Las gratificaciones de la lectura del Corán
18/09/2007 - Autor: Ayhan Tekines - Fuente: El sentido de la vida
«Aquel que recita los tres primeros versículos de la Sura al Kaf está a salvo de las maquinaciones de Satán»
Poder leer el Corán es la mayor recompensa que existe en este mundo. El hombre asciende al más alto rango de comunicación con Dios con la ayuda del Corán. Junto a esta gran recompensa, las virtudes y méritos de leer el Corán son únicos. El aprendizaje, la memorización, la recitación y actuar en base a lo que indica el Corán hacen que uno gane innumerables ventajas en este mundo. Gracias a que es un Libro de dikr, de oraciones y de contemplación, el Corán nos ayuda a conseguir recompensas y méritos sin par. No son sólo aquellos que leen el Corán los que se benefician de estas recompensas, sino también sus padres y otros miembros de la familia. Al igual que el dulce olor de la fruta hace felices a los que se encuentran a su alrededor, aquellos que leen el Corán guían a sus familias hacia la felicidad y las asocian a las recompensas que obtendrán por leerlo. Los amigos de Dios que más anhelan la felicidad en ambos mundos han hecho de la lectura del Corán una parte de sus vidas y consideran la enseñanza del mismo a sus hijos como su principal deber. En algunos hadices se narra que el Corán se aparecerá ante las personas en alguna forma espiritual el Día del Juicio Final. Algunos sabios han sugerido que tales declaraciones sugieren una personificación de las recompensas por leer el Corán.
Muchos hadices señalan que el Corán intercederá por las personas en el Día del Juicio. Uno de estos hadices nos habla acerca de la personificación del Corán y sus Suras en el Día del Juicio como sigue: «Allí viene el Corán y los que lo practicaron en el mundo. Las suras Al Baqara y Al Imran vienen al principio del Corán. Esas dos suras vendrán como dos doseles por la que luz emana en la intersección de ambos o como una bandada de pájaros con sus alas abiertas, y luchan por la salvación de los que leyeron y practicaron el Corán». (Tirmidi, Fadail al-Quran, 4). De este modo, debemos respetar el Corán. No debemos ser negligentes con respecto a su lectura diciéndonos que ya hemos rezado; no debemos ofenderlo de ninguna de las maneras.
La lectura del Corán purifica las almas de las personas; las cura y las salva de las enfermedades físicas y espirituales. Un hadiz dice: «El que recita los tres primeros versículos de la Sura Al Kahf está a salvo de las maquinaciones de Satán» (Tirmidi, Fadail al-Quran, 5). Este hadiz nos informa de que es posible alejarnos del mal que afecta a nuestras almas y mentes, un mal como el que procede de las maquinaciones de Satán, recitando la Sura Al Kahf.
El acto de leer el Corán no es sólo una oración que tiene divinos resultados. Se recomienda también que el Corán sea recitado con el fin de alejarnos del mal que podría afectarnos por la noche. Muchas personas sienten un malestar cuando se acuestan, debido a causas físicas o espirituales. Uno debe confiar en Dios y buscar refugio en la protección del Corán con el fin de asegurar la seguridad del corazón y alcanzar la paz interior. Un hadiz dice: «Si alguien recita los dos últimos versículos de la Sura Al Baqara por la noche, esto será suficiente para él». (Bujari, Fadail al-Quran, 27) Algunos otros hadices nos informan de que «los que recitan el Ayat al Kursi cuando se acuestan estarán protegidos por uno de los ángeles de Dios y el diablo no se atreverá a acercarse a ellos». (Bujari, Fadail al-Quran, 10).
Los versículos del Corán no están formados únicamente por frases que transmiten ideas. Dado que el Corán es la palabra de Dios, él tiene un poder milagroso que excede el de la mera contemplación o lectura. Esto viene descrito en uno de los versículos:
«Así hacemos descender gradualmente por medio de este Corán todo aquello que da salud (al espíritu) y es una misericordia para quienes creen, mientras que a los malhechores no hace sino aumentar su perdición». (17:82).
Como menciona el versículo, el Corán es un remedio para nuestras enfermedades físicas y espirituales. El Profeta recomienda que la Sura Al Fatiha sea recitada para los enfermos; él mismo recitó la Sura Al Falaq y An Nas cuando estaba enfermo. (Bujari, Fadail al-Quran, 9). Además, Aisha, la madre de los creyentes, relata que el Profeta recitaba las suras Al Ijlas, Al Falaq y An Nas cada noche cuando se acostaba y soplaba en sus manos y se frotaba las manos sobre el cuerpo (Bujari, Fadail al-Quran, 14).
Como podemos ver en los hadices, el Profeta nos dejó el Corán como su herencia más valiosa. Él ordena que nos unamos al mismo cuando la disensión se extienda, cuando la agitación y el caos se intensifiquen y cuando el desorden reine. Es nuestra responsabilidad, como prosélitos suyos, seguir este consejo y dichas órdenes. Si no queremos convertirnos en una vivienda en ruinas nosotros mismos o convertir nuestros hogares en nuestras propias tumbas, debemos adornar entonces nuestros hogares con la recitación del Corán, debemos susurrarlo en los oídos de nuestros niños pequeños y verter su amor en los corazones de nuestros hijos para que «el Islam sea la voz más fuerte en el futuro». Sería apropiado terminar esta discusión con una oración:
«Oh luz que descendió en La Meca y ascendió en Medina. No te ocultes; elimina el velo de tu radiante rostro para que los ojos cegados por los vicios puedan ver la belleza que hay en ti, y para que podamos ser atraídos de nuevo a tu luz».
Poder leer el Corán es la mayor recompensa que existe en este mundo. El hombre asciende al más alto rango de comunicación con Dios con la ayuda del Corán. Junto a esta gran recompensa, las virtudes y méritos de leer el Corán son únicos. El aprendizaje, la memorización, la recitación y actuar en base a lo que indica el Corán hacen que uno gane innumerables ventajas en este mundo. Gracias a que es un Libro de dikr, de oraciones y de contemplación, el Corán nos ayuda a conseguir recompensas y méritos sin par. No son sólo aquellos que leen el Corán los que se benefician de estas recompensas, sino también sus padres y otros miembros de la familia. Al igual que el dulce olor de la fruta hace felices a los que se encuentran a su alrededor, aquellos que leen el Corán guían a sus familias hacia la felicidad y las asocian a las recompensas que obtendrán por leerlo. Los amigos de Dios que más anhelan la felicidad en ambos mundos han hecho de la lectura del Corán una parte de sus vidas y consideran la enseñanza del mismo a sus hijos como su principal deber. En algunos hadices se narra que el Corán se aparecerá ante las personas en alguna forma espiritual el Día del Juicio Final. Algunos sabios han sugerido que tales declaraciones sugieren una personificación de las recompensas por leer el Corán.
Muchos hadices señalan que el Corán intercederá por las personas en el Día del Juicio. Uno de estos hadices nos habla acerca de la personificación del Corán y sus Suras en el Día del Juicio como sigue: «Allí viene el Corán y los que lo practicaron en el mundo. Las suras Al Baqara y Al Imran vienen al principio del Corán. Esas dos suras vendrán como dos doseles por la que luz emana en la intersección de ambos o como una bandada de pájaros con sus alas abiertas, y luchan por la salvación de los que leyeron y practicaron el Corán». (Tirmidi, Fadail al-Quran, 4). De este modo, debemos respetar el Corán. No debemos ser negligentes con respecto a su lectura diciéndonos que ya hemos rezado; no debemos ofenderlo de ninguna de las maneras.
La lectura del Corán purifica las almas de las personas; las cura y las salva de las enfermedades físicas y espirituales. Un hadiz dice: «El que recita los tres primeros versículos de la Sura Al Kahf está a salvo de las maquinaciones de Satán» (Tirmidi, Fadail al-Quran, 5). Este hadiz nos informa de que es posible alejarnos del mal que afecta a nuestras almas y mentes, un mal como el que procede de las maquinaciones de Satán, recitando la Sura Al Kahf.
El acto de leer el Corán no es sólo una oración que tiene divinos resultados. Se recomienda también que el Corán sea recitado con el fin de alejarnos del mal que podría afectarnos por la noche. Muchas personas sienten un malestar cuando se acuestan, debido a causas físicas o espirituales. Uno debe confiar en Dios y buscar refugio en la protección del Corán con el fin de asegurar la seguridad del corazón y alcanzar la paz interior. Un hadiz dice: «Si alguien recita los dos últimos versículos de la Sura Al Baqara por la noche, esto será suficiente para él». (Bujari, Fadail al-Quran, 27) Algunos otros hadices nos informan de que «los que recitan el Ayat al Kursi cuando se acuestan estarán protegidos por uno de los ángeles de Dios y el diablo no se atreverá a acercarse a ellos». (Bujari, Fadail al-Quran, 10).
Los versículos del Corán no están formados únicamente por frases que transmiten ideas. Dado que el Corán es la palabra de Dios, él tiene un poder milagroso que excede el de la mera contemplación o lectura. Esto viene descrito en uno de los versículos:
«Así hacemos descender gradualmente por medio de este Corán todo aquello que da salud (al espíritu) y es una misericordia para quienes creen, mientras que a los malhechores no hace sino aumentar su perdición». (17:82).
Como menciona el versículo, el Corán es un remedio para nuestras enfermedades físicas y espirituales. El Profeta recomienda que la Sura Al Fatiha sea recitada para los enfermos; él mismo recitó la Sura Al Falaq y An Nas cuando estaba enfermo. (Bujari, Fadail al-Quran, 9). Además, Aisha, la madre de los creyentes, relata que el Profeta recitaba las suras Al Ijlas, Al Falaq y An Nas cada noche cuando se acostaba y soplaba en sus manos y se frotaba las manos sobre el cuerpo (Bujari, Fadail al-Quran, 14).
Como podemos ver en los hadices, el Profeta nos dejó el Corán como su herencia más valiosa. Él ordena que nos unamos al mismo cuando la disensión se extienda, cuando la agitación y el caos se intensifiquen y cuando el desorden reine. Es nuestra responsabilidad, como prosélitos suyos, seguir este consejo y dichas órdenes. Si no queremos convertirnos en una vivienda en ruinas nosotros mismos o convertir nuestros hogares en nuestras propias tumbas, debemos adornar entonces nuestros hogares con la recitación del Corán, debemos susurrarlo en los oídos de nuestros niños pequeños y verter su amor en los corazones de nuestros hijos para que «el Islam sea la voz más fuerte en el futuro». Sería apropiado terminar esta discusión con una oración:
«Oh luz que descendió en La Meca y ascendió en Medina. No te ocultes; elimina el velo de tu radiante rostro para que los ojos cegados por los vicios puedan ver la belleza que hay en ti, y para que podamos ser atraídos de nuevo a tu luz».
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