jueves, 20 de noviembre de 2014

La compasión


Cuando estás atorado en un conflicto con alguien que está equivocado, recuerda que estás luchando contra el antagonismo, contra el antagonista


31/05/2011 - Autor: Jamal Rahman - Fuente: Sufismo México



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Extiende tu compasión a todo lo creado.
Extiende tu compasión a todo lo creado.

En el nombre de Al-lah, el Infinitamente Compasivo, el Infinitamente Misericordioso

Sura Al-Fatijha 1:1

En los hadices se narra:

“Todo lo que está en los libros revelados, está contenido en el Qur’an; todo lo que está en el Qur’an está contenido en la sura (capítulo) llamado ‘Fatija’; todo lo que está en el Fatija está contenido en el ‘Basmalá’. La formula por la cual se invoca a Dios para que de Su bendición es el Basmalá: “Bismil-lah – ir – Rajmán – ir - Rajím”.

Las palabras significan: “En el nombre de Al-lah, el Infinitamente Compasivo, el Infinitamente Misericordioso.” Estas palabras abren todos los capítulos del Qur’an excepto uno. En el libro sagrado, la Compasión y la Misericordia de Dios se citan ciento noventa y dos veces. La Compasión y la Misericordia son la esencia de Dios.

Mi abuelo explicaba que hay un mensaje más profundo en el Basmalá, e hizo lo posible para explicar el significado interno de este verso: Al-lah quiere que seamos compasivos con nosotros mismos. La compasión era uno de los temas favoritos del abuelo.

Al hacer este trabajo de la transformación interna, y dar a luz a nuestro verdadero Ser, abuelo recordaba repetidamente a todos ser compasivos con nosotros mismos. “¿Podemos aprender a recibir nuestro dolor con ternura y amor? Sean misericordiosos, ya que somos valiosos en los ojos de Dios. Sabemos poco acerca de quienes somos y hacia dónde nos dirigimos. Nuestro Ser merece ser tocado con compasión a cada paso del camino.”

Abuelo insistía mucho en este punto: “Cuando trabajen en ustedes mismos, si no lo hacen de manera compasiva, no lograrán progresar mucho.”

La compasión era un mantra que abuelo invocaba sin pena alguna.

Cuando explicaba una práctica de desarrollo interno, hacía un alto en la mitad de alguna oración y les hacía dos preguntas seguidas a sus alumnos. “¿Con qué vas a hacer esta práctica?” “Con compasión,” respondían los alumnos al unísono. “¿Compasión para con quién?” “Para conmigo, conmigo,” respondían de nuevo sonriendo y riendo.

Ser compasivo con uno mismo no significa que evitas o niegas lo que necesitas ver, y los aspectos de tu personalidad que necesitas trabajar. Haces lo que tienes que hacer, pero con la energía de la compasión y de la misericordia. Abuelo explicaba lo que para él era la compasión: “Observa a tu personalidad con los ojos del alma; haz el trabajo que necesite tu personalidad, pero con las cualidades del alma. Las cualidades primarias del alma son la misericordia, la suavidad y la amabilidad. El alma no hace juicios y está rebosando de amor incondicional.”

Abuelo subrayaba un punto sencillo: “Si no puedo ser compasivo conmigo mismo, no puedo ser plenamente compasivo con los demás. Puedo aprender la mecánica de ser amable y pensar que soy amoroso y misericordioso, pero esa compasión está incompleta.”

Ten siempre en el corazón

La verdadera compasión abarca a todos, incluyendo a quien te ofende. ¿Quiere esto decir que quien te ofende y la ofensa quedan excusados y no lo enfrentas? No, para nada. Haces lo que tienes que hacer, pero con las cualidades del alma. Abuelo usaba la percepción ofrecida por Kabir, el poeta místico del siglo quince para explicar esta situación: “Haz lo necesario, pero por favor no excluyas a esa persona de tu corazón.” Si sigues este principio habrás logrado la belleza y el poder de la compasión.

Cuando estás atorado en un conflicto con alguien que está equivocado, recuerda que estás luchando contra el antagonismo, contra el antagonista. Haz lo que sea necesario, pero no excluyas al antagonista de tu corazón, por ejemplo, un juez honesto preside en el juicio de una persona. Hace lo correcto y dicta una sentencia de cadena perpetua para el ofensor. Puede decir la sentencia lleno de desprecio e insulto hacia ese hombre, deseando en su corazón limpiar la faz de la tierra de “esa escoria.”

Esta es una energía, pero el juez puede dictar la misma sentencia con otra energía manteniendo su corazón abierto hacia el acusado. Dicta la sentencia con solemnidad y respeto, asegurándose de que el acusado se le de la dignidad debida; se asegura de que no lo maltraten en la prisión. Incluso el juez puede orar por el ofensor, enviando luz desde su corazón al alma de la persona convicta. Así que esa sentencia puede dictarse con dos energías muy diferentes. Una es desde el ego; la otra proviene del alma. La compasión es la energía del alma que tiene el poder de mover cielo y tierra.

Dios como compasión

Algunas personas dicen que Dios tiene el corazón tan abierto y tan lleno de gracia que si pudiera morir por nosotros, lo haría. Como esto es imposible, somos nosotros quienes tenemos que morir por Dios; este es el misterio de nuestro andar. Pero es importante que sepamos que la infinita y exquisita compasión de Dios nos sostiene a cada paso de nuestro camino.

Uno de los jadith dice: “Quien se acerca a Mi caminando, Voy hacia ella corriendo; y quien se presenta Conmigo con una carga de equivocaciones semejante a todo el mundo, Lo saludo con un perdón equivalente.

El gran santo Bayazid Bistami escuchó la voz de Dios en un sueño que le dijo: “¡Oh Bayazid, mostraré tu falta fidelidad espiritual a tus seguidores y te van a apedrear.” Bayazid respondió: “Oh Amado, si haces eso, les mostraré Tu corazón abierto y Tu Compasión, y de cómo Eres indulgente cuando alguien se arrepiente; de la verdad de que Tu Misericordia es infinitamente mayor que Tu Justicia de manera que quienes lo sepan no vuelvan a obedecer Tus Leyes.” Dios se mantuvo en silencio y se retractó.

Si en verdad Dios es compasivo, ¿porqué, entonces, Dios nos e revela ante nosotros? ¿Acaso no es cruel de parte de Dios esconder Su Rostro provocando duda y desánimo en este mundo? Los maestros sabios dicen que son necesarios los velos entre nosotros y Dios. Si la Belleza y la Majestad inexpresable de Dios fluyeran sin velos como ola tras ola de luz enceguecedora, nadie podría aguantarlo. Rumi dice que cuando Dios revela – detrás de un velo—Su Ser a una montaña, la montaña se ríe y queda cubierta de pasto, rosales y árboles en flor. Estos intoxican a los pájaros y las montañas se convierten en un jardín rebosante del canto de los pájaros. Si Dios se revelara a Sí mismo sin velos, la montaña quedaría deshecha en polvo y cenizas. De manera que los velos entre nosotros y Dios permiten que Ella, en Su ternura y Compasión nos sostenga y nutra tal como somos.

Nuestra naturaleza básica es noble y profundamente compasiva. Si no sabemos esto, es porque no tenemos conciencia de ellos. No hemos alcanzado un grado de despertar y actuamos, a veces, desde estados de miedo en lugar del centro de conocimiento en nuestro interior. Rumi dice que quien escatima el agua a los sedientos no se ha dado cuenta del enorme y caudaloso río que fluye junto a él.

Cuando suavizamos la armadura y las defensas que hemos construido alrededor del corazón, nos percatamos de la lámpara iluminada por la Divinidad en nuestro interior; es esta llama de amor y compasión en el corazón que funde las sombras tanto dentro como afuera de nosotros, e ilumina al mundo.

Reflexiones

¿Cómo podría la primavera preparar un jardín sobre roca dura?
Vuélvete tierra, para que puedas dar flores de muchos colores.
Pues has sido una roca rompecorazones.
Por una vez, a modo de ensayo. ¡Vuélvete tierra !
(Rumi)

Prácticas

El abuelo se regocijaba con una práctica en la que solicitaba a sus discípulos que añadieran un adjetivo cariñoso a sus nombres, y que hicieran una costumbre para el resto de sus días de usar ese término afectivo cuando se hablaran a sí mismos. La verdad es que nos hablamos continuamente a nosotros mismos; habla contigo mismo con afecto y compasión.

El término que abuelo usaba consigo mismo era Heda bhai (en bengalés bhai significa hermano) y hablaba con el hermano Heda bastante a menudo, con compasión, por supuesto. Abuelo decía que esta práctica alentaba la presencia de nuestra identidad divina.

Capítulo 3 del libro La Fragancia de la Fe de Jamal Rahman
Traducido por Patzia González Baz


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