HORAHallan muerto a uno de los tres espeleólogos españoles desaparecidos en Marruecos.
Atentado de Al Shabab en la universidad de Garissa
'Cristianos a la izquierda, musulmanes a la derecha'
Al Shabab usa métodos de Al Qaeda como la separación de rehenes por religiones
Busca un efecto propagandístico y explotar la veta de los conflictos étnicos
Los últimos atentados demuestran que la organización se infiltra en Kenia con facilidad
Dos sanitarios ayudan a una mujer que huye de la universidad de Garissa.DAI KUROKAWAEFE
"¿Ves a esos tíos de allí?". Bashir señaló a dos fulanos en chanclas, tomando algo que parecía té en el único bar del militarizado aeropuerto de Mogadiscio. "Son de Al Shabab. Y son los que van a intentar secuestrarte mientras estés aquí". Nunca sabías si Bashir, el conseguidor preferido de la mayoría de periodistas que viajan a la capital de Somalia, estaba de broma o hablaba en serio, pero no mentía cuando decía: "Al Shabab está infiltrada en todas partes y les gusta que la gente lo sepa".
Los 68 muertos del centro comercial Westgate de Nairobi, los 60 de Mpeketoni, los 64 del autobús de Mandera y los 70 que van en la universidad de Garissa demuentran que estos yihadistas se mueven en territorio keniano con cierta libertad (desde 2011 han matado allí a más de 300 personas), eligiendo blancos fáciles y concurridos, como lo hacen en Mogadiscio, donde la percusión de las balas y las bombas ponen banda sonora a la ciudad.
Al Shabab no le ha jurado lealtad al autodenominado Estado Islámico (son chiíes, no suníes, como su califa Al Bagdadi) pero sí funcionan como una franquicia de Al Qaeda. De hecho, en el pasado muchos de sus hombres fueron entrenados en Yemen por gente cercana a Bin Laden. Sus miembros abrazan algunos métodos clásicos del yihadismo como la separación de rehenes musulmanes (a los que se libera) de cristianos (a los que se asesina) como propaganda. En el atentado de Mandera sacaron a todos los viajeros del autobús, los dividieron por religiones y mataron a sangre fría a aquellos que no profesaban el Islám. Al Shabab sabe que en Kenia (donde los musulmanes son el 12% de la población) existen grandes tensiones étnico-religiosas y, como asegura el International Peace Institute, explota esa veta para incendiar a su vecino del sur.
La semana pasada ya lo pusieron en práctica en el hotel de Mogadiscio que arrasaron a sangre y fuego y ayer hicieron lo mismo en la universidad de Garissa, pero en otros atentados indiscriminados no son tan cuidadosos en la selección y acaban cometiendo masacres sin distinción alguna, porque la vida humana no les importa lo más mínimo y sólo quieren repercusión. La mejor imagen posible del día de ayer era la de un grupo de musulmanes donando sangre para los heridos a las puertas de un hospital.
El analista Ryan Cummings, esperto en yihadismo en África, afirma que Al Shabab ataca las escuelas como símbolo de la educación occidental que pretenden combatir, exactamente igual que hace Boko Haram en Nigeria con el secuestro de estudiantes y los talibán en Afganistán y Pakistán prohibiendo a las niñas que acudan al colegio. La universidad es el mejor antídoto contra la Edad Media que promueve el salafismo y ellos lo saben. En Somalia han bombardeado varias facultades que, a pesar de todo, nunca han cerrado sus puertas.
Desde 2011 esta organización considera enemigo al gobierno de Kenia por su papel en la coalición que combate en Somalia a este grupo yihadista y sus aliados, igual que sucede con Uganda y con Etiopía. Por culpa de esa guerra, la diáspora somalí ya es la más importante del país, y se concentra en el campo de refugiados de Dadaab, la tercera ciudad de Kenia en población, o el Pequeño Mogadiscio, el barrio somalí de la capital keniana.
Kenia tiene enormes problemas en su táctica contraterrorista. No sólo no posee redes en Al Shabab que informen con precisión de los planes del grupo yihadista, sino que sus detenciones arbitrarias en las mezquitas del país y la represión a los detenidos tampoco les ayuda.
Los 68 muertos del centro comercial Westgate de Nairobi, los 60 de Mpeketoni, los 64 del autobús de Mandera y los 70 que van en la universidad de Garissa demuentran que estos yihadistas se mueven en territorio keniano con cierta libertad (desde 2011 han matado allí a más de 300 personas), eligiendo blancos fáciles y concurridos, como lo hacen en Mogadiscio, donde la percusión de las balas y las bombas ponen banda sonora a la ciudad.
Al Shabab no le ha jurado lealtad al autodenominado Estado Islámico (son chiíes, no suníes, como su califa Al Bagdadi) pero sí funcionan como una franquicia de Al Qaeda. De hecho, en el pasado muchos de sus hombres fueron entrenados en Yemen por gente cercana a Bin Laden. Sus miembros abrazan algunos métodos clásicos del yihadismo como la separación de rehenes musulmanes (a los que se libera) de cristianos (a los que se asesina) como propaganda. En el atentado de Mandera sacaron a todos los viajeros del autobús, los dividieron por religiones y mataron a sangre fría a aquellos que no profesaban el Islám. Al Shabab sabe que en Kenia (donde los musulmanes son el 12% de la población) existen grandes tensiones étnico-religiosas y, como asegura el International Peace Institute, explota esa veta para incendiar a su vecino del sur.
La semana pasada ya lo pusieron en práctica en el hotel de Mogadiscio que arrasaron a sangre y fuego y ayer hicieron lo mismo en la universidad de Garissa, pero en otros atentados indiscriminados no son tan cuidadosos en la selección y acaban cometiendo masacres sin distinción alguna, porque la vida humana no les importa lo más mínimo y sólo quieren repercusión. La mejor imagen posible del día de ayer era la de un grupo de musulmanes donando sangre para los heridos a las puertas de un hospital.
El analista Ryan Cummings, esperto en yihadismo en África, afirma que Al Shabab ataca las escuelas como símbolo de la educación occidental que pretenden combatir, exactamente igual que hace Boko Haram en Nigeria con el secuestro de estudiantes y los talibán en Afganistán y Pakistán prohibiendo a las niñas que acudan al colegio. La universidad es el mejor antídoto contra la Edad Media que promueve el salafismo y ellos lo saben. En Somalia han bombardeado varias facultades que, a pesar de todo, nunca han cerrado sus puertas.
Desde 2011 esta organización considera enemigo al gobierno de Kenia por su papel en la coalición que combate en Somalia a este grupo yihadista y sus aliados, igual que sucede con Uganda y con Etiopía. Por culpa de esa guerra, la diáspora somalí ya es la más importante del país, y se concentra en el campo de refugiados de Dadaab, la tercera ciudad de Kenia en población, o el Pequeño Mogadiscio, el barrio somalí de la capital keniana.
Kenia tiene enormes problemas en su táctica contraterrorista. No sólo no posee redes en Al Shabab que informen con precisión de los planes del grupo yihadista, sino que sus detenciones arbitrarias en las mezquitas del país y la represión a los detenidos tampoco les ayuda.
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