jueves, 12 de noviembre de 2015

La ensalada rusa en Siria

Víctor de Currea-Lugo
El 30 de septiembre pasado, Rusia bombardeó territorio sirio. La excusa, compartida por muchos, es el Estado Islámico: Daesh (y la presencia de radicales chechenos en Siria).
Por: Víctor de Currea-Lugo
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Pero la intención rusa va mucho más allá de los radicales sirios, incluye el resucitar de su vocación imperial, el desafío abierto a los Estados Unidos y el apoyo al presidente sirio Bashar Al-Assad. Rusia no entiende su geografía simplemente enmarcada en sus fronteras sino que históricamente ha incluido sus “áreas de influencia”: esto explica su presencia militar en Osetia del Sur, el control de Crimea, la actual guerra de Ucrania y la base militar de Tartus en territorio sirio. La sed del control de hidrocarburos ayuda a entender su política exterior.
En 2014, el presidente Putin frente a la Duma en Moscú explicó su política exterior basada en esa lógica de zonas estratégicas, en las que Siria juega un papel fundamental al ser la puerta rusa al Mar Mediterráneo.
Putin encarna la mirada de Catalina la Grande y los sueños de Pedro el Grande; por eso no se siente menor frente a los Estados Unidos. Este deseo ruso se ve ayudado por la errática política exterior de Obama, tanto así que el marcador Estados Unidos-Rusia es de varios goles contra Obama: la guerra de Ucrania, la protección al régimen sirio cuando éste usó armas químicas, los bloqueos permanentes en el Consejo de Seguridad (con el apoyo de China) y ahora la acción militar unilateral en Oriente Medio.
El conflicto sirio ha sido presentando como un avispero que nadie quiere alborotar, pero que todos alimentan. Los rebeldes locales optaron, en 2011, por las armas cuando el gobierno cerró cualquier salida política; Al-Assad optó por el camino de la represión y el genocidio para acallar cualquier voz en su contra; Arabia Saudita y otras monarquías del Golfo Pérsico optaron por alimentar la oposición armada, priorizando a aquellos grupos de corte salafista, es decir: simpatizantes del islam radical defendido por Arabia Saudita. Además hacen presencia los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Israel.
En este contexto se crean vacíos de poder, ampliamente aprovechados por células de Al-Qaeda provenientes del vecino Irak que terminan por constituir lo que hoy se conoce como el Estado Islámico: el tenebroso Daesh.
En esa conjunción de vocación expansionista rusa, debilidad política estadounidense y el Daesh, Rusia se adentra ya públicamente en la guerra, no solo para detener a los radicales islamistas sino para golpear a la oposición armada y así fortalecer a su aliado, el tambaleante régimen sirio.
Esta acción no es espontánea, hace parte de la cooperación militar sirio-rusa que explica Tartus: la única base militar rusa alejada de sus fronteras. Esta cooperación incluye además entrenamiento a tropas y armas tales como aviones, helicópteros y tanques de guerra.
Los informes que llegan desde Siria muestran que no solo se ha atacado al Daesh, sino a territorios controlados por la oposición armada, afectando población civil. La acción militar rusa es la primera en solitario y en décadas, en un claro mensaje a Obama resucitando el viejo esquema de Guerra Fría; pero esta acción no incluye despliegue de tropas rusas en tierra, para evitar deslegitimar la acción ante la sociedad rusa, si llegasen ataúdes con soldados propios a Moscú.
Los Estados Unidos consideran que la solución al conflicto sirio pasa por la salida de Bashar Al-Assad, mientras Rusia considera que éste es la garantía de estabilidad. Más allá del debate por la cabeza del presidente sirio, lo que tenemos es alrededor de 300.000 muertos, medio país convertido en desplazado y/o refugiado, de los cuales unos pocos miles han llegado a Europa.
Daesh convirtió a Al-Assad, perversamente, a los ojos de algunos en un “mal menor” y da la excusa para que Rusia busque reposicionarse, de la mano de Irán, en Oriente Medio. Las relaciones del presidente iraní, Rouhani, con Putin se han incrementado a nivel económico, diplomático y energético.
La acción rusa en Siria no parece determinante para cambiar la situación actual; Putin repite el modelo turco de aprovechar la excusa del terrorismo para atacar al PKK. Así, la comunidad internacional ha convertido a Siria en un ajedrez sangriento donde los únicos que pierden son los sirios. 

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