viernes, 6 de noviembre de 2015


Jutba del maqam de la Revelación 1

El Qur’an nos invita a mirar el mundo, a reflexionar sobre la existencia

07/03/2002 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
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Qur’an
Qur’an
Antes de llegar a nuestra última y definitiva estación, al maqam de Muhámmad, la paz sea sobre él, habremos de detenernos por un tiempo en otro maqam que es el espacio y el tiempo de la Recitación, del Corán, la estación donde se produce el tayali. Muhámmad y el Qur’an son inseparables.
El Qur’an es la expresión completa de la revelación, el despertar del ser humano a la comprensión de sí mismo y del mundo. La recitación nos recorre por dentro y por fuera como un barzaj, como un manantial de significados inagotable que nos conduce hasta el límite de nuestra capacidad de conocer. Y eso mismo le ocurrió a Muhámmad, la paz sea con él, a lo largo de su vida profética. Iba conociendo la revelación a medida que se articulaba en su corazón.
Entre los hadices recopilados por al Bujari, existe uno en el que el profeta recuerda un episodio de su infancia en el desierto, de cuando vivía con su nodriza Halimah y su marido Harith. Dijo el profeta, la paz sea con él:
"Vinieron hacia mí dos hombres vestidos de blanco con una jofaina de oro llena de nieve. Entonces me tendieron y abriéndome el pecho me sacaron el corazón. Igualmente lo hendieron y extrajeron de él un coágulo negro que arrojaron lejos. Luego lavaron mi corazón y mi pecho con la nieve."
Y aclaró:
"Shaytán toca a todos los hijos de Adam el día en que sus madres los paren, salvo a Mariam y a su hijo."
El profeta, la paz sea con él, nos narra cómo fue preparado por los ángeles para recibir la revelación. Éstos extraen de su corazón un coágulo negro que arrojan lejos de sí.
No puede haber coágulos en el interior de un corazón humano que recibe la Revelación completa. No puede haber resistencias porque entonces no podría soportar el fluir completo y constante de la vida, de la creación.
Nos dice también que él es un ser humano, un hijo de Adam, y como todo ser humano, excepto Mariam y su hijo, está sujeto a una forma, aun molde.
La Revelación, el Tayali, la teofanía, requieren de una purificación de ese receptáculo, de un vaciamiento. El Corán comienza a revelarse a Muhámmad, la paz sea con él, durante el ayuno, en el mes de Ramadán. El profeta ayuna como hanif en una gruta del Yebel Nur, la Montaña de la Luz, arropado por unas lajas de piedra que semejan las páginas de un libro. Debajo se abre el Valle de Becca en cuyo centro se divisa el santuario de Ibrahim, la paz sea con él, la Kaaba, como un pequeño cubo de piedra.
Y Allah se le revela diciéndole:
"¡Lee en el nombre de tu Sustentador, que ha creado, ha creado al hombre de una célula embrionaria!
¡Lee –que tu Sustentador es el Más Generoso! Ha enseñado al hombre el uso de la pluma, enseñó al hombre lo que no sabía."
(Corán, 96, 1-5)
Nos dice al Bujari, que entonces Muhámmad entendió, por iluminación repentina, que se le exhortaba a recibir y comprender el mensaje de Allah al ser humano. Allah conmina al profeta a asumir el jalifato mediante la comprensión de una escritura que va más allá de la caligrafía: ¡Ikra, bismillah! Recita en nombre de Tu Señor, de Quien sostiene tu comprensión y tu conciencia.
Tu comprensión y tu conciencia están ambas sostenidas por Allah, de una forma que sólo Él conoce. Allah, mediante el lenguaje de los signos, nos procura un conocimiento y una guía, hace que nuestras vidas humanas tengan sentido, que nuestra mente pueda construir y crear sin cesar el mundo.
Esta inspiración divina y este tayali son una constante en la historia profética. En el sura 4, Las mujeres, An Nisá (ayat 163,165) dice Allah a Muhámmad:
"Ciertamente, te hemos inspirado, Oh Profeta, como inspiramos a Nuh y a todos los profetas después de él ‑-e inspiramos a Ibrahim, a Ismail, a Ishak, a Jacúb y a sus descendientes, incluyendo a Isa, Yub, Yunús, Harún y Suleimán; y dimos a Daud un libro de sabiduría divina; e inspiramos a otros enviados que ya te hemos men­cionado; así como a enviados que no te hemos mencio­nado; y Allah habló a Musa directamente: hemos comi­sionado a todos estos enviados como anunciadores de buenas nuevas y como advertidores, para que la gente no tenga ex­cusa ante Allah después de la venida de estos enviados: y Allah es en verdad poderoso, sabio."
El encuentro de los profetas con el Ruh al Quddús, con Yibril, es una constante de la Revelación de Allah al ser humano. El Corán es el sello de la revelación, la síntesis real y actualizada del mensaje, la recitación que nos sirve y nos guía en un tiempo único y sin fisuras, en el ‘zaman anfosi’ o tiempo del sentido. El Qur’an abre la posibilidad de sentido, de significado, al corazón que lo escucha con atención y humildad. Sus suras recorren todos los universos y sus ayats no hacen sino adorar a Allah en su Realidad, en su Significado y en su Esencia.
Todos los profetas, la paz sea con ellos, han transmitido el mensaje, pero todos ellos han muerto,. El último, Muhámmad, la paz sea con él, nos ha dejado como legado una revelación inalterable que puede conducirnos a nuestra liberación integral, si Allah quiere, que otorga al corazón humano la posibilidad de significado, la vía de su realización como criatura dotada de comprensión. Allah nos dice, además, que la revelación comienza en el maqam de Nuh, la paz sea con él, y no antes.
Los banu Adam fueron la explosión primigenia de nuestra humanidad, la salida al exterior de la conciencia, pero nuestro regreso paulatino a la realidad sólo nos acontece mediante la purificación por el agua. Empezamos a tener conciencia de nosotros mismos cuando reconocemos el agua que somos, un agua que, en el caso de Muhámmad, la paz sea con él, procede de las alturas, de las cumbres de la creación de Allah, un agua pura y restauradora.
La arcilla sonora, la tierra y el agua recitan juntas en el nombre de su Señor, formando en esa unión un embrión que acabará comprendiéndose a sí mismo. Esa comprensión de sí mismo y de su historia es lo que propone el Qurán al ser humano. Una historia que no es lineal sino circular como las ondas que se propagan en nuestra conciencia.
Allah nos da el jalifato con la recitación, nos enseña a meditar en la conciencia mediante la escritura y nos dice que recitemos y leamos en Su Nombre.
El corazón se inflama cuando late por las cosas del mundo, pero cuando ese deseo trasciende esos objetos, entonces se desboca irremediablemente. Por eso Allah lava el corazón del profeta, para que pueda contener la revelación en cada latido, incesantemente, para que encauce ese irreprimible deseo de extinguirse en la Realidad. Porque ha de vivir esa extinción y regresar para anunciar la buena nueva de la Recitación, para transmitir a la humanidad nuestro tayali.
El Qur’an nos invita a mirar el mundo, a reflexionar sobre la existencia. Nos dice que en los aconteceres de nuestras vidas hay señales, signos, si somos capaces de leer, de estar abiertos, si nuestros corazones aún pueden escuchar. Y nos propone como guía la experiencia de unos seres iluminados, los profetas, la paz sea con todos ellos, y como imam de los profetas a Muhámmad, el ser humano distinguido entre todos.
No cabe mayor generosidad de Allah hacia nosotros que procurarnos la vida espiritual, la memoria de lo sagrado, el dikr Allah a que todo ser humano tiene derecho. La narración de los encuentros trascendentales de estos hombres señalados con la Realidad Única es la misma para todos ellos y para nosotros.
El Qur’an es una misericordia de Allah porque no tiene otro propósito que el de guiarnos y advertirnos. No propone ningún misterio, ninguna trampa tendida a quien trata de someterse a la Realidad. En cambio, Allah aclara a Muhámmad, en el Surat al Yusuf, ayats 3 y 111, lo siguiente:
"A medida que te revelamos, Oh Profeta, este Qur’an, te lo explicamos de la mejor forma posible, ya que antes eras, ciertamente, de los que desconocen qué es la revelación."
"Sin duda, en las historias de estos hombres hay una lección para los dotados de perspicacia."
El Qur’an se va revelando paulatinamente y de la mejor manera posible porque requiere ser leído, recitado, escuchado. No es un conjunto de palabras que pretendan alcanzar su sentido sino el sentido mismo que anima a cualquier palabra y a cualquier escritura. Es el tayali incesante de Yibril en nosotros.
Y esto es posible mediante la existencia de Muhámmad, a través de la creación de un ser humano capaz de contener en su corazón todos los secretos e ir transmitiendo a sus semejantes el conocimiento de la Realidad, la experiencia trascendental. Una experiencia que le supone al ser humano una liberación, una apertura. Muhámmad, la paz sea con él, es nuestro liberador porque ha hecho posible que nos acerquemos a la revelación, al tayali.
Pedimos a Allah que nos haga mirarnos en la luna llena del profeta, y que nos revele al Muhámmad de nuestro ser.
Que nos haga conscientes de la Realidad y que nos haga comprender la Recitación.
Pedimos a Allah que derrame sus bendiciones, su paz y su gracia sobre Muhámmad, sobre su familia y sobre quienes le siguen.
Amín.
2.
El Qur’an es, sobre todo, apertura, expansión de la conciencia humana hacia su límite, hacia Allah Subhana wa Ta’ala.
Recitamos el Surat al Fátiha muchas veces cada día a lo largo de nuestras vidas. Esa recitación nos devuelve a la conciencia de la realidad una y otra vez. Recitamos en nombre de Allah diciendo ‘bismillah’ cuando Allah nos hace sus jalifas y por ello Le alabamos como Señor y Sustentador de todos los mundos y le sentimos Compasivo y Misericordioso con nosotros, unas criaturas que tienen la conciencia como una ámana, como un préstamo de la Realidad a la Realidad.
Esa conciencia nos hace adoradores de esa Única Realidad que se nos muestra
Esa recitación es la que nos acompaña en nuestro viaje como criaturas de luz que quieren ser guiadas por el camino espiritual, por la vía del recuerdo.
La Fatiha procura una apertura real de nuestros corazones. Cuando la recitamos estamos pidiéndole a Allah que nos mantenga en su áman para acabar como muhsimes, degustadores de la Presencia. En el Surat 15, Al Hichr (87-91), le dice Allah a Muhámmad:
"Y, en verdad, te hemos dado siete de los ayats frecuentemente repetidos, y así, hemos abierto ante ti este sublime Qur’an: así pues no dirijas tu mirada con anhelo hacia los bienes terrenales que hemos concedido a algunos de esos que niegan la verdad, ni te aflijas por esos que se niegan a hacerte caso, sino extiende las alas de tu benevolencia sobre los creyentes, y di: ‘¡Ciertamente, yo soy en verdad el advertidor explícito prometido por Dios!’."
La Fatiha es una síntesis esencial del Qur’an. La repetición incesante de la Fatiha nos procura una apertura real en nuestra vida cotidiana, provocándonos el despertar de nuestro cuerpo sutil y haciéndonos capaces de la revelación, de encontrar sentido a nuestras vidas.
Disfrutar de una existencia espiritual es expresar nuestro agradecimiento. La luz verde que irradia el Muhámmad de nuestro ser es la luz del corazón que se expande por una abertura que el recuerdo produce en lo alto de la cabeza, como nos dice Naim Kobra.
Son las inmediaciones de la Montaña de Kaf, cuya cima es una roca de esmeraldas que se levanta más allá del barzaj, cuando contemplamos con nuestros ojos aquello de lo que sólo teníamos conocimiento por la mente.
La sangre es roja pero la savia del corazón es verde, aquilatada. El corazón que es agraciado con la ciencia, con el sentido, adquiere la posibilidad de realizarse, de trascender. El Qur’an nos facilita esa comprensión de la mejor manera posible, sin error, porque no se nos impone sino que se nos da generosamente.
Cuando nos acercamos a la recitación, la revelación nos transmuta en habitantes de la Realidad porque el Qur’an es un recuerdo de Allah. El Qur’an es el recipiente que contiene nuestra memoria, una jofaina de oro llena de nieve que lava nuestros corazones para que comprendan.
Pedimos a Allah que extienda su áman sobre todos los seres humanos que tratan de someterse a la Realidad y que están sufriendo hambre, persecución y muerte violenta.
Y sobre nosotros, que disfrutamos de paz y de abundancia.
Amín.

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