Ciencia y metodología en el Corán
15/09/1999 - Autor: Ángel Luis Encinas Moral - Fuente: Verde Islam 11
Ya las primeras aleyas del sura La Vaca —Surat al-Baqqara— dejan
bien claro el carácter científico de la Revelación Divina expresada en el Corán
—Qur’an al Karim— y el carácter metodológico y orientativo de ésta en todos los
aspectos de la vida cotidiana del musulmán:
“Esta es la Escritura, exenta de dudas, como dirección par a los
temerosos de Dios, que creen en lo oculto, hacen la azalá y dan limosna de lo
que les hemos proveído, creen en lo que se te ha revelado a ti y antes de ti, y
están convencidos de la otra vida. Ésos son los dirigidos por su Señor y ésos
son los que prosperarán”.
(Corán: 2, 2-5)
Así, la búsqueda de ‘lo oculto’, es decir, de la Ciencia con mayúsculas,
requiere de la guía de Allah y del contacto permanente del científico con el
Creador para que Éste ilumine sus pasos en la búsqueda de la Verdad.
El hallazgo de ésta será el resultado de un intenso esfuerzo basado en la
aceptación de la Sabiduría Divina, revelada en el pasado por anteriores
profetas, y que encuentra su punto más elevado y definitivo en la Revelación
Divina transmitida al último de ellos, Muhammad ibn Abdullah, la Paz y la
Bendición de Dios sean siempre con Él.
Aquí el Qur’an al Karim ofrece un destacado lugar a la explicación
de cualquier duda que surja ante los ojos del ser humano que accede a su
lectura. En primer lugar es necesario aceptar lo expresado por los mensajeros de
Dios en todos y cada uno de los períodos históricos del Islam, pues éste es
siempre, desde los tiempos de Adán hasta la actualidad, la cadena de transmisión
de la norma de conducta individual, social y científica del ser humano, de
conformidad a su capacidad de comprensión y entendimiento en cada una de las
etapas de su desarrollo material y espiritual.
“Creemos en Dios y en lo que se nos ha revelado, en lo que se reveló a
Abraham, Ismael, Isaac, Jacob y las trivus, en lo que Moisés, Jesús y los
profetas recibieron de su Señor. No hacemos distinción entre ninguno de ellos y
nos sometemos a Él”
(Corán: 2, 269)
Asimismo, conviene traer a colación aquí el carácter del propio Qur’an
al Karim y la actitud que se debe tomar frente a él a la hora de
interpretar su contenido y ajustarse a su espíritu frente a aquellos que se
pierden erróneamente en esta singular y difícil tarea. En este sentido, es
preciso volver a recordar metodológicamente la necesidad de la conexión
permanente del creyente con Dios, pues Dios dirige a quien quiere y:
“Él es Quien te ha revelado la Escritura. Algunas de sus aleyas son
unívocas y constituyen la Escritura Matriz; otras son equívocas. Los de corazón
extraviado siguen las equívocas por espíritu de discordia y por ganas de dar la
interpretación de ello. Pero nadie sino Dios conoce la interpretación de ello.
Los arraigados en la Ciencia dicen: ‘Creemos en ello. Todo procede de nuestro
Señor’. Pero no se dejan amonestar sino los dotados de intelecto”.
(Corán: 3, 7)
Aquí es Allah quien alienta al musulmán a ser fiel al contenido y no al
continente de su Mensaje. Es decir, el musulmán a la hora de leer y estudiar el
Qur’an al Karim debe estar pendiente permanentemente de la captación
del Espíritu de la Voluntad Divina y no atenerse exclusivamente a la
interpretación de la combinación material de los signos del alifato.
También cabe deducir del párrafo anterior la existencia de un estado de
conocimiento implícito superior al que se adquiere con la simple lectura del
Libro Sagrado sin profundizar en los aspectos esotéricos existentes en el
Discurso Divino. De lo cual se puede extraer la conclusión de que el acceso a la
Ciencia de la mano de Allah es privilegio de aquellos que le entienden y se
entienden permanentemente con Él. Por ello, porque están dotados de
entendimiento, no temen la amonestación procedente de Allah.
No obstante, en mi opinión, lo más importante es no apartarse de la vía de
los agraciados por Allah, cuando el Todopoderoso es Quien nos ha guiado
llevándonos hasta ella. Por esta razón, el musulmán consciente y fervoroso le
pide al Omnisciente:
“¡Señor! ¡No hagas que nuestros corazones se desvíen, después de
habernos Tú dirigido! ¡Regálanos, de Tí, misericordia,! ¡Tú eres el
Munífico!”
(Corán: 3, 8)
Así, la actitud correcta del científico musulmán es reconocer que no hay
más Dios que Allah, que no se debe entrar en disputas sobre la Escritura tras
haber recibido la Ciencia Sagrada y que es preciso invitar a aceptar el Islam a
todos los que previamente han recibido al palabra de Dios, es decir, a judíos y
cristianos, y también a quienes no la hayan recibido, pues quien no crea
conscientemente recibirá el castigo divino.
Merece especial atención el estudio del Qur’an al Karim y la
elevación del espíritu del creyente en el curso de esta encomiable tarea para
entender que su solidez, coherencia y cohesión son debidos a que procede de
Allah.
Al mismo tiempo, es preciso cumplir paralelamente todos y cada uno de los
pilares del Islam para profundizar aún más en la Ciencia y obtener la recompensa
que Allah otorgará en el Día del Juicio Final a quienes han seguido sus pasos en
este mundo. Pues Allah es observante de que toda su Revelación se ha producido
con toda su Ciencia incluida y pedirá cuentas por ello, tanto a quienes le
siguen, como a quienes se apartan de su camino.
El Profeta Muhammad, la Paz y la Bendición de Allah sean siempre con él, ha
transmitido la Revelación Divina con el fin de aclarar los errores que se habían
producido en la interpretación de las Sagradas Escrituras anteriores al
Qur’an al Karim. De ahí que éste sea el último halo de la Luz Divina y
un texto claro mediante el cual Dios guía a aquellos seres humanos que anhelan
cumplir Su Voluntad sometiéndose a ella. Lo cual hace que el Munífico les saque
de la tenebrosidad a la Luz que ilumina el camino recto de la Ciencia y del
Conocimiento elevados, sendero que conduce a la salvación eterna del individuo
que está en posesión de ellos.
Todos los libros sagrados anteriores al Qur’an al Karim —el Sabeo,
la Toráh y el Evangelio— fueron Luz, Dirección y Guía para el Conocimiento, la
Ciencia y el temor de Allah y sirvieron para educar al ser humano en diferentes
etapas de su historia, teniendo siempre en cuenta el Sublime la capacidad de
asimilación y comprensión del primero.
Así pues, Muhammad ibn Abdullah, la Paz y la Bendición de Allah sean
siempre con él, no es sólamente un mensajero de Allah, sino el transmisor de la
última Buena Nueva, lo cual le convierte en el instructor y educador de la
humanidad más notable de todos los tiempos. Nadie mejor que él ha podido revelar
la Ciencia más pura existente, emanada de la Inteligencia y Magnanimidad del
Jabir, y confirmando las anteriores Revelaciones, ya que el poder de Allah
carece de límites y restricciones, pues sólamente Él lo puede todo. Y hemos de
estar siempre seguros de que procedemos de Él y a Él volveremos para dar cuentas
de todo cuanto hicimos en este mundo material.
La palabra de Allah es inmutable. Nada ni nadie la pueden cambiar. Incluso
la labor de tergiversación u ocultación de las Escrituras Sagradas realizada por
algunos ya ha sido descubierta y desenmascarados sus autores. Nada, pues, escapa
a la vista y los designios de Allah, el Omnisciente. Por eso, esta última
transmisión de la Revelación Divina, realizada por el Profeta Muhammad, la Paz y
la Bendición de Allah sean siempre con él, es la más valiosa de todas, puesto
que sitúa las Sagradas Escrituras anteriores en su justo término y concepto,
preservando el sentido correcto de la palabra de Allah. Su texto, el Sagrado
Corán, se mantiene inalterable desde los tiempos de su Revelación por el
arcángel Yibril y de su compilación definitiva por Uthmán.
Este es, sin duda, el mayor milagro de toda la cadena de la Revelación
Divina y de la historia de la humanidad: el que nadie pueda dudar de la
originalidad y de la veracidad de la Palabra de Allah al no haber podido ser
tergiversada ésta por el pensamiento y la acción humanos. Así pues, asistimos a
la mayor prueba de la Existencia y de la Omnipotencia de Allah. ¿Hasta cuando
los que se autodenominan ‘sabios’ van a permanecer ciegos en la ignorancia y la
confusión? Es verdad que:
“Allah abre al Islam el pecho de áquel a quien Él quiere dirigir. Y
estrecha y oprime el pecho de aquél a quien Él quiere extraviar, como si se
elevara en el aire”
(Corán: 6, 125)
Pero no es menos cierto que el ser humano tiene capacidad para buscar a
Allah mediante el estudio y la profundización de toda la amplia bibliografía
existente en todos los idiomas acerca del Islam, de la Sunnah y de la
Shariah. En este empeño es preciso mostrar voluntad mediante el
ejercicio práctico de la lectura y reflexión diarias, y el contacto con buenos
musulmanes de formación islámica sólida que sepan explicar y aclarar las dudas
que van surgiendo en el transcurso de la investigación.
Sobre todo es esencial tener paciencia y no apresurarse en el estudio, pues
la prisa es la peor consejera a la hora de alcanzar los arcanos de la Ciencia y
del Conocimiento divinos. Asimismo, el enfoque del estudio ha de hacerse con el
corazón limpio de todo tipo de prejuicio. Ello permitirá la objetividad deseable
en la realización de toda tarea de investigación. Sólamente así se logrará el
milagro de que Allah vaya abriendo el corazón del investigador a la adopción del
Islam como guía de conducta espiritual, moral y social en su devenir cotidiano
hacia la Morada Postrera frente a la vanidad de las cosas del mundo material que
conducen solamente al camino de la perdición y al extravío que conduce a las
puertas del tenebroso reino de Iblis.
Tal vez esta sea la razón por la que Allah llama a los musulmanes a
combatir dialécticamente a todos aquellos que han tergiversado las Sagradas
Escrituras y mantienen una actitud hipócrita hacia Él y hacia Su Mensaje.
Además, Allah reniega abiertamente de todos aquellos que han tomado como señores
a sus rabinos o clérigos en lugar de servirle a Él como al Único y Supremo
Señor.
Así pues, quienes se dejan guiar por los intereses materiales de sus
rabinos o clérigos se desvían de la recta vía de Allah y por ello recibirán un
doloroso castigo divino, sobre todo quienes atesoran joyas y metales preciosos
en lugar de gastarlo en la Sagrada Causa de Allah aliviando los sufrimientos de
los menesterosos y necesitados, pues ese metal se convertirá en líquido candente
con el fuego del infierno en el Último Día y será objeto de ‘disfrute’ para sus
poseedores terrenales. Por eso, Allah invita a los creyentes a luchar por Él y
su Sagrada Causa con todo cuanto posean y con su persona, pues es lo mejor que
puede hacer un buen musulmán sincero en este mundo: dar la vida por Allah y su
Sagrado Mensaje, pues Allah sabe reconocer a quienes Le temen de verdad. Así
pues:
“Los hipócritas y las hipócritas son todos uno. Ordenan lo que está mal
y prohiben lo que está bien. Cierran sus manos. Han olvidado a Allah y Él les ha
olvidado. Los hipócritas son los perversos.”
(Corán: 9, 64)
Por ello, Allah ordena el combate contra ellos y los kafirun
(incrédulos). Porque su perversidad es nefasta para los creyentes y porque jamás
han reconocido a los Enviados de Allah a pesar de la claridad de las pruebas
aportadas por ellos. Han sido ellos y no Allah quienes han sido injustos consigo
mismos. Allah se apiadará de quienes no se desvíen de su recta vía y cumplan sus
mandamientos, pues el éxito supremo de los creyentes será la Satisfacción y
Complacencia de Allah con ellos a causa de su recto proceder en este
mundo.
El intelectual musulmán no puede dudar en ningún momento de la veracidad
del discurso coránico por ser éste de origen divino, ni del propósito
aclaratorio y orientativo de Allah para con aquellos que creen en Él, pues, al
estar exento de dudas, su misión consiste en guiar a los creyentes frente a
aquellos que tergiversan lo expuesto por Allah en las diferentes etapas de Su
Revelación:
“Este Corán no puede haberlo inventado nadie fuera de Allah. No sólo
eso, sino que viene a confirmar los menajes anteriores y a explicar
detalladamente la Escritura, exenta de dudas, que procede del Señor del
universo.”
(Corán: 10, 37)
Por esta misma razón, el científico musulmán debe cumplir a rajatabla todo
cuanto Allah le ha revelado para tener una armonía espiritual interior que le
permita proyectar sus conocimientos a quienes desee hacer partícipe de ellos.
Asimismo, la paciencia es el arma de que deben dotarse el científico y el
investigador musulmanes.
“¡Sigue lo que se te ha revelado y ten paciencia hasta que Allah
decida!”
(Corán: 10, 109)
Así es y no puede ser de otro modo, ya que Allah nos advierte seriamente de
que por muy inteligente que pueda ser el ser humano no llegará jamás a alcanzar
el Absoluto Conocimiento ni la Ciencia del Omnisciente, ya que:
“Si los hombres y los genios se unieran para producir un Corán como
éste, no podrían conseguirlo, aunque se ayudaran mutuamente.”
(Corán: 17, 88)
Es preciso ser conscientes de que:
“Por encima de todo el que posee ciencia hay Uno Que todo lo
sabe.”
(Corán: 12, 76)
“El Conocedor de lo oculto y de lo patente, el Grande, el
Sublime.”
(Corán: 13, 9)
“Allah sabe mientras que vosotros no sabéis.”
(Corán: 16, 74)
Finalmente, los intelectuales musulmanes deben limitarse a investigar en la
especialidad que conocen, evitando en todo momento caer en la tentación de
dedicar su valioso tiempo a aquello que ignoran porque será perjudicial para
ellos y se les contará entre el número de los extraviados, pues dice el Sagrado
Corán:
“No vayas tras algo de lo que no tienes ningún
conocimiento.”
(Corán: 17, 36)
Asimismo, tienen que poner su corazón y su mente al servicio de Allah, pues
Allah es el más Sabio ya que:
“Lo abarca todo en Su ciencia.”
(Corán: 20, 98)
“Conoce su pasado y su futuro mientras que ellos no pueden abarcarlos
en su ciencia.”
(Corán: 20, 110)
“Él sabe tanto lo que decís abiertamente como lo que
ocultáis.”
(Corán: 21, 110)
Sólamente Allah otorga el Conocimiento y la Ciencia a quien Le place porque
esté complacido con él. El investigador musulmán debe rogar a Allah para que le
ayude en su trabajo científico diciendo:
“¡Señor! ¡Aumenta mi ciencia!”
(Corán: 20, 114)
Puesto que:
“Allah es la Luz de los cielos y de la tierra.”
(Corán: 24, 35)
“El buen fin está destinado a los que temen a Allah.”
(Corán: 20, 132)
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