jueves, 26 de diciembre de 2013

La recitación terapéutica del Corán y de los nombres divinos

La recitación terapéutica del Corán y de los nombres divinos


La audición mística o samā


26/05/2013 - Autor: Jordi Delclos Casas - Fuente: ibnarabisociety



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Corán
Corán

El Corán (al-qur'ān), cuya raíz QR' significa ‘recitación’ de un texto, fue transmitido oralmente antes de ser escrito, y esto pone ya de relieve la preeminencia que según los pensadores musulmanes tiene la facultad de la audición por encima de todas las otras facultades, incluida la visión. Pero el hecho clave relacionado con la música que aquí nos concierne es que sólo la forma recitada, y por lo tanto sonora, del Corán es capaz de activar los significados en el oyente a un nivel más profundo que el simplemente intelectual. Es por ello que la recitación del texto acompaña casi siempre a su lectura. El mismo Corán señala en varias aleyas que se trata de una Recitación y que ésta implica un recuerdo: “No le hemos enseñado poesía ni es propio de él; no es sino un Recuerdo y una Recitación clara”; “¡Por el Corán que contiene el Recuerdo!”.
Así, esta enunciación sonora hace renacer en el hombre algo que había olvidado, y a su
vez tiene propiedades terapéuticas según también varias aleyas: “Y con el Corán
hacemos descender una cura y una misericordia para los creyentes”; “(el Corán) es dirección y curación para quienes creen”.
Esta recitación, asociada a una cierta cadencia musical de la voz, actúa pues de intermediaria entre los planos superiores y los inferiores del ser. Que este hecho
espiritual tiene también propiedades terapéuticas lo ejemplifica un episodio de los
primeros años de vida de Ibn flArabī, que Corbin relata con precisión: “Se manifiestan
ya en esta época las aptitudes visionarias de Ibn 'Arabī. Cae gravemente enfermo y la
fiebre le sume en un profundo letargo. Se le da por muerto, mientras él, en su universo
interior, se ve asediado por un grupo de personajes amenazadores de aspecto infernal.
Pero he aquí que surge un ser de belleza maravillosa, suavemente perfumado, que repele con fuerza invencible a las figuras demoníacas. <<¿Quién eres?>> le pregunta Ibn 'Arabī. <>. Su desdichado padre, angustiado junto a su lecho, recitaba en aquel momento esa sura (la 36 del Corán) que se salmodia especialmente para los agonizantes. Que la palabra proferida emita la energía suficiente para que la forma personal que le corresponde tome cuerpo en el mundo intermedio o sutil, no es en absoluto un hecho insólito para la fenomenología religiosa. Ésta fue una de las primeras ocasiones en que Ibn 'Arabī penetró en el 'ālam al-miťāl, el mundo de las imágenes reales y subsistentes, el mundus imaginalis al que ya antes nos hemos referido”.

La ciencia del sonido articulado, profundamente conectada con la idea misma de música, se pone de relieve también en la recitación de los nombres divinos, la cual
constituye una forma de ďikr, técnica fundamental del método sufí comentada
anteriormente. El ya citado músico sufí de la India Hazrat Inayat Khan, dice que los
sabios consideraron la ciencia del sonido como la más importante ciencia en cualquier
condición de la vida: a la hora de curar, de enseñar, de evolucionar, de conseguir
cualquier cosa en la vida. Sobre esta base se asienta la ciencia del ďikr, desarrollada por los sufíes. Ďikr no significa aquí una frase particular, sino una ciencia de la palabra. En la palabra hablada se activan las vibraciones más sutiles. Las vibraciones del aire no son nada; pero debido a que cada palabra lleva una respiración detrás, y la respiración posee vibraciones espirituales, la acción de la respiración funciona físicamente mientras la respiración misma es una corriente eléctrica. La respiración no es aire solamente, sino una corriente eléctrica, y por tanto una vibración interior. Mediante el poder del sonido o de la palabra se puede evolucionar espiritualmente y experimentar todos los diferentes estados de la perfección interior.
Efectivamente, que la articulación sonora es de vital importancia se refleja en el hecho de que cada nombre divino tiene la suya particular, conectada a su propio significado. Y por su repetición se puede activar por resonancia su significado e integrarlo. La recitación sonora actuaría así de puente entre el concepto puramente abstracto e intelectual del nombre y su asimilación práctica. Sahl al-Tustarī recuerda que aunque es Dios quien concede las gracias divinas, Él ha creado sin embargo los medios para que estas sean concedidas; así, los nombres divinos son también medios para que las cualidades específicas de cada uno de ellos sean concedidas: “Así como Dios ha creado la enfermedad, también ha creado el remedio que la cura. Asimismo, cada uno de Sus nombres tiene algo específico una cualidad particular por la cual se recurre a él cuando es aquello lo que se pide, de modo que por medio de ese nombre sea concedido”.
Esta modalidad de ďikr consistente en la repetición de los nombres divinos se prescribe en una aleya: “Dios posee los nombres más bellos. Empléalos, pues, para invocarle”. Y según un hadiz: “Dios tiene noventa y nueve nombres; quien los enumera entra en el Paraíso”. Esta enumeración o invocación ejerce así una función mediadora, similar a la del papel mediador de la música. Efectivamente, los nombres divinos provienen de la palabra de Dios (kalām Allāh), que como afirma al-Tustarī es subsistente por sí misma, a diferencia de las palabras del discurso humano común, el cual se establece por común acuerdo y es por tanto una convención. Así, las letras (ħurūf) que componen los nombres no son simples elementos del lenguaje ordinario sino el origen de las cosas, es decir, principios matriciales por medio de los cuales se origina el mundo. Se recordará aquí que el corazón se compara tradicionalmente a la luna, pues las distintas fases lunares transmiten la luz del sol a la tierra igual que el corazón transmite la luz espiritual al alma. El esoterismo islámico establece una correspondencia entre las 28 mansiones de la luna y las 28 letras o sonidos de la lengua sagrada. Según Ibn 'Arabī no son, como piensa la gente, las mansiones de la luna las que representan el modelo de las letras, sino que son los 28 sonidos los que determinan las mansiones lunares. Estos sonidos representan pues la expresión macrocósmica y humana de las determinaciones esenciales de la Espiración divina. Existe así una correspondencia entre el orden de las letras y el orden del ser. Y la enumeración de los nombres, que son combinaciones de estas letras, constituye el medio para integrar sus significados.

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