“Solo quería ayudar a los refugiados sirios en Turquía. No iba a combatir”
La Audiencia juzga la primera célula de captación de yihadistas
El fiscal pide hasta 12 años de prisión para 11 acusados por integración en banda terrorista
Once hombres, la mayoría con barbas largas y chándal, se sentaban ayer en la pecera —la celda con cristal blindado— de la Audiencia Nacional en el primer juicio contra una célula de reclutamiento del Estado Islámico (EI), radicada en Ceuta y la localidad fronteriza de Fnideq (Marruecos). El fiscal les acusa de captar, adoctrinar y facilitar la incorporación de 14 hombres a la katiba (falange, brigada) de Abdelaziz el Mahdali, líder salafista en Alepo (Siria). Al menos nueve de los desplazados entre abril de 2012 y junio de 2013 han muerto en atentados suicidas contra las tropas del presidente Bachar al Asad.
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Karin Abdesalam Mohamed, Marquitos, a quien las fuerzas de seguridad consideran el líder de los reclutadores, abrió la primera sesión de la vista oral. En el ordenador de Marquitos, apodo con el que se le conocía en la barriada ceutí de El Príncipe Alfonso, la policía halló una imagen suya con Mohamed Abdesalam, Pizza, uno de los combatientes suicidas que viajó a Siria a fines de mayo de 2013. Ambos sostienen una bandera del Estado Islámico. El acusado ha negado que usaran esa bandera como emblema terrorista, sino por la inscripción “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta” que figura en la enseña.
La investigación policial descubrió que Marquitos buscó en junio de 2013, días antes de ser detenido, billetes para que tres jóvenes, entre ellos dos de sus sobrinos, viajaran a Turquía, presumiblemente para después pasar a Siria. El periplo se frustró porque no había pasajes para las fechas buscadas. El supuesto líder sostuvo que los billetes eran para él solo. “Quería viajar a Turquía a los campos de refugiados donde está el pueblo sirio, a ayudar a cuidar enfermos y heridos; no a combatir” con el EI, explicó.
Marquitos, que pasó dos años y cuatro meses en prisión preventiva acusado de ser miembro de Al Qaeda y fue absuelto por falta de pruebas, negó también haber captado a tres vecinos de la barriada de El Príncipe Alfonso, uno de los cuales, apodado Wahbi, se inmoló en Siria. En el ordenador se halló el vídeo de esta acción. “Ese vídeo lo encontré en YouTube; allí puedes encontrar lo que quieras”, sostuvo. También rechazó haber comunicado a la esposa de Wahbi, Sana, la muerte de su esposo. “No hablé con ella. Está prohibido mantener contactos con mujeres en el islam”, destacó.
Los acusados condenan el terrorismo
La primera sesión del juicio contra la trama de captación yihadista, en la que declararon cuatro de los 11 acusados de integración en organización terrorista, discurrió en dos planos. El primero, visible y expreso, tenía que ver con los hechos de la acusación: idas, venidas, fechas, cifras, relaciones... Los cuatro acusados negaron punto por punto el relato del fiscal Vicente González Mota. Los cuatro hombres se cuidaron de cerrar sus interrogatorios con una condena genérica del terrorismo.
El segundo plano del juicio —apenas sugerido— es más sociológico y permite entrever el caldo de cultivo en el que prospera el salafismo en Ceuta. En sus respuestas al fiscal, los acusados deslizaron detalles de su vida en la barriada del Príncipe Alfonso, la más deprimida de la ciudad autónoma y de mayoría musulmana.
El más locuaz fue Tarik Mustafa Hamed, alias Conejo. Este joven con aspecto de clérigo rigorista se describió ante el tribunal como un “adicto a las drogas”. “Me meto coca, porros, pastillas, marihuana, kif, de todo”, dijo, a preguntas de su abogada. Hamed retrató de la misma guisa al líder de la trama: “Karin es un grifota, un porreta; es mi vecino y lo conozco desde pequeño, ni es un líder ni nada; es un porreta como yo”.
Limpiador del CETI
Pese a tal despliegue de vicios, Hamed era uno de los pocos acusados que tenían una ocupación. Explicó que desde 2003 trabajaba como limpiador en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta. Y empleó la acepción de yihad como esfuerzo para ser un buen musulmán: “A mí no me hace falta viajar hasta Siria para hacer la yihad, la estoy haciendo todos los días en mi casa, levantándome a las siete de la mañana para limpiar servicios de subsaharianos, para fregar o para limpiar los cristales de los cuarteles militares”, proclamó al final de su intervención ante el tribunal.
Mohamed Heyouf, acusado de tener en su ordenador archivos con instrucciones para fabricar explosivos y munición y cargadores de distinto calibre, se escudó en sus ocho hermanos, con los que vive en una vivenda de una planta en la misma barriada. “Pudo haberlo descargado cualquiera de ellos de Internet”, dijo. En cuanto a la munición, repuso que pertenecía a otros de los hermanos, de profesión militar.
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