lunes, 30 de septiembre de 2013

Tambores de guerra

Tambores de guerra


Siria humilla a Occidente


30/09/2013 - Autor: Abu Bakr Gallego - Fuente: Webislam



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Siria

Han dejado de sonar los tambores de guerra. Pero lo que Obama está negociando no es la paz -algo sobre lo que él no tiene ningún poder decisorio, sino una honorable retirada; una honrosa salida del conflicto que los propios lobbies judíos americanos han promovido y orquestado desde hace 2 años y medio.

Los generales del Pentágono se divertían matando iraquís a distancia con joysticks, como si de un juego de ordenador se tratase; dirigían los drones a donde ellos querían, o lanzaban proyectiles a mil kilómetros de distancia. De la misma forma, los lobbies judíos americanos se están divirtiendo dirigiendo a través de Facebook a millones de árabes, a los que persuaden con sus eslóganes, con sus consignas, con sus falsos rumores, con su manipulada información de que deben organizarse y luchar, y de que deben matar y morir. Se trataba, simplemente, de un juego, de pasar el rato, de ver cómo uno a uno caían los presidentes que ellos mismos habían colocado en el poder. Y lo mismo ocurriría, sin ninguna duda, en Siria; aún podían divertirse unos meses más. Tenían sus candidatos para el nuevo gobierno, su Plan Marshall para Oriente Medio, para Oriente, para el mundo. Pero resultó que en Siria no había un jamelgo al que dirigir estirándole de las orejas, sino un león, un asad; y cuando esos judíos quisieron subirse sobre sus lomos y llevarle fuera del país a un forzado exilio, o a un vulgar linchamiento, recibieron un zarpazo en la cara y entendieron que el juego, esta vez, iba a traer graves consecuencias también para ellos. Obama, Europa, Occidente, sin darse un minuto a la reflexión -algo más que exigible a quienes se consideran los jueces del mundo, apostaron por los rebeldes, enfrentándose de forma inexplicable a un gobierno legítimo, reconocido por todos países del mundo, incluido Israel, y a un presidente que tenía la estima y la admiración de más de medio mundo. Obama, Europa, Occidente acreditaron con su palabra, con su sabiduría, con su rectitud a esos rebeldes como fuerzas del bien, de la justicia y de la libertad. No los conocían, no sabían quiénes eran, no podían decir a ciencia cierta cuántas facciones había en esta revolución fabricada por ellos, pero apostaron todo su prestigio y legitimidad al color verde de la nueva bandera. La ruleta comenzó a girar y la bola cayó en el rojo. Estaban convencidos, como los estaban los turcos y los árabes, de que era cuestión de semanas el que, con Siria en sus manos, todo Oriente Medio se fuera doblegando a su nuevo orden mundial. Después pensaron que quizás en el caso de Siria hiciera falta algo más de tiempo -unos meses, pongamos un año. El eje del bien, los jueces del mundo seguían armando a esos rebeldes de los que no tenían noticia alguna; pero el tiempo parecía burlarse de sus expectativas. Habían pasado 2 años y el gobierno sirio estaba cada vez más firmemente afianzado en el poder, controlando de forma magistral el conflicto y, para colmo de males, llegaban informaciones inquietantes sobre esos rebeldes. Se trataba de la misma gente que Occidente llevaba más de 10 años persiguiendo, gente a la que se había declarado terrorista, en muchos casos gente sin din, auténticos mercenarios al servicio de sus propios intereses. Se hablaba de robos, de violaciones, de secuestros, de chantajes… y Obama empezó a tener pesadillas por la noche; se le fue el apetito, y llamó a sus más íntimos colaboradores para que le explicasen qué demonios estaba pasando en aquel insignificante país que se había atrevido a enfrentarse impunemente al mundo. Sus asesores le dijeron que se trataba de una estrategia. A Obama le pareció que más bien se trataba de una evasiva y quizás por ello repitió la palabra de forma interrogativa. “¿Una estrategia?” –“Verás, presi”, le dijeron, “si la gente no tiene algo en qué entretenerse, algo fuerte, sangriento, se alela y le da por la espiritualidad. Incluso en ti hemos visto desde hace un tiempo esa mirada perdida que suele indicar que a lo mejor te estás preguntando quién eres y por qué estás en este mundo. Eso, según los nuevos baremos que circulan por los servicios secretos de aquí y de allá, le puede costar la vida al más pintado.” –“Entiendo”, replicó Obama mientras se enjuagaba el sudor con un pañuelo chino de bolsillo.

Los colaboradores continuaron explicando al presidente la situación, no sin denotar un cierto aburrimiento. –“Los chicos han prendido fuego al bosque y según parece ese era su trabajo; y ahora, según parece, el tuyo es apagarlo. Pero si quieres un consejo, y dado que nos pagan para asesorarte, te diremos que cojas tu Premio Nobel de la Paz y te vayas una temporada a Kenia, a visitar a tus parientes musulmanes, pues según algunos ideólogos americanos no es de bien nacidos renegar de la religión de los padres.”

Mientras los colaboradores abandonaban el despacho oval, Obama se sentó en su sillón giratorio con la misma pesantez con la que debían sentarse los reos de muerte en la silla eléctrica. Sonó el teléfono rojo que tenía en la parte derecha de la mesa rectangular, y cuando suena ese teléfono uno siempre recuerda el dicho “no news is good news”.

-Putin al habla.

-Qué casualidad -contestó Obama con la sangre fría de quien en su juventud ha tenido que matar a un leopardo como signo de haber alcanzado la madurez viril. ¡Qué casualidad! Contigo, precisamente, quería hablar.

-No encontrarás mejor momento, pues ya estamos hablando.

-Entonces, dime, qué te parece, que hagamos con Siria.

Putin dio un chasquido, que es lo que más nervioso pone a Obama.

-Eso se lo tendrás que preguntar al Presidente Bashar.

-¿Bromeas? -contestó Obama mientras se desataba el nudo de la corbata.

-Mira, colega -replicó Putin con cierto tono de triunfo; tienes más de 100 mil muertos sobre las espaldas, 5 millones de refugiados; media Siria destruida y un grupo de rebeldes que ya no engañan a nadie. Si esto es una broma, desde luego es una broma de muy mal gusto.

Obama recordó el adhan que desde niño solía oír en sueños. Estrujó el papel en el que el sello de la Academia sueca le acreditaba como Nobel de la Paz; estrujó los recuerdos todos traicionados de su juventud, de su pasado; y pensó que pasara lo que pasara él iba a quedar en este mundo solo ante la historia, sin más protector que su demagogia; y en el Otro, mudo, pues en el Más Allá de poco sirve la elocuencia cuando nuestras intenciones pasan delante de nosotros como fotogramas imborrables.

Tenía razón el Ministro de Asuntos Exteriores francés cuando en septiembre de 2012 en una entrevista televisiva declaró que si el gobierno sirio no caía en octubre, Europa iba a tener un serio problema que resolver. El problema que hoy, un año más tarde, tiene que resolver Occidente entero es el de explicar quién representa al eje del bien y quién representa al eje del mal; quién representa la rectitud y quién representa la fechoría. Occidente se ha puesto del lado del mal, del lado de los rebeldes, del lado de los asaltantes, y ha tratado de derrocar a quien desde el principio se ha posicionado con el bien, con la rectitud, con el honor y con la defensa de su país. ¿Quién, entonces, está capacitado para diseñar un nuevo orden mundial?

Siria es el modelo para ese nuevo orden mundial, y ese, señor Ministro, es el verdadero problema con el que se tendrá que enfrentar, un día u otro, Occidente.

Poco antes de que comenzara la crisis, vino a Sham un grupo de especialistas británicos con la intención de entrevistarse con el Ministro del Awqaf y con otros líderes de las diferentes comunidades religiosas que conviven en Siria. Querían saber cómo se había logrado la paz que reinaba entre los numerosos credos que llevaban siglos cohabitando en este bendito país. ¿Cómo era posible que siete patriarcados cristianos, musulmanes sunnis, ismaelitas, alawitas, drusos y un sinfín de otras denominaciones viviesen día a día en una admirable armonía? Había paz y sobre todo había normalidad, algo muy lejano del despótico concepto de tolerancia, pues quién puede arrogarse el derecho de tolerar a otro. Se trata de convivir en mutuo respeto, permitiendo que cada comunidad esté bajo su propia ley. Un musulmán puede en Siria casarse hasta con 4 mujeres pues la ley islámica se lo permite, pero no así un cristiano a quien su ley le obliga a la más estricta monogamia. ¿Cómo se puede hablar de tolerancia cuando se le impide al otro que viva bajo su ley, una ley que necesariamente derivará de su credo, de su visión religiosa? Este grupo de especialistas británicos quería saber cómo se había logrado esa paz, esa convivencia natural, esa mutua tolerancia que se manifestaba en toda la sociedad siria. En Europa la tolerancia está impuesta, está incrustada en las sociedades por la fuerza y por eso mismo no deja de haber crispación, conflictos, odios y envidias. Estos especialistas veían asombrados cómo 85 nacionalidades convivían y estudiaban en una misma institución académica. Se trataba, en realidad, de una armonía social, de un bienestar colectivo que se había mantenido interrumpidamente desde hacía más de mil años y que las esporádicas crisis que había sufrido se debían siempre a la intervención de elementos extraños a la propia sociedad siria, como fue la terrible y sangrienta invasión europea liderada por los cruzados. Pero, ¿acaso pueden los que pertenecen a unas naciones que llevan dos mil años invadiendo territorios a veces escandalosamente lejanos de los suyos, matando, saqueando, expoliando su historia, robando sus legados para luego construir con ellos extravagantes muesos… pueden éstos, por muy especialistas que sean, entender conceptos como el de paz, armonía social, convivencia, fraternidad? ¿Puede alguien de forma confiada meter su mano en un nido de víboras? A estos especialistas les gustaría hacer tabla rasa y empezar de nuevo su historia con tinta negra en vez de roja. Les gustaría borrar de sus páginas las sentencias de muerte que sus mayores firmaron contra las mentes más lúcidas de Europa; guillotinaron a reyes y a sabios, quemaron vivos a filósofos y a científicos, persiguieron cualquier matiz interpretativo de sus falseadas escrituras y sus hogueras no hacían sino alimentarse de más y más libros. Estos especialistas podrían aludir al hecho de que todos estos desmanes, todos estos crímenes pertenecían a un pasado sin duda dominado por la barbarie y por la ignorancia, que nada tiene que ver con el luminoso presente en el que viven las naciones europeas. Si eso es así, ¿cómo explicarán los británicos a los niños que hoy tienen 5 años la guerra de Afganistán, la guerra de Iraq, la guerra de Vietnam, la guerra de Corea… ¿Cómo les explicarán que Toni Blair fue expulsado de la jefatura de gobierno por mentiroso, por haber mentido al pueblo y por haber costado su mentira más de 3 millones de vidas?

Todos esos especialistas que vinieron a Sham o que se quedaron maquinando en sus respectivos países saben que no hay hoy en el mundo un solo político que pudiera resistir la crisis, el conflicto, la guerra interna y externa que está resistiendo Bashar al-Asad. Cayó el Presidente de Túnez, el Presidente de Libia, el Presidente de Yemen, el Presidente de Egipto, el Primer Ministro británico… pero el Presidente sirio se mantiene firme en su puesto; se mantiene firme en la razón, en la rectitud, en la defensa del derecho que todos los pueblos de la tierra tienen a gobernarse según sus propios criterios. El ejército está con él y también las fuerzas de seguridad. No han logrado comprarlas ni con su dinero ni con sus amenazas; ahora saben que están dispuestos a morir para proteger esta paz y esta armonía social que hace que Siria sea un oasis en el desierto actual de las naciones. ¿Qué presidente hoy puede levantarse y medirse en dignidad y en honor, en determinación y en lealtad con el Presidente Bashar? ¿Acaso no están hoy todas las naciones arrodilladas ante la banca judía, ante sus consorcios económicos, sus multinacionales, su tecnología bélica y alienante?

Estos especialistas se asombraban de la seguridad que imperaba en las calles de Damasco, una seguridad que no respondía a un despliegue policial sino a la educación, al poso civilizador que han dejado en la estructura celular de los sirios milenios de sabiduría profética.

Allah el Altísimo ha elegido la crisis de Sham, la crisis siria para trazar una clara línea divisoria entre los individuos y las naciones, una línea que separa a los que se han posicionado al lado de Siria, de su rectitud y de su determinación, de los que han optado por el bando de los rebeldes, apoyados por los lobbies judíos y los especialistas de las naciones que no han dejado un solo instante de invadir y arrasar al resto de los pueblos. Esta línea divisoria es tajante y lleva a dos destinos opuestos. Cada uno, pues, que elija su camino.

Abu Bakr Gallego,
Damasco, Siria,
14/Septiembre/2013

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