martes, 27 de enero de 2015

¿Puede sustituir el Nombre Dios al Nombre Al-lâh?

¿Puede sustituir el Nombre Dios al Nombre Al-lâh?

Los musulmanes sabemos que no hay otra Realidad que Al-lâh, el Uno-Único, el principio indual de todo lo creado

10/07/2008 - Autor: Abdennur Prado - Fuente: Blog Abdennur Prado
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¿Al-lâh significa Dios?
¿Al-lâh significa Dios?
Sobre la conveniencia de utilizar el Nombre ‘Dios’ en vez de ‘Al-lâh’ se ha escrito con profusión en los tiempos recientes. Existen argumentos en contra de la equivalencia, pero los argumentos a favor se sitúan por encima. Los musulmanes sabemos que no hay otra Realidad que Al-lâh, el Uno-Único, el principio indual de todo lo creado. Al-lâh es la Fuente de todas las tradiciones sagradas de la humanidad, es el Dios que se reveló a Zoroastro, a Moisés y a Jesús de Nazaret, que la paz sea con ellos. Sin embargo, muchos musulmanes castellano parlantes son reticentes a utilizar el Nombre Dios en vez del Nombre Al-lâh.
En primer lugar, porque el Nombre Al-lâh es el que aparece en el Generoso Corán: es por tanto un Nombre que ha sido revelado. Por el contrario, el Nombre Dios no pertenece a ninguna de las revelaciones conocidas. Recordaremos que Dios proviene de Teos, como versión latina del griego Zeus, y evoca un panteón de dioses de los cuales él es el supremo. Pero Al-lâh no es ‘un dios supremo’ desde el momento en que no hay nada fuera de Él. Hablando de Dios se puede hablar de un Dios escondido (Teos angostos), del Dios patético, del Dios personal, del Dios bueno, del Dios-hombre, del Dios del Antiguo Testamento o del Dios del Nuevo Testamento. Pero de Al-lâh a nadie se le ocurriría decir ‘el Al-lâh del Corán’ o ‘el Al-lâh del Evangelio’, como algo determinado y diferente. Esas expresiones carecen de sentido, son un absurdo lingüístico y muestran un desconocimiento total de lo que Al-lâh (Dios) es: la Realidad única, absolutamente indefinible y no susceptible de dichas determinaciones.
Atribuir a Al-lâh un género es inaceptable, un caso de antropomorfismo
Otro problema es que el Nombre ‘Dios’ es masculino de ‘Diosa’. Atribuir a Al-lâh un género es inaceptable, un caso de antropomorfismo. Desde la cosmovisión islámica resulta difícil de aceptar como Nombre de Al-lâh una palabra que tiene plural y género. Aún aceptando que nuestro pensamiento tenga que pasar por una cierta objetivación para pensarlo, debemos tener siempre presente que Al-lâh no soporta dichas determinaciones, siempre está más allá de lo que podamos pensar de Él, siempre se amplía y se sumerge en nuevos horizontes.
En base a estos y otros argumentos semejantes, algunos musulmanes han afirmado, de forma contundente, la inadecuación del nombre Dios para nombrar a Al-lâh, como nombres que identifica a la divinidad en el Corán. En el ámbito del pensamiento andalusí contemporáneo nos encontramos con autores para los cuales este rechazo del nombre “Dios” se mezcla con la agresividad hacia el cristianismo. Ofrecemos dos muestras (y no importa ahora quienes sean sus autores):
1) Allah no es Dios ni es un dios. Un dios es un ser poderoso, más que cualquier ser humano, y el Dios de los monoteístas no es más que la sublimación de un dios entre los dioses, pero sin huir del dualismo camuflado entre los pliegues del concepto ‘dios’. El Tawhîd, el Sentido de la Unidad dentro del Islam, va mucho más allá de todo lo relacionado con los dioses. Identificar de entrada a Allah con Dios es negarse a la posibilidad de comprender su verdadero sentido entre los musulmanes. Allah no es un ser aparte, poderoso, misterioso e invisible (y por tanto refutable). Para los musulmanes Allah es la Verdad que articula todo lo real, es el misterio o la profundidad de todo lo que hay. El mundo constantemente nos habla de Él, nos dice que es Poderoso, Creador, Sabio, etc. Su trascendencia no es invisibilidad sino grandeza y majestad porque no es abarcado por nada. Por ello, entre los musulmanes no hay ateos. La diferencia que establecemos entre Allah y Dios no es un ejercicio de retórica. Hay diferencias abismales que estructuran mundos de representación distintos. Insistir en la diferencia es resaltar las claves que hacen tan distintas las espiritualidades cristiana y musulmana.
2) Allâh es más amplio que el concepto “Dios”. Bajo el nombre de “Dios” convertimos a Allâh en algo frío, distante, ineficaz. (…) Allâh no es “Dios” en la medida que entendamos por “Dios” algo que ya sabemos, algo cuyas cualidades conocemos y en cuya naturaleza hemos sido instruidos. Allâh no es “Dios” en la medida en que Allâh es algo que exclusivamente puede vivirse, experimentarse. (…) Dios, el Dios católico, acabó resultándonos una pantomima de cualquier experiencia auténtica de lo sagrado. Dios fue un modo insólito de esclavizarnos a una quimera, y sabemos que no tardará demasiado en que el espíritu humano lo encierre junto a los dioses del Olimpo en el lugar de las imaginaciones intrascendentes. (…).
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Cuando Muhámmad introdujo el Nombre Al-lâh, este ya era utilizado por los cristianos árabes.

Estos argumentos se refutan de la manera más simple poniendo de manifiesto que los cristianos árabes utilizan el nombre árabe de Dios en sus oraciones: Al-lâh. Los autores citados afirman que ‘Al-lâh no es Dios’ e incluso que ‘Dios es un ídolo’. Según esto, los cristianos europeos son idólatras, pero los cristianos árabes no serían necesariamente idólatras por el simple hecho de utilizar el Nombre Al-lâh. Dado que los cristianos árabes rezan a Al-lâh, debemos deducir que rezan a algo distinto que los cristianos españoles, a pesar de que su creencia es idéntica. Dado que esto es absurdo, debemos concluir que si existen diferencias entre el cristianismo y el islam (que sin duda existen), estas no pueden reducirse a una cuestión de términos o de los nombres con que nos dirijamos a la divinidad, sino de prácticas, valores, cosmología y otros contenidos. Además, cuando Muhámmad introdujo el Nombre Al-lâh en el Corán, este ya era el Nombre para referirse a la divinidad utilizado por los cristianos árabes.
En otro lugar he descrito una experiencia decisiva a este respecto: Se trata del día del nacimiento de mi primera hija. Cuando subí a la maternidad, la pequeña lloraba en una cuna. Una mujer desconocida se me acercó y me dijo: ‘Dios es grande’. En un momento como éste, ¿qué importan los nombres ‘Dios’ o ‘Al-lâh’? ¿Acaso podemos decir que ‘el Dios’ que invocaba esa mujer es un ídolo, como algunos pretenden? Esa mujer, ¿era cristiana, judía, musulmana…? La respuesta carece de importancia. Lo importante es la empatía que se establece entre los creyentes cuando dejan de lado todo sectarismo y dirigen su mirada a la Creación de Dios, al milagro que representa el nacimiento de una niña. ¿Acaso el sentimiento que esa mujer expresaba al decir ‘Dios es grande’ no es el mismo que cualquier musulmán/a siente al decir ‘Al-lâhu Akbar’? Llamémosle Dios, Al-lâh, Brahmân, el Todo, lo Infinito… Todos estos Nombres son modos de orientarnos hacia una Realidad que nos sobrepasa. Cuando dos personas se dirigen al horizonte, ante la Inmensidad de lo creado, el sentimiento de asombro y de agradecimiento que las embarga es el mismo, a pesar de que uno exclame ‘Alabado sea Dios’ y el otro ‘Subhan Al-lâh’. Él permanece en el corazón de las criaturas, sentado sobre el Trono de Su Omnipotencia.
Existe, para terminar, un argumento que no dudamos en calificar de "gustativo".
Existe, para terminar, un último argumento en relación a la no identificación y sustitución de Dios por Al-lâh, un argumento que no dudamos en calificar de gustativo. El sonido Dios es punzante y frío, carece de resonancia. La resonancia de la palabra Al-lâh está representada por la vibración y suspensión de la letra “l”, y la expansión que la sigue, la expansión enormemente suave del sonido “a” prolongado hasta una “h” inspirada, casi silenciosa, que nos deja en suspenso y nos entrega al mundo desde el mismo suspiro de Su Nombre. En esa exhalación final nos unimos a Su aliento. Recitación implica una gustación sonora a la que la palabra Dios no nos conduce. La comprensión se da como correlato de la repetición pausada de la palabra, cuando esa Palabra se ha internado en nosotros hasta una profundidad que nos es desconocida. Sólo entonces es posible la inspiración como desvelamiento del sentido de la Palabra. El Nombre Al-lâh se revela entonces como un tesoro al cual ningún musulmán puede renunciar.
No decimos que el Nombre Al-lâh no señale a lo mismo que el Nombre Dios, ni que sean dos cosas distintas. Es más: afirmamos que Al-lâh es Dios, que estas no son sino dos formas de nombrar a la divinidad Única. En definitiva, sin necesidad de afirmar que el Nombre Dios es una traducción castellana correcta del Nombre árabe Al-lâh, afirmamos que éste nunca podrá ser sustituido. Si sentimos esta sustitución como una pérdida no es al nivel de las ideas sino del saboreo. Así pues, aceptamos la traducción de Al-lâh por Dios, pero reclamamos el sabor del Nombre revelado en nuestras respiraciones cotidianas.
Dice el Corán: Al-lâh está más cerca del hombre que su vena yugular.
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