lunes, 27 de julio de 2015

La israelí que luchó contra el Estado Islámico

La israelí que luchó contra el Estado Islámico

Dice que para los milicianos del EI que los mate una mujer es ir al infierno.

 
En esta imagen, la voluntaria israelí es vista a junto a compañeros de combate kurdos y prisioneros yihadistas.
Foto: Archivo particular
En esta imagen, la voluntaria israelí es vista a junto a compañeros de combate kurdos y prisioneros yihadistas.
Gill Rosenberg (31) no se considera heroína ni especialmente valiente. “Quizás un poco heroína y un poco loca. O ninguna de las dos cosas”, dice sonriente. Pero ha cruzado fronteras desde Israel, donde se radicó en el 2006 proveniente de su Canadá natal, para llegar a Siria e Irak y combatir allí a los que llama “la banda de criminales de Isis (Estado Islámico)”.
Peleó durante meses junto a la milicia kurda YPJ (batallón femenino) y un grupo de sirios cristianos y hace pocos días salió de allí con vida, afirmando que nunca sintió temor de morir, aunque sí habría estado dispuesta a dar su vida “para esta lucha del bien contra el mal”.

Su nombre original en inglés es Gillian, pero aquí se hace llamar Guil. Al radicarse en Israel, donde se convirtió en ciudadana, se enroló en el ejército y sirvió en la Unidad de Rescate. Finalizado su servicio militar, cometió un error que le costó caro, al sumarse a un trabajo fraudulento que le ofreció un conocido, por el cual pagó con cuatro años y medio de prisión, fue extraditada a Estados Unidos.
“Era joven y estúpida”, dice con los ojos vidriosos y húmedos. “Ahora soy una persona común, que trata de hacer las cosas bien”.
Fue a través de los medios y las redes sociales, como tantos otros ciudadanos del mundo, que estuvo expuesta a los horrores cometidos por el Estado Islámico (EI): “Sentí que tenía que hacer algo, que quería ayudar”, recuerda hoy. “Entablé contactos con combatientes extranjeros que ya estaban en el terreno y me cercioré de que me recibirían. Recordemos que no podía asegurar de antemano que una mujer israelí, judía, sería aceptada sin problemas”.
Sus comandantes en el YPJ conocían perfectamente su identidad y no tenían problema ninguno al respecto. Pero no así todos sus compañeros, por razones evidentes de seguridad.
Guil habla con naturalidad de la realidad que vivió desde noviembre del año pasado hasta hace pocas semanas, combatiendo al EI.
“No vi personas que fueran decapitadas, lo que ellos hacen en las ciudades a las que llegan y con los prisioneros que toman; pero vi cómo quedaron los lugares por los que ellos habían pasado, y no tengo dudas de que la realidad es mucho peor que todo lo que yo había oído”.
Cuenta de zonas enteras como Sinjar, en Irak, donde fueron atacados numerosos yazidíes (minoría preislámica) y cristianos, en los que “lo único que se ve son niños menores de ocho años, porque a las mujeres y a las niñas se las llevaron. No quiero ni pensar qué les han hecho, y a todos los varones mayores de ocho los han transformado en soldados del EI”.
Estuvo con mujeres violadas que sobrevivieron y prefieren morir. Y en medio del horror, una imagen silenciosa que captó en su teléfono móvil y nos muestra: en medio de las ruinas grises de un barrio cristiano, los restos de un oso de peluche. “Eso me recuerda que aquí antes vivía gente, que aquí antes jugaban niños”, afirma con la voz entrecortada.
Dada por muerta
En determinado momento, distintos rumores afirmaban que había sido capturada y hasta asesinada por el EI. Guil no sabe dónde exactamente se originó la historia, pero estima que en gran medida fue producto de la propaganda del grupo terrorista.
“Son fuertes con la propaganda, mostrando su brutalidad, con lo que se imponen, pero en la práctica, aunque claro que son buenos también estratégicamente, son unos cobardes que usan más que nada ataques suicidas y cargas explosivas detonadas a la distancia”, asegura. “Los he visto cuando caen prisioneros, los tuve al lado, y vi que estaban muertos de miedo”.
“Además, según sus creencias, si los mata una mujer, van al infierno, por eso temen tanto a las valientes combatientes kurdas que luchan al lado de los hombres”. Se sonríe y agrega: “Pensar que quizás una israelí, judía, exsoldada en el ejército israelí podría llegar a matarlos, ya sería demasiado para ellos. Aunque no sé qué hay peor que el infierno”.
Guil explica qué significa estar en el frente contra los yihadistas del EI y aclara que no se entabla un contacto cara a cara en luchas cuerpo a cuerpo.
“No funciona así, más que nada porque ellos pelean a la distancia. Pero sí puede pasar que estamos controlando una aldea y que el Estado Islámico está en la vecina, que estamos verificando que una casa está ‘limpia’ y allí nos topamos con uno de ellos. De cerca, cuando están solos y son capturados, no son tan valientes como la gente cree”.
‘EI no es indestructible’
Se detiene unos segundos y agrega: “Si tuviéramos más armas y mejores, la situación sería otra. El EI no es indestructible”.
Cuando habla de “nosotros” se refiere a los kurdos, de los que se siente parte integral aunque su nacionalidad sea otra. Admite que le cuesta adaptarse a estar fuera y que está pendiente de lo que ocurre con sus compañeros en el terreno.
No se arrepiente de haber tomado meses atrás la decisión de ir a pelear en Siria e Irak. Pero al mismo tiempo explica que en las últimas semanas sintió que la situación iba cambiando y tornándose más peligrosa todavía.
“Irán está avanzando mucho y la gente está preocupada de que va tomando más y más control. Y una cosa es combatir a una banda de criminales, a una guerrilla, mientras que otra muy distinta es luchar contra un ejército como el iraní”, explica.
Siente que el Estado Islámico, por un lado, e Irán, por otro, son los dos grandes peligros a los que hay que enfrentar.
Pero para ella, se ha acabado la época de la batalla. Ahora tratará de ayudar de otra forma, concientizando y explicando sobre los horrores de la guerra.
JANA BERIS
Para EL TIEMPO
Jerusalén.

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