El cáncer de las colonias israelíes
02/07/2002 - Autor: Marwan Bishara - Fuente: www.rebelión.org
Mientras que el ejército israelí multiplica sus mortíferas incursiones en las ciudades "autónomas", las fuerzas de ocupación imponen nuevas medidas restrictivas a la circulación de bienes y personas: Cisjordania está dividida en ocho "cantones"; se necesitan permisos especiales para poder desplazarse entre ellos. Estas decisiones, que acentúan la asfixia económica, entierran los Acuerdos de Oslo. Sobre el terreno y violando todas las resoluciones internacionales, el cáncer de las colonias se extiende.
¿Por qué la paz es tan difícil de construir en Oriente Medio? Sin duda el mayor obstáculo es la existencia de colonias israelíes, razón de ser y motor de la ocupación. Treinta años de objeciones norteamericanas y europeas no han hecho nada al respecto. A pesar de ser ilegales, se han extendido minando cualquier intento de construcción de un Estado palestino. Y si siguen proliferando, acabarán por precipitar —¡y a qué precio!— el final del Israel que habían imaginado sus fundadores.
Durante estos últimos años la dinámica y la ideología de las colonias se han convertido en la piedra angular de la mentalidad israelí moderna. La política de colonización y sus actuales manifestaciones violentas han transcendido las decisiones étnicas y religiosas del país para constituir un nuevo "israelismo", fundado en un nuevo nacionalismo judío. Los colonos y sus aliados reproducen Israel a su imagen: una teocracia en perpetuo conflicto. Y cada día, bajo la dirección de Ariel Sharon y con el apoyo explícito de George W. Bush, esta evolución se convierte en una profecía autodestructiva.
Estos colonos de la nueva generación no tienen nada que ver con sus predecesores de antes de 1948 que fundaron el sionismo y construyeron el Estado sobre unas bases laicas, socialista y mayoritariamente europeas. Los de después de 1967 son fundamentalmente neoliberales, creyentes o conservadores a la Reagan. Por añadidura, contrariamente a los colonos de antaño, su ocupación está apadrinada por el Estado de Israel.
Para asegurar el éxito del nacionalismo "gran-israelí" como sus predecesores hicieron para el nacionalismo israelí, habrá que pasar por una nueva limpieza étnica, según los nuevos sionistas. En los labios de muchos miembros del gabinete de Sharon se lee ya el "transfert" de los palestinos.
Peor: el recién nombrado ministro, ex-general Efi Eitam, colono angustiado y jefe del Partido Nacional Religioso, ha calificado la idea de "transfert" de políticamente "atractiva", aunque no realista en ausencia de guerra. Según este antiguo laborista,"quedarían pocos árabes" en caso de conflicto generalizado. Y Eitam ha hecho un llamamiento a realizar ataques preventivos contra Irán e Iraq (1)...
El actual primer ministro israelí, por su parte, ha reconocido que de no existir las colonias, el ejército se habría ido hace mucho tiempo. Pero estás suponen una gran ventaja: permiten a los dirigentes israelíes convencer a sus conciudadanos de que "su ejército no es un ejército extranjero que ejerce su poder sobre una población extranjera". En 1977, cuando el ministro Sharon presidía el comité ministerial para las colonias, supervisó el establecimiento de nuevas colonias en Cisjordania y Gaza. Preveía instalar en ellas a dos millones de judíos. Un cuarto de siglo más tarde el primer ministro Sharon sigue siendo intransigente respecto al hecho de que Israel tiene el "derecho moral" de modificar la demografía de esos territorios. Desde su elección en enero de 2001, Sharon ha hecho construir treinta y cinco nuevos puestos avanzados de colonias (2).
En la segunda mitad de los setenta, durante la transición del gobierno laborista al del Likud, Sharon aparece como un dirigente capaz de realizar el sueño del "Gran Israel" que vaya más allá de las fronteras reconocidas internacionalmente. Animando a los israelíes a instalarse "por todas partes", Simon Peres confirmó a Sharon en sus esfuerzos por poner en marcha el programa del poderoso movimiento bipartidista (Likud/laboristas) favorable de la "tierra ampliada de Israel", del Jordán al Mediterráneo.
Veinticinco años después el número de colonos en los territorios ocupados ha pasado de 7.000 en 1977 a más de 200.000 en 2002 -más otros 20.000 en Jerusalén este- Sus 200 colonias ocupan el 1,7% del territorio de Cisjordania, pero controlan el 41,9% de éste (3). Parte de los colonos son peligrosos fanáticos armados que tienen la autorización del ejército israelí para matar. Año tras año los escuadrones de la muerte de los colonos abaten a civiles indefensos, realizan ataques terroristas selectivos, torturan y asesinan a numerosos palestinos. El pasado mes de mayo los servicios de la policía impidieron en el último momento un atentado contra civiles palestinos.
Tras los acuerdos de Oslo (1993) Israel ha triplicado el número de sus colonos, a los que ha unido entre sí por medio de una red carreteras de circunvalación y de zonas industriales que aseguran su dominio espacial de los territorios palestinos. Cuando Sharon era ministro de infraestructuras del gobierno de Netanyahu concentró los programas de inversión israelíes con ese fin. Los gobiernos de Rabin y de Barak no fueron menos activos. Durante el gobierno de Barak se produjo una auténtica proliferación de colonias, supervisada por Izthaz Levy, entones dirigente del Partido Nacional Religioso y ministro de las colonias (4). Cuando durante la cumbre de Camp David en julio de 2000 llegó el momento de poner fin a todo este caos, las negociaciones trastabillaron y acabaron abortando ante la insistencia israelí en conservar las colonias y el 9% de Cisjordania. Se pidió a los palestinos que firmaran un acuerdo final fundado en la promesa de un cuasi-Estado dividido en cuatro zonas separadas, rodeadas de bloques de colonias. En una palabra, el mantenimiento de estas últimas ha saboteado el intento de poner fin a la ocupación y ha comprometido los esfuerzos por la paz.
Tras el fracaso de la cumbre de Camp David y el estallido de la segunda Intifada el informe establecido por la comisión internacional dirigida por el senador norteamericano George Mitchell subrayó el hecho de que las colonias judías no podían ir parejas con el establecimiento de la paz. La comisión recomendó su congelación, presentada como condición del alto el fuego y de una reanudación de las negociaciones. Bien al contrario, el gabinete Sharon aprobó un presupuesto suplementario de 400 millones de dólares para las colonias.
"Enseñar a todos la imagen de Dios"
Actualmente, 7.000 colonos controlan el 30% de los 224 kilómetros cuadrados de la franja de Gaza. Ahora bien, ésta cuenta con un millón doscientos mil palestinos, la mayoría de ellos refugiados. Les resulta imposible circular sin pasar por colonias fortificadas que abrigan piscinas y campos de baloncesto en medio de un territorio arenosos y superpoblado donde el agua es rara y cada parcela es preciosa. Ahí han sido destruidas por Israel unas 400 casas palestinas durante el primer año de Intifada con el pretexto de proteger a las colonias vecinas.
Cuando el ejército pidió a Sharon que trasladara algunas colonias alejadas para reagruparlas con otras más próximas y mejor defendidas, el primer ministro se negó y juró que mientras él estuviera en el poder no desmantelaría ninguna. Nombró entonces a dos nuevos ministros del Partido Nacional Religioso, núcleo duro de los dirigentes de la colonización, y los destinó al gabinete de seguridad que supervisa los territorios ocupados.
La mejor manera de describir la geografía de las colonias es compararlas con un trozo de queso de Gruyère. Los agujeritos negros, vacíos y desconectados unos de otros, son los cantones palestinos, llamados autónomos, y las ricas partes amarillas que los rodean son las colonias judías.
En Palestina prevalecen don leyes: una para los colonos y otra para los palestinos. Los primeros pueden circular, construir y desarrollarse, mientras que los segundos están bloqueados en unos 200 cantones cercados. Los israelíes siguen expropiando cada vez más tierras y los palestinos cada vez poseen menos.
En estos últimos años, Israel ha multiplicado los acordonamientos de las zonas palestinas que se imponen de manera hermética, global o localmente, para facilitar los desplazamientos de los colonos. Según el FMI y el Banco Mundial, estos acordonamientos han causado más daño a la economía palestina y a la construcción nacional que cualquier otro factor. Sobre todo han hecho imposible la vida de los palestinos. Algunos amigos occidentales de Israel, como el editorialista Thomas Friedman, consideran que si la lógica de los colonias tuviera que ganar a Israel, éste se transformaría en un auténtico régimen de apartheid. El ex-fiscal general del Tribunal Supremo israelí, Michael Ben Yair, considera que a partir de ahora la lógica de los colonos integristas ya ha ganado y que Israel "ha establecido un régimen de apartheid en los territorios ocupados (5)".
Los colonos no comparten este punto de vista. Para el general retirado Eitam, estrella ascendente de la derecha religiosa, el "Gran Israel" es "el Estado de Dios: los judíos son el alma de este mundo; el pueblo judío tiene por misión revelar la imagen de Dios sobre la tierra". Además, él mismo se considera situado "en el lugar de Moisés y del rey David"; ahí donde "un mundo sin judíos es un mundo de robots, un mundo muerto; y el Estado de Israel es el Arca de Noé del futuro del mundo. Su tarea es enseñar a todos la imagen de Dios (6)".
Al filo de los años, tanto familias modestas como los nuevos emigrantes fueron incitados a instalarse en las colonias: se les ofrecieron casas baratas y ventajas financieras, a veces gracias al dinero procedente de la ayuda norteamericana. Cuanto más se transformaban en una pesadilla las promesas de una vida mejor, los colonos pragmáticos más se dotaban de una ideología cada vez más a la derecha. Y más de un 94% de ellos votó a Netanyahu y después a Sharon en las últimas elecciones.
Actualmente los integristas fanáticos dominan el consejo que reagrupa a los organismos de gestión de las colonias y ejercen una considerable influencia en las decisiones del gobierno. Diez de los ciento veinte diputados son colonos y todos forman parte de la coalición en el poder. Tres colonos ya han sido ministros del gobierno de Sharon y dos lo son actualmente, sin olvidar a numerosos responsables de las agencias gubernamentales. Aunque la comunidad internacional las considera "extraterritoriales", las colonias representan el foco ardiente del nacionalismo "gran- israelí". Al contrario de sus conciudadanos que desean un "Estado judío" reconocido internacionalmente en el interior de fronteras soberanas, estos nuevos fanáticos insisten en el hecho de que su patria es la "tierra de Israel" y no el "Estado de Israel": no aceptarán, por lo tanto, la existencia de otro Estado entre el Jordán y el Mediterráneo.
El poder de los colonos supera su influencia electoral. En los últimos ciento veinte años, a excepción de los efímeros gobiernos de Rabin y Barak, la influencia de los colonos religiosos no ha dejado de crecer para convertirse en el núcleo duro de las coaliciones dirigidas por el Likud. Con ello no sólo amenazan a Palestina y a la normalización de Israel, sino también a toda la región.
Porque los think tanks instalados en las colonias presentan teorías fundadas en la guerra, adaptadas tanto a los nuevos conceptos norteamericanos como la "guerra contra el terrorismo" y el "eje del Mal", como a los nuevos sistemas de misiles y a la peor propaganda sensacionalista producida por el Pentágono. Con el sueño de llevar a cabo guerras a la norteamericana, a los colonos no les preocupa mucho cohabitar con sus vecinos. Y con razón: creen que "Israel es la esperanza del mundo" y que "el salvajismo moral palestino está organizado para impedirnos serlo".
Paradójicamente la última ola de atentados suicidas palestinos les ha hecho el juego a los judíos. La idea, evidentemente errónea, de que los palestinos exigirían la retirada de Israel no sólo de los territorios ocupados sino la de todo Israel ha disminuido la presión ejercida sobre las colonias - percibidas hasta entonces como un obstáculo para la paz- y ha radicalizado a toda la sociedad israelí. La política de colonización contra viento y manera seguida en contra de todos los acuerdos firmados ha trazado una nueva geografía del conflicto. De suerte que millones de palestinos y israelíes viven en el miedo a causa de colonos ilegales que sumen a la región en una guerra colonial y comunitaria. Si Israel sigue adelante con su empresa al mismo ritmo que tras los acuerdos de Oslo, la cifra de colonos pronto llegará al millón. Entonces será imposible, sin proceder a una limpieza étnica, separar a los palestinos de Israel y de sus colonos.
Esta evolución no sólo comprometerá el futuro de Estado palestino sino también cualquier oportunidad de mantener el Estado hebreo a largo plazo dado que la ventaja demográfica judía sobre el territorio de la Palestina mandataria (Israel, Cisjordania y la franja de Gaza) no dejará de disminuir. En diez años los palestinos incluso llegarán a ser mayoría. Y esos millones de judíos y de árabes serán cada vez más inseparables.
Por el momento la lógica de Sharon y de sus colonos sigue alimentando un estado de conflicto permanente y de guerra en Palestina y en Oriente Medio. Si la comunidad internacional no interviene, la lógica de las colonias llevará al mismo bloqueo de la víspera de 1948: habrá que elegir entre un estado binacional y un nuevo intento de limpieza étnica. Pero esta vez, ésta última representaría para Israel un dramático error estratégico: pensemos en la suerte de Slobodan Milosevic...
Notas:
(1) Haaretz, Tel Aviv, 12 de abril de 2002.
(2)The New York Times, 27 de abril de 2002.
(3)Véase www.btselem.org, "Israel´s Settlements Policy in the West Bank", Tel Aviv, 13 de mayo de 2002.
(4) Como se sabe, la cuarta convención de Ginebra, firmada por Israel y EEUU, estipula que "el poder ocupante no deportará ni transferirá a parte alguna de su población civil hacia los territorios que ocupa".
(5) Haaretz, 3 de marzo de 2002.
(6) Haaretz, 28 de abril de 2002.
* Traducido para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
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