sábado, 22 de noviembre de 2014

John Ackerman judío sionista infiltrado?

                                                           Alfredo Jalife-Rahme

■ ¿Seré “antisemita”, en verdad?
Ampliar la imagen El inversionista Bernard Madoff, acusado de un gigantesco fraude, camina hacia su departamento, el miércoles pasado en Nueva York El inversionista Bernard Madoff, acusado de un gigantesco fraude, camina hacia su departamento, el miércoles pasado en Nueva York Foto: Reuters
Antecedentes: por no compartir su fanático “israelocentrismo”, ya me volví la obsesión personal de Alejandro Frank Hoeflich, quien desde hace más de seis (sic) años exige furibundamente mi expulsión de La Jornada: primero, a título personal, luego acompañado de Arnoldo Kraus Weisman (El Correo Ilustrado, La Jornada, 26/6/02 y 20/4/07), y ahora (junto a Gall Sonabend) encabeza una cruzada de linchamiento exorcista (desplegado publicitario, La Jornada, 19/12/08).
Frank Hoeflich, comprensiblemente abrumado por traumas atávicos (v. gr., Los protocolos de los sabios de Sion y el nazismo, de los que jamás hice apología), me acusa viciosamente (solo y acompañado) de “antisemitismo” mediante jeremiadas y anatemas sectarios, y confiesa vivir “indignado” por mis artículos que tanto le exasperan. ¡Qué pena!
Resalta que le afecten tanto las críticas financieras a un sector de la “banca israelí” y en las que exhibe su gueto mental semántico que choca con las definiciones universales de los términos y en las que abusa (solo o acompañado) del “antisemitismo” como blindaje de inimputabilidad que explota para coartar mi libertad de expresión, mi derecho a informar y a exponer mi inalienable crítica cartesiana.
No soy israelí, ni sionista, ni su clon, por lo que lamento no coincidir con su cosmogonía sectaria, por más respetable o repelente que sea. Tampoco colaboro para Televisa (donde Enrique Krauze Kleinbort alardea manejar la lista de colaboradores y su contenido) ni escribo para The Jerusalem Post, sino para un periódico plural, como La Jornada, donde a la mayoría de las comunidades libanesa y árabe tampoco le gusta (sin hacer tanta alharaca) las opiniones de Frank Hoeflich, Kraus Weisman y Krauze Kleinbrot, defensores a ultranza de ese Israel, al que no se le debe tocar y a cuyos grupos sionistas se les indultan sus crímenes acumulados desde hace 61 años.
Yo he sido más crítico de mis paisanos árabes y libaneses que ellos de sus correligionarios israelíes.
¿Se trata de equiparar a la víctima histórica con el verdugo contemporáneo? ¿Es correcto extrapolar indiscriminadamente las traumáticas vivencias, que un servidor siempre ha condenado en los multimedia, durante el zarismo y el nazismo, para blindar, esterilizar e inmunizar las atrocidades perpetradas por Israel, los neoconservadores straussianos y ciertos banqueros israelíes?
Hechos: quizá lo oculten o ignoren, pero el “mayor estafador del mundo”, el “banquero israelí” Bernie Madoff, maneja(ba) los fondos del Mossad (ver The Spoof; 15/12/08).
Finance Yahoo (18/12/08) reveló que la estafa de Bernie Madoff asciende a 100 mil millones de dólares, que habían sido expatriados a Israel. ¿Señalar las felonías de Madoff equivale a “antisemitismo”? Interesante ingeniería semántica que practica la lista de Frank Hoeflich.
Lehman Brothers, joya de la banca israelí-anglosajona (¿prefieren “sionista-anglosajona”?) que detonó el tsunami financiero global (que, por cierto, infectó a México), expatrió 400 mil millones de dólares a Israel días antes de su quiebra (ver Bajo la Lupa, 12/10/08).
Si no afectase la vida de tantos seres humanos en el mundo y los intereses patrimoniales de terceros, no me tomaría la molestia de citar las hazañas del Mossad y la “banca israelí-anglosajona”.
No pocas veces el Mossad ha sacrificado a sus “conciudadanos” para obtener suculentos dividendos geopolíticos, como el caso flagrante del “chacal” palestino Abu Nidal, a quien usaron para perpetrar un atentado contra Shlomo Argov, embajador de Israel en Gran Bretaña, con el fin de tener una coartada para su invasión a Líbano en 1982, según el británico Patrick Seale, una de las máximas autoridades sobre el Gran Medio-Oriente, quien afirma que “Abu Nidal era sin duda (sic) un agente del Mossad” (Japan Today, 10/11/06), lo cual es avalado por Robert Fisk, colaborador “serio e imparcial” y nada “desinformador” de La Jornada y de The Independent (25/10/08).
Es comprensible que a los encubridores del sionismo financiero y/o a los ignorantes de la región les exaspere la cruda realidad.
Quienes somos investigadores de la región tenemos tanto la responsabilidad histórica como la obligación intelectual de explorar todas las pistas, incluyendo al inimputable Mossad, por más dolorosas que sean para las mentes castas.
Lo mejor no es la percepción de la lista de Frank Hoeflich, ni siquiera la mía, sino la de los propios afectados: “los intelectuales y defensores de derechos humanos en India” declararon que “Al Qaeda es una organización frontal de la CIA y el Mossad que está detrás de los atentados en Bombay y muchos otros para imponer en el mundo su agenda de “guerra global contra el terrorismo”, según India Daily y The Kashmir Times (www.indiadaily.com/editorial/17121.asp y www.kashmirtimes.com/archive/0706/070613/index.htm). ¿Son “absurdas especulaciones”? ¿Son “sesgados y malintencionados” los “intelectuales y defensores de derechos humanos de India”, donde abunda la sapiencia milenaria?
Lo expresado por India Daily y Kashmir Times es una afirmación categórica, mientras la mía fue una “pregunta” obligada, dado el nivel diabólico circundante, entre las diferentes pistas que señalé (al mismo Liskhar-E-Taiba asociado con Al Qaeda, indios, etcétera) sobre la autoría de la carnicería de Bombay, que atribuí al racista choque huntingtoniano de civilizaciones (ver Bajo la Lupa, 7/12/08). Este artículo valió el exorcismo de “antisemitismo” para la lista de Frank Hoeflich, quien ya me había increpado cómicamente de “antisemita” por haber calificado de “cosmopolita” al banquero George Soros (sin haber mencionado su “origen”). En EU existe una revista popular Cosmopolitan. ¿Será también acusada de “antisemita”?
Sin venir al caso, Enrique Krauze Kleinbort (en su polémica con John Ackerman, El Correo Ilustrado, 30/4/08), me acusó livianamente de “bajezas antisemitas” por haber señalado previamente sus controvertidas públicas posturas.
Frank Hoeflich, Kraus Weisman, Krauze Kleinbort, Gall Sonabend, Sefchovich Wasongarz (y otros) van a tener una gran dificultad científica y genética en demostrar que son más “semitas” que yo.
No puedo ser “antisemita” porque soy triplemente semita (ver Bajo la Lupa, 14/5/08). ¿Sabrán qué significa científica y lingüísticamente “semita”, que expropian sin miramientos y que quiere decir “perteneciente a los pueblos árabes (sic) y hebreos” (Diccionario de la lengua española)?
No puedo ofrecer “disculpas” a los familiares de Norma Schvarzblat, cuyo deceso explotan sin pudor, porque no fui yo quien la asesinó, pero estoy con ellos en mi más profundo pésame, si con ello contribuyo en aliviar su aflicción, que hago extensivo a las víctimas de Bombay, sin excepción sectaria.

 

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