martes, 28 de abril de 2015

Shahâda

Lâ ilâha illâ llâh rechazamos a los dioses, con Muhámmadun rasûlu llâh comenzamos a buscar a Allah, a la Verdad

28/04/2015 - Autor: Abderrahmán Muhámmad Maanán - Fuente: Musulmanes Andaluces
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Shahada
Shahada
Según una Tradición musulmana (hadiz), Allah, el Creador de cuanto existe, ha dicho: “No me abarcan ni los cielos ni la tierra, pero me abarca el corazón del ser humano que se abre hacía Mí”.
Este hadiz es, sin duda, la mejor introducción a lo que es el Islam. Según esas palabras, Allah es el Inmenso Eterno que no puede ser contenido por nada, ni tan siquiera por los cielos ni la tierra en toda su vertiginosa grandeza, pero a su vez nos enseña que por dentro, el ser humano es tan grande que llega a albergar en sí al Infinito.
El ser humano, encerrado dentro de estrechísimos márgenes, condicionado en todo momento por su ubicación en el espacio y el tiempo, atado a mil circunstancias, posee un espacio propio, un tiempo personal y unas circunstancias interiores que son absolutos, y es en ese universo carente de medidas donde se encuentra con el Impensable, con su Señor, con Allah.
A Allah se le niegan límites y se le afirma una naturaleza inasequible. Eso es lo que se hace con Él en el Islam para convertirlo en un desafío a la inteligencia, de modo que ésta, al buscar algo imposible se abre a su propia capacidad infinita, agigantando al ser humano, transformándolo en algo, a su vez indefinible. En el Islam no se cuentan historias acerca de Allah, simplemente se le presenta al ser humano como reto, el cual, al ser asumido, precipita al hombre por el abismo de su propio secreto interior.
En realidad, de lo que se nos está hablando, es del carácter absolutamente insaciable de la criatura humana. El musulmán acepta el vértigo al que lo invita su propia naturaleza, y no busca consuelos con los que rellenar su vacío, sino que profundiza en él hasta allí donde lo conduzca. En lugar de contemplar con rechazo su abismo interior, acepta su terrorífica inmensidad y hace de ese infinito suyo, un reto en el que desea descubrir su Verdad, a la que el Islam llama Señor, porque es el que lo rige en cada momento sin dejarse percibir. Por eso se dice de Él que es Sutil.
La búsqueda de Allah consiste en un proceso de simplificación, de purificación si queremos utilizar otro término. El ser humano, buscando su Verdad buscando a su Señor, comienza a desechar los ídolos que ha fabricado por miedo precisamente, a enfrentarse con ese abismo que presiente en sí. Busca satisfacciones y consuelos que acaban por defraudarlo. Cuando su angustia es radical, o bien se hunde en su desconsuelo, o bien se pone en marcha para buscar la autenticidad, asumiendo su vacío. El Islam comienza con un acto de negación desidolatrizador Es necesaria la simplificación que elimina todo lo ficticio, es imprescindible esa purificación emancipadora. Sólo así nos asomamos verdaderamente a ese vacío interior que nos exige ser colmado.
El musulmán dice: “La ilaha illa Allah", No hay más verdad que Allah, y se deshace con esta frase de todas las mentiras y derriba todos los ídolos, vacía completamente su mundo, un mundo que tapaba ante él ese hueco infinito suyo.
¿Qué significa La ilaha illa llah? Significa que todos los ídolos que hemos imaginado son insuficientes para llenar nuestra ansiedad y nuestra insaciabilidad. A partir del momento en que se dice La ilaha illa llah, se destruyen los ídolos que se tenían y se renuncia a fabricar otros nuevos. Simplemente nos asomamos al vacío, y esperamos. Ahora bien, este empeño desidolatrizador no es fácil. No consiste en una declaración teórica. Debe ser llevada hasta sus últimas consecuencias. Es asumir la desolación, aceptarla, e insistir en ella con entereza hasta su último momento destructor.
Por todo ello, la palabra Islam significa rendición, absoluta claudicación ante Allah. El Islam es conducir hasta su extremo esa búsqueda desmitificadora que desmonta todas las seguridades del ser humano, enfrentándolo a su nada más absoluta. En este sentido, la espiritualidad musulmana es aterradora. Efectivamente, busca engendrar en nosotros un miedo espantoso que nos hunda en la puesta de nuestro último sol. El musulmán aprende a perderle miedo a ese miedo. Sabe que ese miedo apagará todos sus miedos insignificantes. A ese terror ante Allah se le llama en árabe Táqwa. Y los que lo padecen son llamados muttaqin, los hombres verdaderos.
Pero decíamos que todo lo anterior es algo inoperante si se deja tan sólo a un nivel teórico. Hay que provocarlo. El Islam nos enseña a  precipitarlo a base de insistencias, a base de llamar una y otra vez a las puertas de Allah, y, así, las prácticas del lslam (las ‘Ibâdas) no son sino  continuos aldabonazos.
Las ‘Ibâdas o prácticas que el Islam enseña, están cargadas de intención. y para ser válidas, las tienen por condición indispensable. La Niyya o intención, es la que hace de esas prácticas algo efectivo. Es querer 1legar a Allah lo que verdaderamente conduce hasta Él. Por ello, siempre el primer paso consiste en enfocar el corazón hacia Allah, sumergirlo en Él, forzar su atención dirigiéndola a la inmensidad que no tiene límites, enfrentar nuestro ser a la libertad en la que está cimentado. Una vez realizado el acto de Niyya, pueden empezar a darse los pasos.
En estos folios queremos bosquejar lo fundamental de esas prácticas- ’Ibâdas que realizan los musulmanes. Esto exige una explicación preliminar. La frase La ilaha illa llah nos ha servido de introducción a la visión general que tienen los musulmanes de lo que es lo Real: no hay más verdad que Allah, y comienzan su búsqueda. Es decir, las prácticas van a complementar esa intuición primera. Las  ‘Ibâdas ya no son una negación, sino una afirmación. Son la afirmación de la capacidad del hombre para llegar a Allah, la afirmación de que puede llegar al extremo de lo que implica la primera frase. Lo que la completa es otra fórmula: Muhámmadun rasûlu llâh, Muhammad es el Mensajero de Allah. ¿Qué significa esta segunda frase fundamental del Islam? Significa que existe una senda hacia Allah. Los musulmanes han aceptado la senda enseñada por Sidna Muhammad (sálla llahu 'aláihi wa sállam), y que es la que queremos describir muy  sucintamente aquí.
Sidna Muhammad (sálla llahu 'aláihi wa sállam) va a ser nuestro maestro y nos inserta en una Tradición tan antigua como el hombre. A esa  Tradición o Senda se la llama Tawhîd o Camino de la Unidad o de la Reunificación. Es decir, no vamos a ir a ciegas. No vamos a hacer de nuestro arbitrio un camino. Precisamente, deseamos ser rigurosos. Mucho podrimos decir acerca de Sidna Muhammad (sálla llahu ‘aláihi wa sállam) pero bástenos decir aquí que la fórmula Muhámmadun rasûlu llah significa nuestra afirmación de la validez de la vía que vamos a seguir. En ella veremos que no hay otra cosa que una constante insistencia en lo que se ha dicho más arriba, preparándonos para asumir a Allah, preparándonos para el encuentro con nuestro Señor interior. Porque está libre de otras adherencias, encontramos que es válida para el fin que nos hemos propuesto. En ella sólo hay simplificación, sinceridad pura. Esta segunda frase simplemente es consecuente con lo que vamos a hacer, es una reafirmación de la seriedad de nuestra intención y de nuestro Arte o Ciencia.
La pronunciación de la Shahâda, es decir, de la doble frase, Lâ ilâha illâ  Allâh Muhámmadun rasûlu llâh, es el requisito para empezar en el Islam y en sus prácticas. La Shahâda consiste en una negación y en una afirmación esencial. Es así como empezamos el proceso. Y la recordaremos constantemente, afianzándonos en su significado.
La Shahâda tiene muchísimos más matices, pero aquí sólo queremos señalar el más inmediato. Y la primera ‘Ibâda consistirá también en su pronunciación, de ahí que se diga que es el primer pilar del Islam.
Como primer pilar del Islam, la Shahâda articula todo el resto. Es la necesaria clarividencia con la que nos iniciamos sobre la senda. Recordémoslo así: Lâ ilâha illâ llâh es orientarnos hacia Allah perdiendo de vista cualquier otra cosa, Muhámmadun rasûlu llâh es empezar a dar pasos en esa dirección según una Tradición. O podemos decirlo así: con Lâ ilâha illâ llâh rechazamos a los dioses, con Muhámmadun rasûlu llâh comenzamos a buscar a Allah, a la Verdad. O bien: Lâ ilâha illâ llâh es el camino. Muhámmadun rasûlu llâh es el guía.

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