martes, 10 de noviembre de 2015

La pesadilla del narcotráfico llega al mundo musulmán

La pesadilla del narcotráfico llega al mundo musulmán
El número de drogadictos aumenta sin parar en los países de mayoría
islámica ante un escaso control estatal
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FRANCISCO CARRIÓN
Corresponsal en El Cairo
El 17 de junio, el peruano Roger Juan Tolentino Vera debía tomar un
vuelo en el aeropuerto internacional Silvio Pettirossi, de Paraguay.
Unos agentes antidrogas le dieron el alto y hallaron en su equipaje de
cabina 1,87 kilos de cocaína. El destino frustrado de su mercancía era
El Cairo.
Es un tema del que no se habla mucho, pero Egipto, el país más poblado
del mundo árabe, se ha convertido en un floreciente mercado para el
narcotráfico. “Desde la revolución no hay control policial y el país
es un lugar idóneo para el tráfico de droga”, explica a El Comercio
Amr Osman, director del Fondo Nacional para el Control de las Drogas y
el Tratamiento de la Adicción.
Las cifras sustentan lo que dice: “En el 2011, unas 12.000 personas
fueron atendidas en nuestros centros de rehabilitación. El año pasado
aumentaron hasta las 40.000”, asegura Osman.
“Lo verdaderamente alarmante es que la edad de inicio en el consumo de
drogas ha bajado hasta los 11 años”, agrega el máximo responsable
estatal de la lucha contra el narcotráfico.
Las revueltas que han sacudido la región han vuelto porosas las
fronteras y las mafias se han frotado la manos. “La mayoría de las
sustancias llegan de Libia”, reconoce Osman. Y el resto, como el bango
(un tipo de marihuana local), procede de la difícil y escarpada
orografía de la península del Sinaí.
“Es un gran problema social”, señala la doctora Leila Abdelgamed, que
gestiona la línea telefónica gratuita establecida por el Gobierno
Egipcio para aconsejar y facilitar el proceso de desintoxicación.
“Funciona durante las 24 horas. No paramos de recibir llamadas de
madres consultando los efectos de las drogas”, añade.
El fenómeno no es exclusivo de Egipto. En la vecina Libia, la
situación es aún más dramática porque ni siquiera existe una agencia
estatal y solo hay un centro especializado en todo el país, con sede
en la oriental Bengazi.
“Durante la era de Muamar Gadafi se sabía poco de los peligros de las
drogas y la educación no ha mejorado desde entonces”, dice Abdalá
Fanir, director adjunto del hospital psiquiátrico de Trípoli.
Según el teniente general de la policía emiratí Dahi Jalfan Tamim, las
drogas son un asunto complejo en el mundo árabe. “Los grupos
criminales aprovechan nuestra ubicación estratégica para el
contrabando de sustancias hacia el resto del mundo”, arguye.
Hace poco Irán, en una mediática ceremonia pública, prendió fuego a
100 toneladas de droga incautadas por sus fuerzas del orden.
Parte de la mercancía, sin embargo, se queda en los países árabes. Por
las calles libias, egipcias e incluso en la franja de Gaza, los
jóvenes recurren a las drogas a modo de evasión: el desempleo y una
infancia de desigualdad y miseria han arruinado cualquier expectativa
de porvenir.
“Es muy fácil comprar droga. Las calles están llenas y hay sustancias
muy baratas”, cuenta a este Diario Alí Salem, un cairota de 26 años
que se estrenó en el consumo hace más de una década.
Junto al hachís y la heroína, la estrella de los drogadictos árabes es
el tramadol, un fármaco usado para aliviar la enfermedad al facilitar
la inhibición del sistema nervioso. Se emplea como paliativo para
dolores agudos o crónicos pero en las calles de Medio Oriente triunfa
como un eficaz estupefaciente.
“Recuerdo que la primera vez me regalaron una pastilla de tramadol y
poco después me enganché”, relata el veinteañero Hisham Mohamed.
“Hemos incautado cientos de miles de pastillas de tramadol. Es una
sustancia muy adictiva que puede inducir incluso al suicidio”, apunta
el director de la agencia antidrogas egipcia. Sus efectos secundarios
son extensos: vértigo, dolores de cabeza, erupción cutánea, pérdida de
apetito o esquizofrenia.
La medicina, llegada del mercado asiático, se ha convertido en el
enemigo público de las autoridades árabes. En Egipto, un ambicioso
plan estatal recién lanzado  ha comenzado a repartir cajetillas del
fármaco que, en lugar de pastillas, contiene hojas con advertencias
sobre el consumo de tramadol.
Las píldoras han conquistado Gaza a través de los túneles subterráneos
que sortean el bloqueo comercial impuesto por Israel.
El movimiento islamista Hamas, que gobierna la franja, ha extremado la
vigilancia y ha prohibido la venta del medicamento en farmacias sin
receta médica. Pero aun así, el tramadol resulta un frenesí imparable:
en la última operación, a principios de mayo, la policía se hizo con
290.000 pastillas.
Para Hisham, un egipcio de 28 años que descendió al infierno de las
drogas durante su etapa escolar, el drama que sepulta a millones de
árabes solo tiene una vía de solución: “Nuestras sociedades tienen que
hablar en voz alta del tema. Solo así podremos enfrentarnos con él”.
Al drogadicto hay que curarlo y al traficante castigarlo sin
contemplaciones. “Hay que conseguir que sean penas máximas”, esboza
Amr Osman.
En muchos países de la región, el delito se castiga con condena a
muerte. A principios de junio un tribunal egipcio confirmó la pena
capital para tres extranjeros, entre ellos un británico de 74 años,
por tratar de introducir en Egipto tres toneladas de cannabis desde
Pakistán.

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