jueves, 2 de enero de 2014

Soy musulmana porque creo en Jesús

Soy musulmana porque creo en Jesús

Él nunca se presentó como hijo de Dios, ni como rey, ni como maestro… Cuando la gente le preguntaba ¿Eres tu el hijo de Dios, el rey de los creyentes?, él siempre respondía La gente lo dice

21/04/2011 - Autor: Nur Calvo Giménez - Fuente: Webislam
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Dua
Bismillah ar-Rahman ar-Rahim. En el nombre de Dios, es compasivo, el misericordioso.
En víspera de este día tan importante y simbólico del cristianismo, El Jueves Santo, no me gustaría si no compartir unas pequeñas y humildes palabras, que tienen ganas de salir fuera y viajar hacia todos aquellos que me estáis leyendo.
No son palabras de fobia hacia la semana santa, ni odio ni rencor… Si no más bien de reflexión.
A un año tan solo de mi vuelta al Islam, viviendo mi segunda semana santa fuera de una parafernalia que no está escrita en ningún libro sagrado, me reafirmo con mucha mas fuerza en el camino que he tomado.
¿Por qué tomé el Islam? Por mucho que sorprenda a muchos, lo tomé porque creía y creo en la palabra de Jesús, en su religión del amor, en lo que él nos reveló y anunció como mensajero de Dios.
Él nunca se presentó como hijo de Dios, ni como rey, ni como maestro… Cuando la gente le preguntaba “¿Eres tu el hijo de Dios, el rey de los creyentes?”, él siempre respondía “La gente lo dice”.
Con el paso de los años, con tantos “La gente lo dice”, siento gran pena de ver como las enseñanzas de Jesús originales se han ido desvirtuando hasta llegar a convertirse justo en lo contrario de lo que el predicó.
La gente de su tiempo nunca interpretó del todo sus palabras según lo que Él quería decir realmente. Como judío que era, no vino sino a confirmar la Torá y pedir a los otros judíos que fueran mejores creyentes, por las atrocidades que estaban cometiendo. Pese a que él siempre decía: “vengo a anunciar un Reino que no es de este mundo”, la mayoría de sus contemporáneos siempre vieron en él un nuevo líder político/religioso que pretendía una revolución social en contra de la injusticia, motivo por el que fue condenado a muerte.
Entró a Jerusalén alabado por la gente con ramas de olivo, montado en un burro y con las vestimentas viejas y rasgadas. Manera bastante esperpéntica de presentarse un “líder de masas”, fiel a la humildad que promulgaba con el ejemplo.
Dos mil años después… Vemos a un Jesús en la imaginería de semana santa, vestido con telas nobles, portado en carrozas de oro o plata, acompañado de una Virgen María, vestida de sus mejores galas, joyas, coronada, con hermosos palios de terciopelo bordados en hilo de los mejores metales nobles.
Y me pregunto yo que dónde está reflejado el ejemplo que Jesús vino a enseñarnos con su vivo ejemplo.
El Jueves Santo, día en que se conmemora “La última cena” con sus discípulos, y que se retrotrae a la ocasión en que Jesús cenó la Pascua con sus apóstoles o discípulos, siguiendo la tradición judía, ya que según ésta se debía de cenar un cordero puro del año y con la sangre de éste se debía rociar la puerta en señal de purificación, ya que si no se hacía así el ángel exterminador entraría a la casa y mataría al primogénito de esa familia (décima plaga), según lo relatado en el libro del Éxodo.
Él no compartió con sus discípulos un cordero, si no una simple hogaza de pan dura que dividió en partes iguales, con un poco de vino.
A medias de la cena y con humildad y amor, lavó los pies a cada uno de sus discípulos, entre los que se encontraba también Maria Magdalena, la única mujer discípulo suyo.
Esto queda así reflejado en el Evangelio:
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
-«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó:
-«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo:
-«No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó:
-«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo:
-«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo:
-«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo:
«No todos estáis limpios.»
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
-«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».
Cuando Jesús eligió a sus 12 apostoles o seguidores, les dijo
“Haced llegad a la gente que se amen los unos a los otros sin medida, y den de si mismos lo mejor, que Dios les recompensará no en ésta si no en la otra vida. Id y promulgar mi palabra, sin llevar nada más con vosotros que el ejemplo con que debéis predicar, ni ropas, ni comida. No os preocupéis por lo que va a entrar por vuestra boca, si no por lo que va a salir de ella”
María Magdalena admirada por sus palabras se acercó a Él y le dijo:
“Maestro, si yo fuera hombre, también seria seguidor tuyo”,
a lo que él le respondió
“Si crees en mi palabra, lo eres”.
Se supone que es la Iglesia y quienes la integran, los sucesores de Jesús en la tierra para continuar su labor, y que Dios me perdone por juzgar a nadie, pero que poco “predicar con el ejemplo” veo en estos tiempos que corren de aquellos que se dicen ser “seguidores de Jesús y sus enseñanzas”.
Jesús siempre estuvo con los pobres, no tuvo reparo en lavar los pies a sus discípulos, ni en partir una hogaza de pan duro en lugar de un cordero, ni en predicar con humildes ropas rotas y remendadas. Tampoco no hizo reparo en aceptar a una mujer como su discípulo, creyendo en la palabra de Dios transmitida por él y la de los anteriores profetas. Muhammad (saws) tampoco lo tuvo… de hecho sus esposas fueron discípulos con las mismas responsabilidades que si fueran hombres.
Si Jesús volviera a la Tierra, como afirman muchos cristianos que debe volver, creo que sentiría vergüenza de todo lo que se ha hecho después de su muerte en su nombre sin él haberlo transmitido y volvería a repetir sus últimas palabras antes de morir “Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
El Jueves Santo, es el día del “Amor Fraterno”, del amor a Dios/Allah sobre todas las cosas. Sabiendo que iba a morir y habiéndosele anunciado a Jesús el calvario que iba a pasar, Jesús se postró para orar con su frente en el suelo, de rodillas como un musulmán hace y le dijo a Dios “Dios mío tengo miedo, no me hagas beber de éste cáliz pero hágase en mí tu voluntad y no la mía”.
¿No es acaso ese el significado de Islam entre otros? ¿sumisión a la voluntad de Dios?
Hay un Evangelio conocido por el nombre de Evangelio de Barrabás, el cual la Iglesia prohibió en 492 DC (1.000 años justos antes de la Caída del Reino Nazarí de Granada, casualmente) por orden del Papa Gelasio en el que podemos leer:
(220:4) “Y esta simulación deberá continuar hasta el advenimiento de Muhammad, el Mensajero de Dios, quien cuando él deba venir, deberá revelar esta decepción a aquellos quienes creen en la Ley de Dios”.
También en el evangelio está recogido que Jesús dijo:
“¡Hijos de Israel! Yo soy el Mensajero de Dios para vosotros, para confirmar la Torá que antes de mí y para anunciar a un Mensajero que ha de venir después de mí cuyo nombre es Ahmad” Pero cuando fue a ellos con pruebas evidentes, dijeron: “Esto es pura magia” (61:6).
En los versículos 135-136 de la sura de La Vaca del Corán podemos leer:
“Y dicen: ¡Tenéis que ser judíos o cristianos! Di: Al contrario, (seguimos) la religión de Abraham que era hanif*, y no uno de los asociadores. (135) Decir: Creemos en Dios, en lo que se nos ha hecho descender, en lo que se hizo descender a Abraham, Ismael, Isaac, Jacob y a las Tribus, en lo que le fue dado a Moises y Jesús y en lo que le fue dado a los profetas procedente de su Señor. No hacemos distinciones entre ninguno de ellos y Le somos sumisos. (136)”
Es por todo esto que ahora soy musulmana. Porque creía y creo en la religión del Amor a Dios que Jesús (saws) promulgó, no en la que la Iglesia inventa y malinterpreta viviendo en la riqueza y opulencia, sin compartir con los pobres y vistiendo de oro y ropas nobles a tallas de madera que representan a Jesús o María, adorándolos en vez de queriéndolos como profeta y madre del profeta. Comportándose como aquellos judíos a los que Jesús vino a recordar la palabra de Dios revelada en la Torá.
Día a día, los conversos, tenemos que aguantar con el lastre de “¿Por qué te has cambiado al bando contrario?”.

Pues señores, aunque les suene contradictorio, soy musulmana porque creo en Jesús, y lo quiero pero no le adoro, creo en su palabra y en el profeta que él mismo anunció (Muhammad, saws), y lo quiero también sin adorarle, como a los anteriores profetas que los dos confirmaron, sin hacer distinciones y AMO y ADORO a Dios por encima de todas las cosas, pidiendo siempre su ayuda para que se haga en mi Su voluntad y no la mía.

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