jueves, 21 de noviembre de 2013

El racismo anida en Europa

Islamofobia/Racismo

El racismo anida en Europa

18 noviembre 2013
La Repubblica Roma
Se trate de los comentarios mal intencionados contra una ministra francesa o su colega italiana, de gritos imitando a un simio dirigidos a los futbolistas, de la islamofobia o de la discriminación hacia los gitanos, las actitudes racistas se muestran cada vez más abiertamente. Ante ello, resulta necesario hacer un ejercicio de pedagogía, defiende el escritor Tahar Ben Jelloun.
El racismo es algo propio del hombre. Es mejor ser consciente de este hecho y actuar de modo que no progrese y se combata con la ley. Pero no basta con eso. Es necesario educar, demostrar sus mecanismos y lo absurdo de sus fundamentos, además de mantenerse alerta.
Últimamente, la sociedad francesa se percibe como un lugar de un racismo virulento, pero en el fondo no es más racista que otra. El rechazo al extranjero, al que es diferente, al que se considera como una amenaza para la seguridad, es un reflejo universal y afecta a todas las sociedades. En ciertos casos, el racismo puede centrarse en una comunidad, pero no quiere decir que no afecte a las demás. Dicho de otro modo, en el ejercicio del odio no existe discriminación. Todo el mundo puede ser víctima de él.

La crisis económica es un acelerador

Actualmente, en Europa asistimos a desviaciones graves, porque el racismo empieza con la palabra y luego puede continuar con los hornos crematorios. Tratar a [la ministra de Justicia francesa] Christiane Taubira de simio durante una manifestación contra el matrimonio homosexual a finales de octubre] es sólo el comienzo. Si no hacemos nada, del insulto se pasará fácilmente al castigo corporal, a la tortura (el caso del joven Ilan Halimi [en Francia]) y al asesinato. Por ello, es necesario recordar que no existe un racismo light ni descafeinado. Taubira tenía razón al lamentar que ninguna de las voces de los dirigentes políticos se pronunciara contra el racismo del que fue víctima. Otra ministra sufrió el mismo tratamiento, esta vez en Italia. Se trata de la ministra de Integración Cecile Kyenge, originaria del Congo (Kinshasa) que fue insultada por ciertos elegidos de la Liga Norte, conocidos por su apego al racismo. Algunos jugadores de fútbol de piel negra también han sido objeto de un profundo racismo. Cuando un jefe de Gobierno se permite hacer reír a su público acerca del “aspecto bronceado de Obama”, abre la veda y da la señal a los que no se atrevían a expresar su racismo, para que se dejen llevar y cultiven sus ideas nauseabundas.
La crisis económica no es una excusa, quizás sea un acelerador, un pretexto para refugiarse en la ignorancia, en el miedo y aferrarse a la comodidad mullida de los prejuicios.
España aún no ha saneado su relación con el Islam. A los inmigrantes procedentes del Magreb se les denomina “moros”
El hecho de que Europa haya perdido poco a poco su lugar destacado en el mundo, no sólo en el ámbito económico, sino también cultural, fomenta una acritud susceptible de convertirse en un desprecio por todo lo que sea diferente. España aún no ha saneado su relación con el Islam. A los inmigrantes procedentes del Magreb se les denomina “moros”, aunque el término sea peyorativo y recuerde al triste episodio de la inquisición. La crisis económica no ha mejorado la situación. Seguimos desconfiando del que sea más pobre, más extranjero que nosotros. Es lo que hace que el racismo sea la actitud fácil ante las dificultades de la vida. Hay que encontrar un culpable. Antes era el judío y ahora es el musulmán.

Banalización de prejuicios

Si bien es cierto que el racismo siempre ha existido, los políticos lo aprovechan para sacar partido de ello. Es más sencillo extender el odio hacia el extranjero que el respeto al que es diferente. El hombre tiende a dejarse llevar por los instintos más bajos, sobre todo cuando le debilitan situaciones que no ha sabido o no ha podido afrontar. El racismo es la pereza del pensamiento, por no decir el rechazo a pensar. Siempre habrá alguien que piense por nosotros y nos simplifique la lectura del programa del malestar.
Mientras la principal preocupación de los políticos sea asegurar su reelección, se producirán las formas más indignas de degradación
Hoy nos dicen que no todos los seguidores del Frente Nacional son racistas. Es posible. Pero todos los racistas tienen un lugar asegurado dentro de este partido, siempre que sean discretos con respecto a sus convicciones. Mientras la principal preocupación de los políticos sea asegurar su reelección, se producirán las formas más indignas de degradación. A esto hay que añadir la nueva imagen del Frente Nacional, que lo convierte en algo recomendable e incluso banal. El hecho de negarse a que le califiquen como “partido de extrema derecha” es un signo interesante para pasar de un estado a otro. Si fuera tan sólo una cuestión de palabras, podríamos admitir que el aspecto de extremista se ha sustituido por algo más profundo y más peligroso: la banalización de los prejuicios y la xenofobia.

Miedo e ignorancia

Para combatir las ideas de este partido, es necesario un derecho a responder de forma sistemática cada vez que uno de sus dirigentes proclama verdades falsas o propone un programa que no sólo no se puede aplicar, sino que puede arruinar nuestro país. Además de esta vigilancia de la que carecen cruelmente todos los partidos políticos contrarios, hace falta desarrollar una acción pedagógica en los colegios y realizar un trabajo en profundidad y a largo plazo. Es necesario que los niños sepan, mientras aún tengan la mente abierta, en qué se basa el racismo, su historia, sus estragos y su carácter inhumano. Es necesario decir y repetir que el miedo y la ignorancia son los dos pechos con los que se nutre a esta plaga, cuyo mecanismo es sencillo explicar mediante el saber y la inteligencia, el debate y el fin de sus tabús. Es necesario tratar todos los temas y no cerrar los ojos a las desviaciones de ciertas personas que desarrollan un racismo ante las estigmatizaciones de las que son víctimas.
El hecho de afirmar y de demostrar que las razas no existen no hará desaparecer el racismo, evidentemente, pero al menos es una verdad que sacudirá algunas certezas.
A menudo, cuando la exasperación llega a su nivel máximo, se multiplican los arrebatos racistas y pensamos que el racismo aumenta, cuando en realidad siempre ha estado ahí, agazapado en las mentes y listo para extenderse cuando se acentúa el malestar y la necesidad de arrogancia para sentirse vivo y sobre todo de considerarse superior a los demás.
La lucha contra el racismo debe ser diaria y aplicarse a todos los ámbitos. Porque el racismo no es una moda, sino un estado de la mente que forma parte de las debilidades del hombre, de sus errores y sus fracasos.

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