viernes, 19 de septiembre de 2014

Mundo global y conectividad

Mundo global y conectividad

El mundo global, territorio del complejo entramado de redes de conectividad. La progresiva desnaturalización de la vida humana

19/09/2014 - Autor: Esteban Díaz - Fuente: www.estebandiaz.es
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Esteban Díaz.
El mundo global, territorio del complejo entramado de redes de conectividad. La progresiva desnaturalización de la vida humana.
1.1. Al día de hoy, es difícil aportar una idea original y novedosa sobre el mundo global y la expresión que lo define: la Globalización. Pero sí conviene recordar que el mundo interconectado en el que vivimos se nos presenta como un estado de los procesos de conectividad que hace posible el funcionamiento de la actividad, no sólo financiera y económica (producción/ trabajo/ mercado) del “sistema” capitalista neo/trans-liberal, sino que mecaniza, potencia, desarrolla y relaciona todos los ámbitos de la vida del mundo globalizado, cualquiera que sea la naturaleza de estos ámbitos; permitiéndonos, además, que todos seamos susceptibles de participar (en el diseño que publicita la propaganda del “sistema”, claro está, y sobre el papel) del gigantesco entramado de redes conectivas, cuya finalidad no es otra que movilizar a todo el colectivo humano en todos los procesos de desarrollo productivo y del progreso de la etapa/modelo actual del capitalismo que afronta nuestra vieja, pero dinámica, civilización, que está siendo, igualmente, asistida por una ciencia puesta al servicio de una tecnología altamente desarrollada, que refuerza el complejo mecanismo de conectividades de la que todos dependemos. Hablamos de ciencia tecnológica al servicio del desarrollo del modelo capitalista actual, o de “mundialización de la economía de mercado”, gobernada por el reducido grupo de selectas manos que acumulan el poder, al poseer el grueso del capital financiero. Tal es el nuevo modelo en el que se ha perpetuado el “sistema” capitalista del Siglo XXI. El capitalismo se reconvierte redirigiendo su poder al mundo de las finanzas, convirtiéndose en el motor de la producción, del mercado, del consumo.
1.2. De hecho, los seres humanos estamos siendo “formados” en seres sometidos al juego de interconexiones en el que se ha convertido el mundo global. El desarrollo y el progreso de nuestro mundo sería hoy inviable sin el motor que dinamiza la civilización humana: el sistema de redes de conectividades que activa y hace posible el progreso de la ciencia y de la tecnología, puestas al servicio de la economía financiera que,“vigilante atento” de la producción/mercado/consumo, sin mancharse las manos del tizne de la vertiente mercantilista del capitalismo, lo gobierna soberanamente. Esto es lo que “percibimos” congregados ante los medios, televisión/prensa/tablet/smartphone/, por la rigurosa, efectiva y omnipresente propaganda y publicitación ideológicas del “sistema”, término que se ha convertido en un eufemismo manoseado, hasta la saciedad, por todos los grupos del actual y reducido espectro ideológico en el que se mueven los partidos políticos que pugnan por el poder de los Estados nacionales y regionales (la UE, por ejemplo) de las democracias representativas, sin que se explique, en la mayoría de los casos en los que se enuncia, el significado real que encierra el término; porque sirve de cajón de sastre, en cuyo interior contiene todos los matices que diferencian las ideologías que mueven las exiguas y mediocres ideas políticas que acampan a sus anchas por nuestro, cada vez más reducido, mundo terrestre. Y porque hoy todos ellos (y todos nosotros) hablan del “sistema” y de “modificar” las fallas que pudieran impedir su continuidad, o de “cambiar” sus estructuras y modos que no convencen/convienen ideológicamente, especialmente por motivos electorales, demonizándolo por ser el causante de las profundas diferencias sociales que dividen a las sociedades en ricos (en capital y privilegios) y pobres (excluidos del capital y de todos los privilegios de los ricos). Pero nadie, político o ideólogo de partido, explica qué significado tiene para su grupo el término “sistema”, porque todos dan por supuesto que lo aceptan, para modificarlo o cambiarlo en función de los intereses de partido, pero no para erradicarlo y generar las bases para la creación de un modelo o paradigma absolutamente nuevo, sin contradicciones, que no nos recuerde el pasado de desgracias, de adversarios, de oposiciones y de luchas políticas/ideológicas incontables. Luchas fratricidas, al fin y al cabo.
Reconozcamos que todos los grupos lo aceptan, con la salvedad de sus intereses por destacar los “matices” que les permiten diferenciarse a unos de otros, conviviendo beligerantes en el seno de las sociedades democráticas representativas, conducidas por el neo/trans-liberalismo global, en la etapa del capitalismo que hemos llamado (aquí y en otros trabajos) de “mundialización de la economía de mercado”, gobernada por el capital financiero, cuyo interés supremo no es otro que el de fortalecer la estructura financiera del nuevo modelo del capitalismo.
1.3. Eufemismo, decimos, porque además oculta la “bicha” que a todos “hechiza” y con la que todos conviven, pero que se guardan de nombrar, porque políticamente no es rentable electoralmente: el “sistema capitalista” del que todos los grupos se nutren y en el que inscriben sus propuestas y “alternativas ideológicamente divergentes unas de otras”, dicen engañosamente, pues todos viven del “sistema”. Y porque ningún grupo renuncia a la pugna por el poder, por lo que de “erótica” conlleva -dicen los políticos para ocultar su ambición de poder, revestida de buenas intenciones y de empatía con los intereses de los pueblos que tratan de gobernar-, traducida –la ambición- en beneficios dinerarios y en privilegios (jurídicos, económicos, de publicitación gratis de la imagen pública en los medios de la que se beneficiarán en el futuro, cuando ya no gobiernen…) que disfrutan al pertenecer al selectivo y lucrativo club del que el grueso del tejido social está excluido. Y no porque ellos piensen que gobernarán al enarbolar el cetro del poder, porque todos saben/sabemos que el poder lo detenta el capital financiero, regente absoluto del “sistema”, nacional, regional o planetario. “Erótica”, pues, que no desprecia los recursos léxicos y retóricos de sus propagandas (vacíos de contenido y de credibilidad) útiles para obtener en las urnas la gobernanza del Estado. Y otros tantos recursos, como el de hablar de ética plagada de retórica y de valores democráticos vacíos, que no entendemos cómo pueden henchir los pechos (no los corazones) de los votantes (¡qué bien les ha venido a los políticos la amplia literatura sobre la "inteligencia emocional”, completando los estudios que los grupos de psicólogos y de sociólogos les proporcionaban para diseñar sus propagandas), aun sabiendo los electores (porque de su inteligencia no dudamos), que unos y otros políticos, únicamente desean, además de los beneficios económicos, el dominio sobre los demás seres humanos, y de forma especial, sobre sus adversarios ideológicos, para mayor gloria los intereses partidarios. Y añadimos la violentación en el individuo político que genera el odio y el resentimiento ideológicos que se profesan los grupos políticos. No dejamos en el tintero que, en la cesta de la ambición de los políticos, también cabe la jactancia y la soberbia (proyección de una imagen pública que le confiere un grado de “poder” y descaro para subir hasta los despachos en donde se comparte la corrupción y sus enormes beneficios). O la codicia, que conduce a la usura; o la usura de la codicia por hacerse con los bienes sociales que pertenecen a la ciudadanía. Usura de la codicia que, sin duda, es la más denigrante cualidad negativa de la que ostentan quienes logran acceder al “poder político”.
1.4. Sin el juego de este abrumador y laberíntico entramado de conectividades, hoy nuestras vidas tendrían escaso sentido. Y tal vez el mundo global, tal como lo conocemos, no sería viable. Este juego de conectividades se ha convertido en el eje sobre el que circula nuestras vidas y nuestra cultura mercantilista y consumista global. Es el gran transmisor de los valores del mercado y del consumo que el “sistema” ha logrado superponer sobre los valores que dignifican al ser humano, individual y colectivamente, aunque hayan sido olvidados u obviados por intereses varios, distintos, claro está, de aquellos que derivan de los que mantienen y sostienen la dignidad humana de cada uno de los miembros del colectivo humano, por ser inherentes a la naturaleza humana, aunque no se cultiven.
La metáfora de la red ha sido aplicada al mundo de la realidad objetiva en todos los ámbitos de la vida humana “globalizada”, construyendo la realidad de un mundo en el que la noción de conectividad estructura nuestras actividades. Y nuestras vidas desnaturalizadas, por absorción de los valores deshumanizadores por nuestras vidas insignificantes, mercadeadas, objetuadas o cosificadas, y de(s)preciadas por el “sistema”.
En las ciencias sociales, es una idea común que la organización social (tejido social, economía, política, cultura, sanidad, justicia…) es un “constructo social”. Es decir, que resulta de lo que, momento a momento, construimos los seres humanos, entre todos, desde nuestras vidas individuales a las socialmente organizadas, participando en su proceso de “construcción” con nuestras ideas y nuestras acciones, y por las omisiones de unas y otras. Esta “construcción” del mundo en el que vivimos las comunidades nacionales, regionales, o toda la comunidad global, es el “sistema”, en esta nueva etapa de globalidad de la civilización humana.
Nuestra mente, incluso, ha sido permeada por el “sistema” (ya lo decían Foucault y Deleuze en los años setenta). Y nuestras almas. En nuestro día a día reproducimos el “sistema”, pues vive en nuestro subconsciente en incontables conceptos que lo reproducen, como se reproducen los productos y mercancías que se exponen en los mercados para ser consumidos. Esta vida del “sistema” vívido en nuestra mente, ocultando los valores inherentemente humanos, parece haber ninguneado la esencia de cada ser humano, arrinconándola en lo profundo de su ser, cegado asimismo por los valores que definen y difunden el “sistema” que, no debemos olvidar, surge -como un infante que irá creciendo y desarrollándose en etapas sucesivas) en el seno del Gran Paradigma de Occidente o paradigma de simplicidad (Edgar Morin), que encumbra al capitalismo y a la ciencia racionalista, desde sus orígenes, en la Edad Moderna, hasta nuestros días de “mundialización de la economía de mercado”. Esta participación nuestra en “la construcción del “sistema” está estrechamente vinculada a la crisis “económica”, que si somos objetivos y desapasionados, sabremos que es sólo una pequeña parte externa del iceberg de una crisis más profunda: una crisis de valores o de conciencia o de civilización, que está exigiendo, de todo el colectivo humano, su energía y su capacidad intelectual, y su ética y su integridad moral, para lograr desvanecer sus dramáticas consecuencias y salir para siempre del “sistema”. Pero NO lo conseguiremos desde los programas y medidas que, desde el “sistema”, se están ofreciendo en la política que enfrenta a los grupos ideológicos que pugnan por controlar las voluntades del tejido social para “alzarse con el poder” de los Estados, porque sus políticas son cantos de sirenas que sólo nos conducirán a profundizar en la crisis que se quiere sortear, debido a que sólo pugnan por imponer sus intereses partidarios e ideológicos, con el fin de conseguir el poder, que quienes lo controlan, los mismos que controlan el “sistema”, les permiten, si aceptan ser el brazo político de sus intereses. (En su momento, volveremos sobre este tema).
¿Se podría haber creado “otro” mundo (nacional, regional o global) más justo, sin desigualdades, sin exclusiones, sin clases sociales o grupos de acción social y de acción política enfrentados, sin muros que bloqueen la integración de todos las comunidades con la que se moviliza la sociedad –educativa, culturales, económicas, sanitarias, políticas, las que componen el plural tejido de la justicia…- en una misma comunidad nacional (regional o global) cooperativa, sin oposiciones, sin luchas, sin exclusiones? ¿La justicia y la igualdad sociales, la cooperación fraterna y solidaria de la plural diversidad de pueblos y culturas que definen y enriquecen a una comunidad nacional (regional o planetaria, global), podrían darse en un “sistema” que proclama en sus fundamentos filosóficos, en sus directrices económicas y valores mercantilistas deshumanizadores, las diferencias excluyentes entre los seres humanos, la competitividad y la “legítima” lucha (contraria a la dignidad inherente a la “humanidad“ de la Humanidad), por la búsqueda, a cualquier precio, de beneficios dinerarios y zonas de poder, entre otros, privando al grueso del colectivo de una comunidad del bienestar social del que es legítimo dueño, conminándolo a la escasez, a la exclusión, a la cotidianidad de una vida vacía de dignidad humana, a causa de que los beneficios de cualquier naturaleza se acumulan en las manos de los pocos que gobiernan y dictan leyes y las normas que mantienen el status quo del sufrimiento, del desequilibrio y de la descohesión sociales? Dicho de otro modo: ¿Los grupos ideológicos que luchan en el foro de la política de las democracias representativas por hacerse con el poder al que el “sistema” les convoca en ambición partidaria y en lucha fratricida, pueden generar las condiciones idóneas (objetivas, dirían algunos) para cambiar la sociedad (o el mundo de la globalidad) y crear unas nuevas/ correctas/ fraternas/ cooperativas/ integradoras/ justas y dignas relaciones humanas entre los pueblos y ciudadanos de una nación (o del mundo de la globalidad)?
No lo creemos. Lo que se “ve” en el tejido social de la nación (o del ámbito regional o del mundo global) es lo que hay, y lo que no ha podido dejar de ser, dadas las reglas del juego que impone el “sistema”. El “sistema” manda. Y las luchas (ambiciones) por controlar los cubiertos para llevarse a la boca alguna porción de la tarta dineraria y de poder, están controlados por el “sistema”, porque la tarta es propiedad del “sistema”. ¿Qué razones tenemos para declarar tal afirmación?

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