viernes, 4 de julio de 2014

Debemos pensar bien de los demás

Debemos pensar bien de los demás

La forma de pensar de las personas modela su conducta. Su forma de ser es paralela a la forma en la que piensan y se conectan con su capacidad.

04/07/2014 - Autor: Redaccion Revista Cascada - Fuente: Revista Cascada
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Un hombre que mira positivamente pensará positivamente.
La forma de pensar de las personas modela su conducta. Su forma de ser es paralela a la forma en la que piensan y se conectan con su capacidad. Mientras que una persona siga mirando las cosas o los acontecimientos desde una perspectiva con cierta consideración, su carácter y su temperamento se irán conformando gradualmente de acuerdo con esa misma forma de pensar. Como dice Nursi: «Un hombre que mira positivamente pensará positivamente» y esa persona deja florecer cosas buenas en su interior, habitando en el paraíso que ha formado en su alma. En cuanto a la persona que mira a su alrededor desde la oscuridad de su propia alma y lo mancha todo con la fealdad que hay en su interior, se queja de todo el mundo y nunca ve nada positivo, ésta no tiene buenos pensamientos ni disfruta realmente de la vida.
Podemos decir que, al igual que la tierra, el aire, el agua y sus componentes influyen en el desarrollo de una planta, los pensamientos y las intenciones influyen del mismo modo en el desarrollo de la conducta ética y en el carácter de la persona. Al igual que las flores brotan a partir de semillas y las aves nacen de huevos, las almas nobles y el carácter perfecto se nutren de hermosos pensamientos e intenciones puras. Por otra parte, quienes viven como si respiraran constantemente una atmósfera celestial, gracias a sus nobles pensamientos e intenciones sinceras, comienzan a enviar la fragancia de ese mismo clima que les rodea en el tiempo. Giran alrededor de su entorno y de los corazones de la gente en los jardines del Paraíso. En cuanto a aquellos que están poseídos por pensamientos desagradables o malas intenciones, hacen prácticamente que las personas beban veneno, incluso en atmósferas celestiales.
Tener una buena opinión es una forma de adoración
Estar constantemente lleno de consideraciones que son bien recibidas por la conciencia y abrigar puntos de vista positivos sobre otra persona se denomina, en el contexto de la religión, «tener una buena opinión» (husnu zan). Como término religioso, la buena opinión denota buena intención, pensamiento positivo y percepción de lo bello, de aquello que refleja la pureza y la fidelidad interior de una persona. Es más conveniente para un buen creyente mantener las buenas intenciones y verlo todo desde el lado positivo cuando se hacen valoraciones sobre personas o acontecimientos.
Mantener pensamientos negativos acerca de alguien se denomina «tener una mala opinión» (sui zan), y se basa en la sospecha. Dios Todopoderoso revela el mal que existe en la sospecha acerca de otras personas en el siguiente versículo:
«¡Oh vosotros que creéis! Evitad mucha sospecha, pues alguna sospecha es un grave pecado (propenso al castigo de Dios); y no os espiéis (mutuamente), ni os difaméis (uno en contra del otro). ¿A alguno de vosotros le gustaría comer la carne de su hermano muerto? ¡Lo aborreceríais! Apartaos de la desobediencia a Dios con veneración a Él y piedad. Sin duda Dios es Quien en verdad corresponde el arrepentimiento con un perdón generoso y una recompensa adicional, el Compasivo (especialmente hacia Sus siervos creyentes)».
(Corán, 49:12)
Del mismo modo, el Mensajero de Dios aconsejó que no se sospechase, ya que la sospecha es la peor de las mentiras. Él también nos advirtió contra el hecho de entrometerse en los asuntos de los demás, las escuchas, los sentimientos de rivalidad o celos, el rencor y darle la espalda a los demás. Él aconsejó a los siervos de Dios ser hermanos y hermanas. Nos advirtió contra la sospecha y contra cualquier comportamiento que pueda dañar la fraternidad. Además, el Mensajero de Dios dijo que una persona que tiene buena opinión de los demás es porque es un buen siervo de Dios. Él considera que las intenciones sinceras, los pensamientos positivos y tener bellas perspectivas son signo de madurez en el Islam, una profundización en la fe, y una solidez que es consecuencia de vivir con la conciencia de ser constantemente observado por Dios. El Profeta no sólo tomó un juramento de lealtad a sus Compañeros sino que, además, recibió sus promesas de albergar buenas intenciones hacia todos los creyentes.
Said Nursi enumeró los cuatro grandes obstáculos espirituales, y mencionó el hecho de tener una mala opinión de los demás junto con la desesperanza, la autocomplacencia y la vanidad. Hizo especial hincapié en la importancia de tener buenas opiniones. Las personas no deben verse como superiores a los demás, ni proyectar la debilidad o la fealdad que están en su propio interior sobre los demás mediante la sospecha, ni cometer el error de criticar ciertas actitudes y acciones de los otros sin conocer las razones subyacentes. En este punto, me gustaría mencionar un grave error relacionado con el tema que nos ocupa. La desaprobación de ciertas actitudes de las primeras generaciones de musulmanes que siguieron a los Compañeros (salaf as-salihin) sin disponer del conocimiento del contexto es también una forma de mala opinión. La mala opinión es una de las trampas del diablo que daña a la sociedad en los ámbitos tanto de la vida material como espiritual.
Debemos mantener buenas opiniones y pensar siempre positivamente, en especial sobre los creyentes. El Imam Jadimi, autor de Bariqa, dice que «incluso si ves a un creyente cometer adulterio, no te apresures a juzgarle, límpiate los ojos y di “Dios mío, esa persona no comete un acto tan desagradable, debo de haber visto mal”. Date la vuelta y mira de nuevo para asegurarte. Si es realmente él, entonces di “Probablemente he visto mal por error otra vez”. Una vez más, no creas a tus ojos, límpialos y busca de nuevo. Si llegas a estar seguro de que la persona que has visto es la misma persona que pensabas, entonces di: “No hay fuerza ni poder excepto con Dios el Todopoderoso” y ruega por esa persona: “¡Oh Dios, sálvalo de este estado desagradable, y guárdame de caer en pecado a mí también” y aléjate de allí».
Aunque siento una gran estima al Imam Jadimi y siento un profundo respeto por él, me parecen un tanto excesivas estas palabras, pues no creo que sea necesario limpiarse los ojos y volver a mirar de nuevo e investigar un hecho así. Como todavía tenemos ciertas dudas después de ver por primera vez, esa duda puede ser el medio para borrar cualquier pensamiento negativo acerca de aquella otra persona. Indagar en el asunto podría servir para corroborar la posibilidad negativa. Por tanto, cuando somos testigos de un acto desagradable, hay que caminar rápidamente y desaparecer sin espiar, identificar ni verificar, antes de que esa imagen desagradable desemboque en nuestro corazón y asuma la forma de un juicio de valor. Debemos decir: «Oh Dios, concede la guía a tus siervos pecadores, y perdóname», y luego hemos de olvidar lo que hemos visto.
La persona que ha cometido ese pecado puede haber caído una vez pero también puede haberse arrepentido en ese instante, haber lavado sus pecados con lágrimas, y haber sido perdonado. Sin embargo, la persona que ha sido testigo del caso y lo ha verificado mediante el espionaje no podrá dejar de pensar en ese hecho desagradable cada vez que lo recuerde, por lo que tampoco podrá deshacerse de la contaminación mental, y así será incapaz de librarse del daño contenido en la mala opinión.
Por otra parte, a pesar de que los testigos legales cumplen un papel en el ámbito del mantenimiento de la ley y el orden sociales, no existe obligación en el Islam de revelar los vicios de la gente. No hay ninguna regla ética tal que nos obligue a investigar las faltas de los demás, darlas a conocer o avergonzar a estas personas. Por el contrario, buscar faltas y errores, divulgar los pecados y humillar a los otros son considerados acciones inmorales en el Islam. En este sentido, incluso si una persona tiene diez atributos de incredulidad y sólo un signo de fe, debemos tener tan buena opinión de ella como nos sea posible. Se supone que dicha persona teme por sí misma y se preocupa por su vida futura. Sin embargo, nunca debemos verlo como un hipócrita. Tenemos que recordar el principio de que estar equivocado en una buena opinión es mejor que tener razón en una mala opinión, y debemos actuar de acuerdo con ello. Naturalmente, hemos de ser más cautelosos cuando hemos de confiar ciertos deberes o responsabilidades a aquellas personas que muestran atributos de incredulidad, por el bien de la servidumbre en el camino de Dios. Debemos recordar el principio que Said Nursi nos invita a seguir en el trato con estas personas: «Tener buena opinión de todos los demás, pero no confiar». A fin de que participen en las bendiciones de servir a la fe, podemos confiarles ciertas funciones, pero hemos de abstenernos de confiarles responsabilidades críticas.

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