viernes, 11 de abril de 2014

Jutba del maqam de la Revelación 2

Jutba del maqam de la Revelación 2


22/03/2002 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam



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Acantilado

La revelación que Allah hace llegar hasta nosotros a través de Sus profetas y salihin implica un proceso gradual de iluminación, de elevación desde la simple arcilla sonora hasta la conciencia que expresa de manera única y admirable la creación de Allah. Necesitamos la experiencia espiritual para que nuestras vidas tengan sentido. Necesitamos sentirnos vivos en este mundo, ver la luz en nuestros propios ojos y sentir la inmensa alegría del tawhid cuando nos alcanza la mirada del Amado.

La mirada del Amado nos acecha entre los velos que tratan en vano de ocultarLe, entre los ojos de los seres queridos, de las criaturas amadas que, por serlo, suscitan en nosotros la compasión y nos devuelven nuestra propia imagen unificada. En la sura Al Mulk, la Soberanía o el Señorío, (ayat 67- 3,4) nos dice el Qur’an:

"... no hallarás el menor fallo en la creación del Más Misericordioso. Mira de nuevo: ¿puedes ver alguna fisura?

Si, mira de nuevo, una y otra vez: y cada vez tu vista volverá a ti, deslumbrada y realmente vencida..."

Allah nos exhorta a mirar la creación, una y otra vez, para que nos demos cuenta de nuestra incapacidad de abarcarlo todo, para que sintamos la realidad que la está provocando en nosotros. Allah suscita en nosotros Su creación para hacernos conscientes de Él, adoradores de la Única Realidad. Allah es celoso y no consiente más existencia que la de aquellas criaturas que ya han muerto antes de morir. Él quiere procurarnos una revelación completa y para ello crea a Muhámmad y hace que su mensaje nos alcance.

La revelación completa y definitiva empuja a nuestra conciencia hasta su cima. Y eso sólo nos es posible en el maqam de Muhámmad, la paz sea sobre él. La Recitación nos alcanza y conocemos la vida del mensajero a través de los hadices recogidos por sus compañeros, que Allah esté complacido con ellos.

Allah es muy Compasivo. Él crea a Muhámmad para que podamos mirarnos en sus ojos y sentir el tayali. la posibilidad de la belleza y del bien reales. Es un señorío lo que Allah nos regala a través de Muhámmad, la paz sea con él, como culminación del proceso gradual de la creación, un proceso que tiene lugar en el interior de cada ser humano, según su grado de despertar a la luz real, desde que la recuerda hasta que la ve. Muhámmad es suscitado, provocado entre la humanidad como un ser necesario, como un ejemplo vivo de ser humano realizado, plenamente consciente de Allah.

La revelación que se produce en él, el tayali, viene a través del ángel, de Yibril, como nos dice el propio Qur’an, en el Sura 53, El despliegue (ayat 1-17):

"¡Considera este despliegue del mensaje de Allah, a medida que desciende! Vuestro paisano no se ha extraviado, ni se engaña, ni habla por capricho: eso que os transmite no es sino una inspiración divina con la que está siendo inspirado –algo que le imparte alguien sumamente poderoso: un ángel de incomparable poder, que en su momento se manifestó en su verdadera forma y naturaleza, apareciendo en lo más alto del horizonte, y luego se acercó y descendió, hasta que estuvo a una distancia de dos arcos o menos."

El mensaje coránico aparece como una revelación gradual que se va produciendo como un desenvolvimiento de arriba a abajo. "¡Considera este despliegue del mensaje de Allah, a medida que desciende." Este aya también ha sido traducido como: "Considera la estrella cuando declina". Según Muhámmad Asad, el término nachm —derivado del verbo nayama, "apareció", "se originó", o "se desarrolló"— sugiere el despliegue de algo que llega o aparece gradualmente, poco a poco. Este término se utilizó para designar a cada una de las partes del Qur’án (nuyum) que estaban siendo reveladas y, por tanto, al proceso gradual de su revelación, de su despliegue.

La revelación es una luz que cae derramándose en el pozo de nuestra tiniebla interior, de nuestra inconsciencia. Poco a poco, la luz va llenando el pozo hasta que, finalmente, como en el caso de Muhámmad, la paz sea con él, la luz se le derrama por los ojos. Porque el Qur’an es un latir, un desenvolvimiento que Allah provoca en el corazón de Muhámmad y, a través de él, en el corazón de todos los que llegan a oír su mensaje.

Este desanudamiento gradual es comparable al deshielo que produce el sol de la primavera. La condición del agua congelada es su fijeza, su incapacidad para discurrir y hacer rebrotar a la tierra muerta. El calor va fundiendo el hielo suavemente hasta que el agua comienza a discurrir, alimentando desde ese momento a todo lo que impregna. El agua de la revelación procede de un corazón que ha sido purificado mediante el hielo de la memoria, mediante una materia que en sus cristales refleja las órbitas de toda la creación.

Cuando la tierra seca se empapa de agua comprende la realidad porque está conociendo aquello que le falta para ser completa como ella. Comprender es sentir, integrar, empatizar, compasionarse. La tierra y el agua se necesitan mutuamente y ambas necesitan de la luz para reconocerse y encontrarse.

De la misma manera, nosotros necesitamos de la revelación para comprender, para hacernos capaces de la vida, para resucitar en la Realidad Única y así poder vivir como jalifas. El Qur’an sacude nuestras conciencias y nos revive al significado. La recitación nos provoca la conciencia de un discurrir que es como el agua vivificante. El mundo es sólo signo, sólo señal, sólo tayali.

El Qur’an nos va conduciendo, suave y gradualmente, al universo del sentido, que no es otro que la total vacuidad de las cosas y la conciencia de la creación.

El Qur’an nos hace ver y oír la creación de la mejor manera, de la única manera posible. Es nuestro intelecto, nuestro aql, el que se siente conmovido. Es nuestra comprensión la que se abre. La recitación ilumina los velos que tejen nuestra tiniebla, el shirk, y nos devuelve a la conciencia. La tierra seca siente el fluir del agua. La vida brotan en todos nuestros rincones. El retorno a la luz se hace posible una vez más, como un despliegue, como una apertura, una Fatha.

La recitación nos afecta porque Allah así lo quiere, para producirnos la conciencia, la vida del corazón, y para eso nos hace oir este Qur’an tan bien guardado, para que nuestros corazones se conmuevan, para poder latir así en los corazones de sus siervos amados.

Muhámmad, la paz sea con él, está siendo inspirado, la revelación le acontece, le sucede a través de un ángel de incomparable poder. Yibril es el ángel de la revelación, el guía luminoso que testifica la Luz que lo está creando, y que conduce a un ser humano que no se ha extraviado, ni se engaña a sí mismo ni habla por capricho. El maqam de Muhámmad es el del sometimiento a Allah sin condiciones, porque Muhámmad se abre a la revelación, expone todo su ser, todo su nafs, a los embates de la realidad, a la conciencia que está surgiendo en su interior. El profeta está aceptando un nacimiento continuo en la Realidad Única, en el maqam donde entre el Creador y Su criatura sólo está el ángel como shahid luminoso, como un guía de luz que testifica el nacimiento de la conciencia humana en la Realidad.

Shahid es, al mismo tiempo, un testigo ocular y alguien que está presente. La visión y la presencia son las condiciones del shahid. Yibril es el Shahid del Qur’an en el corazón de Muhámmad. El centro sutil que se corresponde con el Muhámmad de nuestro ser, es denominado por el sheij Semnani como "latifa haqqiya", y es el centro sutil de nuestra conciencia más elevada.

El Qur’an contenido en el corazón de Muhámmad, la paz sea con él, es el regalo que Allah nos hace en la etapa final del viaje de nuestros nafs. No sólo del viaje individual de cada uno, sino de la peregrinación de toda la humanidad hacia el santuario de la Realidad, el retorno de toda la creación a la conciencia.

Allah quiere realizar la humanidad, crearla de la mejor manera posible. Y no hay error en Su creación, no hay falta, nos repite. Y quiere, sobre todo, que nos demos cuenta, que escapemos de la inexistencia y vivamos por un momento en Él, por un tiempo.

"Si, mira de nuevo, una y otra vez: y cada vez tu vista volverá a ti, deslumbrada y realmente vencida..."

Por eso cuando oímos y vemos el Qur’an con los oídos y con los ojos del corazón, nos cerca la nostalgia, el ansia de retornar a la Fuente cuyo solo recuerdo calma todos nuestros deseos.

"Y entonces reveló Allah a Su siervo lo que tuvo a bien revelar.

No mintió el corazón del siervo en lo que vio: ¿vais vosotros, pues, a discutirle lo que vio?"

Allah revela lo que quiere. No lo revela todo porque ningún ser humano, ni siquiera los más grandes profetas, puede comprenderlo todo. La grandeza de Allah está por encima de cualquier cosa, de cualquier palabra. La Sabiduría Le pertenece porque Él es el Sabio, el Hakim que nos dice que el corazón no desmiente lo que ha visto.

El profeta, la paz sea con él, contempla la revelación con la mirada del corazón. No mintió en lo que vio. Lo vio y lo transmitió impecablemente, sin mentira, sin ocultación, sin añadir ni quitar ni enfatizar ni disminuir. "Yo soy el espejo de tu rostro", como dijo Ruzbehán de Shiraz.

Cada maqam, cada estado, tiene una luz que le es propia. El maqam de Muhámmad es la luna que nos recuerda la luz en la noche del mundo, el signo de los signos que nos procura la liberación completa, interior y exterior, la luz verde que nos recuerda la verdadera creación, la vida de la realidad. El Qur’an nos libra de nosotros mismos y del mundo y nos lleva hasta la tierra viva de la realidad.

Pedimos a Allah que nos haga comprender Su Qur’an y amar a Su Mensajero en la tierra de la realidad.

Que, más allá de cualquier conocimiento, nos alcance Su Sabiduría.

Que nos haga conscientes de Él como Rahmán, como Rahim y como Sus más bellos Nombres.

Amin.

2.

El profeta asumió plenamente el maqam de la revelación como shahid y como rasul, guiado por Yibril, por el tayali indudable que se le manifiesta en su verdadera forma y naturaleza. La visión de Yibril aniquiló en el corazón del profeta cualquier duda que pudiese albergar sobre la naturaleza real de lo que estaba experimentando. Yibril es el tayali más elevado, el shahid luminoso que abre y conduce a nuestra conciencia hasta sus límites.

Yibril es el ángel que nos anuncia la primavera, el nacimiento de la luz verde, el heraldo de la resurrección, y el Qur’an es un tayali que Allah nos hace ver y oír para que podamos saber algo acerca de la realidad. Muhámmad tiene una profunda visión interior que le arrebata la conciencia. Muhámmad vio lo que vio, nos dice Allah. ¿Quién podría poner en duda lo que vio? Sólo Allah y él lo saben.

Allah nos sitúa en el maqam de Muhámmad y continúa diciéndonos en el Qur’an:

"Y, ciertamente, lo vio otra vez junto al azufaifo del límite, cercano al jardín de la promesa, cuando velaba al azufaifo un velo de indescriptible esplendor...

Y no obstante, el ojo no se desvió, ni se excedió: vio, realmente, algunos de los más profundos símbolos de su Sustentador."

Muhámmad vuelve a sentir el gran tayali junto al azufaifo del límite, del confín más lejano, el sidrat al-muntaha en el puente de luz, en el barzaj donde se acaban las sombras y comienzan a refulgir las esmeraldas. El guía luminoso nos lleva hasta allí y nos señala el otro lado, el jardín prometido a los que ya se sienten en él. Durante su primera experiencia del gran tayali, el profeta, la paz sea con él, ve también las rafrat, unas colgaduras de color verde intenso que recubren el horizonte del cielo mientras ve a Yibril.

La luz verde es signo de la quietud y elevación del alma, de la vida del corazón, la expresión del alma sosegada que habita en el Jardín de la Realidad.

El sidrat al-muntaha, el loto del límite, es el centro sutil más elevado, y aparece en el Qur’án y en los hadices sobre el miray del profeta como símbolo de la sombra, del grato salam que reina en el jardín. Es el árbol de la creación de Allah cuya sombra es menos oscura, un árbol envuelto en un velo de indescriptible esplendor, una creación transluminosa que nos enseña que hay una misericordia en el velo, en el oscurecimiento y desvelamiento gradual de la luz, en el pálpito que necesita toda creación para tener lugar y tiempo en que vivir.

En el maqam más elevado y lejano sabemos que Allah ha establecido un límite a nuestro conocimiento. Ni siquiera el profeta puede ir más allá, y eso es lo que quiere Allah decirnos con Su Mensaje. Ni siquiera en el jardín prometido podremos llegar a comprender la realidad última, porque la totalidad de ese conocimiento pertenece a Allah y Él nos lo va desvelando poco a poco para que así podamos retornar a la vida. Ni siquiera Yibril puede cruzar más allá, porque como dice Ibn ‘Arabi, el mundo es la sombra de Allah. ¡Ash’hadu Allah illahha illah Allah!

El azufaifo del límite es el centro sutil que nos hace capaces de los más altos estados, visiones y experiencias, es latifa haqqiya, el Muhámmad de nuestro ser, el guía interior luminoso que nos conduce hasta el paraíso de la realidad. Es precisamente en el límite donde el profeta " ... vio, realmente, algunos de los más profundos símbolos de su Sustentador."

Por eso, el Qur’an no es un bloque de contenidos fijos e inamovibles, de datos científicos o históricos, sino el desencadenante de un proceso gradual de comprensión de la realidad en sus infinitos aspectos.

Por eso nuestro Qur’an está bien guardado porque es la realidad la que nos provoca la visión.

No seamos ingratos, como dice Shabistari, con la gracia de la Realidad, pues conocemos la realidad por la luz de la realidad, al Hamdulilah.

Que Allah nos haga llegar Su mensaje y que nuestros corazones está abiertos a comprender.

Que nuestras palabras no desmientan nunca a nuestros corazones.

Que Allah incremente nuestra conciencia de Él en medio de las más bellas visiones, antes de desaparecer en la muerte.

Amin.



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