¿Vencerá la nueva doctrina de contrainsurgencia norteamericana a al-Qaeda? (DT) | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Sebestyén L. v. Gorka DT Nº 1/2008 (traducido del inglés) - 05/02/2008 |
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“Hacer la guerra contra insurgentes es sucio y lento,
Introduccióncomo comer sopa con un cuchillo” T.E. Lawrence En la primavera de 2006 más de un centenar de estrategas y altos mandos militares, muchos de los cuales cumplían en ese momento servicio en Afganistán e Irak –o lo harían pronto–, se reunieron en una base de operaciones especiales en Florida para analizar cómo iba la guerra hasta el momento. Durante la reunión, que duró cuatro días, se presentaron una gran variedad de ponencias en las cuales se planteó desde el uso de modelos matemáticos avanzados para trazar la red de al-Qaeda a la cuestión de recuperar tácticas de la Guerra Fría para hacer frente al nuevo enemigo; así como animadas sesiones de preguntas y respuestas.[1] Este autor fue invitado a dirigirse a los presentes en la reunión en la última jornada del simposio. Aunque esto es siempre arriesgado, dada la posibilidad de que otros participantes se te adelanten, me dio la oportunidad de observar y escuchar las ideas más avanzadas en estrategia actual, así como de obtener información desde los frentes de combate, antes de realizar mi aportación.[2] Lo que más me llamó la atención y que acabaría, además, por convertirse en la preocupación central de todo lo que allí se dijo, fue la constatación de que, a pesar de llevar ya casi cinco años de conflicto global, quienes están involucrados en el combate en sí y en la elaboración del pensamiento militar sobre la mejor manera de derrotar a al-Qaeda seguían debatiendo la naturaleza del enemigo. ¿Es al-Qaeda una organización? se preguntaban. ¿Es una red? ¿Qué es una red? ¿Es una ideología supranacional o un objetivo físicamente localizable? ¿Tiene un centro de gravedad? Los reunidos allí no habían decidido todavía las respuestas a estas preguntas. No obstante, mientras nosotros estábamos en Florida, grupos en Washington y a lo largo y ancho del imperio del Pentágono trabajaban en desarrollar y pulir sus propias respuestas a estas cuestiones. El asunto central de la reunión era la “insurgencia global”[3] y si este concepto se ajusta a la Guerra Global contra el Terrorismo (GWOT, por sus siglas en inglés). Mientras los congregados en Florida calibraban el supuesto de que una doctrina previamente existente pudiera aplicarse al conflicto global, otros académicos-militares destilaban las lecciones de la contrainsurgencia del siglo XX (COIN, por sus siglas en inglés) en preparación del nuevo super manual sobre contrainsurgencia del Pentágono. Al mismo tiempo que profesionales y teóricos no estábamos seguros de contra qué luchábamos, otros habían decidido por nosotros que EEUU está combatiendo una insurgencia y que la contrainsurgencia debe ser la herramienta a utilizar.[4] Pero, ¿cómo había pasado EEUU de la idea de una lucha contra el terrorismo religioso a la insurgencia y qué había ocurrido con la idea de que el conflicto era una guerra global? Cada uno de estos términos: guerra, insurgencia y terrorismo deberían describir fenómenos diferenciados, pero no hemos explicado adecuadamente cuál es la diferencia entre ellos, o cómo se ha transformado al-Qaeda de cada una de estas manifestaciones en la siguiente (si es que lo ha hecho). A algunos de nosotros no nos convenció de inmediato la idea de que la insurgencia fuese el modelo correcto para el tipo de enemigo al que nos enfrentamos, al menos fuera de los escenarios de operaciones bélicas de Afganistán e Irak. Lo que sigue a continuación es un debate sobre los méritos y las deficiencias de la nueva teoría de la contrainsurgencia, así como una valoración del concepto de que el enemigo al que nos enfrentamos está implicado en una insurgencia global. Déjà vu doctrinal Pocos días antes de Navidad, el día en que el Pentágono se despidió de Donald Rumsfeld, el Departamento de Defensa lanzó por fin su nuevo manual de campo sobre contrainsurgencia. En el primer mes después de su publicación, FM 3-24: Counterinsurgency, se bajó más de 1,5 millones de veces desde las páginas web del ejército y del cuerpo de marines. El manual fue comentado en sitios web salafistas e incluso se encontró posteriormente en campamentos talibán en Pakistán.[5] Este documento no confidencial se ha convertido desde su publicación en uno de los pilares de la política norteamericana en lo que se denominó la GWOT, pero que desde la Revisión Cuadrienal de Defensa se ha rebautizado como The Long War,[6] la “Guerra Larga”. En los dos años que ha llevado escribir el manual y desde su comienzo han proliferado los artículos especializados[7] de estrategas e historiadores, así como comentarios en los blogs de la red[8] realizados por quienes están realmente combatiendo en Irak y Afganistán. En estos artículos se debaten los meritos del manual y las distintas teorías y estudios existentes sobre la contrainsurgencia. El gobierno de EEUU creó incluso un sitio web dedicado a documentar y discutir la cuestión de la contrainsurgencia.[9] A pesar de este saludable debate en torno a la efectividad de la renovada doctrina respecto a los intereses de la seguridad de EEUU en el entorno estratégico posterior al 11 de septiembre, siguen en pie ciertas preguntas fundamentales, cuestiones que van más allá de cualquier documento individual o colección de tácticas relacionadas. Estas cuestiones son las siguientes:
¿Cuál es la amenaza? Como pusieron claramente de manifiesto los profesionales reunidos en Florida, a pesar de que han transcurrido seis años desde los acontecimientos del 11 de septiembre, sigue habiendo desacuerdo sobre contra quién o contra qué estamos luchando. Según el principal ideólogo neoconservador, Charles Krauthammer, cuyos escritos han tenido una enorme influencia en la política norteamericana desde los atentados del 11 de septiembre, la amenaza a la que nos enfrentamos es una amenaza “existencial”.[10] Al día siguiente de los ataques sobre el World Trade Center y el Pentágono, Krauthammer escribió: “Ya no tenemos que buscar un nombre para la era post Guerra Fría. A partir de ahora será conocida como la era del terrorismo. El terrorismo organizado ha demostrado lo que puede hacer: llevar a cabo la mayor masacre de un solo golpe en la historia de los Estados Unidos, colapsar la mayor potencia del mundo y hacer que sus dirigentes se escondan en refugios subterráneos. Todo ello sin tan siquiera recurrir a armas químicas, biológicas o nucleares de destrucción masiva”.[11]Sin embargo, en su respuesta oficial, después de quedar demostrado que el grupo que se encontraba detrás del ataque era de hecho al-Qaeda, la Casa Blanca no declaró la guerra sólo a al-Qaeda sino al terrorismo en general. El presidente Bush fue muy claro: “Nuestra guerra contra el terror comienza con al-Qaeda, pero no termina ahí”.[12] Dirigiéndose a una sesión conjunta del Congreso solo nueve días después de los atentados, añadió: “No terminará hasta que todos los grupos terroristas de alcance mundial hayan sido localizados, detenidos y derrotados”.[13] Así es como se acuñó la expresión Guerra Global contra el Terrorismo (Global War on Terrorism, GWOT). Sin embargo, la Administración norteamericana no ha sido consecuente en su uso de esta expresión. El presidente, por ejemplo, se ha referido a nuestro enemigo como yihadismo militante e islamofascismo, no sólo como al-Qaeda o terrorismo.[14] No obstante, con la invasión de Irak en 2003 y el consiguiente estallido de la violencia sectaria, hemos contemplado el desarrollo del concepto de al-Qaeda visto como una rebelión o insurgencia. No sólo eso sino que, teniendo en cuenta que la organización es capaz de llevar a cabo ataques en todo el mundo, ya sea en Londres, Madrid, Amman o Bali, la idea de que representa una insurgencia mundial ha comenzado a cuajar.[15] Incluso la enciclopedia online Wikipedia tiene una entrada con 12 apartados referida al concepto de Insurgencia Islámica Global. La entrada comienza con una referencia a la obra de David Kilcullen en la que se afirma: “La Insurgencia Global Islámica es una hipótesis que argumenta que varios grupos no estatales islamistas se dedican a hacer política utilizando métodos terroristas y operaciones informativas, estando interconectados por medio de vínculos sociales informales con acceso a modernas tecnologías de la información y con el respaldo de algunos Estados, ciertas organizaciones benéficas islámicas y/o individuos de gran poder económico; se describe mejor como una rebelión a escala mundial, contra el orden establecido”.[16]A juicio de los autores y editores de esta entrada, dentro de la insurgencia islámica global hay dos fuerzas impulsoras. Por un lado existe la insurgencia islámica de tipo chií “con base y apoyo de Irán” y la insurgencia islámica de tipo wahabí o sunní, esta última “liderada simbólicamente y a veces controlada directamente por la organización terrorista al-Qaeda”. Dado que la entrada no se refiere en absoluto a la historia de la contrainsurgencia o de su doctrina, tampoco encara la cuestión obvia que se desprende de esta definición de la insurgencia islámica global: si la insurgencia es, según la definición clásica, el uso de la violencia por un actor más pequeño que un Estado contra un gobierno dado y contra el statu quo, ¿cómo podemos entender el primer tipo de insurgencia global (chií) de forma diferente si en realidad está dirigida por el Estado-nación de Irán? La cuestión es aún más relevante si tenemos en cuenta el hecho de que el segundo tipo de insurgencia global wahabí está también, o al menos lo ha sido en el pasado, subvencionada y promovida por elementos pertenecientes a la elite dirigente de Arabia Saudí. En otras palabras: Si un Estado promueve la violencia contra otro Estado, ¿esta actividad se considera insurgencia? ¿Tiene sentido utilizar conceptos de contrainsurgencia cuando no solo es un Estado-nación el objetivo, sino que también lo es el instigador y quien apoya la violencia desde su origen? Pero pasemos del ámbito de Internet a fuentes más autorizadas. En 2007 la RAND Corporation, el primer centro de investigación moderno del mundo dedicado a temas de seguridad, lanzó una nueva serie de estudios sobre contrainsurgencia. Se han publicado ya cuatro estudios de esta serie. Uno de los trabajos trata, como se podía prever, de las lecciones aprendidas en campañas previas, otro de la cuestión poco analizada de la subversión dentro de la insurgencia y un tercero de las proto-insurgencias y del apoyo estatal a la insurgencia. El más relevante para nuestros intereses es el primer trabajo de la serie, titulado: Heads We Win – The Cognitive Side of Counterinsurgency (COIN), dado que presenta la amenaza actual como una insurgencia global y postula una contrainsurgencia igualmente global como respuesta.[17] De acuerdo con el informe –patrocinado por la Combating Terrorism Technology Task Force, creada solo ocho días después de los ataques del 9/11– somos testigos del “surgimiento y la persistencia de un nuevo tipo de insurgencia que combina objetivos utópicos, una intensa motivación, conexiones y movilidad globales, extrema violencia, y adaptación constante”. Para añadir: “el ejemplo más importante de esto (la insurgencia global) es la yihad islamista-suní-salafista,[18] cuyo objetivo es derrocar lo que sus adeptos ven como un orden de Estado-nación corrupto en su mundo musulmán, concebido por Occidente para dominar al islam”. El autor emplea también el término “insurgencias híbridas (globales-locales)” para describir la combinación de un grupo terrorista de alcance planetario con una conexión –al menos ideológica– con insurgencias de carácter local. Al evaluar la respuesta al desafío que representa esta nueva insurgencia mundial, el informe RAND es tajante: “La respuesta de Estados Unidos a este modelo de insurgencia ha puesto el acento (1) en nuevas capas burocráticas. Por ejemplo, el Departamento de Seguridad Interna y la Oficina del Director de los Servicios Secretos Nacionales, que no parecen haber mejorado ni el análisis ni la toma de decisiones; (2) aumentado la inversión en plataformas militares, que son de escasa utilidad contra una insurgencia difusa y escurridiza; y (3) el uso de la fuerza, que podría validar el argumento yihadista, produciendo más yihadistas e inspirando a nuevos mártires. Lo que ha faltado es un intento sistemático de identificar y encontrar cuáles son las necesidades en la toma de decisiones de forma crítica, analítica, planificada y operativa para la contrainsurgencia, haciendo uso de los revolucionarios avances de las redes de información. Por lo tanto, la contrainsurgencia norteamericana ha sido tan torpe como la nueva insurgencia ha sido astuta”. (Negrita añadida).Viniendo como lo hace de la RAND Corporation, el principal centro de investigación y desarrollo financiado por el gobierno federal y asociado con las fuerzas armadas norteamericanas y el Departamento de Defensa, esta es una valoración muy negativa, sobre todo si se tiene en cuenta que se publicó en el sexto año de la “Guerra Larga”. Sin embargo, al estar escrita por un analista civil, el informe está expuesto a la crítica de aquellos que creen que la experiencia en el terreno es esencial para comprender la insurgencia y la contrainsurgencia.[19] En este sentido, vale la pena examinar con más detenimiento los textos de cuatro autores que han servido en la contrainsurgencia bien en operaciones sobre el terreno, o bien han formado parte de la revisión gubernamental de doctrina de la contrainsurgencia. Contrainsurgencia de vanguardia
“La contrainsurgencia es un bestia extraña y
complicada”
En mayo de 2006, Eliot Cohen, catedrático del SAIS y actualmente
asesor del secretario de Estado norteamericano, escribió un artículo acerca de
los principios y las prácticas de la contrainsurgencia en colaboración con tres
oficiales de las fuerzas armadas de EEUU, en activo o retirados. Uno de los
coautores del artículo, John Nagl, participaba por entonces activamente en la
redacción del nuevo Manual de Campo de EEUU para la Contrainsurgencia.[20]. Aunque el ejército norteamericano es muy
aplicado a la hora de recopilar historias oficiales de las campañas de EEUU,
para que se publiquen después de ocurrido el hecho, es mucho menos habitual que
los oficiales del frente escriban artículos sobre la campaña junto con asesores
en activo y responsables de la toma de decisiones. Por todo ello, el texto
merece un estudio atento.(Cohen et al., “Principles, Imperatives and Paradoxes of Counterinsurgency”) El artículo comienza con la premisa de que aunque todas las insurgencias se diferencian unas de otras en sus causas fundamentales, entornos y culturas distintas, todas las contrainsurgencias con éxito comparten principios comunes. “Todas las insurgencias utilizan variaciones de esquemas y doctrinas clásicos y, en general, muestran elementos revolucionarios definidos”. Tras subrayar lo difícil que puede ser la contrainsurgencia pese a principios esenciales que están presentes en todas las campañas victoriosas, los autores proceden a enumerar su versión de estos (siete) principios orientadores: 1) Unidad de esfuerzoA continuación los autores ofrecen una lista más breve de lo que denominan imperativos contemporáneos que debe añadirse a la lista de principios dada la situación actual. Estos imperativos incluyen: 1) La adaptabilidad.Por desgracia, aunque el artículo logra su propósito de recuperar verdades claves de la contrainsurgencia situándolas en el contexto del nuevo desafío al que nos enfrentamos en Irak y Afganistán, todo el debate se desarrolla de forma que recuerda a aquel en el que había un enorme elefante en la habitación pero nadie quería reconocer semejante hecho. Aunque el artículo apunta varias supuestas paradojas concernientes a la doctrina de la contrainsurgencia a nivel interno,[21] ignora las paradojas más significativas que surgen cuando se comparan principios de la contrainsurgencia relativos a un escenario de Estado-nación con principios doctrinales que no pueden aplicarse con claridad en un contexto global contra una insurgencia global. Por mencionar solo unas pocas de esas fugaces visiones del paquidermo, en la primera página del artículo los autores señalan: “El primer objetivo de cualquier contrainsurgencia es establecer este gobierno [legítimo]... A menos que el gobierno logre legitimidad, los esfuerzos de la contrainsurgencia no pueden dar resultado”. Ambas observaciones son claramente parte del canon clásico de la doctrina de la contrainsurgencia y creemos que son válidas para cualquier actividad de contrainsurgencia que pueda llevar a cabo EEUU y sus aliados en Irak y Afganistán. Pero si ésta es la esencia de la contrainsurgencia ¿cómo se puede aplicar este principio a la insurgencia global? ¿Puede una doctrina de contrainsurgencia global basarse en el mismo objetivo fundamental? Si señalamos simplemente que no existe un gobierno global, sino 193 Estados-nación independientes en el mundo, ¿cómo se explica el “objetivo fundamental” de establecer un gobierno legítimo en el contexto de una estrategia contrainsurgente global? Sin duda EEUU no puede ofrecer legitimidad, ya que el gobierno norteamericano sólo puede ser legítimo como administración de sus propios ciudadanos. Por consiguiente, ¿cómo se aplica la cuestión de la legitimidad a la insurgencia global? ¿Podemos por tanto echar por la borda este objetivo fundamental de la contrainsurgencia clásica o pasamos al modelo afgano/iraquí en cada caso y esperamos que los gobiernos establecidos por medio de la intervención militar externa se legitimen con el tiempo? Si ignoramos o eliminamos este objetivo fundamental de la contrainsurgencia clásica en el contexto global, qué lo sustituirá? ¿Cómo se interpreta en una campaña global la legitimidad o la privación de asilo? Un autor ha sugerido un objetivo diferente y examinaremos los meritos de su propuesta. Pero, antes, analicemos con más detenimiento la cuestión de la contrainsurgencia moderna. Contrainsurgencia clásica A medida que se redescubría lentamente la teoría de la contrainsurgencia después de las invasiones norteamericanas de Afganistán e Irak, se dijo que existían muchos estudios y textos doctrinales excelentes que podían iluminar y guiar nuestra lucha actual pero que la política o las modas nos llevaban a ignorar u olvidar esos estudios.[22] Por ejemplo, hablando el mismo día de la publicación oficial del FM 3-24, uno de sus editores colaboradores, el coronel John Nagl, afirmó que fue la reacción política negativa a Vietnam lo que hizo que las fuerzas armadas norteamericanas olvidasen y se distanciasen voluntariamente de todo lo que habían aprendido en Indochina sobre la guerra no convencional durante los años 60 y 70.[23]Por lo tanto, hemos visto el regreso masivo de oficiales en servicio y estrategas al estudio de los textos clásicos sobre insurgencias, destacando Callwell en “pequeñas guerras”, Frank E. Kitson sobre Irlanda del Norte, Roger Trinquier y David Galula acerca de la experiencia francesa, además del original “War of the Flea” de Robert Taber y, por supuesto, la obra de T.E. Lawrence (de Arabia),[24]en un esfuerzo por reaprender lo que alguna vez supimos. Tras leer los textos clásicos y las nuevas interpretaciones actuales, es relativamente fácil recopilar una serie de recomendaciones clásicas sobre lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer en la contrainsurgencia. Un sumario representativo de la sabiduría acumulada desde T. E. Lawrence a Vietnam y más allá, sería más o menos como la Tabla 1. Table 1. Principios clásicos de la contrainsurgencia
A pesar de haber podido recoger y sintetizar lo mejor del pensamiento sobre la contrainsurgencia del siglo XX, siguen llamando mi atención dos hechos sorprendentes. En primer lugar, por alguna razón no muy clara, la lista de insurgencias que examinan los medios militares y académicos es increíblemente limitada e ignora injustificadamente muchos casos de guerra no convencional. En la mayoría de los casos, estos conflictos han sido catalogados como guerras civiles o revoluciones y no como insurgencias. En segundo lugar, a pesar de todos los textos canónicos y estudios individuales y comparativos, nadie ha intentado una categorización de hechos de contrainsurgencia que distinga entre las condiciones originales al comienzo del conflicto y los objetivos del gobierno en ese caso. Sólo comparando dos ejemplos –la experiencia y la misión declarada del Reino Unido en Irlanda del Norte y la experiencia norteamericana en Vietnam– se demuestra la enorme variedad de casos de contrainsurgencia y la necesidad de clasificarlos con claridad sobre la base de al menos estas dos variables (objetivos contemplados y condiciones iniciales). Juntos, estos dos factores –la limitación de los análisis de contrainsurgencia a apenas un puñado de casos del siglo XX y el error de examinarlos sin separar antes los casos basados en objetivos gubernamentales y el punto de partida político, económico y militar– han distorsionado gravemente lo que podríamos aprender de los ejemplos previos de guerras irregulares y las lecciones que se podrían deducir para el presente. Insurgencia versus guerra civil, versus revolución Podemos asegurar, sin miedo a exagerar, que la teoría de la contrainsurgencia moderna se ha construido básicamente sobre unos pocos libros escritos por profesionales que a su vez se basaron en la experiencia obtenida en un pequeño grupo de conflictos del siglo XX. Los autores han sido mencionados anteriormente: Lawrence, Callwell, Kitson, Trinquier, Galula y otros. Igualmente, el ámbito de los estudios monográficos sobre países realizados por autores y analistas menos famosos[25] se reduce a un escaso número de países o regiones, a saber: Vietnam (incluyendo la Indochina francesa), Argelia, Irlanda del Norte, Colombia, Filipinas y Malasia. Algunos autores más intrépidos debatieron sobre Mozambique, Zimbabwe, Angola, El Salvador, Yemen, Omán o Afganistán bajo el dominio soviético. Tan sólo los más arriesgados se atrevieron a viajar tan lejos como Cachemira o Chipre para ver qué podíamos aprender allí. Pero llegado a ese punto se diría que nos hubiésemos puesto anteojeras. Parece como si el estudio moderno de la contrainsurgencia se hubiese agotado tras examinar 15 conflictos en un siglo que ha presenciado decenas de guerras y conflictos menores, internos y entre Estados.[26] Igual de perjudicial para la formación de una doctrina contrainsurgente moderna es el hecho de que casi todos los ejemplos más conocidos de contrainsurgencia se limiten a casos en los que un gobierno colonial o post imperial luchaba en el territorio de sus (ex) colonias dependientes. Parece difícil de justificar que limitemos nuestra comprensión de la insurgencia a casos históricamente tan particulares en una era poscolonial y post Guerra Fría. En la inmensa mayoría de los casos citados normalmente el insurgente buscaba la autodeterminación u objetivos políticamente parecidos –por oposición a religiosos–. Ninguno de los insurgentes analizados en los cánones de los estudios de contrainsurgencia clásicos tenía una motivación religiosa y el objetivo de iniciar una revolución global. Tabla 2. Estudios clásicos de contrainsurgencia
Pero ¿y si desarrolláramos esta idea para ampliar realmente el alcance del análisis de la contrainsurgencia incluyendo todos los ejemplos de guerra irregular que han ocurrido en el siglo XX? Para ser intelectualmente rigurosa tal lista debe incluir todos los casos –internos o internacionales– donde uno o ambos bandos utilizaron la guerra no convencional, sin olvidar las guerras civiles y revoluciones. Esta lista incluiría conflictos que los estrategas de la lucha contra la insurgencia, tanto previos como posteriores al 11 de septiembre, rara vez abordan, tales como la Guerra de los Boers, la Revolución Húngara de 1956, los esfuerzos de partisanos y de la resistencia en Europa durante la Segunda Guerra Mundial e incluso el conflicto checheno-ruso todavía en curso. Tal lista incluye casi 50 conflictos en lugar de sólo 15, y amplía enormemente el campo de datos que pueden examinar estrategas y teóricos de la contrainsurgencia.[30] No hay razones científicas que expliquen por qué el estudio de estos otros conflictos se ha dejado en manos de los historiadores militares mientras era prácticamente ignorado por quienes desean encontrar respuestas doctrinales sobre cómo derrotar al último enemigo irregular contra el que luchamos. Esto es especialmente cierto una vez que nos damos cuenta de que, al ampliar los conflictos objeto de estudio, incluimos casos que están mucho más cerca de los desafíos a los que ahora nos enfrentamos. En primer lugar, incluimos más casos en los que el enemigo tenía una motivación religiosa (además de política), como es el caso de Bin Laden y sus aliados salafistas. En segundo lugar, ahora tenemos ejemplos parecidos a Irak y Afganistán donde el objetivo de la contrainsurgencia no era volver al statu quo anterior, sino alterar de forma drástica la realidad política, orquestar el cambio total de un Estado desde la dictadura a la democracia.[31] La Tabla 3 muestra una primera categorización de los conflictos contra la insurgencia más relevantes entre los que se citan acontecimientos que van más allá de los 15 casos analizados comúnmente.[32] Se destacan en rojo los conflictos que rara vez, si es que se hace, son examinados como ejemplos de insurgencia o de contrainsurgencia. Los conflictos marcados con un asterisco constituyen una categoría adicional o subconjunto: Campañas de contrainsurgencia alimentadas o influidas de forma sustancial por la religión, (además de por la política). Tabla 3. Nuevas categorías de conflicto con relevancia para la contrainsurgencia
¿Es al-Qaeda una amenaza global? Si algo nos enseñó el siglo XX es que las ideologías pueden representar una amenaza global para el modo de vida occidental. Fuera el fascismo o el comunismo, las naciones occidentales libres pasaron la mayor parte del siglo luchando contra una amenaza global fundada en una ideología universalista y excluyente: en la primera mitad del siglo, el nacional-socialismo del tipo encarnado por Hitler y Mussolini, y después de la Segunda Guerra Mundial, el socialismo de Stalin. ¿Puede compararse realmente al-Qaeda a tan poderosos enemigos? El siguiente recuadro es un intento de comparar las tres amenazas lo más sucintamente posible: Tabla 4. Tres amenazas ideológicas
Conclusión Si aceptamos que las campañas en Irak y Afganistán sigue estando lejos de su fin y que en el futuro habrá nuevos casos en los que las fuerzas gubernamentales combatan a los insurgentes y en los que el objetivo de la contrainsurgencia sea transformar radicalmente la realidad política del país, tendremos que reconocer que tales campañas están mucho más cerca del modelo de la revolución patrocinada por un gobierno que de la represión colonial o las acciones policiales del siglo XX. Aunque creamos que la doctrina de la contrainsurgencia es la respuesta en este momento, debemos reconocer que el canon de contrainsurgencia existente es muy limitado y su lista de casos de estudio debe aumentarse para incluir otros conflictos rara vez mencionados bajo el epígrafe de contrainsurgencia. Por otro lado, la analogía que pretende asociar a al-Qaeda con otros ismos como el Fascismo o el Comunismo tiene sus limitaciones. Por supuesto, las similitudes son muchas, pero las diferencias se encuentran en áreas cruciales para nuestra comprensión de la naturaleza fundamental del conflicto. Dicho de otro modo, el manual FM 3-24 es un buen comienzo, pero estamos lejos de contar con una doctrina capaz de solucionarlo todo. Sebestyén. L. v. Gorka[33] Director y fundador del Institute for Transitional Democracy and International Security (ITDIS), Budapest, Hungría, y profesor adjunto en el Programa de Estudios de Terrorismo y Seguridad del George C. Marshall Center, Garmisch-Partenkirchen, Alemania Apéndice I Tabla 5. Lista ampliada de conflictos irregulares del siglo XX relevantes para la contrainsurgencia
Gráfico 1. Ecosistema de Insuirgenica de Kilcullem Fuente: D. Kilcullen: “Countering Global Insurgency”, versión 2.2 publicada en la página web Small Wars Journal, el 30/XI/2004 (http://www.smallwarsjournal.com); y D. Kilcullen (asesor en materia de contrainsurgencia del general MNF-I David Petraeus), “Counterinsurgency in Iraq: Theory and Practice”, presentación de PowerPoint recibida desde Irak por e-mail en octubre de 2007. La diapositiva forma parte de una presentación de D. Kilcullen ante la unidad de guerra del cuerpo de marines en el Alfred M. Gray Research Center, Quantico, el 26 de septiembre. ECOSISTEMA DEL CONFLICTO Theater of Operations: Teatro de operacionesBibliografía
Trabajos
clásicos sobre contrainsurgencia e insurgencia
Callwell, C.E. (1896), Small Wars: Their Principles and Practice, University of Nebraska Press, Lincoln (edición de 1996).
Trabajos
sobre terrorismo y violencia política
Dillon, Martin (1999), The Dirty War – Covert Strategies and Tactics Used in Political Conflicts’, Routledge, Nueva York.
Otros
Baylis, John, et al. (2005), Strategy in the Contemporary World – An Introduction to Strategic Studies’, Oxford University Press, Oxford.
Estudios, artículos periodísticos
Gorka, Sebestyén (2004),‘Al-Qaeda's Next Generation’, Terrorism Monitor, vol. II, nº 15, Jamestown Foundation,
Documentos oficiales, publicaciones gubernamentales
Casebook on Insurgency and Revolutionary Warfare: 23 Summary Accounts, Defense Documentation Center for Scientific and Technical Information, Alexandria / Special Operations Research Office, American University, Washington, 1962.
Sitios web
Combined Arms Research Library, US Command and General Staff College, http://www-cgsc.army.mil/CARL/index.asp
[1] Joint Special Operations University, (JSOU), First Annual Symposium:Countering Global Insurgency, 2-5/V/2006, Hurlburt Field, Florida.
[2] Sebestyén Gorka: “Al Qaeda and von Clausewitz –
Rediscovering the Arto f War”, estudio presentado en el Joint Special
Operations University, First Annual Symposium: Countering Golbal Insurgency,
5/V/2006, disponible en www.itdis.org. Todas las citas de Internet
utilizadas en este estudio eran correctas en noviembre de 2007.
[3]
Se puede decir que el tema central del evento y la
inspiración que sustenta gran parte del trabajo realizado en Estados
Unidos
sobre contrainsurgencia en los últimos años se deben en buena medida a
los
esfuerzos del académico-soldado David Kilcullen. Un alto mando de los
servicios
de inteligencia australianos con amplia experiencia en la lucha contra
la
insurgencia, y doctorado en la materia, Kilcullen fue descubierto por la
Administración Bush por sus artículos sobre la cuestión de la teoría de
la insurgencia y sus aplicaciones después del 11 de septiembre. Desde
entonces ha trabajado en comisión como principal estratega en la Oficina
del Coordinador para Contraterrorismo en el Departamento de Estado
norteamericano y
más tarde como asesor de alto nivel en materia de contrainsurgencia del
comandante en jefe de las Fuerzas Multinacionales en Irak, David
Petraeus.
El ejército norteamericano y sus aliados están en deuda con el trabajo del coronel Kilcullen que pone en tela de juicio las políticas y prácticas previamente existentes. El autor de este artículo desea expresar también su agradecimiento al coronel Kilcullen por haber dedicado parte de su tiempo a investigar ciertos aspectos de la era post-once de septiembre personalmente. Véase Killcullen (2005), Kilcullen (2006), Kilcullen (2006-7) y Kilcullen (2007). El coronel Kilcullen ha planteado ideas para recuperar conceptos de la Guerra Fría y utilizarlas en la “Guerra Larga” en un estudio titulado “Subversion and Counter-Subversion in the campaign against terrorism in Europe” (inédito).
[4] Para más detalles véase Gorka (2007a).
[5] Según una entrada en el sitio web Small Wars
Journal, del 8/V/2007, escrito por el coronel John Nagl, editor colaborador
de FM 3-24, http://www.smallwarsjournal.com/blog/2007/05/-fm-324-the-new/.
El FM 3-24 se puede conseguir a través de US Army Combined Arms Center, http://usacac.army.mil/cac/repository/materials/coin-fm3-24.pdf.
[10] C. Krauthammer, “This is Not a Crime, This is War”, Washington
Post, 12/IX/2001, http://www.jewishworldreview.com/cols/krauthammer091201.asp,
y también el discurso de Krauthammer, “Democratic Realism”,
pronunciado en el American Enterprise Institute, en febrero de 2004.
[11] Krauthammer, “this is Not a Crime, This is War”, ibid.
[12] Citado por Tim Weiner en “Legacy of Ashes – The History of the CIA”, Doubleday, Nueva York, 2007.
[14] President Discusses War
on Terror at National Endowment for Democracy, http://www.whitehouse.gov/news/releases/2005/10/20051006-3.html.
[15] Véase los artículos de David Kilcullen enumerados en
la nota 4. También, la entrada de Wikipedia “Global Islamic Insurgency”, http://en.wikipedia.org/wiki/Global_Islamic_Insurgency,
E. Cohen, C. Crane, J. Horvath y J. Nagl, “Principles, Imperatives and
Paradoxes of Counterinsurgency”, Military Review, marzo–abril 2006 y D.C.
Gompert: “Heads we Win – the cognitive side of counterinsurgency”, RAND
Counterinsurgency Study Paper 1, RAND, NDRI, Santa Monica, 2007.
[17] Véase la nota 17.
[18] No es una frase fácil de decir, Yihad Islamista-Suní-Salafista
no es un nombre simple y evocador como eran el Imperio del mal o el Tercer
Reich. Por otro lado está el importante asunto de utilizar una palabra que de
otro modo es positiva como yihad (lucha interior o dentro de uno mismo, o bien
Guerra Santa) para describir las acciones de nuestro enemigo, con todo lo que
ello implica (para un examen detallado de por qué no deberíamos utilizar
expresiones árabes como Guerra Santa para describir las despreciables acciones
de los terroristas véase la obra de Jim Guirard en www.truespeak.org).
[19] Un debate eterno, la cuestión de si únicamente un
soldado puede entender de guerra y estrategia, o si un civil puede llegar a
tener una comprensión profunda de estos asuntos, que no quedará zanjado en este
trabajo (como ejemplo de lo personal y sentido que este asunto puede llegar a
ser, incluso entre líderes reconocidos en este campo, véase la virulenta
crítica del coronel D. Kilcullen al académico civil Edward Luttwak y el
reciente artículo de este último sobre contrainsurgencia, “Dead End:
Counterinsurgency warfare as military malpractice”, Harpers, febrero de
2007, en
http://smallwarsjournal.com/blog/2007/04/edward-luttwaks-counterinsurge-1/. A efectos de una total transparencia, quiero aclarar que el autor de este artículo no es un militar en ejercicio. Aunque tengo una modesta experiencia de la vida militar, como miembro reservista del ejercito británico, no suscribo la idea de que solo el tiempo en que uno ha llevado uniforme cualifica o permite escribir sobre asuntos de estrategia. La experiencia militar no garantiza la claridad de entendimiento en material estratégica o tan siquiera doctrinal. Por poner un ejemplo, quizá la principal autoridad viviente en estrategia militar en estos momentos sea el académico civil Colin Gray de la Universidad de Reading (véase la bibliografía). Igualmente, se pueden identificar numerosos oficiales de alto rango a quienes se considera de poca autoridad en asuntos de estrategia. Véase, por ejemplo, la detallada descripción del general Tommie Franks por Thomas E. Ricks en so obra sobre la campaña bélica de Irak Fiasco – The American Military Adventure in Iraq, Penguin, Nueva York, 2006 (por ejemplo, Ricks considera que Franks está: “inmiscuyéndose en asuntos tácticos y no aborda cuestiones de estrategia fundamentales”).
[20] E. Cohen, teniente coronel C. Crane (retirado),
teniente coronel J. Horvath, teniente coronel J. Nagl, “Principles, Imperatives
and Paradoxes of Counterinsurgency”, Military Review, marzo-abril de
2006.
[21] Algunos ejemplos: “cuanto más protejas a tus fuerzas,
menos seguro estarás”, “cuanta más fuerza utilices, menos efectivo serás”, “el
éxito táctico no garantiza nada” y “las mejores armas para la contrainsurgencia
no disparan balas”.
En un artículo recientemente
publicado en el Armed Forces Journal bajo el título “Eating Soup
with a
Spoon”, el teniente coronel Gian P. Gentile lleva todavía más lejos el
argumento de las paradojas engañosas, con una crítica que considera que
el
último manual de campo sobre contrainsurgencia se basa en argumentos
contrarios
a la intuición que niegan la eterna y cruel realidad de cualquier
conflicto,
sea convencional o no. Haciéndose eco de la filosofía de Carl von
Clausewitz
según la cual aunque el carácter de la Guerra varíe, su naturaleza es
inmutable, el coronel Gentile afirma: “Deberíamos dejar de, en sentido
metafórico,
intentar comer sopa con un cuchillo en Irak y volver a lo normal, o sea
intentar comerla con una cuchara. La guerra no es limpia y precisa; es
cruda,
violenta y sucia porque, en esencia, supone luchar y la lucha causa
dolor y
muerte... El trágico defecto del nuevo manual de contrainsurgencia del
ejército
es que la lucha, esencia de la guerra, no se encuentra entre en sus
páginas”.
El artículo complete puede encontrarse en http://www.armedforcesjournal.com/2007/09/2786780.
[22]Por citar a Cohen y otros:
“Después de Vietnam, el ejercito de Estados Unidos reaccionó a la amenaza de
las guerras irregulares con un ‘nunca más’. El
estudio de la contraguerrilla y las operaciones de contrainsurgencias se
eliminó de los programas de estudio de varias academias militares ,y la
experiencia arduamente conseguida por una generación de oficiales fue
deliberadamente ignorada”. Cohen, Crane,
Horvath y Nagl, op. cit.
[23] “Army Unveils Counter-Insurgency Manual”, entrevista
con el coronel Nagl, National Public Radio, 15/XII/2006, http://www.npr.org/templates/story/story.php?storyId=6630779.
Muchos autores, sobre todo los que sirvieron en Vietnam, han mantenido que las
fuerzas armadas norteamericanas estaban ya adquiriendo la maestría en la guerra
no convencional y herramientas especializadas contra la insurgencia (como los
programas CORDS y Phoenix) cuando por motivos políticos Washington decidió
retirarse de Vietnam (véanse varios de los artículos del CAC Counterinsurgency Reader, ibid.).
[24] Véase la bibliografía.
[25] En el contraterrorismo actual hay una clara disyuntiva
entre las obras clásicas estudiadas y los estudios específicos disponibles
sobre cada país. Aunque puede que un determinado autor haya centrado su obra en
un conflicto específico, la mayoría de lectores y comentaristas tienen una
mayor familiaridad con el volumen así escrito que con el propio país o
conflicto en cuestión. La mejor demostración de esta distorsionada manera de
entender las “lecciones aprendidas” de la contrainsurgencia es el (mal) uso que
se ha hecho de los escritos de T.E. Lawrence. Son muchos los que citan hasta la
saciedad a Lawrence de Arabia y los principios de su obra Seven Pillars of
Wisdom, pero la mayoría de los que lo hacen parecen tener poca o ninguna
comprensión de los acontecimientos que subyacen las enseñanzas extraídas por el
autor y los importantes detalles y contexto de la rebelión árabe contra los
turcos otomanos.
[26] Incluso si añadimos los trabajos fundamentales
escritos desde el lado de la insurgencia, tales como los de Guevara, Mao o
Marighella, el estudio de esos textos rara vez coincide con un entendimiento
comparable de los conflictos que los generaron. A pesar del crédito dado a los
estudios de estos autores “enemigos”, entre los estudios que este autor ha
visto publicados desde el 11 de septiembre no se ha escrito ninguno sobre las
lecciones de Cuba/Bolivia, China o Brasil, por ejemplo, por quedarnos con estos
tres autores insurgentes.
[27] Military Review, mayo-junio de 2005, pp. 8-12.
[28] Sepp repite ciertos clichés. Por ejemplo “Ganarse los
corazones y las mentes debe ser el objetivo de los esfuerzos del gobierno”. E
incluye un listado de tácticas efectivas de contrainsurgencia frente a tácticas
no efectivas, tales como privar a los insurgentes de sus santuarios (efectiva),
centrar los esfuerzos de las fuerzas especiales en bombardeos (no efectiva).
[29]
La lista en sí no es completa, dado que incluye
algunas guerras civiles del siglo pasado (como la griega) pero deja
fuera todas
las demás, y cita casos de terrorismo, tales como la banda
Baader-Meinhof y la Weather Underground, que pocos estudiosos
considerarían relevante
para la contrainsurgencia.
[30] Véase el ApéndiceI
de la lista provisional modificada y ampliada a partir de la publicada por
KalevSepp en su artículo “Best Practices in
Counterinsurgency” para la revista Military Review, mayo-junio de 2005.
[31]
De hecho, no hay ninguna razón en particular por la
que debamos limitar nuestra lista ampliada de guerras irregulares al
siglo XX
(más allá del interés por casos en los que las armas y las
comunicaciones
modernas sean relevantes). Por tanto, podríamos ampliar el análisis para
incluir ejemplos antiguos de guerras irregulares e insurgencia, ya sean
las
legiones romanas contra los godos, las fuerzas imperiales británicas
contra los
miembros del culto Tug en el subcontinente indio, o incluso la Guerra de
la Independencia norteamericana, por poner sólo unos cuantos ejemplos
potenciales.
Sin embargo, ello sobrepasaría el alcance del presente estudio.
[32] Por supuesto, cabe intentar agrupar todos los hechos
enumerados en el Apéndice I bajo estas categorías, sin embargo, lo importante
son las categorías en sí mismas y lo que esclarecen, y no dónde podría o
debería situarse cada hecho.
[33]
El autor es un ponente habitual de la Joint Special Operations
University (JSOU) y es miembro del Strategic Advisers’ Group of the
Atlantic Council de EEUU..
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