Emergencia nacional; las tragedias, el olvido y el castigo
Ahí está Granier en el reclusorio Oriente y con el rechazo popular de quienes en algún momento hasta veladoras le ponían porque les dio hasta casas gratis. El efecto populista de las desgracias naturales no son eternas, son pasajeras.
Tres imágenes – mensajes han llamado la atención en estas horas de emergencia nacional:
Una, los promotores del “paro nacional” so pretexto de ir en apoyo de la CNTE, estudiantes, “periodistas”, políticos desempleados y ciberactivistas no reparan en llamar a megamanifestación para “recuperar” el Zócalo y echar atrás las reformas estructurales y, los más “radicales”, exigir la renuncia de Peña Nieto.
Luego de los sismos de 1985, los universitarios fueron fundamentales en el efecto del despertar de la “sociedad civil” que cambió radicalmente la vida política en el Distrito Federal. Nadie, entonces, hizo un mitin en medio de la tragedia de los capitalinos. ¿Tendrán consciencia de que estos mítines en lugar de generarles simpatías tendrán el rechazo del pueblo al que dicen defender?
Segunda, el llamado en un solo tuit de Andrés Manuel López Obrador para apoyar damnificados, pero con especial énfasis a apoyar a los “maestros” de la CNTE, cuando él sabe bien que en su mayoría son activistas ligados a Bejarano y a otros intereses, como Fernández Noroña, alguien que cada vez se comporta más como cooptado por el sistema.
En noviembre de 2007, AMLO quiso armar un mitin en Villahermosa siendo que estaba totalmente devastada. Obtuvo el rechazo popular, y el PRD Tabasco, encabezado por su hermano Pepín, perdió todo en la elección intermedia. ¿Sabrá que hay quienes están interesados en radicalizarlo y que el IFE le niegue el registro a MORENA, sobre todo porque quiere ser un movimiento antisistémico y no una institución política?
Tercera, el ridículo road show de los funcionarios de Peña Nieto, que tanto en medios nacionales como en redes sociales, andan promoviendo fotografías y videos en las que supuestamente “ayudan” a los damnificados y no pocos zalameros comunicadores elogiando la “capacidad de reacción” del presidente de la República.
Vuelvo a citar la inundación de Tabasco de 2007, porque Peña podría caer en los mismos errores del desdichado Andrés Granier:
a.— Quedarse atrapado en la inundación, en este caso, en la tragedia nacional para explicar todo: negar el fracaso de su gobierno señalando como culpable a la naturaleza; para justificar la inoperancia de sus colaboradores; para no entregar obras públicas de trascendencia y para realizar ajustes presupuestales sin lograr el crecimiento tan esperanzador. Por cierto, el lema del gobierno de Granier era “Trabajar para Transformar”, casi igual que el de Peña.
b.— Engolosinarse con los aduladores y zalameros que por estar en medio de la tragedia, cargando costales de arena, mojándose la ropa y los zapatos, abrazando a la gente pobre, piensan que esa popularidad será eterna y que la gente que ahora lo apoya lo endiosará para cuando pase su gobierno. Ahí está Granier en el reclusorio Oriente y con el rechazo popular de quienes en algún momento hasta veladoras le ponían porque les dio hasta casas gratis. El efecto populista de las desgracias naturales no son eternas, son pasajeras.
Finalmente, todos los actores que ahora se mueven en la emergencia nacional tratando de sacar provecho político, deben saber la máxima de los tabasqueños: “lo mejor de esto, es lo peor que se va a poner”.
Y es que este lunes, en Acapulco, se dio la primera alerta de lo que viene y que autoridades hasta ahora no se observa que estén preparados: la escasez de insumos a la población damnificada, que podría llevarlos de actos de rapiña a explosión social de inconformidad. ¿Dónde surgirá el siguiente campanazo? ¿En Oaxaca, Veracruz, Michoacán, Nuevo León, Tamaulipas, Chihuahua?
Las tareas de reconstrucción implican millonarios recursos, que al filo de una recesión económica, viene a ser la noticia peor para Luis Videgaray, pues no hay recursos que sobren. Eso sin contar que el desempleo aumentará al mismo tiempo que empresas y comercios habrán de declararse en quiebra. Se espera, por ello, una nueva oleada de migración y de desplazamiento población en varias regiones del país.
Los efectos sanitarios pegarán lo mismo a humanos que a la fauna y flora, con las consabidas epidemias, muertes y afectaciones a la generación de alimentos.
¿Estamos preparados para ello? ¿Están preparados los tres niveles de gobiernos para ello? ¿la clase política, los empresarios, los trabajadores y estudiantes, darán muestra de madurez o apostarán por echarle más chile al ojo y se impondrá la mezquindad de algunos líderes por encima del interés nacional?
Son preguntas y reflexiones que deben ponernos a todos a reflexionar, en esta que parece ser una de las mayores tragedias del país.
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