viernes, 20 de junio de 2014

Jutba de la luz



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Jutba de la luz

La luz nos constituye pero es también un signo que nos ayuda a comprender

02/05/2002 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
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Iluminacion
Iluminacion
Bismillahi ar rahmani ar rahim
Assalamu aleikun:
Ni siquiera estamos seguros de que lo que vemos sea la luz. Abrimos los ojos y nos reconocemos en una visión, en una forma plena de movimiento y de color. Necesitamos esta visión para poder vivir en este mundo, para tratar de comprender, con la ayuda de Allah, aquello que se revela a nuestra mirada. Cada visión es un maqam donde nos detenemos para reconocernos y contemplar nuestro intinerario. Cada profeta vive en un tiempo y lugar que determinan su cualidad específica, su perfume, su maqam genuino. Cada uno de ellos vive un tayali, una manifestación única que nos llega mediante la revelación.
Sentimos cómo este mensaje luminoso hace mella en nuestro cuerpo sutil, cómo afectan a nuestras lataif las diferentes etapas de la revelación. Sentimos con más o menos claridad cómo esta revelación nos van modelando, al tiempo que vamos reconociéndonos en las maqamat y agotando las etapas mismas de nuestro viaje. Al borde de nuestro camino lineal encontramos una onda pura, una circularidad que no es sino luz palpitante que nos sugiere la cercanía de Allah, Su presencia, más cerca de nosotros que nuestra yugular, tan cerca que no tenemos distancia para verLe.
La luz nos constituye pero es también un signo que nos ayuda a comprender. La única luz que podemos contemplar es la luz de la revelación, la luz del Qur’án. Sin ella no podríamos contemplar la creación, no podríamos mirarnos, porque es la propia materia de los mundos. Una luz que es el eco de otra Luz que no podemos ver ni concebir, y que nos habla incesantemente desde la claridad que alumbra cada uno de nuestros días y de nuestros años. Allah así nos lo dice en el Qur’án:
"Pero ahora hemos hecho de este mensaje una luz con la que guiamos a quien queremos de Nuestros siervos."
Sura 42. As Shura. La consulta, aya 52.
Y en el Sura de la Luz, el Qur’an nos aclara:
"Allah es la Luz de los cielos y de la tierra. La parábola de Su luz es como un nicho que contiene una lámpara; la lámpara está encerrada en cristal, el cristal brilla como una estrella radiante: una lámpara que se enciende gracias a un árbol bendecido —un olivo que no es del oriente ni del occidente— cuyo aceite es tan brillante que casi alumbra por sí solo aunque no haya sido tocado por el fuego: ¡luz sobre luz!
Allah guía hacia Su luz a quien quiere ser guiado; y con tal fin Allah plantea parábolas a los hombres, pues sólo Allah tiene pleno conocimiento de todo."
(Sura 24, An Nur, aya 35)
Ya hemos visto con Musa, la paz sea con él, que la Verdadera Luz no puede ser vista ni descrita, sólo puede ser aludida en la metáfora, sugerida mediante un signo que nos hace ver. Ese signo de la luz, ese parpadeo brillante que roza la superficie de nuestro espejo, es el Qur’an generoso que nos vuelve hacia la Realidad mediante el sentido.
La luz del Qur’an está plena de realidad en la visión de Muhámmad, la paz sea con él, y es la misma visión de Adam cuando vivió en el Jardín, antes de ser traído a esta tierra donde nos encontramos. Allah creó el alma de Muhámmad antes que ninguna otra alma humana, antes incluso que la de Adam, la paz sea con ellos. Adam vivió en la tierra verde que Muhámmad divisó a lo lejos mientras hablaba con Yibril.
Esta Tierra Verde luminosa existe en el mundo imaginal, en el ‘alam al mithal, y es intemporal, trasciende las estaciones y los años. La Verdadera Luz no puede ser tocada por nosotros, porque entremedias hay un cristal, un velo, una barrera imaginal que no es sino la apariencia de las cosas. Y es apariencia porque ese velo sólo existe para nosotros, estos seres extraños que aceptamos el desafío de la conciencia, de la ámana. Allah, con Su Rahma, nos procura Sus Signos, Sus preguntas ¿Es acaso el vidrio una barrera que impida el paso de la luz? ¿Está prisionera la luz cuando vive encerrada dentro de una caja de vidrio? ¿No será que la luz quiere revelarnos Su secreto?
Sólo nos separa de la luz una materia ilusoria, una visión, una imaginación establecida por el lenguaje del claroscuro. Nuestras manos sienten la solidez del vidrio, su impenetrabilidad, y vemos la superficie del cristal reflejando las escenas del mundo, como en un espejo radiante. La luz encerrada en ese fanal es inaccesible a nuestras manos pero no lo es a nuestra visión. Allah nos sugiere que vemos la luz a través de la materia, que la propia materia que vemos y nuestros propios cuerpos son luz y que, a fin de cuentas, estamos siendo creados en la conciencia. Allah nos regala la luz en forma de metáfora, y así nos ofrece la posibilidad de comprender y compartir Sus más íntimos secretos.
En nuestros corazones arden encendidas las lámparas de nuestras conciencias mediante el aceite de un árbol bendito, un olivo, que no es de aquí o de allá, que no es el olivo que vemos, sino un árbol antiguo que crece dentro de nosotros. El aceite que alumbra nuestras almas es el fruto de ese árbol interior, que provee de energía a nuestras lataif, a nuestros centros sutiles. Su cualidad única provoca la disolución de nuestras maqamat, porque cualquier maqam se asienta en una sombra, en una irrealidad, y esta iluminación muhammadiana nos conduce hasta una mirada luminosa que nos hace vivir en lo real, más allá de las sombras.
Una mirada luminosa que ha comprendido que aquello que contempla es sólo una visión, una descripción de la realidad. Una mirada así es la de alguien que está aceptando su destino, alguien que se está librando de sí mismo, de sus estados y de sus maqamat. Sus lataif vibran armoniosamente sin resistencia. Nuestra energía ya no se detiene en un lugar sino que avanza sin resistencias, plena de belleza y de significado.
Esta es la luz que el Qurán mantiene viva en nuestros corazones, la misma que iluminó a los que constituyeron la comunidad de Medina, y tal vez por eso la tradición nos dice que las gentes de Medina no tienen maqam, porque Medina es Al Munawwara, la Iluminada y Radiante, una ciudad dulcificada por la mirada de quien albergó en su corazón la más grande de todas las luminarias. Muhámmad, la paz sea con él, es un centro radiante de claridad para todos los seres humanos de cualquier sitio.
Alhamdulilah. La Medina Al Munawwara es un reflejo en este mundo de aquella tierra verde que divisó el profeta, la paz sea con él, porque sus habitantes disfrutaron de la mirada que había contemplado aquella visión. Muhámmad, la paz sea con él, transmitió el mensaje con todo su ser. También con su mirada.
Quienes le miraron vieron la lámpara encendida tras el cristal de sus ojos negros. Algunos se iluminaron súbitamente; otros, atraídos por el brillo, cayeron como mariposas hipnotizadas, pero todos se conmovieron. Algunos optaron por explicar aquella luz en términos de locura o de invención interesada, pero Muhámmad sabía que lo que brotaba en su corazón era el propio tayali de la luz. Y Allah se lo confirma:
"Quieren apagar la luz de Allah con sus palabras: pero Allah no permitirá que esto ocurra, porque ha dispuesto que Su luz resplandezca plenamente, aún a despecho de quienes niegan la verdad."
Sura 9 At Tauba, aya 32.
Quienes se empeñan en vivir pegados a las sombras no pueden hacer nada para impedir la iluminación. Cuando recitamos el Qur’an, cuando recitamos la Fatiha un día y otro, despiertan nuestros centros luminosos, nuestras lataif, una en cada cielo, en cada estación, en cada aya, una latifa en cada nivel de nuestra conciencia, de nuestra comprensión. Cada aya de la Fatiha es una de nuestras maqamat. Y todas los maqamat nos conducen al jalifato, al pronunciamiento consciente y luminoso del bismillah, que es el tayali de la conciencia despierta. Nos asisten los profetas en nuestras lataif, pero todos los profetas y todas las lataif siguen a Muhámmad, la paz sea con él, porque él habita y anima el centro sutil que nos abre a la conciencia de lo real. Por eso los sufíes llaman a este centro sutil latifa haqqiya, el maqam de la verdad y de la realidad.
Los siete ayat de la Fatiha, las siete maqamat, se resumen en el bismillah, en el pronunciamiento de la conciencia clara. Y esta creación de los mundos se resume en la Ba, una media luna y una estrella, un espejo iluminado y un astro radiante, como dice el Qur’an:
"¿No veis cómo Allah ha creado siete cielos en perfecta armonía entre sí, y ha puesto en ellos la luna como una luz reflejada, y el sol como una lámpara radiante?"
Sura 71. Nuh, ayats 15, 16
Nos sentimos agradecidos a Allah porque nos ha hecho conocer una luz que nos conforta y nos ilumina. Porque ha creado esos siete cielos para nosotros y ha enviado un mensajero para cada una de estas estaciones. Y todos los mensajeros, todas las lataif, se sitúan detrás de nuestro Imam, detrás de Muhámmad, la paz y las bendiciones sean con él.
Allahumma: Te pedimos que nos hagas conscientes de lo que nos procuras y de lo que nos evitas.
Haznos conscientes de aquello que Tú nos estás procurando.
Haznos amar a Muhámmad con todo nuestro ser.
Haz que Muhámmad interceda siempre por nosotros.
Amin.
2.
La luz que nos hace ver aparece siempre en un reflejo, en una mirada, y por eso la luz de los que se someten a Allah es la luz de la mirada de Muhámmad, la paz sea con él. Muhámmad es la luna de nuestra humanidad, el espejo radiante que casi alumbra por sí solo aunque no haya sido tocado por el fuego. Él es la luna de nuestro cielo interior, el sello luminoso de nuestra vía que se expresa en nuestras miradas. La luz que seamos capaces de contener en esa mirada es lo único que tenemos. El Qur’án nos señala el sentido de esta luz cuando nos dice:
"Y hemos hecho de la noche y del día dos símbolos; y hemos extinguido luego el símbolo de la noche y en su lugar hemos puesto el símbolo luminoso del día, para que busquéis el favor de vuestro Sustentador y seáis conscientes del paso de los años y del ajuste de cuentas que ha de venir. ¡Pues hemos expuesto todas las cosas con la mayor claridad!
Y a cada ser humano le hemos atado al cuello su destino; y en el Día de la Resurrección le sacaremos un registro que encontrará abierto; y se le dirá: ‘¡Lee este registro tuyo! ¡Hoy te bastas tú mismo para ajustarte cuentas!’."
(Sura 17. Al Isra’. El viaje nocturno, ayat 12-14)
La noche y el día no son la luz y la oscuridad sino sus símbolos, las ayat que nos permiten comprender. La alternancia de luz y de sombra nos está expresando un ritmo, un pálpito, una expansión y un regreso. Este pálpito es una vibración que nos recorre por dentro y por fuera. Cada amanecer y cada atardecer nos recuerdan nuestra propia condición, el paso del tiempo, de los años, una experiencia del vacío que nos conduce hacia Allah, hacia la Única Realidad que existe y que se nos revela de todas las maneras posibles.
A cada uno de nosotros se nos da la posibilidad de conocer la luz y la sombra por medio de los signos de Allah, de dirigirnos hacia lo luminoso o hacia lo oscuro. Somos responsables porque somos conscientes de ello. De pronto, como Daud, comprendemos que los litigantes son esos polos de la existencia que construyen en nosotros el sentido de lo real apuntalando una visión determinada. Y nos daremos cuenta, insha Allah, de que somos probados en esta vida mediante esa contradicción, esa posibilidad de adherirnos a la luz o a las sombras.
Llevamos nuestro destino atado a nuestro cuello, no como un peso ajeno a nosotros, no como una carga, sino como expresión de la energía que nos va constituyendo en función de nuestras decisiones. No se trata tanto de nuestro destino biográfico sino de nuestro destino espiritual, que se va construyendo mediante nuestras decisiones conscientes.
Cuando aceptamos la ámana, cuando aceptamos ser conscientes de nosotros mismos y del mundo, cuando nos abrimos a la revelación y al sentido, Allah deja nuestro destino espiritual en nuestras propias manos. Eso quiere decir que no nos queda ya más remedio que asumir la responsabilidad de nuestros estados, de nuestras lataif y de nuestras maqamat, y que somos entonces la luz que somos capaces de albergar en nuestros corazones. Como dice el Qur’án:
"Y cada ser humano comparecerá con sus antiguos impulsos internos y su mente consciente, y se le dirá: ‘¡En verdad, has vivido desatento a esto, pero ahora te hemos quitado el velo, y hoy tu vista es penetrante!’."
(Sura 50, Qaf, ayat 21-22)
Nuestro verdadero destino es la conciencia de Allah, porque no podemos desembocar en otra conciencia que no sea la Suya. Masha Allah, porque Él es la Única Realidad. Desvelamos y alcanzamos nuestro destino acompañados de testigos: nos acompañan nuestros impulsos más primarios (sa’iq) aquellas fuerzas que nos empujaron hacia el olvido y la inconsciencia y también aquella parte de nosotros que es testigo consciente (shahid) y que es fruto de nuestro despertar espiritual. Cuando Allah aparta de nosotros el velo vemos el desenlace de nuestra Yihad, su forma luminosa o sombría. Y es Muhámmad, la paz sea con él, quien nos hacer ser testigos, quien nos procura una revelación definitiva.
Nur ara Nur, Luz sobre Luz que Allah mantiene ahora viva en nosotros mediante Su Qur’an, para extenderla ante nuestros ojos, para que nos asista:
"El Día en que veas a los creyentes y a las creyentes, con una luz que se extiende rápidamente delante de ellos y a su derecha, y a los que aguarda esta bienvenida: ‘¡Vuestra buena nueva en este Día: jardines por los que corren arroyos, en los que moraréis! ¡Este, precisamente, es el supremo triunfo!"
Ese Día los hipócritas y las hipócritas dirán a los que han llegado a creer: ‘¡Esperadnos, para que tomemos un rayo de luz de vuestra luz!’ Pero se les dirá: ‘¡Volveos atrás, y buscad vuestra propia luz!"
Sura 57. El Hierro, ayats 12, 13
En este momento, masha’ Allah, estamos despiertos en la Luz, la vemos extenderse ante nuestros ojos, desplegándose ante nuestras miradas. Alhamdulillah. Porque la luz que Allah extiende ante nosotros es una luz contenida en nuestra mirada, unan claridad que despliega el mundo y rompe nuestra visión en mil facetas, como un cristal tallado por Al Musawwir. Es una luz que brota de la mirada de quienes Le recuerdan. Es la claridad de quienes han conocido la luz y han mirado después al mundo. En esa mirada compasiva centellea la realidad y se constituye la luz sobre la luz y, cuando brota radiante, los hipócritas, ensombrecidos, buscan a los sometidos a Allah para que les miren, y buscan ansiosamente sus miradas, pero es en vano porque la luz que nos hace vivir nos brota desde dentro, y es radiante. Los munafiqún no entienden la metáfora porque no aceptan la misericordia que Allah ha depositado en sus corazones, porque no ven las señales, porque están velados para el Qur’an. De nada sirve la luz a quien no quiere ver, a quien se refugia en las sombras.
Tenemos la luz que somos capaces de albergar en nuestro interior y transmitir en nuestra mirada. No podemos ver con los ojos del otro, y menos aún ver con la luz del otro, así que hemos de limpiar paciente y humildemente nuestro cristal para que la luz de la realidad se refleje sin resistencias. Hemos de pulir nuestras lataif y ser conscientes de que la luz nos alcanza porque Allah así lo quiere. Alhamdulilah. Él quiere que el Qur’an brote vivo en nuestros corazones y para eso nos hace musulmanes, para eso mismo nos envía a Muhámmad, la paz sea con él, y para eso mismo nos dice:
"¡Oh vosotros que habéis llegado a creer! Volveos a Allah con arrepentimiento sincero: puede que vuestro Sustentador borre vuestras malas acciones, y os haga entrar en jardines por los que corren arroyos, el Día en el que Allah no avergonzará al Profeta ni a los que comparten su fe: su luz se extenderá delante de ellos, y a su derecha; y suplicarán: ‘¡Oh Sustentador nuestro! ¡Completa nuestra luz, y perdona nuestras faltas: ciertamente, Tú tienes poder para disponer cualquier cosa!’."
Sura 66. At Tahrim. La prohibición, aya 8.
En el momento de descorrer el velo Allah no nos avergüenza si somos conscientes de Él. Allah nos regala el jardín de la visión de Muhámmad, la paz sea con él, una conciencia unificada más allá de cualquier claroscuro, más allá de las sombras y de los velos. Así despiertan nuestras lataif y así vamos siendo conscientes de la Realidad, de esa Luz que trasciende todas las sombras, Alhamdulilah. Ese es el fin de nuestra Yihad, porque nos conduce de la mejor manera posible hacia nuestro destino seguro, porque ya estamos sometiéndonos a la realidad, al hecho de que habremos de morir a este mundo diverso y peregrinar hacia lo único desconocido. Esta sumisión nos ilumina, nos hace capaces de vivir como seres humanos despiertos y vigilantes, como habitantes de esa región de las dunas donde los habitantes del Jardín disfrutan a veces de la Presencia.
Allahumma. Extiende la luz de la Realidad delante de nosotros.
Procúranos una existencia verdadera, que Te sirva conscientemente a Ti y a Tu creación. Y haznos entrar en Tu Jardín con la gente de Muhámmad.
¡Oh Rabb! ¡Completa nuestra luz, y perdona nuestras faltas: ciertamente, Tú tienes poder para disponer cualquier cosa!
Amin.

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