jueves, 26 de junio de 2014

Los emigrantes ¿tienen derechos humanos? 

Todos los hombres tienen los mismos derechos humanos

21/07/2005 - Autor: José Luis Orella Unzué - Fuente: La Vanguardia
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Los emigrantes ¿tienen derechos humanos?
Los emigrantes ¿tienen derechos humanos?
Las serpientes de verano de este año están siendo verdaderamente mortíferas. Los atentados de Londres no son sino un pálido espejo de los continuos atentados de Iraq. Y como en cada verano se responde también en éste a las serpientes informativas con la canción del verano. Así han lanzado desde Escocia los ocho G el estribillo de la condenación de la deuda pública a una veintena de países africanos y americanos y Kofin Annan (resonando a Rodríguez Zapatero) nos ha llenado los oídos con los sones de la Alianza de Civilizaciones.
Pero ¿por qué nos vamos a preocupar de los pobres, ya que como se decía de los indios americanos tras el descubrimiento quizás no tienen alma? ¿quién les ha dado la palabra en el concierto mundial a estos pueblos subdesarrollados de África o antidemocráticos de Afganistán o Irak?
Estas reflexiones introductorias pueden servir de anzuelo para que personas desocupadas en este verano piensen en el ser humano que está al otro lado de la playa, a tiro de vuelo charter y a pocos kilómetros de nuestro lugar de veraneo.
Todos inconscientemente concluimos que la desigualdad existente a ojos vista entre nosotros altos, morenos, guapos, ricos y educados y los otros pobres y desarrapados no se reduce únicamente a los bienes materiales sino que además se extiende al nivel de los derechos. Nosotros los del primer mundo tenemos todos los derechos. ¿Y los otros?
Las desigualdades existentes entre los diferentes desarrollos biológicos humanos, sincrónica o diacrónicamente considerados, no empañan las reclamaciones de igualdad de derecho de todos los hombres que son y han sido.
Los derechos humanos no se conceden, ni se asignan, ni se declaran unos hombres por otros. Los derechos humanos no son doctrinas extrínsecas aprendidas en filosofías metafísicas ni en enseñanzas religiosas.
Todos los hombres tienen los mismos derechos humanos porque todos los hombres son capaces de una expresión lingüística, de una ética, una estética y una política, porque todos los hombres son fenómenos expresivos de las internas leyes de la materia. Por esto mismo ningún ser humano es ilegal, se encuentre donde se encuentre, ya que ningún estado ni pueblo tiene derecho de propiedad exclusivo en ningún territorio o patria.
Ni la ética, ni la estética, ni la justicia, ni el respeto se sustentan o justifican últimamente en la filosofía o en las opciones religiosas. Es necesario dar un paso más que consiste en la apreciación contractual del otro como Yo, porque el otro posee los mismos derechos humanos que Yo.
No es sólo importante el reconocimiento de la universalidad de los derechos humanos, de los derechos de los animales y de la naturaleza. Es también muy significativo el que manifestemos que esa universalidad no es concesión graciosa de los grupos de poder, sino que es el reconocimiento que todos los hombres y las sociedades que conforman, tienen por sí mismas estos derechos humanos. Porque los derechos humanos son manifestaciones fenomenológicas de la materia que se actualizan aquí y ahora en un lenguaje, en una ética, en una estética, en una política y sobre todo en la intersubjetividad contractual y en el amor.
No sabemos ni el cómo ni el por qué la materia al madurar llegó a florecer en un lenguaje, en una ética, en una política, en una estética. No sabemos cómo nacieron apreciaciones humanas de lo bello y lo ético, actuaciones de lo justo y lo político, ni cómo nos podemos preparar para acceder a lo místico. Pero de hecho la materia se hizo vida, la vida llegó a ser humana y los hombres son capaces de la ética, la estética y la mística. Así como todos los hombres llegan al lenguaje, a la ética y a la estética, sólo gradualmente se accede socialmente a la política e individualmente a la mística.
La mística es un nivel de desarrollo endógeno de las leyes de la materia al que llegan algunos hombres. Pero la mística aunque no esté ligada a religión alguna, no es ajena a las posibilidades que ofrecen las leyes endogénas de la propia materia. Y afirmar el arribo al nivel místico no es afirmar la trascendencia. La prueba de la existencia de Dios habría que estudiarla dentro de las leyes de la materia o energía eterna, sin que ahora la afirmación o negación de Dios condicione la existencia de los derechos humanos.
El reconocimiento universal de los derechos humanos no inmuniza al otro del ataque injusto por sorpresa ni blinda al propio sujeto de una ruptura del reconocimiento contractual. Se va a seguir dando el asesinato individual, el exterminio colectivo, la colonización, la deforestación, el maltrato de los animales y el mal uso de la naturaleza. Para una justicias social no basta con el reconocimiento del otro, hay que llegar al respeto, al diálogo contractual y al amor.
Pero en todos estos niveles de desarrollo material desde la vida, desde la naturaleza, desde el mundo animal o humano se establece una relación contractual de respeto, de diálogo y de amor. Respeto por la vida, diálogo con la naturaleza y amor con el ser humano.
Cada nivel de desarrollo material responde con su propio lenguaje, con sus propias formas estéticas, con sus normas de comportamiento, con sus instintos o sus proyectos. Todos los niveles del desarrollo material establecen entre sí su proyecto contractual. Pero esto no obsta a que algunos niveles de desarrollo material como nuestros pintores, arquitectos, artistas o políticos imiten a otros niveles de la naturaleza o de la vida animal en sus formas estéticas, en la organización de la sociedad o del hábitat, en los comportamientos sociales.
Toda comunidad o sociedad, o como dice Seyla Benhabib toda "membresía" que ha llegado a la expresión lingüística, a la organización política, al sentido de la justicia y de la belleza, al comportamiento ético, toda comunidad repetimos, sin que venga ninguna civilización colonizadora a decírselo, se ha declarado portadora de los derechos humanos.
La base de la convivencia entre los miembros de una comunidad o entre las civilizaciones se fundamenta en el reconocimiento de que existen floraciones políticas y éticas distintas y en el contrato de mutuo respeto de sus caracteres propios. Cada "membresía" se debe convencer que posee una lengua, una estética, una ética y una política que será respetada en la misma manera que se reconozca y respete las floraciones estéticas, lingüísticas, éticas y políticas de otras sociedades o comunidades. Es decir que debe darse un contrato de respeto mutuo de los derechos humanos.
Y donde hay respeto y contrato igualitario puede nacer el amor. Porque el amor y la mística son niveles de desarrollo material humano a los que no todos llegan.
Repitamos como primera conclusión final que los individuos y las sociedades han asumido que los derechos humanos se han extendido a todos los niveles del desarrollo de la materia (incluidos los derechos de los animales, del paisaje y de la naturaleza) y a todos los humanos desde el momento que se ha reconocido que el arribo al lenguaje, a la ética, a estética y a la política son las cartas credenciales con las que cada pueblo se presenta en el ágora de los derechos humanos.
Y en segundo lugar que la intersubjetividad es el punto crucial y neurálgico que demuestra la aceptación del respeto de los hombres y de las civilizaciones, aunque no se supere con ella la desigualdad ni la diferencia ni se intente con ella la absorción del interlocutor ni la identidad de referentes. Los derechos humanos no dependen ni de la voluntad magnánima del que no los avasalla, ni de la reflexión metafísica o religiosa, sino de la intersubjetividad contractual personal y social.
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