la vida de varios centenares de miles de personas)
- «08.14.El coronel nos ordena que nos coloquemos las gafas especiales Polaroid contra el fogonazo». «08.15, las compuertas del compartimento de bombas del Enola Gay se abren y Little Boy se libera del anclaje». «08.16. A los 43 segundos del lanzamiento y tras casi seis millas de caída, la bomba detona sobre Hiroshima».
(Cuaderno de vuelo del Enola Gay)
- ” «un punto de luz purpúrea se expande hasta convertirse en una enorme y cegadora bola de fuego. La temperatura del núcleo es de 50 millones de grados. A bordo del avión, nadie dice nada. Casi podía saborear el fulgor de la explosión, tenía el sabor del plomo». «La cabina de vuelo se iluminó con una extraña luz. Era como asomarse al infierno. A continuación llegó la onda de choque, una masa de aire tan comprimida que parecía sólido». «Cuando la onda de choque alcanzó el avión, Tibbets y yo nos aferramos a los mandos. El hongo alcanza una milla de altura y su base es un caldero burbujeante, un hervidero de llamas. La ciudad debe de estar debajo de eso. Dios mío, ¿Qué hemos hecho?»
(Cuaderno de vuelo del Enola Gay. Años más tarde, Lewis confesaría en sus memorias que jamás pronunció la conocida frase “Dios mío, ¿Qué hemos hecho?” sino que lo que en realidad dijo fue “¡Wau! ¡Menudo pepinazo!” pero fue obligado por Tibbets a borrar esa última frase y a cambiarla por la otra cuando tomaron tierra)

Ese inmenso, terrible, hongo blanco, se convierte en el logotipo de cincuenta y cinco empresas de Nueva York y del concurso de Miss Bomba Atómica, en Las Vegas.
- “La bomba ha tenido extraños efectos. Incluso quienes sufren pequeñas quemaduras y parecen al principio perfectamente sanos, se debilitan al cabo de unos días por alguna razón desconocida»
( Director Agencia Domei)
- “Expresé mi convicción de que Japón ya estaba derrotado y que lanzar la bomba era un acto totalmente innecesario
(General Eisenhower. No obstante, aún hoy día se justifica y enseña en los colegios de EEUU que el lanzamiento de la bomba sobre Hiroshima era imprescindible para ganar la contienda y evitar así la muerte de soldados norteamericanos)
- “La bomba sólo fue otro trabajo más. Hemos hecho de este mundo un lugar más seguro. Desearía ser recordado como el hombre que contribuyó a hacerlo posible».
(Robert Lewis, copiloto del Enola Gay)
Tenemos el monopolio de este tipo de armas de destrucción masiva, y no nos tiembla la mano para usarlo contra la población civil
(Harry S. Truman, Presidente de los Estados Unidos de América que dio la orden de atacar Hiroshima)
Dense prisa en su trabajo
(J. Stalin instruyendo a Molotov para que Igor Kurchatov, el hombre clave del proyecto atómico soviético, se apresure en conseguir su propia bomba atómica. Los soviéticos la tendrían cuatro años más tarde)
«Si la energía de un millar de soles / Brillase al unísono en el cielo / Sería como el esplendor de la Creación / Me he convertido en la Muerte / El destructor de mundos».
Pasaje del Bhagavad Gita que dejó escrito, junto a su dimisión, Robert J. Oppenheimer, hasta entonces director científico del programa nuclear norteamericano, cuando abandonó su cargo dos meses después del ataque a Hiroshima, para convertirse en uno de los más feroces opositores al uso bélico de la energía atómica.
Oppenheimer dijo al presidente Harry Truman:
—Siento que mis manos están manchadas de sangre.
Y el presidente Truman dijo a su secretario de Estado, Dean Acheson:
—Nunca más quiero ver a este hijo de puta en mi oficina.

(Galeano: Espejos, pag. 283)
Tres días más tarde de la matanza de Hiroshima, otro bombardero B-29 sobrevuela Japón; esta vez van a probar con plutonio, en vez de con uranio y en una carga superior. La ciudad elegida: Kokura. Pero la población candidata al extermino aparece cubierta por un techo de nubes y tras dar varias vueltas, ante la falta de combustible, el avión pone rumbo a otra ciudad: Nagasaki.

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